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Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.29 no.115 Ciudad de México ene. 2007

 

Claves

 

El chisme y las representaciones sociales de género y sexualidad en estudiantes adolescentes

 

Gossip and social gender and sexuality representations amongst teenager students

 

María Eugenia Chávez Arellano*, Verónica Vázquez García** y Aurelia de la Rosa Regalado***

 

* Doctora en Antropología. Profesora–investigadora de la Universidad Autónoma Chapingo, México.
Correo electrónico: marigen_98@yahoo.com

** Doctora en Sociología. Investigadora titular del Colegio de Posgraduados. México.
Correo electrónico: verovazgar@yahoo.com.mx

*** Licenciada en Trabajo Social. Colegio de Posgraduados, México.
Correo electrónico:aregalado@colpos.mx

 

Recibido: 18 de agosto de 2006
Aprobado: 12 de enero de 2007

 

Resumen

Este documento es resultado de una investigación realizada con estudiantes adolescentes que cursan el nivel medio superior en la Universidad Autónoma Chapingo (UACH) , la cual imparte ingenierías en ciencias agronómicas y afines. El número de estudiantes varones es prácticamente tres veces superior al de las mujeres y ambos conviven en sus actividades escolares de tiempo completo. El objeto del trabajo es conocer el papel que juega el chisme entre esta población, así como las representaciones sociales que, por su mediación, se tienen sobre los papeles de género y sexualidad. Analizamos diversos aspectos en torno a los efectos del chisme y las relaciones de poder y violencia que supone esta práctica en la vida cotidiana de los estudiantes.

Palabras clave: Chisme / Representaciones sociales / Adolescentes / Sexualidad / Violencia

 

Abstract

This paper results from research conducted among teenager students of the senior high school of the Universidad Autónoma Chapingo (UACH), an agronomical college where the number of male students is three times higher than that of female students. Both boys and girls spend most of the day together since they are full time students and live on campus. The objective of this paper is to examine the role of gossip among the student population, as well as the social representations they have about gender and sexuality. We analyze the impact of gossip and the relations of power and violence involved in which result from this every day practice.

Keywords: Gossip Social representations / Teenagers / Sexuality / Violence

 

INTRODUCCIÓN

Los enfoques lingüísticos y antropológicos que se han ocupado del chisme han centrado su atención fundamentalmente en los aspectos discursivos y funcionales dentro de los grupos socioculturales analizados (Besnier, 1989; Hall, 1993; Gluckmann, 1963 y 1968; Paine, 1967; Wilson 1974; Goldsmith, 1989; Ghosh, 1996). De manera general, sobresalen los argumentos que giran en torno a la competencia lingüística de quien genera el chisme, así como de su posición social o grado de detención de poder en su círculo social. El chisme es identificado como una acción que juega un papel central en el mantenimiento de los grupos, ya que actúa como elemento clave de comunicación a través del cual fluyen los sentidos compartidos de sus miembros. Visto desde la perspectiva funcional, el chisme permite, a través de esos flujos, no solamente un intercambio fortuito de ideas, sino una regulación de acciones y valores que clasifican desde una perspectiva moralizante las intenciones y las conductas de quienes participan en esta práctica.

Indudablemente, el chisme, como toda acción social, debe ser analizado en su contexto sociocultural y su dimensión correspondiente con el carácter social que tiene. Es decir, de acuerdo con la literatura revisada, es posible afirmar que aunque con diversos matices, el chisme es un evento que se presenta prácticamente en todo tipo de culturas y sociedades, como lo señalan los trabajos antropológicos que se han ocupado de él como objeto de estudio. De la misma manera, el chisme se percibe como un fenómeno que, aunque potencialmente peligroso, es inevitable y se encuentra profundamente arraigado en las formas cotidianas de comunicación. En este sentido, el chisme sobresale como un fenómeno social cuyo sentido se encuentra en el significado que esta acción tiene para los miembros de un grupo (Weber, 1971).

El chisme permite identificar una acción que según Weber (1971), muestra una serie de regularidades visibles que responden a un cierto orden hegemónico que le autoriza a sancionar las conductas que sobrepasan lo establecido, pero que también genera, en relación con ese mismo orden, conflictos y respuestas diversas. De manera general, las evidencias sobre el chisme indican que pese a que esta actividad se define como una cuestión tonta, disparatada u ociosa, siempre juega un papel importante en la interacción de los miembros de los grupos, ya sea como parámetro de comportamiento o como iniciador de conflictos o rupturas al interior de los grupos sociales involucrados. Estas regularidades visibles se objetivan en la percepción que la gente tiene acerca del sentido y significado del chisme.

Entre los estudiantes de bachillerato de la UACH prevalece la idea de que el chisme es una conducta dañina que debe ser corregida debido a los efectos negativos que puede traer; pero al mismo tiempo, como lo señala Goldsmith (1898), se le considera una actividad inocua e incluso positiva en la medida que puede contribuir al manejo de conflictos y que surge como parte de la convivencia y la ociosidad en el espacio escolar. Esto permite ver que en su definición y en su práctica está presente una ambigüedad que finalmente coloca al chime como una práctica cotidiana de función comunicativa muy importante.

El éxito de la pervivencia de una cultura o de los diversos grupos sociales está en concordancia con los logros que los procesos de socialización han tenido sobre los individuos. Esto supone una internalización de significados socialmente compartidos que lleva a una comprensión en virtud de mensajes explícitos o implícitos que dan sentido a la comunicación de los individuos (Berger y Luckmann, 1991). Muchos códigos de comunicación son creados con propósitos específicos de intercambio y muchas veces son tomados del lenguaje común, pero con sentidos ocultos que a veces sólo pueden ser identificados por los miembros de cierta "comunidad" que los utiliza con fines de intercambio. En el caso del chisme, estos códigos pueden tener connotaciones subterráneas que aluden a diversos aspectos de la conducta de los otros, especialmente si se hace referencia a lo sexual. En su análisis sobre La invención de lo cotidiano, De Certeau (1999: 24–25) señala que:

Cuando se trata de una alusión sexual, el registro lingüístico cambia inmediatamente: se habla en torno al sexo, de manera lejana, a través de una manipulación muy fina, sutil, del lenguaje, cuya función ya no es dilucidar, sino "dar a entender" [...] El habla sobre sexo es, de cierta manera, la intrusión de la turbulencia en la claridad del lenguaje cotidiano.

Esto último se muestra en los testimonios escritos y orales que los estudiantes proporcionaron y en los cuales se destacan juicios y referencias hacia los comportamientos de los otros en relación con la forma de vestir, de su desempeño académico o de la reputación y conductas sexuales, especialmente cuando se mencionan adjetivos que contienen sentidos diversos para hombres o mujeres, como cuando se señala a alguien por ser fácil, en cuyo caso el adjetivo connota sentidos opuestos para hombres y mujeres.

Partimos de que el chisme es una práctica que repercute de maneras diversas en las interacciones entre estos estudiantes, quienes, por la peculiaridad de la institución de referencia, se ven en la necesidad de convivencia intensa en tiempo y actividades dentro del campus, ya que la mayoría de ellos viven en los dormitorios de la universidad. La condición de adolescentes de los sujetos estudiados supone una etapa importante de la socialización en la cual las personas están pasando por un proceso definitorio de identidad genérica y de afirmación o cuestionamiento de valores y normas; situaciones que tienen lugar en un ambiente de convivencia y comunicación permanentes.

Nos interesa analizar el chisme a partir de las representaciones sociales, en tanto que lo concebimos como una práctica que objetiva, merced a la oralidad, una concepción específica de ser hombre y de ser mujer en un contexto en el cual dominan los modelos masculinos de ser y actuar. El chisme, en todo caso y en relación con el uso de las formas de expresión turbulentas, aparece como una práctica trasgresora en sí misma en tanto que se permite incluir en su discurso el registro de la trasgresión a que alude (De Certeau, 1999), es decir, se permite incluir los comportamientos y actos censurados por quienes elaboran y comparten el chisme.

 

REPRESENTACIONES SOCIALES, SENTIDO COMÚN Y CHISME

La percepción y conocimiento que los sujetos tienen de su realidad inmediata es producto de un aprendizaje social que se va sedimentando a lo largo de su vida, especialmente en las primeras etapas o durante experiencias eventuales de significación extraordinaria (Berger y Luckmann, 1991), de manera que la forma por excelencia en que un individuo se convierte en ser social es ese proceso mediante el cual se interiorizan las normas que rigen tanto sus actos individuales como sus acciones sociales. Dentro de la teoría social existen varios acercamientos que explican estos procesos de internalización del mundo social en los individuos: la perspectiva clásica de Durkheim (1970) define la socialización como un proceso de aprendizaje que determina la primera fase de conformación y establecimiento de normas y reglas a seguir en sociedad. Bourdieu (1988), por ejemplo, partiendo de un análisis poco ortodoxo de la teoría social, retoma el concepto de habitus para entender algunos comportamientos culturales y de clase. La sociología del conocimiento de Berger y Luckmann, nutrida de Durkheim, Weber y algunas posiciones marxistas, analiza el papel que el conocimiento de sentido común juega en la definición de la identidad, así como de la institucionalización y legitimación de las formas de ser y hacer en sociedad.

Cualquiera de estos ejercicios teóricos ha llamado profundamente la atención sobre el conocimiento de sentido común y la importancia que éste tiene en el análisis de las acciones sociales y de la realidad. Teóricamente, el conocimiento de sentido común resulta esencial como objeto de las ciencias sociales y humanas toda vez que entender cómo se construye y cómo se sedimenta en las personas y los grupos sociales, resulta indispensable para la comprensión de las interacciones sociales y las diversas prácticas de los grupos.

La teoría de las representaciones sociales parte de que el sentido común es una forma de conocimiento social que ha sido elaborado en colectivo y que permite organizar significativamente la realidad de la que los sujetos forman parte (Abric, 2001). Y si bien estamos de acuerdo con Bruner (1986: 6) sobre que hay una brecha notable entre "la vida como es vivida (la realidad), la vida como es experimentada (la experiencia) y como es contada (expresión)", también es cierto que reconocemos que "todo acto humano está impregnado con significado [el cual] surge cuando tratamos de conjugar lo que la cultura y el lenguaje han cristalizado del pasado con lo que sentimos, deseamos y pensamos sobre nuestro presente" (Turner, 1986: 33).

Directamente rescatada de la psicología social de Moscovici (1986), se han realizado reflexiones teóricas y estudios empíricos que intentan desentrañar diversos significados sociales que los miembros de un grupo, población o sociedad tienen respecto de su concepto de mundo y las prácticas correspondientes en sus vidas cotidianas (Abric, 2001; Jodelet, 1986; Falmbert, 2001). La particularidad de la disciplina no impide, sin embargo, abordar un objeto específico de estudio, como las relaciones de género o el chisme, ya que antropológica y sociológicamente se da una convergencia epistemológica que busca la comprensión del sentido de las acciones.

Considerando el interés de la teoría de las representaciones sociales sobre el sentido común y sobre las conversaciones cotidianas y reflexionando sobre una extensa gama de posibilidades contenidas en los procesos de comunicación fundamentados en la oralidad, ¿por qué no elegir los chismes y los rumores como objeto privilegiado de investigación? (Araujo, 2005: 71)

El análisis basado en las representaciones sociales posibilita pasar de un nivel escuetamente explicativo causal de las acciones humanas a uno de comprensión del sentido de esas acciones. Es decir, intentamos identificar por qué se actúa de tal manera y no de otra en un contexto específico, basándonos en las declaraciones escritas y orales de un grupo de jóvenes estudiantes que mediante la palabra permiten acercarnos a su forma de ver, entender y experimentar su mundo inmediato.

A partir de lo anterior, las representaciones sociales pueden identificarse como una herramienta de interpretación de la realidad y nunca como la realidad misma, toda vez que están cargadas de significados socialmente atribuidos que los individuos elaboran mentalmente a partir del sentido compartido en un grupo. De esta manera, de acuerdo con Abric (2001:13) asumimos que

La representación funciona como un sistema de interpretación de la realidad que rige las relaciones de los individuos con su entorno físico y social, ya que determinará sus comportamientos y sus prácticas. Es una guía para la acción [que] orienta las acciones y las relaciones sociales. Es un sistema de pre–decodificación de la realidad puesto que determina un conjunto de anticipaciones y expectativas.

Al ser la representación la esencia de la comunicación y la cultura humanas (Goody, 1999), una representación social puede permitir el conocimiento de las elaboraciones subjetivas que comparten las personas porque ellas demuestran las visiones del mundo que los sujetos han construido en su vida social.

Los expertos en representaciones sociales también señalan que éstas tienen dos niveles: el cognitivo y el social (Abric, 2001) o el nivel mental y público (Sperber, 1996). El primero —cognitivo o mental— tiene que ver con la cristalización que una representación social supone de un conocimiento social y culturalmente compartido y que existe en la mente sujeto a los procesos cognitivos de cada individuo; el segundo —social o público— es ese conocimiento expresado en prácticas cotidianas en virtud del habla o de creencias y que establece el medio de comunicación entre los miembros de un grupo social o cultural. De esta manera, ya sea cognitiva, interna, pública o colectiva, las representaciones sociales son, como ya lo señalamos, una posibilidad de análisis interpretativo de la realidad. "Las representaciones internas significan, a menudo, aquello a lo que nos referimos como la expresión del pensamiento, habitualmente mediante palabras expresadas oralmente o por escrito" (Goody, 1999: 49).

El chisme, como práctica y objetivación de conocimientos socialmente compartidos y expresados a partir del sentido común, resulta un objeto importante para las representaciones sociales ya que, en el caso de esta investigación, nos ha permitido identificar un sistema de creencias compartidas en torno a los papeles de género y las conductas socialmente aceptadas y no aceptadas. Como señalamos al inicio de este documento, esta práctica ha sido estudiada desde diversas disciplinas, especialmente como un elemento de comunicación e intercambio de sentidos y significados culturales que permiten reconocer, cuestionar y reafirmar, según sea el caso, las reglas sociales de convivencia, exclusión, rechazo o aceptación y, además, como elemento que sugiere un ejercicio de poder a partir de la competencia lingüística por parte de quien lo genera o inicia.

Efectivamente, el chisme puede contener todos los elementos funcionales señalados y una eficacia real sobre el control de conductas y mantenimiento de jerarquías (Gluckmann, 1963) pero, sobre todo, es una manera óptima para conocer las expresiones más espontáneas del sentido común que fluyen horizontal y verticalmente entre los miembros de un grupo, comunidad o cultura. En este caso, en el que interesa conocer las relaciones entre estudiantes adolescentes de ambos sexos, es pertinente señalar que el chisme y los rumores ejercen en esta población una presión particular, debido a que es una etapa de conformación identitaria que exige figuras en quien confiar por medio de la aceptación y condescendencia (Erickson, 1992).

Como resultado de la convivencia forzosa de tiempo completo entre adolescentes, el chisme se vuelve, como hemos señalado, una forma de ejercicio de poder que sanciona moralmente los comportamientos y los califica merced a parámetros estereotipados de conductas buenas y malas, aceptadas y no aceptadas, mediante los juicios de los mismos adolescentes, los cuales expresan las representaciones sociales propias de su mundo inmediato. Generalmente, los chismes en Chapingo giran en torno a las representaciones sociales de género: apariencia, reputación sexual, embarazos, noviazgos, alcoholismo, desempeño académico y en menor medida asuntos de carácter político institucional (Vázquez, et al. 2006).

Los autores que lo han estudiado caracterizan al chisme como un fenómeno cultural y social, pero sobre todo, a partir de las experiencias y definiciones propias de los actores, se ha podido señalar como una acción que se realiza para hablar de otros en su ausencia con el fin de degradarles o sancionar sus conductas, que puede contener también una intención de venganza o de sacar provecho de una situación determinada. Se realiza generalmente entre personas que tienen una relación cercana y supone, en muchos casos, una forma de pertenencia grupal. En suma, es una práctica evaluativa de los ausentes (Goldsmith, 1989; Gluckmann, 1963; Hall, 1993; Besnier, 1989).

Por último, es preciso señalar que hemos caracterizado al chisme como una práctica en el sentido de una acción que se realiza como parte de un hacer cotidiano por medio del cual los sujetos ponen en acción artimañas, en este caso, de comunicación e interacción para sortear la convivencia diaria y la adaptación al ambiente escolar que les rodea (De Certeau, 1999).

 

METODOLOGÍA

El planteamiento de esta investigación partió de una concepción interpretativa comprensiva de los eventos sociales, por lo que fue fundamental acudir a una serie de técnicas tanto de corte cuantitativo como cualitativo que permitieran tener un acercamiento amplio y lo más riguroso posible al fenómeno de nuestro interés. Decidimos trabajar con la generación de segundo año de la Preparatoria Agrícola, ya que estos estudiantes han pasado un año y medio en la institución, tiempo en el cual han adquirido una serie de experiencias suficientes, personales y de grupo para tener un arraigo más o menos fuerte en la institución y un conocimiento profundo de las prácticas académicas y de convivencia. Esta población de estudiantes (segundo año) constituyó el universo de estudio. La generación está conformada por 18 grupos con un total de 655 estudiantes; 247 mujeres y 408 hombres, cuyo promedio de edad es de 16 años.

El trabajo de recopilación de datos e información se llevó a cabo en tres etapas; en la primera se utilizó un cuestionario escrito cuyas preguntas eran en su mayoría abiertas para identificar la percepción general de los estudiantes sobre la existencia, causas y tipos de chismes más recurrentes. Este cuestionario se aplicó a 180 estudiantes de seis grupos: 58 mujeres y 122 hombres.

En la segunda etapa, se utilizó otro cuestionario elaborado a partir del análisis de las respuestas obtenidas en el primer instrumento y en el que se intentó profundizar en el concepto del chisme, las intenciones y efectos que éste tiene en la vida diaria. Este cuestionario incluyó 21 reactivos, en su mayoría preguntas cerradas. Se aplicó a 99 mujeres y 113 hombres.

La tercera etapa consistió en la realización de cuatro grupos focales, con el fin de discutir algunos de los resultados obtenidos en los instrumentos anteriores y conocer su percepción sobre aspectos tales como el tipo de chismes que se dan, quiénes tienen mayor proclividad al chisme, sus intenciones y efectos según el género. Los dos primeros grupos focales se realizaron con hombres y mujeres por separado, y los dos últimos fueron de participación mixta, es decir, hombres y mujeres compartieron las discusiones. En esta tercera etapa participaron 66 estudiantes: 24 mujeres y 42 hombres.

El número de estudiantes que participaron en total (contestando alguno de los dos cuestionarios o en los grupos focales) fue de 458 estudiantes (181 mujeres y 277 hombres) que corresponden a 69.9% del total de la generación elegida. Es preciso señalar que aunque la intención original era cubrir el total de estudiantes de segundo año (655), sólo contamos con la presencia de estos 458 debido a que al aplicar los instrumentos en los salones de clase, en diversos horarios y fechas, estuvimos sujetas a las ausencias normales de los estudiantes a sus diversas actividades académicas. Por esta razón el porcentaje final no fue una decisión arbitraria sino resultado del método de trabajo.

Las respuestas cerradas de ambos cuestionarios se capturaron en una base de datos simple a partir de la cual obtuvimos sumatorias y porcentajes de los datos generales de los estudiantes y de sus respuestas en relación con el tema tratado. Las respuestas abiertas de los cuestionarios, así como las discusiones surgidas de los grupos focales se transcribieron completas con objeto de un análisis cualitativo.

 

LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA CHAPINGO

La UACH es una institución pública de educación media y superior que orienta su actividad académica de docencia e investigación a la formación de ingenieros agrónomos en diversas especialidades. Se localiza en el oriente del Estado de México, entidad del centro del país. Una de sus características sobresalientes es que la mayoría de sus estudiantes gozan de apoyo económico para la realización de sus estudios mediante dos tipos de becas: el primer tipo consiste en que algunos estudiantes viven en el internado de la universidad y su complemento de beca es una cantidad en efectivo que les permite sostener gastos personales; el otro tipo de beca es para quienes viven fuera de la institución y su beca es completa. Ambos tipos de estudiantes gozan de servicio de comedor en la escuela y otros apoyos académicos como fotocopias y lavandería. Hay un grupo menor de estudiantes que por su condición socioeconómica (es decir, que comprobaron tener posibilidades materiales de sostener sus estudios), no gozan de ningún tipo de beca.

La UACH tiene una cobertura nacional en el sentido de que su convocatoria se difunde en toda la república y recibe estudiantes de todas partes del país, privilegiando a los de escasos recursos y buen aprovechamiento. Sin embargo, en los últimos siete años, ha prevalecido la población estudiantil del Estado de México, que es la zona de influencia de la UACH, así como la de algunos estados del centro y sur. De acuerdo con una clasificación propuesta por Ávila (1993),1 las regiones centro y sur conforman, en 2005, 92% del total de la población estudiantil, distribuida así: 1 016 estudiantes del centro, 519 del sur y únicamente 128 del norte.

Tradicionalmente, la agronomía se ha considerado una profesión masculina, es decir, para varones, cosa que a pesar de la apertura y aumento en el número de mujeres que han ingresado en los últimos años a la UACH, sigue prevaleciendo en el imaginario de la gente y por supuesto se refleja en el número de mujeres que han ingresado a esta universidad. Durante las cinco últimas promociones de ingreso, el promedio de aspirantes mujeres aceptadas ha sido de 46.8 %, lo cual no supone necesariamente que haya habido un incremento sostenido en el ingreso femenino, pues éste fluctúa año con año.

En este contexto, altamente masculinizado, las relaciones entre hombres y mujeres son muy complejas y han generado hechos de agresión física y diversos tipos de violencia entre estudiantes. En tales acontecimientos, tanto hombres como mujeres se enfrentan en la cotidianidad escolar a partir de sus propios recursos personales y culturales adquiridos por medio de sus experiencias de vida.

 

LAS REPRESENTACIONES SOCIALES DE GÉNERO Y SEXUALIDAD

La institucionalización de los comportamientos que restringen las acciones humanas por lo general dejan espacios que siempre han de generar conductas soterradas, marginales, que terminan siendo clasificadas dentro de lo anómico o que se asocian con lo malo y lo que no se debe hacer. El ejercicio de la sexualidad es un tema sobre el que abundan los juicios morales y es sobre ella que muchas de las representaciones ancladas en la sociedad se manifiestan en la visión del mundo de los sujetos en cuestión.

La sexualidad, como cualquier otra acción, es una construcción social que responde a diversos elementos culturales, económicos e incluso políticos, que reflejan una concepción de mundo, de vida e incluso de muerte. Está inmersa en una cosmovisión y, como tal, se corresponde con variadas disposiciones de ánimo, de estilos morales y estéticos, reflejando —al igual que otras manifestaciones humanas— caracteres y calidad de vida (Geertz, 1987). Las prácticas de la sexualidad son, en sí mismas, una cristalización de valores. Si pensamos en la sexualidad, siguiendo a Foucault (1987), como una invención de la sociedad moderna para controlar a las poblaciones en el espacio y el tiempo, quizá resulte menos complicado comprender el sentido social que el concepto connota en la actualidad, especialmente en relación con los prejuicios que le son propios.

La sexualidad es inherente a los seres humanos y las manifestaciones o prácticas que sobre ella resultan corresponden a situaciones culturales específicas. De acuerdo con Foucault (1987), antes de que las sociedades occidentales entraran en la modernidad, las prácticas sexuales simplemente no eran un tema relevante para la sociedad. Para él, la sexualidad entra en escena pública con la aparición del Estado moderno y sus instituciones, las cuales se consolidan para garantizar el control de su gente y separan lo bueno de lo malo, lo digno de lo indigno, lo sano de lo enfermo. Aparece entonces lo que Giddens (1998) llama el secuestro de la sexualidad que queda, al menos desde la esfera pública, irremediablemente conectada con la reproducción y, en consecuencia, con los papeles de género.

El reconocimiento de la sexualidad como construcción social es importante porque más allá de la naturaleza biológica de los seres como entes sexuados, es posible sostener que de una u otra manera la mayor parte de las experiencias humanas están mediadas por la socialización de que han sido objeto. Sin dejar de lado la experiencia cognitiva particular, es importante subrayar que al formar parte de lo público son también objeto de su representación colectiva y quedan sujetas a sanción.

Esta proclividad evaluadora de los comportamientos de los demás queda mostrada en el estudio realizado, cuando resulta que los principales temas sobre los que se chismea tienen que ver con la apariencia física, los comportamientos sexuales, los noviazgos, embarazos, abortos, orientación sexual y otros menos socorridos, pero que se dan en relación estrecha con los papeles genéricos socialmente esperados, tales como que las mujeres cuidan más la apariencia tanto por gusto como por presión social, o el hecho de justificar la existencia de comportamientos diferenciados para chicos y para chicas. Esta construcción de papeles refleja de manera clara los estereotipos de género que permiten señalar por qué una mujer es bien o mal vista y un hombre es o no respetado como tal.

La masculinidad y la feminidad se han erigido como parámetros excluyentes que no permiten medias tintas ni conductas ambiguas, de tal suerte que la organización social del comportamiento sexual y de género son fácilmente expresados e identificables para una diversidad de conductas, tal como lo confirman algunos testimonios2 de los y las estudiantes:

Es la naturaleza, el hombre es un animal polígamo: más de 90% de los animales son polígamos, entonces el hombre por naturaleza busca más aunque hay hombres que llegan a controlar sus impulsos y los que no, los que inmediatamente andan buscando algo más (GFH).

[Los hombres] son infieles por naturaleza. Hay grupos de dominancia [sic] por machos, o sea normalmente las mujeres tienden a irse o con el más fuerte o con el que tiene ciertas cosas que les agradan, a esta edad he visto que muy pocas se fijan en los talentos o en las cualidades, hay muchas que dicen "mira qué fuerte está" y a esta edad [...] es cuando se presenta el mayor índice de embarazos porque se van con el más fuerte. Parte de la personalidad tiene que ver con la personalidad de dominio (GFH).

[...] bueno, yo pienso que depende de la mentalidad del hombre porque a veces buscamos algo estable y pues queremos algo serio y no necesariamente porque esté bonita nada más (GFH).

Yo pienso que también los hombres buscan que la mujer sea muy femenina, la mayoría lo busca, puede ser que una chava no sea muy bonita, pero si es una que se arregla a la moda, usa zapatos altos y usa falda, se viste a la moda o así aunque no está tan bonita es muy seguida por hombres; en cambio una mujer que a la mejor es bonita físicamente, pero no se arregla mucho, los hombres ni siquiera la voltean a ver (GFM).

[..] he visto que muchas veces el término de amor se malinterpreta porque hay chicas que tienen una relación en donde no hay golpes ni violencia, pero sí hay lágrimas y tú muchas veces quieres a tu pareja y no te fijas si esa persona merece que lo quieras. Y mencionaban lo de los vaqueros, por lo general son muy seguidos los vaqueros por las mujeres, bueno no a todas pero sí a la mayoría les gustan los vaqueros, entonces eso tiene que ver con la educación que les están dando en sus casas; no se qué tengan los vaqueros, pero así es... (GFM).

Creo que hay cierto índice de rechazo a los gays porque hay personas que dicen: "tú hazte para allá"; creo que eso no debería ser (GFM).

Lo que sí veo de parte de nosotros los hombres, que hacia los gays no es un rechazo total, simplemente es: "tú no te metes conmigo, yo no me meto contigo"; digamos, es así como mantener distancia: "tú por allá y yo por acá" (GFH).

Bueno, hay veces que (los gays) te llegan directamente, como en el viaje y entonces la mayoría actuamos agresivamente pero son más mandados, peor que una chava (GFH).

Yo creo que si van a buscar, tanto las mujeres como los hombres algo serio, no van a buscar una mujer que sea fácil sino, aunque sea contradictorio, buscan una persona que les cueste para que de esa manera tengan cierta seguridad para inmiscuir sentimientos personales; igual las mujeres (GFH).

Sobresale de estas citas la representación que se tiene de lo que deben ser las mujeres y los hombres. Una mujer debe ser femenina en su apariencia: vestir de acuerdo con su sexo para llamar la atención y ser seguida por los muchachos. Una chica también debe ser de difícil acceso para quien desea tener una relación seria; por tanto, las chicas que han tenido muchos novios o que conviven con amigos pueden ser asediadas y populares, pero no contempladas para una relación seria. Por otro lado, el concepto de ser hombre o de masculinidad tiene que ver con conductas sexuales más disipadas y con la idea de que un hombre significa fuerza física y aspecto rudo, como el caso de los estudiantes norteños, llamados "vaqueros", quienes por su vestimenta y actitud ejercen un atractivo especial entre las mujeres. De esta manera, es posible aseverar que el ejercicio de la sexualidad, su control y sus manifestaciones están necesariamente ligadas a la construcción social de los papeles de género, cuya internalización se manifiesta abiertamente merced a las expresiones e intercambios de sentido común, derivados de la experiencia de los adolescentes.

En el caso de las alusiones a los varones homosexuales, resultó un poco difícil que los chicos asumieran abiertamente en sus testimonios el rechazo que de hecho se da en la práctica diaria hacia este tipo de individuos; sin embargo, el mensaje excluyente es bastante evidente cuando expresan su temor a que se les acerquen y su intención de mantenerse alejados de ellos para no contaminar su imagen.

Conductas como el consumo de drogas o alcohol son más propias de los hombres que de las mujeres, y de acuerdo con los datos obtenidos, ocupan el mismo grado de importancia como chisme sobre ambos. Sin embargo, podríamos señalar que, de manera general, existe una referencia constante al tipo de conductas asociadas al género, de tal manera que podríamos esquematizar algunos estereotipos de la siguiente manera:

Es preciso acotar que respecto al alcoholismo y la homosexualidad hay una cierta tolerancia por parte de ambos sexos en el siguiente sentido: en el caso de las mujeres, aunque se pronunciaron reiteradamente porque no les gusta que sus amigos o novios sean "borrachos", reconocen que no les molesta del todo que consuman alcohol en fiestas o por diversión. Por otro lado, los hombres suelen ser menos severos con las conductas homosexuales entre mujeres que entre hombres. Si bien pudimos identificar algunas burlas o críticas a los comportamientos poco femeninos de algunas compañeras, también expresaron que hasta les causa "ternura" ver que las mujeres se abracen o tomen de las manos, lo cual no significa que acepten de buena gana que ellas sean homosexuales, tal como lo veremos más adelante.

Acá por ejemplo, por cultura ya, se ve mal o se cataloga como que se ve mal que las mujeres tomen porque se supone que el hombre sí se ve bien tomando, bueno así se tiene catalogado (GFH).

[...] bueno que una chava se tome una copa, dos, tres, no es malo siempre y cuando se sepa controlar porque hay ocasiones que pues nos excedemos a nuestras capacidades de tomar alcohol, siento que ahí está lo malo, en los excesos (GFH).

Dado que estamos en una sociedad con machismo vigente se ve mal que una mujer haga cosas de hombres como fumar, tomar inclusive (GFH).

Yo sí lo veo mal porque casi nunca he visto una mujer tomada, muy rara la vez, pero eso de verlas de acá para allá, sería feo, bueno los hombres también nos vemos mal, pero pues una mujer más (GFH).

Lo más negativo para nosotras es que un chavo tome; no nos gustan los borrachos (GHM).

Como todo, no les vamos a decir que no tomen pero que sean moderados, que no anden todos perdidos de borrachos, no si les gusta tomar, pero poco (GHM).

En el marco general de una sociedad y una cultura escolar altamente masculinizadas, los efectos que causan los chismes en torno a los temas que los estudiantes declararon como preferidos, son analizados en la parte siguiente.

 

EL IMPACTO DEL CHISME

De acuerdo con la experiencia de los estudiantes que participaron en este ejercicio de investigación, la mayoría de ellos considera que los chismes son acciones que repercuten negativamente en la vida escolar y personal de quien se ve involucrado en ellos. En conjunto, los alumnos tienen una percepción clara sobre el daño que se causa con los chismes. Resulta interesante destacar que, aunque con poca diferencia, el número de mujeres que opinan que sí se daña con los chismes es ligeramente menor que el número de hombres que opinan sobre lo mismo.

Esta situación puede ser concordante con la idea declarada por parte de las mujeres al señalar que ellas resuelven los problemas a partir de las aclaraciones verbales. Esta última idea, sobre el hecho de que se resuelven los problemas generados por los chismes o rumores después de aclarados, queda poco soportada en el momento en que los testimonios obtenidos mediante los grupos de discusión nos permiten identificar que no se da exactamente de esa manera. La mayoría de las mujeres aceptaron que, aunque intentan aclarar las cosas, esto no resulta en una verdadera solución del conflicto, sino que la mayoría de las veces y en el mejor de los casos dejan de ser objeto de rumores, burlas o agresiones, pero pierden la relación con sus amigas o amigos. Los testimonios siguientes ilustran esta situación y corresponden a respuestas escritas proporcionadas por mujeres en el primer cuestionario:

Sí, dijeron que yo hablé mal de unos compañeros y ellos se enojaron y me dejaron de hablar [...]

[...] dijeron que yo hablaba de una amiga, por lo tanto, rompimos nuestra amistad.

[...] las compañeras del salón ya no me hablan bien y eso me afecta porque siento que ya nadie confía en mí y no es justo [...]

[...] a mi amiga le dijeron algo que yo nunca había hecho, pero ella lo creyó y perdí su amistad.

Sí, pues mis compañeros me dejaron de hablar porque pensaban que andaba de sexo servidora y por supuesto que no era cierto.

[...] yo quería andar con un chavo pero su amigo le dijo que yo ya me había acostado con él, cosa que era falsa, así que el chico me dejó de hablar y ni tan siquiera me dejó explicarle qué onda con su amigo.

La respuesta directa a la pregunta de si les ha afectado algún chisme de manera personal es afirmativa por parte de ambos sexos, con una ligeramente mayor diferencia para las mujeres (59.6%) sobre los hombres (49.6 por ciento).

Además, el daño que sigue al hecho de haber sido objeto de un chisme parece que sí deja una secuela mayor en las mujeres que en los hombres ya que, debido a la representación estereotipada que se tiene de los modelos de feminidad y masculinidad, como de las acciones deseables y aceptadas para cada caso, las mujeres son mucho más vulnerables ante las críticas y juicios de sus compañeras y compañeros en general.

Yo creo que sí afectan [los chismes], porque las mujeres tienden más a ser difamadas; los hombres como quiera les da igual lo que digan hasta cierto punto (GFH).

Las mujeres se ven más afectadas que los hombres y más aquí en Chapingo pues como son pocas, casi todas son conocidas y si ya se conocen y empiezan a salir chismes de ellas pues como que las fichan, ¿no? Y entonces eso sí les afecta porque entonces las personas las van a tratar diferente (GFH).

Yo creo que a todos afecta de una u otra manera. Hay un impacto psicológico, pero pues en la secundaria era otro tipo de vida, en esa época era un poco más inmaduro, nos importaba mucho lo que decían de uno y los rumores, y ahorita pues ya no tanto (GFH).

Muchas veces hasta entre las mismas mujeres se andan diciendo cosas, dicen "esa es bien fácil" nada más porque la ven platicando un día con su novio y ya por eso eres fácil y también hay chicas que tienden a juzgar a las demás y se sabe que no son como ellas dicen, y a veces la misma persona que está diciendo algo de otra puede ser que llegue mucho más lejos de lo que está criticando o sea peor de aquella a quien le inventa cosas (GFM).

Inventaron haberme visto haciendo cosas indecentes en la vía pública con un muchacho, se habló de más y quienes lo supieron, tuvieron una imagen muy equivocada de sobre mí (TMC1).

Sí, tuve un novio y resulta que cuando terminamos parecía una cualquiera, sólo por tener muchos amigos o cuando salí de Chapingo con los hombres para acompañar a un grupo de fútbol y dijeron que me había ido sólo para estar con ellos y todo el grupo lo sabía pero se lo dijeron a mi novio (TMC1).

Es muy feo cuando tratan de desacreditar o hacerle mala fama, a mí me afecta mucho cuando me inventan chismes de faltarme al respeto. Por ejemplo que yo ando con mi novio como si ya fuéramos algo más, mi educación que me dieron mis padres hace que me afecten mucho los comentarios de como llevo mucho tiempo ya me dejo manosear o me quedo con él (TMC1).

También depende de [sobre] quién se diga y lo que se diga. A mí en viaje de estudios se burlaban porque me picó un mosco y se veía como chupetón y decían: "no, que tiene una novia en el pueblo", y yo, pues le seguí la corriente, me inflé el pecho y sí, como que le das más importancia al rumor, así que depende del rumor mucho de lo que se diga y de quién, si hubieran dicho otra cosa, pues uno hasta se esconde, o sea depende el contexto en el que se encuentren los chismes (GFH).

[...] puede ser que [a] las mujeres también les afecta un poco más porque lo que se diga de ellas, o sea, los hombres piensan así por rumores o sea si sus amigos les dicen que ella es una golfa aunque no lo sea ellos van a pensar que es una golfa entonces dicen "ah, mira que allá viene esa vieja, esa prostituta, esa puta", lo que sea y entonces la van a empezar a rechazar; en cambio a una mujer de rumores de hombres, no. Ponga usted que sí nos importa pero no tanto, es más fácil que una mujer compruebe si es cierto a que un hombre compruebe si es cierto lo que se dice de ella (GFM).

Pedimos a las y los estudiantes que numeraran en orden de importancia las tres áreas de su vida en que los chismes afectan más. Las respuestas arrojaron que la reputación sexual, la autoestima y las relaciones personales son cuestiones que reiteradamente les preocupan en relación con la imagen que proyectan o que se genera a partir de los chimes. A estos tres aspectos, los estudiantes les asignan la mayor importancia en relación con los efectos negativos del chisme. Y por tanto, el significado que cada uno de los daños tiene para mujeres y para hombres, es distinto.

En el caso de las mujeres, 81% de ellas señala en primer lugar que el efecto más dañino recae sobre la reputación y 61% lo consideran el daño más grave en segundo lugar. Si consideramos que uno de los aspectos que se toca permanentemente, ya sea de manera directa o tangencial, es lo referente a la sexualidad, resulta explicable que suceda de esta manera, en el entendido de que uno de los principales mecanismos de control político, social y moral se ejerce mediante la sexualidad (Foucault, 1987).

En el caso de los hombres, 81% de ellos perciben que las relaciones con los demás son lo que más se daña en primer lugar, y 67% considera que es el segundo daño más importante. Esto responde fundamentalmente a que los compañeros o compañeras suelen dejarse llevar por rumores, pero sobre todo, porque el daño se llega a convertir en resentimiento. Curiosamente, la autoestima es un aspecto que afecta más a los hombres, aunque sólo 67% de ellos la mencionan en tercer lugar:

Me afectó a tal grado que perdí a varios amigos, me dolió y espero que la persona que me difamó no caiga en las mismas circunstancias que yo. Muchos han inventado acciones falsas sobre mí; también inventan cosas que nunca he dicho. Eso me provoca frustraciones a mí mismo y daña mi entorno social (TCH1).

Me involucraban sexualmente con un compañero de mi ex grupo y pues dañó mi imagen frente a las mujeres (TCH1).

Me inventaron que le andaba bajando la novia a un chavo [...] cuando llegó el chavo y se enteró, pues me quería golpear con todos sus amigos (TCH1).

Hay veces que los compañeros se enteran de algo que tú no quieres que sepan y te empiezan a hacer burla y es cuando tu autoestima baja y sientes que ya no quieres seguir estudiando aquí y quieres regresar a tu lugar de origen (TCH1).

[..] llegué a perder la confianza en las personas y en algunos con quienes me llevaba bien, [que] se alejaron de mí y no me hablan (TCH1).

Los jóvenes expresan y refuerzan el proceso de socialización que delinea los papales de género mediante la aprobación y desaprobación del "cumplimiento" del papel socialmente esperado y deseado. En este sentido, el chisme es un regulador de conductas individuales y de relaciones sociales. Ello se debe a que provoca burlas y exclusiones; la gente se "cuida" de lo que los demás dicen o piensan.

[Hay que hacerle] como lo que hacen los políticos con sus chistecitos: no hacerles caso. Lo que pasa es que el hombre tiene una actitud más de valemadrismo, de que "¡eso me vale madres!", y los hombres que llegan a tener problemas con esto es porque les afectó seriamente no sólo un malentendido o un rumor mal infundado, es lo que pasa (GFH).

Bueno, aquí yo quiero decir que si un hombre [sobre el que] dicen que es mujeriego entre los hombres no es chisme, a los hombres no les importa el chisme incluso llega a haber veces que casi, casi se le ve como un héroe, es en serio, parece de risa pero sí es la verdad, muchos admiramos al que anda con una y con otra (GFH).

[...] y también el tipo de chisme porque no es lo mismo la palabra "fácil", en hombre es mujeriego y en mujer es otra cosa, entonces el mismo chisme influye en forma diferente y eso trae cambios o actitudes diferentes (GFM).

Todos se influencian pero es diferente dependiendo también de qué chisme influye más para que uno cambie de forma de ser, de actitud, qué chisme es lo importante (GFM).

Es que depende de la relación que tú hayas tenido con esa persona, una chica o un muchacho, porque por ejemplo, no sé: si yo no me llevo bien con una muchacha ella a la mejor su manera de reacción es decir de mí: "¡ah!, es bien fácil", pero a la mejor lo dice así no más por no dejar o rencor, o porque el muchacho que a ella le gusta a mí me llegó, ¿no? Y a mí también me gusta y algunas de las reacciones que tienes es decir eso, entonces tú obviamente ya sabes que como dicen: "¿De qué murieron los quemados? Pues de ardor, ¿no?". Pues sí, es que así es, digamos que cuando viene ese comentario de otra persona que es importante para ti pues te afecta más porque uno se pregunta "pues qué le hice o qué dije", y te pones a pensar eso (GFM).

Pero el chisme también es un generador de conflictos en la medida que puede dar lugar a reclamos, rupturas, desprestigio o exclusiones del círculo social inmediato, como es el caso del grupo de amigos en la escuela. Esta última situación puede causar que la víctima del chisme se vea forzada a hacerse a un lado del grupo, ya sea por decisión propia o de otros o en su caso a adoptar distintos tipos de conducta para complacer a la comunidad.

 

CONDUCTAS DE ADAPTACIÓN Y RESISTENCIA ANTE LOS CHISMES. ¿FINGIR Y APARENTAR?

La mayoría de los estudiantes, tanto mujeres como hombres, aunque reconocen que sí les afectó de alguna forma un chisme, declaran que no cambiaron su conducta a pesar de haberse visto involucrados. Poco más de la mitad de las estudiantes dijeron que sí les afectó de manera personal un chisme (59.6%), en tanto únicamente 49.6% dijeron haber cambiado su comportamiento a raíz de este hecho.

Comparativamente, con más frecuencia las mujeres tienden a responder con un cambio de conducta, a diferencia de los hombres: mientras que 32.7% de hombres aceptan haber cambiado después de un chisme, las mujeres lo aceptan en 41.4 por ciento de los casos.

Ya sea como regulador y custodio de valores socialmente aceptados o como generador de conflictos, el chisme genera al menos dos tipos de conductas: las de adaptación o las de resistencia. Las primeras de ellas se refieren a las respuestas adoptadas por las víctimas del chisme para evitar ser juzgadas, rechazadas o para recuperar una imagen positiva. Las conductas de resistencia se refieren a las respuestas que ofrecen las víctimas del chisme a manera de desafío, acentuando las conductas criticadas: formas de vestir, formas de hablar y en general actitudes retadoras ante el chisme.

Con base en la información proporcionada en los cuestionarios y los grupos de discusión, sobresale que hay mayor tendencia hacia un cambio de comportamiento adaptativo con el objeto de ser señaladas o señalados, pero también es notorio que son las mujeres quienes asumen con más frecuencia que han cambiado como resultado de haberse visto involucradas en chismes e incluso con la intención de no ser criticadas, antes de ser víctimas de los rumores: por temor a que hablen, para ser aceptadas o como medida de corrección a comportamientos probadamente rechazados. De esta manera, tenemos que entre los cambios de comportamiento más recurrentes están los siguientes: (se ven en el cuadro 2)

Fingir y aparentar, antes o después de verse involucrados en un chisme, es una muestra clara de la presión social que se ejerce en la mayoría de los estudiantes que prefieren sentirse parte del grupo y la comunidad chapinguera. Sin embargo, existen algunas actitudes retadoras que surgen en el contexto de supervivencia en el ámbito escolar, tales como reafirmar una acción criticada de manera que esto puede implicar una aceptación forzosa de los demás o un aislamiento de quien es criticada o criticado, a pesar de saber que se siguen generando chismes. Algunas mujeres señalan al respecto:

Me hice más cínica, valemadres (TMC2).

Por ejemplo en mi caso, siempre me han dicho que soy marimacho por mi forma de vestir, pero yo digo que no tiene nada que ver la forma de vestir; simplemente me visto así porque yo he tenido problemas familiares de todo tipo. Por eso es como me visto, o sea no los tomo en cuenta porque yo estoy segura de mi sexo. Me vale lo que me digan. Hasta cierto punto me toman como antisocial por mi forma de ser o vestirme, o lo que sea, pero yo digo que los cambios se dan más que nada por la forma de pensar de la persona; a mí me sigue valiendo porque yo estoy segura de mi forma de ser, de mi sexo y de lo que sea (GFM).

Por ejemplo, yo estoy en un equipo de fútbol y hay chavas que nos llevamos rebien todas y dicen que las mujeres somos muy marimachas, y en los entrenamientos pues nos acoplamos bien porque nos apreciamos y los chavos, porque hay equipo de los hombres... pues una chava, mi mejor amiga, yo siempre estoy con ella y platicamos mucho y su novio decía "no, es que prefieres estar con ella" y nos empezaron a decir que esas chavas del equipo que eran lesbianas y que yo andaba con mi amiga y entonces en frente de ellos nos abrazábamos más, no sé, para molestarlos, pero no, los chavos seguían y mi amiga nunca tuvo problemas con su novio... es que todo se presta para que nos portáramos así como de reto hacia ellos. Los hombres empezaron el chisme, los del equipo de fut de los hombres (GFM).

Es evidente que la crítica que se hace a las mujeres que se abrazan y juegan fútbol, así como la deducción que resulta de estas conductas sobre sus preferencias sexuales, está basada directamente en los estereotipos establecidos y los papeles de género socialmente aceptados, como lo demuestran las declaraciones anteriores. Es decir, si las chicas juegan un deporte principalmente masculino y además se abrazan, hacen dudar sobre su feminidad. Y aunque para las mujeres estas críticas parecen mejor afrontadas, en el caso de los hombres, el hecho de que puedan ser etiquetados como homosexuales ejerce un efecto mayor y la respuesta es menos retadora:

Me alejé de una amistad masculina, por temor a que pensaran que había entre ambos algo más que amistad (THC2).

 

EL ABANDONO ESCOLAR COMO RESPUESTA

Resultó muy difícil identificar hasta qué punto este tipo de agresión (chismes y rumores) ha ocasionado que alguien deje la universidad. Sin embargo, los casos de los que tuvimos conocimiento mediante algunos testimonios coinciden con el tipo de daños que ya se han mencionado, los cuales ejercieron presiones excesivas en quienes decidieron o se vieron forzados a abandonar la escuela. Entre los casos sobresalientes tenemos los de jóvenes varones que a causa de sus preferencias sexuales no pudieron sobrellevar la presión; así como casos de mujeres cuyos padres no les permitieron continuar a causa de chismes o rumores fundados o infundados sobre su comportamiento sexual en Chapingo. En este sentido, el efecto más impactante es en realidad el conflicto que se genera a raíz de la sanción ejercida por medio del chisme. Citamos algunos testimonios expresados en el cuestionario realizado en la segunda etapa. Sobre mujeres que dejaron sus estudios se dice lo siguiente:

Porque a una chava le hicieron mala reputación, pues según tenía un buen de novios y la trataban de puta... Por eso ya no soportó mas y dejó la escuela.

Por un chavo nada más, que porque si habían fajado o no.

Que una chava tuvo relaciones sexuales con un maestro para que la pasara.

Que se acostaba con un profe y su jefa la cachó, además el profe la pasaba exenta en todo.

Era una muchacha que era novia de un fitotécnico de séptimo grado. Inventaron que ella había tenido relaciones con él y ella por pena quiso terminar con él pero las cosas se agravaron pues él la quería y como ella le comunicó este chisme a sus padres, su hermano agredió a su novio y ella por pena o tristeza o por ser obligada por sus padres (ciertamente no lo sé), dejó Chapingo.

La discriminaban por su físico.

Conocí una chava que decían que estaba embarazada; abortó, su novio la golpeaba, no era cierto y sus papás se la llevaron.

Una chava que la violaron y no era así y sus papás la sacaron y ya no volvió a entrar.

[...] .. que se acostaba con profesores.

Por su parte, los hombres que dejaron Chapingo fueron víctimas de chismes referentes a su orientación sexual y, en menor medida, por consumo de alcohol:

Ah, pues que él era homosexual y todos lo molestaban y como ya no aguantaba se fue de la UACH.

Que era gay.

Un chavo que era homosexual y se tuvo que ir.

Es gay, no quería que nos enteráramos pero cuando supo que nosotros ya sabíamos, de pronto se dio de baja.

Se trató de un chavo, se empezó a inventar que era homosexual y todos empezaron a burlarse de él hasta que dejó la universidad.

Lo acusaron de tomar mucho alcohol, sus padres lo supieron y le causó depresión porque no se quería ir de aquí.

 

CHISME Y VIOLENCIA

Las reacciones que las y los estudiantes tuvieron que afrontar cuando fueron objeto de chismes se expresaron principalmente en forma de burlas y exclusiones, por lo que recibieron las sanciones correspondientes y trataron de solucionar el problema, ya hablando, ya cambiando de actitud. Los hombres sufrieron más de burlas (40%) y las mujeres perdieron sus amistades (19%). Aunque un porcentaje importante de estudiantes señalaron haber resuelto el problema tras su intento de aclararlo (38%), ésta podría ser una percepción imprecisa, ya que muchas mujeres aceptaron que, de cualquier manera, no sostuvieron sus relaciones amistosas.

Cuando la rigidez de los estereotipos resulta tan evidentemente internalizada y se ve reforzada de manera permanente por medio de actitudes profundamente diferenciadas y excluyentes, la violencia no aparece como un elemento evidente ni importante. La violencia, en el imaginario de mucha gente está únicamente asociada a los golpes. Sin embargo, el ejercicio del poder acude a un sinnúmero de mecanismos que sancionan de diversas formas. La violencia física es sólo una expresión objetiva de este poder que toma formas extremas de manifestación con el objeto de ejercer el control. Uno de aspectos que mayor control requiere una sociedad, donde el modelo patriarcal y de masculinidad hegemónica son los pilares de su continuidad, es la sexualidad, la cual supone una vigilancia permanente para su buen manejo. Pero ese manejo es diferenciado en el caso de mujeres y de varones.

Todas las sociedades ponen en práctica acciones instituidas mediante rituales que refuerzan la división sexual del trabajo y la jerarquía de los sexos, en cuya base usualmente se encuentran las mujeres. Independientemente de las posiciones sociales y económicas alcanzadas por las mujeres, el control sobre su comportamiento femenino es una realidad y corresponde a una parte del imaginario que no sólo define las creencias de los varones, sino que son compartidas, custodiadas y aun defendidas por las mujeres. Como señala Godelier (1986: 274):

más allá de toda relación personal entre los individuos de ambos sexos [...] la sexualidad en toda sociedad se halla subordinada a las condiciones de reproducción de las relaciones sociales, que no les pertenecen, y por ello se ve obligada a sostener con sus propios medios un discurso que en lo esencial no proviene de ella y va mucho más allá de ella, ya que justifica un orden social al que se debe someter [...] Se impone la tarea de en la sexualidad los efectos de subordinación a tales o cuales relaciones sociales, y sobre todo, lo que es evidente, en la reproducción de tales o cuales relaciones de parentesco.

La forma en que cada sociedad garantiza esta reproducción de relaciones sociales es diversa, pero no menos organizada. Merced al control de la sexualidad se perpetúan estados de cosas que garantizan el dominio de una vida social adecuada para su funcionamiento. Los mecanismos de control más efectivos resultan ser aquellos que no son físicamente violentos y se instituyen por medio de prácticas cotidianas que se distribuyen como un conocimiento de sentido común que pone en escena sus formas más sutiles: comportamientos adecuados. En este sentido, es posible afirmar que la violencia que no se ve es la violencia más exitosa: la que surte efecto en el control de uno mismo y obedece lo establecido porque "así debe ser".

En el caso de los chismes como reguladores y evaluadores de conductas, puede considerarse que esta práctica encierra una alta dosis de violencia simbólica que somete las voluntades y los deseos más íntimos. A su vez, el chisme provoca reacciones de los otros, reacciones que pueden generar también comportamientos violentos, físicos o psicológicos que hacen reaccionar a los que se rompen las normas.

Foucault (1981: 183) identifica muy claramente —aunque desde una perspectiva distinta a Godelier en su análisis de la sexualidad y los castigos— cómo se imponen los límites a las conductas no deseables por medio de mecanismos sutiles.

En el taller, en la escuela, en el ejército, reina una verdadera micropenalidad del tiempo (retrasos, ausencias, interrupciones de tareas), de la actividad (falta de atención, descuido, falta de celo), de la manera de ser (descortesía, desobediencia), de la palabra (charla, insolencia), del cuerpo (actitudes "incorrectas", gestos impertinentes, suciedad), de la sexualidad (falta de recato, indecencia). Al mismo tiempo se utiliza, a título de castigos, una serie de procedimientos sutiles, que van desde el castigo físico leve, a privaciones menores y a pequeñas humillaciones.

Como se anota arriba, entre los chismes de más peso están los que atentan contra la autoestima y la seguridad de las víctimas del chisme, quienes se convierten en objeto de burlas o se ven segregados del círculo de amigos o compañeros. Por esta razón, el cambio de comportamiento obedece a la necesidad de ser aceptado o no criticado por como se quiere ser, optando por ser como se debe ser. El chisme provoca reacciones que tienen los tintes de "pequeñas humillaciones" difíciles de ignorar.

 

CONCLUSIONES

El análisis de los chismes no se agota en las representaciones sociales. De hecho, éstas son sólo una parte de las muchas vetas que aún hay por explorar en relación con el chisme como objeto de investigación. Sin embargo, es importante señalar que, en este caso, ha resultado un indicador muy elocuente de lo que significan las relaciones de poder y el control sexual como reguladores de los papeles de género y mantenedores de la dominación social, así como de la función central que juega en la comunicación intersubjetiva de los conocimientos sociales.

El chisme como práctica social pone en escena, mediante la oralidad —quizá más que otras prácticas sociales— una serie de conceptos, valores y creencias compartidas que se anclan en la conciencia individual de cada uno de los miembros de una comunidad o una sociedad. Deja entrever, como apunta Schütz (1974), la reciprocidad de perspectivas que identifica a la gente en una sociedad específica. Esta reciprocidad de perspectivas que permite la comunicación y comprensión del sentido de las acciones humanas se ve reflejada en los conceptos dominantes de los papeles de género. Las mujeres y los varones juzgan y sancionan por igual las conductas que de una u otra parte se consideran inaceptables y, que en muchas ocasiones, sólo es posible expresarlas de manera oculta o indirectamente por medio de los chismes.

La ambigüedad subyacente que califica a los chismes como dañinos pero necesarios o divertidos no deja fuera lo peligroso que éstos pueden ser para el buen funcionamiento de los grupos cercanos. Enfrentarse a los chismes o reconocer que se ha participado directa o indirectamente en ellos implica necesariamente la revisión acuciosa de los comportamientos sociales propios y ajenos, para lo cual existe siempre un parámetro de lo que se deber ser y de lo que los demás esperan de alguien. Si los chismes actúan como reguladores e integradores, es precisamente por su carácter evaluador que impone la sanción de estar en boca de los conocidos, especialmente de aquellos a quienes se les debe cierto respeto y condescendencia como los padres, maestros, novios, novias o compañeros de escuela.

El comportamiento sancionado por un chisme se refiere usualmente a conductas agresoras a las buenas costumbres, especialmente en lo que se refiere a la sexualidad. Este último aspecto trasgresor de los mecanismos de dominación patriarcal, sobre todo si es ejercido libremente por las mujeres, exalta la permisión masculina de conductas que en las mujeres resultan faltas de recato y arriesgan la posibilidad de ser tratadas con respeto, como en el hecho de que un hombre es bien visto por sus iguales cuando tiene muchas amigas o mujeres con quienes potencialmente tendrá un encuentro sexual. No es el caso de las mujeres, a quienes se prefieren difíciles para tener una relación seria, o del hecho de sobrevalorar los comportamientos machistas en detrimento de todo aquello que pudiera poner en entredicho su masculinidad.

El chisme puede identificarse como un acto de violencia que, sin implicar agresión física, ejerce una presión moral de mayor peso, de la que no es fácil apartarse, ya que daña profundamente la reputación, las relaciones personales y la autoestima, especialmente en la adolescencia, etapa durante la cual se dan permanentes cuestionamientos de los valores aprendidos en las fases tempranas de la socialización. La mayoría de las chicas y chicos de esta institución escolar convergen en un ambiente nuevo al iniciar sus estudios en ella, porque muchos dejan a sus familias para vivir con los compañeros en la escuela y son depositarios de una serie de significados culturales que, si bien son ampliamente compartidos, también están construidos sobre la base de experiencias muy particulares. Su situación biográfica les proporciona herramientas diversas para enfrentar la convivencia y afrontar las críticas y las sanciones consecuentes. Es esta parte de la experiencia particular lo que hace que cada una de ellas y de ellos, pese a la homogeneidad de los conocimientos de sentido común que comparten, pongan en práctica las artimañas o acciones que les permitirán continuar su vida de manera exitosa, en lo que se refiere a la convivencia e identificación de la comunidad escolar.

 

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NOTAS

1. Las regiones están conformadas de la siguiente manera, centro: Aguascalientes, Estado de México, D. F., Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos, Tlaxcala, Puebla y Colima; sur: Veracruz, Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Quintana Roo, Campeche y Yucatán.

2. En adelante, las referencias de los testimonios utilizados en este documento se clasifican de la siguiente manera:

TMC1: Testimonios escritos de mujeres en el cuestionario de la primera etapa

THC1: Testimonios escritos de hombres en el cuestionario de la primera etapa

TMC2: Testimonios escritos de mujeres en el segundo cuestionario

THC2: Testimonios escritos de hombres en el segundo cuestionario

GFM: Testimonios de mujeres obtenidos en los grupos focales

GFH: Testimonios de hombres obtenidos en los grupos focales

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