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Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.40 no.160 Ciudad de México abr./jun. 2018

 

Editorial

Editorial

Alejandro Canales Sánchez


En este año, la revista Perfiles Educativos celebra 40 años de publicación ininterrumpida. Un largo periodo para cualquier medio impreso especializado; también un lapso de grandes transformaciones en la educación, el entorno y, especialmente, en el terreno de la comunicación científica. Entre fines de los años setenta y el momento actual, el crecimiento del sistema educativo nacional ha sido lo más evidente: el número de recintos escolares se triplicó, la cantidad de profesores sobrepasó ese ritmo de aumento y el volumen de la matrícula se duplicó; los extremos, la educación preescolar y la superior, son los que experimentaron el mayor crecimiento. Pero el cambio no solamente ha sido cuantitativo. A la par, los rasgos y las condiciones de estudiantes, maestros y directivos también se modificaron, como el de la sociedad toda, resultado de la apertura de la economía, los patrones de desarrollo y la transición política. La consolidación y el desarrollo de nuevas aproximaciones teóricas y metodológicas en el terreno educativo se acumularon, lo mismo que los estudios sobre el funcionamiento del sistema educativo o alguno de sus segmentos. También, múltiples iniciativas se han puesto en marcha para ampliar las capacidades del servicio educativo en el territorio nacional y transferir funciones a las entidades federativas, para ensayar nuevas formas de organización escolar, incorporar nuevos dispositivos y materiales escolares, y cambiar los enfoques sobre la enseñanza y el aprendizaje, entre muchas otras acciones. Las páginas de Perfiles Educativos, y las de otras revistas especializadas del campo educativo, han dado cuenta de estos cambios y de la persistencia de algunos problemas.

La revista misma no es lo que fue cuando comenzó: de una publicación centrada en la difusión de la actividad docente y el trabajo de investigación de una institución, pasó a estar abierta a la comunidad nacional e internacional de investigación educativa; de la concentración temática y de niveles educativos, se amplió hacia una diversidad de tópicos, y enfoques; también pasó de una cierta composición a otra en la que no solamente han variado secciones, también el formato, el tiraje y el volumen; y de ser un proyecto esencialmente interno, pasó a otro que responde a los estándares internacionales: riguroso, colectivo, de alta calidad, con el apoyo de reconocidos especialistas, nacionales y del extranjero. Un cambio que ha implicado un amplio y sostenido respaldo institucional, pero también el esfuerzo generoso de múltiples personas que han participado en sus distintos comités, en la ingrata y poco reconocida labor de dictaminar, en la detallada tarea de edición y composición técnica de sus páginas, y en la posición de dirigir la revista. Desde luego, no ha sido menos importante la confianza de los autores que publican sus textos en estas páginas y la de los lectores que, número a número, se acercan a sus páginas a buscar las novedades. A todos ellos un sincero agradecimiento en este año de aniversario. Al mismo tiempo, les solicitamos una extensión de su respaldo y de su confianza en este proyecto, ya consolidado en estos primeros cuarenta años, pero no exento de retos en los años por venir.

El desafío no es solamente preservar los estándares y el reconocimiento que ha logrado Perfiles Educativos, también será responder a cambios que ya están presentes y que se profundizarán aún más. Es el caso de la alta competencia que enfrentan los medios impresos con otras formas de comunicación y difusión científica. En una escala histórica, el soporte impreso ha sido una de las formas más reconocidas de transmisión del conocimiento, pero los medios electrónicos se le han opuesto y desafiado. Ciertamente, el libro electrónico, la televisión, la Internet y otros recursos tecnológicos que acercan el conocimiento a los eventuales lectores, aparecen como más expeditos, más atractivos y menos costosos, aunque también menos confiables, más sintéticos, colmados de imágenes y menos reconocidos. La transformación para las revistas académicas ha sido paulatina, pero inexorable: cambios en los formatos de consulta; debate sobre el acceso abierto de publicaciones especializadas; convergencia con medios audiovisuales; utilización de dispositivos tecnológicos para su gestión; la concentración de grupos editoriales; o bien, la discusión sobre la rentabilidad de los medios impresos, por ejemplo. El desafío y las adecuaciones persistirán en los años siguientes.

Otro asunto es que la presión hacia los académicos se ha intensificado notablemente en todo el mundo, tanto para incrementar sus publicaciones y justificar su productividad, como para establecer criterios homogéneos de generación del conocimiento -sin distinción de regiones, disciplinas o especialidades- y competir en el sistema internacional de clasificación y producción del conocimiento. Esta situación no es novedosa, y las evidencias sobre sus efectos se han acumulado, pero ha venido trastocando cada vez más los patrones de indagación, validación y comunicación del conocimiento y la información. La presión se ha trasladado a las revistas académicas que no solamente han visto un creciente volumen de artículos que solicitan ser publicados; también se han saturado sus mecanismos de dictaminación, modificado sus pautas de gestión y, tal vez lo más complicado, se han utilizado como forma de evaluación directa o indirecta de la actividad científica.

No es fortuito que desde hace seis años, en San Francisco, California, en los Estados Unidos, la Sociedad Americana de Biología Celular (ASCB, por sus siglas en inglés) promoviera la “Declaración sobre evaluación de la investigación” (mejor conocida como DORA). Esta iniciativa rechaza el uso del factor de impacto de las revistas como principal indicador para evaluar los logros de investigación, pero no el juicio de pares y, en su lugar, propone algunas medidas para mejorar las formas de evaluación de la producción de la investigación científica que utilizan las agencias financiadoras y las instituciones académicas. A esta declaración le siguió otra propuesta, conocida como “Manifiesto de Leiden”, publicado en la revista Nature en 2015 (vol. 520, núm. 425), en el que se plantea una decena de principios para evaluar la investigación. Por ejemplo, indica que el desempeño debe ser valorado de acuerdo con las misiones de investigación de la institución, grupo o investigador, o bien, que se debe “proteger la excelencia en investigación relevante localmente” y que, para prácticas de publicación y citación, se deben tomar en cuenta las variaciones por campos de conocimiento. Principios que son centrales para las ciencias sociales y las humanidades. En fin, el debate seguirá y cómo enfrentarlo será otro reto para las revistas académicas de la región. Por lo pronto, en Perfiles Educativos ratificamos nuestro compromiso de contribuir al desarrollo y fortalecimiento de la investigación educativa, con la difusión de resultados de investigación y aportaciones teóricas y metodológicas, con trabajos de distinto tipo, originales y de interés para nuestros lectores; y de conservar el rigor y el respaldo de la comunidad de pares para la evaluación de los trabajos.

En este número el lector encontrará, en la sección de Claves, ocho artículos. En primer lugar, se encuentra un trabajo que advierte algunas de las consecuencias, para la actividad docente y la investigación, que se derivan de la jubilación de los académicos. El estudio está centrado en dos instituciones universitarias, pero las lecciones pueden ser tomadas en cuenta por un número mayor de instituciones que enfrentarán un recambio generacional en su planta de personal y para el cual no han diseñado una estrategia de planeación.

En segundo lugar, para el caso chileno, los autores indagan las causas por las que una proporción significativa de profesores principiantes de educación secundaria decide permanecer en su puesto a pesar de las condiciones laborales adversas y el agotamiento emocional. Según los resultados que se presentan, la decisión de quedarse se asocia principalmente con el reconocimiento y respeto que les muestran los alumnos y la satisfacción que esto les produce.

El texto siguiente es un recuento histórico de la carrera de Pedagogía en la Universidad Veracruzana; una de las primeras instituciones públicas en ofrecer esa opción profesional en el ámbito universitario. El acercamiento permite conocer los hechos y condiciones de su fundación y los diferentes cambios curriculares que ha experimentado.

Otro artículo más se ocupa de identificar la asociación de la sensibilidad y mentalización del personal educativo sobre el desarrollo del lenguaje de los niños a los 12 y 30 meses, en centros de educación inicial chilenos. De acuerdo con lo que explican las autoras, los hallazgos mostraron una asociación entre la escala de sensibilidad “interacción lúdica” del personal educativo y el lenguaje expresivo de los niños a los 12 meses, lo cual predijo un mayor lenguaje a los 30 meses. Sin embargo, añaden las autoras, “No se observaron asociaciones entre mentalización y lenguaje a los 12 meses; únicamente efectos predictivos a los 30 meses”.

El quinto artículo de esta sección explora el uso de los sociogramas a partir de la caracterización de la estructura de la red social entre alumnos en 12 cursos de primaria. Esta exploración les permite afirmar a los autores que se trata de una herramienta útil para comprender la dinámica de las relaciones sociales entre pares dentro de la escuela y para la programación estratégica de acciones sistémicas de mejora de la convivencia.

Le sigue un texto más que analiza, en la realidad chilena, la conversación y el aprendizaje en diferentes contextos socioculturales. Algunos de sus resultados muestran que la gestión del tiempo depende del entorno directo de aula, y que existe una asociación significativa entre conversación y criterios de experiencia de aprendizaje mediado, conforme se trata de un aula urbana o rural. Los autores concluyen que los diferentes patrones “dialogales” permiten promover el aprendizaje autónomo desde la realidad de cada escuela.

En séptimo lugar se aborda una medida que ha adoptado buena parte de los gobiernos nacionales: el impulso a la movilidad estudiantil internacional. El trabajo indaga los motivos que expresan jóvenes estudiantes extranjeros para realizar movilidad internacional y para decidirse por una universidad argentina. Los hallazgos destacan factores como el idioma, la afinidad sociocultural, el carácter público y gratuito de la educación y la relativa facilidad para ingresar.

Por último, la sección de Claves cierra con un texto que indaga acerca de las conductas no verbales y el silencio en la toma de turnos durante las secuencias discursivas de clases. Los autores sugieren dar mayor importancia al papel que tiene el lenguaje no verbal dentro del aprendizaje de segunda lengua.

En la sección de Horizontes se incluyen dos textos: uno que realiza un análisis filosófico del diseño curricular, particularmente de siete antinomias que, de acuerdo a su autor, subyacen al diseño curricular y son parte de la tensión general entre el bien común y la libertad individual; y otro que documenta y discute la experiencia formativa de población en condiciones desfavorables, especialmente mujeres y jóvenes, cuya trayectoria pasó de una formación en oficios y continuó como técnico superior universitario.

Por último, en la sección de Documentos el lector encontrará los capítulos 1 y 5 y las conclusiones del libro La educación normal en México. Elementos para su análisis, publicado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en 2017. Esta obra constituye uno de los primeros estudios que, con cifras e indicadores, busca contribuir al análisis de las instituciones formadoras de docentes. Plantea cuatro preguntas básicas: ¿cuáles han sido las principales acciones para la consolidación de la educación normal en México a partir de 1984?, ¿cuáles son las principales características de los planes de estudios para la formación de docentes de educación básica y de sus normas de control escolar?, ¿cuál es la dimensión de la educación normal y cómo ha sido su evolución de 2000-2001 a 2015-2016?, y ¿cuáles son las características de los alumnos y docentes adscritos a estas instituciones?

Esperamos que los contenidos que ahora presentamos sean del interés de nuestros lectores y que, tal como lo sugieren las iniciativas internacionales sobre evaluación científica, las investigaciones aquí recogidas contribuyan a la generación de nuevos conocimientos para el desarrollo local.

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