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Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.27 no.107 Ciudad de México ene. 2005

 

RESEÑA

 

Integración de los jóvenes en el sistema universitario.
Prácticas sociales, académicas y de consumo cultural


POR ADRIÁN DE GARAY SÁNCHEZ
Barcelona, México, Ediciones Pomares, 2004

POR OLIVIA MIRELES VARGAS*

*Investigadora del CESU-UNAM. olimireles@hotmail.com

 

La obra escrita por Adrián de Garay se ha enfocado principalmente al estudio de la educación superior pública y privada. Una de las líneas de indagación que aparece en la mayoría de sus trabajos es el estudiante universitario, que en ocasiones ha sido analizado por el autor como parte de los datos de la matrícula escolar o, desde otra posición, como un activo consumidor de rock(De Garay, 1999 y 1998, respectivamente).

Hace algunos años, De Garay publicó su primer libro sobre estudiantes universitarios en el cual describió el perfil socioeconómico y algunas prácticas académicas a partir de datos obtenidos mediante un cuestionario que se aplicó a una muestra de jóvenes pertenecientes a distintas universidades de nuestro país. Este libro se hizo merecedor del reconocimiento en el campo de la educación superior porque puso a la luz información valiosa sobre un sector de la población escolar prácticamente desconocido (De Garay, 2001). Tres años más tarde el autor nos presenta una obra con mayor solidez, que destaca por el buen uso de la teoría y por un adecuado tratamiento metodológico que supera la exposición del dato estadístico y la descripción anecdótica de las observaciones y testimonios. Seguramente por éstos y otros atributos, el trabajo de De Garay se hizo acreedor al premio a la mejor tesis de doctorado sobre jóvenes, que otorgó el Instituto Mexicano de la Juventud en el año 2003.

El texto, producto de una investigación doctoral en ciencias antropológicas, resulta interesante y sugerente porque en él se concibe al universitario como un joven con una historia particular y una vida social compleja, que se incorpora de formas distintas al sistema de educación superior. Justamente en esta afirmación es donde estriba el valor de la obra en su conjunto, pues el autor rompe con las posturas que conciben al estudiante como un sujeto fragmentado que, dentro de la institución escolar, cumple exclusivamente su papel de alumno (asistir a clase, hacer tareas, aprobar exámenes). El libro que aquí reseñamos se organiza en siete capítulos: en el primero se presenta el diseño de la investigación; en el segundo, el contexto institucional de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM); en los tres siguientes, el perfil de los jóvenes en cuanto al nivel socioeconómico, las prácticas académicas y el consumo cultural. Para finalizar, en los capítulos seis y siete, De Garay vincula los datos obtenidos en el cuerpo de la obra para ofrecer una interpretación de los factores que inciden en la integración de los jóvenes al sistema académico y social de la universidad.

En cuanto a los aspectos teóricos, la obra se puede considerar bourderiana en toda su extensión, pues nociones tales como consumo cultural, habitus, capital cultural institucionalizado y objetivado son los cimientos que sostienen el trabajo de investigación del autor. Para aquellos seguidores de Bourdieu será muy valioso y grato observar cómo Adrián de Garay va articulando las piezas del material empírico con sus categorías teóricas para escudriñar en los aspectos que marcan las diferencias entre la población universitaria. La influencia del sociólogo francés se percibirá, incluso, en la forma de usar y presentar los testimonios y los datos cuantitativos (Bourdieu, 2000). De Garay acude también a los planteamientos teóricos de V. Tinto y A. Coulon. De éstos aprovecha principalmente el concepto de integración, que hace referencia a “los diversos y complejos procesos de pertenencia que se producen en el tiempo escolar, desde el momento en que se ingresa en la universidad, hasta el egreso de la institución” (p. 29). Esta acepción tan amplia resulta muy fecunda para el análisis, pues permite al autor acercarse a dos espacios de la vida universitaria que en pocas ocasiones se han abordado de manera conjunta: el sistema académico y el sistema social.1 El sistema académico, explica De Garay, tiene dos dimensiones: 1)la estructura de la organización universitaria y 2)las prácticas académicas de profesores y universitarios. En esta dirección, el autor analiza la integración académica y su interés se centra en observar ciertas prácticas escolares que, a su juicio, son indicadoras del grado de incorporación de los jóvenes al sistema universitario: asistencia regular y puntualidad en las clases, inversión en el tiempo de estudio, presencia activa en clase, producción sistemática de fichas y resúmenes de lectura, trabajo en equipo, elaboración de diagramas y esquemas conceptuales derivados de las lecturas escolares. A partir de los resultados el autor construye varias categorías que van desde el estudiante “modelo” (se encuentra totalmente integrado a la actividad académica) al estudiante “inactivo-no dedicado” (su participación es mínima en las actividades escolares). Por otra parte, el sistema social alude a los procesos de interacción cotidiana entre los miembros de la comunidad universitaria que se generan en espacios informales de convivencia (cafetería, pasillos, salas de cine, auditorios, entre otros). Para acotar las dimensiones tan amplias de la integración social, De Garay se centra particularmente en las prácticas de consumo cultural tales como asistencia a conciertos, teatro, danza, exposiciones de artes plásticas, cine y eventos deportivos, que se realizan dentro y fuera de la institución escolar. Con base en sus resultados, el autor elabora una escala con el índice de integración cultural de los jóvenes universitarios que muestra diferentes grados de consumo e incluye desde el nivel alto hasta el nulo.

Sobre la metodología conviene mencionar que De Garay refuta, implícitamente, las posiciones simplificadoras que han enfrentado los métodos cuantitativos y cualitativos en la investigación social. Por un lado, el trabajo etnográfico le permitió al autor acercarse personalmente a los jóvenes universitarios; en virtud de las entrevistas logró captar términos de la jerga juvenil que resultaron importantes para el análisis del consumo cultural (reventón, antro, tocada). Incluso, gracias a las observaciones, consiguió distinguir las formas de apropiación y distribución colectiva del territorio universitario: lugares destinados a la propaganda política, al proselitismo religioso o para las relaciones amorosas. Por otro, el autor empleó datos cuantitativos, derivados principalmente del tratamiento estadístico de su encuesta para formular, complementar y reforzar sus hallazgos, por lo que en gran parte de la obra el lector encontrará cuadros con información detallada sobre estos aspectos.

La investigación que reporta el autor se circunscribe principalmente a la Universidad Autónoma Metropolitana en sus tres planteles, Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco. Sin embargo, cada página contiene aseveraciones de gran alcance que resultarán familiares para todos aquellos que forman parte del sistema de educación superior. Este grado de generalización en un estudio específico se debe a que el autor recurrió a distintas fuentes de datos estadísticos referentes al perfil socioeconómico y la condición laboral de los jóvenes (Asociación Nacional de Universidades e Institutuciones de Educación Superior, e Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática), pero sobre todo a la habilidad socio-antropológica del autor para lograr, como dice C. Geertz, que “pequeñas cosas hablen de grandes cuestiones”.

Los resultados de esta investigación enriquecen sin duda el campo de conocimiento sobre los jóvenes universitarios, en gran medida gracias a que se derivan de un análisis socio-antropológico integral que, por cierto, tiene pocos antecedentes.2 Asimismo, los argumentos del autor renuevan las discusiones sobre la función reproductora de la escuela, particularmente sobre la influencia del origen social en la trayectoria escolar de los estudiantes de la educación superior que, en México, J. Bartolucci ha estudiado años atrás desde la disciplina sociológica (véase p. ej., Bartolucci, 1998).

Ahora bien, ¿qué nos dice el autor acerca de los jóvenes universitarios? La mitad de la población pertenece a un estrato socioeconómico de escasos recursos; más de dos terceras partes de los jóvenes son pioneros en sus familias en cuanto a su incorporación a la educación superior y, a pesar de ello, la posesión de bienes culturales necesarios para la actividad escolar muestra tendencias superiores (capital cultural objetivado: libros, máquina de escribir, computadora). Lo anterior indica que, a pesar del perfil socioeconómico predominante, la mayoría de los jóvenes cuenta con lo indispensable para realizar sus actividades escolares. En cuanto a las prácticas académicas, el estudio señala que gran parte de la matrícula adquiere únicamente una responsabilidad formal en su proceso escolar, es decir, se limita a asistir a clase y al cumplimiento de los deberes estrictamente necesarios. Los datos señalan que los jóvenes invierten poco tiempo en los estudios y que generan diversas estrategias, en conjunto con sus profesores, para transitar con relativo éxito por su trayectoria universitaria. Así, De Garay se percata de que los jóvenes universitarios llegan a la universidad sin un suficiente capital cultural incorporado, pero advierte que lo más grave es “que la misma institución está siendo incapaz de generar y/o construir una estrategia educativa que les permita desarrollar cierto interés y dedicación por el cultivo del conocimiento” (p. 123). A partir de la información obtenida el autor se pregunta: ¿De qué depende la integración de los jóvenes universitarios en el sistema académico y social de la UAM? El autor muestra que ni el origen social ni el capital cultural institucionalizado (expresado en el grado de escolaridad de los padres) son factores que determinan directamente el grado de integración de los jóvenes a la universidad, por ello acude a otros factores tales como género, edad, escuela de procedencia, estado civil, ambiente escolar, consumo televisivo, prácticas pedagógicas del profesorado, consumo cultural interno, unidad académica de pertenencia y condición laboral de los estudiantes. En un análisis basado en un modelo de regresión logística multinomial, De Garay muestra que: En la integración académica son cuatro las dimensiones de mayor peso, a saber: 1)capital cultural objetivado, según la cual aquellos jóvenes que tienen un nivel alto en la posesión de bienes materiales para el trabajo escolar tienen prácticamente el doble de posibilidades de integrarse totalmente al sistema académico; 2)consumo cultural interno, por el que los jóvenes con una alta participación en las actividades culturales que organiza la institución tienen cuatro veces más posibilidades de estar totalmente integrados a la vida universitaria; 3)consumo televisivo, según el cual ante un nulo o mínimo consumo televisivo las posibilidades de ser un joven totalmente integrado aumentan nueve veces; 4)según la edad, cuanta mayor ésta (22-27) tanta mayor integración en el sistema académico universitario.

En la integración social (consumo cultural) los factores significativos son: 1)edad, según la cual mientras ésta aumenta, la probabilidad de que los jóvenes participen en la oferta cultural disminuye, 2) consumo cultural externo, donde si éste es frecuente se tienen mayores posibilidades de ser un joven integrado, 3) opinión sobre la oferta cultural de la institución, donde si ésta es favorable aumentan las posibilidades de integrarse, 4) integración al sistema académico, por el que estar integrado académicamente triplica las posibilidades de integrarse socialmente, 5) género, según el cual los hombres asisten a las actividades culturales y deportivas en mayor medida que las mujeres, y 6) escolaridad de los padres, pues cuando ésta es alta, aumenta la posibilidad de ser un joven integrado. Con estos datos el autor hace una última categorización que mezcla el análisis de la integración social y académica. Los datos indican que 37% de los estudiantes se integran mejor al sistema social que al sistema académico de la universidad, y sólo 13% se integran totalmente a ambos sistemas (existen otras cinco tipologías con porcentajes distribuidos para la suma del 100%). Sobre estos datos nos atrevemos a señalar que el análisis que el autor hace en los dos últimos capítulos de la obra es contundente aunque, a nuestro parecer, le faltó vincular la información cuantitativa con algunas de las expresiones reunidas en su indagación etnográfica para hacer más significativa la lectura, como ocurre en los primeros capítulos.

Al final de la obra, De Garay defiende la heterogeneidad de la población estudiantil. Sus datos le sirven de fundamento para afirmar que mientras las políticas universitarias se sostengan en una postura que no atina a distinguir las diferencias, la misión de la universidad —preparar jóvenes con una formación integral— está lejos de alcanzarse. Asimismo, el autor pugna para que en las investigaciones sobre estudiantes éstos dejen de ser sólo un dato y se les reconozca como “una categoría social en continua construcción, lo que supone romper con definiciones esencialistas o estandarizadas, para colocarse en el análisis de las interacciones, las identidades y las configuraciones juveniles múltiples, lo que a su vez permite comprender la enorme diversidad que puede caber dentro de la categoría ‘jóvenes universitarios’” (p. 256).

Así, la obra en su conjunto demuestra que la integración al sistema social y académico depende de varios factores asociados. Con esto De Garay confirma que no existe determinismo social donde el “origen es destino”. Queda claro que el universitario es un individuo que desempeña el papel de estudiante de acuerdo con múltiples variantes que ocurren dentro y fuera de la institución escolar.

Por último, sostenemos que gracias a la información que el autor nos presenta en este libro, los estudiosos de la educación superior disponen de material útil para plantearse nuevas interrogantes; los encargados de la toma decisiones tienen elementos para formular estrategias que permitan atender una población heterogénea tanto en lo académico como en lo cultural; los profesores tienen la posibilidad de acrecentar su conocimiento sobre la población que llega cotidianamente a las aulas y, finalmente, los jóvenes universitarios pueden reconocerse entre las líneas de los testimonios y ubicarse entre los porcentajes de las encuestas, lo que será muy valioso porque les brindará la oportunidad de reflexionar sobre su proceso de formación.

Por todo esto, el libro de De Garay, escrito con claridad y sencillez, es un texto que puede ser leído por un público diverso. Hago una atenta invitación a su lectura.

 


NOTAS

1. Un estudio que, basado también en V. Tinto, aborda la incorporación a la vida académica y la vida social en la universidad, particularmente en el posgrado, es el de Sánchez y Arredondo, 2002.

2. Un trabajo que puede citarse como antecedente, por ser un estudio de carácter socio-antropológico que aborda la integración de los estudiantes al programa de la licenciatura en Investigación Biomédica Básica es el de Fortes y Lomnitz, 1991.

 


REFERENCIAS

BARTOLUCCI, Jorge (1998), “Posición social, trayectoria escolar y elección de carrera (seguimiento de una generación de estudiantes de la UNAM, 1976-1985)”, en Renate Marsiske (coord.), Los estudiantes. Trabajos de historia y sociología, México, CESUPlaza y Valdés

BOURDIEU, Pierre (2000), La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, Barcelona, Taurus.

DE GARAY SÁNCHEZ, Adrián (2001), Los actores desconocidos. Una aproximación al conocimiento de los estudiantes, México, ANUIES.

— (1998a), “Una mirada a las identidades juveniles desde el rock”, en Jóvenes: Revista de Estudios sobre Juventud, México, núm. 6, pp. 40-53.

— (1998b), “Privatización de la educación superior o distribución tácita de la demanda?”, en Revista de la Educación Superior, México, vol. 27, núm. 107, pp. 15-33.

FORTES, Jacqueline y Larissa Lomnitz (1991), La formación del científico en México: adquiriendo una nueva identidad, México, Siglo XXI.

SÁNCHEZ PUENTES, Ricardo y Martiniano Arredondo (coords.) (2002), El posgrado en ciencias sociales y humanidades. Vida académica y eficiencia terminal, México, CESU-UNAM.

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