SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.25 número102Miradas a lo educativo: Exploraciones en los límites índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.25 no.102 Ciudad de México  2003

 

Reseña

 

Enseñar en la sociedad del conocimiento. La educación en la era de la inventiva

 

Tiburcio Moreno Olivos*

 

Andy Hargreaves. Barcelona, Octaedro (Colección Repensar la Educación), 2003, 244 pp.

 

* Profesor e investigador en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, tiburcio34@hotmail.com

 

Esta obra trata de la naturaleza y significación de la sociedad del conocimiento, del mundo en que los docentes hacen su trabajo. En ella, el autor sostiene que los docentes deben preparar a sus estudiantes para que cuenten con las mayores posibilidades de éxito en la economía del conocimiento, como una forma de lograr su propia prosperidad y la de otros, y como una cuestión de justicia e inclusión al hacer que estas oportunidades sean accesibles para los estudiantes de todas las razas, procedencias sociales y capacidades de partida. La prosperidad del planeta depende de nuestro ingenio, de nuestra capacidad para aprovechar y desarrollar nuestra inteligencia colectiva respecto a los atributos centrales de la economía del conocimiento, entre los que se encuentran: inventiva, creatividad, resolución de problemas, cooperación, flexibilidad, la capacidad para desarrollar redes, la habilidad para hacer frente al cambio y el compromiso con el aprendizaje a lo largo de la vida.

Sin duda esta obra constituye una herramienta fundamental para comprender el papel que el profesorado está llamado a desempeñar en la llamada sociedad del conocimiento —según Hargreaves, es más apropiado hablar de la sociedad del aprendizaje—, en una era marcada por la incertidumbre, la complejidad y el riesgo, en la que destacan las ambigüedades de la globalización, las economías flexibles y el cambio rápido, que nos alertan acerca de las amenazas, pero que nos invitan a aprovechar las oportunidades.

En la primera parte de la obra el autor sostiene que enseñar para la sociedad del conocimiento exige educar para la creatividad, pero reconoce que existen dificultades para hacer de la enseñanza una verdadera profesión de aprendizaje, pues al tiempo que dicha sociedad anhela cada vez más altos niveles de aprendizaje y enseñanza, ha sometido al profesorado a ataques públicos; ha erosionado la autonomía de su criterio y sus condiciones de trabajo; ha causado epidemias de estandarización y sobrerregulación, y ha propiciado maremotos de renuncias y jubilaciones anticipadas, crisis de vocación y falta de líderes apasionados y capaces. De aquí que Hargreaves se refiera a la enseñanza como una profesión paradójica.

Para este experto en el cambio educativo, actualmente los docentes se encuentran encerrados en un triángulo de intereses e imperativos en competencia: ser catalizadores de la sociedad del conocimiento y de todas las oportunidades y la prosperidad que promete traer; ser los contrapuntos de la sociedad del conocimiento y sus amenazas a la inclusión, la seguridad y la vida pública; ser víctimas de la sociedad del conocimiento en un mundo en el que las crecientes expectativas en la educación se encuentran con soluciones estandarizadas, proporcionadas con el costo mínimo. Estas tres fuerzas, sus interacciones y efectos, están conformando la naturaleza de la enseñanza, a lo que significa ser docente y a la viabilidad de la enseñanza como una profesión en la sociedad del conocimiento.

Escritores y diseñadores de políticas, de ideologías muy diferentes, cada vez coinciden más en que un sistema educativo público fuerte y mejorado es esencial para producir una vigorosa economía del conocimiento y para permitir a las comunidades y los países más pobres que participen en ella en vez de ser marginados por ella. La clave para una economía del conocimiento fuerte no es simplemente que la gente pueda acceder a la información, sino lo bien que sepa procesar esta información.

Como catalizadores de la sociedad del conocimiento, los docentes necesitan construir un nuevo profesionalismo, cuyos rasgos principales son: promover el aprendizaje cognitivo profundo; aprender a enseñar de modos que no les fueron enseñados; comprometerse con el aprendizaje profesional continuo; trabajar y aprender en grupos colegiales; tratar a las familias de sus estudiantes como socios en el aprendizaje; desarrollar y partir de la inteligencia colectiva; construir una capacidad para el cambio y el riesgo y promover la confianza en los procesos. Por lo tanto, los docentes de hoy necesitan estar comprometidos e implicarse continuamente en proseguir, actualizar, controlar y revisar su propio aprendizaje profesional.

No obstante, para el codirector del Centro Internacional para el Cambio Educativo en el Instituto para Estudios en Educación de Ontario en la Universidad de Toronto (Canadá), no basta con preparar a los estudiantes para la sociedad del conocimiento se debe enseñar más allá de ésta, ¿qué significa esto?, significa que los docentes no deberían ser simples catalizadores de la economía del conocimiento, sino también contrapuntos esenciales a ésta: construyendo y preservando la democracia pública y comunal que va en paralelo a la sociedad del conocimiento y que también está siendo puesta en peligro por ella.

Los docentes que enseñan más allá de la sociedad del conocimiento desarrollan no sólo el capital intelectual de sus estudiantes, sino también su capital social: la habilidad para formar redes, forjar relaciones y contribuir, a la vez que extraer, a los recursos humanos de la comunidad y de la sociedad en general. El capital social da apoyo al aprendizaje, lo alimenta, encuentra un desahogo y un objetivo para éste. Desarrollarlo es algo esencial en educación.

Para Hargreaves, enseñar más allá de la sociedad del conocimiento significa desarrollar una identidad cosmopolita que pueda construir cadenas de preocupación por aquellos que no están a la vista, pero que nunca deberían estar lejos de nuestra mente. Este mandato moral implica que los docentes presten atención no sólo a su aprendizaje profesional continuo, sino también a su desarrollo personal y profesional. El desarrollo profesional significa algo más que aprender conocimientos y habilidades; a través de éste los docentes construyen carácter, madurez y otras virtudes en sí mismos y en los demás, con lo que convierten a las escuelas en comunidades morales.

Enseñar más allá de la sociedad del conocimiento, por lo tanto, significa desarrollar nuevas y mejores relaciones con otros adultos, a la vez que con los niños. Esto es mucho más que aprender a trabajar en equipos colaborativos a corto plazo, que se deshacen cuando termina la presión y se ha acabado la tarea. Enseñar más allá de la economía del conocimiento también significa que los docentes trabajen juntos en grupos de colaboración a largo plazo; que se comprometan y se desafíen entre sí, como una comunidad profesional preocupada que está lo suficientemente segura como para soportar la incomodidad que crea el desacuerdo.

Vivimos en un mundo desequilibrado de creciente intolerancia, individualismo, exclusión e inseguridad. Ser docente que sea contrapunto de la sociedad del conocimiento, por tanto, significa preocuparse del carácter a la vez que de los resultados, del aprendizaje emocional a la vez que del aprendizaje cognitivo, del desarrollo personal y profesional a la vez que del aprendizaje profesional, de la vida de grupo a la vez que del trabajo en grupo, del cuidado además de la cognición, de preservar la continuidad y la seguridad a la vez que se promueve el riesgo y el cambio. Significa desarrollar el capital social, establecer los fundamentos emocionales de la democracia, y crear el germen de la identidad cosmopolita. Enseñar más allá de la economía del conocimiento significa estar en una profesión reinventada que no sólo proporciona valores, sino que está dirigida por valores.

En esta obra —en la que Hargreaves cuenta con la colaboración de algunos de sus colegas especialistas en el cambio y la mejora de la educación— se plantea la cuestión de enseñar a pesar de la sociedad del conocimiento. Docentes y escuelas, que deberían ser los catalizadores y contrapuntos en la sociedad del conocimiento, demasiado a menudo son las víctimas de éste. Son víctimas de la debilitación del estado del bienestar, de las familias desestructuradas de los estudiantes, del apoyo restringido a la educación pública, de una inacabable microgestión por parte de burocracias coactivas, y de discursos despreciativos de culpa y vergüenza que repercuten negativamente en la autoestima del profesorado. Se lanza un alegato bien sustentado contra lo que denominan fundamentalismo del mercado y sus efectos perniciosos para la educación pública.

Los maestros como víctimas de la sociedad del conocimiento preparan al alumnado para que memorice un aprendizaje estandarizado; aprenden a enseñar tal como se les dice que lo hagan; la formación permanente está centrada en las prioridades gubernamentales; trabajan más, aprenden solos; tratan a los padres como consumidores y productores de quejas; llevan a cambio un trabajo emocional en lugar de desarrollar su inteligencia emocional; responden al cambio impuesto con sumisión temerosa; no confían en nadie.

Gran parte de la desilusión reciente con la enseñanza, tal como se comenta en un apartado de esta obra, no es tanto el resultado del envejecimiento y el cansancio del profesorado, como de su propia reacción a la pérdida de visión dentro del sistema educativo público, y a la estrechez de miras cada vez más creciente en las finalidades. Estos docentes están desmoralizados porque se les han robado sus fines.

Vivimos en un tiempo en que se necesita de nuevo una gran visión; un tiempo en que nuestra prosperidad y seguridad dependen de nuestra capacidad para desarrollar estudiantes y docentes que puedan comprender y sean capaces de implicarse en los espectaculares cambios sociales que provoca la sociedad del conocimiento actual, junto con sus consecuencias humanas.

Mientras la estandarización y los cambios basados en reparaciones rápidas parecen estar haciendo que la enseñanza y el aprendizaje descarrilen, la emergencia de las comunidades profesionales de aprendizaje promete una forma de asegurar mejoras sostenibles a largo plazo en nuestras escuelas, sirviendo como agentes del cambio educativo. Pero las comunidades de aprendizaje son difíciles de crear. Presuponen y exigen cualidades de liderazgo y niveles de capacidad docente que no siempre están disponibles, especialmente en aquellas escuelas de comunidades pobres con largos legados de fracaso y desesperanza.

Este texto también contiene casos de escuelas secundarias que han sido exitosas en distintos distritos educativos de Canadá y Estados Unidos, se comentan los factores que han contribuido para hacer de estas escuelas centros innovadores, así como los efectos nocivos que está teniendo en algunas de ellas las políticas de reforma estandarizada.

Por último, quisiera destacar que se trata de una obra rica en temas que se encuentran en el actual debate internacional con relación al papel del profesorado en la sociedad del conocimiento. Todo parece indicar que ha llegado el momento de que se reconozca el derecho de todos a tener acceso a una educación de calidad y a comprometerse con sus más altos niveles. Se requiere ingenio, creatividad, inversión e integridad, así como identidad cosmopolita. Este el mensaje que el prestigioso investigador educativo nos deja en esta obra de gran valor pedagógico.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons