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Estudios de historia moderna y contemporánea de México

versión impresa ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.63 Ciudad de México ene./jun. 2022  Epub 24-Mar-2023

https://doi.org/10.22201/iih.24485004e.2022.63.77719 

Documentaria

George Ruxton (1821-1848), Aventuras en México. Una nueva mirada al autor y a su obra desde su biografía

George Ruxton (1821-1848), Aventuras en México. A New Look to the Author and his Work from his Biography

José Arturo Aguilar Ochoa* 
http://orcid.org/0000-0003-4768-4975

* Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México), Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, “Alfonso Vélez Pliego”, aragoch@hotmail.com


Resumen

George Ruxton fue parte del grupo de viajeros extranjeros quienes arribaron a México una vez que el país obtuvo su independencia y escribió sus impresiones no exentas de prejuicios hacia los habitantes. Sin embargo, su testimonio nos da una mirada importante de la situación en los primeros años de vida independiente. Gracias a documentos recientemente encontrados podemos esbozar una biografía inédita. Por ello, ponemos a disposición del lector, la traducción del “Obituary Notice of Lieutenant George Augustus Frederick Ruxton” de Richard King, donde se consignan mayores datos biográficos de este autor, testigo de la guerra entre México y los Estados Unidos.

Palabras clave: viajeros del siglo XIX; literatura de viaje; relación México-Estados Unidos

Abstract

George Ruxton was a member of a group of foreign travelers who went to Mexico after its independence, and wrote notes that were not free of prejudice towards the inhabitants. His observations, however, give us a valuable look of the Mexican situation during the first independent years and the Mexican War. Thanks to recently found documents, we are able to draft an unpublished biography. For this reason, we offer the reader a translation of “Obituary Notice of Lieutenant George Augustus Frederick Ruxton” by Richard King, in which this author’s major biographical data are exposed.

Keywords: 19th Century’s travelers; travel literature; Mexico-United States relations

Un libro de viaje considerado “como estrujante y terriblemente bello” es Aventuras en México escrito en 1846 por el inglés George Ruxton. Afirmación que podría ser más un ardid publicitario1 que un hecho comprobable, pues es una apreciación subjetiva de un editor. Lo mismo cuando se califica como “una de las obras escritas por un extranjero que haya penetrado con más profundidad en las expresiones idiomáticas del mexicano, quizás porque como ninguno en su estancia en el Anáhuac convivió tan de cerca con el pueblo”. Pero si para algunos el libro tiene estas cualidades, su peculiaridad radica en que, como pocos, el autor recorrió una vasta zona del norte del territorio mexicano, en su camino a los Estados Unidos, adentrándose en tierras inhóspitas, llena de pueblos como los apaches y comanches y plagada de peligros. No fue el único, pero sí uno de los pocos que emprendió tan riesgoso viaje. Destacarían en la primera mitad del siglo XIX otros casos como los de los estadounidenses Albert M. Gilliam2 y John Russell Bartlett; el alemán Julius Froebel3 y el francés Philippe Rondé.4 Fuera de ellos existen pocos ejemplos hasta bien entrado el llamado Segundo Imperio.

Pero el periplo de Ruxton tiene otros méritos, pues a diferencia de los anteriores no contó con apoyos institucionales o un trabajo alterno que le permitiera subsistir, por lo cual su viaje tiene más visos de aventura que de una exploración científica o misión diplomática, en momentos en que se enfrentaba la guerra con los Estados Unidos. Por otro lado, el estilo directo, claro y a veces lleno de críticas hacia los mexicanos le ha merecido un fuerte rechazo, ya que, como se ha señalado, los crudos comentarios sobre nosotros no siempre son agradables; bastaría recordar la siguiente cita: “Son traicioneros, flojos, indolentes y sin energía, cobardes por naturaleza”. Hay que reiterar que no fue el único viajero que criticó de manera lapidaria a la sociedad mexicana, pero debe entenderse que en ese periodo buscar al otro, entendido como aquel que no forma parte del mundo europeo o civilizado, significaba no aceptarlo en una categoría de igualdad. Ruxton, como los demás extranjeros que llegaron a la recién formada república mexicana, no podía sustraerse a los prejuicios que imponía la sociedad de la cual provenía, pues más que comprender juzgaba lo inmediato. No podía ser de otra manera, pues el público al que estaban dirigidos los libros de viaje eran grupos cultos y las emergentes clases medias. Mary Louise Pratt5 considera que la necesidad misma de acercarse y conocer al otro era parte de un proyecto imperialista, ya que era así como el imperio daba significado al mando para sus sujetos dominados. El telón de fondo, por tanto, de los viajes de Ruxton era el contexto del desarrollo industrial y el expansionismo europeo. De acuerdo con Todorov, esto asegura la tensión del relato, por lo que es necesario consolidar “la posición específica del colonizador: curioso por conocer al otro y seguro de su propia superioridad”.6 Pese a no ser un libro extenso el de Ruxton, son varios los autores que han mencionado al personaje como Juan Ortega y Medina,7 Rodolfo Ramírez Rodríguez,8 Begoña Arteta,9 Edgar Espinosa y José Vargas,10 y otros que lo han ignorado completamente.11 No obstante, ese olvido resulta menor si consideramos que, pese a la importancia de la obra, no se tiene una biografía del personaje con los datos más elementales de su vida. En una primera edición de su obra en 1974 se hizo un prólogo con el trazo de sus aportaciones y el análisis de sus testimonios, pero no se dijo nada sobre sus viajes anteriores, entre otros muchos puntos fundamentales que explicarían mejor su obra. Digno de notar es que en el prefacio de Fausto Castillo sólo se tengan fechas de nacimiento y muerte, pero ningún dato sobre su formación militar. Tampoco se conectó, en esa edición, su viaje a las entonces tierras salvajes en las Montañas Rocallosas, de los Estados Unidos, ya que sólo interesaba lo referente a México. No debemos olvidar que la edición original llevó por título Aventures in México and the Rocky Mountains y fue publicada en Londres por John Murray en 1847. Ediciones posteriores han continuado con esta omisión sin agregar más información; trabajos recientes tampoco se han interesado por la biografía del autor.12

Nacimiento, educación y formación militar

Sin embargo, gracias a fuentes que hoy son más fáciles de localizar, conocemos los datos que se leyeron el 20 de diciembre de 1848 a pocos meses de la muerte de Ruxton en una de las sociedades a la cual perteneció. Richard King escribió “Obituary Notice of Lieutenant George Augustus Frederick Ruxton” en el Journal of the Ethnological Society of London (1848-1856), texto que fue publicado en 1850.13 No obstante, desde un mes antes, parte de esos mismos datos biográficos se publicaron en el Blackwood’s Edinburgh Magazine, revista en la que nuestro personaje publicaba sus viajes a las Montañas Rocallosas. Al revisar los textos, identificamos que se agregaron algunas anotaciones y también fragmentos de su viaje a los Estados Unidos que no aparecieron en el Obituario.14 La intención, cabe aclarar, fue completar la biografía con ambas fuentes.

Por el Obituario suponemos que Ruxton procedía de una familia acomodada y, aunque no se menciona el lugar exacto donde nació, pensamos, por los títulos del padre, que fue en el condado de Kent, al sudeste de Inglaterra.15 Una autora, sin embargo, señala que nuestro personaje nació en Oxfordshire,16 en todo caso cercano a Kent. Las dos fuentes coinciden en señalar que el rasgo que mejor definiría a Ruxton sería su pasión por la aventura. Afición que, en la actualidad, seguramente lo equipararía a un corresponsal de guerra, quizás similar en carácter a un Dan Eldon17 o a algún antropólogo que trabaja en poblaciones marginales, aislado del mundo. Por ello, King resaltaba el considerarlo un caso único entre los viajeros de la época. Esa pasión por conocer lo que se consideraban mundos remotos fue la característica con la que el propio Ruxton se definía: “Fui un vagabundo en todas mis pretensiones. Todo lo que estaba tranquilo o en un lugar común lo detestaba y mi espíritu se excitaba sólo para ver el mundo y participar en escenas de novedad y peligro”.

Por todo ello no es extraño que esas acciones “de novedad y peligro” hayan sido las que se resaltaron a lo largo de los dos escritos, ya que las hazañas, la valentía y la búsqueda del conocimiento son los atributos que justificaban cualquier viaje; pero esas cualidades nos llevan aún más lejos, ya que al revisarlas nos explican el contexto del imperialismo británico y los valores con los cuales se juzgaron sus andanzas en África y América. No sólo se nos proporciona una biografía, sino los parámetros con los cuales la sociedad victoriana calificó la obra e incluso la personalidad de Ruxton. Basta señalar los siguientes datos: Ruxton comenzó su educación en el colegio Tonbridge School, uno de los más prestigiosos de Kent, fundado en 1533 y todavía en funciones. De ahí pasó a Sandhurts, o Real Academia Militar, para formarse como oficial del ejército británico.

El texto hace notar que nunca abandonó su carrera militar, pues nos dice que salió del país “para poder aprender la parte práctica de los deberes de un soldado en el campo de la violenta guerra civil en la península de España en 1837 y 1838”. Esta guerra, originada por problemas dinásticos, enfrentó a los carlistas, partidarios del infante Carlos María de Borbón, de un régimen absolutista, y a los isabelinos, defensores de Isabel II y de la regente María Cristina, de tendencia liberal. Ruxton se unió a la caballería bajo el mando de don Diego León y Navarrete, del lado de los isabelinos. Parecería descabellado que un hombre tan joven se enrolara en una guerra ajena, pues llegó antes de cumplir los 17 años, pero también es cierto que más allá de los valores románticos de la época que llevaban a estos arrebatos de justicia (como sucedió con el viaje de Lord Byron a Grecia) sabemos que participaron en esta guerra muchos extranjeros, entre ellos franceses, alemanes y por supuesto ingleses luchando en uno u otro bando, varios de los cuales escribieron memorias sobre su participación en el conflicto. Especialmente un gran número de militares ingleses se enrolaron en la Legión Auxiliar Británica que fue un cuerpo de voluntarios formado en 1835 a petición del gobierno de la regente de España para apoyar a las tropas liberales.18 El teniente Ruxton estuvo en varias batallas y fue nombrado “Caballero de primera clase de la Orden de San Fernando”, otorgándosele, además, el permiso real de acoger y llevar dicha orden en el Servicio Británico. Su experiencia militar sin duda lo marcó, pero esta experiencia le sirvió, además, para aprender el español que luego le sería muy útil en México. A su regreso de España, cerca de 1839, le fue anunciado que se le asignaba en el 89o. regimiento, lo cual incluía alistarse inmediatamente en Irlanda.

Sus primeras aventuras en América y África

Fue en este regimiento donde suponemos se le mandó en 1840 a Canadá. Ruxton conoció por primera vez la vida de un mundo salvaje y remoto, mundo que le atrajo poderosamente y le permitió dar rienda suelta a las aventuras. No se aclara si el dejar sus cargos implicó un permiso o una deserción, pero King no dejó de emocionarse cuando señaló que Ruxton renunció a la vida cómoda de la civilización por aquella primitiva. El mismo George Augustus Frederick confesó que esta decisión lo dejó propenso a una acusación de barbarismo, pero tal parece que esta estancia, la cual supongo duró un par de años, no llenó por completo ese deseo de conocer lugares remotos, pues el joven teniente buscó nuevas aventuras en otras partes del mundo, y aunque no se dice si los siguientes viajes los hizo como militar o a motu proprio, sospecho que dejó el ejército de manera indefinida. Al menos sabemos que regresó a Inglaterra y se le encomendaron nuevos viajes que seguramente él mismo pidió. Según la fuente, su sed de aventuras lo llevó a África agregando nuevos conocimientos geográficos de tierras inexploradas. El presidente de la Sociedad de Geografía dio su testimonio a King y relató, en su discurso de aniversario de 1845, el recuerdo de una conversación que tuvo con Ruxton, y que también puede leerse en la traducción.

Digno de indicar es que las regiones de África, señaladas en las fuentes, como las islas Ichaboe o Mozambique, habían sido ocupadas por los británicos recientemente, en 1840, en detrimento del poder portugués, lo cual nos habla de la voraz expansión inglesa que socavaba el poder de los antiguos imperios ibéricos. También podemos deducir que contó con el apoyo de la Real Sociedad de Geografía que respaldaba estos viajes con intereses científicos, pero igualmente colonialistas. Por sus registros sabemos que el 18 de marzo de 1845 Ruxton pisó tierra al oeste de la costa de África, para abrirse paso a sus aventuras, acompañado solamente por un voluntario de la realeza, del cual no se sabe su identidad. Fue en este lugar donde ocurrieron episodios dignos de lo que hoy en día sería una película de aventuras. Sin embargo, es interesante señalar que dentro de la visión inglesa se califique de envidia al obstáculo que pusieron los comerciantes y misioneros, seguramente portugueses, a un acto de expansión que los relegaba en sus posiciones. En la misma fuente se lee: “Aunque las circunstancias fueron desfavorables en las operaciones de este primer viaje, se tuvo tiempo para mejorar nuestros mapas, permitiendo ubicar el río Fish y otros pequeños riachuelos”. Destacan en el obituario pasajes sobre los aborígenes del lugar, pero de nueva cuenta la visión de la superioridad británica se filtró de dos maneras: la primera al considerar la alimentación de los bosquimanos como una plaga para el resto de la humanidad. Me pregunto: ¿en ese resto de la humanidad se encontraban los pueblos vecinos y nómadas de los bosquimanos? La segunda al censurar el colonialismo holandés que según su visión expoliaba los recursos a los pueblos conquistados. La historia, sin embargo, ha puesto en el mismo rasero los colonialismos europeos sin colocar en un lugar más benévolo al británico. El capítulo de este viaje a África se cerró, pese a todos estos méritos y contribuciones científicas, con la incomprensión de las sociedades o instituciones a las que Ruxton recurrió para pedir su ayuda, pues no consiguió más recursos para sus exploraciones.

Viaje a México en 1846

Después vino un momento clave en su vida: el viaje a México, y podemos deducir, por la información que se desprende de las fuentes, que lo hizo con sus propios recursos. El Obituario aclara que no contó con el apoyo de la Sociedad de Geografía, por lo tanto, tuvo que recurrir probablemente a su familia, pero no se explica cuáles fueron los motivos reales para emprender un viaje a un país en plena guerra. Sabemos que también tenía intereses científicos, pero sus verdaderas razones serán un misterio. El viajero no mostró simpatía por las acciones de los Estados Unidos en la guerra con México, pues criticaba al general Taylor y a la infantería llamada “Los Rangers de Texas” por sus excesos. Empero, tampoco el ejército mexicano le mereció elogios, pues Ruxton conoció las cuestionables acciones militares del general Antonio López de Santa Ana en la batalla de Buena Vista (o de la Angostura efectuada entre el 22 y 23 de febrero de 1847, cerca de Saltillo, Coahuila).

Parte de este reportaje de guerra apareció en la revista Frazers (sic) de julio de 1848 (el nombre correcto es Fraser’s Magazine) bajo el título de “Sketches of the Mexican War”.19 Hay que hacer notar que no fue firmado por Ruxton ni se incluyó en su libro Aventuras en México. Por lo tanto, representa una fuente importante en futuras investigaciones sobre la historia de la guerra entre estos países. Lo mismo sucede con lo que Ruxton publicó ese mismo año en el Blackwood’s Edinburgh Magazine, como parte de las entregas del libro Life in the Far West. La primera parte apareció en el volumen 63 en mayo de 1848,20 las siguientes, que fueron cinco, se encuentran en el volumen 64 de julio a diciembre,21 y se incluyó también la nota necrológica en las páginas 591-594, con el título de “The Late George Ruxton”.

Seguramente la nota fue escrita al saber el deceso de nuestro personaje y se rescató parte de lo que se había publicado en el Obituario. Es de notar que los medios periodísticos ingleses le dedicaron gran atención a la muerte de Ruxton, en parte por las colaboraciones que tuvo en las revistas inglesas y por la fama que había alcanzado en su país. Por otro lado, me parece que no ha merecido suficiente atención el libro Life in the Far West y que ahora sabemos se publicó primero en revistas como la Blackwood. En ese libro se encuentran pasajes de la vida de los que eran todavía territorios mexicanos como California y Nuevo México. De hecho, no existen muchas crónicas que narren el impacto que tuvo para sus habitantes el pertenecer de pronto, a la nación anglosajona, con todo lo que ello implicaba cuando aún se conservaban intactas las costumbres hispanas, entre ellas la religión católica. Bastaría señalar pasajes reveladores de esta situación, como el siguiente que se dio en el valle de Arroyo Hondo en Nuevo México:

Apenas se supo que los americanos habían llegado, cuando casi todos los amos del pueblo Fernández (Fernando de Taos) se presentaron para ofrecer el uso de sus “salas” para el fandango22 que invariablemente celebraban su llegada. Este fue siempre un evento rentable; porque como los montañeros tenían bastante dinero en efectivo cuando estaban “de juerga”, y con la mano abierta cuando un indio deseaba la venta de whisky, con el que obsequiaban a todos los asistentes, lo que produjo un hermoso retorno del afortunado cuya habitación fue seleccionada para el fandango.

En esta ocasión la sala del alcalde don Cornelio Vígil fue seleccionada y puesta en orden; se distribuyó una invitación general y todas las bellezas oscuras pronto se comprometieron a prepararse para la fiesta.23

Las costumbres mexicanas que describen otros viajeros parecen replicarse en esta región, pues el consumo y la elaboración de tortillas destaca en varios de estos pueblos, lo mismo que el uso del rebozo y el sarape. Si continuamos con el Obituario, se nos señala el interés de Ruxton por la condición social de los mexicanos. Lo novedoso es descubrir que se diga que “el libro despertó la admiración por el autor” y que se le compare con Madame Calderón de la Barca. De nueva cuenta se cuelan los valores de una sociedad y una época determinadas, pues además de considerar las obras de dos autores británicos como de las mejores en su género que se habían escrito sobre México, King justifica los viajes cuando los compara con las acciones de Florentina Sale y James Brooke.

La comparación justamente con los dos personajes mencionados en el texto, Sale y Brooke, nos da un parámetro con el cual se juzgaron las aventuras de Ruxton, pero también están implícitas las intenciones colonialistas, pues ambos héroes son ejemplo de la intromisión inglesa en Asia. Interesante es que se califique el momento en que se vive como edad de la seda, entendiéndolo como un momento de comodidad y pocos esfuerzos en contraposición de las épocas de las conquistas y los grandes descubrimientos del siglo XVI. Por ello el arrojo, la valentía y la aventura no tendrían un sentido más amplio si no tuvieran fines elevados, de esa manera las aportaciones de Ruxton en el campo científico se rescataban. El Obituario nos dice también que “A la Sociedad Etnológica de Londres el señor Ruxton hizo una contribución”, producto de sus aventuras en México, en forma de un artículo, “Sobre la migración de los antiguos mexicanos y su analogía con las tribus indígenas del norte de México”,24 donde se llegó a conclusiones como la de decir que “los otomís, aborígenes del Valle de Anáhuac tenían una analogía con las tribus salvajes de apaches que asolaban los estados del norte de México”.

El Obituario termina con un recuento de los viajes y trabajos del teniente británico: “De un viajero con las pretensiones del señor Ruxton, cuyos toques caen sobre el papel con esa marca clara y audaz que indica fuerza, espíritu animal y poder de observación, en un estado saludable”, por esta razón las opiniones sobre la Cuestión de Oregón tampoco pasaron desapercibidas. Se nos cuenta que en un folleto publicado por el señor Ollivier de Pall Mall, el señor Ruxton echó “un vistazo a las respectivas reclamaciones de Gran Bretaña y los Estados Unidos sobre el territorio en disputa”, que había elaborado histórica y lógicamente, con su usual “mente brillante”. Sin embargo, no encontramos el documento con las opiniones de George Ruxton.

Muerte y recuento de la vida de George Ruxton

Con las dos fuentes tenemos mayores detalles de la biografía del personaje, pues se completa con “su vida en el lejano oeste” considerada “otra de las vigorosas producciones del señor Ruxton que posee el interés y el valor añadido de ser su última comunicación, una obra tan repleta de fuertes contrastes, de imágenes salvajes y extrañas, con escenas que quitan el aliento” y que “ahora son reconocidas como imágenes de vida, y del resultado de la experiencia personal del autor que se han ganado los sufragios del público y elogios de mi parte”. El texto termina con los detalles de la muerte de Ruxton que se había mencionado de manera muy general y que ahora se nos revela mejor.

Como otras celebridades que mueren jóvenes, lo que más se lamentó del deceso de Ruxton (de 27 años) fue lo mucho que le quedaba por hacer y escribir. Una mente brillante que se apagaba de manera sorpresiva. Pero con el esbozo biográfico que hemos presentado se disipan algunas dudas sobre los motivos verdaderos de sus viajes, en especial a México, pues encima de intereses particulares, como los de las instituciones británicas que a veces lo patrocinaron, el espíritu aventurero fue el principal motor que lo empujó a conocer el mundo. Quizá esto responda al editor de la primera versión del libro de George Ruxton publicada en 1915, quién se preguntó cuál era la misión que cumplía en México. No tengo pruebas suficientes de que haya sido un espía, pero lo cierto es que, en nuestro país, aprovechó su nacionalidad británica en momentos en que se generó, como era natural, un odio contra todo que era yanqui o estadounidense. Como bien anota Juan Ortega y Medina, la manera en que se condujo fue significativa, pues “Don Jorge” “como le llamaba el redomado pícaro que lo acompañaba en calidad de criado y arriero, se presentaba de modo ostensible en su calidad de inglés güero que él halló más que suficiente para inmunizarse frente al resentimiento antiyanqui de los mexicanos, quienes en aquel momento estaban dolorosamente comprometidos en una cruenta e injusta guerra, “¡ay mayor desilusión republicana! Por la ya poderosa, pujante, liberal y democrática nación vecina y supuestamente fraternal”.25 No deja de ser una paradoja que el país tanto más admirado e imitado fuera el que realizara una invasión tan injusta. También es una paradoja que pese a todos los defectos que encontró Ruxton entre los mexicanos no reconociera que fue su nacionalidad inglesa la que le salvó la vida, pues a pesar de la profunda ignorancia entre la gente del pueblo pudieron distinguir a un súbdito británico de lo que consideraban entonces un salvaje americano.

Obituario del teniente George Augustus Frederick Ruxton

Por Dr. King

Leída ante la Sociedad el 20 de diciembre de 1848

El teniente George Augustus Frederik Ruxton nació el 24 de julio de 1821. Fue el tercer hijo de John Ruxton (Señor del Broad Oak, Brenchley, Kent) y de Ana María, hija del fallecido coronel Patrick Hay, descendiente directo de la noble casa de Tweeddale.

Muchos individuos entre los más emprendedores de nuestra historia han sido objeto de una elaborada biografía, pero a veces con menores títulos de honor que los del señor Ruxton, pues a varios de ellos el tiempo no les fue suficiente para expresar de forma permanente más de una décima de sus experiencias personales y extrañas aventuras en los tres cuartos del planeta. De hecho, si consideramos la cantidad de esfuerzos físicos que soportó y lo extenso de los campos donde fueron propagadas sus andanzas, podemos llegar a preguntarnos cómo es que pudo encontrar tiempo libre para poder escribir tanto. Ruxton comenzó su educación en la escuela Tonbridge School26 desde donde fue a Sandhurst, pero su espíritu caballeroso fue tal que dejó la escuela sin esperar por su nombramiento.27 El motivo fue para poder aprender la parte práctica de los deberes de un soldado en el campo de la violenta guerra civil en la península de España en 1837 y 1838. Ruxton se unió a la caballería bajo el mando de don Diego León y Navarrete y estuvo presente en los siguientes combates: 1839, conquista de Los Arcos; 7 de marzo, combate de Villatuerta y escaramuza de la Ega; 17 y 18 de abril, combate y conquista del Puente Fortaleza y del atrincherado de Belascoáin; 29 y 30 de abril y 1 y 2 de mayo, combate de Arroníz; 10 de mayo y 3 de julio, combate del Val de Berrueza. Por estos servicios, pero más que nada por su valentía en Belascoáin28 fue nombrado por Isabel II “Caballero de primera clase de la Orden de San Fernando” otorgándosele, además, el permiso real de acoger y llevar dicha orden en el Servicio Británico. A su regreso de España, cerca de 1839, le fue anunciado que se le asignaba en el 89o. regimiento que incluía alistarse inmediatamente en Irlanda.

Sirviendo en este puesto se familiarizó con las conmovedoras escenas de la vida india, que desde entonces describió tan gráficamente. “La pradera abierta” y “La vida de los indios” fueron sólo el campo de aventura adecuado para su organización tanto mental como física que le servirían para complacer ese impulso que para él era irresistible, renunció a sus cargos y dirigió sus pasos a las viviendas indias o wigwam,29 al salvaje y encantador paisaje alrededor de ellas. Tierras sólo habitadas por los “pieles rojas o el solitario cazador americano. Aquellos que están familiarizados con sus escritos no podrán negar la peculiar manera con la cual el autor detalla sobre cada recuerdo de esta parte de su vida y el anhelo que llevó consigo a la hora de la muerte para regresar a esas escenas de libertad primitiva. Aunque, susceptible de ser acusado de barbarie, escribió:

Debo confesar que los más felices momentos de mi vida han sido en las tierras del lejano oeste, y no recuerdo más que con grato placer las memorias de mi apartado campamento, sin más amigo cerca que mi leal rifle y mis compañeros, tan sociables, como mi buen caballo y mis mulas o el atento coyote que cada noche nos daba serenata. Con una abundante provisión de troncos de pino seco en la fogata brillaba su alegre resplandor en lo alto del cielo, alumbrando el valle desde lejos y de cerca, mostrando a los animales bien alimentados, descansando cerca del fuego, me sentaba de piernas cruzadas disfrutando del cálido calor y con mi pipa en la boca veía el humo azul yendo en espiral hacia arriba, construyendo castillos en sus coronas de vapor y en las asombrosas formas adquiridas que se poblaban con esas figuras. Sin embargo, apenas deseada cambiar esas horas de libertad por todos los lujos de una vida civilizada; y por desnatural (sic) y extraordinaria que parezca, aun así tal es la fascinación de la vida del cazador de montaña, que creo ninguna razón podrá ser aducida, incluso por el más distinguido y civilizado de los hombres, que alguna vez han probado las mieles de la libertad, para arrepentirse del momento en el cual se cambia todo de esa monótona vida del bienestar social sin suspirar ni una vez más para tomar parte de sus placeres y encantos.

El vasto campo de interesante información que el señor Ruxton cosechó en el lejano oeste le creó una sed por la aventura de las más atrevidas. Fue a África con lo cual giró su atención a otros ambientes, agregando a nuestro conocimiento geográfico algunas de sus inexploradas y hasta ahora inaccesibles tierras. Sus pláticas para aquellos a quienes les contaba sus planes eran de lo más conmovedoras y convincentes. El presidente de la Real Sociedad de Geografía nos ha dado en su discurso de aniversario ante ese organismo, en 1845, el recuerdo de una conversación que tuvo con el señor Ruxton con estas palabras:

Para mi grata sorpresa recientemente he conversado con un exitoso y entusiasta joven, el teniente Ruxton retirado del 89o. régimen, quien ha formado el arriesgado proyecto de recorrer África en el paralelo del trópico del sur y que de hecho ya ha empezado. Lo ha hecho preparándose por medio de previas excursiones a pie en el norte de África y Argelia, zarpó desde Liverpool a principios de diciembre pasado en el Royalist para Ichaboe, ahora tan bien conocida por su guano. Desde este punto busca llegar hacia Walchich Bay30 en la desembocadura del río Kuisiss, donde ya tenemos establecimientos mercantiles. El intrépido viajero había recibido de los agentes de dichos establecimientos informes favorables de los nativos hacia el interior al igual que de la naturaleza y del clima. Por ello él cuenta con la esperanza más optimista de poder penetrar la región central; en caso de no hacerlo, cruzarla a través de las colonias portuguesas de Mozambique. Si esto se logra entonces realmente el teniente Ruxton se ganará un nombre permanente entre los viajeros británicos, por hacernos conocedores de la naturaleza del eje del gran continente, del cual poseemos la extremidad sur.

Fue el 18 de marzo de 1845 cuando el señor Ruxton pisó tierra al oeste de la costa de África para abrir paso a sus aventuras acompañado por un solo compañero, un voluntario de la realeza. Esperando encontrar embarcaciones en Angra Pequeña, los viajeros tomaron muy pocas provisiones y agua. A lo largo de su ruta a través de la costa, el viaje fue fatigoso, desde las tierras movedizas donde a cada paso se hundían. La única vegetación eran unas atrofiadas plantas de pantano que permitían subsistir a una más bien abundante especie de liebres y plantas de mirra con matorrales enanos, de las cuales la goma exudaba libremente, aunque los arbustos carecían de hojas y aparentemente estaban muertos. En la costa encontraron esparcidos restos de buques y botes de naufragios. Al atardecer del día 20 alcanzaron a ver, desde Angra Pequeña, la silueta de un buque y en el acto le hicieron señales, pero por su tamaño y por estar demasiado lejos era imposible que los distinguieran, de modo que se sentaron exhaustos de fatiga para reflexionar sobre su duro destino. Un solo bocadillo para cada uno, más aparte los moluscos encontrados en las rocas habían sido su única comida por los últimos tres días. Fueron incapaces de encontrar ni el río Fish ni los tres o cuatro pequeños arroyos que se sabía confluían entre los mares del Gariep y la bahía Walwich, errores geográficos que prometían sellar rápidamente su destino. Con una energía que desde entonces ha sido tan característica de encontrarse en el hombre, el señor Ruxton inmediatamente exclamó: “Para Ichaboe; es ahí sólo que podemos salvar la vida”, y a pesar de que este sabio paso se tomó de inmediato, seguían lejos de la bahía Walwich, en su ruta hacia casa, cuando, exhaustos por el calor, la fatiga y necesitados de comida, no tuvieron alternativa alguna más que resignarse a la muerte. Sin embargo, un grupo de indígenas los encontró en este estado moribundo y al auxiliarlos, según su condición, les permitieron llegar a los realistas31 (sic) todavía en su fondeadero.

El señor Ruxton tuvo la desgracia de averiguar después que por la envidia de los comerciantes establecidos en la costa y la de los misioneros, él no podría obtener asistencia de los nativos para permitirle proseguir su exploración más adentro, y por consiguiente se vio obligado a regresar a Inglaterra.

Aunque las circunstancias fueron desfavorables en las operaciones de este primer viaje, se tuvo tiempo para mejorar nuestros mapas, permitiendo ubicar el río Fish y otros pequeños riachuelos. Un detallado recuento de todo este fatal viaje está incluido a lo largo de la revista náutica de enero de 1846.

Antes de dejar África el señor Ruxton se familiarizó con las formas y costumbres de los habitantes naturales de casi todos los inaccesibles valles de Snewbury, Meuweldt y las desoladas tierras de Ikaroo,32 o desierto del mismo nombre, que se extienden desde el norte de la frontera de la Colonia del Cabo (Cape Colony) hasta más al norte, cerca del trópico. Contribuyó a la Sociedad Etnológica de Londres, en su encuentro el 26 de noviembre de 1845, con una interesante conferencia sobre las personas conocidas por el nombre de bosquimanos, una raza de seres humanos que viven de langostas y larvas de insectos, descrita por ellos como comida de lujo y considerada la mayor bendición, la cual para el resto de la humanidad es una plaga y una peste. Desolada y desafortunada como es la condición de estas pobres criaturas, el señor Ruxton describe su trato con ellos como favorable por su condición moral y añade:

Bien pueden ser nombrados ahora como marginados, cuando en asuntos de la historia se sabe que en 1652 cuando los holandeses tomaron posesión de El Cabo ellos tenían grandes manadas de ganado, las cuales los Blancos [con mayúscula en el original] las obtuvieron primero por trueque después por la fuerza. Un sistema de persecución el cual los condujo de desierto en desierto, sus manos se alzan contra cada hombre, y cada hombre en contra de ellos.

Nada intimidado por el peligro que enfrentó en su primera aventura en África y teniendo la misma concepción de usar las palabras del presidente de la Real Sociedad de Geografía, como de “arriesgado su proyecto de atravesar África en paralelo del sur del trópico” solicitó, una y otra vez, al gobierno de su Majestad, alguna pequeña ayuda para enriquecer sus recursos privados, la cual terminó con la solicitud remitida a la sociedad Geográfica “para su opinión” y que esa opinión terminara en los archivos de la Oficina Colonial. Una opinión digámoslo, de equidad de crédito para la Sociedad y para el señor Ruxton, dicha sin pérdida de tiempo y favoreciéndolo fuertemente. La demora siguió a la demora, lo cual nuestro aventurero viajero no pudo tolerar, como aquellos que han pasado por el mismo tortuoso camino antes que él, destinados como él mismo a realizar grandes obras con pocos medios, pero que el gobierno era incapaz de apreciar en toda su dimensión, lo que lo llevó a la situación de perder toda esperanza y consecuentemente retirarse del campo de la investigación en África.

Se dirigió después el señor Ruxton a México, cambiando su rumbo, donde no fue sólo un observador silencioso del sanguinario ataque y captura de Monterrey por el general Taylor, sino también de los embates de la infantería llamada “Los Rangers de Texas”, un cuerpo de hombres formado por las más salvajes y depravadas clases en el estado de Texas. La sociedad civilizada escasamente ofrecía paralelos a los excesos cometidos por los Rangers de Texas, excepto quizás en esas excursiones contrabandistas notorias como la expedición de Santa Fe. El señor Ruxton dejó ese escenario de terror para ir a Saltillo, ahora cuartel general del ejército americano y sobre el cual Antonio López de Santa Ana estaba avanzando con una gran fuerza militar. La prueba de fuego entre ambos ejércitos, que eran en números redondos de 4 000 americanos contra 18 000 mexicanos, se llamó la batalla de Buena Vista. Sobre este conflicto el señor Ruxton se expresó de manera tajante:

Como en Monterrey, en Palo Alto y Resaca de la Palma, Taylor se probó a sí mismo el ser un soldado valiente pero no un general; y aunque es cierto que el valiente y pequeño ejército americano hizo lo que todo hombre puede hacer en su camino a la batalla, aun así su victoria debe ser atribuida más a la completa cobardía e incapacidad de Santa Anna y sus oficiales, que a las habilidades superiores de su propio general o incluso a su propio innegable y obstinado coraje y resistencia. De las tropas mexicanas es casi innecesario hablar, pues los soldados mexicanos no poseen, en ningún nivel la mínima chispa de lo que nosotros entendemos por la palabra coraje; pero, como todos los hombres incivilizados, tienen esa indiferencia al miedo y a la muerte, la cual les permite enfrentar peligros de cualquier tipo, llevados por un oficial del cual puedan poner la mínima confianza. El extraordinario éxito de los americanos durante la presente guerra es resultado enteramente de su superioridad en coraje, y ha habido escasamente una acción realmente peleada desde la batalla de Palo Alto hasta la captura de la ciudad de México, en la cual los generales americanos han exhibido la más minuciosa ignorancia de habilidades tácticas y un completo desacato de las maniobras militares. Y dependiendo casi exclusivamente de la ya conocida valentía de la tropa bajo su comando, todo el éxito ha sido obtenido gracias a un inmenso sacrificio de vidas humanas.

Parte de todo este reportaje de guerra apareció en la revista Frazers (sic) de julio de 1848 bajo el título de “Sketches of the Mexican War”.

La condición social de los mexicanos, primero, luego la de los indios mexicanos después, y posteriormente la de los indios norteamericanos, absorbió toda su atención y es necesario mencionar el título con que este reconocido viajero escribió el libro Aventuras en México y las Montañas Rocallosas, que despertó nuevamente la admiración por el autor, como pocas veces había sido otorgada de manera tan universal sobre uno de los colaboradores de la serie de la Biblioteca del Hogar y Colonial, de la cual estas aventuras forman parte. Junto con los volúmenes de Madame Calderón de la Barca, comparte el mérito de ser la mejor narración existente de viajes y observaciones generales sobre el México moderno. Ningún viajero, escribió un crítico de gran talento, “ha presentado al mundo, nos atrevemos a decir, una historia que valga tanto la pena escuchar como ésta”. Nos sorprenden las respuestas que estas aventuras han dado a quienes se quejan eternamente de las enervantes influencias de la civilización; como si el confort, la inteligencia y el dominio propio fueran a expulsar la virilidad de este mundo. ¿Qué hacen los que creen que no hay fuerza en esta edad de la seda?, pero entonces ¿qué decir de la dama Sale?33 ¿Qué hay con el Rajah Brooke?34 ¿Qué pasa con un turista de otoño como el señor Ruxton? Los buenos y viejos tiempos del arco y lanza, los días en que los descubrimientos geográficos tomaban formas y colores tan extraños de la superstición no producían una mejor heroicidad y mejores héroes que los que estos nuevos viajeros han demostrado.

A la Sociedad Etnológica de Londres el señor Ruxton hizo una contribución, como uno de los resultados de sus aventuras en México, en forma de un artículo: “Sobre la migración de los antiguos mexicanos y su analogía con las tribus indígenas del norte de México”. Se nos dice que se llegó a conclusiones como la de que los otomíes, en opinión del señor Ruxton, son los aborígenes de la porción de México clásicamente conocida como el Valle de Anáhuac, y existe una analogía, siendo bien trazada, con el carácter y hábitos de las tribus salvajes de apaches que han infestado los estados del norte de México en tiempos presentes; y estos apaches son los aborígenes de nuevo México. De la rama de los apaches, [se encuentran] los pueblo, navajos, apaches, coyoteros, mescaleros, yubissias, maricopas, chiricaquis, chemeguabas, yumayas, que son tribus de los moquis y los nijoras, una pequeña tribu en Gilá todos los cuales hablan apache con algunas diferencias de dialecto, pero la estructura idiomática es la misma. Esta gente es sumamente diferente de los nuevos mexicanos o descendientes de los conquistadores españoles en su carácter social y moral, siendo trabajadores, sobrios y honestos; la mujer es singular por su castidad, como los nuevos mexicanos son notorios por la laxitud de sus costumbres.

Que los antiguos mexicanos hubieran llegado a otra etapa que no fuera la más primitiva de la civilización no lo confirman los restos que quedan en estos días para dirigir nuestro criterio, y si los historiadores que han trabajado en el romance de los escasos materiales permitidos por la historia mexicana han escrito sólo lo que ellos creían concienzudamente si los antiguos mexicanos han sido descritos para ser, en verdad lo que fueron y no más que una tribu de indios que vivían en cabañas de piedra y viviendo de agricultura, deberíamos ser capaces de apreciar su estado real, y dibujar sólo una comparación entre la pompa y gloria de la corte de Moctezuma y el regio esplendor exhibido en el día de hoy en la Logia de la Medicina de Tum-ga-cosh o Buffalo Belly,35 el jefe de la poderosa nación de los comanche.

De un viajero con las pretensiones del señor Ruxton, cuyos toques caen sobre el papel con esa marca clara y audaz que indica fuerza, espíritu animal y poder de observación, en un estado saludable, la cuestión de Oregón probablemente no pasará desapercibida. En un folleto publicado por el señor Ollivier de Pall Mall, el señor Ruxton echó “un vistazo a las respectivas reclamaciones de Gran Bretaña y los Estados Unidos sobre el territorio en disputa, que ha elaborado histórica y lógicamente, con su habitual mente brillante”.36

“La vida en el lejano oeste” es otra de las vigorosas producciones del señor Ruxton, la cual posee el interés y el valor añadido de ser su última comunicación, una obra tan repleta de fuertes contrastes, de imágenes salvajes y extrañas, con escenas que quitan el aliento; aunque al principio levantaron sospechas sobre su veracidad y fidelidad, ahora son reconocidas como imágenes de vida y resultado de las experiencias personales del autor, quien se han ganado los sufragios del público, por lo que no necesita más elogios de mi parte.

En San Luis, en el Mississippi, región a la que había llegado de camino a las Montañas Rocosas, el señor Ruxton sufrió de disentería durante algunos días; pero el 29 de agosto [1848], sus asistentes médicos “se prometieron a sí mismos que se recuperaría pronto, porque la disentería lo había abandonado, cuando de repente comenzó de nuevo la hemorragia y se hundió bajo una profunda descarga de dolor”; y tan repentina fue su muerte, que pocas horas antes “aparentemente estaba bien y hablaba de continuar su viaje”. Recibió el anuncio de su destino con perfecta calma y ecuanimidad y expiró a medianoche. Había sufrido, en su viaje a México, una lesión en la columna vertebral, por una caída de su mula sobre el piquete afilado de una logia india, de la que sufrió sólo unos días, hasta su llegada a Inglaterra; e incluso entonces, sus quejas no tenían ninguna referencia inmediata a ese accidente. Sin embargo, la enfermedad que estaba padeciendo era tan oscura que, con una segunda, e incluso una tercera opinión médica, aún quedaba una incertidumbre; pero a medida que avanzaba, era claramente el efecto del accidente, por lo que se le aconsejó que no saliera de Inglaterra. Sin embargo, tenía la suposición, demasiado fuerte en su mente, de que el aire fresco de las Montañas Rocallosas lo ayudaría a mejorar su salud, como para impedirle hacer ese viaje que probablemente apresuró, pero que de ninguna manera fue la causa de su muerte; el resultado ha sido mostrado, pues desde el momento que cayó de su mula sus días estaban contados. Se encuentra enterrado en el cementerio de la iglesia de San Luis y un obelisco de mármol blanco está levantado en su honor.

Cuando reflexionamos que todo lo que aquí se ha dicho fue obra de alguien que acababa de cumplir los 27 años, lo que justamente le da derecho a enfrentarse al más atrevido y resuelto de los viajeros modernos, y que de repente nos lo han quitado, víctima de una enfermedad, resultado de su aventura mexicana, en la persecución activa de una investigación más avanzada, como una abeja obrera que recolecta alimentos para su especie, no podemos evitar lamentar profundamente su pérdida y rendir un tributo duradero a su memoria dejando constancia en la Revista de la Sociedad Etnológica, de cuyo órgano era miembro del consejo, y sea éste un bosquejo imperfecto de su corta pero útil vida.

Bibliografía

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1 George Ruxton, Aventuras en México (México: Ediciones El Caballito, 1974).

2 Albert M. Gilliam, Viajes por México durante los años de 1843 y 1844 (México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1996).

3Publicó Seven years’ travel in Central America, Northern Mexico, and the far West of the United States,1859.

4Véase Chantal Cramaussel, Por allí pasó Rondé. Representaciones europeas de México a mediados del siglo XIX (México: El Colegio de Michoacán, 2017). Viajó por Chihuahua entre 1849 y 1851.

5 Mary Louise Pratt, Imperial Eyes. Travel Writing and Transculturation (Londres: Routledge, 2008).

6 Tzvetan Todorov, La conquista de América. El problema del otro. trad. de Flora Botton Burlá (México: Siglo XXI Editores, 2003).

7 Juan Ortega y Medina, México en la conciencia anglosajona, ed. de María Cristina González Ortiz y Alicia Mayer (México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, Facultad de Estudios Superiores Acatlán, 2015).

8 Rodolfo Ramírez Rodríguez, “Atisbo historiográfico de la literatura viajera decimonónica en México”, Trashumante. Revista Americana de Historia Social, n. 1 (enero-junio 2013): 114-136; y Rodolfo Ramírez Rodríguez, “La visión de la inmigración a México en los viajeros extranjeros (1821-1850)”, Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, n. 2 (julio-diciembre 2019): 15-47, http://dx.doi.org/10.18273/revanu.v24n2-2019001.

9 Begoña Arteta Gamerdinger, “Destino manifiesto en los viajeros norteamericanos (1830-1845)”, Theomai, n. 3 (2001).

10 Edgar Espinosa y José Vargas, “El ‘descubrimiento’ de México. Chihuahua en la crónica de George Ruxton”, Chihuahua Hoy, v. 14 (2016): 64, http://dx.doi.org/10.20983/chihuahuahoy.2016.14.3.

11 José Iturriaga de la Fuente, Anecdotario de viajeros extranjeros en México. Siglos XVI-XX. 4 t. (México: Instituto Nacional de Bellas Artes/Fondo de Cultura Económica, 1989).

12Espinosa y Vargas, “El ‘descubrimiento’ de México…”, 64.

13 Richard King, “Obituary Notice of Lieutenant George Augustus Frederick Ruxton”, Journal of the Ethnological Society of London (1848-1856), v. 2 (1850): 150-158, https://www.jstor.org/stable/3014120.

14 Blackwood’s Edinburgh Magazine, v. LXIV (julio-diciembre 1848): 591-594, acceso 24 de julio de 2020, https://archive.org/stream/blackwoodsmagazi64edinuoft#page/n3/mode/2up.

15Blackwood’s Edinburgh Magazine…, 591-594.

16 Celinda Reynolds Kaelin, Pikes Peak, Backcountry. The Historic Saga of the Peak’s West Slope (Cadwell, Idaho: Caxton Press, 1999), 57.

17Daniel Robert Eldon (1970-1993) fue un fotorreportero británico, además de activista y artista de origen kenyano. Eldon murió muy joven —igual que Ruxton— asesinado en Somalia mientras trabajaba como fotoperiodista de Reuters. Sus trabajos fueron publicados póstumamente en Chronicle Books. Su vida también fue tema de una película: The Journey is the Destination, 2016.

18 José Miguel Santamaría López, British Auxiliary Legion. Aportación británica a la primera guerra Carlista (Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2011), acceso 2 de abril de 2021, http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcn5948.

19 Fraser’s Magazine, for Town and Country, Londres, impresa por George Barclay. Una copia digitalizada de esta revista la hizo la Universidad de Michigan y se puede consultar en línea: Fraser’s magazine, v. 38, n. CCXXIII (julio 1848), 91-102. El artículo se dividió en dos partes, la primera con el título de “Texas Ranger”, 91-96 y la segunda con el de “The Battle of Buena Vista”, 96-102, acceso 9 de agosto de 2020, https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=mdp.39015030944931&view=1up&seq=124,l.

20“Life in the Far West”, Blackwood’s Edinburgh Magazine..., 713-730.

21 Blackwood’s Edinburgh Magazine, parte II, 17-30, parte III, 129-144, parte IV, 293-314, parte V, 429-443; y “The Late George Ruxton”, 591-594.

22El autor aclara que la palabra fandango no significa lo mismo en Nuevo México que en España, donde designaba un peculiar baile, mientras que en esta región era más bien una reunión para bailar.

23“Life in the Far West”, Blackwood’s Edinburgh Magazine…, 573.

24 George Augustus Frederick Ruxton, “The Migration of the Ancient Mexicans, and their Analogy to the Existing Indian Tribes of Northern Mexico”, Journal of the Ethnological Society of London (1848-1856), v. 2 (1850), 90-104, www.jstor.org/stable/3014117.

25Ortega y Medina, México en la conciencia anglosajona…, 138.

26En el texto original aparece el nombre de Tunbridge, pero creemos que hubo un error y fue Tonbridge.

27El texto lo califica de “chivalrous spirit”.

28En el documento dice Belascoin, pero el nombre correcto es Beslascoáin. Lugar que le dio el título de conde a Diego de León y Navarrete, el superior de Ruxton en esta guerra.

29Wigwam o wickiup es una vivienda cupulada formada de una sola estancia usada en el noroeste de los Estados Unidos y el sur de Canadá.

30El original dice Walwich Bay, pero también se conoce como Walvis Bay.

31Royalist en el original.

32No encontré ningún dato para ubicar estos valles, pero el Snewbury puede ser Newbury, el Meuweldt o el desierto de Ikaroo.

33Florentina Sale fue una escritora británica que nació en 1790 en Madrás, India. En 1809 se casó con Robert Henry Sale, oficial del ejército británico a quien acompañó en diferentes campañas mientras criaba a sus hijos. En 1842, durante la primera guerra anglo-afgana, junto a otras mujeres, niños y soldados, fue secuestrada y retenida durante nueve meses por el emir afgano Akbar Khan. Entre los rehenes estaban la hija más joven de la señora Sale, Alexandrina, y su yerno el lugarteniente John Sturt, además de la hija de ambos, de unos cuantos meses. Durante el cautiverio Florentina Sale sufrió un tiro de bala en su muñeca, y tuvo varias acciones valerosas. Todo ello lo escribió en su diario, mismo que publicó al ser liberada, el cual tuvo mucho éxito y fue aclamado por la crítica. Murió en 1853.

34Hijo de un funcionario británico, James Brooke nació en Benarés, India, en 1803. Brooke permaneció hasta los doce años en la India, hasta que fue mandado a estudiar a Inglaterra. Regresó en 1819 como parte de la Armada Bengalí de la British East India Company. Se dedicó al comercio con el Lejano Oriente, pero sin éxito; gracias a una herencia decidió comprar una goleta de 142 toneladas, la Royalist. Con ese barco emprendió varios viajes de negocios. En 1841 aprovechó un golpe de suerte para convertirse en sultán; según se cuenta, llegó a Kuching (hoy en Malasia) y en el asentamiento de Bidayuh se encontró con un alzamiento contra el sultán de Brunéi. Él y su tripulación ofrecieron su ayuda al sultán e hicieron volver a normalidad el asentamiento, pero tras haber amenazado al sultán con fuerzas militares se le otorgó el título de Rajá de Sarawak el 24 de septiembre de 1841, aunque se hizo efectivo un año después. De esta manera James Brooke se convirtió en el primer gobernante blanco en esta región y ejerció su poder hasta su muerte en 1868. Su vida y proezas inspiraron muchas novelas de ficción, entre otras Sandokán, de Emilio Salgari.

35No se encontró ninguna referencia a este personaje. Lo más cercano es un retrato hecho por George Catlin de un jefe de una tribu india llamado Búfalo Bulls Black Fat pintado en 1832. Es probable que Ruxton haya conocido los trabajos de Catlin, pues desde 1841 éste publicó Educación, costumbres y estado de los indios norteamericanos, obra que le dio mucha fama.

36La cuestión de Oregón fue una disputa territorial sobre la división política del Noroeste del Pacífico de Norteamérica y en el que participaron varias naciones que tenían intereses comerciales y territoriales en la región, como Rusia, la Gran Bretaña, España y los Estados Unidos. Los conflictos se resolvieron en diferentes momentos como con el Tratado Ruso Estadounidense (1824), el Tratado Ruso Británico (1825) y el Tratado Adams-Onis (1819), por el cual España retiró formalmente sus reivindicaciones territoriales. Finalmente, la cuestión se zanjó de manera definitiva en 1846, cuando la Gran Bretaña cedió toda esta región.

Recibido: 16 de Abril de 2021; Aprobado: 24 de Septiembre de 2021

Sobre el autor

José Arturo Aguilar Ochoa es licenciado en Historia, maestro en Historia de México y doctor en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es profesor investigador en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Se especializa en la historia de la fotografía y de la litografía mexicanas, así como en los artistas viajeros en México en el siglo XIX. Entre sus publicaciones recientes destaca Un instrumento de los demás. Gaëtan Souchet D’Alvimar (1770-1854), filibustero y artista y sus dos viajes a México en 1808 y 1821 (México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2017).

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