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Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.27 no.108 Ciudad de México ene. 2005

 

E D I T O R I A L


En el último tramo del sexenio del muy denostado presidente Fox, el panorama de la educación nacional es absolutamente increíble. Entre las cifras y las anomalías de los servidores públicos, entre la falta de resultados y la ineficacia de los discursos que prometieron cambios, mejoras, equidad y excelencia que nunca se dieron, el clamor en el desierto se confabula con el de la selva, pues de Monterrey a Chiapas ha ocurrido lo mismo: un sexenio perdido en materia educativa.

Los reportes de cualquier organismo mundial o regional, los discursos de los precandidatos a la presidencia de México, y de los líderes de cualquier parte del mundo, en fin, todo ser racional relacionado con la toma de decisiones, repiten estas frases: “la educación es fundamental”, “es prioridad de prioridades”, “si hay una prioridad en el mundo, sería la educación”.

En México pasa lo mismo, pero se practica lo contrario. Hagamos un breve recuento de algunos hechos que revelan esta tragedia: la educación en el país aparece como un valor económico y social cada vez más importante, y los estudios empíricos demuestran que a mayor nivel de educación mejores ingresos y mejores perspectivas de obtener un trabajo fijo. Cada vez hay más personas incorporadas a la población económicamente activa (PEA) con mayores niveles educativos, y las tendencia indican que habrá más personas educadas en los mercados laborales en relación con quienes cuentan con menos estudios. También se sabe que el denominado umbral demográfico o bono demográfico permitirá elevar la calidad de la educación básica, debido a que el crecimiento de los segmentos de niños y jóvenes del grupo de edad escolar correspondiente a este nivel será muy moderado hacia los próximos 20 años, mientras que en educación media y superior se presentarán altos incrementos en los grupos de edad correspondientes.

Los principales indicadores del sistema educativo nacional dan muestra, sin embargo, de que durante los últimos años no hemos avanzado, sino que hemos retrocedido, en una época en la que los conocimientos y los aprendizajes resultan ser fundamentales para cualquier persona, tanto para las nuevas generaciones como para las que ya son corresponsables del mundo actual.

En el actual sexenio se dieron intentos loables pero de resultados fallidos; al aprendiz de mago en la Secretaría de Educación Publica (SEP) todo le salió muy complicado, el caso es que no fue posible superar lo que se pretendió desde los inicios de la actual administración. La participación de la población, sobre todo en los niveles secundario, medio superior y superior, sigue siendo en 2005 (cuando ya terminó el sexenio, en los términos de la actual vida política nacional) casi igual que la de 2000: no se ha rebasado la cifra de 20% del grupo de edad escolar en educación superior; poco más de 30% de la fuerza laboral total apenas participa en algún espacio de capacitación o de adiestramiento; la educación media y superior está en una franca obsolescencia, y sólo uno de cada tres mexicanos puede hacer constar que tiene su educación básica terminada. En muchos segmentos de la PEA es una realidad que, a pesar de contar con algunos títulos o grados educativos, el desempleo es tan extenso que empieza a revertir lo que de suyo tenía de benéfica la educación para mantenerse en un trabajo determinado, esté relacionado o no con lo que se estudió: existen más educados, pero también hay más desempleo entre ellos.

El panorama en la educación superior es desolador. Véase como botón de muestra lo que encontró un estudio:

En su último examen de admisión la UNAM rechazó a 91.3% de los jóvenes que intentaron ingresar a alguna de sus 74 licenciaturas, en virtud de que no lograron los resultados suficientes. El número total de aspirantes a ingresar a estudios de licenciatura en dicha institución fue de 84 548, cifra significativamente menor que los 258 184 jóvenes en edad universitaria que se inscribieron al programa de televisión Big Brother 2. La recepción de solicitudes para este programa superó el número de registros de la primera versión (152 000). A principios de noviembre de 2003, se distribuyeron más de un millón de solicitudes de inscripción para ese concurso en todo el país; a tan sólo dos semanas de haber lanzado la convocatoria, 300 000 aspirantes habían acudido por un formato y más de 40 000 lo entregaron debidamente contestado (CENEVAL, 2005, p. 8).

Mientras eso ocurre, existen en el país más de 32 millones de mexicanos sin educación básica, 9.5% de la población mayor de 15 años es aún analfabeta y casi 15 millones no han podido concluir la secundaria. Lo anterior se concentra de forma alarmante entre la población adulta, entre campesinos e indígenas, entre la población más pobre de las ciudades y entre las mujeres de los segmentos mencionados. En las últimas semanas, la opinión pública sigue conmocionada con más y más muertes de mujeres pobres, por el nivel de saña y tortura que se da en éstas, y por la escasa respuesta gubernamental.

Mientras tanto, en los ámbitos de gobierno que son responsables de la aplicación de la política hacia la educación se dan muestras de una gran e insólita negligencia. Algunos hechos son alarmantes. Después de que la Cámara de Diputados aprobó enmendar la plana del presupuesto programado para el 2005 enviado por el Ejecutivo, elevando ligeramente algunos rubros sobre todo hacia la educación superior, el presidente de la república decidió entablar una controversia constitucional con el objetivo de resarcir la tarea propia de los legisladores. Hasta la fecha del presente editorial, el Poder Judicial le estaba otorgando de forma satisfactoria una acción positiva a la demanda de controversia constitucional realizada por el presidente, y se estaba enviando a la Cámara lo propio para volver a enmendar el presupuesto en determinados rubros. Con ello se presenta el escenario de una reducción de más de 4 mil 600 millones de pesos previamente asignados por los diputados. Al parecer, y en ello ciframos esperanzas, el asunto no tocará a las universidades, que ya están programando la implantación de los ligeros aumentos hacia sus principales funciones sustantivas, pero se mantiene la incertidumbre, porque esto produciría una reacción en cadena, trastabillando el paso de por sí inseguro con el que camina el sexenio, con un conflicto más que no se desea.

Apenas con la tibia mano de los frecuentes intentos frustrados de reforma, también el Ejecutivo propuso poner en marcha, hace algunas semanas, una “reforma total” en la educación secundaria. El nivel se encuentra en una fase terminal por el cúmulo de contradicciones y presiones, y la idea aparece como emblemática y necesaria; pero después de que el año pasado ocurrió un primer intento de reforma cuando se buscó eliminar de los planes de estudio las materias referidas a la cultura prehispánica, y ante el alboroto y la protesta consecuente de los historiadores y de otros sectores de la sociedad, se tuvo que dar marcha atrás, ahora se dice que a partir de septiembre de 2005 se pondrá en marcha la reforma total deseada, lo cual implicará, de acuerdo con el boletín oficial “profundas transformaciones en este nivel educativo, ya que implicará poner en marcha cambios totales en los contenidos y un plan para ‘balancear’ las asignaturas”.

Ya desde ahora el magisterio se ha opuesto a esta reforma. En realidad, debe señalarse que está a destiempo; a fines de sexenio no se puede pretender iniciar una “reforma total”, cuando esto debería haber ocurrido desde sus inicios. En todo caso, se debería ser más modesto; decir, por ejemplo, que se sentarán las bases de la misma, o se llevarán a cabo reformas parciales o algunas de carácter sustantivo, ¿pero una “reforma total”? Verdaderamente nos parece simple retórica, pues ésta implicaría una verdadera transformación del nivel, de sus estructuras académicas, de su currículo, de la burocracia, de la gestión, de los sindicatos y de la corrupción, de los profesores, del financiamiento, etcétera.

Otro caso emblemático de la imagen que se presentó a fines del sexenio en materia educativa fue la aparición del subsecretario de Educación Superior (antes de la SESIC) en un comercial de televisión en horario estelar, promoviendo a una universidad privada (así se autocalifica la misma, a pesar de que no cuenta con las características de lo que se entiende como universidad). El que escribe emitió públicamente una crítica severa a la actuación del funcionario público, señalando que era un verdadero contrasentido que se promocionara comercialmente a dicha institución.

La respuesta de la Subsecretaría, respaldada por la propia SEP, fue que la universidad en cuestión se había aprovechado de una entrevista al subsecretario y que estaba haciendo un mal uso de su imagen. Sin embargo, un vocero de dicha “universidad” informó que el spot televisivo había sido aprobado por la propia Subsecretaría. La SEP dijo entonces que demandaría a la institución, pero al final no ocurrió ni una cosa ni otra: sólo se retiró el anuncio comercial.

Mientras tanto, a pesar de que las instituciones de educación superior privadas fueron las “hijas predilectas del régimen”, por saturación de su propia lógica mercantil y por efecto de su curva de crecimiento, durante el fin del sexenio éstas empezaron a estancarse o a declinar en su dinámica de expansión. El fenómeno había ya sido previsto por el que escribe; el gran crecimiento de las instituciones privadas en las dos décadas anteriores se debió a la contracción de los recursos públicos, pero ese crecimiento debía de alcanzar un punto de saturación, por la captación del sector socioeconómico respectivo, que está encontrando ahora sus límites objetivos. De acuerdo con los datos oficiales, durante los últimos tres años este fenómeno (el umbral de crecimiento de las instituciones privadas) ya está presente mientras que cierta recuperación de las universidades públicas y su dinamismo está volviendo a encontrar su cauce natural. Así,

de acuerdo con las cifras más recientes de la dependencia [la SEP], el crecimiento de la educación superior pública en lo que va de la presente administración se manifiesta en el hecho de que de los 2 588 567 jóvenes inscritos en este nivel durante el actual ciclo escolar, solo 33% se encuentra en una institución privada. El crecimiento de la matrícula en las universidades públicas fue de 1.4% en el ciclo escolar 2000-2001, mientras que para 2001-2002 se elevó a 3.8%, el incremento de alumnos en estas instituciones es ya de 4.8%. Mientras que en el ciclo escolar 1999-2000, la tasa de crecimiento de la matrícula en las instituciones particulares registró 14%, diez puntos por encima de las públicas, en el último año escolar sólo llegó a 3.2% (Reyes, 2005, pp. 1-2).

En fin, hay sin duda muchos más datos y hechos que apuntan a demostrar una pérdida de tiempo y de esfuerzo en la acción educativa gubernamental. No todo fue acción perdida, sin embargo, porque diversas instituciones recobraron su legitimidad y su fortaleza, la UNAM entre otras, y caminaron paralelas, a veces a contrapelo, a veces con ciertos apoyos recurrentes, y a veces de manera encontrada y confrontada en ese contexto de retórica contradictoria.

Empieza a llegar el momento, por todo lo anterior y por mucho más, en el que vale la pena iniciar una seria reflexión sobre lo que viene, en el corto, en el mediano y en el largo plazos, para formular nuevas propuestas y proyectos que busquen encontrar oídos receptivos para poner de pié, otra vez, al sistema educativo nacional. Las páginas de Perfiles Educativos estarán abiertas a estas reflexiones e iniciativas, y si no las hay deberemos procurarlas.


Axel Didriksson,
junio de 2005

 

REFERENCIAS

CENEVAL (2005), Boletín CENEVAL, núm. 12, abril, p. 8.

REYES, Carlos (2005), “Crecen las universidades públicas y disminuyen las privadas”, en Campus (suplemento de Milenio Diario), 19 de mayo, pp. 1-4.

 

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