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Revista de la educación superior

versión impresa ISSN 0185-2760

Rev. educ. sup vol.36 no.142 Ciudad de México abr./jun. 2007

 

Estados del conocimiento

 

La disputa por el campus

 

Adolfo Gilly *

 

ORDORIKA, Imanol (2006). La disputa por el Campus. Poder, Política y Autonomía en la UNAM, México, DF, UNAM-CESU-Plaza y Valdés; 441 pp.

 

* Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM. Correo e: agilly@servidor.unam.mx

 

La disputa por el campus, título del libro de Imanol Ordorika, es una disputa política, nos dice el autor. Como es obvio, no está diciendo que la UNAM sea una institución política o dominada por la política: su razón de ser es la docencia, el estudio, la investigación y la universalidad de los territorios del conocimiento.

Ordorika, empero, no utiliza el término "política" en su sentido vulgar de actividad ejercida por los políticos profesionales. Se refiere a ella, más bien, como 'las formas, procesos y estructuras mediante las cuales se ejerce el poder en las instituciones universitarias". Dicho en otras palabras, cómo se conforma y se ejerce el mando, componente indispensable de cualquier institución; cómo se procesan y se toman las decisiones que afectan y enmarcan el ejercicio de las funciones de la universidad; y cómo se seleccionan o se escogen las personas y los grupos que en cada periodo dado ejercen ese mando.

Por eso La disputa por el campus —no por la educación superior, no por sus orientaciones, que son otros temas— es un título preciso que focaliza el tema de estudio en torno al cual se organizan las otras diversas temáticas universitarias.

Ordorika no es sólo un destacado profesor e investigador. Ha sido un guerrero en uno de los varios bandos que fueron actores en esa disputa en momentos definitorios para la UNAM, como hace veinte años la organización del Consejo Estudiantil Universitario y el posterior Congreso Universitario que surgió de aquel movimiento. De esa experiencia y de sus estudios sobre teoría de la educación se nutren tanto el método analítico como el expositivo de su libro. En otras palabras, Ordorika sabe de qué está hablando, domina su tema, y en la polémica que se origine en torno a su libro sus interlocutores no podrán hacer a un lado ese factor como punto de partida.

La UNAM es un espacio público, un bien común, un patrimonio de todos. Así la vive la nación mexicana, como una parte necesaria de su modo de existir. Esta característica marca sus evoluciones, sus cambios según las épocas, sus relaciones con el entorno nacional. Esta es su diferencia cualitativa con la educación privada, por excelente que en ciertos casos ésta pueda ser.

Cuando Ordorika estudia la historia de la relación de la UNAM con el Estado y sus diversos grupos dirigentes, lo que aparece visible para el lector atento es que no se trata de la relación con el Estado en tanto institución y aparato administrativo. El interlocutor verdadero que está detrás es la nación como comunidad histórica. De su ubicación dentro de esa comunidad, de lo que ésta pide y espera de ella, surge el peso intelectual, y en consecuencia político en sentido amplio, que tiene la UNAM en la vida nacional, quienquiera sea su rector, cualquiera sea su circunstancial grupo dirigente. Esta función se ha ido conformando en la historia y en la memoria mexicana. Por eso la disputa por el campus es mucho más que las diferencias o los enfrentamientos entre grupos dirigentes, aunque éstos puedan ser su forma fenoménica en la circunstancia dada.

En realidad hay dos disputas y ambas son reales. Una tiene lugar entre los grupos dirigentes que desde el poder estatal quieren definir cada vez a la UNAM según sus necesidades políticas o sus visiones de corto plazo, que a ellos se les aparecen disfrazadas como grandes e imprecisos proyectos de nación. La otra disputa es por la vida en libertad de la propia UNAM como una parte del espíritu mexicano y del imaginario común que todos compartimos y dentro del cual tienen lugar los enfrentamientos grandes y pequeños, las disputas más duras entre clases y sectores, las negociaciones más arduas.

La existencia de la UNAM como universidad pública, tal como va apareciendo en los sucesivos capítulos del libro de Ordorika, es parte componente de esa relación de hegemonía, es decir, de disputa y confrontación entre gobernantes y gobernados o entre dominantes y subalternos dentro de un marco común material y de significados tal como éste se ha conformado en la historia.

La UNAM es inseparable de la conformación del Estado protector y regulador que el cuerpo político y orgánico de la nación se resiste a romper. Esta forma de comunidad estatal continúa nutriéndose de la existencia de la UNAM, pese a que ésta sigue estando bajo el peor de los embates: la degradación del conjunto de la educación pública, empezando por la primaria, uno de los grandes dramas nacionales.

A esta realidad profunda de la forma estatal mexicana está sujeta la disputa por la UNAM en las alturas gobernantes, estatales y universitarias. La UNAM no puede dejar de ser un centro nacional de investigación científica, de creación de conocimientos, de formación intelectual y de reverberación cultural, cualesquiera sean los daños que las políticas presupuestales del gobierno de turno causen a esa función. Esta realidad es la reguladora invisible de las disputas por el campus que van apareciendo, una tras otra, en el estudio de Ordorika.

Pese a todo, la UNAM no ha dejado de ser un componente de la movilidad social que aún persiste en México a pesar de los pesares, y por lo tanto un factor necesario para la persistencia de la legitimidad de los gobernantes. No tengo presentes las estadísticas. Pero miro a mis estudiantes en la UNAM y miro a aquellos que van a las instituciones universitarias de paga, y lo primero que veo es la diferencia en las gradaciones del color de la piel. En un Estado de matriz racista como sigue siendo el nuestro esa diferencia, que muchas miradas no perciben, sigue siendo esencial. "Por este espíritu hablará mi raza", sería tal vez un lema más adecuado para expresar, a la vez, una meta futura y un mito fundante de nuestra Universidad.

Por todo lo dicho, y por la resistencia del cuerpo estudiantil y de buena parte del cuerpo académico, han fracasado los intentos hechos por el orden neoliberal para diluir ese carácter público y gratuito de la UNAM, de poner sus frutos al servicio de los capitales privados, de separar a la vida universitaria de la política nacional en su sentido amplio. El libro de Imanol Ordorika, en su cuidadosa investigación y recapitulación de las etapas sucesivas del poder, la política y la autonomía en la UNAM, como se subtitula su libro, da cuenta también de la historia de ese fracaso.

Esas etapas sucesivas de la disputa en el libro de Ordorika son, después del parteaguas de la segunda guerra mundial, la de 1945-62, la de 1966-68, la de 1986-1990 cuando el Congreso Universitario, la de 1992 y 1999-2000, cuando los nuevos e infructuosos asaltos contra la gratuidad de la educación, que es decir contra la función y el carácter de bien público de nuestra Universidad.

Entonces el lector ve cómo la disputa por el campus entre los grupos dominantes, que es real pero parece transcurrir tan sólo en las alturas institucionales, tiene que ver en sus alineamientos y sus configuraciones con las determinaciones que provienen del cuerpo vivo de la UNAM y de sus conexiones con las fases de la nación. Creo que a esto alude Ordorika cuando afirma, desde el inicio de su estudio, su tesis de que "la Universidad es un espacio político de la sociedad".

Esta Universidad tiene su vida y su criterio propios. Desde 1988, después del movimiento del CEU, se abrió en cada elección a la presencia de los candidatos presidenciales, como cuestión vital para la nación entera. Debe llamarnos la atención sobre el actual estado de la nación el hecho de que para la última elección presidencial ningún candidato se haya atrevido a someterse al juicio y al criterio de la UNAM, a dialogar con ella, a venir al campus como sucedía en ocasiones anteriores.

No me atrevo a dar una opinión definitiva sobre el significado de este hecho singular. Me parece uno de los síntomas todavía no muy claros del estado actual de las relaciones entre la política institucional y los sentimientos de la nación. Creo que, aunque sea por la vía de lo no sucedido, este es otro indicio de que la UNAM, en las buenas y en las malas, sigue palpitando con la vida nacional.

También de esta relación nos habla el libro de Imanol Ordorika. Que sea bienvenido. ¡Felicidades, compañero de estudios, de afectos y de broncas!

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