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Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.28 no.114 Ciudad de México ene. 2006

 

Horizontes

 

Política y mundo universitario: algunos datos sobre la cultura política del alumnado en la Universidad de Cantabria (España)

 

Politics and university: some informations about the political culture of the students at the university of Cantabria (Spain)

 

Marta García Lastra*

 

* Doctora en Sociología por la Universidad de Deusto. Profesora de Sociología del Departamento de Educación de la Universidad de Cantabria. Sus líneas de investigación se centran en la sociología política y en la sociología del género, temas de los que ha publicado diversos artículos y capítulos de libros como "Género y trabajo", en J.C. Prior Ruiz y R. Martínez Martín (2005) (coords.), El trabajo en el siglo XXI, Granada, Comares, y "Mujer y educación... ¡cómo hemos cambiado!", en Marta García Lastra (2004) (coord.), Mujeres ante el siglo XXI: logros, problemas y retos. Un enfoque multidisciplinar, Santander, Consejo de la Mujer de Cantabria.

Correo: garciama@unican.es

 

Recepción: 20.01.2006
Aprobación: 29.08.2006

 

Resumen

El artículo pretende realizar un recorrido por la cultura política de un grupo de estudiantes universitarios españoles (en concreto, los matriculados en la Universidad de Cantabria). Se descubren los rasgos generales de su cultura política, la influencia que sobre éstos pueden tener determinadas circunstancias como el género, la edad, la posición política o el hecho de estudiar en uno u otro centro de la universidad y, por último, se elabora una tipología de estudiantes según las pautas políticas mantenidas. Los datos analizados provienen de dos fuentes: por un lado, una encuesta aplicada a una muestra representativa de estudiantes y por otro, entrevistas en profundidad realizadas a los mismos. A lo largo del trabajo se tiende a la combinación de ambas metodologías.

Palabras clave: Cultura política / Estudiantes universitarios / Comportamiento político /España

 

Abstract

This article has a purpose to analyze the political culture of a group of Spanish university students (particularly enrolled at the University of Cantabria). The author shows the general features of their political culture, the influence that may exercise upon them certain external factors such as gender, age, political position or the faculty in which they are enrolled. And, finally, he builds up a typology of students according to their political behavior. The analyzed information comes from two different sources: on one hand, a survey applied to a representative sample of students and, on the other, by deep interviews to the same students. Throughout the article the author tends to combine both methodologies.

Keywords: Political Culture / University students / Political behavior / Spain

 

INTRODUCCIÓN

El presente artículo forma parte de una investigación más amplia dirigida al estudio de la cultura política de los estudiantes de la Universidad de Cantabria (España). El trabajo no es sino una pieza más en el elenco de estudios que sobre la realidad universitaria se han realizado en España, en concreto, sobre el alumnado de este nivel educativo.1

El número de estudios llevados a cabo sobre el tema ha sido numeroso, centrándose en aspectos relacionados con las actitudes, la visión del mundo, las orientaciones ideológicas de los estudiantes, hábitos de ocio, la forma de convivencia o la satisfacción con la enseñanza recibida en la organización educativa (véase García Lastra, 2004). El interés por la cultura política de este grupo fue más intenso en los primeros años de la democracia española (véanse por ejemplo, los estudios centrados en el análisis del movimiento estudiantil y de su poder como movimiento opuesto al régimen franquista y en la narración histórica de estos episodios como los de Maravall, 1978; Lizcano, 1981, o Montoro, 1981), si bien en años posteriores las obras realizadas siguieron tocando algunos aspectos relacionados con este tema (intención de voto, frecuencia de prácticas políticas, ideología, etc.), aunque dentro de marcos más generales y sin una pretendida intención de bucear profundamente en esta dimensión de su vida, un objeto de estudio que, a mi juicio, debe recuperarse y revitalizarse. Y es que si, como he dicho en otro lugar (García Lastra, 2006) el estudio de la cultura política de los españoles, en general, debe continuar entre los intereses de los investigadores, el análisis de las pautas políticas de las generaciones más jóvenes, nacidas y socializadas en un ambiente en el que el franquismo y sus huellas más notables han desaparecido, se me antoja imprescindible. No debemos olvidar que diversas investigaciones realizadas en España señalan la influencia de este periodo histórico como una pieza fundamental en la configuración de la cultura política de los habitantes del país. ¿Qué ha ocurrido y ocurre, por lo tanto, entre aquellos que no han recibido (al menos de manera tan directa y explícita) este influjo? Por otro lado, no debemos olvidar que el grupo de estudios comparte, además de la edad, una variable significativa a la hora de moldear los rasgos de cultura política, a saber, la posesión de un nivel superior de estudios.

Las preguntas planteadas que han dado pie a esta investigación cuyos principales resultados aquí presento han sido varias: ¿cómo es la cultura política de los universitarios cántabros?, ¿qué opinan, sienten y perciben sobre el mundo de lo público?; ¿podemos hablar de una cultura política homogénea, o circunstancias sociales como el género, la edad, la posición política de partida o el tipo de estudios elegido la condicionan?; ¿podemos señalar distintos tipos de estudiantes universitarios según la cultura política que poseen? A estos interrogantes intenta dar respuesta el presente artículo.

 

Planteamiento metodológico

En la investigación en la que se basa este artículo se ha hecho uso de dos tipos de metodologías, a saber, la cuantitativa (a partir del cuestionario) y la cualitativa (entrevistas en profundidad). De este modo, he querido complementar y contrastar la información obtenida a partir de cada una de ellas y así tender a la mejora del trabajo que nos puede reportar la combinación de ambas metodologías (Bericat, 1988).

Desde el punto de vista cuantitativo, se elaboró un cuestionario con setenta preguntas clasificadas en dos bloques, cada uno de los cuales hacía referencia a una de las dos dimensiones fijadas en el concepto de cultura política utilizado que a continuación pasaré a explicar; por último, se incluyó una batería de preguntas referidas a los rasgos sociodemográficos de los estudiantes. El cuestionario fue aplicado a 604 estudiantes de los alrededor de 12 500 matriculados en la Universidad de Cantabria (UC) (esto significó trabajar con un margen de error de ±3.9% y un nivel de confianza de 95.5%). Se confeccionó una muestra estratificada (proporcional), atendiendo los criterios de sexo, centro de estudios y curso.

Desde una perspectiva cualitativa, como es sabido (Ruiz Olabuénaga et al., 1998, p. 47) la búsqueda de muestras en este tipo de análisis no está guiada por criterios probabilísticos tal y como sucede en los cuantitativos, sino por la búsqueda de riqueza de contenido de los discursos obtenidos, en este caso, mediante las entrevistas en profundidad. Este muestreo de tipo opinático o estratégico pretende, según García Santiago y Zubieta Irún (2001b, p. 32), la búsqueda intencionada de casos considerados "representativos" de la realidad estudiada. En mi caso, a pesar de que también intenté que entre los entrevistados estuvieran representados todos los centros y que hubiera una situación equilibrada de universitarios y universitarias de todos los cursos, me guié por la búsqueda de individuos que, a priori, mejor pudieran reflejar pautas de cultura política diferenciadas para así poder obtener una información más rica y heterogénea. En total, fueron elegidos veinte estudiantes que, en principio, mejor podrían concretar esta pretensión.

Este planteamiento metodológico ha permitido combinar los datos provenientes de la encuesta con los discursos de veinte universitarios entrevistados para, de esta manera, llegar a resultados, a mi juicio, más fecundos. Así, a lo largo del artículo las cifras irán acompañadas de los discursos de los universitarios.

 

El concepto de cultura política utilizado

Desde que Almond y Verba iniciaran los estudios sobre cultura política en la década de los sesenta, el acuño de conceptos, revisión de éstos, indicadores para medir el fenómeno, etc., ha sido importante. Con el fin de circunscribir el objeto de estudio (y realizando un examen de las diversas definiciones y posturas planteadas desde entonces), para realizar la investigación, se ha partido de una definición de cultura política según la cual entiendo el conjunto de creencias, valores, significados y sentimientos hacia el mundo político mantenido por los individuos; en concreto, hacia el papel jugado por ellos mismos en ese mundo, hacia el sistema político en sí y hacia sus agentes. Esta matriz orientará la acción política del individuo y, además, se constituirá como un marco de significados que dará sentido a las estrategias desarrolladas en esta esfera.

Esta definición queda en mi trabajo dividida en dos dimensiones o focos de interés: en primer lugar, una que he titulado "El individuo como actor político", en la cual he analizado aspectos como: ¿cuál es la relación entre los universitarios y la política?, ¿qué tipo de vínculos entablan con ella?, ¿cuáles son los agente es fundamentales en su proceso de socialización política? En definitiva, se ha tratado de entender la relación individuo–mundo político, mientras que en la segunda, "El contexto político: acción institucional, sistema político y élites políticas", me he centrado en las representaciones y valoraciones que los universitarios poseen de este ámbito. Está división estará presente a lo largo del artículo.

 

Principales resultados

Como decía más arriba, tres han sido las cuestiones que han dado lugar a esta investigación y que servirán de guía para la presentación de los resultados obtenidos: una primera visión de la cultura política (en la que se atenderán las dos dimensiones planteadas); el análisis de la influencia de diversas variables en su configuración y, por último, el intento por construir una tipología de los universitarios vinculada a determinados rasgos de la cultura política poseída.

Antes de la presentación de resultados, y para contextualizar a nuestro grupo objeto de estudio, debemos indicar que la Universidad de Cantabria (UC) es una institución joven en comparación con otras universidades españolas. Nacida al amparo de una política educativa basada en la teoría del capital humano en los últimos años del franquismo, no ha sido ajena a las transformaciones operadas en la universidad española. Su expansión se produjo en la década de los ochenta y primeros años de los noventa, viendo incrementarse vertiginosamente durante los primeros años de su existencia el número de alumnos matriculados en sus aulas, alumnos que, como en otros contextos, han sido objeto de investigaciones sobre sus condiciones sociodemográficas, sus opiniones, valoraciones o sus estilos de vida.

Tras realizar un "perfil tipo" del estudiante de la UC basándonos en los rasgos sociodemográficos obtenidos en esta investigación (que coinciden en grandes líneas con otras "radiografías" efectuadas con anterioridad: Gómez Ochoa y Hoyo Aparicio, 1987; García Santiago y Zubieta Irún, 1995a, 1995b, 1999, 2000; 2001), podemos afirmar que éste procede de Santander –capital de la región– (se trata de un grupo fundamentalmente urbano), es hijo de una familia de "clase media", se declara políticamente "de izquierdas" y, desde el punto de vista religioso, católico no practicante. En cuanto a su género, debemos destacar que la proporción de hombres y mujeres matriculados es semejante (aun admitiendo la desproporción en algunos centros).

 

Rasgos generales de la cultura política de los universitarios

El individuo como actor político

En primer término, creo necesario señalar la posición en que los universitarios se han situado dentro del continuum político extrema izquierda–extrema derecha, tan comúnmente utilizado en los estudios de este tipo, además de comprobar las representaciones e imágenes que éstos tienen sobre cada una de esas posturas, algo fundamental a la hora de analizar y entender su posición.

Lo primero que debemos destacar es que 12% de los consultados no han querido o no han sabido apuntar su ideología. Para interpretar este dato, debemos tener en cuenta que, siguiendo la tesis de Toharia (1982), este porcentaje quizá no deba entenderse como un indicador de desideologización, sino de desinterés, esto es, más que hablar de universitarios sin ideología debemos referirnos a universitarios sin interés. De los que han señalado las respuestas ofrecidas, la mayor parte (47%) se decantan por posiciones de "izquierda" (entre las que incluimos la extrema izquierda, la izquierda y el centro izquierda). El "centro" concentra 24% y el resto, situados a la "derecha" (extrema derecha, derecha y centro derecha), representa 30%. Cabe destacar que las opciones más extremas (tanto de una como de otra ideología) son seleccionadas por una minoría de estudiantes (si bien la "extrema izquierda" recaba más "adeptos" que la derecha: 3 frente a 1, respectivamente). El binomio jóvenes–izquierda, manifestado en los estudios de juventud realizados en España, se confirma con nuestros datos.

Respecto a los imaginarios asociados a cada una de las posiciones políticas, la derecha va ligada según ellos a la tradición, a la costumbre y al conformismo, además de a determinados grupos sociales (la burguesía, las clases altas), mientras que la izquierda se une a cambio y progreso e, igual que la derecha, también tiene una asociación clara con determinados grupos sociales, si bien esta vez serán los obreros o las clases menos favorecidas. Se destaca además el papel que la religión tiene en cada una de las opciones: significativo en la derecha y poco importante, e incluso opuesto, en la izquierda. En mucha mayor medida que la izquierda, la derecha va unida a comentarios de carácter peyorativo como: "la derecha se preocupa fundamentalmente por 'los de arriba', por los que están bien, mientras que deja de lado a 'los de abajo', o se acercan más al beneficio del empresario"; remarcando su carácter conservador señalan: las ideas que defienden están muy marcadas por las creencias religiosas, son además ideas muy fijas, poco abiertas a otras visiones diferentes de las suyas. Una persona de derechas tiende a la conservación de sus ideas y valores sin admitir la posibilidad de cambio. No debemos olvidar que, como he podido comprobar, la mayoría de los universitarios se sitúa en posiciones políticas de izquierda, de ahí que relacionen esta opción con ideas más positivas que las anteriores: "ser de izquierdas es no mirar a las personas dependiendo de su estatus sino de lo que valen". Remarcan la idea del compromiso social de la izquierda: "significa apostar por el ser humano, apostar por la libertad y luchar para tratar de evitar cualquier tipo de opresión", y por la idea del cambio y la transformación que impregna a esta ideología: "la izquierda siempre ha estado marcada por la búsqueda del cambio, por el progreso social". Relacionan además, como hemos visto, a la izquierda con unos grupos sociales determinados y aportan alguna razón para ello: "las clases trabajadoras y desfavorecidas han sido tradicionalmente de izquierdas porque necesitaban cambiar y mejorar sus condiciones sociales".

Frente a una claridad de ideas a la hora de definir estas dos posiciones, la indefinición (que curiosamente es lo que se destaca a la hora de hablar de esta opción política), aparece en el centro; así, en muchas ocasiones, la pregunta se deja en blanco o apuntan la frase "no tengo ni idea", "lo desconozco", "no sé lo que es". Cuando responden a la pregunta, relacionan la opción con la indefinición, "las personas de centro se caracterizan por no ser 'ni fu ni fa", ausencia de ideología propia, "se ha inventado tomando ideas de la izquierda y de la derecha", o falta de compromiso, "no se deciden, quieren quedar bien".

Tras este primer dato, es necesario comenzar a descubrir otros rasgos característicos de su cultura política, volviendo en primer lugar los ojos a una característica que no sólo define la cultura de los jóvenes o universitarios españoles, sino de la población española en general (e incluso la de muchos ciudadanos de democracias occidentales), esto es, la escasa importancia dedicada a la política en sus vidas. Sin embargo, creo necesario apuntar que, a pesar de que sólo once de cada cien estudiantes reconociera conceder mucha o bastante importancia a este tema, la mayoría es consciente de que la política es un elemento fundamental de la realidad social, algo que queda bien claro cuando expresan lo que piensan sobre ella: "política es todo" o "la política está relacionada con cualquier tema". Pero, ¿es contradictoria esta relación? Desde mi punto de vista, esta dualidad permite hablar de una doble representación: una primera, quizá la que ellos ven como algo más lejana, es según la cual la política va de la mano de los representantes políticos y de todo un mundo vinculado a los aspectos más formales de este escenario (algo que, como veremos más adelante, no despierta demasiadas simpatías entre ellos); mientras, en la segunda, la política es entendida como las reglas que rigen y ordenan cualquier aspecto de la vida social, algo imposible de esquivar y que se "cuela" en todas las esferas de su mundo: "hasta cruzar un semáforo es política", comentaba uno de los estudiantes entrevistados. Parece que entre los universitarios opera la división realizada por los sociólogos anglosajones en torno al término "política".2

Esta primera idea, de lejanía, de rechazo, de los aspectos más formales del mundo de lo público, es desde luego corroborada cuando entre los universitarios comprobamos su grado de participación en actividades políticas. Frente a una universidad fuertemente politizada y movilizada en torno a diversos ideales políticos que protagonizó hechos relevantes en la lucha antifranquista, parece que después de más de treinta años de la muerte del dictador Franco, las nuevas generaciones de estudiantes han abandonado algunas de estas formas, siendo minoritario el porcentaje de quienes pertenecen a un partido político (en esta investigación tan sólo 3%) o ha decidido (o decidiría en un futuro), plantearse la política como una carrera profesional (de nuevo, creo que vuelve a aparecer la sombra de quienes en la actualidad desarrollan este trabajo y que tan pocas simpatías obtienen entre los universitarios). Así, las actividades que bien podríamos denominar de "alta implicación política" no son vistas con demasiada simpatía entre ellos. Este hecho no debe ofrecernos una visión demasiado simplista de nuestro grupo de universitarios, quienes, sin embargo, sí que protagonizan otro tipo de actividades (desde luego con un menor grado de implicación) como votar, informarse sobre este tipo de cuestiones o mantener conversaciones sobre este particular.

Respecto a estas dos últimas actividades, creo necesario apuntar dos ideas: por un lado, me parece significativo destacar cómo la variable género (aunque desde luego con menor fuerza que en épocas pasadas) condiciona la elección del interlocutor con el que mantener charlas sobre estas cuestiones, ya que, aun sin llegar a diferencias demasiado significativas, los estudiantes acuden en mayor medida a hablar de estos temas con su padre que con su madre (18% frente a 14% hablan "mucho" o "bastante" con cada uno de ellos). Volviendo los ojos a la relación entre cultura política y entorno familiar (si queremos, al análisis de la socialización política primaria), destacan las escasas divergencias que presentan con sus padres cuando se suscitan estos temas, así como la semejanza ideológica que muestran (tal y como se observa en la gráfica 1).3 En este sentido, siguiendo la tesis de Jaime Castillo (2000), entre los universitarios la familia también se perfila como el agente de mayor relevancia en el proceso de socialización política, algo que se corrobora cuando son preguntados por el o los agentes que más han influido en la configuración de sus pautas de cultura política: "Si yo soy de izquierdas, en un 99.9% es por tradición familiar, mis padres lo han sido, mis abuelos también, y por lo tanto desde muy pequeño llevo escuchando y escuchando las mismas cosas, y quieras que no, cala".

Por otra parte, cabe destacar que la televisión, como ocurre entre la población en general, se constituye como el medio más comúnmente elegido a la hora de informarse sobre las cuestiones políticas, dejando de lado a la prensa escrita y mucho más a la radio. La tesis de la videopolítica acuñada por Sartori (1999) queda corroborada entre nuestros estudiantes.

Diversos estudios realizados desde el origen de la investigación sobre cultura política han hablado de la importancia del nivel educativo a la hora de conformar los grados de competencia política subjetiva entre la población (esto es, la capacidad percibida por los ciudadanos para intervenir en el mundo "de lo público"), demostrando cómo a mayor formación, mayor competencia. En la investigación sobre los estudiantes cántabros, esta idea vuelve a ponerse sobre la mesa: a saber, tan sólo un pequeño porcentaje de estudiantes (alrededor de 15%) afirman la incapacidad de intervenir en los asuntos políticos cuando se toma una decisión (tanto en el ámbito local como en el estatal) injusta o no de su agrado; por el contrario, la mayoría cree que mediante uno u otro tipo de acción esto es posible, un posicionamiento que se refleja, creemos, en el discurso de uno de los estudiantes: "si creyera que no se pueden cambiar las cosas... ¡apaga y vámonos!" (véase cuadro 1).

Por el contrario, jugando con el nivel de estudios poseído por el grupo, creo que no influye en la misma dirección a la hora de comprobar el grado de conocimientos que tienen sobre el mundo de lo público. Así, su grado de saberes políticos se antoja escaso: su ignorancia en algunas cuestiones, a mi juicio importantes, tales como el conocimiento del Estatuto de Autonomía de Cantabria (39% dice desconocerlo por completo) o el nombre del presidente de Cantabria (tan sólo 3% aciertan a recordar su nombre y 60% lo confunden con el máximo mandatario del Poder Ejecutivo de la comunidad) es excesiva para un colectivo como éste. En este sentido, creo necesario recordar la importancia de conocer las piezas básicas (y no tan básicas) del sistema político en el que los ciudadanos nos hayamos inmersos para el buen funcionamiento de la democracia. La escuela, junto con otras instancias a las que no se les puede negar su importancia como la familia, puede y debe jugar un papel significativo en la formación de ciudadanos (desde luego, alejada de los planteamientos adoctrinadores con los que el régimen franquista monopolizó la escuela durante cuarenta años en España), enseñando conocimientos teóricos sobre el juego político, transmitiendo valores y pautas propias de la vida en democracia. La relación entre política y escuela queda apuntada.

Junto a estos datos que nos hablan de los rasgos de la cultura política de los universitarios, es necesario situar los propios de otros grupos de edad semejantes. Como decía al principio, el nivel de estudios poseído es una de las variables influyentes a la hora de conformar una cultura política determinada; así, según Pateman (1989), el nivel alcanzado guardaría relación directa con ciertas pautas de cultura política caracterizadas por un importante grado de interés por el mundo de lo público, un consumo mayor que el resto de información política, más participación, y, también mayor nivel de conocimiento de asuntos relacionados con esta dimensión. Esto significa conformar individuos "más politizados".

En este sentido, los propios universitarios son conscientes, en la mayoría de las ocasiones, de que su talante es "algo diferente" al del resto de jóvenes de su generación carentes de la experiencia universitaria. A su entender, el paso por la universidad conforma una actitud más crítica, más contestataria y más, si queremos, sensibilizada con los temas no sólo políticos sino también sociales. La idea corrobora lo expresado por Morán y Benedicto (2003, p. 118) al afirmar que entre los jóvenes universitarios (y los trabajadores) no se puede hablar de un aumento significativo de la madurez cívica, si bien su hábitat (universidad y mundo de trabajo, respectivamente) coadyuva a la aparición de "identidades ciudadanas fragmentadas", las cuales provocan que comiencen a verse como miembros de colectivos con características definidas. En concreto, tal y como afirman los autores (ibid.): "entre los universitarios surge un discurso profesional corporativo que les permite considerar con una perspectiva más amplia los problemas asociados a la ciudadanía". Por otro lado, siguiendo a Agulló Tomás y Rodríguez Suárez (2001, p. 1), la implicación de este colectivo en el mundo político debería ser superior a la de otros grupos de jóvenes, debido a su mayor nivel cultural que debe conllevar "una mirada más amplia de la realidad social que les rodea".

El contexto político: acción institucional, sistema político y élites políticas

Una de las primeras cuestiones que es importante señalar en esta segunda dimensión en la que hemos dividido el concepto de cultura política acuñado es el sentimiento que despierta entre los estudiantes el mundo político, un dato que, tal y como se ha ido apuntado desde el inicio del análisis, a mi juicio condiciona el papel y la autoimagen política que los universitarios han desarrollado. Así, preguntados por esta cuestión, la mayoría porcentual de los encuestados (38%) optan por un término que bien puede reflejar su relación como "indiferencia". Seguramente haciendo uso, tal y como lo denominan Morán y Benedicto (2003, p. 118) de ese "cinismo tópico" que define la lejanía de los jóvenes con el mundo político, no por motivos de rechazo, sino de cumplimiento de un cierto cliché generacional. Tras los sentimientos "neutros" aparecen los negativos, entre los cuales el aburrimiento juega un papel importante. Sólo 26% se decantan por definir su relación con términos positivos (véase cuadro 2).

Esta importante presencia de sentimientos negativos bien puede ir acompañada de la opinión crítica que parece mantener sobre quienes en el país se dedican a la política. La mayoría (más de cuatro de cada cinco) creen que la imagen de las élites políticas en el país no es positiva, indicando, a la hora de apuntalar esta afirmación, que algunos hechos acontecidos relacionados con la corrupción4 pueden estar en la base de esta percepción ("muchos se han enriquecido a través de la política" es la noción más comúnmente señalada).

Las ideas sobre ellos que destilan las opiniones de los universitarios son claras: destacan su deshonestidad, su poca capacidad de trabajar, el hecho de anteponer sus intereses a los de la población en general, de no preocuparse por los grupos más desfavorecidos o de despreciar las aportaciones de los grupos contrarios, aun cuando éstas pueden repercutir positivamente en la población. "Buscador de intereses personales", "falsedad" o "hipocresía" son los términos que según los estudiantes mejor pueden definir a un político en la actualidad. Esta mala imagen de las élites bien puede estar en el distanciamiento que, tal y como hemos visto, muestran los universitarios hacia el mundo de lo público, esto es, parece haberse producido un efecto contaminante: "en general yo estoy muy desencantada, actualmente no apuesto por la política, no me involucro, no me interesa tal y como está ahora. En vez de buscar el bien de los ciudadanos, los políticos buscan el suyo propio; es todo un mundo de intereses personales, más que sociales".

Como decía al principio del artículo, es importante conocer lo que las generaciones más jóvenes de españoles, nacidos y socializados en democracia, opinan sobre el mundo de lo público y, con especial relevancia, de este único régimen político que ellos han conocido en el país. Así, podemos observar un alto grado de legitimidad concedido al sistema democrático (un dato que coincide con el mantenido por la población española en general), el cual es preferido en cualquier momento y ante cualquier circunstancia por 87% de los encuestados, además de contemplarlo como una pieza fundamental para el desarrollo y modernización de un país (más de tres de cada cuatro estudiantes así lo afirman). Corroborando esta idea, cuando son preguntados por el significado que otorgan a la palabra "democracia", si contemplamos los términos con los que se la "bautiza", es significativo cómo las respuestas recogidas concuerdan con valoraciones positivas hacia este sistema político, tolerancia o libertad. Hemos de indicar que, aun coincidiendo con esta tendencia general, entre los estudiantes se observa mayor grado de apoyo al sistema que entre la población en su conjunto, confirmando así la tesis de la influencia del nivel de estudios en las actitudes democráticas.

Sin embargo, cuando son preguntados por el funcionamiento efectivo de la democracia en el país (siguiendo el binomio legitimidad–democracia apuntado en muchos de los estudios realizados sobre cultura política en España), los estudiantes muestran una actitud más crítica y son muchos menos quienes defienden la idea de que está bien implantada (esto es, que cumple todos sus ideales con lo que se relaciona esta forma de gobierno). La existencia de un modelo de democracia ligado al patrón "schumpeteriano" (caracterizado por élites políticas desconectadas de la base social) y la "intervención" de los poderes económicos está presente, según los universitarios, en la base de esta censura. En este tipo de sistema, el Estado debe jugar un papel como garante del bienestar de los ciudadanos (más de la mitad así lo afirma) seguido de la lucha contra las desigualdades o la salvaguarda de la libertad (20% y 14%, respectivamente, lo eligen).

Una de las cuestiones clásicas introducidas en los estudios sobre cultura política gira en torno a la imagen que de su sociedad tienen los individuos, esto es, la actitud ante el orden social y sus orientaciones desde posiciones conformistas a revolucionarias. Entre los estudiantes de la UC, muy pocos son los que adoptan una visión conformista ante la sociedad en la que viven, destacando por lo tanto posiciones defensoras del cambio o la transformación. Ahora bien, situándonos ante el continuum reformismo–revolución, podemos afirmar, según los datos obtenidos, que los estudiantes universitarios son proclives a un cambio social progresivo, esto es, a un reformismo gradual, alejado tanto de posturas conservadoras–inmovilistas como de las revolucionarias: 89% sostienen la idea de que la sociedad en la que viven "puede mejorarse con pequeños cambios" o que "necesita reformas profundas" (véase gráfica 2). No olvidemos que los universitarios (en general) son jóvenes, ante lo cual, la idea de Ruiz Olabuénaga y su equipo (1998, p. 168) cobra sentido en este lugar: "la revolución de los jóvenes ya no es política ni contracultural, sino un proceso lento, silencioso, individualista, con los pies en la tierra, pragmática. La utopía es sinónimo de ingenuidad y ellos han dejado de serlo".

Preguntados los estudiantes sobre algunos aspectos de la vida sociopolítica del país que también nos pueden ayudar a entender su relación con el mundo político, los resultados nos mostraron que aun apoyando algunos elementos más tradicionales de la vida democrática (p. ej. los partidos políticos, que según 51% son fundamentales para el funcionamiento de la democracia) están abiertos a "nuevas" fórmulas para este sistema, a saber: cobra fuerza el papel que los movimientos sociales pueden tener en el juego democrático como nuevos agentes políticos; además, preguntados por la oportunidad de incorporar un sistema de listas abiertas para el avance de la democracia, más de seis de cada diez universitarios lo aprueban.

Por otro lado, con algunas de las cuestiones planteadas en el cuestionario6 construimos un "índice de crítica con la realidad sociopolítica del país" que nos permitió descubrir cómo la mayoría de los estudiantes se sitúan en posiciones moderadas (algo que puede ir unido a lo expresado más arriba sobre el talante reformista); tan sólo 3% pueden ser calificados como "conformistas" frente a 27% "críticos". En este sentido, algunos aspectos que componen el índice, como la justicia (su igualdad frente a todos los grupos sociales), los políticos (de nuevo) o la autonomía de la política española respecto a los grupos de poder, son fuertemente criticados.

Por último, y para finalizar esta primera aproximación, la confianza interpersonal, siguiendo la tónica observada en el conjunto de los españoles (Setién, 2000), presenta niveles moderados entre los estudiantes. Recordemos en este sentido lo apuntado entre la relación de niveles medios de confianza interpersonal y desarrollo de la vida democrática presentes desde los estudios más clásicos sobre cultura política (Almond y Verba, 1970) a otros más recientes (Inglehart, 1991).

 

La influencia de diversas condiciones sociales en la configuración de la cultura política de los universitarios

Junto al descubrimiento de los rasgos de cultura política que acaban de ser presentados, es necesario comprobar si determinadas condiciones sociodemográficas pueden influir en su constitución y en qué dirección. Esto es, ¿escapa la cultura política de los universitarios a estos influjos o, por el contrario, "tienen que ver" en su conformación? En este sentido, recordemos la tesis de Pateman (1989) sobre la necesidad de considerar las líneas de desigualdad presentes en las sociedades modernas (clase, estatus socioeconómico, sexo) para interpretar la cultura política de éstas y romper la aparente homogeneidad presente en la tradición clásica.

Para esta comprobación (a partir de un análisis ANOVA) se utilizaron las variables género, edad, centro de estudios e ideología política, descubriendo, como veremos a continuación, cómo entre los universitarios esta última condición parecer ser la más determinante.

Respecto al género, considerando la importante transformación de los papeles sexuales en la sociedad española en las últimas décadas (el hecho de que hoy en día el número de estudiantes universitarias sea superior al de universitarios ya nos da una clara idea de este cambio), es de esperar que las generaciones más jóvenes pueden ser portadoras de una nueva situación igualitaria en el mundo de la política, si bien todavía se mantienen algunas diferencias propias de una herencia secular: así, el grado de implicación política de los varones es mayor que el de sus compañeras de aulas; aunque las diferencias se vayan reduciendo respecto a épocas pasadas, los estudiantes hablan más sobre este tipo de cuestiones, participan más en estas actividades, consumen mayor información política, etcétera.

La influencia de la edad vuelve a manifestarse con la misma intensidad y en el mismo sentido que la condición anterior, ya que los universitarios mayores están más implicados en el mundo político y participan más que sus compañeros más "novatos".

El hecho de pertenecer a uno u otro centro dentro de la universidad contribuye también a introducir matices en su cultura política. Ésta ha sido una apreciación constatada por los propios universitarios, quienes en las entrevistas afirman que puede hablarse de culturas políticas diferentes en unos y otros centros de la universidad, caracterizadas por mayor implicación, mayor presencia de los temas políticos o mayor nivel de crítica hacia algunos aspectos.

Sin embargo, es la posición ideológica la que más interviene en la relación de los universitarios con el mundo de la política; podemos asegurar que son los estudiantes de "izquierda" los que más se diferencian del resto: mantienen una relación más directa, están más implicados, son más críticos con las élites políticas y apoyan más al sistema democrático que sus compañeros, aunque también censuran muchas de sus actividades.

 

Una tipología de universitarios en relación con su cultura política

Como decía al principio, para concluir este artículo, he considerado oportuno incluir una tipología de los estudiantes con el fin de romper con una imagen demasiado generalizada del universitario en su relación con la cultura política. Frente a esto, el análisis de cluster (no jerárquico) realizado para este objetivo nos permitió dibujar un escenario en el que actúan cuatro tipos de estudiantes en los que se combinan distintas circunstancias de las dos dimensiones en las que ha quedado el concepto de cultura política utilizado:

• Por un lado, aparece un grupo cuyo papel en el sistema político queda casi reducido a ser meros espectadores y que critican las actuaciones políticas: son los "despolitizados desencantados" y según los datos de esta investigación, los que mayor presencia tienen en la universidad cántabra. Algunos de los comentarios recogidos en las entrevistas reflejan esta posición: "A mí (la política) no me interesa nada, yo les oigo y me pongo malo, son como niños, están todo el día tirándose los trastos a la cabeza, en vez de dialogar están todo el día sacando defectos de los otros y no les interesa nada el bien del país".

• De otro lado, un colectivo formado por los que, sin diferenciarse demasiado del papel adoptado por los primeros emite, sin embargo, juicios mas atemperados sobre el contexto político que les rodea (los "pasivos conformistas"):

[La política] no me interesa mucho, sólo lo justo; no es que (no) me interese en absoluto, lo que pasa es que tampoco es el centro de mi vida. Yo creo que vivimos en una sociedad democrática, ya no es como antes, en la época de Franco, cuando la gente no podía ni expresarse... Hombre, no todo es perfecto (no tienes más que leer el periódico o ver el telediario), pero no creo que estemos muy mal, por lo menos por lo que yo conozco.

• En tercer lugar, aparecen aquellos más vinculados a la acción política, si bien dentro de lo que ha venido a denominarse "nueva política". Son los interesados en otra política, esto es, no dejan de lado los avatares de ese mundo pero prefieren elegir otras formas menos convencionales (a partir de ONG, movimientos sociales, etc.) para intervenir en él. Así, como dice uno de los universitarios entrevistados:

[En la ONG,] Ves que lo que haces tiene una repercusión concreta y que tu trabajo y tu dedicación sirven para algo, ves que haces algo mucho más tangible que si trabajaras en un partido político donde igual estás en las juventudes y tienes que esperar a que te llegue el turno y, quizá, desempeñar una plaza. Es una forma de realización y de contribuir a mejorar la sociedad.

• Y por último, están los "críticos politizados", la minoría universitaria estrechamente vinculada al mundo "de lo público" y con una importante dosis de crítica hacia esta realidad. Son ese escaso porcentaje que pertenecen a un partido político o que llevan a cabo las acciones de mayor implicación política a las que antes me refería, algo que les conduce a mirar a la política y a los políticos desde otra perspectiva:

Se tiene una imagen negativa de la política en general y de los políticos en particular, de egoísmo, de que la gente que está ahí sólo busca sus propios intereses, que cualquier partido político está para robar, para engañar, para llevarse todo lo que pueda, y yo creo que eso no es así, estás en política para cambiar la sociedad, para transformar las cosas que están mal, y sí, hay políticos, alcaldes, diputados, presidentes que son corruptos o ineptos (¡como en todos los sitios!), pero por eso no hay que generalizar.

Al mismo tiempo, cabe destacar cómo este último grupo es consciente de que su "inclinación" no es la más generalizada entre el resto de universitarios (y de jóvenes en general), a los que demandan una mayor implicación y mayor nivel de crítica hacia la sociedad que les ha tocado vivir:

Yo estoy muy decepcionado con la gente de mi edad, pero terriblemente decepcionado, todo lo que escucho es sobre temas banales. Cuando te pones a hablar con la gente te dice que quiere tener un empleo, una vivienda..., pero si les preguntas qué es lo que pasa, por qué no lo pueden tener te dicen que no saben, que es que eso es así y ya está. [...] Si los universitarios, la gente en general, tomara conciencia política de lo que nos sucede nos iría a todos mejor en esta sociedad.

 

Cuadro 3. Rasgos más importantes de cada uno de los tipos

 

UNA REFLEXIÓN FINAL Y ALGUNA PROPUESTA

Como he apuntado al presentar el artículo, el objetivo de la investigación que ha dado lugar a éste ha sido el análisis de un grupo caracterizado por dos rasgos fundamentales: por un lado, su juventud que, al contextualizarlos en la reciente historia española los ha llevado a vivir en un régimen democrático desde su nacimiento –son las primeras generaciones de españoles como afirma Moral (2003, p. 83)–, "para quienes la democracia es algo que viene dado y que pertenece al orden natural de las cosas") y por otro, la posesión (o futura posesión), de un nivel de estudios superior. Los resultados de la investigación presentada nos han permitido dibujar un escenario que, aun sin negar las peculiaridades de ciertos grupos entre los estudiantes, nos muestra un realidad definida por los siguientes rasgos: universitarios alejados del mundo político (al menos de sus aspectos formales, ya que son conscientes de la importancia que ésta tiene en todos los aspectos de su vida: política es desde cruzar una calle hasta pagar impuestos); en general, capacitados para intervenir en el mundo "de lo público" pero alejados de la puesta en práctica de esta idea; poseedores de una actitud crítica hacia las élites políticas (su alejamiento de la política formal está motivado, como apuntan en varias ocasiones en las entrevistas realizadas, por el papel o las actuaciones que éstos desarrollan o han desarrollado); férreos defensores de la democracia (aunque en determinadas ocasiones critican su realidad) y posicionados mayoritariamente en posturas de izquierda (una posición hacia la que desarrollan un imaginario muy determinado). Algunos de estos rasgos son compartidos por la población joven en general e incluso por el conjunto de la sociedad española (no olvidemos que, como afirmaba Aranguren (1961), la juventud no es sino reflejo de la sociedad en la que vive, aunque a ésta, en ocasiones, no le gusta verse así reflejada, una idea que los propios universitarios han afirmado: "Los jóvenes pasan de política porque nos ha tocado vivir una época muy cómoda, si hubiéramos nacido en otra época o en otros países, la política no nos daría igual. Tenemos todas las libertades, todos los derechos, y ninguna obligación"), si bien, pueden soslayarse por alto algunas peculiaridades derivadas de su situación formativa que permite hablar de mayor nivel de crítica o una perspectiva más amplia hacia la realidad socio–política.

La existencia de ciudadanos informados, conocedores de las piezas básicas del sistema político y participantes en sus procesos, se nos antoja necesaria para el buen funcionamiento de la democracia. Hablando desde un contexto educativo, creo que la educación puede tener un papel fundamental en la revitalización del mundo político (y, desde luego, sería aconsejable que fuera acompañada de la desaparición de lastimosas imágenes que parecen estar en la base de esta desafección); y es que no hay que olvidar, tal y como se recoge en la obra de Cotino et al. (2000), que "un alto grado de socialización de tales valores (democráticos) entre las nuevas generaciones constituye un requisito imprescindible para la continuidad del régimen democrático". La familia y otros importantes agentes de socialización pueden y deben jugar un papel importante en este proceso (no debemos ni podemos exonerarles de este cometido), si bien, la escuela, no puede alejarse de él, tanto mediante la transmisión de conocimientos como en la formación de actitudes, valores y pautas de comportamiento.

Varios han sido los intentos, tanto desde el mundo escolar (los niveles educativos inferiores al que nos movemos en esta investigación) como desde los foros de expertos relacionados con estas materias, por enfatizar la labor que el sistema educativo puede realizar. Las leyes educativas marcan desde sus preámbulos la importancia de inculcar todos los valores que la democracia implica; la educación puede afirmar la importancia de la democracia, revalorar el mundo de lo público, fomentar los valores de la participación, de la competencia cívica..., si bien, evitando la trampa que nos indica Mayordomo (2003, p. 139): "hay que llevar la Constitución a la escuela, pero no la víspera de su conmemoración y casi como un ritual festivo [...] se hace necesario que los principios y valores constitucionales presidan e impregnen todos los ámbitos de la tarea educativa, y que ésta forme sólidamente para comprenderlos, valorarlos y practicarlos". Es menester, pues, conseguir el desarrollo de una cultura política democrática adecuada y esencial para el buen funcionamiento político de la sociedad.

 

REFERENCIAS

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NOTAS

1. El artículo forma parte de la tesis doctoral realizada por la autora. Para un análisis más profundo de alguno de los resultados obtenidos, remito a ese trabajo.

2. A saber, policy (toda acción humana que aspira a un fin), policies (conjunto de políticas concretas) y polity (estructura organizada y total de una sociedad) (González Casanova, 1989, p. 5–6)

3. Para realizar la gráfica se ha construido un "indicador de dirección de distancia" a partir de la posición ideológica de unos y otros sujetos. Para ello, se ha realizado el cálculo oportuno restando a la puntuación dada por los hijos la correspondiente otorgada a sus padres. Teniendo en cuenta la escala usada en el cuestionario (un continuum de 7 a 1, siendo 1 extrema derecha y 7 extrema izquierda), los valores positivos significarán una "desviación" de los estudiantes a la izquierda, y los negativos, a la derecha.

Considero muy oportuno la elección del término cinismo para definir este fenómeno; si atendemos a los rasgos que caracterizaron la vida de los seguidores de esta filosofía, la autarquía, la apatía y la indiferencia jalonaron su existencia.

4. No olvidemos los numerosos episodios de corrupción que han salpicado a diversos políticos españoles.

5. Para llevarlo a cabo, se incluyeron cuestiones relacionadas con la opinión hacia el sistema democrático español, la influencia de grupos de poder en la política española, la opinión sobre la justicia o la imagen del trabajo de las élites políticas en el país. El índice se ha efectuado a partir del promedio de los valores obtenidos en estas preguntas. Teniendo en cuenta la amplitud de la escala utilizada (1: muy en desacuerdo; 5: muy de acuerdo), la división realizada responde a los siguientes valores: críticos (1–2.49), moderados (2.5–3.49) y conformistas (3.5–5). En los valores más bajos se sitúan aquellos más disconformes con las ideas planteadas y en los altos, los más acordes con éstas.

Remito al artículo de A. Mayordomo (2003), quien de manera clarividente expone los fines de la educación cívica (o política), sus experiencias en España, así como una excelente propuesta para su desarrollo.

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