SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número59Una nueva forma de apostolado: Iglesia católica, sociedad y autoridades locales en la diócesis de Campeche, 1922-1926Claudio Sánchez-Albornoz, la Edad Media castellana y la conquista de América: revisión y crítica de una postura polémica índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Estudios de historia moderna y contemporánea de México

versión impresa ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.59 Ciudad de México ene./jun. 2020  Epub 21-Ene-2021

https://doi.org/10.22201/iih.24485004e.2020.59.70987 

Artículos

Chaire de médiéviste: los primeros medievalistas y los conceptos de féodalité y féodalisme, 1870-1917

Chaire de Médiéviste: the first medievalists and the concepts of féodalité and féodalisme, 1870-1917

Diego Carlo Améndolla Spínola1* 

*Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas. Becario posdoctoral. diego.amendolla@gmail.com


Resumen

El artículo analiza las relaciones entre la vida intelectual de tres de los primeros medievalistas franceses y el uso y significación de los conceptos de féodalité y féodalisme. En este sentido se ponen en diálogo el horizonte de enunciación y la formación y adscripción universitarias, tomando como eje rector a Fustel de Coulanges, quien ocupó un lugar central frente a las interpretaciones y la formación académica de Achille Luchaire y Jacques Flach. Todo ello con el objetivo de discutir la forma en que estos elementos afectaron el contenido semántico que otorgaron a dos conceptos centrales para el estudio profesional del Medioevo, especialización surgida en el último tercio del siglo XIX.

Palabras clave: Fustel de Coulanges; Achille Luchaire; Jacques Flach; féodalité; féodalisme

Abstract

This article analyzes the relationships between three of the first French medievalists’ intellectual life and their use and meaning of the concepts féodalité and féodalisme. In this sense, their enunciating horizon, university education, and attachment are put on exchange in respect to Fustel de Coulanges, who played a central role against Achille Luchaire’s and Jacques Flach’s historical interpretations and academic background. All of this aimed to discuss the form by which such exchange did influence the semantic content of two central concepts for the professional study of the Middle Ages, a field of studies sprang up during the last third of the 19th century.

Keywords: Fustel de Coulanges; Achille Luchaire; Jacques Flach; féodalité; féodalisme

Le Moyen Age appartient aux érudits: ils en ont fait

leur chose, leur domaine, leur fief, et depuis tantôt un

siècle ils règnent —mais ils règnent souverainement—

sur huit ou neuf cents ans de littérature et d’histoire.

F. Brunetière, 1879

Introducción

Los estudios históricos de los últimos treinta años del siglo XIX en Europa se caracterizaron por la búsqueda y la elaboración de un método crítico para el análisis de las fuentes antiguas y el uso de la filología como la herramienta primordial de los estudios medievales.2 Particularmente en Francia, en el marco de la reforma educativa, la guerra franco-prusiana, los levantamientos populares a consecuencia de ésta y la instauración de la Tercera República,3 algunos intelectuales como Gaston Paris y Léon Gautier, desde la filología, y Fustel de Coulanges, Achille Luchaire y Jacques Flach, desde la historia, tuvieron un papel primordial en la búsqueda de explicar la Edad Media de manera auténtica, además de conformar el primer grupo de medievalistas profesionales en analizar las fuentes de forma sistemática.4

En este contexto de cambios políticos, sociales y académicos, el medievalismo5 y los medievalistas no se encontraron ante un panorama de apertura. Al respecto, Jean-Marie Moeglin ha subrayado que los primeros especialistas en estudios medievales fueron blanco de fuertes críticas por parte de los detractores del positivismo, debido a que el nacimiento de dicha especialización se vio inmiscuido en el debate en torno a la posibilidad de comprender a la historia como una ciencia.6 El desarrollo de los estudios medievales estaba vinculado con la necesidad de validar las investigaciones sobre el pasado francés como científicas y verdaderas, a la vez que era “la manifestación de un deseo de escapar al presente a través del estudio del pasado”,7 como han explicado Elizabeth Emery y Laura Morowitz. En consecuencia, junto con la profesionalización de la historia y la búsqueda de nuevas formas de explorar el pasado, el número de estudiosos del Medioevo se acrecentó considerablemente.8 Fustel de Coulanges, Achille Luchaire y Jacques Flach reescribieron la historia de Francia a partir de instituciones, ideologías9 y aparatos conceptuales determinados, lo cual se tradujo en que convivieran múltiples formas de explicar la Edad Media.10

Con base en lo anterior y a partir de los postulados de la historia intelectual y la historia conceptual,11 en el presente artículo se estudiarán las relaciones entre la vida intelectual de los medievalistas antes mencionados, sus instituciones de adscripción y el significado que otorgaron a las nociones de feudalidad y feudalismo, elementos que, a su vez, establecen los límites cronológicos del artículo.12 La elección de los autores responde a cinco cuestiones principales: 1) a partir de su formación intelectual, todos ellos pueden ser comprendidos como especialistas en Edad Media francesa; 2) las interpretaciones de los autores muestran un claro impacto del conflicto franco-prusiano sucedido entre 1870 y 1871; 3) la relación entre la universidades y escuelas a las que estuvieron adscritos, y la forma en que interpretaron los conceptos que aquí interesan; 4) los vínculos y referencias textuales entre los tres intelectuales; 5) la forma en que estos autores significaron la feudalidad y el feudalismo sería la base sobre la cual la siguiente generación de medievalistas franceses -entre los que destacan Charles Petit-Dutaillis, Joseph Calmette y Ferdinand Lot- realizarían sus estudios.

Para lograr dicho objetivo, será de primer orden explicar el contexto en que se profesionalizaron los estudios medievales en la última treintena del siglo XIX, así como las particularidades ideológicas e historiográficas de las principales instituciones educativas de la época, como fueron la Sorbonne (US), la École de Chartes (EC) y la École Normale Supérieure (ENS). Posteriormente, profundizaremos en la vida intelectual e interpretaciones de Fustel de Coulanges, quien, como podrá observarse, ocupó un lugar central frente a las interpretaciones y la formación académica de Luchaire y Flach, quienes también son objeto de estudio de este artículo. En síntesis, se pretende otorgar al lector un análisis que permita comprender a los primeros medievalistas como un grupo heterogéneo con formaciones diversas que, si bien explicó el pasado desde horizontes de enunciación y definiciones diferentes, también encontró puntos de encuentro frente a un contexto de profundas transformaciones.

Medievalismo, instituciones e ideologías

Como ha apuntado Christian Amalvi, durante las últimas tres décadas del siglo XIX presenciamos dos grupos principales de medievalistas: “En una suerte de ring, a la derecha, la École de Chartes, conservatorio de aristócratas y de devotos ultramontanos, nostálgicos de la vieja cristiandad medieval, y, a la izquierda, la École Normale Supérieure, poblada de protestantes y librepensadores, convencidos, con Michelet, de que el Renacimiento y la Reforma habían derribado un periodo de profunda oscuridad”.13 A estas dos instituciones habría que añadir a universidades como la US y la École Pratique d’Hautes Études (EPHE), cuyos cuerpos académicos no presentaban un perfil ideológico, metodológico y epistemológico homogéneo.

Interesada particularmente en el estudio del Medioevo, la École de Chartes había sido creada en 1821 por la dinastía de los Borbón con el objetivo de promover la conservación del patrimonio escrito y la investigación histórica crítica. Como toda institución académica, la EC no fue ajena al contexto político: afín al gobierno de Luis Felipe de Orleans, en 1847, después de varios años de estructuración y reestructuración de sus objetivos, los miembros de la institución reinauguraron la prestigiosa escuela con un nuevo objetivo: “Uno de los servicios que proporcionará la École de Chartes […] es hacer que los tiempos nuevos amen un pasado que fue glorioso, es unir los espíritus a las instituciones actuales por la investigación de todo lo que requirió esfuerzos, luchando por conquistarlos”.14

Para 1871, frente al proyecto de la Tercera República, los cartistas defendieron sus intereses profesionales y buscaron conservar los archivos paleográficos bajo su resguardo para que éstos no fuesen administrados por los archivistas departamentales. Al respecto, Charles-Victor Langlois mencionaría hacia 1888: “De hecho, la École de Chartes ha producido más sabios medievalistas que funcionarios; pero, en principio, es más bien una escuela profesional de aplicación que una escuela de altos estudios consagrada a la Edad Media”.15

Por su parte, la ENS, fundada en 1794, no gozó de mucha importancia durante gran parte del siglo XIX. No obstante, el inicio de la Tercera Republica cambió las circunstancias. Durante el último cuarto del siglo, los normalistas prácticamente monopolizaron la mayor parte de los cursos en los liceos y las facultades, y muy pronto aquellos egresados de la ENS formaron parte de los cuerpos administrativos de la educación nacional; en palabras de Robert J. Smith: “Un aura rodeó a la rue d’Ulm al momento en que algunos egresados se convirtieron en ‘notables’ de la Tercera República”.16 Si bien los normaliens no lograron dominar totalmente la administración educativa, el “gran carácter selectivo de esta élite contribuyó a su mística y fue una fuente de fuerza en el clima social y político de la Tercera República”.17 En consecuencia, la ENS fue una institución abiertamente anticlerical y demócrata, que hizo propias las reformas de laicización de la educación, así como las tendencias de la sociedad civil en general. A decir de Nicole Masson, en la institución dirigida por el periodista Ernest Bersot, “el reglamento interior es relajado, los periódicos entran libremente, se comenta sobre ellos. La retórica, un talento necesario para los actores de la vida política, ocupa un lugar importante en la enseñanza”.18 En síntesis, la ENS representaba los intereses de la nueva República francesa.

Aunado a la ENS y la EC habría que añadir otras instituciones como la US y EPHE. La primera de ellas no se dedicó a formar eruditos como los alumnos de la EC ni especialistas como los auditores de la EPHE; en cambio, dirigió su atención a la formación de jóvenes que aún no habían elegido su camino entre las tres grandes secciones en las que se distribuía el saber histórico: la Antigüedad, la Edad Media y los tiempos modernos. Como ha señalado François Hartog, entre 1830 y 1930 la primera universidad de París se encontró en un largo proceso de reestructuración, “un siglo de historiografía, que vio construirse en Francia una disciplina con sus instituciones, sus reglas del juego, sus materias y su influencia, en resumen, una tradición que simbolizó a la nouvelle Sorbonne”,19 representada a lo largo de la década de 1880 por un grupo de historiadores republicanos liderados por Ernest Lavisse. A pesar de ello, la us mantenía una lucha interna entre las viejas formas educativas apegadas al régimen monarquista y los intelectuales republicanos.

Por su parte la EPHE, fundada en 1868 por Victor Duruy, ministro de educación pública, fue un bastión defensor de las reformas escolares que eran combatidas por algunas facultades de la US cuya perspectiva continuaba siendo en gran medida escolástica y, en consecuencia, clerical.20 La EPHE se encontraba conformada por los profesores más renombrados de la ENS, la US y el Collège de France, lo cual presupuso la convivencia de diversos perfiles ideológicos e historiográficos, así como el intercambio de ideas y lecturas. En otras palabras, ambas instituciones funcionaron como espacios de discusión y controversia académica, en tanto que sus miembros presentaban perfiles heterogéneos.

No sólo las universidades y escuelas fueron lugares de convivencia académica. La Revue des Questions Historiques y la Société bibliographique, ambas de corte ultramontano, contaban con la participación de los seguidores de Agustin Thierry como Léon Gautier, el marqués Du Fresne de Betancourt y Henri L’Épinois. Asimismo, había presencia de cartistas en la Revue Historique, la cual había sido fundada en 1876 por Gabriel Monod, conocido por su acercamiento al positivismo y por ser el portavoz de la nueva generación de historiadores republicanos.21 No obstante los espacios de encuentro, las representaciones sobre el Medioevo de chartistes y normaliens eran, en la mayoría de los casos, diametralmente opuestas: mientras los primeros analizaban la Edad Media desde los postulados del romanticismo, los segundos se encontraban en busca de la verdadera Edad Media. Dicha oposición, señala Amalvi, “se puede explicar por razones inseparables, relacionadas con temas políticos y religiosos contemporáneos: en la segunda mitad del siglo XIX, la Edad Media sigue siendo, como en el periodo romántico, un tema de primer orden que divide a los eruditos y a los sabios”.22 Las diferencias ideológicas se verían representadas en el ámbito narrativo, lo cual presupone discrepancias en la definición y utilización de diversos conceptos, entre ellos los de féodalisme (feudalismo) y féodalité (feudalidad). En otras palabras, la relación entre horizonte de enunciación, ideología, discurso y semántica sería muy estrecha, lo cual, como ha mencionado la historiografía, determinaría la forma en que cada uno de los intelectuales construiría el pasado medieval.

Fustel de Coulanges: feudalidad y sistema feudal, dos fenómenos carolingios

Nacido en 1830 originario de una familia bretona, Fustel de Coulanges inició su educación superior en 1850 cuando ingresó a la ENS, donde permaneció por tres años sin presentar un perfil sobresaliente. En los años posteriores, entre 1853 y 1855, realizó una estancia en la École Française d’Athènes, donde consagró sus estudios al análisis de las instituciones griegas y romanas durante la Antigüedad para, posteriormente, volver a Francia con el objetivo de preparar sus tesis doctorales -Polybe ou la Grèce conquise par les romains y Quid Vestae cultus in institutis veterum privatis publiscisque valverit-, las cuales presentaría tan sólo tres años después para obtener el título de doctor en Letras. Desde la perspectiva de Gabriel Monod, colega del historiador parisino, la investigación ya mostraba “las características esenciales del talento del señor Fustel de Coulanges: la fuerza de la concepción y la deducción, el arte de agrupar todos los hechos secundarios en torno a un hecho central, una habilidad maravillosa en la disposición e interpretación de los textos”.23

En 1860 se desempeñó como profesor de la Facultad de Letras en Estrasburgo, donde tendría sus primeros acercamientos a los orígenes de la feudalidad, ya que en sus cursos debía enseñar la historia general de Europa,24 aunque se abocaría al estudio de la Edad Media francesa hasta los años posteriores a la guerra franco-prusiana. El año de 1864 sería de suma importancia para Fustel, pues saldría a la luz su obra más conocida, La cité antique -fundamentada en sus tesis doctorales presentadas seis años antes, así como en los cursos que dictó entre 1862 y 1863-25, la cual obtendría el reconocimiento de la academia por ser uno de los trabajos más eruditos y originales de la época. Para inicios de la siguiente década, Fustel impartiría la clase de historia antigua, justo en los años anteriores a que la ciudad fuese tomada por los alemanes.

Como ha mencionado Guiraud, primer biógrafo de Fustel de Coulanges, así como Monod y Edward Jenks,26 en conjunto con otros autores, los eventos de 1870 marcarían profundamente la vida personal e intelectual del parisino, pues a partir de este momento “por un sentimiento de hostilidad contra Alemania y los eruditos alemanes es posible que […] [Fustel de Coulanges] nunca haya apreciado realmente las obras de los eruditos alemanes y que las haya estudiado bastante tarde, para tener una satisfacción maliciosa al encontrarles defectos, pero nunca fue capaz de dejar a un lado las preocupaciones políticas que influían en su juicio histórico”.27 Al respecto, Alain Guerreau añade que “cuando llegó a París en la primavera de 1870, Fustel de Coulanges ya había comenzado una profunda reflexión sobre la historia de Francia, por lo menos de los galos a finales de la Edad Media”,28 sin embargo, su conocimiento sobre las instituciones de los pueblos germanos y escandinavos, así como de los años posteriores al siglo vi, era superficial.

Ampliamente conocido por ser un impulsor de un cambio en las formas de hacer la historia,29 a partir de 1870, Fustel de Coulanges se dio a la tarea de desarrollar su proyecto en torno a los orígenes de Francia y de la feudalidad, enfocándose principalmente en el estudio de la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media.30 La investigación pretendía señalar los errores que, desde su perspectiva, se habían cometido al analizar el pasado.31 Asimismo, se desempeñó como maître de conférence de Historia en la ENS, la cual abandonaría en 1875 para incorporarse a la Facultad de Letras y suplir hasta 1878 al historiador y periodista Gustave Geffroy. Ese mismo año se integraría a la Académie des Sciences Morales et Politiques (ASMP), donde ocupó el lugar que había dejado vacante François Guizot un año antes tras su muerte.32

La década de los años 1870 fue muy fecunda para el intelectual francés, específicamente en cuanto al estudio de la feudalidad y el sistema de feudos. En 1871 escribió su artículo intitulado “L’organisation de la justice dans l’Antiquité et les temps modernes”, dedicado a reinterpretar los orígenes de la nación gala. De la misma manera que aquellas redactadas un año antes, dicha colaboración enfatizaba la función sociológica de la historia y proponía que la debilidad moral francesa no provenía de la guerra franco-prusiana, sino de la carencia de consenso en torno a la interpretación de la historia, particularmente en el caso del Medioevo que, apuntaba, era el eje de las polémicas entre los intelectuales.

En 1872 publicó en La Revue de Deux Mondes su artículo “L’invasion germanique au cinquième siècle”, donde explicó que la identidad nacional estaba fundada en teorías erróneas que habían formado un mito estandarizado del origen de Francia. Como ha señalado Elizabeth Emery, “[Fustel] identifica claramente la confianza de sus contemporáneos frente a la teoría de la invasión germana para su concepción de la tensión de larga data entre la nobleza y el pueblo. Esta creencia había sido crítica para la percepción francesa de la Edad Media y su papel en la historia francesa, se había vuelto aún más frecuente a raíz de la reciente invasión alemana”.33 En otras palabras, el pueblo francés se encontraba en un estado de debilidad desde las invasiones bárbaras del siglo v, lo cual había provocado, en una suerte de interpretación genealógica, que fuesen derrotados por los alemanes en el conflicto de 1870.

En contraposición a sus contemporáneos, Fustel dedicó su artículo a desmontar la idea de la conquista de la Galia. A partir del análisis de las fuentes latinas, galas y germanas que comprendían desde el siglo VI a. C. y hasta el siglo VI d. C.34, demostró que ninguna de ellas mencionaba una victoria tajante por parte de los germanos y, mucho menos, cambios perpetuos en la Galia. El antagonismo hostil entre franceses y alemanes no era un fenómeno del pasado, sino una afirmación de los intelectuales decimonónicos; en cambio, podía observarse una debilidad del pueblo germano que migró de manera pacífica hacia la Galia, para instalarse allí y desempeñarse como trabajadores o soldados.

Así, el texto se dedica a refutar las interpretaciones decimonónicas en torno a la importancia de las migraciones germanas y su desarrollo frente a la nación francesa, cuestiones que repetiría a lo largo de 1871 y 1872 en cuatro artículos más, escritos en la misma publicación periódica. Si bien fue en estas colaboraciones donde ubicó el nacimiento de la feudalidad como consecuencia de la influencia germana en la Galia, no dejó de señalar ininterrumpidamente los vínculos que existían desde el Imperio Romano y hasta las subsecuentes etapas de la historia de Francia. En consecuencia, la fortaleza gala sería producto de la herencia romana. Como señala Elizabeth Emery, con estos estudios Fustel de Coulanges buscó establecer una versión universal de la historia medieval francesa, pues “aprender la verdad sobre la Edad Media permitiría a las distintas facciones de la sociedad francesa, observar su herencia común y curar sus heridas psicológicas”.35

Años más tarde, en 1878, ingresaría a la US, donde sería propuesto para ocupar la primera cátedra de historia medieval de dicha universidad. Esta nominación le costaría las críticas de algunos republicanos, quienes lo acusaban de ser clerical y monárquico por haber reprobado las ideas de Augustin Thierry,36 quien en sus Considérations sur l’histoire de France explicó al pueblo francés como la síntesis surgida de los pueblos germanos y romanos.37 Sin embargo, el cargo sería confirmado por Léon Gambetta, presidente la comisión de presupuestos de la Cámara de diputados.38 Pese a los ataques republicanos, fue a partir de este momento cuando Fustel consolidó sus ideas en torno a la existencia de una propiedad familiar colectiva -feudo- en las sociedades primitivas. Esta afirmación iba en contra de las interpretaciones de Maurer, Waitz, Lamprecht, Mommsen y d’Arbois de Jubainville, quienes estimaban que toda la tierra era comunal y que la idea de propiedad no sería introducida sino hasta la llegada del derecho romano. Así, Fustel haría una profunda crítica a los autores mencionados tanto en la primera parte de su Histoire des institutions politiques de l’ancienne France (1875) como en La monarchie franque (1888), a quienes acusó de germanistas por poner en duda su perspectiva.39

En cuanto al régimen feudal, como señaló Monod: “A pesar de los fragmentos que ha entregado en varias revistas y el estudio sobre los orígenes del régimen feudal leído en la ASMP en 1874 y 1875, posiblemente nunca conoceremos su pensamiento completo sobre este gran tema”.40 No obstante, es en estos dos trabajos donde es posible observar con mayor claridad el significado que otorgó Fustel al concepto féodalité:

La entrada de los germanos en la Galia no podría tener el efecto de detener ese movimiento de las poblaciones. El principio y las reglas del patronazgo eran conocidos tanto por los germanos como por los súbditos del imperio. Estaba en las costumbres más allá del Rin que un guerrero se uniera a un jefe que había elegido. A partir de ese momento, dejaba de ser un miembro de la tribu y se convertía en un compagnon. La tribu permanecía en paz; él buscaba la guerra. La tribu trabajaba, él corría por el botín. Él iba a combatir, no a donde lo enviaba la tribu, sino a donde su jefe lo llevaba. Él afrontaba la muerte, no por la patria, sino por su jefe. Las leyes de la tribu ya no eran las suyas; él sólo obedecía a un jefe al que se había entregado. Vivía con él, comía su pan, recibía de él un caballo o la lanza. A cambio, le debía una devoción sin límites; él sacrificaba su vida para salvarlo o moría con él. Esta unión voluntaria, este contrato que obligaba al jefe a alimentar a su compagnon, y al compagnon a combatir por su jefe, aún no era todo el régimen feudal; era una parte. Era la feudalidad sin tierra, la feudalidad reducida al estado guerrero.41

Con base en la Germania de Tácito y las actas y diplomas romanos,42 Fustel señaló que el patronazgo era conocido entre los galos, romanos y germanos, y éste se perpetuó aún después de la caída del Imperio Romano. El desorden social y la crisis del poder público permitieron el desarrollo de dicha institución, la cual se fundamentó en la fidelidad -fidelitas o trust- por parte del hombre de menor jerarquía social hacia otro de mayor estamento, a cambio de lo cual el primero recibía protección. Esta relación era escrita en un contrato conocido como recommandation. El patronazgo o feudalidad no territorial se establecería de manera predominante en la sociedad hacia finales del siglo VII, ochenta años antes de la llegada de Carlomagno al trono imperial, lo cual, como veremos más adelante, sería un elemento central de la tesis de Fustel de Coulanges.43

Para la siguiente década, entre 1880 y 1883, el intelectual parisino dejó temporalmente la cátedra de Edad Media para desempeñarse como director de la ENS, puesto que aceptó, según Monod, “por un sentido del deber a la muerte del señor [Ernest] Bersot”.44 Posteriormente, volvió a la us por seis años más y continuó su labor como profesor de Edad Media. Durante dicho periodo, específicamente en 1885, publicó sus Recherches sur quelques problèmes d’histoire45 y tres años después la ya mencionada La monarchie franque. Esta última etapa estaría marcada por una enfermedad que lo mantuvo alejado de las aulas durante dos años. El 12 de septiembre de 1889, después de varios años de padecimiento, Fustel de Coulanges murió de tuberculosis; tenía 59 años.

En los años posteriores a su deceso, su alumno Camille Jullian completó y sacó a la luz un cuarto volumen intitulado L’alleu et le domaine rural pendant l’époque mérovingienne, y tres volúmenes más serían preparados para su publicación; dos de ellos, La Gaule romaine y L’invasion germanique, tendrían un carácter mucho más maduro en comparación con la edición de 1875; por su parte, el tercer volumen intitulado Le bénéfice de l’époque mérovingienne completaría sus estudios sobre el sistema de tierras franco. También serían editados dos estudios que no pertenecían a la colección de la Histoire des institutions politiques…; el primero de ellos, Nouvelles recherches sur quelques problèmes d’Histoire, que vio la luz en 1891; y el segundo, bajo el título Questions historiques, que pudo ser leído a partir de 1893.

Como lo señaló Edward Jenks, los historiadores del siglo XIX compartían la idea de que el reino franco marcó el inicio de una nueva época que rompió con todas las instituciones romanas. A partir de las invasiones germanas las tierras comunales reemplazaron el sistema de propiedad individual romano, lo cual condujo a que la justicia fuese impartida por las asambleas de hombres libres y no por funcionarios del Imperio. En síntesis, “el rey merovingio o carolingio era simplemente un jefe tribal, obligado a consultar a sus seguidores sobre todas las cuestiones de política y a aceptar su decisión; los hombres ya no gruñían bajo la opresiva omnipotencia de un despotismo centralizado, ni se revolcaban en los vicios de una civilización efímera, en cambio se regocijaban en la libertad del autogobierno y la inocencia de la simplicidad primitiva”.46 Por su parte, a lo largo de los varios tomos de la Histoire des institutions en France, Fustel sostenía que la llamada invasión bárbara no había sucedido. En cambio, dicho proceso debía comprenderse como una incorporación gradual de mercenarios a un sistema de administración enorme. Estos grupos de guerreros, quienes continuamente luchaban entre sí, lograron “por un golpe de suerte”, hacerse de la maquinaria administrativa del noreste de la Galia. Lo anterior puede ser constatado durante el gobierno de Clovis, quien no tenía mayor tarea que luchar contra los jefes rivales a quienes logró vencer gracias a que se hizo pasar por un oficial romano. Sin embargo, su reino y el de sus sucesores no tuvo influencia en las instituciones de otras regiones, que con el paso del tiempo cayeron en la anarquía.

En síntesis, para Fustel de Coulanges la feudalidad no era producto de las migraciones bárbaras y la posterior caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476. En cambio, había sido la concesión de inmunidades (immunitas) -exención del pago de impuestos o cesión de una tierra a perpetuidad por parte del rey a un subordinado- durante el siglo VIII lo que había provocado que se debilitara el poder de los monarcas carolingios en favor de mantener a sus oficiales bajo control, lo cual concluyó con la fragmentación de su imperio -concretada en 843 con el Tratado de Verdún-. La feudalidad había sido producto de la concatenación de una larga serie de hechos, de costumbres y de reglas, cuyo desarrollo comenzó desde tiempos romanos y se consolidó a lo largo de los siglos VIII y IX, cuando las relaciones sociales de subordinación y la cesión de tierras se conjuntaron en un mismo sistema: el feudalismo.47

Achille Luchaire: dos feudalidades

Nacido en París en 1846, Luchaire realizó sus estudios de licenciatura en la ENS donde obtuvo la licencia en historia en 1866. A la postre, fue profesor titular de geografía en la Facultad de Letras de Burdeos, para impartir un curso sobre historia y lengua del Sureste. A lo largo de esa década, Luchaire se interesó por la historia y la lingüística vascas, temas sobre los cuales publicó una oncena de trabajos entre 1871 y 1879.

En 1877 se doctoró en letras con una tesis en francés intitulada Alain-le-Grand, sire d’Albert: l’administration royale et la féodalité du Midi (1440-1522) y una en latín bajo el título De lingua aquitánica, la cual sería traducida al francés poco después como Origines linguistiques de l’Aquitaine. A partir de ese momento, Luchaire comenzó a especializarse en el estudio de los primeros capetos directos -desde Hugo Capeto (987-996) hasta Felipe Augusto (1180-1223)-, y en 1883 publicó los dos volúmenes de su estudio sobre las Institutions monarchiques de la France sous les premiers capétiens, el cual lo posicionó entre los medievalistas de la época y le granjeó a inicios del siglo posterior el reconocimiento de Louis Halphen, experto en el reino carolingio.48

Asimismo, en 1885 impartió un curso en la Facultad de Letras de la US sobre las ciencias auxiliares de la historia -paleografía, estudios básicos de latín y de los dialectos romances, cronología diplomática y bibliografía-. Ese mismo año sacó a la luz sus Études sur les actes de Louis VII, los cuales marcarían el inicio de una serie de títulos sobre el tema: en 1890 publicó Louis VI le Gros. Annales de sa vie et de son regne (1081-1137) y en 1901, el Manuel des institutions de la France à l’époque des capétiens directs.

Los últimos años de la década de 1880 marcarían su carrera como medievalista. Para el año de 1888, a petición de Fustel de Coulanges, lo suplió en la Facultad de Letras de la US para impartir la cátedra de historia de la Edad Media. Al respecto, en su lección de apertura de dicho curso, Luchaire señaló: “[Mis colegas] me permitirán, estoy seguro, otorgar una parte de mi reconocimiento para el eminente maestro a favor de quien esta cátedra ha sido fundada. Él mismo me invitó a tomar provisionalmente su lugar, honor muy grande para mí que me ha valido aún uno más grande recientemente”,49 y sentenció: “Él se marchó en pleno periodo de producción, cuando finalmente nos iba a dar el beneficio de sus inmensas investigaciones sobre los orígenes del régimen feudal, cuando se disponía a liberar la palabra del más obscuro e irritante enigma que haya habido”.50 Un año más tarde fue nombrado titular de la cátedra por el ministro de instrucción pública, lo cual también le valdría su entrada a la ASMP en 1895.51

Con la llegada del nuevo siglo, en 1901, Ernest Lavisse lo invitó a escribir en la obra colectiva Historie de la France au Moyen Âge, donde le encargó analizar las temáticas relativas a los capetos en los tomos II y III.52 La obra reunió a una gran cantidad de especialistas en las diferentes etapas de la historia de Francia y, en cuanto a Luchaire respecta, probablemente sea esta publicación donde se encuentra la definición más clara de feudalidad; en el tomo sobre los primeros capetos, el medievalista parisino señalaba:

Desde el final del siglo X, la organización de esa sociedad señorial, tan compleja, se encontraba casi consolidada. El régimen carolingio de la fidelidad, establecido sobre la relación personal del señor y el vassus, del protector y del aconsejado, lo sustituyó, por una derivación natural, el régimen de la relación territorial, de la feudalidad territorial. El mundo feudal descansa esencialmente sobre la posesión de la tierra, sobre las relaciones y las obligaciones recíprocas de los propietarios. No es que el vasallaje de antaño, los lazos personales del gran propietario y de los hombres libres, del jefe de guerra y de sus compañeros de armas hayan desaparecido por completo. Los lazos de hombre a hombre siempre tienen un cierto lugar en las relaciones entre nobles: el afecto mutuo del gran barón y de sus soldados, del señor y de los caballeros que se presentan en su corte no ha dejado de ser el origen de un vasallaje especial, voluntario, que coexiste con un vasallaje obligatorio, el del feudo. Pero, de esas dos feudalidades, ésta se convirtió en la regla, la otra en la excepción.53

Luchaire caracterizó a la feudalidad a partir de sus elementos sociales y jurídicos, es decir, a través de las relaciones de fidelidad entre el señor y el vasallo, lo cual presuponía que el hombre de mayor jerarquía otorgaba protección, mientras que el de menor calidad se comprometía a ofrecer consejo. Este vínculo no se extendía a una relación territorial, sino hasta el gobierno de la dinastía carolingia, es decir entre los siglos VIII y IX. No sorprende, dada la cercanía entre Luchaire y Fustel, que la definición, explicación y datación de la feudalidad sea similar. De hecho, en la ya mencionada lección de apertura en la US, Luchaire se dedicó a enaltecer el trabajo y las interpretaciones de su predecesor, al punto de concluir que “a decir verdad, señores, sólo hay una manera eficaz de alabarlo como es conveniente: contar los admiradores que ha dejado, los alumnos que ha formado, los libros que nos ha legado y que le sobreviven”.54

No obstante, para Luchaire sería hasta finales de la Alta Edad Media cuando las relaciones feudales encontrarían su fundamento, a saber: el territorio. Resalta el hecho de que el historiador parisino enfatice la presencia de dos feudalidades, siendo la segunda la que se confirmó como regla en la sociedad gala. En consecuencia, el mundo feudal -o feudalismo- surgió cuando el feudo otorgado fue comprendido como una parcela de tierra (feudalidad territorial), es decir la suma de los lazos de fidelidad con la repartición de la propiedad de los señores. Es posible interpretar que Luchaire comprendió el feudalismo de manera similar a la definición que incluyó Littré en su Dictionnaire de la langue française:55 sería el momento en que se sistematizaron las relaciones tanto en el aspecto político, como social y económico, cuando es posible hablar de un mundo/sistema feudal.

Durante los últimos años de su vida, entre 1904 y 1908, Luchaire se dedicó a escribir una historia de Inocencio III, la cual terminó poco antes de morir. Dividida en seis tomos, la obra subraya el carácter jurídico de la feudalidad y, sin que éste sea el principal objetivo de la investigación, alude a cómo el sistema de feudos se extendió de manera heterogénea a lo largo de Europa durante los siglos XI y XII, tanto entre los grupos nobiliarios como eclesiásticos.56 La obra fue premiada con el galardón Jean Rey por la ASMP, bajo del argumento de que era la investigación más digna que se había redactado en el último lustro. Lamentablemente, Luchaire no pudo acudir a la premiación debido a que se encontraba convaleciente.

Si bien tanto la interpretación de Fustel de Coulanges como la de Luchaire tuvieron eco entre los medievalistas de la época, no siempre fueron bien recibidas por el resto de los especialistas en el Medioevo. Tal es el caso de Jacques Flach, quien realizó fuertes críticas a Fustel, las cuales, como observaremos a continuación, no sólo pueden explicarse desde una perspectiva únicamente metodológica, sino epistemológica e ideológica.

Jacques Flach: feudalidades, un fenómeno regional

Nacido en Estrasburgo en 1846, Jacques Flach formó parte de una familia protestante que había habitado en Alsacia por varias generaciones, lo cual, como veremos más adelante, tendría un importante impacto en su producción intelectual y su interpretación sobre le pasado medieval. En 1863 comenzó sus estudios en derecho en la Universidad de Estrasburgo, donde presentó un perfil sobresaliente desde el principio. En los años posteriores obtuvo el título de licenciado en derecho, y se interesó en realizar un doctorado en historia del derecho en la misma universidad, el cual consiguió después de defender sus tesis intituladas Jus romanum: de bonorum possessio usque ad rescriptum Antonini in successione ingenui non manumissi spectata y Droit français: des successions irrégulières, ambas defendidas poco antes de comenzar la guerra franco-prusiana.

Al finalizar sus estudios, comenzó su desempeño profesional en el Colegio de Abogados de Estrasburgo, labor que se vio obligado a abandonar debido al inicio de la guerra. Al finalizar el conflicto armado, Flach se dedicó a reconstituir la biblioteca y el museo de Estrasburgo, los cuales habían sido dañados por los alemanes, experiencia que narró en su texto Strasbourg après le bombardement, 2 octobre 1870-30 septembre 1872. Dicha obra no sólo da cuenta de las dificultades que vivió la urbe en los años posteriores al bombardeo alemán y la consecuente pérdida del territorio alsaciano, sino que muestra el impacto que tuvo el episodio en la vida del historiador y jurista: Flach se encontró en la necesidad de decidir entre habitar en Alemania o en Francia, y optó por mudarse a París en 1872 a causa de un fuerte sentimiento patriótico.

Establecido en la capital francesa, continuó su vida académica en la ec y la EPHE, donde conoció a intelectuales como Gaston Paris y Gabriel Monod, entre otros. Asimismo, ocupó el cargo de secretario de Jules Sénard, antiguo presidente de la Asamblea Constituyente y presidente del Colegio de Abogados; no obstante, jamás dejó a un lado los estudios en torno a la historia jurídica, a partir de los cuales comenzó su atracción por la Alta Edad Media y los orígenes y desarrollo de la feudalidad; interés que materializaría en los años posteriores cuando escribió su historia de los orígenes de Francia.

Hacia 1873 se desempeñó como docente en la Escuela de Arquitectura de París, y en 1877 impartió el curso de derecho civil comparado en la École de Sciences Politiques. Para los últimos años de la década de 1870, ocupó el puesto de editor de la Revue Historique de Droit Français et Étranger, fundada y dirigida por el jurista republicano Édouard Laboulaye, quien lo invitó a tomar su lugar en el curso de historia del derecho comparado en el Collège de France entre 1879 y 1880, y de 1882 a 1883, para un año después, debido al fallecimiento de Laboulaye, ser nombrado titular de dicha cátedra. Tres años más tarde impartiría la cátedra de derecho civil comparado en la École Libre des Sciences Politiques (ELSP), institución creada en 1871 e inscrita en los esfuerzos republicanos por transformar la formación de las élites intelectuales.57

En la década de 1880 las facilidades que encontró como docente le permitieron redactar una rica cantidad de artículos, libros y lecciones en los cuales profundizó en temas sobre Europa, Medio Oriente y Oceanía desde la Antigüedad hasta el siglo XX. En cuanto a las obras sobre jurídica medieval, sobresalen varias publicaciones como los Études critiques sur l’histoire du droit romain au Moyen Âge (1890); Le droit romain dans les chartes du IX e au XI e siècle; una bibliografía razonada de los escritos de Nicolas Catherinot, jurista y anticuario del siglo XVIII, incluida en los Axiomes du droit français par le sieur Catherinot, editado por Laboulaye (1883); y las Notes et documents sur l’origine des redevances et services coutumiers au IX e siècle (1888). Asimismo, se interesó por estudiar los problemas relativos a la historia como ciencia, así como las fuentes documentales y la necesidad de conocer las lenguas originales para su estudio.

Posiblemente, una de las obras más importantes de Flach sea aquella que publicó a partir de 1884 y vio finalizada hasta 1917. Intitulada Les origines de l’ancienne France y compuesta en cuatro volúmenes, la investigación fue realizada con base en fuentes originales, entre las que se encuentran hagiografías, epístolas y cantares de gesta. En ella el historiador estrasburgués profundizó en el régimen señorial (1886), los orígenes comunales, la feudalidad y la caballería (1893), el renacimiento del Estado, la realeza y el principado (1904), las nacionalidades regionales y sus relaciones con la corona francesa (1917). El estudio contempló un quinto tomo que desafortunadamente no pudo ver la luz hasta varios años después debido a la muerte de Flach, ocurrida el 4 de diciembre de 1919. En este volumen, el autor buscó contrarrestar la teoría germanista en torno al derecho de conquista sobre la Galia, tema que ya había apuntado en los volúmenes anteriores y que presenta similitudes con la interpretación de Fustel y Luchaire. Así, Flach propuso que el patriotismo regional convivió con un sentimiento galo unitario, el cual sólo triunfó hasta el reinado de Felipe Augusto (1165-1223). No obstante, como ha señalado Charles Bémont: “Dichas teorías, presentadas bajo una forma absoluta y perentoria, han encontrado contradicciones que [Flach] soportó con dificultad; sin embargo, han cavado un surco profundo en el campo espeso de nuestra historia temprana”.58

Como mencionamos anteriormente, de la misma manera que Fustel de Coulanges y Achille Luchaire, Flach se interesó en los orígenes de la nación gala. La diferencia se encuentra en que el análisis de este último se distingue del realizado por el historiador parisino específicamente en la concepción y datación de la feudalidad. Llama la atención la afirmación que realizó en el segundo tomo intitulado Les origines comunales, et féodalité et la chevalerie, donde apuntaba:

El sistema feudal [feudalismo], sistema político en cuya base se encuentra el contrato de feudo, no es, en la época que estamos estudiando, más que dependiente del régimen señorial. Éste abarca, como ya se ha dicho, al mismo tiempo las relaciones entre el soberano y el vasallo y las relaciones del señor al sujeto, del encargado al siervo. Únicamente más tarde, en los siglos XII y XIII, los roles se invirtieron. La feudalidad dominará y absorberá al régimen señorial hasta el momento en que sea absorbido a su vez por la realeza.59

A diferencia de Fustel y de Luchaire, para Flach sería hasta la plena Edad Media cuando la feudalidad dominaría la mayor parte de la Galia, es decir, cuando el señorío estuviera supeditado al feudo, lo cual no sucedería hasta bastante avanzado el gobierno de la monarquía capeta. Si bien pareciera que el significado del concepto de feudalidad para el medievalista estrasburgués no difiere de lo comprendido por los autores anteriores -la concatenación de una serie de elementos políticos, sociales y simbólicos que fundamentaban las relaciones entre las personas-, es necesario volver a sus palabras para observar las diferencias. Más adelante en la misma obra, advertía:

Los historiadores se han esforzado en describir los rasgos esenciales de dicho gobierno, y luego mostrar lo que estaba en juego. Para ello, tomaron todos los documentos a la mano, de todas las épocas, desde el siglo IX hasta el XV. Finalmente, dieron como resultado un sistema jurídico muy completo, muy bien ordenado, que sólo tenía una falla: el de nunca haber vivido [sic].

Mi objetivo es otro. No intento concebir una organización teórica y abstracta, [en cambio] intento retratar una sociedad concreta y viva; la sociedad que habitaba la Francia en los siglos X y XI. Puesto que hay tal diversidad en esa época en las relaciones de hombre a hombre, tal confusión, tal fluctuación en las nociones jurídicas, por lo que estaríamos equivocados si quisiéramos sistematizar.

El deber del historiador, en consecuencia, es exponer agrupando lo mejor que pueda los hechos precisos que los textos originales le revelan. Es eso lo que intenté, sin prejuicios de ningún tipo.60

Las palabras de Flach son una crítica frontal a lo establecido por Fustel de Coulanges y, por ende, a Luchaire. Desde su punto de vista, el análisis de Fustel daba como resultado un sistema que nunca había existido debido al carácter homogeneizante y orgánico que el parisino le había otorgado. En cambio, Flach intentó explicar la feudalidad desde aquellos factores regionales que, si bien no apelaban a la disociación del territorio francés, sí postulaban diferencias entre las diversas zonas de la Galia. En palabras del autor: “Si retomo las propuestas del señor Fustel en orden, me opondré a lo siguiente para los siglos X y XI, al tiempo que advertiré las derivaciones, las deformaciones que se producen, que condujeron insensiblemente al sistema feudal puro”.61

La enunciación de Flach es por demás elocuente: la feudalidad debía comprenderse a partir de las diferencias en su origen, así como de las derivaciones a las que llevó, para poder analizar el momento en que se llegó a la uniformidad, es decir al sistema feudal. En consecuencia, para el medievalista sería hasta el momento en que el feudo imperó como centro organizador en toda la Galia cuando se podría hablar de feudalismo.

Conclusiones

Como mencionamos en las primeras páginas, durante las últimas tres décadas del siglo XIX la nación gala se encontró en un contexto de profundos conflictos y cambios que impactaron en los ámbitos político, social y académico. En este orden de ideas, Divanna ha enfatizado que “el medievalismo francés del siglo XIX es un tema que involucra discusiones sobre identidad, la construcción de una autoimagen de Francia antes de que las relaciones con Alemania se volvieran hostiles y especialmente como resultado de la guerra con el Imperio prusiano, así como la memoria y las perspectivas modernas de la nacionalidad”.62 A ello habría que añadir el proceso de transformación en el que se encontraba la disciplina histórica que buscaba hacer de la historia una ciencia, situación que tuvo un profundo impacto entre los intelectuales que buscaron profesionalizar el estudio de la Edad Media a través del análisis sistemático de las fuentes y la filología, lo cual, suponían, los llevaría a explicar la historia del Medioevo de manera auténtica.

No obstante, dicha empresa no mostró un carácter homogéneo y mucho menos respondió a factores únicamente académicos. La guerra franco- prusiana, la instauración de la Tercera República, y con ello las diferencias ideológicas, fueron elementos que afectaron a los especialistas. En este contexto, las universidades, escuelas y colegios no sólo se presentaron como una especie de espejo donde es posible observar el impacto de una realidad convulsa, sino que fueron centros de debate en torno a la apertura y las libertades educativas, así como del significado y función del pasado francés frente a los proyectos finiseculares. En palabras de Smith, “la escuela fue crucial para la asimilación de nuevas ideas, para el ajuste a un nivel de vida diferente y para la creación de una nueva cultura nacional”.63 Fue este horizonte de enunciación en el que Fustel, Luchaire y Flach explicaron el pasado medieval y significaron los conceptos de feudalidad y feudalismo.

Los tres medievalistas atravesaron experiencias similares que afectaron la manera en que definieron las nociones que aquí interesan. La primera de esas experiencias se encuentra relacionada con la impronta de la guerra franco-prusiana, la cual afectó profundamente la vida personal de los tres medievalistas y, en consecuencia, influiría en su interpretación sobre los orígenes de Francia. Como fue posible constatar, el conflicto armado tuvo mayor impacto en Fustel de Coulanges y Flach, aunque el proceso no pasó desapercibido para Luchaire, quien siguió los pasos de Fustel. Producto de la guerra, los tres autores presentaron un perfil abiertamente nacionalista y apegado a los postulados básicos del positivismo comtiano, lo cual influyó en su interés por combatir la tesis germanista, y negaron, en consecuencia, la influencia, o en su caso, la existencia de las invasiones bárbaras sucedidas durante la Antigüedad Tardía. Para el caso, fue Fustel quien manifestó la postura más radical, acusando de germanista a todo aquel que criticara su interpretación. Contrario a ello, Luchaire y Flach fueron más mesurados en su relación con los historiadores alemanes y franceses que argumentaban a favor de la señalada tesis. Dicha controversia cobra relevancia, pues fue uno de los pilares a partir de los que se sentaron las bases para establecer el significado de las nociones de feudalidad y el feudalismo, así como el momento en que surgieron y se desarrollaron. A pesar de las diferencias interpretativas, ambos conceptos fueron utilizados por los medievalistas para suprimir toda herencia germana y enfatizar el progreso galo, heredero directo del Imperio romano de Occidente. Asimismo, los tres medievalistas hicieron de la tierra el elemento central de la feudalidad y del posterior sistema feudal. Fue, pues, únicamente cuando las relaciones se conformaron a partir de su vínculo con el territorio que una nueva forma de organización social, económica y jurídica pudo consolidarse. Dicha interpretación no parece extraña en un contexto en el que el territorio era uno de los elementos principales para la consolidación del Estado-Nación, trastocado durante la guerra franco-prusiana.

En este mismo orden de ideas, y en concordancia con las ideas de Christian Amalvi,64 podría pensarse que la adscripción de cada uno de los autores sería un elemento definitorio de sus interpretaciones. No obstante, hemos podido observar que Fustel de Coulanges y Luchaire como miembros de la ENS y la US eran abiertamente republicanos y progresistas, mientras que Jacques Flach, a pesar de su cercanía con Labouaye, no hizo evidente su apego al republicanismo, posiblemente debido a su origen protestante y a que formaba parte de las filas de la EC y el CF, instituciones que mantenían un carácter más apegado a la monarquía y el tradicionalismo. A pesar de ello, el contexto académico de finales de siglo facilitó la amplia discusión y socialización entre los intelectuales, lo cual se tradujo en que las ideas fuesen deliberadas constantemente: si bien existían diversas ideologías, es posible observar que los tres intelectuales estuvieron interesados en promover el nacionalismo y el patriotismo francés, haciendo evidente un pasado en común para toda la Galia: el Imperio romano.

Sin embargo, las diferencias también se hacen evidentes. En consecuencia, es posible sostener que, si bien Flach se caracterizó por su afinidad a la nación gala, fue su origen alsaciano, así como la decisión de migrar a París debido al conflicto franco-prusiano, lo que le posibilitó observar las particularidades en los diversos procesos históricos y, en consecuencia, las diferencias regionales que provocaron una lenta conformación del feudalismo, el cual no se haría patente sino hasta los siglos XII y XIII. Frente a ello, desde una perspectiva universalista, Fustel y Luchaire sostenían que tanto las relaciones jurídico-sociales de subordinación -como la sistematización de éstas- se extendió a lo largo de todo el territorio a partir del siglo VII. En otras palabras, para el historiador y jurista estrasburgués la unidad francesa no era antitética con la idea de las diferencias regionales: la Francia decimonónica era el resultado de un origen común, donde la feudalidad se había establecido de manera heterogénea, para institucionalizarse hasta la Plena Edad Media. En cambio, Fustel y Luchaire asociaron la idea de un origen común con el establecimiento sincrónico del sistema de feudos: después de más de un siglo de conflictos políticos y sociales, era necesario un mismo origen y una misma historia para lograr la unificación social de Francia.

Desde finales del siglo VIII, la feudalidad y el mundo feudal fueron, pues, instituciones que se establecieron en toda Francia. En consecuencia, la importancia del origen de la feudalidad y el feudalismo, y su significado, no sólo sugiere una forma de explicar el pasado, sino distintas concepciones de lo que implicaba la nación, las cuales estaban relacionadas tanto con el contexto particular de finales del siglo XIX, como con la ideología de los medievalistas, sus carreras académicas y las instituciones donde se desarrollaron. No obstante, el estudio presentado muestra que, a diferencia de lo que han señalado especialistas como Reid, Divanna y Amalvi, entre otros, los estudios medievales no presentaron un carácter estrictamente maniqueo. En cambio, acudimos ante representaciones que encuentran concordancias y discordancias, todas ellas dependientes de la vida intelectual y política de los autores estudiados.

Bibliografía

Amalvi, Christian. “Les deux Moyen Ages des savants dans la seconde moitié du XIXe siècle.” En Le Moyen Age au miroir du XIXesiècle (1850-1900), coordinación de Laura Kendrick, Francine Mora y Martine Reid. París: L’Harmattan, 2003. [ Links ]

Bémont, Charles. “Chronique. France.” Revue Historique 133, n. 1 (1920): 185-188. [ Links ]

Biddick, Kathleen. The Shock of Medievalism. Durham: Duke University Press, 1998. [ Links ]

Boiste, Pierre-Claude-Victor. Dictionnaire universel de la langue française, avec le latin et les étymologies. V. 1. 6a. ed. París: Verdière Librairie, 1823. [ Links ]

Boulainvilliers, Henri de. Histoire de l’ancien gouvernement de la France avec XIV Lettres Historiques sur les Parlements ou État-Généraux. V. 1. La Haya, 1727. [ Links ]

Carbonell, Charles-Olivier. Histoire et historiens. Une mutation idéologique des historiens français, 1865-1885. Toulouse: Privat, 1976. [ Links ]

Charle, Christophe. Histoire sociale de la France au XIXe siècle. París: Le Seuil, 1991. [ Links ]

D’Arcens, Louise. The Cambridge Companion to Medievalism. Cambridge: Cambridge University Press, 2016. [ Links ]

Divanna, Isabel. Reconstructing the Middle Ages. Gaston Paris and the Development of Nineteenth-century Medievalism. Cambridge: Cambridge Scholars Publishing, 2008. [ Links ]

Dubos, Jean-Baptiste. Histoire critique de l’établissement de la monarchie française dans les Gaules. V. 1. París: Nyon, 1742. [ Links ]

Emery, Elizabeth y Laura Morowitz. Cosuming the Past. The Medieval Revival in Fin-de-siècle France. Aldershot: Ashgate, 2003. [ Links ]

Emery, Elizabeth. “The ‘Truth’ About the Middle Ages: La Revue des Deux Mondes and Late Nineteenth-Century French Medievalism.” En Medievalism and the Quest for the “Real” Middle Ages, edición de Clare A. Simmons. Londres: Routledge, 2001. [ Links ]

Fernández Sebastián, Javier y Gonzalo Capellán de Miguel. “Conceptos políticos, tiempo y modernidad. Actualidad de la historia conceptual.” En Conceptos políticos, tiempo e historia. Nuevos enfoques en historia conceptual, coordinación de Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel. Santander-Madrid: Universidad de Cantabria/McGraw-Hill Interamericana de España, 2013. [ Links ]

Fisher, Herbert. “Fustel de Coulanges.” The English Historical Review 5, n. 17 (1980): 1-6. [ Links ]

Flach, Jacques. Les origines de l’ancienne France. V. 2. París: Larose & Forcel, 1893. [ Links ]

Fustel de Coulanges, Numa-Denis. “Études sur les origines du régime féodal du VIe au VIIIe siècle. III. Système d’institutions fondé sur le patronage.” Séances et Travaux de l’Académie des Sciences Morales et Politiques, n. 34 (1875): 360-383, edición de M. Ch. Vergé y M. Mignet. París: Alphonse Picard. [ Links ]

Garcia, Patrick. “La naissance de l’histoire contemporaine.” En Les courants historiques en France: XIXe-XXe siècle, edición de Christian Delacroix, Francois Dosse y Patrick Garcia, 11-95. París: Gallimard, 2007. [ Links ]

Guerreau, Alain. “Fustel de Coulanges médiéviste.” Revue Historique 275, n. 2 (1986): 381-406. [ Links ]

Guiraud, Paul. Fustel de Coulanges. París: Hachette, 1896. [ Links ]

Guislin, Jean-Marc. “La liberté de l’enseignement supérieur en débat au début de la Troisième République (1870-1881).” Revue du Nord, n. 394 (2012): 57-70. https://doi.org/10.3917/rdn.394.0057. [ Links ]

Guyot-Bachy, Isabelle y Jean Marie Moeglin, eds. La naissance de la médiévistique. Les historiens et leurs sources en Europe (XIXe-début du XXe siècle). Actes du colloque de Nancy, 8-10 novembre 2012 (Ginebra: Droz, 2015). [ Links ]

Halphen, Louis. “France. Nécrologie. Achille Luchaire.” Revue Historique 100, n. 1 (1909): 110-113. [ Links ]

Hartog, François. Le XIXe siècle et l’histoire. Le cas Fustel de Coulanges. París: Seuil, 2001. [ Links ]

Herrick, Jane. The Historical Thought of Fustel de Coulanges: A Dissertation. Washington: The Catholic University of America Press, 1954. [ Links ]

Jenks, Edward, “Fustel de Coulanges as a historian.” The English Historical Review 12, n. 46 (1897): 209-224. [ Links ]

Kendrick, Laura, Francine Mora y Martine Reid, coords. Le Moyen Age au miroir du XIXe siècle (1850-1900). París: L’Harmattan, 2003. [ Links ]

Landi, Antoine. Historie de la littérature d’Italie. Tirée de l’Italien de Mr. Tiraboschi, et abrégée par Antoine Landi. V. 4. Berna, 1784. [ Links ]

Langlois, Charles-Victor. “L’enseignement des sciences auxiliaires de l’histoire du Moyen Âge à la Sorbonne.” Bibliothèque de l’École des chartes, n. 49 (1888): 609-629. [ Links ]

Leniaud, Jean Michel. “L’école des chartes et la formation des élites (XIXe s.).” La Revue Administrative 46, n. 276 (1993): 618-624. [ Links ]

Littré, Émile. Dictionnaire de la langue française. V. 2. París: Hachette, 1874. [ Links ]

Luchaire, Achille. Innocent III. V. 5. París: Hachette, 1908. [ Links ]

Luchaire, Achille. “Leçon d’ouverture de M. le Professeur Luchaire.” En Faculté des Lettres de Paris. Histoire du Moyen Age, 1890. [ Links ]

Luchaire, Achille. “Les prémiers capétiens.” En Historie de France. V. 2, edición de Ernest Lavisse, 987-1137. París, 1901. [ Links ]

Mannheim, Karl. Essays on Sociology and Social Psychology. Nueva York: Oxford University Press, 1953. [ Links ]

Masson, Nicole. L’École normale supérieure. Les chemins de la liberté. París: Gallimard, 1994. [ Links ]

Moeglin, Jean-Marie. “Naissance de la médiévistique? Des antiquaires-érudits aux historiens-professeurs.” En La naissance de la médiévistique. Les historiens et leurs sources en Europe (XIXe-début du XXe siècle). Actes du colloque de Nancy, 8-10 novembre 2012, edición de Isabelle Guyot-Bachy y Jean Marie Moeglin. Ginebra: Droz, 2015. [ Links ]

Monod, Gabriel. “M. Fustel de Coulanges.” Revue Historique 41, n. 2 (1889): 277-285. [ Links ]

Nora, Pierre. Les lieux de mémoire. V. 2-1, La Nation. París: Gallimard, 1986. [ Links ]

Nichols, Stephen. “Modernism and the Politics of Medieval Studies.” En Medievalism and the Modernist Temper, edición de R. Howard Bloch y Stephen G. Nichols. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1996. [ Links ]

Noiriel, Gérard. Les fils maudits de la République. L’avenir des intellectuels en France. París: Fayard, 2005. [ Links ]

Ory, Pascal. Los intelectuales en Francia. Del caso de Dreyfus a nuestros días. Valencia: Universitat de València, 2007. [ Links ]

Ridoux, Charles. Évolution des études médiévales en France de 1860 à 1914. París: Honoré Champion, 2001. [ Links ]

Sée, Henri. “Fustel de Coulanges.” Mercure de France 762, n. 41 (1930): 513-530. [ Links ]

Simmons, Clare A. “Romantic Medievalism.” En The Cambridge Companion to Medievalism, edición de Louise D’Arcens. Cambridge: Cambridge University Press, 2016. [ Links ]

Smith, Robert J. The École Normale Supérieure and the Third Republic. Albany: The State University of New York Press, 1982. [ Links ]

Tácito. Germania. Buenos Aires: Lozada, 2007. [ Links ]

Thierry, Augustin. Récits des temps mérovingiens, précédés de considérations sur l’histoire de France. 2a. ed. París: Just Tessier, 1842. [ Links ]

Utz, Richard. “Academic Medievalism and Nationalism.” En The Cambridge Companion to Medievalism, edición de Louise D’Arcens. Cambridge: Cambridge University Press, 2016. [ Links ]

Utz, Richard. “Making Medievalism: A Critical Overview.” En Medievalism: Key Critical Terms, edición de Elizabeth Emery y Richard Utz. Cambridge: D. S. Brewer, 2014. [ Links ]

Van Engen, John. The Past and Future of Medieval Studies. Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1994. [ Links ]

Vergé, Charles. “Bulletin de séances du mois de Mars 1875.” Séances et Travaux de l’Académie des Sciences Morales et Politiques 34, n. 3 (1875): 766-768. [ Links ]

Werner, Michael. “Redes filológicas: una historia de las disciplinas y de la reforma académica en la Francia del siglo XIX.” En Redes intelectuales transnacionales. Formas de conocimiento académico y búsqueda de identidades culturales, Christophe Charle, Jürgen Schriewer y Peter Wagner. México: Pomares/Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior/Universidad Autónoma Metropolitana/Universidad Nacional Autónoma de México, 2006. [ Links ]

Wagner, Peter (2006). “Introducción a la Primera parte.” En Redes intelectuales transnacionales. Formas de conocimiento académico y búsqueda de identidades culturales, por Christophe Charle, Jürgen Schriewer y Peter Wagner. México: Pomares/Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior/Universidad Autónoma Metropolitana/Universidad Nacional Autónoma de México, 2006. [ Links ]

Winock, Michel. Le XXe siècle idéologique et politique. París: Perrin, 2009. [ Links ]

2Como ha sugerido Stephen G. Nichols, el nacimiento de la universidad moderna y el consecuente inicio de los estudios medievales implicó la definición de métodos particulares. En este sentido , la filología comprendida como una antropología del lenguaje buscó reconstruir el lenguaje de los textos medievales para poder comprenderlos. Stephen Nichols, “Modernism and the Politics of Medieval Studies”, en Medievalism and the Modernist Temper, ed. de R. Howard Bloch y Stephen G. Nichols (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1996), 25-56.

3La nueva administración y la derrota ante los alemanes marcarían una serie de eventos que establecerían el lugar que los intelectuales ocuparían en la sociedad francesa de la época. La libertad de prensa y de asociación para los periodistas y los hombres de letras, el progresivo desmantelamiento del viejo sistema académico de mano de los artistas, la creciente autonomía en la enseñanza superior y el posterior Affaire Dreyfus otorgaron a los intelectuales un lugar privilegiado tanto dentro de las instituciones universitarias, como frente al Estado francés, así como un aumento considerable de su número. Al respecto, véase Christophe Charle, Histoire sociale de la France au XIX e siècle (París: Le Seuil, 1991), 267-275; Pascal Ory, Los intelectuales en Francia. Del caso de Dreyfus a nuestros días (Valencia: Universitat de València, 2007).

4Sobre las investigaciones desarrolladas entre el siglo XVI y el último tercio del siglo XIX, Isabel Divanna ha señalado que “el trabajo de las generaciones previas de estudiosos e investigadores del periodo medieval comenzó a ser visto como preprofesionales. Con algunas notables excepciones, el trabajo producido entre el siglo XVI y principios del siglo XIX había sido muy despectivo con el periodo medieval, y la imagen de la Edad Media como una época oscura prevaleció hasta principios del siglo XIX. Sin embargo, en el siglo XIX emergió como la musa nacionalista, el punto de formación del carácter francés, el periodo más importante de la historia francesa”. Isabel Divanna, Reconstructing the Middle Ages. Gaston Paris and the Development of Nineteenth-century Medievalism (Cambridge: Cambridge Scholars Publishing, 2008), 2. (Todas las traducciones son mías.) No obstante, durante el siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX, los eruditos promovieron la conservación de manuscritos y asistieron a las generaciones posteriores en la localización, catalogación y edición de éstos. Richard Utz, “Academic Medievalism and Nationalism”, en The Cambridge Companion to Medievalism, ed. de Louise D’Arcens (Cambridge: Cambridge University Press, 2016).

5Como ha señalado Kathleen Biddick, “para separarse y ponerse por encima de los estudios sobre cultura medieval, los nuevos académicos medievalistas del siglo XIX designaron sus prácticas, influenciadas por el positivismo, como científicas y evitaron lo que ellos consideraban menos positivista, prácticas ‘no científicas’, llamándolas medievalismo”. Kathleen Biddick, The Shock of Medievalism (Durham: Duke University Press 1998), 1. En contraparte, Richard Utz apunta que “el término ‘medievalismo’ desarrollado en el siglo XIX, es una forma de describir un compromiso, ya sea con el periodo conocido como la Edad Media o con lo que era percibido como perteneciente al periodo histórico”. Richard Utz, “Making Medievalism: A Critical Overview”, en Medievalism: Key Critical Terms, ed. de Elizabeth Emery y Richard Utz (Cambridge: D. S. Brewer, 2014), 2.

6Véase Jean-Marie Moeglin, “Naissance de la médiévistique? Des antiquaires-érudits aux historiens-professeurs”, en La Naissance de la médiévistique. Les historiens et leurs sources en Europe (XIX e -début du XX e siècle). Actes du colloque de Nancy, 8-10 novembre 2012, ed. de Isabelle Guyot-Bachy y Jean-Marie Moeglin (Ginebra: Droz, 2015), 26. Como ha estipulado Divanna, “los estudiosos científico-positivistas de finales del siglo XIX consideraban que el legado de los anticuarios había sido remplazado en los años 70 y 80 por la autoproclamada era del acercamiento científico a los temas medievales”. Divanna, Reconstructing the Middle Ages…, 3. Los partidarios del conocimiento científico defendieron el uso de métodos positivos en la producción de estudios históricos, lo cual era, en muchas ocasiones, vinculado con las ideas republicanas y democráticas, libres de la dominación clerical. En cuanto al romanticismo, a pesar de las dificultades para caracterizarlo, los intelectuales, específicamente los medievalistas franceses, lo comprendieron como aquella tendencia historiográfica cuyo proceso de análisis y deducción no tenía un carácter científico, sino subjetivo. Sobre la relación entre romanticismo y medievalismo, véase Clare A. Simmons, “Romantic Medievalism”, en The Cambridge Companion to Medievalism, ed. de Louise D’Arcens (Cambridge: Cambridge University Press, 2016).

7 Elizabeth Emery y Laura Morowitz, Cosuming the Past. The Medieval Revival in Fin-de-siècle France (Aldershot: Ashgate, 2003), 8. Asimismo, Richard Utz ha apuntado la necesidad de “los eruditos en humanidades por emular los métodos cuantitativos y positivos de las ciencias naturales, para ser aceptados por la universidad modernas”. Utz, “Academic Medievalism and Nationalism…”, 119.

8A decir de Gérard Noiriel, en Francia “la profesionalización del mundo universitario se acompañó de un fuerte aumento en sus efectivos. Entre los años 1880 y los años 1900, el número de profesores de enseñanza superior se duplicó (de 500 a más de 1000)”. Gérard Noiriel, Les fils maudits de la République. L’avenir des intellectuels en France (París: Fayard, 2005), 39. Sin embargo, Michael Werner indica que es necesario matizar dicha afirmación, pues durante los años posteriores a la guerra franco-prusiana, un importante número de estudiantes se matricularon paulatinamente en universidades alemanas, las cuales poco a poco se convirtieron en un referente para los intelectuales europeos. Michael Werner, “Redes filológicas: una historia de las disciplinas y de la reforma académica en la Francia del siglo XIX”, en Redes intelectuales transnacionales. Formas de conocimiento académico y búsqueda de identidades culturales, Christophe Charle, Jürgen Schriewer y Peter Wagner (México: Pomares/Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior/Universidad Autónoma Metropolitana/Universidad Nacional Autónoma de México, 2006), 439.

9Para este caso, es posible comprender el concepto de ideología en términos políticos como lo ha establecido Michel Winock, a saber: “Sistemas de representación del mundo, de la sociedad, de la historia, destinados a servir una voluntad de acción”. Michel Winock, Le XX e siècle idéologique et politique (París: Perrin, 2009), 15.

10Emery y Morowitz, Cosuming the Past…, 2.

11A decir de Fernández Sebastián y Capellán de Miguel, las relaciones entre el lenguaje, el tiempo y los hablantes, más allá de ayudar a evitar el uso de anacronismos, son una herramienta fundamental para la historia intelectual, pues es a partir de la historización de los marcos de comprensión de la realidad y los instrumentos que ha utilizado la humanidad para interpretar el pasado, que el historiador puede hacer evidentes la “contingencia y precariedad” de los medios para aprehender el mundo. Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel, “Conceptos políticos, tiempo y modernidad. Actualidad de la historia conceptual”, en Conceptos políticos, tiempo e historia. Nuevos enfoques en historia conceptual, coord. de Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel (Santander-Madrid: Universidad de Cantabria/McGraw-Hill Interamericana de España, 2013), XXXIX.

12Ejercicios similares han sido realizados anteriormente por Charles-Olivier Carbonell, Histoire et historiens. Une mutation idéologique des historiens français, 1865-1885 (Toulouse: Privat, 1976); John Van Engen, The Past and Future of Medieval Studies (Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1994); Biddick, The Shock of Medievalism; Charles Ridoux, Évolution des études médiévales en France de 1860 à 1914 (París: Honoré Champion, 2001); Simmons, “Romantic Medievalism”; François Hartog, Le XIX e siècle et l’histoire. Le cas Fustel de Coulanges (París: Seuil, 2001); y Laura Kendrick, Francine Mora y Martine Reid, coords., Le Moyen Age au miroir du XIX e siècle (1850-1900) (París: L’Harmattan, 2003); Isabelle Guyot-Bachy y Jean Marie Moeglin, eds., La naissance de la médiévistique. Les historiens et leurs sources en Europe (XIX e -début du XX e siècle). Actes du colloque de Nancy, 8-10 novembre 2012 (Ginebra: Droz, 2015); y Louise D’Arcens, The Cambridge Companion to Medievalism (Cambridge: Cambridge University Press, 2016). No obstante, todas ellas han analizado las relaciones de manera general, sin establecer los nexos particulares entre el contexto, las adscripciones universitarias de los medievalistas, o en su caso los intelectuales, y el uso y definición de los conceptos.

13 Christian Amalvi, “Les deux Moyen Ages des savants dans la seconde moitié du XIXe siècle”, en Le Moyen Age au miroir du XIX e siècle (1850-1900), coord. de Laura Kendrick, Francine Mora y Martine Reid (París: L’Harmattan, 2003), 18. En este caso cabe señalar que los miembros de la EC se caracterizaron por su acercamiento al tradicionalismo, es decir, “una actitud psicológica que se expresa en diferentes individuos como una tendencia a aferrarse al pasado y temer la innovación”. Karl Mannheim, Essays on Sociology and Social Psychology (Nueva York: Oxford University Press, 1953), 99. A ello habría que añadir el ultramontanismo que explica la preferencia de los cartistas por la monarquía y el clero.

14L’école des chartes de 1821 à 1920, citado por Jean Michel Leniaud, “L’école des chartes et la formation des élites (XIXe s.)”, La Revue Administrative 46, n. 276 (1993): 622.

15 Charles-Victor Langlois, “L’enseignement des sciences auxiliaires de l’histoire du Moyen Âge à la Sorbonne”, Bibliothèque de l’École des chartes, n. 49 (1888): 610.

16 Roberto J. Smith, The École normale supérieure and the Third Republic (Albany: The State University of New York Press, 1982), 18.

17Smith, The École normale supérieure…, 18.

18 Nicole Masson, L’École normale supérieure. Les chemins de la liberté (París: Gallimard, 1994), 33-34.

19Hartog, Le XIX e siècle et l’histoire…, 25.

20Entre 1863 y 1869, Victor Duruy abogó por el desarrollo de una educación superior libre y no confesional, que se ubicara más allá de las universidades que hasta ese momento monopolizaban la enseñanza. Las discusiones en torno a la libertad educacional se extendieron hasta 1870, cuando la guerra contra Prusia obligó a que las comisiones interrumpieran sus trabajos. En los años subsecuentes, dos grupos protagonizaron las controversias en torno a la libertad educativa: el partido liberal, promotor de la libertad individual y de conciencia, así como de la descentralización intelectual que presuponía la libertad de conferencias y cursos aislados; y, por otra parte, el partido clerical, que deseaba combatir el desarrollo de “malas doctrinas” [sic] producto del monopolio universitario. Frente a dichas afirmaciones, los republicanos argumentaban que la descentralización educativa sería una conquista para el partido clerical y, en consecuencia, una restauración católica. En cambio, la República debería abogar por aumentar el presupuesto de las universidades como se había hecho en Alemania. Después de varias sesiones, se decretó permitir la existencia de instituciones privadas católicas de educación superior ajenas a la universidad, sin que ésta perdiera su preponderancia. Véase Jean-Marc Guislin, “La liberté de l’enseignement supérieur en débat au début de la Troisième République (1870-1881)”, Revue du Nord, n. 394 (2012): 57-70, https://doi.org/10.3917/rdn.394.0057.

21Durante las últimas décadas del siglo XIX algunos intelectuales franceses se caracterizaron por retomar la esencia del positivismo comtiano, sin que esto significara apegarse a la teoría completa. En síntesis, retomaron las etapas de la civilización —teológica, metafísica y positiva—, la importancia de la ciencia y la necesidad del orden para lograr el progreso. Monod comprendió por positivismo la aplicación de un método empírico al estudio de las humanidades con el objetivo de alcanzar el conocimiento científico. Divanna, Reconstructing the Middle Ages…, 14.

22Amalvi, “Les deux Moyen Ages des savants…”, 20.

23 Gabriel Monod, “M. Fustel de Coulanges”, Revue Historique 41, n. 2 (1889): 279.

24El ambiente académico de Estrasburgo nunca fue del agrado de Fustel de Coulanges. Esto se puede observar en la carta que envió a Perrot en 1870, donde anota: “Vivía en Estrasburgo en una atmosfera de infatuación, de entusiasmo ingenuo que me molestó y que habría terminado por volverme estúpido”. Citado por Henri Sée, “Fustel de Coulanges”, Mercure de France 762, n. 41 (1930): 515.

25Sée, “Fustel de Coulanges”, 515.

26 Paul Guiraud, Fustel de Coulanges (París: Hachette, 1896); Monod, “M. Fustel de Coulanges”; Edward Jenks, “Fustel de Coulanges as a historian”, The English Historical Review 12, n. 46 (1897): 211.

27Monod, “M. Fustel de Coulanges”, 283. Por su parte, Edward Jenks afirma que el paso por la agonía de la guerra desató en Fustel el deseo de rescatar a su país de la angustia que había dejado la derrota. En consecuencia, se dio a la tarea de objetar aquellas ideas que afirmaban que Francia era una provincia esclavizada del Imperio Romano, la cual, si bien había sido iluminada por la libertad de los pueblos germanos, cayó nuevamente en la esclavitud. En síntesis, señala Jenks, “fue a la guerra como un filósofo y volvió como un patriota”. Jenks, “Fustel de Coulanges as a historian”, 212.

28 Alain Guerreau, “Fustel de Coulanges médiéviste”, Revue Historique 275, n. 2 (1986): 382.

29 Jane Herrick, The Historical Thought of Fustel de Coulanges: A Dissertation (Washington: The Catholic University of America Press, 1954).

30Al respecto el jurista Edward Jenks menciona: “Es seguro que, a pesar del juicio del señor Monod, que Fustel mismo desearía ser juzgado por su trabajo como medievalista”. Jenks, “Fustel de Coulanges as a historian”, 210. Si bien Monod jamás acusó que Fustel de Coulanges no quería ser medievalista, es claro que después de 1870 se dedicó principalmente al estudio de la Alta Edad Media. Cfr. Monod, “M. Fustel de Coulanges”, 277-285.

31En palabras de Herbert Fisher: “Él [Fustel] estaba animado por la profunda creencia de que los orígenes de la historia medieval habían sido escritos de manera incorrecta para servir a los intereses de la autoglorificación teutona, que los textos habían sido estudiados de manera insuficiente y que una gran cantidad de especulaciones interesadas habían sido importadas para llenar las lagunas”. Herbert Fisher, “Fustel de Coulanges”, The English Historical Review 5, n. 17 (1980): 2.

32El Boletín de la ASMP apunta que durante la sesión del 20 de marzo de 1875 “el señor Secretario permanente dio lectura a una carta del señor Fustel de Coulanges que se presenta como candidato a la plaza vacante como resultado del deceso del señor Guizot. La carta del señor Fustel de Coulanges. Los títulos, donde argumenta a favor de su candidatura, se reenvían a la sección de historia”. Charles Vergé, “Bulletin de séances du mois de Mars 1875”, Séances et Travaux de l’Académie des Sciences Morales et Politiques 34, n. 3 (1875): 767.

33 Elizabeth Emery, “The ‘Truth’ About the Middle Ages: La Revue des Deux Mondes and Late Nineteenth-Century French Medievalism”, en Medievalism and the Quest for the “Real” Middle Ages, ed. de Clare A. Simmons (Londres: Routledge, 2001), 102.

34Véase Fisher, “Fustel de Coulanges…”, 3.

35Emery, “The ‘Truth’ About the Middle Ages…”, 103.

36Al respecto, Patrick Garcia sugiere que “Thierry y los historiadores renovadores están motivados por la convicción de que ha llegado el momento de erigir la historia en ciencia. La sensación de que la mirada en la historia está mejor asegurada gracias a la experiencia acumulada, y que la ruptura que se ha producido evita hundirse en el anacronismo teniendo en cuenta la alteridad del pasado, apoya esta certeza. Thierry y sus compañeros comparten la misma seguridad sobre la capacidad de la gente moderna para comprender el pasado que todas las generaciones anteriores”. Patrick Garcia, “La naissance de l’histoire contemporaine”, en Les courants historiques en France: XIX e -XX e siècle, ed. de Christian Delacroix, Francois Dosse y Patrick Garcia (París: Gallimard, 2007), 49.

37 Augustin Thierry, Récits des temps mérovingiens, précédés de considérations sur l’histoire de France (París: Just Tessier, 1842), 250-359.

38Amalvi, “Les deux Moyen Ages…”, 23.

39Jenks, “Fustel de Coulanges as a Historian…”, 215.

40Monod, “M. Fustel de Coulanges…”, 283. Monod se refiere a dos textos homónimos presentados en 1874 y 1875 bajo el título de Étude sur les origines du régime féodal du VI e au VIII e siècle. En el primero de ellos, Fustel profundizó en el “sistema de instituciones fundadas sobre la libre asociación”, mientras que en el segundo se interesó por el “sistema de instituciones fundados bajo el patronazgo”.

41 Numa-Denis Fustel de Coulanges, “Études sur les origines du régime féodal du VIe au VIIIe siècle. III. Système d’institutions fondé sur le patronage”, Séances et travaux de l’Académie des sciences morales et politiques, n. 34 (1875), ed. de M. Ch. Vergé y M. Mignet. París: Alphonse Picard, 366.

42 Tácito, Germania (Buenos Aires: Lozada, 2007).

43Pese a ello, como el mismo Monod estipula, la tesis de Fustel en su primer volumen era una síntesis de aquéllo señalado por Jean-Baptiste Dubos en el siglo XVIII; asimismo, Fustel añadió algunos elementos que ya habían sido apuntados por Paul von Roth y Georg Waitz en torno a la ausencia de rasgos feudales en las sociedades del siglo VI. En su Histoire critique de l’établissement de la monarchie française, Dubos dedicó varias líneas para desmontar la “tesis germanista” inaugurada por Henri de Boulainvilliers, quien afirmaba que la Galia había sido conquistada por los francos en los años posteriores a la caída del Imperio Romano. Henri de Boulainvilliers, Histoire de l’ancien gouvernement de la France avec XIV Lettres Historiques sur les Parlements ou État-Généraux, v. 1 (La Haya, 1727). Frente a ello, Dubos argüía que los francos habían atacado y permanecido en territorio galo por asignación romana. Jean-Baptiste Dubos, Histoire critique de l’établissement de la monarchie française dans les Gaules, v. 1 (París: Nyon, 1742).

44Monod, “M. Fustel de Coulanges…”, 281.

45Tanto en esta obra como en la que fue publicada con un título homónimo de manera póstuma, Fustel se dedicó a analizar algunos problemas de la Alta Edad Media como el colonato, la justicia merovingia y las inmunidades.

46Jenks, “Fustel de Coulanges as a historian…”, 213.

47La interpretación de Fustel presenta similitudes con las definiciones que otorgó a los conceptos de feudalidad y feudalismo el lexicógrafo y filósofo francés Émile Littré hacia 1870 en su Dictionnaire de la Langue Française. En cuanto a la primera noción a la letra se lee: “FEUDALIDAD (feu-da-li-dad), s. f. || 1. Calidad de feudo; tenencia de una herencia a título de feudo. || Fe y homenaje que el vasallo debe al soberano. La feudalidad no se prescribe. || Cualidad de aquello que es feudal. La feudalidad de una renta. || 2. Régimen feudal; la unión de las instituciones feudales. El establecimiento de las instituciones feudales. El establecimiento de la feudalidad. || 3. Fig. La feudalidad financiera, sistema o situación en la que los grandes capitalistas gobiernan. Se dice en sentido desfavorable”. Émile Littré, Dictionnaire de la langue française, v. 2 (París: Hachette, 1874), 1642, c. 2. En cuanto a feudalismo, escribió: “† FEUDALISMO (feu-da-lis-mo), s. m. Neologismo. Sistema político de la feudalidad. || Dominación de los poseedores de grandes dominios, de grandes capitales - ETIM. Feudalizar”. Littré Dictionaire de la…, 1642, c. 2. Si bien Littré señala que el concepto de feudalismo es un neologismo, ya puede ser encontrado, en el caso de la historiografía, desde 1784 en la traducción al francés que realizó Antonio Landi de la Storia della letteratura italiana redactada por Girolamo Tiraboschi entre 1772 y 1782. Antoine Landi, Historie de la littérature d’Italie. Tirée de l’Italien de Mr. Tiraboschi, et abrégée par Antoine Landi, v. 4 (Berna, 1784), 485. Para el caso de los diccionarios, Pierre-Claude-Victor Boiste ya había incluido el concepto de féodalisme en la sexta edición del Dictionnaire Universel de la langue française, publicado hacia 1823. Pierre-Claude-Victor Boiste, Dictionnaire universel de la langue française, avec le latin et les étymologies, v. 1, 6a. ed. (París: Verdière Librairie, 1823), 289, c. 1.

48 Louis Halphen, “France. Nécrologie. Achille Luchaire”, Revue Historique 100, n. 1 (1909): 110-113.

49 Achille Luchaire, “Leçon d’ouverture de M. le Professeur Luchaire”, en Faculté des Lettres de Paris. Histoire du Moyen Age (1890), 3.

50Luchaire, “Leçon d’ouverture de M. le Professeur Luchaire…”, 4.

51Halphen, “France. Nécrologie…”, 113.

52En una carta dirigida a Lavisse, Luchaire apuntó: “He realizado, como usted lo dice, un gran esfuerzo para romper con el género de composición histórica con el que estoy habituado. Ha sido necesario que salga de mí, y no me sorprende que no haya tenido éxito totalmente. Usted es, sin duda, más competente que yo para saber aquello que falta decir al gran público al que se dirige la Histoire de France, porque usted lo conoce mejor que yo y si supiera hablarles como usted, estaría en la Academia Francesa. Usted puede, en este terreno, hacerme las observaciones que juzgue útiles para el éxito de la empresa común, sin miedo a ofenderme. Usted ha podido ver que he sacrificado muchos de mis hábitos de historiador erudito. Estoy dispuesto a hacer otros sacrificios y deseo para mí, como para todos, que toda mi obra sea aprovechada, con la certidumbre de que estamos de acuerdo con las ideas y que, en cuanto a la forma, no me pedirá nada que no pueda hacer y cuya naturaleza sea rebajarme ante los lectores serios de Francia y del extranjero”. Citado por Pierre Nora, Les lieux de mémoire, v. 2-1, La Nation (París: Gallimard, 1986), 347.

53 Archille Luchaire, “Les prémiers capétiens”, Historie de France, v. 2, ed. de Ernest Lavisse (París), 7-8.

54Luchaire, “Leçon d’ouverture de M. le Professeur Luchaire…”, 20.

55Véase la nota 47.

56Las principales referencias a este proceso se encuentran en el tomo 5 “Innocent III. Les royautés vassales du Saint-Siège”. Achille Luchaire, Innocent III, v. 5 (París: Hachette, 1908).

57La ELSP contó con la presencia de intelectuales como Hippolyte Taine, Ernest Renan y Albert Sorel, entre otros.

58 Charles Bémont, “Chronique. France”, Revue Historique 133, n. 1 (1920): 187.

59 Flach, Les origines de l’ancienne France, v. 2 (París: Larose & Forcel, 1893), 1-2.

60Flach, Les origines de l’ancienne France, v. 2, 2-3.

61Flach, Les origines de l’ancienne France, v. 2, 493.

62Divanna, Reconstructing the Middle Ages…, XVI.

63Smith, The École Normale Supérieure…, 18.

64Amalvi, “Les deux Moyen Ages…”.

Recibido: 30 de Septiembre de 2019; Aprobado: 03 de Marzo de 2020

Sobre el autor. Becario Posdoctoral en el Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM. Doctor en Historia también por la UNAM. Profesor de asignatura en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Miembro del Seminario de estudios históricos sobre la Edad Media, adscrito al Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM. Miembro de la Red Latinoamericana de Estudios Medievales.

1 Programa de Becas Posdoctorales en la UNAM, becario del Instituto de Investigaciones Filológicas, asesorado por la doctora Fabienne Sylvie Bradu Cromier.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons