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Nova tellus

versão impressa ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.32 no.1 Ciudad de México  2014

 

Reseñas

Delaunois, M., La originalidad del plan retórico en la elocuencia griega (siglos V y IV)

Gerardo Ramírez Vidal* 

* Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (CONACyT), México, grvidal18@gmail.com

Delaunois, M.. La originalidad del plan retórico en la elocuencia griega (siglos V y IV). Madrid: Ediciones Clásicas, 2011.


Palabras clave: Retórica griega; dispositio; plan lógico; plan psicológico; Demóstenes

Key words: Greek Rhetoric; dispositio; logical plan; psychological plan; Demosthenes

Marcel Delaunois publicó en el ya lejano 1955 un artículo intitulado “Le plan rhétorique dans l’éloquence grecque d’Homère à Démosthene” (Delaunois 1955) y cuatro años más tarde un libro con el mismo título (Delaunois 1959), dos obras que no llamaron la atención que merecían de la comunidad de expertos, a pesar de su importancia no sólo para entender las diversas maneras en que los autores griegos de los siglos VIII-IV a. C. organizaban sus obras, sino también para comprender la importancia de esa actividad literaria en general. En mi caso particular, haber leído con atención aquellos estudios me ayudó a otorgar a la dispositio el primer sitio entre las partes de la retórica, al considerarla como el eje del arte en su totalidad. Es otras palabras: a mi juicio, las partes de esa disciplina no comienzan con la inventio, sino precisamente con la planeación estructural de la obra. Como sabemos, con mucha frecuencia, al orador de hoy le basta escribir en una papeleta una breve indicación de las ideas o las partes del discurso que debe pronunciar, y posteriormente, ya en el momento mismo de hablar, será capaz de introducir una relación de los contenidos de cada una de las partes (inventio) con las palabras adecuadas (elocutio) y la actuación acomodada al caso (actuación). Para entender que lo primero es la distribución de las partes y luego la obtención de la materia y su formulación, bastaría observar cómo el anónimo de la Retórica a Herenio primero hace la distinción de las partes del discurso y luego va tratando cada una de ellas (deteniéndose ampliamente en la confirmatio).

Delaunois no llegó a esa propuesta. Lo que hizo fue presentar, con muy buen juicio, un recorrido histórico de cómo los antiguos oradores dividían sus discursos, empezando por los homéricos y terminando con Demóstenes, y a describir los planes, que dividía en lógico, psicológico y modalidades intermedias, detrás de los cuales podría encontrarse o no una teoría al respecto. Para ello, naturalmente había inventado un método gráfico de análisis de las estructuras discursivas que le permitió entender varios fenómenos importantes y mostrar sus resultados. Entre sus méritos se encuentran precisar la existencia de diversos planes, denominarlos y describir su desarrollo, mostrarlos de manera gráfica y, en particular, llamar la atención sobre la existencia del plan psicológico en los discursos conservados del periodo estudiado.

En realidad, no era una novedad la existencia de diferentes planes en la oratoria ática, cosa que él mismo señala,1 así como el empleo de diversos esquemas o estructuras en la literatura antigua, como el de la asociación de ideas o la estructura en anillo. En términos más generales y actuales, L. Bellenger trata sobre los planes en el último capítulo de su breve texto L’Expression écrite, donde se refiere a “la controversia del plan entre los escritores” (pp. 96-97), al rechazo o utilización de planes y a la existencia de diferentes modelos. Inclusive se puede encontrar la idea de los planes lógico y psicológico en autores como Louis Timbal-Duclaux, experto en el perfeccionamiento de la escritura.2 No sólo eso, sino que también Genette ha llegado a afirmar, no sin exageración, que “la rhétorique moderne est presque exclusivement une rhétorique de la disposito, c’est-à-dire du ‘plan’” (Genette 1969, p. 31). En un ámbito intercultural, se ha observado también que el orden del discurso es propio de la civilización occidental, mientras que en otras privan otros elementos, como el desarrollo circular de la idea, por ejemplo. De tal modo, es posibe que la dispositio pueda servir inclusive como criterio para diferenciar diversas culturas.

Sin embargo, en cuanto al plan del discurso en la Grecia clásica, los estudios al respecto eran muy escasos, y los esfuerzos de Delaunois no parecen haber tenido el impacto que merecían, e incluso la atención parece haber disminuido aún más.3 Tal vez esta falta de atención se debió, por lo menos en parte, a la gran atracción que tuvieron dos obras publicadas el año anterior a la aparición de Le plan rhétorique. Una de éstas es El tratado de la argumentación de Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca; el otro, Los usos del argumento de S. Toulmin, además del Manual de retórica literaria de H. Lausberg, publicado en 1960. Fue así como inventio y elocutio estuvieron de nueva cuenta como partes esenciales de la retórica en el siglo pasado, lo que da una idea equivocada de lo que fue la retórica antigua, por el hecho de que la dispositio continuó siendo relegada.

Por todo ello, es importante la publicación, 52 años después, del nuevo libro de Delaunois intitulado La originalidad del plan retórico en la elocuencia griega (siglos V y IV a. C.), donde el autor persiste en volver la mirada hacia el problema del plan discursivo, asunto que tuvo una importancia central en Grecia y Roma antiguas, de época clásica y posclásica. Para probar esto último baste pensar que el elemento primario en el origen mismo de la retórica fue la estructura del discurso (cf. Delaunois 1959, p. 20) y que posteriormente, en los rétores tardíos como Hermógenes, las divisiones del discurso fueron el fundamento de la elaboración discursiva, además de observar que los manuales de retórica latina abordaban de manera persistente la taxis o economía del discurso (como ya se dijo en relación con la Retórica a Herenio).

Un punto importante que llama la atención es que esta nueva publicación se ha traducido del francés y publicado en español gracias al impulso del “discípulo y fiel amigo” de Delaunois, Felipe G. Hernández Muñoz, quien ha dedicado gran parte de sus esfuerzos al estudio de los oradores áticos, en particular Demóstenes.4 ¿Qué indica lo anterior? Quiere decir, por lo menos, que la filología española se está poniendo a la cabeza en la recuperación de la obra de Delaunois y de la dispositio retórica, aunque también puede significar que esa parte de la retórica sigue siendo desdeñada por los estudiosos de la retórica clásica.

En cuanto al libro objeto de mi atención, observaré primero sus dimensiones en comparación con el libro anterior de 1959. Ambas obras (Le plan rhétorique... y La originalidad del plan retórico...) tienen casi el mismo número de páginas cada una (154-149, respectivamente), aunque las páginas de la primera contienen más palabras que las de la segunda en una proporción de 5 a 4. De cualquier modo, es necesario señalar de entrada que no se trata de un “refrito” o de un simple resumen de las publicaciones anteriores, pues, como dice el autor, “este trabajo [...] forma un todo en sí, y es una síntesis nueva, corregida, precisada, matizada y más profunda, que está lejos de constituir un remake”. Me parece que así es, pues, como el título claramente lo expresa, se refiere sólo a la elocuencia griega de los siglos V y IV, de manera que deja de lado los demás autores: Homero, Hesíodo, los líricos, los dramaturgos, los sofistas, los filósofos... De cualquier modo, esta nueva publicación conserva las principales directrices del trabajo original -con adelantos importantes que no se deben olvidar- que son: (1) la división en planes lógico y psicológico; (2) el método gráfico y cuantitativo en el que se basa el trabajo; (3) la evolución histórica de los planes en los autores griegos del periodo clásico, (4) e incluso el orden de presentación.

En el siguiente cuadro se encuentran las partes de ambos libros seguidos por el número de páginas:

Se podrá observar que las principales diferencias consisten en que el libro de 1959 contiene un capítulo que no tiene cabida en el nuevo (cap. II. “La elocuencia antes de la retórica”) y el de 2011 tiene dos nuevos capítulos, el I (“El problema del plan retórico”) y el IV (“Los caracteres fundamentales del plan retórico griego”). Sin embargo, se observan muchas diferencias, no siempre de detalle, en los capítulos que parecen repetirse. Veamos las más importantes.

La Introducción es simplemente una nueva presentación del libro. Los cuadros cronológicos de la vieja publicación me parecen mejores que los de la nueva. Es claro que, en esta última, el cuadro se limita a dar información sobre los oradores de época clásica.5 Nada de Homero, de los sicilianos, de Temístocles, Pericles, Gorgias, etc. Por ello el nuevo libro tiene como complemento la publicación anterior.

El capítulo I (“El problema del plan retórico griego: plan lógico y plan psicológico”) contiene una excelente presentación de los dos planes, que el autor contrapone. El lógico es el orden teórico de los manuales, preciso, claro, sin sobresaltos. Pero no es éste el único modelo representativo de la cultura griega. Delaunois retoma y defiende también como propio de los helenos antiguos el plan psicológico, el individual de cada orador, difícil de definir, de naturaleza pasional, de carácter repetitivo, con sobresaltos, a veces deshilvanado. Por mi parte, podría explicar lo anterior diciendo que no todo es apolíneo para los griegos; también lo dionisíaco es propio de ellos.

Es claro que el autor tiene toda la razón al rechazar la idea muy gratuita de que los griegos era pensamiento puro, lógica absoluta, razonamiento apodíctico, y de que el orden psicológico debe ser visto como una imperfección, la cual presenta el propio Demóstenes. Sin embargo, no creo que ambos órdenes tengan necesariamente que verse de manera antitética, sino más bien como elementos que forman parte de un todo. Es más, deberían verse como vasos comunicantes, o como lo general y lo particular. Me explico. Existe un orden preciso preestablecido (el plan lógico) que cada autor debe adecuar a sus circunstancias, de la misma manera que -por ejemplo- una ley (nomos), que por naturaleza es general, debe adecuarse al caso concreto (la epiéikeia o aequitas). Así, podemos suponer que la taxis es el orden rígido y general para un género determinado (judicial, deliberativo, epidictico) y la oikonomía, el orden adecuado o adaptado, aplicado al caso concreto. Hay autores que tienen preferencia por un orden rígido y otros por uno laxo o muy laxo. La oikonomía del discurso permite todo ello. Delaunois apela, de manera significativa, al humanismo. Y el humanismo es poco lógico, poco científico y poco filosófico, pero bastante dado a buscar lo verosímil en el campo donde las cosas pueden ser de otra manera, como lo es el campo de la política, de la ética, del lenguaje y de la retórica.

Asimismo, en cuanto a la idea de que el plan psicológico es pasional, me parece que así se coloca a la propia retórica entre esos dos polos opuestos: lógico y patético. En realidad, ese plan tiene una clara vinculación con el êthos del orador, quien elabora y ejecuta su discurso en conformidad con sus destinatarios. Pero no es mi interés exponer aquí mis ideas al respecto, sino las del libro en comento.

En el segundo capítulo, Delaunois explica su método gráfico, adecuado a los análisis cuantitativos, y aprovecha para rechazar las críticas que ha recibido. Sus respuestas aclaran algunos problemas (falta de objetividad y de rigor, vaguedad, secuencia de ideas con el mismo valor, etc.). El método gráfico, cuya intención es pedagógica, ha sido mejorado, atendiendo a las críticas propositivas que se han hecho al autor. Se trata de un instrumento valioso de análisis. Las gráficas podrán tener las deficiencias que he indicado, pero los estudiosos deberán tomar en consideración que se trata de un útil instrumento de análisis que habrá de emplearse con el cuidado que merece, ya que sus resultados pueden ser muy valiosos.

El capítulo tercero, que trata sobre “La evolución histórica de plan retórico en la gran elocuencia griega”, aparece como una reducción del amplio tratamiento que Delaunois había llevado a cabo en su trabajo de 1959 en el capítulo II, sobre la elocuencia en Homero (donde el autor presenta sugerencias de gran interés sobre los planes discursivos que ya no aparecen en el nuevo libro); el III, sobre el nacimiento y primeros desarrollos de la retórica (siete páginas resumidas en dos, donde las partes del discurso están mejor tratadas en el libro viejo);6 el IV, sobre la aplicación del plan retórico en la elocuencia ática, y el capítulo V, sobre “La realización demosténica”. Las sesenta y dos páginas de los capítulos IV-V de Le plan rhétorique... aparecen reducidas a diez en La originalidad del plan retórico... (pp. 48-58). Parece una gran pérdida, pero es necesario remarcar que el nuevo libro no es un resumen del otro. Se trata más bien de nuevos adelantos de su viejo tratado, que no por viejo es inútil.

Delaunois sigue un hilo conductor sobre la adecuación o no al plan retórico; del apego o no al plan lógico. En el caso de Antifonte (27-33 pp. frente a 48-49 pp., en realidad una página) retoma la idea de la uniformidad y regularidad del plan (1959, p. 21) con alguna libertad en los discursos reales. A pesar de ello, afirma el autor que en las Tetralogías, más apegadas al esquema, el orador ateniense no sigue estrictamente ningún plan. En cambio, contra lo que podría esperarse, indica que Andócides ha producido “obras maestras” (2011, p. 49), porque sugieren un plan diferente del lógico. Así, mientras que en Antifonte se encuentra un exceso de regularidad; en Andócides, un exceso de irregularidad, siendo Lisias quien presenta el “equilibrio perfecto” (2011, p. 50). En el primero, la psicología sigue siendo rudimentaria; en el segundo, aparecen las primeras trazas de libertad y flexibilidad; mientras que Lisias, “permaneciendo fiel al esquema clásico esencial, deja libre curso al maximum de libertad y de variación”, de modo que es un jalón importante hacia la retórica psicológica.

Luego se describe el par Isócrates-Iseo. Para el primero lo importante son las ideas -no el plan-, en torno a las cuales se van exponiendo los argumentos, con equilibrio y armonía. El plan de sus discursos es psicológico; una realización personal (Delaunois 1959, p. 53). En seguida viene un elogio de Iseo: “genio constructor” que ya no tiene el esquematismo y el desagrado de Antifonte. En todo ello se nota una evolución del plan, que continúa con Hiperides, Licurgo y Esquines. Modos personales, sin un plan sistemático; “por vez primera se encuentra la vehemencia patética, perturbadora de Demóstenes”, moderado en el tratamiento del plan, aunque deshilvanado en sus discursos judiciales.

Luego aborda al gran Demóstenes, en cuyo plan discursivo Delaunois observa una progresión hacia un nuevo tipo de plan: el psicológico, que consiste en repetir una y otra vez a lo largo del discurso una o varias ideas, en lo cual radica esa vehemencia patética a la que ya se ha hecho referencia. Dinarco ya no sigue el plan lógico; actúa de manera completamente libre, con una acumulación de ideas sin orden ni concierto, sin distinción de partes, y por último Démades, “el más espiritual de los oradores”, más preocupado por agradar al público que por informarlo.

Se ve en todo ello una progresión homogénea del más severo rigor al desorden total, polos entre los cuales existe una multiplicidad de planes que en diferente grado siguen un orden lógico o caen en la anarquía. A mi juicio, esa hipótesis progresiva de Delaunois podría ser no más que un espejismo provocado por los datos dispuestos a nuestro arbitrio. Tales datos permiten afirmar, más bien, que los diferentes planes pueden encontrarse en un mismo periodo histórico. Es sugerente al respecto el dato acerca de los modos opuestos de dirigirse al público por parte de Pericles y de los demagogos; el primero era muy cuidadoso de su dicción, expresión y compostura, escrupuloso al punto de preocuparse por los pliegues de su manto; los segundos, en cambio, eran arrebatados y violentos, vocingleros sin más preocupación que enardecer a los ciudadanos. Por lo menos así los pinta Tucídides, no sin una buena dosis de exageración. Estas formas diversas en el plan retórico continuarán manifestándose después, hasta la caída de la polis, en el ámbito de los procesos judiciales y del discurso epidíctico. De tal manera, es probable que la variedad de planes no indique una evolución, sino más bien que la división teórica del discurso no era sino un patrón que el orador podría tratar de seguir o no al pie de la letra, de modo que no había reglas necesarias del discurso eficaz. El género, el estado de la cuestión, la persona, los destinatarios y el fin indicaban qué plan era más adecuado en esas circunstancias.

El capítulo IV, “Los caracteres fundamentales del plan retórico griego”, es la mejor parte del libro. Contiene seis apartados que abordan estrategias discursivas que rompen con el plan lógico y sustentan el orden psicológico.

En el primer apartado enlista los discursos que siguen la estructura clásica de manera más o menos estricta, y el segundo muestra el empleo cada vez más libre de las partes, con supresiones, mezclas, ampliaciones, etc. Nos encontramos ante un amplio abanico de posibilidades. Sin embargo, a mi entender, como ya he indicado, una explicación organicista (o desarrollista) de las estructuras discursivas es en buena medida una ilusión. No existe una progresión homogénea del plan lógico al psicológico. Lo que explica la multiplicidad de planes es, en primer lugar, el género. El plan lógico que se ha descrito pertenece al género judicial exclusivamente. Los discursos deliberativos y epidícticos siguen patrones diferentes. Se ha querido someter a ese plan regulador a todo tipo de discurso, como si fuera una camisa de fuerza, lo cual es del todo incorrecto. ¿Por qué afanarse en encontrar un esquema clásico en el Encomio de Helena de Isócrates o en la Tercera olintíaca de Demóstenes? Es lo mismo que si se buscara el plan clásico del género judicial en un sermón novohispano o en un texto periodístico (el propio estudioso observa un plan no judicial del Elogio de Helena de Isócrates). Pero aun dentro del mismo género judicial, es muy diferente un discurso de acusación que uno de defensa. La refutación en éste es necesaria; posible en aquél. Inclusive dentro de los discursos “en defensa de...” encontramos que unos son de carácter conjetural, o de definición, o cualitativo, y que para cada cual se puede recurrir a una organización especial. Por si fuera poco, además del género se encuentra el número y calidad de las pruebas. Un logos amártyros recibirá un tratamiento especial. Además, influyen también otros factores como el tiempo, el lugar, la finalidad, el destinatario, de manera que el Areópago es diferente del tribunal de la Heliea, que trata sobre rendición de cuentas, y éste lo es del Delfinio, que juzga casos de homicidio, etc. Por todo lo anterior no es posible establecer un plan único, sino múltiples planes, adecuados todos ellos a circunstancias concretas y únicas.

En el apartado III, Delaunois presenta diferentes casos de amplificación (amplificatio, áuxesis), que es uno de los recursos que los oradores tenían para salirse del orden establecido con el propósito de hacer aclaraciones, atacar a los adversarios o referirse a las circunstancias del caso. Este recurso se observa en el discurso judicial y, aún más, en los otros géneros, más adecuados para ese tipo de estrategias. En el siguiente apartado (IV) se aborda otro recurso que rompe con el plan lógico: la acumulación de argumentos, de ideas o de consideraciones, de manera yuxtapuesta, lo que da una impresión de descuido. Delaunois muestra cuán frecuente es esta estrategia, aunque distingue ese factor del desorden simple y llano. Luego (apartado V) se presenta otra artimaña (el Maestro no usa esa palabra): anunciar lo que se va a decir en el discurso y en qué orden, y no cumplir con la promesa dada, sino cambiar el orden o suprimir algunos de los puntos anunciados. Naturalmente, cuando ello es consciente, se hace con el propósito de extraviar al jurado y confundir al adversario, a sabiendas también de que en caso de seguir la división enunciada podría afectar el resultado esperado del alegato. En otros casos, se trata de una simple incapacidad. Por último, Delaunois llama la atención sobre una estrategia muy importante que refuerza el plan psicológico del discurso. Se trata de las repeticiones de ideas, las cuales son normales y conscientes en el exordio, en las recapitulaciones, en las transiciones y en los epílogos, pero también pueden presentarse las demás partes del discurso, sobre todo gracias al ingenio del orador que sabe dónde colocar determinadas ideas para pulsar las cuerdas íntimas de sus destinatarios.

El último capítulo (V, “Secuencias de ideas y gráficos”) se divide en cinco apartados, cada uno de los cuales presenta tres incisos: (a) la secuencia de ideas de un discurso, (b) el gráfico respectivo y (c) el comentario. Los discursos escogidos son tres de Demóstenes (apartados I, IV y V), uno de Lisias (apartado II) y uno de Isócrates (apartado III), e ilustran cinco diferentes planes: I. Lógica estricta; II. Lógica versátil; III. Lógica concisa muy versátil; IV. Lógica mixta; V. Plan psicológico. Es una óptima selección, que da una idea clara de los diferentes tipos de planes. El libro de 1959 selecciona una mayor cantidad de cuadros, de Homero a Demóstenes, de manera que resulta muy enriquecedor. La publicación reciente se limita a los cinco discursos mencionados, con cambios dignos de nota, que permiten una mejor apreciación de los diversos tipos de planes, además de que los comentarios describen las características de cada plan. Desgraciadamente, los gráficos son demasiado pequeños y poco claros, tanto que no es fácil apreciar en su conjunto el esquema del discurso. Por último se incluye una bibliografía y un índice de autores antiguos.

Marcel Delaunois conoce muy bien los diversos problemas que generará su nuevo libro en los expertos en la oratoria ática. Por mi parte, he ido deslizando mis opiniones en algunos capítulos, que son, sobre todo, las siguientes cuatro: (a) No existe oposición necesaria entre el plan lógico y el psicológico, sino más bien una relación de lo teórico a lo práctico, o de lo abstracto a lo concreto. (b) En retórica no hay una dicotomía lógico-pasional, sino una relación tripartita lógico-ético-patético. (c) No puede pensarse en una evolución o una progresión homogénea histórica del plan lógico al plan psicológico, sino más bien en la coexistencia temporal de ambos, dado que entre ellos no existe oposición necesaria. (d) El empleo de diversos planes se debe a las diferentes circunstancias que condicionan el texto, sobre todo el género discursivo. El plan, en su origen, vale sólo para el género judicial, como patrón de referencia. Aplicarlo a otros géneros es un error. Los planes se adecuan a circunstancias concretas.

La originalidad del plan retórico... es un esfuerzo consistente que podrá tener frutos importantes si logra llamar la atención de la comunidad de expertos en retórica. No es un asunto menor el que aborda, sino un fenómeno central de la producción y el análisis del discurso.

Bibliografía

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1Cf. Linder 1859; Hamberger 1914; Gilot 1950, y Raedt 1951.

2Timbal-Duclaux afirma que no existe plan lógico, sólo planes psicológicos (apud Bellenger 1981, p. 106.

3A juzgar por la propia bibliografía del libro que aquí abajo comentaremos. Sobresale, sobre todo, la tesis de Goebel 1983.

4Entre muchos otros trabajos, destaco su edición en colaboración Demosthenes in Midiam (2008). En 2005 se publicó un artículo de Hernández Muñoz en la colección Bitácora de Retórica (cf. Bibliografía).

5Son dos cuadros. El primero contiene los datos de los autores estudiados de los que se conservan discursos; el segundo, sobre los discursos griegos estudiados. Ambos podrían haberse fundido sin que nada se hubiera perdido. Puede notarse la falta de Antifonte en la primera lista. La segunda contiene pocos cambios en relación con las obras de los oradores áticos (entre otros se fecha el discurso Contra Ctesifonte III, en el año 330); hay modificaciones en el caso de Demóstenes, pues se toman en consideración todos los discursos (auténticos y espurios) y se cambian levemente algunas fechas.

6En ambas obras afirma que Antifonte fue discípulo de Gorgias (1959, p. 22; 2011, p. 46).

Recibido: 07 de Agosto de 2014; Aprobado: 21 de Agosto de 2014

* Gerardo Ramírez Vidal es doctor en Letras Clásicas por la UNAM, es profesor de retórica, traductor de Antifonte y estudioso de la sofística y la tradición retórica en México. Director de Noua Tellus. Es miembro del Sistema Nacional de Investiga dores (CONACyT). grvidal18@gmail.com

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