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Estudios de historia moderna y contemporánea de México

versión impresa ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.42 Ciudad de México jul./dic. 2011

 

Artículos

 

La voz y la letra en torno a Nicolás Romero el pueblo y las élites en la creación del heroísmo chinaco

 

The voice and words of Nicolás Romero the people and the élites in the creation of chinaco heroism

 

Ilihutsy Monroy Casillas*

 

* Licenciada en Historia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia y cursa la maestría en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha sido profesora de asignaturas sobre patrimonio cultural, metodología y divulgación histórica en la ENAH, el INAH y la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía. Actualmente es académica en el Archivo Histórico de la UNAM en el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación. Sus líneas de investigación se centran en la resistencia popular decimonónica. Sus publicaciones más destacadas son: Un radical en el occidente de México. El aparente secuestro de dos diplomáticos por Antonio Rojas, 1859-1861, Revista del Seminario de Historia Mexicana de la Universidad de Guadalajara, v. IX, n. 1, 2009; Acompañados de Rudé por los caminos de la resistencia popular en México: el caso de Catarino Fragoso, en Gumersindo Vera Hernández et al. (coords.), Memorias de Diálogos entre la Historia Social y la Historia Cultural, México, Escuela Nacional de Antropología e Historia/Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2005; La resistencia popular y liberal en la península yucateca durante la Intervención Francesa, 1865-1867, Cuicuilco, Revista de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, v. 10, n. 29, 2003. Su correo electrónico es: ilihutsy@gmail.com.

 

Resumen

El trabajo analiza el modelo de héroe construido sobre las aportaciones del guerrillero decimonónico Nicolás Romero a partir de la negociación compleja entre el pueblo y la élite. En él se distingue la mirada letrada sobre los elementos populares (actos de bandidaje, capacidades corpóreas, frases y silencios de las multitudes).

Palabras clave: chinacos, guerrilleros decimonónicos, Nicolás Romero, héroe popular, Vicente Riva Palacio, Eduardo Ruiz.

 

Abstract

The article analyzes the model of the hero based on the contributions of 19th century guerilla Nicolás Romero on the basis of complex negotiations between the people and the élite. In this work the literary perspective takes precedence over popular elements (acts of banditry, bodily skills and the phrases and silences of the masses).

Key words: chinacos, 19th century guerrillas, Nicolás Romero, popular hero, Vicente Riva Palacio, Eduardo Ruiz.

  

Nicolás Romero era para sus enemigos y sus soldados,
un semidiós, una especie de mito.

Vicente Riva Palacio, Calvario y tabor, 1868

 

Los estudios sobre la participación popular en las guerras de Intervención Francesa y Segundo Imperio están divididos en dos grandes conjuntos. Unos, de pleno siglo XX, exploran a diversas comunidades y sus guerrilleros en torno a su relación con las autoridades e instituciones militares en el estado de Puebla;1 los otros son parte de una literatura decimonónica que se centra en una sola figura: Nicolás Romero.

Estos últimos textos son los responsables de la creación de un modelo de héroe chinaco, el cual destacó las habilidades guerrilleras de Romero y convirtió el apoyo popular que tenía en una justificación de la validez y la necesidad de la propuesta política republicana de un Estado-nación. Ejemplo de esto es el reconocimiento político que las autoridades del Estado de México hicieron de sus aportaciones en 1898, al considerarlo héroe local y llamar con su nombre un municipio.2

A pesar de que la letra de la élite, llamada aquí sector letrado, decantó con su mirada algunos elementos subversivos y radicales de la voz del pueblo, o de los iletrados, esta última dejó una impronta imborrable y aún perceptible en la confluencia de discursos. De acuerdo con ello, este escrito explora los diversos aportes así como el mecanismo de reunión, selección y transformación de la opinión popular en un discurso heroico republicano respecto del coronel chinaco Romero.

 

Nicolás Romero entre la chinaquería

Los chinacos fueron los combatientes guerrilleros que, en la Intervención Francesa y el Segundo Imperio, contribuyeron al desgaste de las tropas imperialistas y conservadoras al atacarlos con pequeñas, constantes y sorpresivas escaramuzas. Parece ser que estas guerrillas estaban integradas por individuos que provenían de diversos poblados y de los más variados oficios y labores, sobre todo de aquellos que denotan una extracción socioeconómica popular, tales como campesinos, artesanos, obreros, cocheros y pequeños tenderos, así como soldados de leva y bandidos.3

Según los datos que ofrecen el Periódico oficial del Imperio Mexicano y Ei Diario del Imperio4 hubo 256 guerrillas entre 1863 y 1866 con una cantidad total de 18 000 personas que, a pie y a caballo, se defendían con lanzas, espadas y algunas armas de fuego tomadas como trofeos de los botines.

Lo más importante de esta actuación chinaca consistió en su fuerza combativa que se adhirió a la participación militar formal republicana. Los chinacos se organizaban en guerrillas, esto es, conjuntos no muy extensos de personas que atacaban irregularmente al enemigo aprovechando su conocimiento del terreno, la rigidez en la formación regular y la jerárquica de los ejércitos. Podían estar bajo las órdenes de un ejército y hacer sólo las escaramuzas y servir como avanzada pero también actuar reaccionando a muchas otras condiciones coyunturales sin esperar de estos formalismos burocráticos.

Las guerrillas eran consideradas tradicionalmente por los militares como incontrolables y poco honrosas, muy cercanas al bandolerismo, motivo por el que se evitaban; pero ante esta contingencia política, el presidente Benito Juárez hizo un llamado a todos los mexicanos para que se armaran y defendieran de los invasores extranjeros,5 lo cual implicó una aprobación institucional de las guerrillas constatada en la emisión de su Reglamento en 1862.

Una de las características de la guerrilla es tener una relación muy estrecha con las comunidades, las cuales no sólo contribuyen a su coexistencia a partir de los individuos que se les unen sino también con elementos de logística, información y protección. De esta forma, no importa en realidad cuáles sean las motivaciones políticas e ideológicas que reúnan a una formación irregular mientras respondan a necesidades sociales y comunitarias. A ello se refiere la frase "una guerrilla es como pez en el agua cuando está en su comunidad".6

Las acciones militares de la chinaquería recibieron todo tipo de adjetivos calificativos, según beneficiaran o afectaran a cierto partido político de los letrados, resultado de esa visión militar de desprestigio. En ese sentido, destacan los juicios emitidos, dentro de este entendible esquema maniqueo, por José María Iglesias en sus Revistas históricas de la Intervención Francesa y por el periódico El Pájaro Verde que, con sus miradas ladeadas, mantuvieron abierta la discusión sobre el quehacer guerrillero.7

La labor intelectual republicana culminada con el triunfo militar permitió sumar toda contribución militar a su causa partidista, sin que importaran las particulares motivaciones, para la cual se utilizaron diversos elementos que fueron convocando a más individuos y comunidades a esta lucha política. Por ejemplo, uno de ellos fue el rescate y la dignificación de la palabra chinaco8 por los republicanos Guillermo Prieto, Alfredo Chavero y Pedro Santacilia en La Chinaca. Periódico escrito única y exclusivamente para el pueblo. En sus sesenta y siete números se encuentran enunciados que perfilan la creación de un héroe popular a partir de una valoración de las acciones de guerra, honorables o denigrantes, en contra de los enemigos, lo cual unió filas mediante la maniobra de diferenciar al patriota del traidor, ya conservador ya imperialista.9 O el caso del texto Martirilogio de Basilio Pérez Gallardo, político y escritor liberal, donde enlistó las acciones militares entre 1861 y 1867 sin siquiera distinguir la colaboración ya de guerrilleros, ya de militares.10

Otra de las formas de negociación entre los letrados e iletrados fue el reconocimiento militar, político y social de lo popular, de los guerrilleros en la historia, entendida como el discurso triunfador. Nicolás Romero, portador de muchas habilidades físicas para el combate y cercano a los intereses letrados e iletrados, se convirtió en el arquetipo de los chinacos.

 

Nicolás Romero, figura emblemática de los chinacos

La versión más aceptada de la historia de Nicolás Romero dice que nació en Nopala, actual estado de Hidalgo, y que laboró en la fábrica de textiles La Colmena.11 En 1858, según cuenta su biógrafo Antonio Albarrán, Romero escapó de una fiesta después de un altercado que él mismo protagonizó y al huir robó un caballo.12 Este hecho hizo que ingresara al renglón del bandolerismo. Por eso fue que se unió a la guerrilla que dirigía el general Aureliano Rivera en el Ajusco, durante la guerra de Reforma.13 Su destreza en el caballo y con el lazo hizo que destacara y pronto se convirtiera en cabeza de otra guerrilla. Tan eficaz y oportuno fue su desempeño que le fueron encomendadas algunas pequeñas tareas, como ser el encargado de los caminos de Río Hondo y Monte Alto,14 y que más tarde lo privilegiaron cuando fue "nombrado prefecto de Tlalnepantla".15

Nicolás Romero y su guerrilla participaron, de 1860 a 1865, en un total de cuarenta y tres acciones.16 Las diversas funciones de armasen las que se vio envuelto, tales como enfrentamientos, batallas y confrontaciones guerrilleras, concluyeron en veinte sonados triunfos, los cuales le implicaron ventajas económicas o políticas, y otras derrotas con las consecuentes capturas así como hombres heridos y bajas. Su espacio de combate e influencia estaba conformado por poblaciones localizadas en el actual Estado de México como Villa del Carbón, Jilotepec, Azcapotzaltongo, Cuautitlán, Tacubaya, Tezontepec, Atizapán, Tlalnepantla, entre otras, pero también se movió por los rumbos de Querétaro y Michoacán. Los enfrentamientos en los que participó Romero y su banda guerrillera se pueden clasificar en varios tipos debido a las diversas estrategias militares, pero también a los múltiples objetivos, ya que hay acciones militares y políticas que van desde los asaltos a hacendados y propietarios, y ataques a otras guerrillas y tropas militares conservadoras e imperiales, hasta la toma de plazas, guarniciones y otros poblados. Las armas utilizadas fueron fusiles, granadas y lanzas, que eran las armas más comunes por ser manejables en la caballería y accesibles económicamente. El conjunto de esa partida se transportaba en caballos, aunque Romero también tuvo a su cargo una tropa de infantería. La guerrilla fungía bajo los lineamientos del Ejército Republicano y del Reglamento de las tropas guerrilleras auxiliares, por lo que participaba tanto en enfrentamientos formales como en acciones irregulares.

Las actuaciones de Romero realizadas a favor del gobierno republicano, durante la guerra de Tres Años y la Intervención Francesa, eran tan eficaces y efectivas que el guerrillero fue muy valorado y respetado. El apoyo a dicha causa se constata cuando, al comenzar 1864, se apartó de los grupos guerrilleros, dirigidos por Catarino Fragoso y Baltazar Téllez Girón, debido a que éstos secuestraron al minero inglés William Rabling con el objeto de pedir rescate monetario, lo que demostró que las intenciones económicas que tenían iban más allá de los objetivos políticos partidistas.17 Todo señala que ante estos hechos, con los que no estaba de acuerdo, Romero se puso bajo el mando del general Vicente Riva Palacio en Michoacán. Esta mudanza también implicó que se distanciara de sus bases sociales conformadas por diversas poblaciones aledañas a la fábrica en la cual él trabajó.18

En algunas descripciones se dice que su guerrilla estaba formada entre 30 y 500 miembros pero el número más mencionado es el de 150 hombres.19 El único dato que tenemos sobre los participantes que combatieron junto a Romero es el nombre del sacerdote Juan Francisco Domínguez; los ayudantes Luis Robredo, S. Cabrera y Bernal e Ignacio Luna; el coronel Luis Carrillo; el alférez Encarnación Rojas; el comandante Higinio Álvarez, y el sargento Roque Flores.

A comienzos de 1865, después de seguir las órdenes del general Riva Palacio de perseguir a unos guerrilleros republicanos que habían robado, fue capturado por los generales imperialistas Lamadrid y Depotier en el rancho de Papatzindán, Michoacán,20 y llevado preso a la ciudad de México. El juicio que le siguieron en la Corte Marcial lo condenó a un fusilamiento, castigo que se llevó a cabo en la plaza de Mixcalco el 18 de marzo de 1865.21

 

Las evidencias históricas del héroe popular como géneros discursivos

A partir del siglo XVIII, los héroes se convirtieron en los representantes ideales de ciertas cualidades políticas o militares acompañando a las instituciones estatales en su consolidación. El requisito más importante para que un individuo sea considerado un hombre-héroe es estar inserto en un proceso de idealización de sus características personales e ideológicas y de sus acciones en batallas. Sobre todo, la difusión exitosa de su trágica muerte, ya que "el héroe en vida corría el riesgo de ser un héroe temporal, es decir mortal, porque estaba sujeto al devenir de la revolución, a sus contradicciones. Por el contrario, la muerte del héroe significaba, o podía significar, su inmortalidad social".22

Además, un héroe popular es el resultado de la coincidencia de intereses populares y gubernamentales que, en una coyuntura favorable, permiten generar un orden simbólico común. Ivana Frasquet nos dice sobre ello:

[los] héroes celebrados y conmemorados en sus acciones por las clases populares [...] van a ser los sustentadores de la causa, pero también serán creados por el propio Estado para que en los momentos más difíciles de la contienda eviten la fuga de las volubles, ideológicamente, clases populares a las filas enemigas. La imagen del héroe y de la patria se construirá como forma de legitimidad de la revolución y de su nueva sociedad.23

En el caso de Nicolás Romero, vemos cómo los elementos de heroicidad se tejen atendiendo expresiones que sostienen su luminaria personal a partir de la selección de sus actos triunfales, las descripciones de sus valientes y honorables actuaciones así como del apoyo y la convocatoria populares que tuvo. Romero se sitúa en un esquema tan maniqueo elaborado por la élite y sus intereses que, por ejemplo, un guerrillero es considerado su contrario social, política e ideológicamente.24

El discurso que conocemos del héroe popular Nicolás Romero está situado dentro del enunciado que defendían los republicanos.

Dicho manifiesto era "el gobierno y sus instituciones imperiales y extranjeras deben salir de México ya que no hay justificación legal, legítima ni histórica para sostenerlos". Y ello coincidía, en algunos puntos, con el sentir popular en contra de los extranjeros y de la élite proveniente de diversas comunidades indígenas, artesanas y, en general, marginadas que, con sus particulares historias de agravios y de sujeción, también enarbolaban un enunciado.25 Por eso, la actitud de Romero entrecruzó las visiones de populares y republicanos, asunto aprovechado por estos últimos.

En el siglo XIX la figura del héroe popular Nicolás Romero fue construida con la letra de la élite mediante distintos géneros discursivos, entendidos como aquellos enunciados que con sus propios estilo, composición y contenido temático están determinados por la esfera de la actividad humana en que se emiten,26 los cuales fueron aportando tanto la información como las interpretaciones en tres momentos clave: durante la etapa de conflicto militar, en el ambiente inmediato del triunfo republicano y durante el Porfiriato. Sus contribuciones, por tanto, suscriben una intención nacionalista diferente. Más allá de su clasificación temporal, distingo los siguientes cuatro tipos documentales:

1) Las opiniones sobre los guerrilleros y militares en la prensa letrada contemporánea provenientes de los sectores partidistas, las cuales fueron modificándose con el tiempo dependiendo de muchos factores, tales como la situación general de la guerra y la política o el propio desempeño de los individuos.27 Debido a ello, diversas categorías que les servían en un momento no lo eran para todos los contextos. Esto se observa bien en el caso de Nicolás Romero, quien al comienzo se desempeñaba sólo como un subordinado,28 pero a partir de 1863, las menciones como bandido, disidente y coronel enemigo fueron más constantes;29 llegó a recibir el epíteto de "gefe constitucionalista".30

2) Aunque escasos, existen varios partes militares y correspondencia oficial escritos por el propio Romero o por sus emisarios como parte de sus actividades militares. Por eso, hay descripciones de enfrentamientos así como órdenes intercambiadas entre las diversas autoridades militares y, en una gran mayoría, conservadas en copias manuscritas.31 Debido a que están constreñidos a lineamientos establecidos que, por sus formatos rígidos, no contribuyen a distinguir aspectos individuales, podemos decir que sólo los conocemos en sus "aspectos más superficiales, casi biológicos".32

3) Entre la vasta y diversa literatura laudatoria decimonónica hay dos tipos de obras. Unas responden a los intereses políticos y nacionales inmediatos, por lo que se publicaron como pequeñas alusiones y memorias de lo sucedido en la prensa de la época poco después del triunfo republicano. En ellas, Romero se une a los demás fervorosos que contribuyeron a la consolidación de la nación. Destaca por su estética y por la intención de encender la vena patriota el escrito de Ignacio Manuel Altamirano, el cual fue leído en una ceremonia del aniversario de la independencia mexicana en 1867, precisamente después de la salida de las tropas francesas del país:

las gotas de sangre de un pueblo que marcha son sus mártires. Ellos señalan la senda que ha seguido, ellos revelan el valor de su alma, ellos indican la grandeza de su fe [...tal como] Nicolás Romero, el guerrillero terrible a quien mató el miedo de los leones de Magenta y Solferino, que se aterraban a su solo grito de guerra lanzado entre los pinos de las montañas de Michoacán y de México.33

El segundo conjunto de bibliografía encomiástica es muy complejo y heterogéneo en intereses, modos, calidad, información utilizada, perfiles del público ideal, años de realización y publicación. Todos tuvieron por objetivo mostrar la trascendencia de la lucha política y, de paso, comprobar cómo la participación popular fue en favor de la república. Entre los textos netamente históricos que mencionan a Nicolás Romero están el medallón biográfico de Juan A. Mateos publicado en el libro colectivo El libro rojo,34 el estudio histórico de la guerra en Michoacán de Eduardo Ruiz,35 y la biografía escrita por Antonio Albarrán.36 Entre las obras literarias que aluden a la existencia militar de Romero destacan la exitosa novela Calvario y tabor de Vicente Riva Palacio de 1868.37 Eduardo Ruiz se refirió a Romero en Un idilio a través de la guerra38 y Juan de Dios Peza con su poema "El prisionero de Papazindán".39 Estas obras históricas y literarias, al incluir frases y comunicaciones de Nicolás Romero dentro de su discurso general, transformaron el sentido y las motivaciones del guerrillero debido a la interpretación que un autor requiere en el momento de crear literatura;40 sin embargo, ver la reproducción de estas frases en los textos del siglo XX sobre Romero indica que han sido consideradas como sus propias palabras.41

4) Existen algunos testimonios sobre Nicolás Romero que podríamos considerar que expresan el sentir de las clases iletradas, sin embargo están mediados por los letrados. Por ejemplo, la solicitud para nombrar Nicolás Romero a la población de Montebajo, firmada por los representantes de los vecinos en marzo de 1896 con el objeto de honrar al guerrillero, y dos corridos decimonónicos aparecidos en la prensa, uno en 1867 y el otro en 1890.42

Al evaluar estas fuentes históricas resulta llamativa la influencia que tuvieron las aportaciones de dos protagonistas de las esferas militar y literaria republicanas en la consolidación del héroe popular Romero. Por ser de tal envergadura su contribución, en las siguientes líneas se analizan las confluencias que hubo entre Vicente Riva Palacio y Eduardo Ruiz con Nicolás Romero.

Los autores y sus letras: Vicente Riva Palacio y Eduardo Ruiz

Cuando Benito Juárez nombró al general Riva Palacio gobernador y comandante militar del Primer Distrito del Estado de México en septiembre de 1863, las destrezas políticas y diplomáticas así como los reconocimientos literarios del general seguramente incidieron en llamar la atención de diversos mexicanos que se unieron como tropa al Ejército Republicano del Centro, entre los cuales estuvo Nicolás Romero.

Riva Palacio fue un muy buen "promotor republicano". Esto es, tuvo gran disposición a convencer no sólo a los enemigos sino también a los propios. Ejemplos de la eficacia de sus métodos de difusión son: uno, el Manifiesto que le escribió a los soldados franceses, en su lengua, en el cual les dijo que arrojaran "las armas que se ensucian al contacto con los traidores infames que les demandan un apoyo fratricida; [a los republicanos] no nos juzguen de acuerdo a estos miserables. Vengan a nosotros y encontrarán en el pueblo mexicano un pueblo de hermanos".43

El llamativo segundo caso es la anécdota poco diplomática contada por Eduardo Ruiz en la cual el coronel Luis Carrillo, segundo de Romero, le reportó a Riva Palacio la agitación existente entre los prisioneros recién tomados. El general le ordenó lanzarles una arenga y convencerlos, lo cual hizo de la siguiente forma:

salió rascándose una oreja, se dirigió al cuartel, mandó tocar llamada, y parándose enfrente de los prisioneros, dijo: "Ex traidores: de parte del coronel en jefe vengo a deciros que ya sabemos que os andáis haciendo bola. Os ciega la confianza de que sois más que nosotros: pero, ¡cuánto os equivocáis! Si vosotros pasáis de seiscientos y nosotros no llegamos a quinientos, demasiado habéis visto, y lo demuestra también la historia, que nosotros los liberales somos hombres y que ustedes los mochos son c[ulero]s [sic]. He dicho".44

Si esto que fue retratado por Eduardo Ruiz sucedió con un subalterno de Romero, hay muchas posibilidades de que el general acercara sólidamente a Romero a la causa republicana. La relación entre el guerrillero y Riva Palacio quizá fue más próxima, lo que sugiere un "padrinazgo militar", esto es, una vinculación surgida en el ambiente militar pero sostenida con un respeto semejante al que se da entre maestro y alumno. Pero además sería ventajosa para los dos, ya que Riva Palacio sería más cercano a los populares y Romero recibiría un trato más respetuoso hasta entre los propios imperiales.45

La relación, definitivamente, se extendió más allá del ámbito militar, porque Riva Palacio fue un individuo multifacético. Después del fusilamiento de Romero, pareciera como si el padrinazgo militar trasmutara a uno histórico y literario. En las obras coordinadas por él, como El libro rojo de 1870 y México a través de los siglos de 1884 a 1889, se proyectó una imagen heroica de un Romero representante popular y a favor de los republicanos, y se presenta su fusilamiento como un ejemplo de los múltiples errores políticos de las instituciones imperiales que demostraban así su falta de pertinencia social.46

Riva Palacio le imprimió suficiente fuerza al héroe chinaco, pero el modelo que conocemos se debe también a las aportaciones de la pluma de Eduardo Ruiz. El se desempeñó como su secretario durante las guerras, por lo que le concernió hacer cientos de minutas y demás trámites burocrático-militares que lo llevaron a conocer de cerca los movimientos políticos que se suscitaron en Michoacán. Tanto fue así que para finales del siglo XIX, Ruiz escribió su Historia de la guerra de Intervención Francesa en Michoacán, texto donde se hace un minucioso seguimiento de las actividades de Romero a partir de 1864. Más tarde, en una obra literaria, Un idilio a través de la guerra, se refirió a ciertas emociones y sentimientos olvidados del propio Romero.

Cualquier ocasión era utilizada por Ruiz para congraciarse del contacto con Nicolás Romero y resaltar sus capacidades, generando este entramado heroico. Por ejemplo,

por aquellos días, el coronel Riva Palacio se hizo de un poderoso auxiliar con la llegada del guerrillero más famoso entre todos, por su valor, por su astucia, por la firmeza de sus principios, por la lealtad de su carácter, por la adhesión y cariño particular que profesaba al mismo Riva Palacio, por el respeto y amor que inspiraba a sus soldados, por su popularidad, en fin, que había alcanzado en dondequiera que se conocía su nombre, NICOLÁS ROMERO, nombre que está escrito indeleblemente en las páginas de la historia, como el de un héroe cuya personalidad es y será siempre un tipo legendario de los chinacos.47

Suscrito en el proceso literario nacionalista decimonónico después del triunfo republicano, se logró que los recuerdos de los mexicanos sobre Romero transmitidos por los letrados se convirtieran en elementos para diseñar al héroe popular.48 Este tuvo dos espacios y directores: el primero es el mundo político-militar, que fue guiado en su última etapa por Vicente Riva Palacio. El segundo corresponde a los asuntos literarios, tutelado por Ruiz. La evidencia no sólo se circunscribe a lo mencionado arriba, sino también a otro testimonio más popular. El primer corrido que habla de Romero, escrito en 1866 y publicado al siguiente año en La Restauración, fue firmado por R. E., siglas que aluden al propio Ruiz.49 Esto es ractificado con el hecho de que, precisamente, Gregorio Pérez Jardón y Eduardo Ruiz eran los responsables de la publicación.

Eduardo Ruiz y Vicente Riva Palacio, escritores que provienen de un mundo letrado republicano, retrataron la figura de Nicolás Romero con sus múltiples aristas pero dentro de un marco conveniente para los republicanos y populares. Ellos hicieron una labor tan minuciosa y fiel a la realidad que con el paso de los años el renombre del héroe aumentó.

Esto nos plantea que en la discusión alrededor de las diversas fuentes históricas existentes sobre el héroe chinaco debemos mirar a los autores y los enunciados pero también a los elementos de esta confluencia de lo letrado sobre lo iletrado. Aquí lo haremos a partir de cinco elementos que serán nuestros ejes: 1) las opiniones letradas sobre la transición del bandido al guerrillero Romero; 2) la habilidad corporal de Romero como el punto atractivo de las miradas letradas e iletradas; 3) el uso de frases republicanas por parte de Romero; 4) la persistencia de los enunciados populares en Romero; y 5) el silencio impuesto a la voz de los populares.

La voz popular y la letra de la élite en torno al bandido y al guerrillero

La definida y triunfal participación de Nicolás Romero a favor de los republicanos sustentó su nombramiento militar, grado de teniente coronel,50 e intentó dejar en el olvido las menciones de bandido y guerrillero. En ese contexto complejo por la guerra entre liberales y conservadores hubo una sustitución de categorías en el discurso letrado empujado por una realidad: los ataques guerrilleros en el campo de batalla convirtieron al robo contra el enemigo político en un instrumento legítimo, tal como se aprecia en la siguiente opinión de José María Iglesias: "han sido verdaderamente notables los daños causados al enemigo por esas guerrillas, que han seguido apoderándose de carros, mulas, víveres y otros efectos".51

A pesar de que hay evidencias de los actos ilícitos como el robo efectuados por Romero, su figura transitó de una caracterización de bandido a guerrillero y luego a una militar de una forma no lineal. En estas reconstrucciones discursivas estaban presentes sus hazañas bélicas, su pertinente dirigencia en las peripecias guerrilleras así como su convocatoria social. Pero estos saltos de posturas fueron posibles debido a que Romero también los buscó al alejarse de las actitudes de la multitud chinaca. Recordemos que los grupos populares armados eran temidos y considerados como una masa incomprensible porque respondía a intereses no letrados, muy populares, tales como la venganza clasista y el consabido odio al extranjero.

Por ejemplo, la discusión reavivó entre los letrados en un momento determinante: el juicio que lo acusaba de rebeldía, bandidaje y traición a la patria que le hicieron entre febrero y marzo de 1865 en la Corte Marcial.52 Mientras se sesionaba para el caso, el debate continuaba añadiendo información, testimonios y testigos para contrarrestar o apoyar la opinión oficial del Imperio, ejemplificando su condición de militar patriota o de bandido y que fueron presentados tanto en la prensa como en la tribuna.53 La sentencia fue inminente, se fusilaría a Romero junto con tres subalternos.

No importaba que los otros letrados, los republicanos, lo consideraran un soldado valiente y honorable; en esos momentos los letrados imperialistas lo vieron como un bandido y así lo castigaron.

El texto y el rumor sobre su cuerpo: centro de fuerza, destreza y valor

Para los intereses de los letrados, lo más importante de esta actuación chinaca fueron los triunfos militares logrados a partir de sus aportaciones corporales. Para los iletrados, en cambio, ya que los combatientes salían de sus propias filas, la entrega significaba la vida misma. En el cuerpo de Nicolás Romero, entendido como "centro organizador del tiempo y el espacio",54 por sus capacidades guerrilleras y ser portador de la esperanza del triunfo, podemos ver esta confluencia de miradas, voces y letras.

Hacerse guerrillero en el siglo XIX, al igual que ingresar a otras muchas actividades, requería de una intensidad física mayúscula, la cual supone que estos hombres supieran utilizar las armas blancas y de fuego, ser hábiles para montar a caballo o poder moverse a considerables distancias de forma veloz. A estas características de ser un dispuesto militar, se le añadían el amplio conocimiento de la zona, y la creación e improvisación de diversas estrategias para eliminar al enemigo.

Romero como guerrillero causaba admiración al verlo dirigir una batalla por su buen tino para atacar y ganar en una escaramuza. No tenemos testimonios que nos describan con exactitud su actuación guerrillera pero sí los hay sobre el impacto que causaba. Este fue transmitido de boca en boca hasta los oídos de Eduardo Ruiz, quien escribió lo siguiente:

yo no me cansaba de mirar a Romero, a aquel hombre extraordinario que llenaba la república con su fama de guerrillero. Me admiraba ver que, bajo aquella apariencia humilde, se ocultase un corazón tan grande y generoso. Si no hubiera sabido sus proezas, jamás habría creído que fuera capaz de ellas aquel cuerpo endeble, aquel conjunto de facciones vulgares. Y sin embargo, cuantos lo habían visto a la hora del combate, decían que entonces su mirada era [¡]brillante, fascinadora, magnética!55

La fuerza, destreza y valor estaban combinados con valentía y coraje en el momento de emprender el ataque lo cual generó una imagen propagada por quienes lo habían visto en el campo de batalla; esto nos orilla a suponer que los integrantes de la guerrilla con la que combatía estaban hechizados y convencidos de que con él ganarían.

En los espacios de convivencia pública, como los jaripeos, Romero demostró sus habilidades corporales. La charrería fue, en esos momentos, estrategia de difusión y ensayo o escenificación general de ataque. Eduardo Ruiz también señaló lo siguiente:

Jamás he visto un jinete como Nicolás Romero. Se sentaba en el caballo con tanta naturalidad, como si así hubiese pasado toda su vida. Le gustaba a veces menear el penco, lo que significaba que nadie, como él, arrancarlo y sentarlo con sin igual donaire; lo hacía andar para atrás en largo trecho, arrendar con una destreza inimitable, brincar cercas y barrancas, trepar por peñas que parecían inaccesibles. A veces, cogido de la cabeza de la silla, y corriendo caballo y jinete, Nicolás hacía una machincuepa desde el suelo, volteando el cuerpo sobre la cabeza del corcel y cayendo sentado en la silla. Montar cuando un caballo pasaba a escape cerca de él, sin más que apoyar sus manos en las ancas del animal, era cosa que Nicolás hacía con una galanura admirable.56

En estos textos literarios se insistió en mostrar cómo en su destreza física se sustentaba su vida hasta el punto en que, en una ocasión, al realizar una suerte charra, Nicolás Romero se lastimó una pierna. Después de ello devino el momento trágico en que lo hicieron prisionero y, luego, lo fusilaron. Si bien podríamos leerlo como una advertencia de la derrota que tuvo Romero, la cual hicieron los autores quienes ya conocían el final de la historia, resulta llamativo escuchar cómo se señalan sus habilidades. Romero

Se entusiasmó al ver el ganado encorralado, al oír los bramidos de las reses y al ver a los rancheros revoleando la reata. Montó en su mejor caballo, escogió el toro más corpulento, y lanzando un grito cogió la cola de la fiera, y ésta y el caballo y el jinete arrancaron a carrera abierta. De repente los circunstantes vieron caer a Romero y a su corcel, maniatado éste por unas raíces. El coronel se levantó en el acto, pero tenía una pierna horriblemente lastimada. Fue necesario llevarlo en peso a una de las chozas que había en el rancho [...]. Todo el día 30 lo pasó en cama, presa de los dolores que sentía en la pierna.57

El público presente en el lienzo o en el campo de batalla, esto es letrado e iletrado, leyó este mensaje del orgullo anatómico de forma pertinente y eficaz, tanto así que hasta hoy podemos apreciar esta representación espectacular que el mismo Romero proyectó. El cuerpo y sus habilidades tejieron un enunciado popular que dice "Nicolás Romero es un guerrero valiente con quien podemos triunfar", en el cual convergieron estas miradas de los letrados e iletrados.

 Las frases populares tienden a ser republicanas

Al pasar el tiempo, el quehacer guerrillero de Nicolás Romero tuvo una especialización burocrática que, para nuestra fortuna, dejó rastros documentales en los cuales podemos sugerir las transiciones de un pensamiento popular a uno republicano o, en todo caso, que fue construido con su influencia. Ahí está una posibilidad más para acceder a la voz del propio Romero.58

En el parte militar de mayo de 1861 compartió a las autoridades correspondientes un triunfo que él dirigió en Cuautitlán contra doscientos soldados, encabezados por los reaccionarios Argüelles y Patricio Granados. Lo llamativo de la nota es que Romero asegura que, a pesar de las adversidades coyunturales en las que se encontraba su fuerza formada por treinta individuos, les hicieron muertos y pusieron en fuga a los otros.59 Aparentemente las cifras no cuadran, ya que un triunfo sobre doscientos que obtienen sólo treinta soldados no parece posible. De ahí podemos leer que Romero jugó con los sustantivos derrota y triunfo porque los aplicó en el discurso como si hubiera sido un movimiento de formación militar regular y no para lo que fue, una escaramuza guerrillera. Con esa frase modificada, el reconocimiento republicano estaría más justificado.

Esto se constata en 1864 mediante un escrito al general Riva Palacio, en el que Nicolás Romero le confiesa: "he sabido [de] la derrota de los franceses en Atentique y Beltrán. Si esto es cierto, muy pronto nuestras armas caminarán de victoria en victoria tras los enemigos de México".60 Esto muestra total empatía con el proyecto nacional que defendía la causa republicana.

Otros indicios de este acercamiento veloz entre el pensamiento popular y el liberal están reunidos en los corridos que, como ya se ha dicho, en este caso son de hechura letrada y que fueron la interpretación de un Romero casi republicano, transmitidos de boca en boca hasta que se hicieron muy conocidos.61 En ellos se dice que Romero: "siempre repetía: / —México no tiene esclavos" y en otras frases "Él les respondió altanero: / —Combatiré con denuedo, / que soy puro mexicano / y no conozco yo el miedo".62 Con la intención de demostrar que estas palabras republicanas enmarcan las actitudes y los pensamientos populares se reforzó categorizando su proceder de esta forma, "Nicolás Romero fue / el guerrillero afamado / que con nobleza y valor / por doquiera fue aclamado" 63 o "Ha concluido la pelea / el valiente guerrillero: / él es ¡Nicolás Romero!, / el soldado liberal".64

El enunciado popular en las acciones del guerrillero

Ya se ha señalado que a los letrados les generaba mucha preocupación y temor las actitudes de la muchedumbre armada, sobre todo porque ese estado les posibilitaba la ejecución de la venganza clasista y patriotera. Pero en esta coyuntura política, el enunciado popular "fuera los extranjeros" coincidía con el manifiesto republicano antiinvasión.

Las acciones de muchos guerrilleros concordaron en expresar esos odios populares contra los extranjeros mediante robos, secuestros y enfrentamientos militares. Seguramente Romero no estuvo alejado de estas emociones, tanto así que las dos ocasiones que estuvo detenido y preso fue acusado de ello.65

En cierto momento, en noviembre de 1863, el guerrillero prefirió alejarse de otros compañeros y fue a Michoacán debido a que éstos habían dirigido un plagio contra un extranjero.66 Parece ser que a Romero le ocasionaba mucho conflicto confrontar a otros guerrilleros, aun cuando éstos fueran desobedientes de las órdenes republicanas. Así también lo dice Eduardo Ruiz: Romero "andaba meditabundo e inquieto y más de una vez se le oyó decir, "¿por qué me mandan a mí a pelear contra liberales cuando hay tantos franceses y traidores?" 67

Esto nos sugiere un compromiso con el enunciado popular y con los compañeros de combate pero quizá no con las formas y los tiempos. La popularidad de Nicolás Romero quedó manifiesta, como una huella más palpable, en sus actos que, al final de cuentas, estuvieron en concordancia con la salida de los extranjeros.

El silencio letrado impuesto a los iletrados

Para los republicanos, la valía de los chinacos se encontraba en los aportes militares. No en sus conversaciones y menos aun en sus pensamientos. Y, por eso, ese espacio no tuvo cobijo en ninguna de las fuentes documentales. Cuando Eduardo Ruiz le cedió la voz a los populares, como en el ya citado caso del segundo de Romero quien lanzó su arenga para convencer a los prisioneros conservadores, lo hizo con la única intención de comprobar que los populares defendían la causa republicana, por lo que estos últimos se convirtieron en transmisores de sus ideas letradas. Aun así encontramos frases que nos muestran indicios del emerger de la palabra popular pero que es silenciada por los letrados.

Por ejemplo, cuando Riva Palacio describió a Nicolás Romero, como lo leeremos a continuación, lo hizo recalcando esa afonía:

como de treinta y seis años, de una estatura regular, con una fisonomía completamente vulgar [...] con su andar mesurado, su cabeza inclinada siempre y sus respuestas cortas y lentas, parecía más bien un pacífico tratante de azúcares o maíz, que el hombre que llenaba medio mundo con rasgos fabulosos de audacidad [sic], de valor y de sagacidad.68

La frase "sus respuestas cortas y lentas" encaja a la perfección con la intención letrada de silenciar el pensamiento y la voz popular, al mismo tiempo de resaltar, mediante un juego de luz y sombra, su contradictorio carácter personal con las sorpresivas y magníficas acciones que Romero realizaba. Ello también se expresa en el diálogo escrito por Eduardo Ruiz, donde nos relata un encuentro:

[Romero] entonaba el siguiente canto que se ha popularizado en estos días: "—Una mujer angustiada / llora por su prisionero: / Que le vuelvan a su hachero, / el de blusa colorada!" —Es Nicolás Romero —dijo Riva Palacio—, lo he oído cantar algunas, aunque pocas veces, cuando se cree solo en medio del desierto. / [.. .Entonces Romero,] Cuando nos vio cesó de cantar y sombrero en mano se acercó a saludar al general.69

"Cuando nos vio cesó de cantar" permite que veamos qué tan alejadas estaban las esferas de los grupos populares y de la élite, ya que el guerrillero percibió la mirada ajena y, entonces, se quitó el sombrero para acercarse a saludar como parte de una actitud disciplinada y jerárquica del ámbito militar en donde convivían estos hombres.70

Las estrofas que, según Ruiz, cantó Romero no sólo muestran la desesperanza porque recuerdan la incertidumbre del contexto de guerra porque el enemigo podía ganar, sino que, además, manifiestan una postura ideológica. Si bien la referencia a "los hacheros de blusa colorada" señala inmediatamente a los chinacos, también habla de las tropas del liberal radical Antonio Rojas, quien combatió en el occidente de México.

Otra ocasión que nos permite ver el silenciamiento de las voces populares se dio en los momentos de la muerte del conocido guerrillero. En el periódico oficial imperial apareció una brevísima nota informando que no se alteró "el orden en lo más mínimo" durante el entierro de Romero en el panteón de Santa Paula.71 Este aviso desconcertante se enmarca en el temor de las autoridades ante una manifestación multitudinaria con ocasión del fusilamiento de Romero por lo que se evitó siquiera mencionar en la prensa el hecho. La posible reunión implicaba cierto grado de inconformidad popular que corrió rápidamente como un rumor tan fuerte que empujó a los letrados a cambiar la hora de la ejecución.72 Esta presión social que ejercieron los sectores iletrados sobre la cita del fusilamiento la podemos escuchar como el único registro de su voz acallada.73 El enunciado popular que se esconde en esta presión podemos entenderlo así "Nicolás Romero no merecía ese castigo".

Éste es, por tanto, el quinto espacio donde vemos una voz popular a punto de brotar pero que es castigada con un silencio proveniente de la pluma de la élite. El pensamiento popular fue menospreciado por los letrados en los hechos y presentado sólo como una intención en este conjunto literario. La razón de esto fue recordar e imponer, de nueva cuenta, la condición de dominado al insistir en su pertenencia al grupo de iletrados.

***

Nicolás Romero se presenta como una peculiar e importante ventana donde podemos conocer las negociaciones políticas que se dieron entre los letrados y los iletrados decimonónicos. Su figura netamente popular —por sus actitudes, acciones, origen, profesión y entrega—, al trascender de un escalón de guerrillero hacia el reconocido mundo militar republicano y al cementerio de los héroes, implicó una resignificación de lo popular dentro de la mirada de la élite. Porque, finalmente, las clases populares apoyaron esta defensa con su propia fuerza corporal y los letrados aceptaron esa forma de participar incorporándola simbólicamente en el discurso nacionalista por medio de relatos periodísticos, novelescos y aun corridos como confluencia letrada de ambas voces.

 

Fuentes consultadas

Documentos

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Archivo Histórico del Distrito Federal, Ayuntamiento del Gobierno del Distrito Federal.

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Notas

1 Destaco, entre otros, a Florencia E. Mallon, Campesino y nación. La construcción de México y Perú poscoloniales, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/El Colegio de San Luis/El Colegio de Michoacán, 2003; Guy P. C. Thomson, Patriotism, politics, and popular liberalism in nineteenth-century Mexico: Juan Francisco Lucas and the Puebla Sierra, Wilmington, Scholarly Resources, 1998; Guy P. C. Thomson, "Memoria y memorias de la intervención europea en la Sierra de Puebla, 1868-1991", en Antonio Escobar Ohmstede et al. (comps.), Pueblos, comunidades y municipios frente a los proyectos modernizadores en América Latina, siglo XIX, San Luis Potosí/Amsterdam, El Colegio de San Luis/Centro de Estudios y Documentación de Latinoamérica, 2002; Donna Rivero Moreno (comp.), Xochiapulco: una gloria olvidada, Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, 1991.

2 El decreto número 38 del gobernador Vicente Villada del Estado de México refiere cómo "se eleva a la categoría de 'Villa Nicolás Romero' al pueblo de Montebajo, cabecera de la municipalidad de ese nombre en el distrito de Tlalnepantla" (Gaceta del Gobierno del Estado de México, Toluca, Estado de México, 18 de abril de 1898), y queda asentado en el Acta de Cabildo del 15 de septiembre de 1898 (Cabildo del H. Ayuntamiento de Villa Nicolás Romero, Estado de México), respondiendo a la solicitud, con fecha 15 de marzo de 1896, de "los delegados por la voluntad de los pueblos que constituyen la comprensión de Montebajo" para que éstos se conformen en villa y que se le nombre Nicolás Romero. El argumento era que "el nombre de dicho patricio que fue tejedor de la fábrica Colmena quede perpetuado pues que en la lucha que la República mantuvo en la época de la Intervención Francesa, Nicolás Romero aparece como el ejemplo del valor mexicano que asombró a los soldados de la vieja Europa". El documento está avalado con la firma de 198 vecinos, por cierto, dentro de un universo de once mil habitantes; en Luis Barrueta Durán y Crispín Duarte Soto, Coronel Nicolás Romero. Episodios heroicos, México, Chimal, 1998, p. 217-218.

3 No hay investigaciones que nos lancen conclusiones y que profundicen sobre las motivaciones o los orígenes en casos particulares, sino meras tipologías y cuadros generales de los chinacos, tal como Ilihutsy Monroy Casillas, Los chinacos. Resistencia popular en México, 1862-1867, tesis de licenciatura en Historia, México, Secretaría de Educación Pública, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2004.

4 Ilihutsy Monroy Casillas, "Chinacos. Base de datos de Ei Diario del Imperio-Periódico Oficial del Imperio Mexicano", 2004, inédito.

5 Benito Juárez, "Manifiesto de Juárez llamando a la defensa de la Independencia Nacional frente a la intervención francesa (12 de abril de 1862)", en Antología, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1993, p. 129-132.

6 Robert Taber, La guerra de la pulga. Guerrilla y contraguerrilla, México, Era, 1977, p. 18-20. Siguiendo esta propuesta, una guerrilla dejaría de serlo cuando se aleja de las preocupaciones de las comunidades y responde, por ejemplo, sólo a las órdenes y necesidades de la élite. Se convierte en una agrupación con tácticas del guerrillerismo. Este devenir se explica debido a muchas causas, quizá a presiones, enseñanzas o conveniencias sociales y políticas. Se presenta, entonces, una ambivalencia social ya que no está precisamente de acuerdo con perseguir objetivos sociales sino más bien tras las propuestas políticas.

7 José María Iglesias evalúa los mismos actos delictivos dependiendo de si provienen de los guerrilleros republicanos a los que celebra, y de los guerrilleros conservadores a quienes llama "escoria de la sociedad [.. .quienes] no son conocidos ni siquiera por sus nombres oscuros sino por apodos ridículos o espantosos", en "La cuestión extrangera", correspondientes al 29 de julio y al 28 de noviembre de 1862, Revistas históricas sobre la Intervención Francesa en México, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991, t. I, p. 71 y 209 [1a. ed.: 1868]. Sin embargo, en 1864 hubo un viraje en su opinión debido, quizá, a que la guerra estaba descontrolada y las categorías eran inaplicables y también a que nunca confió en el papel definitorio de las aportaciones guerrilleras al triunfo republicano. En El Pájaro Verde, en cambio, se publicó el escrito del general Miguel Piña donde calificó a los guerrilleros de facinerosos y valentones siempre igualándolos a los ladrones y los vagos; El Pájaro Verde, México, D. F., 19 de octubre de 1864, p. 1.

8 Chinaco es una voz náhuatl que significa "nalga desnuda", traducción inmediata del sansculotte francés, "sin pantalones". En México fue usada en algunas ocasiones durante la guerra de Independencia y en posteriores conflictos pero, definitivamente, su consolidación se dio entre 1861 y 1867. Fernando Escalante Gonzalbo dice "hicieron del insulto un emblema", en Ciudadanos imaginarios. Memorial de los afanes y desventuras de la virtud y apología del vicio triunfante en la república mexicana. Tratado de moral pública, México, El Colegio de México,1999, p. 266.

9 Fátima Gallego apunta cómo La Chinaca contribuyó a crear una imagen de chinaco patriota a través de rechazar y admirar, al mismo tiempo, al francés; "México y el Imperio en la prensa mexicana", en Patricia Galeana (coord.), Encuentro de liberalismos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial/Asociación de Estudios sobre la Reforma, Intervención Francesa y Segundo Imperio en México, 2004, p. 659-665.

10 Benito Pérez Gallardo, Martirologio de los defensores de la Independencia de México, 1863-1867. Noticia de las batallas, acciones y escaramuzas habidas entre el ejército intervencionista y las fuerzas republicanas, desde el mes de abril de 1863 hasta el 21 de junio de 1867, día en que fue reocupada la capital de la república, conteniendo el número de muertos, heridos y prisioneros imperialistas y republicanos, puramente mexicanos, el año, mes y día en que se verificó el encuentro, el estado y lugar, y los nombres de los jefes o mandarines, con algunas notas aclaratorias de vital importancia, formada por [...], México, Imprenta del Gobierno, 1875 [1a. ed.: 1867].

11 Romero trabajó en la Fábrica de Hilados y Tejidos La Colmena, también conocida como Molino Viejo, Tlalnepantla, entre los años de 1859 y 1861. En dichas fechas, los operarios de esta fábrica y La Abeja ascendían a 890; en Margarita García Luna, Los orígenes de la industria en el Estado de México (1830-1930), Toluca, Gobierno del Estado de México, Instituto Mexiquense de Cultura, 1998, p. 29. En estos momentos se desarrollan dos investigaciones relativas al contexto obrero: de Carlos Arturo Dávila Hernández, "Indios, obreros y alcaldes. La construcción de los pueblos-fábricas en Nicolás Romero, Estado de México. 1846-1997", México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones en México, 2010, y de Gilberto Vargas Arana, cronista y director del Archivo Municipal de Nicolás Romero, el proyecto de tesis de maestría en Historia/Facultad de Filosofía y Letras/Universidad Nacional Autónoma de México titulado "La trinidad del hilo y la joya de papel. Desarrollo textil y papelero en Monte Bajo-Nicolás Romero de la segunda mitad del siglo XIX a la Revolución de 1910", 2010. [A ellos agradezco la información proveniente de sus borradores.]

12 Antonio Albarrán, Nicolás Romero, guerrillero de la Reforma, México, Gobierno del Estado de México, Fondo Nacional para las Actividades Sociales, 1985, p. 11-14 [1a. ed.: 1895].

13 Eduardo Ruiz, Historia de la guerra de la Intervención en Michoacán, México, Balsal, 1986, cap. XII, p. 129 [1a. ed.: 1896].

14 El Siglo Diez y Nueve, "Parte oficial", México, D. F., 17 de enero de 1861, p. 2.

15 Ibidem, 28 de abril de 1861, p. 3.

16 Según mi contabilización, a partir de un seguimiento en los medios de la prensa decimonónica, entre los que destacan Periódico Oficial del Imperio Mexicano y El Pájaro Verde, así como documentos provenientes de los archivos Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional (en adelante, AHSEDENA) y del General de la Nación (en adelante, AGN), así como de los libros de Xavier I. Esparza Santibáñez, El coronel Nicolás Romero, benemérito del Estado de México, Villa Nicolás Romero, Comunicación, 1991, y Dionisio Victoria Moreno, Noticias de las guerras de Reforma e Intervención, Toluca, Gobierno del Estado de México, Instituto de Cultura Mexiquense, 1990.

17 "Los de Ajusco-Refuerzo-Robo de un convoy-Plajio de un inglés", El Pájaro Verde, México, D. F., 18 de noviembre de 1863, p. 2.

18 Hay una pequeña referencia del contacto entre Romero y la población de Nopala, para entonces habitada en su mayoría por otomíes, en la que se dice que le servía como espía y que le otorgaba un gran apoyo material. El Pájaro Verde, México, D. F., 12 de febrero de 1864, p. 3.

19 AHSEDENA, exp. XI/481.4/8320 y XI/481.5/8361. En el Reglamento de guerrillas se advierte que el número mínimo para la formación de una es 25, no hay un tope máximo; Reglamento de guerrillas, expedido por Benito Juárez en 23 de mayo de 1862. [Consulté la edición publicada por el general de brigada, gobernador y comandante militar de Distrito, México, José María González Mendoza, con fecha 5 de junio de 1862.]

20 Existen dos versiones sobre la captura: las fuentes imperiales hablan de haberlo tomado prisionero después de una derrota en un enfrentamiento militar en ese rancho; los republicanos hablan de un ataque sorpresivo al campamento.

21 Según el documento fechado el 18 de febrero de 1865, cuando Romero fue atrapado, de los 160 prisioneros que se hicieron once de ellos fueron condenados a muerte, 22 fueron deportados y los demás salieron absueltos. Archivo Histórico del Distrito Federal (en adelante, AHDF), Ayuntamiento del Gobierno del Distrito Federal, Cárceles, v. 499, exp. 420, f. 1.

22 Manuel Chust, "Héroes para la nación", en Manuel Chust y Víctor Mínguez (eds.), La construcción del héroe en España y México (1789-1847), Valencia, Universitat de València, 2003, p. 100. También se refiere a ello Hugo Francisco Bauzá, El mito del héroe. Morfología y semántica de la figura heroica, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 4 y 40.

23 Ivanna Frasquet, "El héroe sin rostro", en Manuel Chust y Víctor Mínguez (eds.), op. cit., p. 155.

24 Me refiero a Catarino Fragoso, guerrillero chinaco que mantuvo una relación con las comunidades agrarias y mineras del valle del Mezquital y Pachuca, las redes militares y diversas instituciones. Se le ha considerado un traidor y poco honorable guerrillero; Antonio Albarrán, op. cit., y T. G. Powell, El liberalismo y el campesinado en el centro de México (18501876), México, Secretaría de Educación Pública, 1974. Sobre él trata mi borrador de tesis de maestría en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

25 Véanse los estudios de Romana Falcón, México descalzo. Estrategias de sobrevivencia frente a la modernidad liberal, México, Plaza y Janés, 2002, y los contenidos en Felipe Castro y Marcela Terrazas (coords. y eds.), Disidencia y disidentes en la historia de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2003; Brian Connaughton et al. (coords.), Construcción de la legitimidad política en México en el siglo XIX, México, El Colegio de Michoacán/Universidad Autónoma Metropolitana/Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas/El Colegio de México, 1999; Antonio Escobar O. (coord.), Indio, nación y comunidad en el México del siglo XIX, México, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos/Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 1993.

26 M. M. Bajtin, "El problema de los géneros discursivos", en Estética de la creación verbal, trad. de Tatiana Bubnova, México, Siglo XXI, 2009 [1a. ed. en español: 1982], p. 248. También véase el capítulo "Autor y personaje en la actividad estética", ibidem, p. 13-190.

27 Las intenciones partidistas y clasistas al usar las categorías son más que evidentes en el caso de las opiniones aparecidas en la prensa; al respecto creo atinado insistir en que "nadie puede negar que las palabras, los signos, están abiertos a significar aquello que la clase social en cuyo seno se producen expresa en general de manera más o menos consciente", Iris M. Zavala, "Prólogo", en Valentín Nikólaievich Voloshinov, El marxismo y la filosofa del lenguaje (Los principales problemas del método sociológico en la ciencia del lenguaje), versión española de Tatiana Bubnova, Madrid, Alianza, 1992, p. 16.

28 "Parte oficial", El Siglo Diez y Nueve, México, D. F., 17 de enero de 1861, p. 2.

29 Por ejemplo, se le llama bandido en El Pájaro Verde, México, D. F., 24 de octubre de 1863, p. 3; se le considera coronel honorable en Periódico Oficial del Imperio Mexicano, México, D. F., 31 de diciembre de 1864, p. 2.

30 José María Iglesias, "La cuestión extrangera", op. cit., correspondiente al 30 de junio de 1864, t. II, p. 331; correspondiente al 31 de diciembre de 1864 y 31 de enero de 1865, t. III,p. 84 y 121.

31 En el AHSEDENA no hay un expediente del coronel Nicolás Romero porque como tal no pudo hacer los trámites burocráticos para darse de alta debido a las confrontaciones militares; sí hay una compilación de los documentos que lo mencionan realizado por el personal del archivo. Los partes militares y la correspondencia a la que me refiero proviene de este sitio así como de la Colección Jiquilpan, la cual contiene, en copias mecanografiadas de los años cuarenta del siglo XX, la correspondencia que generó Vicente Riva Palacio pero ésta no se reduce a lo que sucedió en Michoacán.

32 M. M. Bajtin, op. cit., p. 252.

33 Ignacio Manuel Altamirano, "Discurso pronunciado en la Alameda de México el día 17 del actual por el ciudadano [...], por encargo de la Junta Patriótica", El Correo de México. Periódico republicano e independiente, México, D. F., 19 de septiembre de 1867. También se encuentra el texto de Francisco Ramírez Castañeda, "Remitidos", El Monitor Republicano, México, 1o. de agosto de 1867.

34 Juan A. Mateos, "Nicolás Romero", en Manuel Payno y Vicente Riva Palacio, El libro rojo, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1989 [1a. ed.: 1870].

35 Eduardo Ruiz, op. cit.

36 Antonio Albarrán, op. cit.

37 Vicente Riva Palacio, Calvario y tabor, México, Porrúa, 1985 [1a. ed.: 1868, con el subtítulo Novela histórica y de costumbres]. Según el texto de José Ortiz Monasterio, al ser presentada por entregas semanarias en el año de 1868, la novela vendió un total de 6 000 ejemplares y hubo solicitudes de reimpresión en algunos estados de la República. El autor lanza la siguiente aseveración: "Calvario y tabor llegó en su primer año de publicación a un auditorio superior a las treinta mil personas", en Historia y ficción. Los dramas y novelas de Vicente Riva Palacio, México, Universidad Iberoamericana/Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1993, p. 187. María Teresa Bermúdez nos dice que esta novela histórica, junto con las de Juan A. Mateos, El Cerro de las Campanas y El sol de mayo, tuvo "gran demanda en su época [.. .y su éxito] radica en que los lectores contemporáneos se interesaron por los acontecimientos y trataron de entenderlos y asimilarlos", en "Las leyes, los libros de texto y su lectura, 1857-1876", en Seminario de Historia de la Educación en México, Historia de la lectura en México, México, El Colegio de México/El Ermitaño, 1988, p. 138. Podría decirse que se difundió, de forma más efectiva, el papel militar que tuvo Nicolás Romero en estas guerras.

38 Eduardo Ruiz, Un idilio a través de la guerra, Novela histórica por [...], México, Librería de la Viuda de Ch. Bouret, 1923.

39 Juan de Dios Peza, Poesías escogidas, México, Maucci, [1910].

40 Así lo dice M. M. Bajtin: "Los géneros primarios que forman parte de los géneros complejos se transforman dentro de estos últimos y adquieren un carácter especial: pierden su relación inmediata con la realidad y con los enunciados reales de otros, por ejemplo, las réplicas de un diálogo cotidiano o las cartas dentro de una novela, conservando su forma e importancia cotidianas tan sólo como partes del contenido de la novela, participan de la realidad tan sólo a través de la totalidad de la novela, es decir, como acontecimiento artístico y no como suceso de la vida cotidiana", op. cit., p. 250.

41 Por ejemplo, Daniel Moreno, Nicolás Romero, arquetipo de los chinacos, México, Secretaría de Educación Pública, 1968; idem, "Nicolás Romero. 1827-1865", en Los hombres de la Reforma, México, Costa-Amic, 1994, p. 257-260; Xavier I. Esparza Santibáñez, op. cit.; Lucio Barrueta Durán y Crispín Duarte Soto, op. cit.

42 El corrido Guerrillero, firmado por R. E., fue publicado en La Restauración, Morelia, 13 de abril, 1867. El Corrido de Nicolás Romero fue publicado en 1890 en La Libertad, periódico de Morelia, coordinado por Gregorio Pérez Jardón, según la información de Álvaro Ochoa Serrano y Herón Pérez Martínez, Cancionero michoacano, 1830-1940, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2000, p. 217-218. [Agradezco a Claudia Roxana Domínguez la ayuda para obtener la copia del ejemplar de La Restauración localizado en la Hemeroteca de Morelia, Michoacán. Hasta ahora no se ha logrado encontrar el título de La Libertad en ninguna hemeroteca.]

43 "Segunda carta", en Jesús Monjarás Ruiz, México en 1863. testimonios germanos sobre la intervención francesa, México, Secretaría de Educación Pública, 1974, p. 33.

44 Eduardo Ruiz, Historia de la guerra., p. 133-134.

45 Debido a que Vicente Riva Palacio había negociado con el mariscal Bazaine el canje de algunos prisioneros, por lo que Maximiliano de Habsburgo advirtió que al único que no podría aplicársele la ley del 3 de octubre de 1865 sería, precisamente, este general; José Ortiz Monasterio, "Patria", tu ronca voz me repetía... Biografía de Vicente Riva Palacio y Guerrero, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas/Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1999, p. 85.

46 Juan A. Mateos, "Nicolás Romero", op. cit.; José María Vigil, México a través de los siglos. La Reforma, 16a. ed., 10 v., dirección de Vicente Riva Palacio, México, Cumbre, 1983, v. 9, cap. XVIII, p. 231. [1a. ed.: 1889]. Véase también José Ortiz Monasterio, México eternamente. Vicente Riva Palacio ante la escritura de la historia, México, Fondo de Cultura Económica/Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 2004, p. 188-224.

47 Eduardo Ruiz, Historia de la guerra. , p. 129.

48 Carlos Monsiváis, "La nación de unos cuantos y las esperanzas románticas. Notas sobre la historia del término 'cultura nacional' en México", en En torno a la cultura nacional, México, Secretaría de Educación Pública/Consejo Nacional de Fomento Educativo/Fondo de Cultura Económica, 1983.

49 R. E. corresponde a Eduardo Ruiz, en María del Carmen Ruiz Castañeda y Sergio Márquez Acevedo, Catálogo de seudónimos, anagramas, iniciales y otros alias usados por escritores mexicanos y extranjeros que han publicado en México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1985, p. 208.

50 En otros documentos se indica que, al momento de su fusilamiento, tenía el grado de teniente coronel pero en las biografías citadas se le llama coronel. Recordemos que coronel es uno de los grados militares más altos, abajo del general de brigada.

51 José María Iglesias, "La cuestión estrangera", op. cit., correspondiente al 29 de julio de 1862, p. 71. Las cursivas son mías.

52 Consta mediante un documento fechado el 9 de septiembre de 1881 que está perdido el expediente que contendría la causa que se le siguió a Nicolás Romero. AHDF, Ayuntamiento del Gobierno del Distrito Federal, Oficinas en General, v. 3375, exp. 157, f. 1-2. De esta forma, las fuentes con las que contamos son las reconstrucciones de las sesiones trasladadas a la prensa; por ejemplo en "La causa de Romero", La Sociedad, México, D. F., 16 al 18 de marzode 1865.

53 Por ejemplo, "Rojas y Romero / Se dice que estas dos personas disidentes han sido pasadas por las armas. / ¿Qué no resucitarán después?", La Cuchara, México, D. F., 15 de febrero de 1865, p. 254.

54 Raúl Dorra, La casa y el caracol (para una semiótica del cuerpo). Materiales sensibles del sentido (II), Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/Plaza y Valdés, 2005, p. 29.

55 Eduardo Ruiz, Un idilio..., p. 108. En el texto no se abren los signos de exclamación.

56 Eduardo Ruiz, Historia de la guerra..., p. 130. Las cursivas son de Ruiz. Ello significa que Romero era un muy buen jinete porque montaba al penco, esto es, al caballo, con tal habilidad que lograba que se arrancara, o sea que partiera violenta y súbitamente, y en seguida hacer que "el animal que se colea no ca[yera] completamente, sino que se queda[ra] "sentado", sosteniéndose con las manos extendidas", en Leopoldo Islas Escárcega y Rodolfo García Bravo y Olivera, Diccionario y refranero charro, prólogo de Andrés Henestrosa, México, Edamex, 1992, p. 117.

57 Eduardo Ruiz, Historia de la guerra..., p. 302. Las cursivas son de Ruiz. Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, n. 42, julio-diciembre 2011, p. 7-36.

58 A pesar de las dificultades de los tipos documentales que contienen las frases regidas por formatos rígidos; a eso se refiere Raúl Dorra cuando nos indica que la voz aún queda contenida en los textos escritos pero que hay que distinguir ahí dos niveles, los reales y los simulados; uno es el tangible que será leído y el otro el que supone lector y autor en una situación imaginaria. "Poética de la voz", en Entre la voz y la letra, México, Plaza y Valdés/Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1997, p. 21-22.

59 AHSEDENA, exp. XI/481.5/8361, f. 18-25, 29-31, 39-40, 66-70, 76-79, 112-113 y 130-132.

60 Comunicación de Nicolás Romero al gobernador Vicente Riva Palacio correspondiente al 24 de mayo de 1864, Colección Jiquilpan, carta n. 196.

61 Esa extensa difusión popular la logran porque éstos son un "género épico-lírico-narrativo, en cuartetas de rima variable [.] que relata aquellos sucesos que hieren poderosamente la sensibilidad de las multitudes [.] conservando su carácter narrativo de hazañas guerreras y combates, creando entonces una historia por y para el pueblo", en Vicente T. Mendoza, Lírica narrativa de México. El corrido, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1964, p. 9.

62 Ya se habló de El corrido de Nicolás Romero, el cual fue eficazmente difundido. La referencia proviene de Álvaro Ochoa Serrano y Herón Pérez Martínez, op. cit., p. 217-218.

63 Loc. cit.

64 R[uiz]. E[duardo], Guerrillero, op. cit.

65 En la detención del 26 de mayo de 1860, en la cual Romero se hizo acreedor de una pena de seis años de prisión en la Fortaleza de San Juan de Ulúa, no se nos indica la razón, y la segunda detención es muy clara, se le acusa de "rebeldía, bandidaje y traición a la patria". AGN, Justicia, v. 610, exp. 18 y 23.

66 Sin otras fuentes más que las hemerográficas, sólo podemos proponer preguntas relativas a si la razón del alejamiento de los guerrilleros Catarino Fragoso y Baltazar Téllez Girón radica en motivos éticos, políticos, ideológicos o meramente económicos.

67 Eduardo Ruiz, Historia de la guerra., p. 300.

68 Vicente Riva Palacio, op. cit. , p. 28. Las cursivas son mías.

69 Eduardo Ruiz, Un idilio a través..., p. 107-108. Las cursivas son mías.

70 Quizá el silencio iletrado retratado por los letrados sólo sea un espacio salvaguardado del saber de los propios populares ante la imposición del conocimiento de los letrados. [Agradezco a Carlos Arturo Dávila Hernández el señalamiento.]

71 El Diario del Imperio, México, D. F., 27 de febrero de 1865, p. 198, y 30 de marzo de 1865, p. 262.

72 Juan A. Mateos, op. cit., p. 430.

73 Juan de Dios Peza, quien de niño asistió al fusilamiento, lo narra en "El prisionero de Papazindán" de la siguiente forma: "Va lentamente á esa plaza, / en gruesas ondas el pueblo,/ en pos de los batallones / que van llegando en silencio / [...] / Detrás cazadores de África, / que con su marcial aspecto / á la inquieta muchedumbre / imponen mudo respeto / [...]", op. cit., p. 184.

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