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Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.31 no.126 Ciudad de México ene. 2009

 

Reseñas

 

Currículum: experiencias y configuraciones conceptuales en México

 

Gloria Elena Cruz Sánchez*

 

Bertha Orozco Fuentes (coordinadora). México, IISUE–UNAM / Plaza y Valdés, 2009

 

* Licenciada en Pedagogía por la Universidad Veracruzana y Maestra en Educación por la Universidad Pedagógica Veracruzana. Asesora de planes y programas de estudio del Área Académica Económico Administrativa de la Universidad Veracruzana. CE: gloriaelena_cruz4@hotmail.com

 

Con gran alegría recibí el libro Curriculum: experiencias y configuraciones conceptuales en México, en primer lugar porque contiene las experiencias de los miembros del Seminario de Investigación, Curriculum y Siglo XXI que se desarrolla en el IISUE, por quienes siento un gran aprecio, y en segundo lugar porque trabajo en el campo del currículo y esperaba encontrar en este libro algunas ideas que me orientaran y sugirieran caminos posibles.

En mi espacio de trabajo en la Universidad Veracruzana, que como la mayoría de las instituciones públicas de educación superior se ve constantemente demandada para introducir cambios encaminados a mejorar la calidad de la educación que brinda, se espera que quienes nos encontramos participando en prácticas curriculares hagamos propuestas concretas para las reformas curriculares y las evaluaciones institucionales. Por ello, esperaba encontrar en esta lectura conceptos que me permitiesen comprender estos procesos y a la vez conocer cómo están enfrentando esta situación otras universidades.

Cuando algún participante en los procesos de reformas curriculares me pregunta por dónde empezar siempre le respondo: "por comprender el currículo". Para eso es necesario entender que "el campo del curriculum requiere ser visto como una totalidad, esto es, como una articulación compleja de procesos, hechos educativos y relaciones entre diferentes sujetos" (p. 141), como lo expresa Manuel Martínez Delgado en el capítulo "Sujetos sociales y poderes de decisión en el curriculum universitario"; en este texto el autor articula los conceptos de sobredeterminación curricular, sujetos del currículo universitario, cultura y organización institucional y afirma que en esta "articulación compleja de procesos" intervienen las políticas educativas internacionales y nacionales, las demandas de los sectores productivos y del mercado laboral, los especialistas en currículo y los procesos que se desarrollan en el interior de las clases mediante la intervención de los académicos. Lo que aporta la lectura de este texto es, ante todo, claridad, pues el autor organiza a los sujetos de la determinación curricular del caso que presenta, y al ponerles nombre permite aclarar los elementos que intervienen en esa articulación compleja.

Afortunadamente para quienes estamos interesados en temas curriculares, el capítulo "El curriculum universitario en la crisis estructural generalizada", de Alicia de Alba, aborda los conceptos y antecedentes necesarios para comprender la crisis en un contexto de globalización y las razones por las que ésta se ha generalizado, al mismo tiempo que plantea que la crisis representa "un espacio de posibilidades inéditas". Además, la autora aborda la idea de cómo las subjetividades y las identidades se ven interpeladas por las propuestas curriculares, y sobre todo la importancia de asumir la tensión entre globalización–crisis estructural generalizada–América Latina, ya que "nuestros gobiernos y nuestras instituciones de educación superior suelen ser proclives a tomar... los lincamientos que vienen de organismos internacionales y que se articulan con el significante 'globalización o en otros cercanos a éste, y a dejar de lado la realidad de la mayoría de nuestras poblaciones" (p. 61).

Esta lectura permite comprender mejor cómo darle sentido a las exigencias de reformas curriculares, no sólo como una posibilidad de ahorro de recursos o de reducción de la permanencia del estudiante en la institución educativa, sino que alarga la mirada, amplía los horizontes de comprensión del currículo hacia el entretejido sociedad–globalización–crisis estructural generalizada y la interioridad de nuestra identidad "para recuperar y valorar esos polos de identificación que nos hacen sentirnos seguros" (p. 62), algunos de los cuales quedan incluidos en las propuestas curriculares en las que trabajamos.

Estos planteamientos, al mismo tiempo, ayudan a comprender la exterioridad de nuestra identidad para "imaginar, proponer y asumir los riesgos del constante esfuerzo por constituirnos como sujetos del curriculum, capaces de pensar y de arriesgar el intelecto y la práctica política para realizar nuestro inmenso deseo de un mundo mejor, al cual, sin duda, tenemos derecho" (p. 62).

La lectura de este capítulo aporta valiosas orientaciones, en el sentido de que le devuelve su dignidad al trabajo curricular. Si no logramos comprender nuestro papel como sujetos de la determinación curricular se pierde el placer de hacer lo que hacemos y, sobre todo, su utilidad socioeducativa. Cuando me presento en alguna de las facultades con el propósito de llevar a cabo algún trabajo de intervención curricular enfrento resistencias y contradicciones; y aunque también encuentro diversos tipos de apoyo, quienes participamos como asesores o colaboradores en este tipo de procesos pocas veces encontramos un decidido deseo de cambio: en la mayoría de los casos hay una "comodidad inmóvil", y los maestros expresan que toda modificación curricular implica mucho trabajo, en lo que, por cierto, les concedo toda la razón. Sin embargo este trabajo, desde la lectura de Alicia de Alba, contribuye a la idea de un mundo mejor; a pensar cómo a partir de las propuestas curriculares se interpelan identidades y se trabaja con sujetos. Nos lleva a recuperar la dimensión de la subjetividad dentro del currículo.

Precisamente ante esta idea del esfuerzo y el trabajo que implica realizar una reforma curricular, llama la atención el artículo de Rita Ángulo Villanueva titulado "Aproximaciones a una lógica de investigación curricular", en el que, a partir de reconocer que los procesos de intervención curricular implican mucho tiempo y esfuerzo, se analiza una estrategia novedosa en la que los profesores llevan a cabo la modificación de los contenidos. Como expresa la autora, "debido a la velocidad con que pueden asumirse estos procesos de manera institucional, para cuando una institución logró realizar un proceso de planeación, realización y evaluación curricular acorde con los cánones, transcurrieron en el mejor de los casos dos años; las innovaciones introducidas han sido rebasadas por la dinámica social y –lo más paradójico– por la misma dinámica institucional" (p. 103). Por supuesto que esta descripción puede aplicarse no sólo a la universidad de la autora, sino a muchas otras, incluyendo la mía.

Ángulo Villanueva presenta herramientas metodológicas muy interesantes y útiles para comprender cómo operan las escuelas, y en este caso, cómo se realiza la adecuación continua de los contenidos, pero además, analiza el proceso de adecuación como una alternativa a las intervenciones curriculares, "la modificación de contenidos se lleva a cabo, al principio imperceptiblemente, en los cambios en el interior de los programas de materia al agregar o eliminar contenidos o bien al cambiar el orden en la secuencia de éstos; después se manifiesta de manera ostensible en cambios en la estructura del curriculum, en concreto al cambiar la ubicación semestral de las materias y eliminar algunas por no considerarlas necesarias" (p. 104). Finalmente los caminos para las modificaciones curriculares acaban siendo novedosos.

De igual manera, el artículo "La interdisciplina en educación agrícola rural superior como innovación curricular", de Liborio Victorino Ramírez, propone otra vía de desarrollo para los cambios, precisamente porque, como él sostiene, la educación agrícola se constituye por sistemas complejos que necesitan abordajes interdisciplinarios, ya que "la propuesta interdisciplinar posibilita pensar en un tipo de curriculum más integrado que conlleve a una formación profesional más abierta, flexible, solidaria, democrática y crítica" (p. 323). Además presenta un amplio análisis de las concepciones de la interdisciplinariedad, sus intentos de aplicación en la academia y la necesidad de ofrecer opciones globales.

Lo que obtengo de ambos capítulos, el de Ángulo y el de Victorino, es la certeza de que es posible centrar la atención en los procesos internos que se presentan en el manejo de los contenidos en los programas de materias y en la interdisciplinariedad para vincularlos con el proceso complejo del currículo.

Otro concepto importante para comprender el campo del currículo es la noción de flexibilidad, que se ha convertido en el objetivo a seguir en muchas intervenciones curriculares, más que en una herramienta para lograr el cambio. Como explica Bertha Orozco Fuentes en el capítulo "Origen de la noción flexibilidad y su llegada al campo del curriculum", ".. .los términos flexible y flexibilidad se incorporan con facilidad al lenguaje del curriculum y de la educación superior en general" (p. 67). La autora analiza el origen del concepto y la multiplicidad de significados que éste puede tener, para llegar a los sentidos y usos que adquiere en el discurso educativo curricular. En ese trayecto nos nutre, nos cuestiona y nos retrata: "las estructuras académicas son tocadas por el discurso de las innovaciones y del cambio educativo acorde con la nueva era global, la flexibilidad se torna un concepto estelar que emerge con bombo y platillo tratando de sensibilizar y convencer a las comunidades académicas de sus bondades" (p. 80). Esta idea es aplicable en varias universidades.

Además, hace una revisión de los sentidos que se les da a los conceptos "flexible" y "flexibilidad" en el espacio educativo mexicano, y nos lleva a dos ideas básicas: nos debatimos entre la flexibilidad como tendencia uniformizante desde su uso acelerado y poco cuidadoso y la opción por una acepción de flexibilidad como discurso crítico educativo. Por un lado aceptamos la necesidad de cambios en la educación, pero observamos que la propuesta de flexibilidad educativa curricular no está contribuyendo a esos cambios y que, además, no se puede dar marcha atrás, pues ninguna institución educativa quiere ser reconocida como inflexible. De acuerdo con la autora, lo que necesitamos es que el significante flexibilidad pueda orientarse "con una idea de apertura de mirada, de promoción del debate comprometido desde la posicionalidad de países en desarrollo" (p. 97). Y agrega: "en relación con la noción de curriculum flexible, para las universidades públicas se constituye ahora como un espacio de trabajo para responder a los retos del contexto descrito y para constituirse en herramienta metodológica para ser usado potencialmente". La lectura del capítulo es obligada para todos los que estamos trabajando con modelos educativos flexibles, pues aclara las contradicciones, tensiones y posicionamientos inmersos en ella. Lo que más me agrada de esta lectura es que me siento respaldada, apoyada en las ideas y las experiencias propias.

Esta lectura sirve como base del capítulo "El nuevo modelo educativo para la Universidad Veracruzana. Un acercamiento a su diseño y operación", de la autoría colectiva de Elíseo Aguirre, Georgina Lagos, José Luis Martínez y Beatriz Torres, para quienes en el caso abordado se trata de un modelo educativo flexible. Los autores hacen una descripción precisa de la situación educativa en esta universidad, con las contradicciones, problemas y avances que conlleva cualquier cambio. Como en muchos otros casos, las comisiones curriculares de los años noventa respondieron a los reclamos de modernización de la universidad con cambios de planes y programas de estudios, que en el caso de la Universidad Veracruzana se soportan en dos conceptos básicos: la integralidad de la formación del alumno y la flexibilidad curricular.

A diez años de su implementación, los autores del texto logran una descripción equilibrada al reconocer los procesos, obstáculos y resistencias así como los logros de este proyecto, y amplían su mirada hacia la necesidad de la evaluación institucional. Es de vital importancia compartir experiencias como ésta, que ha logrado impactar a una de las instituciones de educación superior más grandes del país.

En este tema de la evaluación educativa mucho tiene que decir Leda Badilla en el capítulo "El campo de la evaluación: el contexto, lo axiológico y la prospectiva", en el cual se resalta el carácter axiológico de la evaluación y la noción de poder como elementos para la comprensión de la evaluación educativa, de tal manera que "la evaluación educativa se concibe como posibilitadora para la toma de decisiones, y que conlleva a caminos por seguir, destinos por abandonar, por pensar políticamente a opciones axiológicas y reflexiones éticas" (p. 211).

El texto incluye también el debate en torno al tema de las competencias, concepto muy presente en la educación actual. Entre otras ideas expresa que "dudaríamos de aquellas evaluaciones de competencias que se vinculen con enfoques conductistas, de enseñanza programada o de análisis de tareas" (p. 209) y a cambio habrá que inclinarse por evaluaciones basadas en juicios reflexivos que permitan "la articulación entre la práctica educativa con sus determinantes y con los estados contingentes". Una lectura por demás necesaria, que nos deja una interesante imagen del campo de la evaluación educativa a través de las condiciones de contexto, mismas que pueden convertirse en elementos de interpelación.

Otro gran apoyo para la evaluación educativa es el capítulo de Dennis Paul Huffman: "Gestión y desarrollo curricular", en donde se presenta un ejercicio de investigación con diferentes grupos participantes en procesos de intervención curricular en la Universidad Autónoma de Chapingo. A través de cinco categorías la autora analiza los procesos y productos de la evaluación curricular: gestión curricular, desarrollo curricular, innovación curricular, resistencia al cambio y calidad curricular. El texto es interesante y sugerente, tanto que al terminar la lectura sentí un fuerte impulso por tomar sus preguntas y llevarlas a la institución donde laboro con el propósito de entablar un diálogo con todos los académicos con los que interactúo. Sin duda es un texto que inspira.

Recapitulando el recorrido que hemos hecho hasta ahora salta a la vista una suerte de constelación conceptual significativa para los procesos de intervención curricular que incluye los siguientes conceptos: globalization, crisis estructural generalizada, contexto de América Latina, sujetos e identidad, flexibilidad y flexible, innovación, valores, poder, interdisciplinariedad, y sistemas complejos. Pero nos hace falta agregar algunos conceptos más: cambio ambiental, sustentabilidad y ética, que se trabajan en capítulos subsecuentes.

El capítulo "Las universidades ante el cambio ambiental de las sociedades", de María Teresa Bravo Mercado, nos presenta un panorama general del papel de las universidades en el desarrollo ambiental, desde el análisis de la crisis ambiental y su contraparte, la sustentabilidad, hasta la experiencia mexicana de universidades en proceso de cambio en este tópico. El tema central es que si la universidad "es la institución que provee a la sociedad de cuadros científicos, técnicos, humanísticos y artísticos, y de conocimientos socialmente útiles para afrontar los serios problemas del país, pero además es el espacio donde se construyen sueños, proyectos y utopías, entonces... debe ser una institución comprometida con los principios del desarrollo sustentable" (p. 349).

Es así que el trabajo universitario en este tema puede moverse en niveles epistemológico–teóricos, pedagógicos, éticos, económicos y culturales. De acuerdo con la autora, "en México tenemos un amplio horizonte de posibilidades a fin de contribuir en la reconversión ambiental de las instituciones universitarias..." (p. 357).

Sin duda así es, pero debemos trabajar en la construcción de una pedagogía sustentable, concepto que presentan las autoras Laura Barraza y María Paz Ceja–Adame, quienes informan de una investigación ambiental realizada en un pequeño poblado del estado de Michoacán para valorar el conocimiento de los niños con relación al medio ambiente (p. 373). Eligieron esa comunidad por su reconocida labor en el uso sustentable de su bosque, sin embargo, al analizar los conocimientos descriptivos, conceptuales y teóricos de los alumnos de la escuela primaria de esa comunidad encontraron que "no corresponde al modelo de desarrollo ambiental que tiene la comunidad" (p. 406). A partir de esta constatación se hace una amplia revisión del caso y se proponen elementos para una educación para una sociedad sustentable. Afirman las autoras que "es necesario definir una pedagogía sustentable que sea esencialmente transformadora, constructiva y participativa, lo que requiere métodos de enseñanza–aprendizaje que fomenten una visión crítica y reflexiva en los educadores y educandos" (p. 405).

Tanto el capítulo a cargo de Barraza y Ceja–Adame, titulado "La dimensión ambiental en el curriculum de educación básica rural", como el de Bravo Mercado retan al lector a admitir la dimensión ambiental en todos los procesos curriculares que se proponen hacer de este mundo algo mejor.

Finalmente, y para completar la constelación conceptual que se va dibujando a lo largo del libro, aparece el texto de Lyle Figueroa de Katra titulado "Curriculum, ética y valores: algunas reflexiones", donde se articulan los conceptos de currículo–modernidad–globalización–desigualdad–ética. La autora advierte que "las fuentes de que se nutre la globalización son la modernidad y el neoliberalismo, cuya ideología no sólo acepta las jerarquías sociales y la diferencia cultural; las promueve. Clasifica a los sujetos sin advertir su origen social. Propicia sistemas escolares que marcan la desigualdad" (p. 171).

En esta articulación hay que repensar que en "el tejido estructural del curriculum cada uno de sus elementos y procesos está inextricablemente interrelacionado con opciones éticas, de valores, normas y principios. El curriculum no es neutro. Sirve a algo, a alguien, para algo" (p. 175). Por lo tanto implica una propuesta ético–política que contribuye a la construcción de sujetos sociales y cuyos pilares deberían ser la crítica, el pluralismo y el diálogo. Conceptos que es indispensable leer con calma y una taza de café, en la poética forma que la autora los presenta, para introyectarlos y hacerlos presentes en toda práctica educativa.

Ahora bien, una cosa es comprender el currículo y otra es enfrentar la urgencia de reformas curriculares; es aquí donde el capítulo de Marisa Ysunza Breña, "Perfiles del siglo XXI, un reto para el campo curricular", nos presenta una metodología para la construcción de los perfiles de egreso de los programas educativos. Como expresa la autora, "con frecuencia el perfil se expresa como un conjunto de objetivos curriculares para definir lo que ha de ser logrado en un proceso de enseñanza–aprendizaje; esto significa que durante su elaboración se toman las decisiones más importantes y trascendentes que ha de seguir el proceso educativo" (p. 223). Resulta muy valioso seguir las recomendaciones de este texto para definir el perfil de egreso "sobre bases explícitas para tratar de responder de manera apropiada a las exigencias de la realidad en la que el futuro egresado realizará la práctica profesional" (p. 224).

Esta metodología se basa en tres elementos: enfoque prospectivo, análisis estructural de la actividad profesional y condicionalidad para valorar la institución educativa. Y se organiza en tres momentos: construcción del escenario futuro tendencial, formulación del perfil deseable y viabilidad del perfil deseable. Este ejemplo aplicado en el perfil del ingeniero agrónomo ayuda a la comprensión y amplía la mirada.

Sin duda cada uno de los capítulos del libro merece el placer de la lectura, el cuestionamiento entre líneas, el análisis del trasfondo. En verdad este libro es una agradable compañía. Disfrútenlo.

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