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Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.23 no.92 Ciudad de México  2001

 

Reseñas

 

Rostros históricos de la educación. Miradas, estilos, recuerdos

 

Edith Vázquez León*

 

María Esther Aguirre Lora (COORD.). México, CESU-UNAM/Fondo de Cultura Económica, 2001, 325 pp.

 

* Estudiante de maestría en la UNAM. Profesora de la Escuela Nacional Preparatoria, UNAM.

 

Rostros históricos de la educación. Miradas, estilos, recuerdos, tal como lo señala María Esther Aguirre en la introducción, no es un libro de historia de la educación, en él se expresan voces diversas que nos descubren perspectivas teóricas; temáticas y tradiciones de investigación en torno a la educación y la pedagogía desde su dimensión histórica.

Así, se reconoce que los procesos formativos; la transmisión de cuerpos de saberes; las prácticas y los discursos; los métodos para orientar los proyectos educativos, entre otros aspectos vincu-lados a la educación y la pedagogía, se inscriben en tiempos y espacios diversos que son modelados por la dinámica social hasta configurarse en escenarios donde es posible hallar respuesta y explicación a las inquietudes de nuestro presente, descubrir que ciertos proyectos e ideales de antaño no se han agotado aún, que nuestro acontecer y lo que somos como sociedad —lo que podemos ser incluso— se nutre de las raíces de nuestro pasado.

No hay acción, obra, pensamiento, proyecto o proceso social que carezcan de dimensión histórica, que no sean antecedente temporal o causal de la actualidad. Esto pudiera parecernos obvio; sin embargo, no es extraño que en el ambiente cotidiano los hechos se nos informen como carentes de todo origen, desarrollo y trascendencia, como si ocurriesen de repente, y como si fuesen el resultado de meras voluntades individuales y egoístas.

En su condición de pedagoga e investigadora, María Esther Aguirre considera la relación fundante entre el pasado y el presente cuando señala: "la memoria de la educación y la pedagogía nos confronta de lleno con la genealogía del lenguaje y la gestualidad que les son propios, nos revela la fuente de preocupaciones y ocupaciones reales que les dieron origen; en este sentido, se trata de recuperar un pasado que, por su cualidad constitutiva, siempre es actual en nuestro presente [...]. La memoria nos permite saber quiénes somos, cuáles son nuestras raíces y anclas; nos estructura, nos hace conscientes de nuestra realidad y alteridad".

Se trata pues, de una pedagoga que nos invita a contemplar históricamente los procesos formativos para comprenderlos a profundidad y hallar en ellos los elementos que permitan repensar lo educativo y lo pedagógico, enriquecer su campo de conocimiento, y superar, por ejemplo, el presentismo y el parcelamiento a que se le podría condenar o se le ha condenado.

Este es el enfoque y la preocupación central que guía el esfuerzo de María Esther Aguirre en la coordinación y reunión de trabajos realizados por pedagogos, filósofos, historiadores y especialistas en educación que han incursionado en el campo de lo educativo y lo pedagógico como teóricos e investigadores y también como docentes.

Originarios de Italia, Argentina, España, Estados Unidos, Francia y México, estos estudiosos abordan temáticas diversas que la coordinadora agrupa en dos apartados: 1) miradas en torno a la dimensión histórica de la educación y la pedagogía, y 2) tramas y estilos en torno a la dimensión histórica de la educación y la pedagogía.

En el caso de la primera parte de la obra, las "miradas" se dirigen hacia el terreno de la investigación, reflexión y explicación de aspectos diversos: el deslinde entre el campo de la pedagogía y la educación que presenta Antonio Santoni; el carácter de la educación popular en la edad moderna europea, estudiado por Florentino Sanz; la conformación de la memoria de la educación y la pedagogía mexicanas, de la misma María Esther Aguirre; el análisis de la influencia de Gramcsi en la investigación histórico-pedagógica italiana, según Angelo Semeraro.

A esas "miradas" les siguen otras más empeñadas en evidenciar los elementos teóricos con base en los cuales contemplan su objeto de estudio: Así, Thomas S. Popkewitz, parte de la tradición histórica que retoma los enfoques sobre cómo los sistemas de ideas cambian en el tiempo y cómo ese cambio tiene que ver con las cuestiones de poder para dar cuenta de la historia del currículum, pero también considera cuestiones de psicología y sociología.

Antonio Viñao, por su parte, se ubica en el contexto de la historia cultural para explorar las posibilidades que ésta ofrece en relación con o desde la historia de la educación. María Teresa Yurén, en su apartado, explica y se adhiere a la propuesta metodológica de Foucault —la Arqueología del saber— para efectuar la historia del discurso pedagógico y esclarecer el estatuto epistemológico en que se halla. Emilio Tenti centra sus argumentos en defensa de una ciencia social histórica que integre los instrumentos conceptuales y metodológicos de la sociología y la historia en el estudio de lo educativo.

"Tramas y estilos en torno a la dimensión histórica de la educación y la pedagogía", título que María Esther Aguirre asigna a la segunda parte de la obra, nos descubre formas concretas de hacer historia de lo educativo y lo pedagógico, así como una amplia gama de aspectos de los cuales podrían ocuparse quienes se vean atraídos por la idea de pensar históricamente los procesos formativos: el ámbito poco explorado del juguete en la historia de la educación, según Michel Manson; el carácter de las lecturas infantiles del siglo XIX mexicano, abordado por Luz Elena Galván; el uso del catecismo civil como uno de los métodos para contribuir a la educación de los mexicanos en el siglo XIX, aspecto del que se ocupa Margarita Moreno; la etapa inicial del Ateneo en México, descrita por Susana Quintanilla; la educación privada en México, tema de preocupación por parte de Valentina Torres; los afanes y compromisos educativos de los maestros exiliados de España, de los cuales se encarga Valentina Cantón, y la formación de los jóvenes durante el régimen fascista en Italia, estudiado por Carmen Betti.

Atentaría contra el valor y la importancia de la obra misma si no me detengo a reconocer que su riqueza no puede reducirse al esbozo que ahora se ha hecho acerca de su contenido. Hay que leer el libro para confirmarlo, para constatar que se pueden hacer lecturas diversas, desde diferentes ángulos, enfoques e inten ciones. Sus páginas están abiertas a pedagogos y estudiantes de pedagogía, pero también a historiadores, sociólogos, filósofos y otros profesionales interesados en el estudio de la educación y la pedagogía. Y más todavía, las páginas de Rostros históricos de la educación, por el estilo que predomina en sus contenidos, pueden leerse por aficionados deseosos de integrar a su saber aspectos como los que ya se refirieron.

El equipo de colaboradores nos lleva de la mano a tiempos y espacios distintos entre los cuales se han construido, y se construyen, múltiples temáticas, prácticas y tradiciones de pensamiento e investigación que convergen en una misma preocupación e interés: lo pedagógico y lo educativo en su dimensión histórica.

Se trata de un catálogo de sugerentes líneas de orientación para la investigación y reflexión, ya que nos aproxima a una serie de herramientas conceptuales, teóricas y metodológicas; temáticas y lenguajes que, además de dibujar el rostro histórico de la educación, marcan la pauta para continuar o emprender otros estudios en éste campo y el de la pedagogía.

Destaca el hecho de que dichas herramientas se derivan de diferentes campos disciplinarios —como los de la filosofía, la sociología y la historia, por ejemplo—. Con ello, se reconoce también la complejidad que caracteriza al fenómeno educativo; el esfuerzo de comprensión que merece y la posibilidad de trasladar lo pedagógico más allá de aquellas visiones comunes que relacionan este conocimiento sólo con el estudio de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Por último, atender la propuesta de María Esther Aguirre respecto a la pertinencia de pensar históricamente los procesos formativos, implica también la posibilidad de descubrir y reflexionar las cuestiones pendientes de resolver o modificar en éste siglo XXI, pues igual que ocuparnos del presente y del pasado, es menester ocuparnos del futuro; más aún con todas las inquietudes que despierta el imperante mundo de la globalización. Habría que seguir los pasos de María Esther Aguirre.

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