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Estudios de historia moderna y contemporánea de México

Print version ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  n.39 Ciudad de México Jan./Jun. 2010

 

Reseñas bibliográficas

 

Claudia Agostoni, Curar, sanar y educar. Enfermedad y sociedad en México, siglos XIX y XX

 

Alberto del Castillo Troncoso*

 

México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas/Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2008

 

* Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

 

Personas sanas y enfermas han existido a lo largo de toda la evolución de la humanidad. El registro histórico de las enfermedades forma parte fundamental de nuestra experiencia como seres humanos y ha quedado plasmado con su enorme complejidad y sus distintos matices tanto en la ciencia como en las diferentes manifestaciones del arte y las humanidades.

Hace algunas décadas Gabriel García Márquez nos mostró de manera brillante en El amor en los tiempos del cólera la vinculación indisoluble existente entre la vida y la muerte, y la imposibilidad de comprender la salud sin tomar en cuenta la enfermedad en la trama social y en los pequeños detalles que le dan sentido al efímero paso de las mujeres y los hombres por este planeta.

La larga duración, la coexistencia de visiones del mundo distintas en constantes tensiones y contradicciones, así como la ausencia de una continuidad lineal en los procesos sociales se impone en los textos a la vertiginosidad fragmentada de la historia política convencional, separada en compartimentos perfectamente delimitados.

Vale la pena destacar también la crítica de fuentes a partir de una historia cultural que revisa la documentación oral, escrita y gráfica existente a partir de premisas antropológicas interesadas en la construcción de los procesos sociales.

Los once ensayos que integran este libro forman parte de un proceso colectivo de arduas discusiones generadas al interior de un seminario académico, lo que evidencia la presencia de intereses y preocupaciones comunes desarrollados de manera personal a lo largo de los trabajos, sin afectar por ello la riqueza de la diversidad y la heterogeneidad de los planteamientos y argumentos desarrollados.

La publicación abarca tres bloques que delimitan la propuesta colectiva en tres miradores distintos. El primero, titulado "Educación, higiene y terapéuticas vigorizadoras", analiza y valora la importancia de distintas estrategias higiénicas y terapéuticas dirigidas a sectores sociales específicos, entre los que sobresalen niños, campesinos y pacientes psiquiátricos en un largo periodo que incluye el siglo XLX y las cuatro primeras décadas de la centuria pasada. El segundo, titulado "Imaginarios médicos: aborto, prostitución y nutrición", nos acerca al punto de vista de médicos, juristas, escritores y científicos sociales en torno a la moral, la salud y la reproducción a finales del siglo XIX y principios del XX. Finalmente el tercer segmento, titulado "Campañas y programas estatales e internacionales de salud", nos muestra los encuentros y desencuentros entre proyectos estatales, contextos internacionales y resistencias locales de los usuarios de las políticas sanitarias instrumentadas por el régimen porfiriano y los gobiernos revolucionarios en las primeras seis décadas del siglo pasado.

Anne Staples abre el primer bloque con un sugerente ensayo titulado "Primeros pasos de la higiene escolar decimonónica", el cual nos muestra hasta qué punto el concepto de higiene predominante en los últimos años del virreinato y los primeros de la época independiente formaba parte de una visión del mundo distinta a la que se fue consolidando en México y en occidente en las décadas posteriores, como parte de un complejo proceso histórico que modificó sustancialmente una lectura virtuosa de la pobreza, antiguo símbolo de humildad, y la convirtió en una referencia negativa asociada a partir de la Ilustración a los vicios y las degradaciones morales.

La autora muestra de manera rigurosa y amena cómo en un mundo regido por normas y parámetros previos al descubrimiento de los microbios, la limpieza tenía que ver más con el orden y la virtud que con la higiene, tal y como la pensamos en la actualidad. En este contexto, la limpieza del cuerpo se relacionaba sobre todo con la raza y la clase social, y representaba una de las piezas que definía el lugar del individuo dentro de la sociedad, como parte de la utopía de una sociedad moralizada impulsada por el régimen borbónico, en un mundo dominado por las apariencias y la demostración de una visibilidad en la imagen pública.

En su ensayo titulado "Educación especial y ciencias médicas frente a la ceguera en la ciudad de México, 1870–1928", Christian Jullian analiza las características de un imaginario colectivo negativo en torno a los ciegos predominante en México y en occidente y delimitado al circuito ceguera–fealdad–repulsión, y representado en forma paradigmática por Hipólito, el pianista ciego imaginado por Federico Gamboa en su novela Santa y descrito por el célebre escritor como un ser repugnante "picado de viruela, la barba sin afeitar, lacio, el bigote gris y poblado, la frente ancha, grueso el cuello y la quijada fuerte. Su camisa puerca y sin zurcir en las orillas del cuello y de los puños; la corbata torcida y ocultándosele tras el chaleco; las manos huesosas, de uñas largas y amarillentas por el cigarro".

El autor delimita el perfil de esta percepción negativa en torno a la ceguera recreada por los ilustrados, reciclada por los escritores positivistas y evolucionistas spencerianos en la segunda mitad del XIX y consolidada por las ideas eugenésicas que se abrieron paso en las primeras décadas del XX, y analiza su influencia en un sector de la comunidad médica de aquellos años, atravesado también por la idea de la culpabilidad de los ciegos implícita en su condición de portadores de la herencia y la degeneración de la raza, lo que desembocó en la ausencia de una definición clara y precisa de la ceguera durante el periodo y a una escasa difusión de los avances registrados en la medicina preventiva y la oftalmología entre amplios sectores de la población.

Por su parte, María Rosa Gudiño presenta en su texto –"Educación higiénica y consejos de salud para campesinos en El Sembrador y El Maestro Rural, 1929–1934"– las características y el perfil de dos publicaciones dirigidas a los campesinos como parte de las llamadas "misiones culturales" emprendidas por la SEP a finales de la década de los veinte y principios de los treinta y que buscaban conformar comunidades rurales con ciudadanos limpios y sanos tanto física como mentalmente.

Como lo muestra de manera contundente la autora, el proyecto homogeneizador del Estado fracasó al no contemplar cambios profundos en las condiciones de vida de las heterogéneas comunidades, atravesadas por graves problemas de pobreza y de inequidad. Sin embargo, una de las aportaciones más relevantes del trabajo consiste en acercar al lector a la simbología desplegada en las publicaciones mencionadas, que contaron entre sus colaboradores con algunos de los artistas y escritores más destacados de América Latina en aquellos años, como fue el caso de Diego Rivera y Salvador Novo.

Esta simbología puede apreciarse de manera muy particular en algunas de las caricaturas de Rivera publicadas en El Sembrador, que satirizan la crueldad y la avaricia de los ricos y la contrastan en forma didáctica con la pobreza y el sufrimiento de las familias campesinas, devastadas por la problemática del alcoholismo. Es interesante preguntarse por las condiciones de recepción de este tipo de representaciones plásticas, contextualizadas por los propios artículos de estas publicaciones especializadas y desplegadas en ocasiones en periódicos murales para su discusión por parte de las comunidades.

Cristina Sacristán cierra este primer bloque con un interesante ensayo titulado "Para integrar a la nación. Terapéutica deportiva y artística en el manicomio La Castañeda en un momento de reconstrucción nacional, 1920–1940", en el cual analiza de qué manera se incorporó el trabajo institucional psiquiátrico al proyecto del Estado revolucionario de finales de los años veinte y su búsqueda para construir una mayor cohesión e identidad nacionales a partir de la promoción del deporte y la gimnasia.

Entre otras de las fuentes gráficas consultadas y recreadas en el texto sobresalen tres documentos: las fotografías de los internos realizando diversos ejercicios, un fotorreportaje publicado en la primera plana de Excélsior titulado "La transformación de los locos en artistas y gimnastas", el cual exhibe una serie de cuatro imágenes que muestran a los pacientes en distintos actos gimnásticos y recreativos y finalmente un grabado del artista Leopoldo Méndez alusivo a la locura, con la impronta expresionista del Taller de Gráfica Popular. Los primeros dos nos remiten de manera directa al campo retórico de la propaganda y su poder persuasivo, pero el tercero proyecta una visión inquietante de la locura, más cercana al arte y sus propuestas caóticas y subjetivas que al mundo ascéptico y ordenado que la psiquiatría de aquellos años buscaba representar.

En su adhesión a este proceso político la psiquiatría buscó una ratificación pública que no había podido construir en las décadas anteriores en el terreno médico y científico. Sin embargo, al apelar a la esfera pública y el uso de representaciones plásticas y fotográficas insertas en reportajes periodísticos y anuncios publicitarios de conciertos radiofónicos a cargo de los enfermos, la autora nos muestra cómo esta disciplina del control mental convirtió a los pacientes en espectáculo público y descuidó las premisas terapéuticas que supuestamente orientaban su quehacer científico.

Fernanda Núñez abre el segundo apartado con el trabajo "Imaginario médico y práctica jurídica en torno al aborto durante el último tercio del siglo XIX". En este último se cuestiona la ausencia de estudios históricos sobre el tema en lo que se refiere a la segunda mitad del siglo XIX en México, ante la existencia de lo que llama una doble invisibilidad, que se refiere al conjunto de prácticas corporales femeninas secretas y clandestinas y a la presencia de diversos temas morales y sociales muy polémicos en los que confluyen, entre otros, la ciencia, la religión, la justicia penal y las prácticas sociales, así como la moral social de una época.

Frente a este panorama, la autora nos presenta un recorrido crítico por el pensamiento de médicos, obstetras y legistas de finales del XIX y describe el complejo proceso a través del cual el aborto pasa de ser un pecado "privado" poco denunciado y castigado a convertirse en un delito que atenta contra los intereses de la familia, la sociedad y el Estado, tal y como es considerado hoy en día en una abrumadora mayoría de los gobiernos latinoamericanos, incluso en el de aquellos señalados expresamente como de "izquierda".

Huelga decir que la gran ausente en este tipo de problemáticas está representada por la propia opinión de las mujeres, lo cual, como bien señala Núñez, podría indicarnos una contradicción entre la aceptación de los discursos públicos y la frecuencia de las prácticas abortivas realizadas en el orden de lo privado.

Rosalina Estrada continúa en este viaje por los imaginarios con su artículo titulado "La prostitución en México ¿Una mirada francesa? En él se acerca a la elaboración de La prostitución en México de Luis Lara y Pardo, publicado por la Librería de la viuda de Bouret en 1908, obra que constituye una de las referencias más relevantes a dicho tema en nuestro país y la clave por excelencia del Porfiriato y fue el resultado de la conexión del autor con diversas corrientes filosóficas y médicas predominantes en Francia a lo largo del siglo XIX, con citas que nos permiten tomar el pulso a este tipo de pensamiento, como la siguiente: "Para la ciencia, la prostitución no es sino un fenómeno degenerativo, como la delincuencia, como la mendicidad, como todos los vicios sociales. Las prostitutas son seres inferiores, socialmente hablando, que participan de los caracteres de inferioridad que distinguen a los degenerados" (p. 177).

En su recorrido, la autora se detiene entre otros trabajos, en la obra inspiradora del trabajo de Lara y Pardo: De la prostitution dans la ville de Paris, escrita por el higienista francés J. B. Parent y publicada en París en el año de 1836, lo mismo que en el diálogo intertextual con la novela Santa de Federico Gamboa, la cual formó parte de un imaginario literario y científico en plena simbiosis durante aquellos años.

Al final, este diagnóstico nos permite una mayor comprensión de la postura del autor respecto del debate entre abolicionistas y reglamentaristas de la prostitución vigente en Europa y América hasta bien entrado el siglo XX y ubicarlo más cercano a los primeros, aunque con matices importantes, ya que también sugería un control más eficaz del problema a través de la higiene y la moralización.

Carlos Viesca cierra este segmento con el trabajo titulado "La Gota de Leche. De la mirada médica a la atención médico–social en el México posrevolucionario" y en él traza un sugerente recorrido por los proyectos y medidas impulsados por el Estado mexicano para mejorar la alimentación de los niños en las primeras décadas del siglo XX.

La preocupación por la niñez contó con distintas manifestaciones que se expresaron en nuestro país a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y encontraron sus logros más relevantes durante el Porfiriato. El trabajo de Viesca indaga en los pormenores de un periodo muy poco estudiado, que abarca los finales de los años veinte y los treinta, y apunta trazos interesantes, como el seguimiento del programa denominado Gota de Leche con Emilio Portes Gil, el cual estuvo basado en otras experiencias, particularmente la española y tuvo una existencia efímera en nuestro país, aunque la protección integral a la niñez continuó y obtuvo sus mejores logros durante el cardenismo, con una política de apoyo estatal mucho más efectiva, marcada por un proceso de medicalización de la alimentación, el crecimiento y el desarrollo de los infantes.

Ana María Carrillo abre el siguiente bloque con un texto titulado "Guerra de exterminio al 'Fantasma de las costas'. La primera campaña contra la fiebre amarilla en México, 1903–1911", en el cual documenta los esfuerzos de la política sanitaria porfiriana para enfrentar y derrotar en su momento a la llamada "enfermedad del diablo" o "fiebre pestilencial de América", mejor conocida en nuestro país como "vómito negro".

La autora traza el recorrido de la fiebre amarilla por distintas costas del territorio nacional y analiza las condiciones de recepción de la teoría revolucionaria del cubano Carlos Finlay y el hallazgo del mecanismo de transmisión de la enfermedad a través del mosquito Aedes aegypti en 1881, cerca de veinte años antes de que los estadounidenses se atribuyeran el mérito del descubrimiento.

Una de las aportaciones más importantes de Carrillo consiste en revisar las fuentes documentales mexicanas de finales del siglo XIX y demostrar que las políticas de salud moderna surgieron en nuestro país durante el régimen porfiriano, con el protagonismo del Consejo Superior de Salubridad, por lo menos una década antes de la intervención de diversos actores internacionales, entre los que destaca la Fundación Rockefeller.

Anne–Emanuelle Birn continúa en este apartado con el texto titulado: "'Revolución nada más'. La campaña de la Fundación Rockefeller contra la uncinariasis en México durante la década de los años veinte", en el cual analiza de manera rigurosa las distintas aristas políticas, económicas e ideológicas que integraron una de las primeras campañas médicas realizadas por la Fundación Rockefeller en México entre 1923 y 1928 con el apoyo del Estado posrevolucionario y las distintas perspectivas de los distintos actores sociales involucrados.

A diferencia de otras enfermedades, la uncinariasis no constituye una patología visible y se adquiere cuando las personas descalzas son expuestas a heces infectadas o tragan tierra contaminada. A partir de este perfil se entienden las dificultades de cooperación de parte de las comunidades y se refuerzan los métodos autoritarios de los médicos, que provocaban frecuentemente daños colaterales.

Entre otras aportaciones de este texto vale la pena destacar el uso crítico de algunas imágenes fotográficas promovidas como parte del aparato propagandístico del operativo y que son desmontadas por la autora, que subraya tensiones y contradicciones entre los sujetos fotografiados, supuestos beneficiarios de la campaña, y los valores publicitarios que se difundían en estas imágenes.

La mirada crítica de Birn explicita también los prejuicios colonizadores de algunos de los coordinadores de la campaña, los intereses corporativos de un sector de la elite médica mexicana, así como las críticas de otros grupos locales, todo lo cual no impidió el éxito final de la campaña, que constituye desde esta perspectiva un capítulo importante de la consolidación de la medicina científica en América Latina y una nueva clasificación de las enfermedades.

Claudia Agostoni continúa la reflexión en este apartado con "Historia de un escándalo. Campañas y resistencia contra la difteria y la escarlatina en la ciudad de México, 1926–1927". En su texto, la autora analiza la implementación del Estado mexicano de dichas campañas en un nuevo contexto internacional de políticas sanitarias, transformado por la consolidación de la bacteriología y la inmunología, que entre otras modificaciones fundamentales permitió una reconstrucción radical de las estrategias de salud pública, con la aplicación de las medidas sanitarias no sólo a la población enferma, sino también a las personas aparentemente sanas.

En un contexto nacional particularmente conflictivo, vinculado al episodio de la guerra cristera, la moderna política sanitaria de Calles e instrumentada por su Departamento de Salubridad fue percibida por algunos sectores conservadores de padres de familia y maestros, convenientemente respaldados por una parte de la prensa capitalina como una medida de corte bolchevique que violentaba el orden de lo privado para sentar las bases de una dictadura.

Con una mirada inteligente y al mismo tiempo amena, Agostoni profundiza en las distintas aristas del episodio, que tienen que ver entre otros factores con cambios culturales importantes en la lectura e interpretación de la niñez en las primeras décadas del siglo XX, la adecuación de las políticas sanitarias locales al nuevo contexto internacional que llegaría para quedarse a lo largo de la centuria pasada y la verticalidad y torpeza presentes en la aplicación de estas medidas por parte de las autoridades sanitarias, que no tuvieron en cuenta las características y el perfil político, social y cultural de los potenciales usuarios.

Al final el gobierno dio marcha atrás con un decreto promulgado en diciembre de 1926, en el cual renunciaba momentáneamente al carácter obligatorio de las vacunas. Unos cuantos años después, un debate parecido se produjo alrededor del proyecto estatal sobre la implementación de una educación sexual en el aparato educativo, con los mismos actores sociales a favor y en contra y con resultados muy parecidos, que obligaron a las autoridades a recular.

Marcos Cueto cierra el bloque con el texto titulado "La salud internacional, la Guerra Fría y la erradicación de la malaria en México en la década de los años cincuenta del siglo XX" en el cual aborda las vicisitudes de la campaña sanitaria contra la malaria, mejor conocida en México como paludismo, llevada a cabo por los gobiernos revolucionarios con la asistencia norteamericana en un contexto internacional atravesado por la Guerra Fría, que en América Latina tuvo dos episodios culminantes en el golpe de Estado impulsado por la CIA contra el gobierno democrático de Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954 y el triunfo de la revolución cubana al final de la década.

En este artículo, el autor analiza los distintos pasos de la estrategia sanitaria que resultó parcialmente exitosa, y se detiene en la percepción de los diferentes actores políticos y sociales involucrados: el gobierno de los Estados Unidos la concibió como parte de una estrategia global para contener la influencia del comunismo en Latinoamérica, la Unión Soviética, como un instrumento capitalista de expansión geopolítica en la región; el gobierno mexicano, como un logro más de la revolución en su lucha contra la pobreza, la medicina tradicional indígena y las supersticiones populares y, finalmente, la población afectada, de una manera ambivalente, ya que por un lado agradeció las medidas como parte de los esfuerzos modernizadores del régimen y al mismo tiempo padeció la instrumentación de medidas verticales y autoritarias de las autoridades que nunca la tuvieron en cuenta para la implementación de las medidas concretas.

En un complejo entramado político y social en el que aparecen en el horizonte diferentes factores, tales como el surgimiento de los intereses económicos del Congreso norteamericano, que en un momento dado ventila la idea de que esta coyuntura permitiría la venta de una gran cantidad de medicinas, insecticidas y equipos producidos en los Estados Unidos, los intereses políticos del sindicato de salud mexicano, que se da cuenta que sí erradica completamente el paludismo acabará también con la razón de ser del propio sindicato, la aparición en Norteamérica de fuerzas preocupadas por la contaminación ambiental contra la acción del insecticida que no sólo mataba al mosquito Anopheles, sino que acababa también con las gallinas, las abejas y los gatos de las comunidades, y reforzaba la resistencia de chinches y escorpiones, todo lo cual desembocó en 1972 en la prohibición de la aplicación del mismo en los Estados Unidos.

Al final la geografía se impuso y la enfermedad quedó erradicada en la parte del norte y el centro de la república, pero persistió en las zonas más atrasadas del sur, como parte de una compleja realidad de la migración guatemalteca, afectada por el mismo padecimiento. El interesante diagnóstico de Cueto subraya la ausencia de una valoración de la diversidad cultural imperante en los lugares afectados y la verticalidad de este tipo de medidas que aplican las disposiciones sin tomar en cuenta el consenso y la participación comunitarias que deberían acompañarlas.

Una de las aportaciones más relevantes de este libro consiste en la voluntad de preguntarse por el significado de la salud y la enfermedad en contextos históricos distintos, con actores sociales muy diferentes, lo que los lleva a revisar la implementación de afanes educativos y terapéuticos de diversa índole, la construcción de imaginarios colectivos polémicos y en su momento aparentemente irrefutables y el seguimiento de epidemias y otras calamidades, subrayando en todos los casos el papel de los comportamientos, las actitudes y las creencias de los sujetos sociales frente a cada uno de estos procesos.

Una vez hecho este recorrido por distintos vericuetos del México decimonónico y posrevolucionario se advierte de manera cada vez más clara que la mejor forma de conmemorar el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución mexicana pasa sobre todo por la reflexión y la crítica, tal y como se muestra en estos ensayos que reflejan el trabajo silencioso de muchos años de investigación por parte de los autores. Nada más alejado de la estridencia y la superficialidad de las celebraciones oficiales.

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