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Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.33 no.131 Ciudad de México ene. 2011

 

Claves

 

Nueva configuración del posgrado en Sonora. El ascenso de las instituciones privadas

 

New configuration of the graduate studies in Sonora. The rising of private institutions

 

José Raúl Rodríguez Jiménez*, Laura Elena Urquidi Treviño** y Adeline Pérez Barbier***

 

* Doctorado, profesor de tiempo completo en la Universidad de Sonora.Temas de trabajo: educación superior, académicos y políticas públicas para la educación superior. Publicaciones recientes: (2007, en co–coordinación con L.E. Urquidi), De la concentración a la diversificación institucional. La educación superior en Sonora, Hermosillo, UNISON–CONACyT; (2010, en co–coordinación con L.E. Urquidi y A. Pérez Barbier), La ciencia en Sonora, primeras aproximaciones, Hermosillo, UNISON. CE: rraul@sociales.uson.mx, rraul@rtn.uson.mx

 

** Doctorado, profesora de tiempo completo en la Universidad de Sonora. Temas de trabajo: educación superior, actores y procesos. Publicaciones recientes: (2009, en coautoría con J.R. Rodríguez y G. Mendoza), "Edad, producción académica y jubilación en la Universidad de Sonora. Una primera exploración", Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. XIV, núm. 41, abril–junio, pp. 593–617; (2010, en coautoría con J.R. Rodríguez), "Estrés en el profesorado universitario mexicano", Actualidades Investigativas en Educación, vol. 10, núm. 2, agosto, pp. 1–21. CE: lauraurquidi@gmail.com

*** Maestra en Innovación Educativa. Profesora de tiempo completo en la Universidad de Sonora. Temas de trabajo: educación superior, actores y procesos. Publicaciones recientes: (2009, en coautoría con J.R. Rodríguez), "El posgrado en Sonora, nuevos proveedores", ponencia publicada en las memorias del X Congreso Nacional de Investigación Educativa Veracruz, Consejo Mexicano de Investigación Educativa; (2010, en coautoría con J.R. Rodríguez y L. Urquidi), "Procesos recientes del posgrado privado en Sonora", ponencia publicada en las memorias del Primer Congreso Latinoamericano de Ciencias de la Educación, Mexicali, UABC. CE: adeline_af@hotmail.com

 

Recepción: 15 de octubre de 2009
Aceptación: 19 de febrero de 2010

 

Resumen:

Hasta finales de la década pasada, el posgrado en Sonora había tenido una demanda relativamente reducida y cubierta principalmente por sólidas instituciones de educación superior públicas, pero a partir del año 2000 registra una expansión acelerada. En seis años, entre 2001 y 2007, su matrícula aumenta cinco veces, el número de instituciones se duplica y el total de programas se triplica. Esta expansión no habría sido posible sin la participación de las instituciones privadas, puesto que son éstas las que muestran el mayor dinamismo, sobre todo en la captación de estudiantes. El ascenso de las instituciones privadas no sólo está cambiando el tradicional patrón de desarrollo del posgrado, sino que sus programas operan sin ofrecer información confiable sobre su desempeño y calidades.

Palabras clave: Posgrado, crecimiento, instituciones privadas, Sonora.

 

Abtract:

At the end of last decade, graduate courses in Sonora had a relatively reduced demand that was mainly fulfilled by solid public, higher education, institutions. However, starting in the year 2000 this demand has rapidly increased. In six years, between 2001 and 2007, its enrollment grew five times, while the number of institutions doubled and the total number of programs tripled. This expansion would not have been possible without the involvement of private institutions because they have more dynamism, specifically in student recruitment. The rising of private institutions is not only changing the traditional pattern of development of graduate studies, but also its programs are operating without offering reliable information about its performance and quality.

Keywords: Graduate studies, growth, private institutions, Sonora.

 

Introducción

En las últimas tres décadas la educación superior privada registra avances importantes en prácticamente todas las regiones. Los expertos en el tema calculan que entre 25 y 30 por ciento del total de estudiantes de educación superior en el mundo están inscritos en instituciones privadas, aunque existen países —Corea del Sur, Japón y Filipinas, por mencionar sólo algunos de ellos— que superan con mucho esta proporción (Levy, 2002). Su avance ha sido catalogado como uno de los cambios más significativos de los últimos años, sobre todo porque está reconfigurando los modernos sistemas de educación superior. Los principales factores que propician el crecimiento del sector privado se hallan, paradójicamente, en su contraparte pública. En una buena cantidad de países, especialmente los latinoamericanos, la provisión de los servicios de educación terciaria estuvo básicamente a cargo del Estado; sin embargo, a partir de la década de 1980 la emergencia de nuevos y más nutridos grupos de consumidores rebasaron sus capacidades. Justamente la masificación de los sistemas y la incapacidad del Estado para responder con rapidez a la demanda, son los factores más utilizados para explicar el crecimiento del sector privado en la educación superior (Altbach, 2005).

En México, la educación superior privada también ha ganado terreno rápidamente, sobre todo después de la década de 1990. En la actualidad este sector cubre un tercio de la matrícula total en el país. Al igual que en el resto del mundo, su crecimiento parecería estar asociado a la demanda no satisfecha por el sector público, pero también a los efectos generados por la puesta en marcha de programas de política pública y, más recientemente, a las múltiples estrategias desplegadas por las instituciones privadas, que van de la flexibilidad de su oferta a la asociación con corporaciones internacionales y agresivas campañas de publicidad (Kent, 2004; Gil Antón, 2005; Rodríguez Gómez, 2004).

Pese a las tendencias generales, el sistema de educación superior en Sonora (SESS) aún descansa sobre bases públicas. En efecto, los servicios que ofrecen las 19 instituciones que integran el sector público parecen responder con eficiencia a las demandas de los consumidores, ya que cuentan con 83 por ciento del total de estudiantes. Sin embargo, el sector privado ha encontrado su nicho de desarrollo en el posgrado. En este nivel de escolaridad, la participación de las instituciones privadas rebasa ya a las públicas —en 2007, la matrícula privada de posgrado llegó a 56 por ciento— pero además lo ha hecho de una manera francamente vertiginosa. Hace sólo cinco años atrás su participación en el total de estudiantes de posgrado se situaba en alrededor de 20 por ciento. Pero, ¿cuáles son los factores que propician su crecimiento? En términos generales, el sector privado ha capitalizado las nuevas demandas de instrucción de posgrado, sobre todo en las áreas de administración y educación, que son las de mayor crecimiento, pero también ha establecido convenios de colaboración con organizaciones gubernamentales y sindicales, además de desplegar fuertes estrategias publicitarias. Más allá de estos trazos generales, conviene preguntarse qué tipo de establecimientos ofrecen los posgrados, cuál es la orientación de los estudios y cuál es la composición de la planta académica; de lo que se trata es de reconocer la configuración del posgrado en instituciones privadas.

Justamente este trabajo trata de responder estas interrogantes, y con este fin se organiza en cinco apartados. El primero muestra el origen y evolución del posgrado en la entidad; los dos siguientes describen las áreas de conocimiento, los niveles de escolaridad y el tipo de instituciones que integran el sector privado; el cuarto apartado trabaja los factores de su expansión; por último, al final del escrito, se hace referencia a los asuntos de la calidad y la regulación del posgrado en las instituciones privadas.

 

Nota sobre el origen y evolución del posgrado en Sonora

Al igual que en otras regiones de América Latina y México, el origen del posgrado en Sonora está ligado a sólidas instituciones de educación superior. En la entidad, los primeros establecimientos que incursionan en este nivel de escolaridad son el ITSON (Instituto Tecnológico de Sonora), la UNISON (Universidad de Sonora) y el ITESM–SN (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, campus Sonora–Norte).1 El ITSON inaugura su primer programa de posgrado en 1975, la UNISON lo hace en 1978 y el ITESM–SN en 1980. Estos primeros programas presentan ciertos rasgos comunes: todos se ubican en el nivel de maestría, preferentemente en el campo de la administración, tienen una orientación profesionalizante y su población estudiantil es minoritaria (para 1980 los programas registrados contaban con una matrícula de 193 estudiantes).

En la década de 1980 el posgrado avanza lentamente aunque con transformaciones significativas. De un lado, las opciones de estudio se incrementan con la creación de alrededor de una decena de nuevos programas en las áreas de ciencias exactas y naturales, ingeniería y tecnología, y ciencias sociales y administrativas. Al igual que en sus inicios, son las grandes y antiguas instituciones de educación superior estatales —la UNISON y el ITSON— las que tienen mayor presencia, pero junto a ellas aparece un par de establecimientos de, en aquel entonces, reciente creación; el CIAD (Centro de Investigación en Alimentos y Desarrollo, ac) y el COLSON (El Colegio de Sonora), los cuales inauguran sus primeros posgrados a mediados de la década. De otro lado, la mayor parte de los programas generados durante estos años tienen como antecedente líneas de investigación desarrolladas previamente; destacan aquí los grupos de investigación en física, alimentos, y polímeros y materiales de la UNISON, pero también los grupos del CIAD y El COLSON. De ahí que éstos sean los primeros posgrados en el estado orientados expresamente hacia la investigación. Finalmente, conviene anotar que todos los programas de esta década se ubican en el nivel de maestría, adscritos a los establecimientos públicos —en este decenio las instituciones privadas no generan ningún programa académico— y la población estudiantil registra un incremento notable: al final del período los estudiantes de posgrado rebasan los 800, una cifra mayor si se toma en cuenta el registro anterior, pero aún minoritaria si se le compara con el conjunto del SESS, puesto que el nivel representa poco menos de 3 por ciento de la matrícula total del sistema.

En los años noventa del siglo pasado el posgrado aumenta notoriamente el número de opciones con alrededor de 25 nuevos programas, la mayoría de ellos generados en las instituciones públicas (16), aunque los establecimientos privados figuran ya de manera importante con nueve programas. Más allá de las proporciones, importa destacar que los posgrados parecerían adquirir ciertos rasgos distintivos según su ubicación sectorial. En el sector público, sobre todo en sus instituciones más fuertes, imperan posgrados orientados hacia la investigación, incluso en esta década se inauguran los primeros doctorados2 en la entidad, aunque esto no impide la proliferación de programas profesionalizantes, que a la larga serán los más abundantes en el SESS. En cambio, en el sector privado se generan programas de maestría claramente profesionalizantes, preferentemente en las áreas financieras contables —por ejemplo, las maestrías en administración de negocios, negocios internacionales y en competitividad organizacional— como una manera de atender las demandas de mercados profesionales que requieren la especialización o el re–entrenamiento de su personal. Además, en este sector los programas están adscritos a instituciones con cierta trayectoria académica en la entidad, como la UNO (Universidad del Noroeste, hoy UVM, Universidad del Valle de México) y la ULSA–N (Universidad La Salle Noroeste), aunque también empiezan a figurar instituciones de menores proporciones como la UNAV (Universidad de Navojoa). Pese a la diversificación de opciones, la matrícula del posgrado no registra incrementos notorios: entre los años de 1990 y 2000 la población estudiantil de este nivel de escolaridad aumenta alrededor de 300 estudiantes.

Hasta aquí el posgrado había evolucionado principalmente en las instituciones públicas, sobre todo en aquéllas de mayor consolidación, en especial la UNISON y el ITSON, aunque también en establecimientos volcados hacia la investigación como el CIAD y El COLSON; esto permitió que una parte de sus posgrados tuvieran un claro acento en la formación de investigadores. En este escenario, el sector privado tenía una participación minoritaria puesto que cubría menos de 20 por ciento tanto en programas como en población estudiantil, además de su marcada concentración en un par de áreas de conocimiento. Este desarrollo es similar al ocurrido en Latinoamérica, en donde el posgrado estuvo comandado por sólidas universidades públicas, dejando en manos del sector privado unas cuantas áreas de conocimiento y con muy escasa relación con la investigación (Rama, 2007).

El patrón seguido por el posgrado en Sonora ha experimentado fuertes alteraciones en la década actual. La más notoria de ellas es su acelerado crecimiento: en sólo seis años, entre 2001 y 2007, la población estudiantil aumenta cinco veces, el número de instituciones se duplica y el total de programas se triplica, además de que se ofrece en un conjunto más amplio de localidades. Más aún, este crecimiento permite que la entidad figure a la cabeza de los estados que integran la región noroeste de la ANUIES, siendo que en 2001 ocupaba la penúltima posición en población estudiantil (ANUIES, 2007). Esta expansión no habría sido posible sin la participación de las instituciones privadas; son éstas las que muestran el mayor dinamismo, sobre todo en la captación de estudiantes. Entre 2000 y 2007 el posgrado privado enrola 2 mil 594 estudiantes, mientras que el público incorpora 1 mil 299 alumnos.

Las cifras contenidas en la Tabla 1 confirman el fuerte despegue del posgrado en instituciones privadas, por lo que ahora conviene detenerse con mayor detalle en su exploración para luego ofrecer pistas que expliquen su configuración y crecimiento.

 

El posgrado privado: áreas de conocimiento y niveles de escolaridad

Como se mencionó antes, el posgrado privado en Sonora se concentra en ofrecer estudios profesionalizantes en ciertos campos de conocimiento. Más aún, de las seis áreas de conocimiento consideradas por la ANUIES, el posgrado privado atiende prácticamente dos de ellas: ciencias sociales y administrativas con 66 por ciento de la matrícula, y educación y humanidades con 33 por ciento; sólo una ínfima proporción de su población estudiantil, de menos de un punto porcentual, corresponde a ingenierías y tecnología. Sin embargo, al observar con mayor detalle el tipo de estudios ofertados se advierte que el espectro de opciones de estudio es mucho más reducido que su agregación por áreas de conocimiento. En el caso de las ciencias sociales y administrativas claramente imperan programas relacionados con la administración de empresas y su regulación jurídica, mientras que las segundas se inclinan marcadamente hacia la educación. De esta manera, ni las ciencias sociales en el sentido clásico del término —economía, política o sociología— ni las humanidades —letras, historia o filosofía— son trabajadas por el posgrado privado en Sonora, seguramente porque estas disciplinas, tal y como ocurrió en América Latina, adquirieron un perfil más académico, además de ser escasamente demandas por los mercados profesionales (Schwartzman, 1996).

Por lo que toca a los niveles de escolaridad, el posgrado privado se concentra preferentemente en la maestría: poco más de nueve de cada diez de sus estudiantes cursan alguno de los programas de este nivel escolar. Pese al marcado predominio de los estudios de maestría, sin embargo, el doctorado empieza a figurar ya entre las opciones ofertadas por el sector (Tabla 2). Por más de una década el doctorado en la entidad fue monopolio de los establecimientos públicos de educación superior; incluso, sólo aquellas instituciones que contaban con recursos y capacidades académicas suficientes —sólidas comunidades académicas, líneas de investigación definidas y producción científica reconocida— fueron capaces de generar opciones doctorales. La UNISON, el ITSON, el CIAD y El COLSON son los casos que mejor ilustran este patrón. Este monopolio parecería haber llegado a su fin en los primeros años de la década actual. Entre 2004 y 2006 las instituciones privadas inauguran cuatro programas doctorales, todos ellos relacionados con el campo de la educación; pero lo que resulta más sorprendente aún es la velocidad de su crecimiento: en sólo dos años su matrícula (250 estudiantes) rebasa ya con mucho a las instituciones públicas (109 estudiantes). En todos los programas doctorales privados impera una orientación profesionalizante, sin pretensión de formar recursos humanos de alto nivel para la investigación. Esto último continúa siendo monopolio de algunas de las instituciones públicas que integran el SESS.

La distribución de la matrícula por áreas de conocimiento del posgrado privado en Sonora tiene un comportamiento similar al registrado para el caso nacional. Estas mismas áreas, aunque con variaciones menores, también son las que concentran la mayor cantidad de población estudiantil en el país (Muñoz Izquierdo, Núñez y Silva, 2004). Sin embargo, una peculiaridad del caso sonorense radica en la proporción que tiene el sector privado en el conjunto del posgrado estatal. En el ciclo escolar 2006–2007, la ANUIES (2007) reportaba que la participación de los sectores público y privado en el país era de 54.5 y 45.5 por ciento respectivamente, mientras que en Sonora las proporciones prácticamente se invierten: 43.7 y 56.3 por ciento respectivamente.3 La distribución en el nivel doctoral es todavía más relevante: la misma fuente señala que en México el doctorado se estudia preferentemente en instituciones públicas, con el 79 por ciento de la matrícula total. Por el contrario, en Sonora el sector privado es el que logra captar la mayor proporción de estudiantes de doctorado (60.9 por ciento). Dado el avance del sector privado, conviene ahora preguntarse por el tipo de instituciones que albergan los estudios de posgrado.

 

Las instituciones privadas del posgrado

Las instituciones privadas que ofrecen estudios de posgrado conforman un conglomerado de 11 establecimientos de características aparentemente heterogéneas en dimensión, opciones de estudio y antigüedad. En este sentido, se pueden ubicar establecimientos con una escasa población estudiantil de menos de 50 estudiantes, frente a otros que cuentan con una matrícula que rebasa los 600 estudiantes; instituciones con más de cinco programas y otras que cuentan con una sola opción; o establecimientos con más de una década de antigüedad pero también otros de muy reciente fundación. Desde aquí parecería que se está frente a un grupo de instituciones altamente heterogéneas, pero ¿realmente son tan distintas? Para tratar de despejar esta interrogante conviene hacer referencia a las propuestas de clasificación de las instituciones privadas de educación superior, ya que pueden ofrecer pistas para comprender el caso estatal.

Levy (1995), en su ya clásico estudio sobre la educación superior privada en América Latina, sostiene que el desarrollo de este sector en el siglo XX procedió mediante tres olas de crecimiento que dieron origen a tres tipos distintos de establecimientos: la primera se caracteriza por la creación de universidades católicas privadas, la segunda por la emergencia de universidades seculares de elite, y finalmente la tercera ola corresponde a la creación de instituciones privadas seculares de absorción de la demanda. En este esquema los dos primeros tipos de establecimientos pueden ser caracterizados como instituciones de elite que ofrecen servicios educativos de calidad para grupos sociales selectos, atienden diversos programas en varios campos de conocimiento, cuentan con profesores de tiempo completo y disponen de infraestructura adecuada, lo que les permite captar una matrícula considerable. En cambio las instituciones de absorción de la demanda, que en la actualidad son las de más rápido crecimiento y participación en la matrícula, ofrecen un conjunto limitado de estudios preferentemente en el área empresarial —negocios, contabilidad, administración, inglés, turismo, computación e informática—, sus profesores son de tiempo parcial, su infraestructura suele ser deficiente y sus estudiantes provienen de segmentos sociales de ingresos medios y bajos. Más aún, por su orientación hacia la venta de servicios educativos, a estas instituciones también se les conoce como empresariales o for profit (Levy, 2007).4

Para el caso de México, Muñoz Izquierdo y Núñez y Silva (2004) formulan una clasificación integrada por cinco criterios de ordenación: grados o títulos que otorgan, complejidad académica, orientación social, antigüedad y tamaño. Esta propuesta genera dos grupos de instituciones —consolidadas o en vías de consolidación, y emergentes— y tres subtipos en cada grupo —elite, atención a grupos intermedios y de absorción a la demanda. Como era de esperarse, dada la tendencia generalizada, las instituciones de mayor crecimiento en México son las emergentes de atención a los grupos intermedios y de absorción a la demanda.

Por su parte Silas (2005) agrupa a las instituciones privadas mexicanas tomando como principio de diferenciación la acreditación de los establecimientos y las agencias que la otorgan, ya sean internacionales, nacionales o de acreditación de programas escolares. Con base en estos criterios se obtiene una taxonomía integrada por tres tipos de instituciones: establecimientos de alto perfil, que cuentan con al menos dos tipos de acreditación; instituciones de perfil medio, una sola acreditación; e instituciones de bajo perfil, que no cuentan con acreditación alguna y que sólo tienen licencia para operar. De acuerdo con esta clasificación, la mayoría de los establecimientos considerados —646 de 734— pueden ser catalogados de bajo perfil, pero concentran alrededor de la mitad del total de la matrícula de la educación superior privada en México.

Las referencias anteriores son de utilidad para pensar el conjunto de instituciones privadas de posgrado en Sonora; sin embargo, la información disponible hasta ahora no es tan depurada como para probar con exactitud alguna de las propuestas de clasificación. Aun así, aquí se presenta un primer esfuerzo de ordenación institucional que considera cinco indicadores institucionales: tamaño de la matrícula, programas escolares, año de creación del primer programa de posgrado, niveles de escolaridad y tipo de puestos académicos (Tabla 3).

Con base en la información contenida en la Tabla 3 es posible establecer ciertos rasgos característicos de las instituciones privadas de posgrado. Atendiendo exclusivamente a la matrícula, se aprecia que existe un fuerte contraste entre las instituciones: de un lado, establecimientos grandes con cuatro y hasta casi ocho centenas de estudiantes y por otro lado, instituciones pequeñas con menos de 50 alumnos. Prácticamente todo el conjunto de establecimientos opera con uno o dos programas, a excepción de la UVM y la ULSA–N, que cuentan con una mayor oferta. La creación de posgrados es francamente reciente, el grueso de ellos inaugurados a partir de 2003. En este punto conviene anotar que cuatro establecimientos —IPPSON, UDS, CIEV e ISAP— se forman para atender exclusivamente estudios de posgrado, mientras que el resto arranca en el nivel de licenciatura y sólo después ingresan al terreno del posgrado.5 Pese a su juventud, las instituciones han logrado atraer gran cantidad de estudiantes. Finalmente, los posgrados son operados mayoritariamente por profesores de asignatura. Este último punto es de especial importancia, puesto que el corazón de las instituciones de educación superior lo conforman sus académicos de tiempo completo; son ellos los responsables de ampliar los horizontes del saber a través de la producción de conocimiento nuevo y su enseñanza, además de que tienen un papel destacado en la socialización y formación de las futuras generaciones. Justamente, el grueso de las instituciones privadas de posgrado en la entidad carece de este tipo de académico, por lo que sus servicios recortan el espectro de actividades académicas exclusivamente hacia la enseñanza.

Con estos rasgos, las instituciones privadas de posgrado no parecen diferenciarse notablemente, a excepción por supuesto del tamaño de la matrícula. Todas ellas podrían ser consideradas como instituciones emergentes y de atención a la demanda, pero además de bajo perfil. En apoyo a la aseveración anterior, los establecimientos se concentran en un par de campos de conocimiento, carecen de puestos de tiempo completo y ninguno de sus programas tiene acreditación por alguna agencia nacional o internacional, por ejemplo, el Programa Nacional de Posgrado de Calidad (pnpc)6 o la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES). Más aún, no existen criterios de selectividad de sus estudiantes, por lo que todos ellos mantienen sus puertas abiertas para cursar estudios de posgrado; incluso éste es uno de los elementos de atracción del sector, por cierto bastante difundido ya sea en sus páginas electrónicas o en campañas publicitarias: maestrías ejecutivas, facilidades de pago, clases en fines de mes o en períodos vacacionales aparecen repetidamente en sus mensajes de publicidad. Quizás las únicas instituciones que se alejan de este trazo general sean la ULSA–N y la UVM.7 La primera forma parte de un añejo circuito de establecimientos de alcance nacional que se distingue por su orientación católica y por atender preferentemente grupos sociales de elite, por lo que se le considera como una institución consolidada. En el caso de Sonora, los posgrados de la ULSA–N se diferencian por ofrecer varias opciones, fijar criterios de selección para sus aspirantes, contar con reconocimiento de la FIMPES y por el costo de sus estudios, sensiblemente más elevados que el resto de instituciones. La UVM también forma parte de una nutrida red de establecimientos con presencia en varias entidades del país —en la actualidad cuentan con alrededor de 30 planteles— con atención hacia grupos intermedios. En el caso de Sonora, la UVM ofrece la mayor cantidad de programas y reporta puestos académicos de tiempo completo, aunque carece de criterios de selección de estudiantes.

Pero si el conglomerado de instituciones es tan similar, ¿a qué se deben las notables diferencias en el tamaño de sus matrículas? Una respuesta rápida a la cuestión podría ser que algunos establecimientos son más exitosos que otros en sus estrategias para captar estudiantes, ya sea por el tipo de programas ofertados, las modalidades de sus estudios o las facilidades otorgadas. En nuestro caso, las instituciones de mayor éxito en la captación de estudiantes son el ICES, UVM, IPPSON y CUSON, pues entre las cuatro logran alrededor de 90 por ciento del total de la matrícula de posgrado privado en el estado. Pero si se recorta aún más el ángulo de visión y se aíslan sólo los programas con mayor población estudiantil, el resultado es aún más sorprendente (Tabla 4).

Como se muestra en la Tabla 4, sólo seis programas conforman la zona de mayor concentración de estudiantes en el sector privado, pero lo que destaca todavía más son las dimensiones que alcanzan. En este sentido, sólo la maestría en Liderazgo desarrollador supera el total de la matrícula de posgrado de la UNISON, que cuenta con la mayor oferta de estudios de posgrados en todos los campos de conocimiento y niveles de escolaridad. ¿En qué radica, pues, el éxito de estos programas?, ¿por qué son tan atractivos para los consumidores de estudios de posgrado? Podría pensarse que estos programas son únicos en todo el estado y que por tanto están cubriendo una carencia. Esto es parcialmente válido si se atiende al nombre, pero no tan cierto si se revisan las opciones que existen en la entidad: el campo de la administración y el relacionado con la educación son los que disponen de la mayor cantidad de opciones, tanto en instituciones privadas como públicas. Tampoco podría ser que los establecimientos ostentaran un sólido prestigio y reconocimiento sociales, sobre todo porque son de reciente creación y aún no cuentan con un número significativo de egresados que avale su calidad.

Conviene detenerse brevemente en el tema de la reputación puesto que opera como una fuerza de atracción de estudiantes y académicos. En sistemas de educación superior sólidos, como el estadounidense, las instituciones se ubican en una escala jerárquica basada en su reputación, lo que hace posible que las de mayor prestigio compitan entre sí por los mejores estudiantes y académicos, mientras que a los establecimientos situados en la base les quedan los remanentes de la demanda, por lo que sus puertas están abiertas para todos aquellos que desean ingresar (Brunner y Uribe, 2007). Además, en la construcción de la reputación el factor temporal es crucial puesto que el prestigio consume años en su generación. De acuerdo a esta nota, las instituciones privadas de posgrado en Sonora aún no cuentan con un prestigio sólido para que sea un factor de atracción de estudiantes y profesores, por el contrario, todas ellas compiten por la demanda, de ahí que no impongan restricciones en el acceso de estudiantes.

Más bien parecería ser que los principales factores de su crecimiento se encuentran en los efectos generados por los programas de política pública para la educación impulsados por el gobierno mexicano en las pasadas dos décadas, y en la firma de convenios de colaboración entre las instituciones privadas de posgrado en Sonora y diversos organismos gubernamentales y gremiales.

 

Factores del crecimiento del posgrado privado

Desde hace por lo menos 25 años la educación superior, especialmente la pública, ocupa una posición de importancia en la agenda del gobierno mexicano, ya sea por sus costos financieros, su posición estratégica para el desarrollo económico o bien por la variedad de actores involucrados, de ahí que durante todo este tiempo se haya implementado un amplio repertorio de políticas públicas. En general, los programas han tratado de elevar la calidad del sistema recurriendo a la fijación de estándares de desempeño y la premiación de aquellos —sean instituciones, académicos o estudiantes— que logren cumplirlos (De Vries, 2000). Aun sin lograr por completo sus objetivos, los programas de política pública están alterando las reglas del juego del sistema; por ejemplo, el Programa de Mejoramiento del Profesorado (PROMEP) propició que una gran cantidad de profesores cursara estudios de posgrado en la espera de obtener una mejor posición en el escalafón laboral (Grediaga, Rodríguez y Padilla, 2004).

Este mismo esquema de evaluación–premiación está presente en la educación básica, aunque con particularidades propias. En 1992, en el marco del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica se acordó, entre otras cuestiones, la creación del programa de carrera magisterial como un mecanismo para el reconocimiento y el impulso a la profesionalización del magisterio. En términos generales, el programa concede incentivos económicos a quienes logren demostrar ciertos méritos académicos. Y justamente, entre los rubros considerados para el ingreso, permanencia y ascenso en el programa están los cursos de actualización y la obtención de posgrados.

Pese a que se desconocen en detalle los resultados de estos programas, es posible afirmar que se tienen ciertos avances. Por ejemplo, en el caso de la educación superior, el PROMEP reportaba, a mediados de esta década, que había otorgado cerca de 6 mil becas para estudios de posgrado (SEP, 2006). Por su parte, en la educación básica, el programa de carrera magisterial registraba en su último reporte (ciclo escolar 2002–2003) que 67 por ciento del total de los profesores de educación básica participaban en el programa de estímulos (oce, 2008). Pero junto a estos resultados existen otros que no fueron considerados en los trazos originales de los programas. Justamente uno de éstos se localiza en la realización de estudios de posgrado. Sin importar los campos de conocimiento, las orientaciones o las calidades de los programas, los profesores tratan de cumplir de cualquier manera con la obtención del grado académico, lo cual está siendo aprovechado por las instituciones privadas de educación, que generan una oferta a la medida de este tipo de clientelas (Acosta, 2006). Lo mismo estaría sucediendo con los profesores de educación básica, para los cuales ya no son suficientes las opciones ofrecidas por la Universidad Pedagógica Nacional, tradicional proveedora de estos servicios, y van en busca de aquellas que mejor respondan a sus necesidades, frecuentemente ubicadas en los posgrados privados.

En el caso de Sonora este tipo de programas de política pública, especialmente el de carrera magisterial, opera como un potente combustible para el crecimiento del posgrado privado. Como se mencionó antes, el área de educación es la segunda en importancia en el sector privado, pero si se contabilizan todos aquellos programas relacionados con este campo, con independencia de la clasificación de la ANUIES, ocupa la primera posición con 14 de los 29 programas, además de concentrar el mayor número de estudiantes (56 por ciento). Aun cuando se carece por el momento de información confiable, podemos suponer que una buena parte de los estudiantes que nutren estos programas son profesores de las instituciones públicas de educación en el estado.

En apoyo a esta aseveración se tiene noticia de que los establecimientos privados que ofertan estudios de posgrado en el campo de la educación mantienen convenios con organizaciones gubernamentales y gremiales. Destacan aquí el IPPSON, el CUSON, la UVM y la UK, que establecen convenios con la Secretaría de Educación y Cultura del gobierno estatal, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (snte), el Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos y la Universidad Tecnológica de Hermosillo, entre otros.8 Bajo este marco, los profesores que cursan estudios de posgrado pueden disponer de exenciones de pago en los costos de la instrucción, descargas parciales o completas en sus actividades laborales y, por supuesto, los estudios tienen reconocimiento en los respectivos sistemas de estímulos económicos de sus establecimientos de adscripción. Por su parte, las instituciones ofrecen programas en modalidades y horarios que convengan a este tipo de estudiantes.

De esta manera, el campo relacionado con la educación se ha convertido en pocos años en el verdadero nicho de desarrollo del posgrado privado en la entidad. El tipo de estudios y las modalidades, así como los arreglos con distintas organizaciones que demandan servicios educativos, es lo que permite el vertiginoso crecimiento de unos cuantos programas de posgrado.

La estrategia de ofertar estudios para clientelas con necesidades específicas y signar convenios de colaboración también explica el caso del ICES y su maestría en Liderazgo desarrollador, la de mayor población estudiantil en la entidad. Aquí, la institución logró un acuerdo para capacitar y especializar a empleados de la Comisión Federal de Electricidad.

 

Calidades y regulación

En la actualidad existe un intenso debate sobre la calidad de los servicios ofertados por las instituciones privadas de educación superior, sobre todo de aquellas orientadas hacia el lucro mediante la venta de servicios; en algunos países, incluso, este tipo de instituciones recurre con cierta frecuencia al fraude (Hallak y Poisson, 2005). En el caso mexicano, lo mismo que en la mayor parte de países latinoamericanos, no existe un sistema de aseguramiento de la calidad de los bienes que ofrece el sector privado; estos establecimientos sólo requieren la obtención del Registro de Validez Oficial de Estudios para operar legalmente, el cual es relativamente fácil de obtener. Una vez cubierto este requisito las instituciones y sus programas no tienen obligación alguna de rendir cuentas.

Para el gobierno mexicano estas instituciones se rigen básicamente por las fuerzas del mercado, por lo que no requieren de regulación externa. Esta idea supone que los establecimientos privados colocan sus bienes en una situación de mercado y son los consumidores los responsables directos de adquirirlos o rechazarlos. Sin embargo, en la educación superior, lo mismo que en cualquier otro tipo de mercado, los consumidores no son completamente competentes para tomar las mejores decisiones, ya sea porque sus preferencias no siempre son claras y consistentes y/o por las asimetrías de información, de ahí que la creación de las instituciones para el aseguramiento de la calidad pueda ser una de las respuestas frente a un mercado de bienes imperfecto.

Como era de esperarse por las anotaciones anteriores, en Sonora se carece de información confiable sobre el desempeño de las instituciones privadas y la calidad de sus servicios. Sin esta información y sin la contribución de instancias oficiales de aseguramiento de la calidad, el potencial consumidor de los posgrados privados está en franca desventaja. Más allá de cierta información general —ubicación de la institución, facilidades en el pago de los estudios o las modalidades de los programas— se carece de elementos para elegir entre la ya amplia oferta de estudios. Por ejemplo, se desconocen las diferencias entre las maestrías en administración de la educación (IPPSON), educación (CUSON) o docencia tecnológica (UVM), por mencionar tres de los programas con mayor matrícula. Quizá haya diferencias substanciales en los servicios, pero mientras se carezca de información pública y confiable sobre el desempeño de los establecimientos, el posgrado privado seguirá siendo una zona opaca para los consumidores. Esto adquiere mayor relevancia puesto que, como se mencionó antes, una parte de quienes hacen uso de los posgrados privados son los propios profesores de las instituciones de educación pública, pero además, y de mayor importancia aún, porque se invierten recursos públicos en su formación.

No hay duda de que el sector privado cumple un papel importante en la configuración actual del posgrado en Sonora. Quizás su mayor acierto radique en cubrir con rapidez las demandas no atendidas por las instituciones públicas. Pero el tema de la calidad de los servicios ofertados no es transparente, por lo que sus consumidores adquieren un bien sin saber sus cualidades. De ahí que la creación de organismos responsables de recuperar, sistematizar y publicar información sobre los programas, pero también de conferir reconocimientos y sanciones, pueda ser una opción conveniente para tomar mejores decisiones al momento de elegir los estudios de posgrado en las instituciones privadas.

 

Referencias

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Notas

1 Al final del documento se incluye una tabla con los nombres y siglas de las instituciones consideradas en el estudio.

2 El primer programa doctoral en la entidad es el Doctorado en Ciencias de Materiales, fundado a fines de 1989; le siguen los doctorados en Ciencias del CIAD y Física de la UNISON, ambos en 1995, y el de Biotecnología del ITSON en 1997.

3 Conviene anotar aquí que además de Sonora, 14 entidades del país reportan una mayor participación del sector privado en el posgrado: Aguascalientes, Campeche, Chiapas, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Estado de México, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco y Veracruz (ANUIES, 2007).

4 En la actualidad la internacionalización de la educación superior ha generado nuevos proveedores de los servicios educativos; en una buena parte de ellos la orientación de las instituciones es hacia la comercialización de los estudios. Uno de los casos representativos en México es la adquisición de la mayor parte de la Universidad del Valle de México por el consorcio Sylvan Learning Systems, una de las firmas más importantes en la venta de servicios educativos en el mundo (Rodríguez Gómez, 2004).

5 El IPPSON es un caso atípico en este esquema. Inicia actividades en 2003 con un programas de maestría, al siguiente año inaugura estudios doctorales y para 2005 amplía su oferta a licenciatura y bachillerato. Más aún, en 2008 inauguró su segunda sede en el sur del estado, en Navojoa.

6 En Sonora los programas reconocidos por el PNPC conforman un segmento de dimensiones reducidas: 27 programas, que representan 7 por ciento de la matrícula total del posgrado, y todos ellos adscritos a las más sólidas instituciones de educación superior públicas: la UNISON, el ITSON, el CIAD y el COLSON.

7 El ITESM–SN cuenta con todos los rasgos de una institución consolidada y de atención a elites: reconocimiento de sus estudios por agencias nacionales e internacionales, mantiene opciones en varios campos de conocimiento, dispone de instalaciones adecuadas y puestos académicos de tiempo completo. Sin embargo, como se menciona antes, se carece de información sobre sus posgrados, razón por la cual no se le incluye en el análisis.

8 Aun cuando no se puede documentar por completo lo relacionado con los convenios de colaboración de las instituciones privadas y las organizaciones, en los portales electrónicos de los establecimientos se difunde parte de los acuerdos, sobre todo lo referido a las posibles becas de los estudiantes.

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