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Nova tellus

Print version ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.33 n.1 Ciudad de México  2015

 

Reseñas

Zagal, Héctor, Amistad y felicidad en Aristóteles

Ute Schmidt Osmanczik* 

*Investigadora titular del Centro de Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM, México. alster12@prodigy.net.mx

Zagal, Héctor. Amistad y felicidad en Aristóteles. México: Ariel, 2014. 179p.


Palabras clave: amistad; Aristóteles; felicidad; filosofía; virtud

Key words: Friendship; Aristotle; Happiness; Philosophy; Virtue

El lector del libro de Zagal se da cuenta inmediatamente de que el autor es una persona muy culta (lo que se puede observar en muchos lugares de su obra, pues igual habla de las óperas de Wagner que de Homero) y muy conocedora del pensamiento aristotélico. Escrita en un estilo sencillo y agradable, donde no faltan ejemplos tomados tanto de la antigüedad como de la edad moderna, en su obra nos enteramos de cómo Aristóteles concebía la amistad, o mejor dicho, las amistades. Digo “amistades” en plural con todo propósito, porque llama la atención el hecho de que Aristóteles acepta y analiza varios tipos de amistad, lo que una persona de nuestra época muy probablemente no haría o, al menos, no en la misma medida.

La obra de Zagal tiene como subtítulo ¿Por qué necesitamos amigos?, y el mismo autor da la respuesta en la última oración de su libro: “una vida sin amigos nunca podrá ser, por muchos bienes que poseamos, una vida lograda” (p. 172). Esta opinión, que comparte con Aristóteles, me parece tan correcta que no hay que añadir nada más.

El libro, que presenta en varias ocasiones referencias a santo Tomás de Aquino, y que está muy bien documentado, consta de seis capítulos precedidos por un prólogo, en el que se señala que la amistad es un factor esencial en Aristóteles para la vida feliz, junto con otros, tales como cierta comodidad económica, buena salud, algo de belleza (actualmente diríamos tal vez “al menos no ser feo”), ciertas virtudes intelectuales (inteligencia y prudencia) y morales (valentía, generosidad, magnanimidad, etcétera).

Zagal se propone examinar las ideas fundamentales sobre la amistad expuestas en los libros VIII y IX de la Ética a Nicómaco (EN), dando por supuesto el conocimiento del Lisis de Platón, obra que trata el fenómeno de lo amistoso, y a la cual Aristóteles debe mucho, como indica correctamente nuestro autor.

En el primer capítulo, o “Introducción”, se hace hincapié en que la meta de las obras morales de Aristóteles es el estudio de la felicidad y la reflexión sobre cómo se obtiene. Dado que Aristóteles opina que la razón distingue al hombre de todos los otros seres, cree que la felicidad consiste (básica, no totalmente) en el ejercicio de la razón y de las virtudes intelectuales y morales (idea que Zagal repite muchas veces en su estudio), acompañada de los factores antes mencionados (salud, comodidad económica, etcétera).

Como ya se dijo, el autor interpreta principalmente la EN y subraya con toda propiedad que el paradigma de la vida y del comportamiento virtuoso es el “esclarecido varón” (spoudaios); es importante mencionar que no es una divinidad la que da las reglas morales, sino que el mencionado varón esclarecido (“preclaro”, como lo llama Zagal) sabe qué es lo que se tiene que hacer.

La vida feliz implica la presencia de la virtud, pero ¿cómo se obtiene ésta? Son ciertas instancias que ayudan a su adquisición, a saber, la educación, la legislación y la retórica; estos dos últimos factores están tratados, a mi modo de ver, de forma más explícita de lo que el contexto exige.

En el segundo capítulo, “Afectos y amistades”, el autor menciona una vez más que, si bien el ejercicio de la razón es el factor más relevante para la vida feliz, la amistad es un elemento importantísimo para una vida lograda, sin el cual nadie quisiera vivir. No vale la pena vivir sin amigos, aunque se tuvieran todos los bienes restantes que constituyen la felicidad.

Ahora bien, Aristóteles conoce distintos tipos de amistad, de los cuales, como bien dice Zagal, algunos nos pueden parecer desconcertantes (cf. p. 36). A continuación los enumero:

  1. Existe un tipo de amistad que no se puede dar entre personas pobres, ya que la condición de esta relación es poderse ofrecer mutuamente riqueza y poder.

  2. Tenemos una amistad en la que los amigos son útiles en el sentido de que quien es rico, debe tener amigos que lo protejan de la envidia de los otros.

  3. Los amigos que son necesarios en estados de reveses de la fortuna, es decir, que son un refugio en la desgracia.

  4. Los amigos que son una ayuda para no equivocarse moralmente, lo cual sucede especialmente en la juventud.

  5. En la vejez, los amigos que son comparables a terapeutas, vale decir, que se ayudan en las dificultades de la ancianidad. Esto no se refiere sólo a la debilidad física, sino significa también que un amigo ayuda a otro a que sea un “agente de praxis” (p. 38), esto es, que su voz cuente entre un grupo.

  6. En la edad de plenitud (akme; alrededor de los cuarenta años), los amigos se asocian para emprender bellas acciones, en el sentido de que se apoyan en su calidad moral, que es mayor cuando participa un grupo de personas. Las acciones comunes que emprenden los amigos implican la aceptación de los mismos ideales.

  7. Se requiere de amigos para una vida intelectual fructífera. Se trabaja mejor intelectualmente con un amigo que solo. En otras palabras, es bueno que el sabio trabaje en conjunto con otros sabios.

La virtud como tal se define como “disposición de una decisión deliberada”; ahora bien, dado que la amistad es una virtud, también se concibe como una decisión deliberada. Uno elige al amigo, lo cual no siempre sucede en otras relaciones. Entonces, Aristóteles concibe las virtudes como punto intermedio entre dos vicios, por lo cual la amistad también debería ser el punto intermedio entre dos vicios, uno por defecto y otro por exceso. En el ejemplo clásico de la valentía, esto es bastante claro: la valentía es el punto (aproximadamente) intermedio entre la temeridad (exceso) y la cobardía (defecto). Empero, en el caso de la amistad, Aristóteles no define con precisión ni lo que sería el exceso ni el defecto. Comenta Zagal: “la amistad aristotélica […] es un afecto calculado, razonable, mesurado” (p. 50). Además, la amistad es relativa, en el sentido de que hay circunstancias que pueden provocar un rompimiento entre amigos; no es “un absoluto moral” (p. 51).

La benevolencia, la beneficencia y la concordia están relacionadas con la amistad. La primera desea el bien de otra persona que incluso puede ser desconocida; no es un sentimiento intenso, pues podemos desear que una persona enferma que no conocemos, sane. La benevolencia mutua entre dos personas puede ser el inicio de una amistad.

La beneficencia, ejecutada por el benefactor, hace el bien (cf. p. 58, subrayado del autor), y no sólo lo desea. Igual que la benevolencia, la beneficencia es una relación unilateral que se da gratuitamente. No siempre es altruismo puro, pues “beneficiar a otro es una sutilísima forma de dominio del otro […]” (p. 60). Quisiera decir con cierto énfasis que, aunque se puede dar esta “sutilísima forma de dominio”, no siempre es así.

La concordia es una virtud cívica o política; se da entre ciudadanos que comparten opiniones acerca de asuntos públicos o políticos. Todos los ciudadanos se deben conocer y ser justos; una banda de criminales puede tener algunas ideas de justicia en común, pero este tipo de concordia es frágil.

Dado que la amistad es la virtud que más se trata en la EN (junto con la justicia), es asombroso -según nuestro autor- que los intérpretes de Aristóteles hayan prestado poca atención a la philautia, lo que actualmente se llama “quererse a sí mismo”, literamente “amistad consigo mismo”. Pero ¿cómo es uno su propio amigo? La respuesta es de índole psicológica: nuestros aspectos racionales e irracionales deben estar en armonía, con predominio de los aspectos racionales -cosa no tan fácil como ya vio Platón-, lo que a su vez permite actuar con virtud y congruencia. El hombre que tiene esta capacidad aprecia su propia presencia, sin prescindir por completo de la vida social.

El tercer capítulo trata sobre la “amistad por utilidad”. Los tres tipos principales de amistad que Aristóteles reconoce, a saber, la amistad por utilidad, por placer y por virtud, provienen de tres aspectos amables de la vida humana: amamos la utilidad, el placer y la virtud. En primer lugar, pues, se examina la amistad por utilidad, relación que se da, según Aristóteles, especialmente en los viejos. Se trata de una amistad imperfecta, con valor instrumental, puesto que se “quiere” a la otra persona porque nos es útil, ya sea que nos preste dinero, ya sea que nos haga regalos. La amistad por utilidad, junto con la de placer -que se verá a continuación- desvirtúan la auténtica amistad (cf. p. 48, cursivas del autor). En la actualidad, y después de muchos años de influencia cristiana, no tomaríamos semejante relación como “amistad”, pues parece más bien una “inversión”: doy un regalo a un amigo para que, en su momento, reciba yo algún favor de él.

El cuarto capítulo está intitulado “La amistad por placer”. En primer lugar, hay que decir que el término “placer” no es del todo claro en Aristóteles. Los animales tienen (parcialmente) placeres diferentes a los de los seres humanos (el pequeño subcapítulo “Placer y satisfacción”, más que a Protágoras, refleja el Filebo de Platón).

La amistad por placer se da con más frecuencia entre los jóvenes y puede ser corta, ya que no siempre son las mismas personas las que ofrecen placer. Este tipo de amistad implica en muchos casos una relación sexual -entre dos varones, para que no quede duda-. ¿De dónde proviene esta variante en la amistad? Lamentablemente Aristóteles no es más explícito en el tema de la homosexualidad. Él cree que hay dos tipos de ella: por un lado, se trata de una inclinación natural y, por otro, de la costumbre de un abuso violento. Creo, sin miedo a equivocarme, que la homosexualidad siempre ha existido y existe hasta la fecha como un -digamos- “fenómeno natural”. Regresando a la amistad por placer: ésta es principalmente corporal y asimétrica en donde falta la reciprocidad, puesto que en muchas ocasiones coexiste un aspecto de educación entre el amante -un hombre maduro- y un jovencito que, por el trato (también sexual) con la persona madura, debía convertirse en un hombre de bien. Estas relaciones asimétricas solían terminar cuando el joven llegaba a la edad adulta. Pero podía haber excepciones cuando los dos, a causa de su frecuente convivencia, establecían una relación genuina, nacida de un afecto auténtico. A los interesados en este tema, recomiendo el libro de Verónica Peinado Vázquez, La pederastia socrática (CIDHEM, 2012).

Ahora bien, la amistad por excelencia es “la amistad virtuosa”, título del quinto capítulo. Conviene citar al propio Aristóteles: “la amistad perfecta es la de los hombres de bien y semejantes en virtud” (EN, 1156b, 6-7; traducción de Gómez Robledo), lo cual no es el caso de los tipos de amistad anteriormente mencionados. Las relaciones que, por ejemplo, existen entre los miembros de una mafia pueden ser firmes, pero distan mucho de ser relaciones de amistad. En cambio, la amistad genuina es duradera y sólida, porque está fundada en la confianza. Me parece que esta amistad llamada “virtuosa”, que es considerada por Aristóteles como una virtud, es lo que más se asemeja a lo que nosotros en la actualidad comprendemos por “amistad”. Es concebida como un hábito deliberadamente elegido y, además, leemos que la amistad “es el hábito de querer amistosamente a quien se debe, como se debe y cuando se debe” (p. 142). La buena amistad es recíproca, y es preciso que los amigos tengan condiciones iguales o parecidas para dar y recibir bienes de toda índole. También se precisa cierta igualdad en virtudes, si bien se admiten matices. Además de virtuoso, el amigo debe agradar, debe tener afinidad de gustos y un gran conocimiento de la otra persona, todo lo cual implica que no se puede tener muchos amigos.

Considero falsa la opinión de Aristóteles de que un prolongado alejamiento físico destruye la amistad (cf. EN, 1157b, 5 y ss.); hay suficientes pruebas empíricas de que no es así. Tampoco creo -y no soy la única persona que así lo hace- que somos tan libres como opina el Estagirita. No está en nosotros, por ejemplo, la “elección deliberada de un estilo de vida” (p. 143), ni mucho menos se elige el carácter (cf. p. 144).

El subcapítulo sobre la “amistad entre desiguales” señala que, propiamente hablando, no existe tal amistad. Pese a ello, Aristóteles admite dos tipos de amistad entre desiguales. Por un lado, se trata de la relación entre padre e hijos; por otro, si bien rara vez, entre esposos, fenómeno al que ayuda la relación biológica. Quisiera comentar al respecto que no sabemos, ni Aristóteles tampoco lo supo, si hubo en su época un buen número de relaciones amistosas entre esposos. La amistad de amos con esclavos está prácticamente excluida, debido a las conocidas opiniones aristotélicas acerca de estas personas. También en este punto creo perfectamente posible que haya habido buenas relaciones entre mujeres y sus esclavas.

El último capítulo, intitulado “A modo de conclusión”, resume los rasgos más relevantes acerca de lo que es una buena amistad. Ahí Zagal destaca ideas aristotélicas acerca de la verdadera amistad; en estos párrafos no queda del todo claro si el autor se identifica -al menos en parte- con ellas. Voy a señalar algunos puntos importantes. Está muy bien visto que el matrimonio contenga mucho más de un contrato que la amistad: los amigos no hacen contratos. La amistad es informal, gratuita y recíproca, si bien la reciprocidad no puede ser medida con exactitud, ni mucho menos exigida; y, en efecto, la amistad es incompatible con el amor erótico (excepto en casos de matrimonio).

Ahora bien, quisiera hacer unas anotaciones críticas acerca del concepto de amistad, tal como lo comprende Aristóteles, pues en la actualidad tenemos un concepto que sólo concuerda parcialmente con el concepto aristotélico. Según el Estagirita, la amistad no se funda en sentimientos. Ello no es así; la amistad nace de un sentimiento de simpatía, de una “química” (como se dice ahora) entre dos personas; nada más en un segundo momento se mostrará si este sentimiento de simpatía desembocará en una amistad que después se acepte y que implique un gran cariño mutuo. Falta también el factor -no del todo común, pero que sí existe- de la “amistad a primera vista”, ya sea entre hombres, entre mujeres o entre ambos. Existe también, a diferencia de lo que dice Aristóteles, la amistad entre mujeres.

El autodominio, por ejemplo, no es una condición necesaria para una amistad, ni tampoco que una de las partes sea apasionada: estos no son elementos que impidan una relación amistosa. La más bella descripción de un auténtico amigo es, a mi modo de ver, la que ofrece Schiller en su Oda a la alegría: “einen Freund, geprüft im Tod” (un amigo, probado en la muerte), esto es, una persona en la cual se puede confiar a plenitud. Esto no significa necesariamente que un amigo vaya a morir por otro amigo, lo que sería un caso excepcional, pero la idea está implícita. Esta sería la amistad perfecta.

Relacionado con el fenómeno de la amistad, quisiera anotar algo que el autor hubiera debido mencionar: Aristóteles falla al no tomar en cuenta aspectos inconscientes de la persona humana, de ahí afirmaciones tan curiosas como “somos lo que queremos ser” (cf. p. 144, subrayado mío). Sería maravilloso que pudiésemos escoger a voluntad cómo queremos ser, pero lamentablemente no es así: nacemos con un bagaje genético y factores inconscientes que impiden esta libertad de elección.

Para finalizar, cabe decir que se trata de un libro hermoso, de lectura muy grata; es básicamente de difusión, pero el lector debe poseer ciertos pre-conocimientos acerca de Aristóteles, especialmente de la EN, para poder entenderlo y disfrutarlo.

Recibido: 19 de Mayo de 2015; Aprobado: 22 de Junio de 2015

* Ute Schmidt Osmanczik, es doctora en Filosofía por la UNAM e investigadora titular del Centro de Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas. Su línea de investigación es la filosofía de Platón. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. alster12@prodigy.net.mx

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