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Estudios de historia moderna y contemporánea de México

versión impresa ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.43 Ciudad de México ene./jun. 2012

 

Artículos

El Círculo Católico de Puebla, 1887-1900

 

Puebla's Catholic Circle, 1887-1900

 

Sergio Francisco Rosas Salas

 

Estudiante de doctorado en El Colegio de Michoacán. Es licenciado en historia por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y maestro en Ciencias Humanas por El Colegio de Michoacán. Especialista en historia del clero y el catolicismo poblano en los siglos XIX y XX, publicó en 2010, con Jesús Márquez Carrillo, Hilo y trama. Biografías de políticos y militares en Puebla, 1790-1940. Su correo electrónico es: sergiofrosas@yahoo.com.mx.

 

Recibido/Received: 10 de octubre 2011,
Aprobado/Approved: 9 de enero, 2012

 

Resumen

Este artículo analiza la conformación y los primeros años del Círculo Católico de Puebla, una organización confesional formada por laicos por iniciativa clerical. Destaca la forma en que algunos católicos de la ciudad de Puebla actuaron bajo la política de conciliación del Porfiriato entre 1887 y 1900, y cómo la aprovecharon a su favor, pasando de la práctica pública del catolicismo al apostolado laico.

Palabras clave: Círculo Católico, Puebla, Porfiriato, política de conciliación, apostolado laico, Iglesia católica, organizaciones seglares.

 

Abstract

This article analyzes the formation and the early years of Puebla's Catholic Circle, a confessional organization composed of secular persons on a clerical initiative. It draws attention to the actions of a number of Catholics in the city of Puebla under the Porfiriato's conciliation policy between 1887 and 1900, and the ways in which they used it to their advantage, shifting from the public practice of Catholicism to a lay ministry.

Keywords: Catholic Circle, Puebla, Porfiriato, conciliation policy, lay ministry, the Catholic Church, secular organizations.

 

Introducción

A partir del trabajo pionero de Jorge Adame Goddard, la historiografía ha insistido en que después de 1867 los católicos mexicanos, identificados con los antiguos conservadores, se retiraron de la política para dedicarse a actividades como la traducción y la vida académica. Sin embargo, a partir de 1891 un grupo de jóvenes mexicanos formados por aquellos conservadores asumieron como propio el catolicismo social. Tenían como objetivo reformar confesionalmente a la sociedad, manteniéndose alejados de la política. Esta nueva generación fomentó una mayor participación seglar en la vida de la Iglesia y una mayor presencia de la Iglesia en la sociedad, gracias al magisterio de León XIII y la política de conciliación impulsada por el régimen de Porfirio Díaz.1

Tres décadas después de la publicación del trabajo de Adame Goddard, la historiografía sobre la Iglesia y su situación durante el Porfiriato ha alcanzado ya algunos consensos. Los historiadores han destacado la política de conciliación y el magisterio leonino como dos elementos centrales que permitieron un renacimiento de la expresión pública del catolicismo en México tras el embate liberal de mediados de siglo. Amén de ello, trabajos enfocados en la jerarquía eclesiástica han mostrado que durante este periodo los obispos mexicanos entraron en un proceso de romanización, que puede caracterizarse no sólo como un mayor contacto con la Santa Sede, sino como una reforma de la Iglesia impulsada desde la Curia Romana y aplicada por los mitrados. Asimismo, se ha hecho visible la importancia de los laicos y su organización en la reconstrucción de la presencia eclesiástica en México.2

Una de las más recientes contribuciones de esta historiografía es la insistencia en periodizaciones más precisas. Se ha insistido en 1891 y 1892 como un momento coyuntural en el cual se afianzó la política de conciliación, impulsada por el obispo de Oaxaca Eulogio Gillow, caracterizado como católico liberal.3 Esta situación cambiaría hacia 1899 y 1902, cuando reaparecen las inquietudes de crítica social, que habían sido soterradas por la política de conciliación, gracias a una mayor recepción de la encíclica Rerum novarum, publicada en 1891.4 Desde ese año y hasta 1909, los católicos sociales predominaron en la Iglesia mexicana. Después de esta fecha y hasta 1914, la organización laical cimentada durante el Porfiriato desembocará en la participación política de los creyentes, agrupados en el Partido Católico Nacional, con lo que iniciará el movimiento democrático.5

Más allá de esta lectura, aún son escasos los estudios regionales sobre esta problemática. Los aportes en esta línea han permitido matizar las periodizaciones generales y conocer la aplicación local de la política de conciliación, así como sus efectos en la organización de los laicos. Al analizar el caso de Yucatán, Franco Savarino encuentra que entre 1898 y 1910 se dio una "alianza progresista" entre Iglesia y Estado para modernizar la entidad, que fue posible por la mutación de ambas instituciones.6 Por su parte, Laura O'Dogherty señala que en Guadalajara la política de conciliación fue delineada por los mitrados tapatíos Pedro Loza y José de Jesús Ortiz, quienes con algunas diferencias se apoyaron en asociaciones laicas y en el terreno parroquial para reconquistar espacios en la educación y la beneficencia.7 Al destacar el valor común de la religión católica en la sociedad y el acuerdo entre poder civil y eclesiástico a partir del ámbito diocesano, ambos trabajos subrayan la importancia de estudiar a la Iglesia desde lo local, prestando especial atención a la organización seglar.

A la luz de esta perspectiva, este artículo tiene como objetivo estudiar los primeros años de labor del Círculo Católico de Puebla, una organización de laicos organizados por iniciativa clerical en la Angelópolis, fundada en 1887 y muy activa hasta 1900. En particular, me interesa analizar la forma en que algunos católicos de la ciudad de Puebla actuaron bajo la política de conciliación, y cómo asumieron, gracias a ella, su posición de creyentes no sólo en tanto un elemento de identidad, sino de acción. Así, este trabajo explora la forma en que una asociación confesional aprovechó durante el Porfiriato sus vínculos sociales y su posición económica. A partir de estos elementos, los miembros del Círculo buscaron nuevos espacios desde los cuales hacer visible su presencia en la ciudad y, con relativo éxito, crear espacios de moralización a través de la educación, la prensa y la beneficencia, llegando en 1900 al apostolado laico, esto es, a la denuncia de los problemas sociales del país.

A partir de este estudio de caso pretendo aportar nuevos elementos para la comprensión de las organizaciones católicas antes del movimiento democrático de 1909. Aún es necesario prestar mayor atención al estudio de las organizaciones laicas católicas durante el temprano Porfiriato, pues se les ha atendido sólo como antecedentes para la organización del pcn.8 En el caso de Puebla, al referirse a ellas se les ha considerado como asociaciones piadosas o ligadas al dominio de algún grupo social, aspectos que, por lo demás, no son invalidados por esta investigación. En su clásico trabajo sobre las calles de Puebla, Hugo Leicht consideró que el Círculo Católico era "una asociación que tenía por objeto conservar puras las creencias y buenas costumbres de sus miembros".9 Por su parte, para Coralia Gutiérrez Alvarez el Círculo fue un espacio de articulación social de la colonia española de Puebla. Desde su perspectiva, contribuía a la cohesión social al interior de la elite peninsular, integraba ésta con la elite local, y tendía redes de los inmigrantes con el resto de la sociedad poblana. Así, sostiene Gutiérrez, los españoles de la ciudad pudieron influir ideológicamente en el resto de la sociedad poblana.10

Hasta ahora, las referencias más importantes al Círculo Católico de Puebla son las líneas que le dedica Manuel Ceballos Ramírez en su trabajo sobre el catolicismo social en México. Para él, los Círculos fueron uno de los pilares de esta corriente católica, y el de Puebla fue el modelo nacional. Se trató de un centro de gestión y coordinación de actividades confesionales en las que "se fomentaba un modo católico de convivir, divertirse, formarse e intercambiar puntos de vista acerca de múltiples temas, sin excluir los del momento".11 Eran una réplica a los clubes liberales, y fueron espacios sociales de los cuales se pasó a la práctica social y, en última instancia, a la política. Por su parte, José Miguel Romero de Solís se centró en el estudio de los Círculos Católicos de Obreros. Consideró que fueron parte importante del "florecimiento de la labor católica", como él mismo llamó a la labor confesional entre 1892 y 1911.12 Romero de Solís muestra que en los Círculos Católicos se pasó de la conciliación a la denuncia, y de la opción caritativa a un proyecto con soluciones concretas. Para el autor, pues, estas organizaciones fueron espacios de organización laical abiertas a la acción social.

A partir de los elementos anteriores, este trabajo busca demostrar que entre 1887 y 1900 en la ciudad de Puebla el Círculo Católico de la ciudad produjo un cambio lento pero perceptible: se pasó de la pasividad pública y política de los católicos a la acción social, que si bien se mantuvo ajena a la política sí ejerció a partir de 1898 la crítica al régimen a partir de su ideal de moralizar a la sociedad con sus propias armas. Por ello mismo es plausible considerar que, como afirma Ceballos, los Círculos no sólo sirvieron para afirmar la práctica católica bajo los lineamientos pontificios en los años de Díaz, sino para participar activamente en la organización del laicado católico, proponiendo una presencia simbólica en la ciudad tanto como soluciones concretas a los problemas sociales, a través de la beneficencia, la prensa, el sano esparcimiento, la catolización y la escuela confesional.

El trabajo se divide en tres partes. En la primera analizo los orígenes del Círculo Católico de Puebla desde su fundación en 1887 hasta 1895, cuando la organización se dedicó no sólo a su organización, sino a la práctica pública de actividades piadosas. Un momento final fue la celebración del funeral de Miguel Miramón en el interior de la catedral. En la segunda parte, que va de 1895 a 1898, estudio cómo los miembros del Círculo, en amplia colaboración con el gobierno civil, decidieron ampliar su presencia pública en la ciudad. Por último, la tercera parte, más breve, es una revisión de los acontecimientos de 1898 a 1900, cuando los miembros de la organización ejercen de lleno la defensa del catolicismo, la presencia pública confesional y la crítica social. La fuente primordial para este trabajo son los impresos de la época. Fueron consultados en diversas bibliotecas de fondo antiguo: la Biblioteca "José María Lafragua" de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la Biblioteca Palafoxiana y el Fondo Especial del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Se hizo una revisión de las Actas de Cabildo del Archivo del Cabildo Catedral de Puebla, buscando rastros de la presencia del catolicismo en la ciudad, y en el mismo repositorio se revisó la colección de impresos. Por último, para conocer la posición social de algunos miembros del Círculo se revisaron los expedientes del Archivo General de Notarías del Estado de Puebla. En las citas he respetado la sintaxis y la ortografía originales.

 

Los primeros años, 1887-1895

En este apartado busco mostrar que la fundación del Círculo Católico tenía como objetivo primordial moralizar a la sociedad a través de la catequesis y la práctica visible del catolicismo. En torno a estos propósitos giraron sus primeras actividades. Entre su fundación y 1895, la organización siguió los fines acostumbrados de las organizaciones católicas después de 1867: concentrarse en actividades literarias y piadosas, ajenos a una consistente labor social y alejadas de la pugna por el espacio público. Al mismo tiempo, la creación del Círculo significó una renovación generacional entre los católicos poblanos, pues al identificarse los fundadores a sí mismos como jóvenes marcaron distancia con la generación de los vencidos.

El 12 de junio de 1887, el obispo José María Mora y Daza inauguró el Círculo Católico de Puebla, fundado por el licenciado Rafael Mendívil y el doctor Secundino Sosa. Habían sido impulsados por el sacerdote jesuíta Pedro Spina.13 A fines de marzo de aquel año se había reunido una treintena de jóvenes, quienes aceptaron la propuesta, para "protestar con obras contra la escandalosa profanación de estos días".14 Sosa fue particularmente importante para impulsar el Círculo. En 1887 tenía 30 años, había sido editor del periódico médico El Estudio, se había formado en Puebla y Europa, y estaba ya especializado en enfermos mentales y en higiene.15 Además de publicar en 1888 el libro Puebla, su higiene, sus enfermedades en colaboración con Samuel Morales, trabajó con médicos positivistas como Rafael Serrano, también poblano.16 Cercano al entonces canónigo angelopolitano Ramón Ibarra, Sosa había colaborado en la organización de la peregrinación de la diócesis de Puebla a la villa de Guadalupe, organizada por la Sociedad Católica el 12 de febrero, siendo reconocido desde entonces como "eminente y distinguidísimo católico".17

A partir de Secundino Sosa es posible comprender la influencia directa de la Sociedad Católica de Puebla en la conformación del Círculo. Fundada en 1876 como correspondiente de la de México, la agrupación local fue dirigida por Tirso Rafael de Córdova, antiguo conservador y colaborador del II Imperio, quien después de 1867 se ordenó sacerdote. Como se sabe, la Sociedad Católica de México fue la primera organización confesional tras el triunfo de Benito Juárez, y se concentró en un reforzamiento de la identidad de creyentes y, sobre todo, en el impulso a la educación preparatoria y de primeras letras.18 Tras un intento fallido de construir un monumento a Pío IX en Puebla en 1878, se había dedicado a fomentar escuelas de primeras letras, practicar la caridad entregando ropa y comida a los pobres19 y promovía las peregrinaciones a la villa de Guadalupe.20

El Círculo Católico de Puebla puede considerarse en su origen como una renovación de este modelo asociativo, gracias a la participación de jóvenes parte de la elite local, fuera por riqueza o por profesión.21 El primer presidente, Francisco Muñoz y Molina, era profesor del Colegio Pío de Artes y Oficios.22 Rafael Mendívil, el secretario, era un abogado cuya familia se había dedicado a la misma profesión. El consejero Francisco de Velasco tenía estrechas relaciones con los industriales textiles y llegó a ser alcalde de Puebla en 1910. Eduardo Unda, el procurador, era hijo de un fotógrafo del mismo nombre activo en la ciudad desde la década de i860, miembro de la Sociedad Católica.23 El tesorero Quintín Gómez Conde, por su parte, llegaría a ser en la década de 1890 un empresario dedicado al pan, la construcción y la industria textil, poseedor además de la hacienda de La Noria, en las afueras de la ciudad.24 Por su parte, Agustín de la Hidalga, quien fuera elegido en 1897 presidente pero rechazara el puesto, fue propietario de ingenios azucareros en Izúcar de Matamoros, siendo acaso su adquisición más importante la que realizó de la hacienda de Rijo en 1894.25

Una vez integrado, el grupo procedió a formar un reglamento que normara su actuación. Publicado en 1888, el Reglamento del Círculo Católico de Puebla apareció acompañado de una declaración de principios. Se buscaba que los jóvenes realizaran "algunas prácticas de religión y caridad", para permanecer fieles a la religión. Sólo cuidando a la juventud "del vendaval de las pasiones, del hielo del escepticismo [y] de la corrupción de las costumbres", decían, sería posible cuidar a la siguiente generación de creyentes.26 La norma de conducta de los asociados debían ser "los sólidos principios religiosos, la buena educación y los elevados sentimientos del caballero" así como su "noble y levantado fin el servicio de Dios, el bien de la juventud católica y de la sociedad en general".27 En su artículo primero, el Círculo se definía como "una asociación de jóvenes católicos, la cual tiene por objeto conservar las creencias y las buenas costumbres de los asociados, procurando extender su acción a la sociedad en general, y en especial a toda la juventud". Para ello, el artículo segundo establecía como su fundamento "la adhesión incondicional a las doctrinas y la enseñanza de la Iglesia católica" y asumía como programa "todas las obras que sirvan para el adelanto moral e intelectual de la niñez, la juventud y las clases trabajadoras, así como la propaganda de las buenas costumbres".28

Un aspecto central del reglamento fueron las prácticas religiosas. Los miembros del Círculo debían asistir a misa los domingos y días festivos, seguir los festejos de semana santa y realizar comuniones generales al menos dos veces al año. Al asociarse se asumía el compromiso de mantener "las buenas creencias católicas y las buenas costumbres". Al pertenecer a la mesa directiva, se debía, además, comulgar el primer domingo de cada mes. Se crearon tres clases de socios: activos, honorarios y aspirantes. Si se deseaba ser miembro activo se debía ser católico, mayor de 15 años y soltero. Los casados podían ser honorarios, así como cualquier persona que fuera invitada por el Círculo por "sus buenos principios y reputación", y los niños entre ocho y 15 años podían ser aspirantes.29 La junta directiva estaba formada por un sacerdote que fungía como director, un presidente y siete socios más, que tendrían los títulos de vicepresidente, secretario, prosecretario, tesorero, procurador, vocal primero y vocal segundo.30 La presidencia era vitalicia. La elección debía ser validada por el obispo, o en su caso, por el vicario capitular.

Más allá de esta venia, el Círculo Católico se mantuvo como una institución cercana a la jerarquía eclesiástica poblana y a la Compañía de Jesús. José María Mora y Daza, el obispo de Puebla en 1887, inauguró la organización y bendijo el centro de reuniones. Sin embargo, la figura más importante del clero secular entre los miembros fue Ramón Ibarra, quien impulsó a Sosa para la fundación, invitó en 1890 al grupo a participar en la Consagración de la diócesis de Chilapa al Sagrado Corazón de Jesús y, finalmente, visitó el salón de juegos en una ocasión.31 Fueron también importantes los padres de la Compañía de Jesús, quienes impulsaron la idea del Círculo a través de Pedro Spina, profesor del Colegio del Sagrado Corazón. Conocido innovador en la ciudad, había establecido en 1877 un observatorio astronómico y meteorológico.32 Esta participación de los jesuítas era parte de una política general de la orden, que a fines del siglo XIX se había fijado como objetivo crear instituciones católicas en sociedades dominadas por elites o poblaciones liberales o protestantes, a partir de las cuales los creyentes pudieran influir en el resto de la sociedad.33

En suma, el Círculo Católico estaba formado por jóvenes miembros de la nueva generación de católicos poblanos, nacidos durante la Gran Década Nacional y miembros de la elite local. Asimismo, éste era parte de una organización laical que retomó el modelo de la Sociedad Católica de Puebla, pero que bajo la influencia y formación de la jerarquía poblana y la Compañía de Jesús fomentó un nuevo modelo de acción laica, cuyo objetivo central era ya no la educación formal sino la formación confesional y moral de la juventud. Con estas miras, la organización se enfocó en la celebración pública de oficios y fiestas religiosas, la cercanía con los obispos de Puebla, en las clases de catecismo y en la sociabilidad de los jóvenes.

El primer objetivo de los miembros del Círculo Católico de Puebla fue hacer "franca ostentación de practicar nuestra santa religión", pues así se conseguiría dar buen ejemplo a la juventud y "edificar al pueblo".34 Con ese objetivo, se asistió a los oficios de la Semana Santa de 1887, bajo el cobijo público del vicario capitular Ramón Ibarra. Más tarde se hicieron comuniones generales en las fiestas de San Luis Gonzaga y Nuestra Señora de Guadalupe, y se insistió en la "santificación de la Semana Santa".35 Un aspecto al que se prestó especial atención fue a la catequesis. Se formó un grupo de catecismo permanente para niños en la Iglesia del Espíritu Santo, que tomó como base el Catecismo de Ripalda, y se concentró en que hubiera primeras comuniones. La preocupación por formar a los niños con el buen ejemplo y el catecismo son dos aspectos centrales de la política pastoral del obispo Francisco Melitón Vargas.

En su tercera carta pastoral, el mitrado insistió en instaurar el catecismo en los templos de la diócesis, a través de la enseñanza del Catecismo de Ripalda. Se trataba no sólo del manual de uso común y tradicional en la diócesis, sino que era en sí "un tesoro de sabiduría", pues además de enseñar los rudimentos de la fe, explicaba los Sacramentos.36 En el fondo, la intención era formar a los menores para que, con una sólida doctrina, pudieran volver a los principios cristianos, como exhortaba el papa León XIII. Sólo a través de la catequización, decía Vargas, se podía asumir mejor la catolicidad y afianzar la fidelidad a la Iglesia católica.37

La cercanía del Círculo con la pastoral del obispo Vargas también es visible en su recepción. Se le recibió en catedral por una Comisión del Círculo, que acompañó al resto de las agrupaciones laicas en la ciudad.38 En el mensaje que dio aquel día, y que publicó más tarde como su primera carta pastoral, Vargas llamó la atención acerca de los "sentimientos católicos" de los poblanos, mostrados a su llegada. Al mismo tiempo, insistió en la necesidad de que los creyentes asumieran con mayor seriedad su fe, pues la Iglesia era la verdadera civilizadora de las naciones. Según sus palabras, "el catolicismo [es] libertad, sabiduría, humildad y heroísmo, el portabandera de la cultura y del progreso", por lo que ahora más que nunca era necesario propagar la fe, la doctrina y la práctica sacramental.39 Sólo de esta manera se conseguiría la catolización y, por ende, la moralización de la sociedad, un objetivo que también compartía el Círculo Católico.

Unida al aspecto exterior, la comunión general fue la labor fundamental de la asociación en sus primeros años. En los festejos por la virgen de Guadalupe en el templo de la Compañía de Jesús el 12 de diciembre de 1890, se celebró "una misa con cantos a las seis de la mañana, en la que comulgaron cosa de 1 800 niños, los socios del Círculo y otras varias congregaciones establecidas en el templo, y [hubo] tal cantidad de fieles, que fue preciso cerrar las puertas".40 Era el primer gran fruto del catecismo. Se repitió en noviembre y diciembre de 1894, cuando se realizó un catecismo simultáneo para adultos en la Compañía y en la parroquia de San José, además de cuatro misiones en la Compañía, San José, La Concordia y San Marcos.41

Una tercera preocupación fue crear una fuente de sociabilidad moralizante para los miembros del Círculo. En la calle de Echeverría 22 se fundó una casa con "reducida biblioteca, algunos periódicos católicos y varios juegos". Abría de siete a nueve de la noche en días de trabajo, y de 10 a 10 los fines de semana y días festivos.42 Tenía juegos de mesa, mesas de billar y boliche, y fue ampliada en 1888.43 Las lecturas eran "edificantes": se hallaban periódicos como El Tiempo y La Voz de la Religión y, en su totalidad, pasaban por la censura de la junta directiva del Círculo. Además de los libros, se le otorgó especial atención a la sala de juegos. En un discurso del miembro honorario Francisco Flores Alatorre, hijo de un regidor del Ayuntamiento de Puebla que había defendido el catolicismo en la década de 1850 y famoso publicista poblano, explicó las razones de este proyecto.44 Para él, las mesas de juego escondían tras su forma exterior un "noble pensamiento y altísimos designios propios de una sociedad culta".45 A través de ellas, consideró, se hacía visible el catolicismo, y se le unía "el goce puro, el bien honesto y la felicidad ordenada". Esto era posible porque el Círculo Católico "no es un convento, pero tampoco una casa pagana. Aquí se ríe y se goza, pero también se ora y se ama".46 Con la creación de este espacio se conseguía no sólo atraer a más jóvenes, sino moralizar una práctica ligada al consumo del alcohol —que no a la embriaguez— y a la idea de pasar tiempo libre en un marco de confort y descanso, sin ninguna carga moral. Así, por ejemplo, los billares que había en la ciudad eran parte de los espacios de sociabilidad francesa, como el que se ubicaba en el Hotel Maglorie y, a partir de 1900, en el Jockey Club.47

Además de proporcionar a los jóvenes pudientes poblanos espacios para la práctica de su fe y el esparcimiento, en 1892 los fundadores del Círculo Católico dieron un último paso destinado a la creación de un marco social de formación para la juventud confesional: fundaron la Congregación de San Luis en el templo de la Compañía. Tenían como objetivo "preservar a la juventud de los innumerables peligros de alma y cuerpo que la rodean, y formarla en los sólidos principios católicos".48 Los medios para lograrlo eran la frecuencia de los sacramentos, los buenos consejos, los buenos ejemplos, las buenas amistades, la vigilancia paterna y la oración.

Bajo la advocación de san Luis Gonzaga, ejemplo de joven santo, proponía como modelo la cercanía con la jerarquía eclesiástica, la continua práctica sacramental y el ejercicio de las virtudes. En 1895 tenía 140 miembros, que participaban en la misa dominical y comulgaban mensualmente, tomaban cada año los ejercicios de san Ignacio, "y santifican las fiestas de sus patrones con comuniones generales".49

En conjunto, entre 1887 y 1895 las actividades del Círculo Católico de Puebla, una vez instalado, tuvieron como preocupación esencial tres ejes: la catequización, la práctica sacramental y la sociabilidad católica. En ese sentido, si bien alejada de la opción de los católicos conservadores por su juventud, sus finalidades eran similares: participar activamente en la conversión de una sociedad que consideraban que había "profanado" a la religión, como lo decían en su Memoria. Sin embargo, es de destacarse un elemento novedoso: el énfasis en la sociabilidad de la juventud, para la que el Círculo Católico creó espacios de contacto y esparcimiento. Si bien su finalidad eran aspectos piadosos y moralizantes, los fundadores del Círculo abrían espacio para acoger elementos de la modernidad porfiriana. Así, asumían como propios algunos aspectos llegados en aquellos años de paz, a pesar de la crítica que hacían de los fines y las creencias de la sociedad liberal. Esto incluso abrió la puerta al mutuo entendimiento con el gobierno civil, sobre todo después de la llegada de Mucio P. Martínez al gobierno del estado, en 1892.

Aquel año, una comisión del Círculo asistió a los festejos por el Cuarto Centenario del Descubrimiento de América organizado por el gobierno civil. Por su parte, el gobernador hizo lo propio en los festejos del Círculo. Según apuntó después El Tiempo, "la nota brillante que resonaba en todas las fiestas fue la del catolicismo".50 Así, en los días de la consolidación del régimen de Díaz y del inicio de un largo gobierno en Puebla, el gobierno civil impulsó unos primeros pasos hacia la consolidación aceptando y compartiendo el valor social del catolicismo en Puebla, sin admitir aún ninguna expresión pública mayor del catolicismo fuera de los templos. Esto fue notorio en 1895, cuando se celebraron las honras fúnebres del general Miguel Miramón.

Tras la obtención del permiso del presidente, los restos del antiguo general conservador llegaron a la catedral de Puebla el 25 de mayo de 1895. "Por razones de prudencia", decían los miembros del Círculo, "no debía hacerse ninguna manifestación exterior", por lo que se le llevó directamente a la catedral y se le acomodó en la Capilla de Guadalupe, donde estuvo en exposición pública el 26 de mayo. Al día siguiente se celebraron las exequias en una catedral llena con "lo más granado de nuestra sociedad". E incluso si había una inmensa mayoría de católicos, "no faltaron liberales" —que no se nombran— para mostrar su respeto a Miramón. Y sin embargo, el Cabildo Catedralicio no había permitido más que una cripta para el descanso de los restos del general, marcado el muro con "un signo cristiano", además de pedir que las preces de hicieran como "privadas".51 El único consuelo de los católicos a 28 años de la muerte de Miramón, decían los miembros del Círculo, era que a veces surgían "algunos destellos de paz, algunos esfuerzos de concordia".52 En 1895, con la consolidación del régimen estatal de Martínez y el impulso de la política de conciliación de Díaz, estaba empezando uno de ellos. Gracias a él, los miembros del Círculo Católico podrían empezar una lenta conquista simbólica del espacio público.

 

La conquista simbólica del espacio público, 1895-1898

Entre 1895 y 1898 los miembros del Círculo Católico de Puebla fomentaron la conquista simbólica del espacio público a través de muestras de religiosidad pública en el exterior de los templos. De esa manera, aprovecharon la política de conciliación del régimen porfirista y el valor común que la sociedad poblana daba a la religión católica para hacerse visibles y hacer profesión pública de su fe como no lo hacían desde la Reforma liberal. Si bien esta presencia no redundó en un mejor marco legal, como ya ha señalado la historiografía, sí permitió la práctica religiosa en una sociedad que desde la década de 1850 enfrentaba no sólo la separación entre Iglesia y Estado, sino una legislación marcadamente anticlerical. De ese modo, la Iglesia consiguió tener un alcance público mayor, además de fortalecer la catolicidad como un elemento identitario de las elites de la ciudad. Para argumentar este aserto, en este apartado voy a centrarme en tres momentos: la coronación de la virgen de Guadalupe en 1895, las exequias del obispo Francisco Melitón Vargas en 1896, y la recepción del obispo de Puebla Perfecto Amézquita y el visitador apostólico Nicolás Averardi, en 1897.

En un trabajo reciente, Jesús Joel Peña ha señalado que una de las cruzadas centrales del régimen liberal en Puebla fue desacralizar la Angelópolis, a través de un cambio en el orden y nombre de los espacios urbanos.53 Así, entre 1856 y 1933, en diversas intensidades, el régimen liberal cambió el nombre de las calles, destruyó edificios religiosos, retiró campanas y rompió la amplitud de los terrenos conventuales.54 De esa manera, sostiene Peña, no sólo se abrió un espacio visible para la secularización social, sino que se fomentó el predominio del gobierno civil y sus héroes nacionales sobre los habitantes de Puebla. Ante esta situación, el espacio público de fines del siglo XIX era dominado por un Estado en formación, que se hacía visible a través de la creación de nuevos edificios, el nombre de calles como Cinco de Mayo o 16 de septiembre, y las ceremonias cívicas. Así, por ejemplo, en enero de 1875 el Hospital de San Pedro, hasta entonces en manos de las Hermanas de la Caridad, pasó a depender directamente del Estado, y en enero de 1886 se inauguró la Escuela de Artes y Oficios en el ex convento de la Merced.55

Ello no impidió, sin embargo, que durante el Porfiriato se expandieran los centros de atención social católicos, como los asilos, las escuelas y los hospitales, obteniendo así al catolicismo un renovado e importante lugar en el entramado urbano. En 1894, por ejemplo, José María de Yermo y Parres fundó el Asilo de Misericordia Cristiana, dedicado "a niñas huérfanas y menesterosas", donde aprendían a leer y escribir, además de doctrina cristiana y artes y oficios. Asimismo, las hermanas del Sagrado Corazón de Jesús retomaron el Asilo de Arrepentidas, así como el Asilo Particular de la Caridad, que era atendido por Yermo desde 1888.56 En 1885 se había fundado la Casa de Maternidad con la testamentaría de Luis de Haro y Tamariz, hermano de Antonio de Haro y Tamariz, quien encabezó la revuelta contra el gobierno de Comonfort en 1856.57 Por último, se habían establecido desde 1870 colegios como el Católico del Sagrado Corazón de Jesús —a cargo de los jesuítas—, el de San Bernardo —fundado por Melitón Vargas—, el Convictorio Angelopolitano de San Luis Gonzaga en 1892, el Colegio de la Santísima, el Moderno Instituto Católico, el Colegio Salesiano, el Pío de Artes y Oficios y el de la Sacra Familia, entre otros.58 En este marco de gran actividad social, entre 1895 y 1898 el Círculo Católico buscó ocupar de nuevo la calle, para subrayar así la vitalidad del catolicismo en Puebla.

Un primer gran esfuerzo fue realizado en el marco de la coronación de la virgen de Guadalupe, en octubre de 1895. Desde julio, el Círculo había reunido 3 000 pesos en una colecta por la ciudad, y había planeado una peregrinación a la Colegiata, "procurando que tome parte en dicha peregrinación la clase acomodada, especialmente".59 El 6 de octubre salió la caravana de Puebla, "compuesta con más de 1000 personas de lo más granado de la población", ocupando seis vagones de primera clase y bajo la dirección de José María de Yermo y Parres, quien junto con el resto de los sacerdotes animó a los viajantes a rezar el rosario en varias ocasiones. Al llegar a la villa de Guadalupe, los poblanos sacaron a relucir sus estandartes, por lo que Yermo fue detenido y obligado a pagar una multa de cincuenta pesos "por haber violado las leyes de Reforma".60 La semana siguiente, ya en la ciudad de Puebla, sin embargo, los católicos tuvieron mejor suerte con las autoridades.

El 12 de octubre, según la crónica de El Tiempo, la ciudad se adornó con los colores de la bandera mexicana, pues "los vecinos todos de Puebla, católicos en una inmensa mayoría, se afanaron por presentar las fachadas de sus casas de la mejor manera posible".61 A la celebración en catedral asistió "lo mejor y más florido en la sociedad poblana" —el comercio había cerrado—, de nueva cuenta cargando los estandartes de la corporación. En el momento de la coronación, repicaron a vuelo las campanas de la catedral y sonaron los cohetes. Al terminar la ceremonia, "salió de la catedral un vítor en el que tomaron parte varias asociaciones y corporaciones civiles y religiosas con sus respectivos estandartes, el que, recorriendo las principales calles de Puebla, terminó en el Seminario Palafoxiano".62

Al año siguiente, el 14 de septiembre de 1896, murió el obispo Francisco Melitón Vargas. El vicario capitular, José Victoriano Covarrubias, encargó los funerales al Círculo Católico y a la Sociedad Católica, que celebraron las exequias el 18. Con la catedral llena, tras los responsos del Cabildo eclesiástico el cuerpo del mitrado se trasladó en procesión hasta el templo del Señor de los Trabajos, en donde permaneció hasta las cinco de la tarde, cuando se le llevó a la basílica de Ocotlán, en Tlaxcala, donde fue enterrado. Aquella procesión recorrió 12 calles, atravesando dos de los portales de la plaza principal. Con las casas cubiertas con cortinas blancas y crespón negro, era la primera vez desde la Reforma liberal que se hacía una gran procesión en la ciudad de Puebla. A diferencia de las antiguas corporaciones eclesiásticas, ahora la procesión se organizó por escuelas, colegios, fábricas textiles, así como sociedades y asociaciones confesionales. Cerraban la procesión el Cabildo Catedralicio, el Seminario Palafoxiano y el Círculo Católico.

Así, en 1895 y 1896 el Círculo participó e incluso organizó las dos más grandes expresiones públicas del catolicismo en la ciudad de Puebla. De ese modo, aprovechó la importante recuperación de la presencia del catolicismo en la ciudad, visible en más organizaciones laicas, pero sobre todo en la gran cantidad de colegios y centros de atención pública para conseguir una conquista simbólica del espacio público. Como sostiene Philippe Boutry, ya entonces el ruido de las fábricas o el sonido de los relojes habían arrebatado la exclusividad al sonido de las campanas —las cuales ya desde el primer liberalismo mexicano habían adquirido usos más bien seculares—.63 Del mismo modo, como ya hemos comentado, Puebla había pasado por un largo camino de desacralización, por lo que las organizaciones católicas debían mostrarse de un modo distinto. Así, eligieron la procesión como un método para subrayar la presencia de la Iglesia en la ciudad.

Centrados en la época moderna, diversos estudios han subrayado que la procesión era una muestra visible de las jerarquías en la ciudad. Ofrecía a los espectadores —usualmente, los habitantes mismos del lugar— una muestra de cuan importante era la unidad de Iglesia y Estado, y daba una imagen de armonía en torno a lo religioso que daba prioridad a la presencia de la Iglesia en el entramado social.64 Estas lecturas pueden hacerse muy bien para el caso que me ocupa. A través de este proceso, los miembros del Círculo Católico decidieron no sólo participar en la catequización, la práctica sacramental y la sana sociabilidad de los católicos, sino que aprovecharon los espacios que abría la política de conciliación de Díaz —que era parte de su propio fortalecimiento— en la entidad para mostrar que la sociedad poblana otorgaba un lugar central a la religión católica. De ese modo, mostraba la profundidad del sentimiento religioso a pesar del embate liberal de mediados de siglo y la intención de desacralizar la ciudad por parte del poder civil. Ocurría así algo similar a lo que pasaba en la Oaxaca de la primera mitad del siglo XIX, donde las procesiones mostraban los valores comunes de la sociedad y revelaban la forma en que se entendía la ciudad por sus habitantes.65

Los católicos, así, se involucraron en fortalecer la posición de la Iglesia en la sociedad, pero también en fortalecer al régimen que les permitía la expresión pública de su fe. En noviembre de 1896 el presidente Díaz visitó Puebla. El Círculo Católico, gracias a una invitación del Ayuntamiento, participó en el adorno de las calles —aprovechando la experiencia que tenía en las honras fúnebres de Vargas— y gestionó ante el vicario capitular que los párrocos y vicarios adornaran e iluminaran los templos, como de hecho hicieron.66 Así, los creyentes poblanos insistieron en la importancia de la paz y el orden. Mostraron que los católicos estaban especialmente interesados en la pacificación, como observa Cristóbal Robles Muñoz, y dado que no podían esperar una modificación legislativa, optaron por llegar a buenos términos con el poder civil.67

La importancia que los poblanos otorgaban a la religión alcanzó su mayor expresión pública en 1897, con la recepción del nuevo obispo Perfecto Amézquita y del visitador apostólico, el arzobispo Nicolás Averardi, el 14 de febrero de 1897. De nueva cuenta, los encargados de organizar los festejos fueron los miembros del Círculo Católico. De entrada, se "invitó" a los obreros de algunas fábricas textiles de la ciudad a formar una valla doble por las calles que pasaría la comitiva, de la estación de ferrocarril al atrio de catedral.68 Del atrio a la entrada del templo completarían el cercado humano alumnos del Colegio Católico del Sagrado Corazón de Jesús, del Colegio de Artes y Oficios y del Colegio de San Bernardo. En el interior, las bancas y pasillos serían ocupados por comisiones de sociedades, gremios y corporaciones. Al llegar Amézquita y Averardi a la estación de ferrocarril, a las diez y media de la mañana, empezó a tocar la banda del séptimo regimiento, y partió la comitiva en carruajes hacia la catedral, a la que llegaron una hora después. Según la crónica periodística, "los balcones y azoteas estaban también [como las calles] llenas completamente de espectadores pertenecientes a la clase media y alta de la sociedad", quienes "lanzaron al pasar el coche de los ilustrísimos señores puñados de confeti, flores artificiales y papeles de china".69 Entre quienes prestaron coches para el desfile estaban miembros del Círculo y personajes del gobierno, incluso el gobernador Mucio P. Martínez.70 Con este acto quedó sellada la política de conciliación, que a la vez que sancionaba y legitimaba al gobierno y su política de paz, daba posibilidad a los católicos de salir a la calle y expresar públicamente su fe, como anhelaba el Círculo Católico desde su fundación. Era una muestra visible de la gran presencia del catolicismo, y de su capacidad de ser un aglutinante social de los diversos actores públicos.

A esta fortaleza de la religión se refirió el obispo Perfecto Amézquita en sus palabras de aquel día, cuando señaló que había llegado a presidir una "opulenta y religiosísima ciudad".71 Al referirse a los "esclarecidos hijos de la sociedad de Puebla", Amézquita los consideró "católicos sinceros, fieles a vuestras piadosas tradiciones, herederos de las virtudes patrias y libres en vuestras espontáneas manifestaciones". Sellando regionalmente la política de conciliación, concedió "honor a vosotros [los laicos poblanos] y a las autoridades que rigen vuestros destinos".72 Poder civil y poder religioso quedaban así unidos en el discurso episcopal angelopolitano, exaltando no sólo la posición de la Iglesia en la sociedad, sino el orden y el fortalecimiento institucional de Iglesia y Estado en Puebla. Este aire de libertad que asumían los católicos los llevó a un cambio sutil pero importante: confiados en la apertura del régimen, los miembros del Círculo Católico abrieron la crítica social al cambiar el siglo.

 

El apostolado laico, 1898-1900

Entre 1887 y 1898, el Círculo Católico de Puebla había conseguido uno de los ideales del catolicismo de fines del siglo XIX: que los "notables" se involucraran más con sus creencias religiosas, y que consiguieran una mayor influencia social en medio de la sociedad dominada por los regímenes liberales.73 Esta presencia y vitalidad, visibles en el número de organizaciones, su influencia e impacto social, así como su mucha mayor presencia simbólica en el entramado urbano, hicieron que entre 1898 y 1900 se diera en el Círculo Católico de Puebla el cambio que ya Manuel Ceballos ha analizado en el catolicismo nacional: que entre 1899 y 1902, surgiera apenas perceptible la corriente social-católica, crítica de los costos sociales del régimen y de la falta de igualdad jurídica.74 Analizar este cambio del Círculo es el objetivo de este último apartado. En concreto, esta corriente se expresó a través de una lucha contra la prensa liberal que denunciaba los excesos anticlericales de los diarios que llamaba "impíos", en la creación de misiones entre las sociedades obreras y círculos de artesanos, y en la exigencia pública, de un cambio constitucional que garantizara la libre y pública manifestación de la fe católica, así como el respeto a la Iglesia católica. Para mostrarlo analizo las propuestas de organizaciones internas en el Círculo, un par de discursos pronunciados en el seno del Círculo y la protesta que se realizó en 1900 contra una velada que en honor de Benito Juárez organizó el Club Liberal Melchor Ocampo en el Teatro Guerrero.

El 20 de agosto de 1898, la junta directiva del Círculo, dirigida por el abogado Mariano Pontón —fundador del Colegio Católico de Puebla y profesor del Seminario Palafoxiano—,75 llamó a continuar la labor de la organización con el "combate a la prensa impía". Para ello impulsarían "la buena prensa", a través del apoyo a El País, fundado por Trinidad Sánchez Santos. Además, se creó una Liga de Señoras, que sería la encargada de "difundir las buenas lecturas" y "hacer la guerra a las malas", además de "reanimar el espíritu católico promoviendo el adorno de la ciudad en las grandes solemnidades" y exhortando a la práctica pública de las prácticas devocionales.76 Es interesante el mecanismo que se propuso para esta organización femenil: se estableció que la ciudad sería dividida en cuatro "cuarteles mayores", cada uno de los cuales quedaría fraccionado en cuatro menores, de modo tal que se pudiera cubrir toda la ciudad. Ahora, con esta lógica prácticamente bélica, las mujeres incentivarían puerta a puerta una mayor formación y práctica de la religión.

En esta misma lógica continuó la publicación de La Hoja, publicación quincenal, en la cual explicaron por qué era necesario defender la fe. Ante la "degeneración moral y física de nuestra patria", atacada por "doctrinas impías" y "la corrupción de costumbres", los miembros del Círculo consideraban necesario atacar "la prensa impía", que buscaba descristianizar al país.77 Ante ello, era necesario fortalecer la labor social de la agrupación. Por ello se reformó el reglamento, insistiendo en que un punto central del Círculo era "ensanchar la esfera de acción social" del grupo.78 Un paso importante en este sentido fue la creación de una Comisión de Círculos de Artesanos, de acuerdo con el obispo Perfecto Amézquita, que debían tener como tarea organizar misiones de catequización y enseñanza profesional a mutualidades obreras y campesinas.79 La falta de fuentes respecto a estas actividades impide profundizar en esta labor, pero la simple preocupación por acercarse a obreros y campesinos revela no sólo el innegable espíritu paternalista de los asociados, quienes como hemos visto formaban parte de la elite económica regional, sino el despertar de una preocupación social que surgía de su identidad católica.

Entre 1899 y 1900, la lucha continuó por los canales acostumbrados: la prensa, el arte y la literatura. Aquellos años se recibían en la biblioteca del Círculo los periódicos La Voz de México, El Tiempo, El País, El Estandarte de San Luis Potosí, La Hormiga de Oro y Las Misiones Católicas de Barcelona, La Revista Católica de Las Vegas, así como El Eco Mariano y El Amigo de la Verdad de Puebla. Asimismo, se promovió un concurso de bellas artes, que reunió 268 cuadros, 22 colecciones de fotografías, siete proyectos arquitectónicos y seis obras de arquitectura, que recibió entre abril y mayo de 1900 6 000 visitantes.80 Por último, se convocó a un certamen literario acerca de la influencia de santa María en la civilización, asunto importante para el círculo, pues no sólo hacía presente la importancia del culto mariano, sino que formaba jóvenes que, como hacía treinta años, podrían a su vez estar preparándose para "saltar a la lucha".81

En aquella velada, Trinidad Sánchez Santos ofreció un discurso que tituló "El apostolado laico". Calificó a la organización como "gloriosísima empresa", que sembraba la civilización en medio de la barbarie del mundo contemporáneo. Ante el anticlericalismo de las leyes mexicanas, el siglo xx estaba llamado a ser el siglo del apostolado laico, que ya había iniciado en Puebla el Círculo Católico. Así, "en los terribles momentos de las prisiones del sacerdocio", decía Sánchez Santos, "la Iglesia extiende sus brazos de madre atribulada y llama al apostolado laico para oponer al hereje civil el apostolado civil igualmente". Ante ese llamado, en Puebla y en México los católicos debían responder como Alejandro ante la diosa de Macedonia: "¡Heme aquí, oh, Madre, bendice mi espada!"82 Así, en la lectura del periodista tlaxcalteca, la apuesta y el rumbo del Círculo eran claros: ya no debía ocuparse sólo de practicar abiertamente su fe y de abrir el espacio público a los católicos, pues ya se había logrado; ahora debía hacerse un apostolado de los seglares, que tuviera como objetivo catolizar a la sociedad liberal con sus propias armas, particularmente la prensa, algo que no era del todo desconocido para el Círculo. En última instancia, como veremos, el objetivo era el cambio de la legislación anticlerical.

En el discurso oficial que el presidente del Círculo, José Mariano Pontón, publicó en la Memoria de 1899, el presidente de la asociación sostuvo que se abría una nueva era para la asociación. Ahora debía "combatir y combatir sin tregua de un instante por el triunfo de nuestros principios, hacer la guerra y guerra de exterminio a sus enemigos". Ahora, los católicos podían decir sin temor: "conspiramos por imponer en todas partes nuestras doctrinas [...] la guerra implacable es a la impiedad". Para ello, los medios serían la escuela, la tribuna y la prensa, la creación de Círculos de Obreros y el cuidado de la juventud, pues como el resto de los mexicanos, los creyentes estaban "preocupados como el mundo entero se preocupa, ante los pavorosos problemas de la cuestión social".83

La muestra más evidente del cambio de posición del Círculo Católico llegó en 1900. El 18 de julio de aquel año el Club Liberal Melchor Ocampo celebró una velada en honor a Benito Juárez. En ella, una mujer atacó desde la tribuna la virginidad de santa María de Guadalupe, e incluso negó la divinidad de Jesucristo. Esto dio pie para que los miembros del Círculo reclamaran un cambio en la legislación anticlerical. Sánchez Santos, muy cercano al Círculo aquellos años, escribió una carta pública que se difundió por la ciudad y que firmaron unos 3 000 poblanos. En ella protestaban por "las atroces blasfemias proferidas en esta ciudad [Puebla] contra el Divino Redentor de los hombres y la Virgen Santísima". La sociedad católica de Puebla se movilizó para exigir el respeto a la conciencia "que las leyes protegen y deben amparar".84

Es interesante conocer de cerca el texto de la protesta, redactado por Trinidad Sánchez Santos. Amén de que las ofensas agredían a "toda la sociedad culta", despertando "la indignación de todas las personas sensatas", el momento del agravio era por demás inoportuno, pues los obispos mexicanos se habían dedicado a cooperar para lograr "la obra magna de la paz", que exigía "el olvido de los odios antiguos; la perfecta tolerancia de las personas dentro de la incompatibilidad de doctrinas, [y] el respeto a las autoridades civiles". El publicista católico preguntaba por qué, entonces, se ofendía a los católicos, y se respondía a sí mismo que la razón era ya no sólo el anticlericalismo de los liberales radicales, sino su ateísmo. Ante ello, proponía como única solución la creación de leyes que protegieran y ampararan la práctica religiosa, en tanto una defensa de la conciencia. En este tenor, a propuesta del mismo Sánchez Santos, el Círculo Católico realizó dos funciones de desagravio el 5 y el 12 de agosto, y una peregrinación expiatoria al templo del Espíritu Santo, en la cual "se dio cita todo lo que constituye la flor y nata de la sociedad angelopolitana", presidida por Perfecto Amézquita.

En la nueva lógica de la organización, la movilización preparada por el Círculo Católico ya no había sido sólo para conquistar el espacio público y hacer visible la fe, sino para exigir respeto a las creencias de los católicos. Lo asumían como su derecho. La política de conciliación había abierto el camino para la reivindicación legal de los creyentes, haciendo así una crítica soterrada al clima político del Porfiriato. El problema central del Círculo en este periodo era, por tanto, exigir el respeto a la fe, y luchar contra una sociedad dominada por el que a sus ojos era un pequeño grupo liberal al que consideraban impío. Habían entrado ya a la lógica del apostolado laico.

 

Conclusiones

Aprovechando la política de conciliación del régimen de Porfirio Díaz, una nueva generación de católicos poblanos, llegada a la madurez en la década de 1880, creó el Círculo Católico de Puebla en 1887. Asumiéndose a sí mismos como los jóvenes que llegaban a tomar el relevo de las organizaciones confesionales en la Angelópolis, los miembros del Círculo eran jóvenes letrados miembros de la elite local, que asumían su condición de creyentes como un elemento a ensalzar, y que consideraban un derecho la expresión pública y visible de su fe.

Estos jóvenes retomaron el modelo de la Sociedad Católica, pero bajo la influencia de la jerarquía poblana y la Compañía de Jesús crearon una nueva propuesta de acción laica. Su objetivo central era la formación confesional y moral de la juventud, más que la labor educativa formal. En una primera etapa, entre 1887 y 1895, el Círculo se enfocó en la celebración pública de oficios, fiestas religiosas, y en abrir espacios para la sociabilidad entre los jóvenes afiliados. Hicieron de la catequización, la práctica sacramental y la "sana diversión" el eje de sus actividades, ensalzando el buen ejemplo como el método por el cual hacían pública profesión de su fe.

Gracias al éxito de esta empresa y a la consolidación local del régimen estatal de Mucio P. Martínez, partidario de la conciliación y cercano a los católicos poblanos, entre 1895 y 1898 el Círculo se avocó a la conquista simbólica del espacio público. Aprovechó para ello la renovada labor de la Iglesia católica en campos como la beneficencia, la educación y la salud. A través de la coronación de la virgen de Guadalupe, las honras fúnebres del obispo Francisco Melitón Vargas y del recibimiento del nuevo mitrado y el delegado apostólico, en este periodo los miembros del Círculo Católico salieron a la calle, para mostrar así el compartido valor social que tenía el catolicismo en Puebla, y el importante lugar que ocupaba en la ciudad. Al hacerlo aprovecharon los amplios recursos económicos con los que contaban los socios.

En el marco de la política de conciliación, e impulsado por seglares como Trinidad Sánchez Santos, entre 1898 y 1900 los miembros del Círculo Católico dieron un giro a su posición. Conseguida la práctica pública de la religión y la presencia simbólica en la ciudad, se prepararon para defender su fe contra las elites liberales anticlericales —no contra el régimen—, promover la moralización de la sociedad y la denuncia de los problemas sociales con armas modernas, como los salones de juegos, la prensa y la organización de obreros, elementos propios del catolicismo social. Así, en 1900 había surgido en el Círculo Católico de Puebla el impulso de la denuncia desde la fe, al amparo de la política de conciliación que había permitido su acción pública. Aquella elite católica había pasado de la presencia pública al apostolado laico.

 

Fuentes y bibliografía

 

Archivos

ACCP Archivo del Cabildo Catedral de Puebla

AGNEP Archivo General de Notarías del Estado de Puebla

 

Fuentes impresas

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Memoria del Círculo Católico. 1887 a 1898. Puebla de los Ángeles, 1898, Puebla, Tipografía, Litografía y Encuademación del Colegio Salesiano, 1898.

Memoria del Primer Concurso de Bellas Artes organizado por el Círculo Católico de Puebla, Puebla de los Ángeles, Imprenta Artística, 1900.

Memoria de los trabajos llevados a cabo por el Círculo Católico de Puebla durante el periodo comprendido del 1o. de enero al 31 de diciembre de 1900, Puebla, Escuela Tipo-litográfica Salesiana, 1901.

Memoria de los trabajos llevados a cabo por el Círculo Católico de Puebla. Durante el periodo comprendido del lo. de julio de 1898 al 31 de diciembre de 1899, Puebla, Imprenta Artística, 1900.

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Notas

1 Jorge Adame Goddard, El pensamiento político y social de los católicos mexicanos, 186/-1914, México, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, 1991, passim.

2 Además de Adame Goddard, cfr. Manuel Ceballos Ramírez, El catolicismo social: un tercero en discordia. Rerum novarum, "la cuestión social" y la movilización de los católicos mexicanos (1891-1911), México, El Colegio de México, 1991, esp. p. 13-174; Franco Savarino, "Religión y sociedad en Yucatán durante el Porflriato (1891-1911)", Historia Mexicana, v. XLVI, n. 3,1996, p. 617-151; Laura O'Dogherty, "El ascenso de una jerarquía eclesial intransigente, 1890-1914", en Manuel Ramos Medina (comp.), Memoria del I Coloquio Historia de la Iglesia en el Siglo XIX, México, El Colegio de México/El Colegio de Michoacán/lnstituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora/Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa/Centro de Estudios de Historia de México Condumex, 1998, p. 179-198; Laura O'Dogherty Madrazo, De urnas y sotanas. El Partido Católico Nacional en Jalisco, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Universidad Nacional Autónoma de México, 2001; Gabriela Díaz Patino, "El catolicismo social en la arquidiócesis de Morelia, Michoacán (1897-1913)", Tzintzun. Revista de estudios históricos, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2003, p. 97-134; Cecilia Adriana Bautista García, "Hacia la romanización de la Iglesia mexicana a fines del siglo XIX", Historia Mexicana, v. 55, n. 1, julio-septiembre de 2005, p. 99-144, y José Miguel Romero de Solís, El aguijón del espíritu. Historia contemporánea de la Iglesia en México (1892-1992), México, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana/El Colegio de Michoacán/Archivo Histórico del Municipio de Colima/Universidad de Colima, 2006.

3 Sobre Gillow, cfr. Mercedes Meade de Ángulo, Eulogio Gregorio Gillow, ilustre poblano, Puebla, Comisión Puebla V Centenario, Gobierno del Estado de Puebla, 1991, y Cecilia Adriana Bautista García, "Un proyecto agrícola-industrial en el río Atoyac: el obispo Gillow y la hacienda de Chautla, Puebla (1877-1914)", Tzintzun. Revista de estudios históricos, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, n. 38, 2003, p. 135-160.

4 Cfr. Jorge Adame Goddard, op. cit., esp. segunda parte, y Manuel Ceballos Ramírez, op. cit., p. 133-174.

5 Cfr. Laura O'Dogherty, De urnas y sotanas..., op. cit.

6 Franco Savarino, op. cit.

7 Laura O'Dogherty, "La política de conciliación en la Arquidiócesis de Guadalajara", en Patricia Galeana (comp.), Relaciones Estado-Iglesia: encuentros y desencuentros, México, Archivo General de la Nación, 1999, p. 138-151.

8 Por ejemplo, en los libros clásicos sobre el Partido Católico Nacional de Eduardo J. Correa y Francisco Banegas Galván. Cfr. Francisco Banegas Galván, El porqué del Partido Católico Nacional, prólogo y notas de José Bravo Ligarte, México, Jus, 1960, y Eduardo J. Correa, El Partido Católico Nacional y sus directores: explicación de su fracaso y deslinde de responsabilidades, México, Fondo de Cultura Económica, 1991.

9 Hugo Leicht, Lascallesde Puebla. Estudio histórico, Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, Secretaría de Cultura, Ayuntamiento de Puebla, 1999, p. 97.

10 Cfr. Coralia Gutiérrez Álvarez, "Inmigración y aculturación. Los espacios de articulación social de los españoles en Puebla a fines del siglo XIX y principios del XX", en Agustín Grajales y Lilian Illades (comps.), Presencia española en Puebla. Siglos XVI-XX, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades/Embajada de España en México, 2002, p. 191-203. La misma conclusión, en Coralia Gutiérrez Álvarez, Experiencias contrastadas. Industrialización y conflictos en los textiles del centro-oriente de México, 1884-1917, México, El Colegio de México/Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, 2000, p. 82-86.

11 Manuel Ceballos Ramírez, op. cit., p. 166-168.

12 José Miguel Romero de Solís, op. cit., p. 116-134.

13 Memoria del Círculo Católico. 1887 a 1898. Puebla de los Ángeles, 1898, Puebla, Tipografía, Litografía y Encuademación del Colegio Salesiano, 1898, p. 5.

14 Ibid., p. 4.

15 Cfr. Claudia Agostoni, Monuments of progress: modernization and public health in Mexico City, 1876-1910, Calgary, University of Calgary Press/University Press of Colorado/Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2003, p. 141. El libro en cuestión, Secundino Sosa y Samuel Morales Pereyra, Puebla, su higiene, sus enfermedades, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1888.

16 Cfr. Nydia Elizabeth Cruz Barrera, "La proyección de los nuevos saberes. El Departamento de Antropología Criminal de Puebla en el siglo XIX", Estudios de Antropología Biológica, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, v. V, 1995, p. 451-452.

17 Reseña consagrada al recuerdo de la peregrinación y a la función religiosa que esta diócesis celebró el día 12 de febrero de 188/, en la Insigne Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe. La publica una Comisión de la Sociedad Católica, Puebla, Imprenta del Colegio Pío de Artes y Oficios, 1887, p. 4 y 17.

18 Jorge Adame Goddard, op. cit., p. 13-25, y el valioso trabajo de Dinorah Velasco Robledo, Combates por la educación. La Sociedad Católica de México. 1869-1877, tesis de licenciatura en historia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, mayo de 2008.

19 Cfr. Luis F. Covarrubias, 1er. almanaque histórico y directorio general de Puebla, formado en vista de documentos auténticos y con la colaboración de varios literatos, por [...]. Año de 1896, Puebla, Imprenta de la Escuela de Artes y Oficios, 1896, p. 11.

20 Año de 1878. La Sociedad Católica solicita el permiso del Venerable Cabildo para la erección de un monumento dedicado al sumo pontífice Pío IX en el atrio de esta Santa Yglesia Catedral", Archivo del Cabildo Catedral de Puebla (en adelante, ACCP), expedientes.

21 Memoria del Círculo Católico..., p. 5.

22 Ibid., p. 46.

23 Cfr. Coralia Gutiérrez Álvarez, "Organización y control de los trabajadores en la industria textil: el sistema social de la fábrica en el altiplano Puebla-Tlaxcala, 1892-1914", en Romana Falcón y Raymond Buve (comps.), Don Porfirio presidente... nunca omnipresente. Hallazgos, reflexiones y debates. 1876-1911, México, Universidad Iberoamericana, 1998, p. 306; Miguel Ángel Castro y Guadalupe Curiel (coord, y asesoría), Publicaciones periódicas mexicanas del siglo XIX: 1856-1876: parte 1, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Seminario de Bibliografía Mexicana del Siglo XIX, 2003, p. 280-281, y Peter E. Palmquist y Thomas R. Kaillbourn, Pionner photographers from the Mississippi to the continentaldivide: a biographical dictionary: 1839-1865, Stanford, Stanford University, 2005, p. 596.

24 "Partida de Constitución de sociedad mercantil en nombre colectivo, bajo la razón de "Quintín Gómez Conde y Hermanos", Archivo General de Notarías de Puebla (en adelante, AGNEP), notaría 5, notario Patricio Carrasco, libro del 1 semestre de 1899, 8 de febrero, f. 73.

25 "Compraventa de la hacienda de Rijo y sus anexos, en el distrito de Izúcar", AGNEP, notaría 5, notario Patricio Carrasco, II libro de 1894, f. 75.

26 Reglamento del Círculo Católico de Puebla. Establecido en mayo de 1887, Puebla, Imprenta del Colegio Pío de Artes y Oficios, 1888, p. III.

27 Ibid., p. 21.

28 Ibid., p. 7.

29 Ibid., p. 8-9.

30 Ibid., p. 10.

31 Memoria del Círculo Católico..., p. 23 y 29.

32 Esteban J. Palomera, La obra educativa de los jesuítas en Puebla 1578-1945, Puebla, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia/Instituto Oriente-Puebla/Universidad Iberoamericana, Plantel Golfo Centro/Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1999, p. 187.

33 Cfr. Peter McDonough, Men astutely trained. A history of Jesuits in the American century, Nueva York, The Free Press, 1992, p. 209. Cfr. sobre México Gerardo Decorme, Historia de la Compañía de Jesús en la república mexicana, 2 V., Guadalajara, Tipográfica El Regional, 1914, v. 1.

34 Memoria del Círculo..., p. 5.

35 Ibid., p. 10-11.

36 Francisco Melitón Vargas, Tercera carta pastoral que el ilustrísimo y eminentísimo señor doctor don..., dignísimo obispo de esta diócesis, dirige a sus diocesanos, recomendando la Doctrina cristiana del padre Ripalda, Puebla, Imprenta del Colegio Pío de Artes, 1890, p. 5. El texto que se usaba entonces puede verse en Gerónimo de Ripalda, Catecismo y exposición breve de la doctrina cristiana, por el padre maestro [...]con un tratado muy útil del orden con que el christiano debe ocupar el tiempo, y emplear el día, Puebla, Oficina de Pedro de la Rosa, 1802.

37 Francisco Melitón Vargas, Tercera carta..., p. 3-4.

38 Memoria del Círculo Católico..., p. 10-11.

39 Francisco Melitón Vargas, Primera carta pastoral que el ilustrísimo señor licenciado don..., XXXII° obispo de Puebla, dirige al clero y fieles de su nueva diócesis, Puebla, Imprenta del Colegio Pío de Artes y Oficios, 1888, p. 4-6.

40 Memoria del Círculo Católico..., p. 24.

41 Ibid., p. 51.

42 Ibid., p. 6.

43 Ibid., p. 11.

44 Por ejemplo, cuando se prepararon los festejos de la Compañía de Jesús en la ciudad de Puebla en 1853. Cfr. Narración de las muestras de júbilo con que la piadosa y civilizada Puebla celebró en los días 5 y 6 de octubre de 1853, el decreto del 19 del mismo expedido por el jefe supremo de la nación general don Antonio López de Santa-Anna, que restablece en toda su plenitud el Instituto de la Compañía de Jesús, Puebla, Imprenta de José María Rivera, 1853.

45 "Discurso del Lie. Flores Alatorre", ibid., p. 14-16.

46 Ibid., p. 16.

47 Cfr. Luis F. Covarrubias, op. cit., p. 82. Sobre esta nueva forma de sociabilidad llegada a Latinoamérica a fines del siglo XIX, en Sandra Gayol, Sociabilidad en Buenos Aires. Hombres, honor y cafés, 1862-1910, Buenos Aires, Ediciones del Signo, 2000.

48 Memoria del Círculo Católico..., p. 31.

49 Ibid., p. 32.

50 Ibid., p. 46.

51 Sesión de Cabildo del 10 de mayo de 1895, en ACCP, Actas de Cabildo, lib. 73, f. 41.

52 Ibid., p. 63-64.

53 Cfr. Jesús Joel Peña Espinosa, "Desacralización de espacios y construcción del discurso anticlerical en Puebla, 1856-1934", en Franco Savarino y Andrea Mutolo (coords.), El anticlericalismo en México, México, Cámara de Diputados, LX Legislatura/Tecnológico de Monterrey/ Miguel Ángel Porrúa, 2008, p. 165-188.

54 Un ejemplo de la destrucción y/o ocupación de los recintos religiosos en el caso de la Orden de Predicadores, en Jorge Luis Morales Arciniega, "De los conventos a ruinas. Los espacios dominicanos en Puebla tras la desamortización (1856-1906)", Anuario Dominicano, Puebla (1776-2010), Querétaro, Instituto Dominicano de Investigaciones Históricas, Provincia de Santiago de México, n. 4, 2008, p. 223-254.

55 Cfr. Luis F. Covarrubias, op. cit., p. 6 y 12.

56 Ibid., p. 76.

57 Sobre la familia Haro y Tamariz, cfr. Jan Bazant, Antonio Haro y Tamariz y sus aventuras políticas. 1811-1869, México, El Colegio de México, 1985.

58 Luis F. Covarrubias, op. cit., p. 99-135.

59 Memoria del Círculo Católico..., p. 65.

60 Idem. Cursivas en el original.

61 Ibid., p. 71.

62 Ibid., p. 71-73.

63 André Encrevé, "Introduction", en Philippe Boutry y André Encrevé, La religion dans la ville, Burdeos, Editions Biére, 2003, p. 13.

64 QT., por ejemplo, lain Fenlon, "La magnificencia como imagen civil: música y espacio ceremonial en Venecia a principios de la Edad Moderna", en A. Bombi, Juan J. Carreras y Miguel A. Marín (eds.), Música y cultura urbana en la Edad Moderna, Valencia, Universitat de Valencia, 2005, p. 193-214.

65 Peter Guardino, El tiempo de la libertad. La cultura política y popular en Oaxaca, 1750-1850, Oaxaca, Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca/Universidad Autónoma Metropolitana/El Colegio de Michoacán/EI Colegio de San Luis/Congreso del Estado de Oaxaca, 2009, p. 272.

66 Memoria del Círculo Católico..., p. 80.

67 Cfr. una conclusión similar en Cristóbal Robles Muñoz, Los católicos y la revolución en México (1911-1920), Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1999, p. 9.

68 Los obreros en la valla eran trabajadores de fábricas propiedad de miembros del Círculo, o por lo menos muy cercanos a él. Así, participaron los obreros de La Teja —del finado Jacobo Ortiz de la Borbolla—, La Constancia —de Antonio Couttolenc—, de El Patriotismo —de Dionisio de Velasco—, de La Beneficencia —de Florencio Gavito— y de La Tlaxcalteca —de Leopoldo Gavito—. Cfr. Memoria del Círculo Católico..., p. 92.

69 Ibid., p. 89.

70 Ibid., p. 87.

71 José Perfecto Amézquita y Gutiérrez, Primera carta que el ilustrísimo señor obispo de Puebla doctor don [...] dirige al ilustrísimo y venerable señor deán y cabildo de la Santa Iglesia Catedral, al venerable clero secular y regular y a los fieles de la diócesis al tomar posesión de la sede episcopal, Puebla, Tipografía de la Misericordia Cristiana, 1897, p. 7.

72 Ibid., p. 14.

73 Cfr. Fortunato Mallimaci, "Catolicismo y liberalismo: las etapas del enfrentamiento por la definición de la modernidad religiosa en América Latina", en Jean-Pierre Bastían (coord.), La modernidad religiosa. Europa latina y América Latina en perspectiva comparada, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 19-44.

74 Cfr. Manuel Ceballos Ramírez, Tercero en discordia..., p. 146.

75 Sobre Pontón, cfr. Alejandro Mayagoitia, "Don José Mariano Pontón y Ponce: un jurista en una época de crisis. Notas para su biobibliografía", Anuario Mexicano de Historia del Derecho, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, v. 15, 2003, p. 357-407.

76 Memoria de los trabajos llevados a cabo por el Círculo Católico de Puebla. Durante el periodo comprendido del lo. de julio de 1898 al 31 de diciembre de 1899, Puebla, Imprenta Artística, 1900, p. 3.

77 "Lo que pretendemos", ibid., p. 15.

78 Memoria del Círculo Católico..., p. 11.

79 Memoria de los trabajos..., p. 16.

80 Memoria del Primer Concurso de Bellas Artes organizado por el Círculo Católico de Puebla, Puebla de los Ángeles, Imprenta Artística, 1900, p. 3-4.

81 Memoria de los trabajos..., p. 18.

82 Trinidad Sánchez Santos, "El apostolado laico", en Memoria de los trabajos..., p. 40.

83 José Mariano Pontón, "Discurso oficial", en Memoria de los trabajos..., p. 44.

84 Memoria de los trabajos llevados a cabo por el Círculo Católico de Puebla durante el periodo comprendido del lo. de enero al 31 de diciembre de 1900, Puebla, Escuela Tipo-litográflca Salesiana, 1901, p. 6-10. El discurso de Trinidad Sánchez Santos analizado a continuación se incluye en estas páginas.

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