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Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.25 no.102 Ciudad de México  2003

 

Editorial: El financiamiento de la educación

 

Como ocurrió en 2003, también en 2004 el monto del presupuesto federal para educación (y particularmente para educación superior e investigación científica, inicialmente propuesto por el Ejecutivo Federal) fue modificado sustancialmente por la Cámara de Diputados, lo cual es un indicador importante del cambio de correlación de fuerzas que está ocurriendo en el país, alrededor de la construcción de un proyecto educativo nacional que tiene diferentes perspectivas y prioridades.

Desde mediados de la década de los noventa, el gasto público en educación ha mantenido una lógica contraccionista, y para la educación superior no se ha puesto en marcha ninguna medida sustancial para poder alcanzar el programado y deseable 1% del Producto Interno Bruto (PIB). En lo que va de este sexenio, la fluctuación de este porcentaje se ha mantenido entre 0.6% y 0.8% del PIB (que es el actual), con frecuentes altas, bajas y recortes interanuales que dan cuenta de una verdadera falta de claridad en la necesidad de mantener el paso en materia de enseñanza, investigación y difusión de la cultura desde una perspectiva estratégica y sustentable, y considerando este nivel educativo como un proyecto de producción y transferencia de conocimientos fundamentales para alcanzar un nuevo desarrollo. No es esto, sin embargo, lo que reflejan las inconsistencias y las fluctuaciones del presupuesto, como plataforma fundamental para la hechura de políticas y estrategias.

En el debate que se suscitó sobre el presupuesto educativo para 2004, como era de esperarse, de acuerdo con la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, para este año el sector educativo operará, de nuevo, con un déficit, ahora de 33 mil millones de pesos en su presupuesto, con lo cual se retrasa severamente el objetivo ya acordado de alcanzar 8% del PIB para este sector en el 2006. La propuesta que fue enviada por la Secretaría de Hacienda a la Cámara de Diputados ya traía consigo una operación deficitaria y de ninguna manera tomaba en cuenta aumentos satisfactorios para elevar de forma sustancial el gasto y la inversión en educación, y mucho menos para la educación superior, para la ciencia y la tecnología.

Quizás el sector más golpeado fue el de la investigación científica y tecnológica, desafortunadamente, en donde ocurrió un recorte de cerca de 200 millones de pesos y una reducción de las partidas presupuestales para los centros del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).

Como novedad, la Cámara de Diputados instrumentó un denominado "Fondo de Equidad para Universidades con costo por alumno por debajo de la media nacional", en correspondencia con los indicadores que manejan la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la ANUIES. Este fondo fue de 815 millones extraordinarios, y fueron beneficiadas las universidades públicas de Oaxaca, Guerrero, Tabasco, Sinaloa, Tlaxcala, Michoacán, Hidalgo, Chiapas y Estado de México, que sin ninguna duda no son todas las que requerían contar con este fondo de equidad. Este recurso, a diferencia de lo que se ha manejado erróneamente, no es uno "etiquetado", puesto que no se destina a cubrir determinados aspectos para el funcionamiento de estas universidades, sino que ingresa como parte del subsidio del gobierno federal.

Para el CONACYT, entidad fundamental para la investigación que realizan las universidades públicas, la reducción de su presupuesto va de los casi 8 mil millones que operó en 2003, a 7 705 976 355 pesos para 2004.

La postura que el gobierno actual ha venido manejando da cuenta de una muy preocupante orientación que considera a la educación superior desde un perfil de bajo impacto para los fines del desarrollo y muestran una escasa comprensión del importante papel que juega la educación superior. Todo apunta a considerarla como una estructura de capacitación de mano de obra y como un insumo para el mercado laboral y la competitividad.

Esto nos vuelve a poner en desventaja. El nuevo milenio aparece frente a todos nosotros como años por venir con grandes oportunidades sustentadas en la producción y transferencia de conocimientos, en donde la ciencia y la tecnología pueden ser ampliamente aprovechadas para mejorar los niveles de vida, de bienestar, de salud, de alimentación, de educación y de trabajo. Dichos avances sólo podrán ocurrir si contamos con una plataforma de nuevos aprendizajes, de investigación y de muchos trabajadores del conocimiento, a partir de un conjunto de políticas adecuadas.

Por ejemplo, la decisión de reducir los recursos destinados a ciencia y tecnología nos hace retroceder a pasos agigantados, al pasar éstos de 0.4% en relación con el PIB en 2003, a 0.38% para 2004. De por sí la situación en el sector era ya deplorable. En México, los logros educativos son muy bajos, la escolaridad de la fuerza laboral es regresiva; además, el número de adultos se incrementa y los ingresos que perciben están a la baja. En cuanto a cobertura poblacional en educación superior, México está por debajo de países como Jamaica, Trinidad y Tobago, Chile, Argentina, Hong Kong, Malasia y Corea del Sur, y muy alejado de la masificación de este nivel educativo en países como Canadá, Estados Unidos, Australia, Finlandia o Suecia. En comparación, mientras los denominados "tigres asiáticos" tienen superávits en matrícula de educación superior, en el nuestro se vive una realidad absurda, porque hay pocos estudiantes en las universidades, pero éstos empiezan a saturar rápidamente los mercados laborales técnicos y profesionales. El desempeño educativo es, a la vez, extremadamente bajo: México tuvo uno de los peores resultados en la prueba PISA para 15 años de edad, y uno de los peores rendimientos a partir de una regresión de puntajes sobre gastos por estudiante en educación (véase De Ferranti et al., 2003). El número de científicos e ingenieros en nuestro país también está muy por debajo del de otros países de tamaño menor o similar.

Así pues, vamos para atrás. Las consecuencias de contar con un aparato de ciencia devastado, con un número muy reducido de investigadores y uno medianamente saturado en educación superior tiene consecuencias de corto y mediano plazos terribles, porque de los conocimientos dependemos todos y para todo.

Axel Didriksson
febrero de 2004

 

REFERENCIAS

De Ferranti et al. (2003), Cerrar la brecha en educación y tecnología, Bogotá, Banco Mundial/Alfaomega (Estudios del Banco Mundial sobre América Latina y el Caribe).         [ Links ]

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