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Estudios de historia moderna y contemporánea de México

versión impresa ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.44 Ciudad de México jul./dic. 2012

 

Reseñas

 

Ivana Frasquet, Las caras del águila. Del liberalismo gaditano a la república federal mexicana (1820-1824)

 

Carlos Cruzado Campos*

 

Castelló de la Plana, Publications de la Universitat Jaume I, 2008.

 

*Universidad Nacional Autónoma de México, Posgrado en Historia

 

Enmarcada en la más reciente producción historiográfica sobre el movimiento de independencia, con una fuerte influencia de autores como Manuel Chust y Jaime Rodríguez, Las caras del águila ofrece una interesante perspectiva de los acontecimientos desarrollados en el periodo temporal 1820-1824. A lo largo de esta obra se advierte cómo los principios liberales establecidos desde la Constitución de Cádiz fueron abriéndose paso en los primeros intentos de construcción del nuevo Estado nacional mexicano, hasta quedar insertos en el código federalista promulgado en 1824.

El libro se divide en tres partes. En la primera, Ivana Frasquet se ocupa de la consumación de la independencia de México. Para comenzar, se traslada a España a fin de revisar la participación de los representantes novohispanos en Madrid y la parte culminante de sus labores, a saber: la presentación ante las Cortes de un proyecto para que las posesiones del imperio español se manejaran de manera autónoma, el territorio quedaría dividido en tres partes, cada una de ellas con un representante del rey encargado de gobernarlas, además de contar con un Congreso local. Esta propuesta naufragó ante la indiferencia de la mayoría de los diputados españoles, demasiado ocupados en sus luchas políticas internas, quienes terminaron por no concederle importancia.

Del otro lado del Atlántico, la autora reconstruye la génesis del Plan de Iguala, se empeña en revelar los orígenes liberales del mismo, pues asegura que fueron los criollos autonomistas quienes convencieron a Iturbide de aceptar el proyecto y conservar los principios constitucionales gaditanos. Por tanto, el éxito del plan estuvo sustentado en la participación de los liberales, el texto no reconoce mérito alguno en Agustín de Iturbide como forjador del proceso de independencia.

La segunda parte del libro aborda la organización política del México independiente con énfasis en la actividad legislativa, de esta forma destaca las actividades de la Junta Provisional Gubernativa y el primer Congreso Constituyente. A partir de la proclamación del general vallisoletano como emperador, Frasquet centra su relato en las dificultades suscitadas entre ejecutivo y legislativo, hasta llegar a la confrontación directa entre ambos poderes, culminadas con la deposición del Congreso y la formación de la Junta Nacional Instituyente. Por último, revisa la abdicación de Iturbide tras el Plan de Veracruz y el Acta de Casa Mata.

De nueva cuenta, la autora presenta los acontecimientos con parcialidad en favor de los miembros de los distintos congresos. Baste un simple ejemplo para corroborarlo: cuando aborda el tema de la aprehensión y encarcelamiento de los diputados acusados de conspirar contra el imperio mexicano, se empeña en mostrar a los miembros del legislativo como mártires. Al parecer, no tomó en consideración la obra de Alfredo Ávila, quien demuestra de manera fehaciente la conspiración republicana en contra del emperador Iturbide, pese a citarla en la bibliografía.

En la tercera y última parte, el libro señala cómo se reunió el Congreso antes disuelto, la salida de Iturbide del país y la formación del nuevo Supremo Poder Ejecutivo. La discusión fundamental del cuerpo legislativo fue si se llamaba o no a un nuevo Congreso Constituyente. Si bien en su mayoría los miembros de la cámara pretendían no hacerlo, la presión de las provincias pesó más y, debido a esta influencia, no sólo se presentó la convocatoria a fin de elegir diputados para un nuevo constituyente, sino que se discutieron los estatutos para cambiar la forma de gobierno y crear así la república federal, con este acontecimiento finaliza la obra.

Es encomiable el trabajo de consulta de fuentes primarias llevado a cabo por Frasquet, desde los Diarios de Sesiones de las Cortes, pasando por las actas de trabajo de la Junta Provisional Gubernativa, el primer constituyente, la Junta Nacional Instituyente y el Congreso reinstalado. No cabe duda, se trata de una revisión acuciosa de las reuniones de los distintos legislativos cuya tarea consistió en organizar la administración política del México independiente. Es de notar también el conocimiento de la historiografía más actualizada del tema, así como la de los contemporáneos de este proceso histórico.

Tanto el material de primera mano (fuentes en su mayoría legislativas) como su interpretación, defensa a ultranza del liberalismo gaditano, inciden en el carácter de sus conclusiones, demasiado forzadas. Por supuesto estamos de acuerdo, como Frasquet se encarga de machacarlo a lo largo de toda la obra, en que la Constitución de Cádiz fue en todo momento la base legislativa sobre la que se construyó el nuevo Estado nacional mexicano. Sin embargo, el examen realizado sobre un personaje fundamental de la época, como Agustín de Iturbide, es parcial. En todo momento trata de restarle importancia, desde la redacción del Plan de Iguala hasta la consumación de la Independencia, pues considera que todo el mérito debe achacarse al grupo de liberales novohispanos. Al parecer, Iturbide sólo fue el medio a través del cual se consiguió el objetivo. ¿No fue entonces Iturbide quien supo conciliar los intereses de los distintos grupos políticos que pretendían la independencia de la Nueva España? No para Ivana Frasquet.

El hecho de que los autonomistas de la Nueva España, devenidos ya en liberales, fueran o no los principales responsables de la independencia está sujeto a discusión, se puede o no estar de acuerdo en su participación en mayor o menor grado; lo que verdaderamente extraña de Las caras del águila es la ausencia casi total del alto clero como grupo que tomó parte en estos acontecimientos. ¿Por qué entonces Iturbide se interesó en enviar una copia del Plan de Iguala, entre otros personajes, a Matías de Monteagudo? ¿Por qué se incluyeron en la Junta Provisional Gubernativa hombres pertenecientes al alto clero novohispano? ¿Acaso este grupo no estaba también interesado en la independencia, aunque por distintas razones que los liberales? Dejarlos fuera no parece ser la mejor forma de comprender lo ocurrido en esta época, un proceso complejo en el que se vieron involucrados distintos intereses. Estudiar cada uno de ellos ayudará a entender con más claridad la consumación de la independencia y la formación del nuevo Estado nacional.

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