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Nova tellus

versión impresa ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.30 no.1 Ciudad de México  2012

 

Reseñas y notas bibliográficas

 

Gruen, Erich S., Rethinking the Other in Antiquity

 

Álvaro Moreno Leoni

 

Princeton, Princeton University Press, 2011, XIV + 415 págs.

 

Fecha de recepción: 1 de agosto de 2011.
Fecha de aceptacion: 8 de junio de 2012.

 

Palabras clave: Otredad, antigüedad, multiculturalismo, identidad cultural.

Keywords: Otherness, antiquity, multiculturalism, cultural identity.

 

Introducción

Largamente esperado por la comunidad académica del mundo clásico, Rethinking the Other in Antiquity es la nueva contribución al conocimiento del mundo antiguo de Erich S. Gruen. Se trata de un libro que conjuga dos características esperadas en este autor. Por un lado, una fina preocupación por el problema del mutuo entendimiento entre las culturas; por el otro, un claro tinte provocador y revisionista frente a los paradigmas dominantes. Gruen propone en esta oportunidad una relectura del fenómeno de la construcción del "otro", abordando, aunque no de manera exclusiva, producciones culturales griegas, romanas y judías.1 En su opinión —y aquí se reconoce el aporte del clásico trabajo de Arnaldo Momigliano (1999)—, las relaciones entre pueblos no tendieron a establecerse a partir de la exclusión, el prejuicio, el odio y la diferenciación, sino a través de una visualización propia "como parte de una herencia cultural más amplia [...] en términos de un pasado tomado prestado o apropiado" (p. 4). Desde esta perspectiva, no le interesa al autor ver cómo las identidades se definen a partir del "contraste", que no se niega, sino desde la idea de una "identidad colectiva" compartida (p. 5).

 

Sinopsis

El libro se estructura en torno a dos grandes bloques, que en conjunto contienen doce capítulos. El primero, "Impresiones del 'otro'", agrupa ocho capítulos: 1) "Persia en la percepción griega: Esquilo y Heródoto", 2) "Persia en la percepción griega: Jenofonte y Alejandro", 3) "Egipto en la imaginación clásica", 4) "Punica fides", 5) "César sobre los galos", 6) "Tácito sobre los germanos", 7) "Tácito y la difamación de los judíos" y 8) "Gente de color". El segundo bloque, titulado "Conexiones con el 'otro'", contiene cuatro capítulos: 9) "Leyendas de fundaciones", 10) "Parentescos ficticios: griegos y otros", 11) Parentescos ficticios: judíos y otros" y 12) "Entrelazamientos y superposiciones culturales". El libro incluye, además, ocho ilustraciones, una bibliografía de obras citadas y dos útiles índices, uno de autores y pasajes citados y otro de temas.

En cuanto al contenido, el capítulo 1 reacciona contra la postura dominante acerca de la construcción de la alteridad y barbarización del persa en Esquilo y Heródoto. Uno puede descubrir en el primer apartado que el blanco de la crítica es el trabajo de Edith Hall (1989), ya que, en opinión de Gruen, no es posible distinguir en Persas la oposición entre griegos y persas, y tampoco un límite entre democracia y tiranía. De hecho, según el autor, pueden hallarse ciertos rastros de construcción de parentesco entre ambos pueblos, griegos y persas, viéndose estos últimos en el drama sólo a raíz de la arrogancia de su rey. La conclusión del autor es que "los Persas cuentan como una tragedia genuina, más que como una pieza de propaganda política, antipatía étnica o filosofía moral [...]" (p. 21). En la segunda parte del capítulo, Gruen realiza un balanceado recorrido por la imagen que de los persas proyecta Heródoto, redimensionando el pretendido problema del "otro" y planteando la primacía de la preocupación moral y política del historiador jonio sobre la étnica. Para nuestro historiador, Heródoto dirige su atención no sólo hacia su propia sociedad, sino que se interesa también en la comprensión de los persas (pp. 25-26).2 Del mismo modo, muestra cómo Heródoto escapa a esencialismos políticos capaces de adscribir la democracia a los griegos y la tiranía a los persas (p. 33). El capítulo concluye con una útil discusión de las representaciones artísticas de la cerámica griega del s. v a. C. Cabe señalar que Gruen introduce progresivamente la cuestión de los contactos interculturales. No parece muy claro, de todos modos, de qué manera, a partir del testimonio de Heródoto sobre Jerjes sacrificando ante Troya y el hallazgo en Persépolis de una estatua decapitada, probablemente de Penélope, Gruen puede apuntalar su frase de cierre del capítulo: "[...] los persas exhibieron un compromiso con el arte y las tradiciones helénicas —una reciprocidad que coexistió y pudo haber acarreado significados más resistentes que las batallas y las luchas por la supremacía" (p. 52).

En el capítulo 2, Gruen aborda la imagen del persa en Jenofonte y la figura de Alejandro Magno. La amplitud del análisis se ve pronto reducida, pues sólo aborda la Ciropedia, dejando de lado incomprensiblemente la Anábasis. Esto conduce al autor a reforzar la visión idílica de la monarquía persa —y su sociedad—, minimizando el prejuicio étnico.3 La sección sobre Alejandro constituye una excelente síntesis que valora su política de integración de griegos y bárbaros orientales en el mundo helenístico, concluyendo, muy atinadamente, que, si bien no hubo un interés por "fusionar las razas", tampoco hubo prejuicio racial en la política del monarca (p. 75).

En el capítulo 3, nuestro autor aborda la construcción de Egipto, centrándose en Heródoto, Diodoro y Plutarco como opción metodológica explícita.4 Destaca con más fuerza el problema de la interconexión entre egipcios y griegos, poniendo énfasis en los juegos interculturales de apropiación y adaptación de mitos —notable en el caso de la saga troyana. Gruen intenta extraer rastros de la supuesta postura que los egipcios tuvieron respecto a los griegos y romanos, buscando huellas indirectas de ésta en los discursos de Heródoto y Diodoro, lo que, en vista de la escasez de testimonios directos de este pueblo, constituye una postura metodológica por lo menos cuestionable, excepto para el caso del Egipto Ptolemaico que Gruen analiza magistralmente más adelante.

La Punica fides en la literatura latina es el tema del capítulo 4. En líneas generales, se trata de una buena contribución que redimensiona la construcción de la imagen del cartaginés. Algunas afirmaciones quizá deberían ser matizadas. Por ejemplo, el autor sostiene que entre los intelectuales griegos los cartagineses tenían una muy buena imagen (Aristóteles, Eratóstenes, etc., pp. 116-122). Sin embargo, en algunos trabajos recientes se argumenta que las primeras construcciones culturales de la barbarie cartaginesa provienen, precisamente, del mundo griego occidental.5 Tampoco convence el intento por hallar la realidad externa en las palabras de Polibio, sin prestar atención a los procesos de mediación historiográfica.6 Eso conduce a Gruen a analizar las circunstancias por las cuales los cartagineses empezaron la Segunda Guerra Púnica en las Historias, concluyendo, creo atinadamente, que no hay una construcción étnica de los cartagineses en esa obra, pero, de una manera por lo menos discutible, afirma que, siempre, según el historiador griego, los cartagineses actuaron "con buenas razones" (pp. 124-125). Lo anterior ignora el objetivo didáctico polibiano de mostrar la "irracionalidad" del joven Aníbal en III, 15.7 De todos modos, su conclusión del capítulo es impecable: la imagen del cartaginés era una construcción multidimensional que escapaba a toda simplificación de "barbarie".

En el capítulo 5, Gruen desarrolla la relación que existió entre romanos y galos, centrando su atención en la obra de Julio César. Al ajustarse a este texto, es coherente con su propuesta metodológica que consiste en no elaborar conclusiones amplias a partir de fragmentos aislados, sino hacerlo con base en narraciones que desarrollen de manera extensa el problema. El autor, con todo, establece algunas relaciones entre escritores como Polibio, Posidonio y Diodoro. En su análisis del pasaje de las Guerras Gálicas en el libro II de Polibio, muestra una mirada bastante sesgada del problema. En efecto, pone correctamente el acento sobre el problema del miedo y el desprecio que el historiador siente por aquel pueblo, afirmando, sin embargo, que Polibio respeta su performance en la guerra (p. 142).8 Pensamos que la imagen del phóbos, el miedo al bárbaro como amenaza en las fronteras, tiene un peso fundamental en la construcción de dicho pasaje de Polibio, claramente ligado al motivo propagandístico común en el mundo helenístico de la lucha contra el bárbaro celta.9 Es probable que esta interpretación de Gruen se deba a que no considera el famoso pasaje II, 35, 5-10, en el cual Polibio establece una comparación explícita, dirigiéndose a sus lectores griegos, entre la amenaza bárbara persa y celta y el razonamiento (logismós) heleno.10

La sección relativa a César es una de las menos convincentes. Si bien el propósito del autor es abordar los pasajes literarios en su contexto, ahora parece olvidar tal principio. Se borra el peso político que tienen los Comentarios en la estrategia política del romano. De ese modo, Gruen desestima, aunque de manera aceptable, la idea acerca del carácter mimético de la virtus gala al desarrollarse a partir del contacto con los romanos (p. 148, n. 58),11 pues está observa correctamente que la virtus de los galos aparece desde el primer momento; sin embargo, esa virtus es quizá menos central que la scientia del comandante —la cual legitima un modelo racional de dominación política—.12 En ese sentido, el ejemplo aducido de los aduatici, y su desesperada defensa, no es el más adecuado para dar una buena imagen de los galos, quienes, aunque se defienden con virtus, se muestran supersticiosos ante la maquinaria bélica romana (p. 151).

En el capítulo 6, Gruen aborda la visión de Tácito sobre los germanos con un detallado recorrido historiográfico. Convence el interés de Tácito por los problemas propios de la sociedad romana —frente a la germana como espejo, aunque no de manera exclusiva—. Creo que un aporte sustancial es la redimensión del problema de la interpretatio romana, al criticar los análisis que ven ésta como un rasgo sistemático de la actitud etnográfica de Roma. En el capítulo 7 retoma la idea de la ironía como método de trabajo de Tácito frente a la religión judía, y morigera, de manera cabal, el supuesto "antisemitismo" de la literatura romana, marcando al mismo tiempo y de manera clara el anacronismo de este supuesto. El capítulo 8 es una síntesis del conocimiento actual sobre la posición del mundo grecorromano frente a los negros en la antigüedad (se incluyen cinco imágenes de cerámica y es cultura). El lector no debe esperar sobre este punto ningún aporte sustancial, excepto algunos elementos que muestran la conexión y relación mítica entre griegos y etíopes, lo cual es central para la tesis de Gruen.13

En la segunda parte del trabajo (capítulos 9, 10, 11 y 12), Gruen aborda un campo de estudios en el que se muestra más cómodo y donde, claramente, desarrolla de lleno su tesis sobre los contactos culturales y la dimensión positiva de los procesos de construcción de la identidad en el mundo mediterráneo antiguo. En ese sentido, emprende un trabajo sumamente sugerente desde el punto de vista histórico cultural a partir de la noción de préstamos culturales (denominados "robos culturales") en una serie de personajes míticos, los cuales adoptan un carácter multicultural —idea que será desarrollada luego en la figura de Perseo— como Pélope, Dánao y Cadmo (pp. 224-236).14 Posteriormente, aborda el mito de la autoctonía ateniense y su compleja relación con los pelasgos, lo cual muestra que descender de bárbaros no constituye ningún estigma, lo que en realidad es más bien una construcción decimonónica. Aparece luego una breve discusión acerca de las complejas relaciones tejidas en torno a Troya, Arcadia y Roma, en las percepciones de griegos, romanos y otras ciudades de la Tróade que explotan su "parentesco" con la ciudad del Tíber. Esto da lugar a una "amplia red cultural" donde los distintos pueblos ingresan de manera activa, apropiándose y resignificando los mitos. En el capítulo 10, Gruen aborda la cuestión de los parentescos; pone énfasis en Perseo como héroe fundador, aunque también refiere otras historias menos conocidas como la del faraón Nectanebo. El capítulo 11, se centra en el mundo cultural judío y redefine el lugar que tiene su contacto con otros pueblos. Finalmente, en el último capítulo, muestra cómo algunas historias (por ejemplo la de Pitágoras), evidencian que la asociación cultural con otros pueblos no siempre trae como resultado la devaluación del otro.

 

Reflexiones

El objetivo de esta reseña bibliográfica no es sólo hacer un resumen del libro de Gruen, sino también enmarcarlo en su contexto de producción académico e intelectual. Sostengo en principio que el carácter revisionista del texto es más pretendido que real, no porque haya habido alguna monografía previa que desarrollara la misma perspectiva, sino porque el estudio comentado responde al importante debate que se viene dando en Estados Unidos sobre el problema del "multiculturalismo" y la crítica al melting pot o crisol de razas.15 El mismo Gruen, en su momento, intervino en este debate, mostrando la importancia que el multiculturalismo y la identidad habían adquirido en el plano académico norteamericano.16 Teniendo en cuenta esto, Rethinking the Other in Antiquity constituye una respuesta típicamente norteamericana a las teorías de la otredad desarrolladas, casi exclusivamente, en Europa, haciendo uso del bagaje teórico producido en la discusión desarrollada sobre este asunto en las universidades norteamericanas desde los años noventa.

A nadie escapa el gran peso que tuvo en este debate la publicación de los dos primeros volúmenes del The Black Athena, de Martin Bernal (1987, 1991, 2006). Partiendo de una crítica a la fabricación de una idea de Grecia como precursora del Occidente europeo en las universidades prusianas del siglo xix, Bernal procedió a revalorizar los testimonios que indicaban el rol esencial que egipcios y asiáticos tuvieron en la conformación de la cultura griega. Lo anterior se sintetizaba en la oposición entre el "modelo antiguo" y el "modelo ario", el cual comenzó a negar el aporte egipcio y oriental a la cultura griega, a partir de Karl O. Müller.17

La relación entre la explosión del multiculturalismo en los estudios clásicos y la obra de Bernal es un tema bastante conocido. El mismo Gruen admite concretamente este vínculo cuando afirma, respecto a la cuestión de los parentescos ficticios, que "el mundo mediterráneo era un mundo multicultural" (p. 253), marcando en la siguiente nota al pie de página el peso que la obra del sinólogo británico ha tenido para este problema. Sin embargo, el autor inmediatamente toma distancia, pues dice: "nos enfocamos en las implicaciones de los constructos más que en sus relaciones con la realidad" (p. 253, n. 1). Existe aquí un problema. El concepto de multiculturalismo se utiliza de manera vaga, casi como sinónimo de "pluralidad cultural o étnica". A pesar de que la idea del multiculturalismo viene rondando en el ambiente académico anglosajón desde comienzos de los noventa, no se ha logrado definir su alcance conceptual.18

Esa vaguedad teórica conduce al peligro no sólo de caer en una moda historiográfica, que no es el caso del Rethinking, sino, quizá, a una regresión en nuestra concepción del mundo antiguo, al menos respecto a lo que en su momento sostuvieron los miembros de la Escuela de París. En efecto, el fuerte desprestigio que los estudios étnicos sobre la antigüedad experimentaron en Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, particularmente como resultado de su apoyo ideológico al nazismo y al fascismo,19 había llevado a repensar el lugar de los antiguos como un gran desafío en términos de sociología del conocimiento. A partir de entonces, en vez de tomarlos como modelos de comportamiento, entendiendo que sus experiencias históricas eran directamente comparables con las nuestras, se recurrió al viejo programa formulado por Numa Fustel de Coulanges de considerar a los griegos como los "otros":

Procuraremos hacer resaltar las diferencias radicales y esenciales que distinguen a los pueblos antiguos de las sociedades modernas; porque nuestro sistema de educación, que desde la infancia nos hace vivir en medio de la cultura griega y romana, nos acostumbra a compararnos con ellos, a juzgar su historia con la nuestra y a explicar con la suya nuestras revoluciones. Lo que de ellos conservamos y lo que nos legaron nos hace creer que se nos parecían, nos cuesta trabajo considerarlos como extraños; sin embargo, al mirarnos en ellos incurrimos en graves errores y nos engañamos cuando pretendemos juzgar a estos pueblos bajo el prisma de nuestras opiniones y de los hechos de nuestra época.20

De ese modo, a partir de la publicación de The World of Odysseus de Moses Finley, se impuso, al menos en el ámbito francés, pero también en el anglosajón, el modelo antropológico que reducía a los griegos al lugar de objeto etnográfico, aunque al precio de despolitizar ese objeto reduciéndolo a prácticas culturales. En este contexto, los años ochenta se inauguran con el notable trabajo de François Hartog (2003) sobre la representación del "otro" en Heródoto. A partir de allí, varios estudios mostraron el costado oscuro, etnocéntrico y chauvinista de la cultura griega. Éstos contribuyeron a definir el paradigma dominante, donde se acentuó el componente negativo, diferenciador y excluyente de los procesos identitarios en el mundo grecorromano.

En los Estados Unidos, el debate siguió otros canales. Aparecieron algunos trabajos en los que se pretendía reconocer las diferencias entre la mirada del "otro" en la actualidad y la antigüedad. En algunos de éstos se colocaba a la antigüedad en un plano de superioridad, elogiando, por ejemplo, a los romanos por su nivel de tolerancia y su generosidad en la asignación de la ciudadanía.21 Desde la otra vereda, algunos trabajos de intelectuales europeos ponían el acento en el peso del conflicto cultural y la movilización con fines políticos de determinadas imágenes del "otro", al cual se degradaba y estigmatizaba.22 Parece que en la actualidad nos encontramos de nuevo en un atolladero al presentársenos tanto la opción maniquea de una imagen idealizada del mundo antiguo, que puede brindarnos enseñanzas para solucionar nuestros propios conflictos culturales, o bien una imagen brutal de segregación cultural.

Estos trabajos centrados en la cuestión de percepción de la alteridad23 dieron paso, a fines de los años noventa, al renacer de los estudios "étnicos", a partir sobre todo de los estudios de Jonathan Hall (1997, 2005). Este autor realizó una lectura crítica y delimitada, conceptualmente, de los mitos de parentesco del heleno y volvió a mostrar la importancia del viejo problema no sólo de las fronteras étnicas al interior de Grecia, que se veía subsumido en un universo de percepción "griega", sino también del continuo proceso de construcción de ese macroagregado que denominamos "Grecia".

El libro de Gruen se halla plenamente inserto en este contexto intelectual. Enmarcado en el problema de la "percepción", dejando de lado cualquier tipo de ambición de acceso a los realia, Gruen parece intentar disminuir la tensión entre las dos interpretaciones de la imagen del "otro" en la antigüedad.24 Por un lado, en ningún momento se plantea a los antiguos como paradigma de comportamiento para el mundo contemporáneo, aunque sí me parece que se tiende a matizar de manera excesiva la dimensión conflictiva del contacto cultural. Esto hace que se termine reproduciendo el lado más cuestionable del desarrollo de la Escuela de París, es decir, la despolitización del objeto de estudio. Por el otro, baja los decibeles a la dimensión de segregación presente en los procesos identitarios en favor del contacto, de la construcción identitaria colectiva (procesos en los que no parece existir una reflexión sobre la particular posición de poder desde la que cada actor cultural negocia los sentidos sometidos a préstamos y apropiación).

Sobre este punto, la postura de Gruen sobre los mitos de parentesco puede ser sometida a la crítica que, en general, se viene realizando a los enfoques antropológicos instrumentalistas al estilo de The Invention of Tradition, de Eric Hobsbawm y Terence Ranger, los cuales se preguntan "¿cómo el presente crea el pasado?". El problema es que no basta con sostener la existencia de mitos de parentesco construidos, que establecen relaciones culturales ficticias entre los distintos pueblos, sino que es necesario preguntarse también acerca de las condiciones sociales de producción en las cuales estos mitos son creados. Esto, sin duda, nos conduce a repensar las negociaciones de sentidos, las cuales Gruen reconoce como centrales, pero sin preocuparse por el lugar de cada actor en el marco de las relaciones de poder propias de cada época.

Gruen propone para sustentar su particular lectura una metodología de trabajo. La flexibilización de la naturaleza oposicional de las construcciones identitarias propuesta se ve posibilitada por un abordaje sobre las fuentes mucho más preciso y contextual. Los clichés étnicos en la literatura griega, romana y judía se estudian dentro de sus propios contextos literarios, en donde el género juega un papel decisivo. Esto se observa notablemente en el pertinente abordaje que hace de la imagen de los egipcios, para lo cual critica la tendencia a recolectar fragmentos de escritores (p. 101). Debe leerse aquí una crítica explícita a Benjamin Isaac, el cual no sólo dedica un capítulo a la imagen del egipcio,25 sino que lo enmarca en su objetivo de ligar los procesos de construcción de estereotipado e inferiorización con el fenómeno del imperialismo romano en el Este.26 Uno puede aceptar el argumento de Gruen, en particular cuando reposiciona, por ejemplo, a Juvenal en su contexto satírico (pp. 110-111). El mismo tipo de aproximación contextual lo encontramos en el último capítulo del libro, cuando se discute el consenso académico acerca del sentido de superioridad de los romanos, fundamentalmente frente a los griegos y otros pueblos orientales (pp. 343-345). Frecuentemente, Gruen extrae grandes conclusiones de los estereotipos que aparecen en los discursos de Cicerón, pero nuevamente puede resultar engañoso tomar estos clichés de manera aislada y fuera de contexto (p. 344). El ejemplo que trae a colación para el caso de los galos hace evidente lo problemático de esta opción, y revela la flexibilidad del estereotipo en la literatura clásica, que termina pareciendo más una caracterización, maleable y adaptable según el contexto, más aún en un discurso forense.27

En síntesis, con Rethinking the Other in Antiquity estamos frente a una contribución mayor que permite repensar los procesos de construcción identitaria, así como la dinámica de intercambios culturales en el mundo mediterráneo antiguo. Además, constituye una toma de posición desde el ámbito académico norteamericano frente al paradigma europeo dominante de la "otredad". Como tal, el debate sobre multiculturalismo permea sus páginas. Esta opción teórica e intelectual constituye una lectura propiamente norteamericana del proceso histórico, donde se atenúa la dimensión conflictiva del contacto y se desdibujan las condiciones socio-políticas de producción de lo cultural. Se maniobra hábilmente, de todos modos, frente al principal problema teórico del multiculturalismo, evitando una reificación de la "cultura". Desde un punto de vista metodológico, presenta una sólida posición respecto al trabajo con las fuentes. No hay duda de que, con sus claroscuros, el nuevo libro de Gruen no va a decepcionar al lector y, con seguridad, se volverá imprescindible para todos aquellos que aborden este objeto de estudio, pensando y siguiendo al propio autor, en la idea de que este libro pretende ser sólo ilustrativo, inspirador, pero no exhaustivo. Queda, por lo tanto, mucho camino por andar en esta senda de los estudios culturales en la que, no obstante, Rethinking the Other in Antiquity constituye un importante mojón.

 

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Notas

1 Se trata de una apuesta revolucionaria, si tenemos en cuenta que durante años se ha visto a la antropología como "el estudio del modo en que los seres humanos producen diferencias individuales y colectivas mediante instrumentos culturales, es decir, de cómo producen 'límites'", como señala Fabietti, 2005, p. 13.

2 La crítica es contra Hartog, 2003. Las observaciones de Gruen, sin embargo, parecen reduccionistas respecto a la perspectiva heurística de la "retórica de la alteridad" como herramienta para pensar las estrategias narrativas del etnógrafo griego. Cf. Hartog, 2003, pp. 207-245.

3 Sorprende la omisión del trabajo de Dillery, 1995, p. 60. Este autor pone el acento en la "autoetnografía" de Ciro el Joven en su discurso a las tropas griegas sobre el carácter inferior de sus hombres "bárbaros" (Xen., An., I, 7, 3-4). El énfasis en debilitar los argumentos del paradigma dominante conduce a Gruen a infravalorar notablemente el peso de un tratado hipocrático como Aires, aguas y lugares, reduciéndolo a una nota al pie (p. 39, n.168).

4 Cf. la crítica de Walter, 2011 a la selección por parte de Gruen de estos tres autores.

5 Prag, 2010; Cardete del Olmo, 2010, pp. 132-154.

6 Cf. Davidson, 1991.

7 Llama la atención que no cite a Eckstein, 1989. Algunas afirmaciones deberían moderarse, como, por ejemplo, que Polibio era "un admirador crónico del imperialismo romano" (p. 125). Discusiones en torno a posiciones pro o antirromanas en el historiador griego quedan fuera de lugar después de la publicación de Champion, 2004.

8 Por un lado, se nota que no consulta algunos artículos específicos que han aparecido sobre la imagen del celta/galo en las Historias de Polibio como Foulon, 2000, 2001; Berger, 1992, 1995 y Erdkamp, 2008, aunque sólo relacionado con la presentación que Polibio hace de los romanos. Por otro lado, para probar el respeto polibiano por la performance gala en la guerra, menciona como pruebas de esta estima al valor guerrero galo (Plb., II, 15, 7; 18, 1-2; 35, 2; III, 34, 2). Estos pasajes no muestran el valor militar, sino la audacia no razonada de los galos, ya que en los cuatro casos la tólma —y no la andreía— es lo que caracteriza su comportamiento. Cf. Moreno Leoni, 2010a, pp. 81-84.

9 Una interpretación bastante balanceada puede encontrarse en Strootman, 2005.

10 A diferencia de casi todo el episodio de las Guerras Gálicas, en este pasaje hay una clara oposición entre helenismo y barbarie dentro de una estructura de carácter didáctico. Una explicación, bastante plausible, es que el episodio se construye desde un punto de vista romano. Cf. Erskine, 2000, pp. 173-174. Sobre la estructura de encuadre didáctico como herramienta utilizada por el historiador arcadio, cf. Guelfucci, 2010, pp. 337-338.

11 Cf. Riggsby, 2006, pp. 73-105.

12 Cf. Ames, 2003.

13 La inclusión de este capítulo es muy útil en el contexto de un libro didáctico y de síntesis como éste, lo que constituye un punto a su favor respecto, por ejemplo, al estudio de Isaac, 2006.

14 Llama la atención la omisión en la bibliografía del trabajo de Irad Malkin (1998), quien desarrolla la idea de la identidad agregativa hasta el tiempo de las Guerras Médicas.

15 No es extraño que el autor de una reseña en el Chronicle Review alabe el aporte de Gruen como una respuesta a la teoría del "otro" formulada por "intelectuales europeos".Romano, 2011.

16 Gruen, 1993.

17 Müller, 1824. Cf. Moreno Leoni, 2010b.

18 Dench, 2005, pp. 5-11.

19 Cf. Canfora, 1991.

20 Fustel de Coulanges, 1996, p. 5.

21 Notablemente Galinsky, 1992.

22 Hall, 1989; Isaac, 2006; Vasunia, 2001.

23 Ver el importante estado de la cuestión en Luce, 2007.

24 "Esto no implicó una amalgama blanda, un crisol mediterráneo mucho menos algún ingenuo universalismo. Por supuesto, existieron prejuicios [...]" (p. 5).

25 Isaac, 2006, pp. 352-370. Gruen explicita que la metodología de Isaac es defectuosa por omitir a Heródoto y Diodoro de la discusión sobre Egipto (p. 101, n.138). De todos modos, esta crítica es sesgada, pues Isaac (2006, p. 369) justifica esta elección en la conclusión de su capítulo, mencionando explícitamente a Heródoto y Diodoro como dos autores particularmente receptivos a una imagen positiva del egipcio.

26 Isaac, 2006, pp. 304-323.

27 Ver las interesantes observaciones en Bohak, 2005.

 

INFORMACIÓN DEL AUTOR:

Álvaro Moreno Leoni, licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, es profesor Asistente Regular de "Historia Antigua General" en esta misma universidad y becario de Posgrado del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Actualmente cursa el doctorado en Historia en la Universidad Nacional de Córdoba.

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