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Estudios de historia moderna y contemporánea de México

versión impresa ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.35 Ciudad de México ene./jun. 2008

 

Artículos

 

Una tomografía de la migración internacional: tres momentos en una región veracruzana

 

David Skerritt Gardner*

 

* En la actualidad es investigador del Instituto de Investigaciones Histórico–Sociales de la Universidad Veracruzana. Correo electrónico: dskerritt@uv.mx

 

Resumen

El artículo aborda la problemática de la migración masiva de veracruzanos a los Estados Unidos desde la década de 1990. Se pretende poner este proceso en perspectiva histórica, al lado de las explicaciones estructurales y de la coyuntura que predominan en los estudios recientes. Para alcanzar este objetivo se ha escogido una parte del estado de Veracruz que participó con la contribución de numerosos braceros a partir de 1944; de allí se emplean entrevistas a sobrevivientes de esa etapa de la migración para la reconstrucción de sus experiencias y, de allí, de una imagen del impacto que sus vivencias habrían tenido en sus familias y comunidades y en el proceso contemporáneo que ha sido denominado emergente.

Palabras clave: historia, braceros, región, Veracruz, migración emergente, tradición migratoria.

 

Abstract

The article explores the problem of the mass migration of residents of Veracruz to the United States during the 1990s. It attempts to place this process within a historical perspective, to complement the structural and conjunctural explanations of recent studies. To this end, the author has chosen a part of the state of Veracruz that participated by contributing numerous braceros from 1944 onwards. Interviews with survivors of this stage of migration were used to reconstruct their experiences and thereby create an image of the impact their experiences would have had on their families and communique ties and the contemporary process known as emerging migration.

Key words: history, braceros, region; Veracruz, emerging migration, migratory tradition.

 

En este artículo sobre la migración internacional enfocamos la atención en una región del estado de Veracruz que, por el momento llamaremos Córdoba–Orizaba: más adelante esbozaremos sus características y el porqué de esta elección. Se pretende abarcar un periodo relativamente largo, que inicia a mediados de la década de 1940 y llega hasta hoy, más de sesenta años de historia que no puedo tratar como un todo sino, como lo sugiere la metáfora clínica, desde la perspectiva de tres rebanadas de tiempo. La metáfora también se presta como una alusión a un proceso de diagnóstico y análisis de un cierto fenómeno.

Este deseo quirúrgico se inscribe en un campo de interés en expansión que se dirige hacia el fenómeno de la migración internacional que se ha presentado en el estado de Veracruz en años recientes. Las baterías académicas se apuntan hacia varios campos posibles de pesquisa: los problemas de orden estructural que han catapultado la entidad a la arena de la migración masiva e indocumentada a Estados Unidos desde más o menos 1990 hasta la fecha;1 el proceso mismo de los flujos, buscando con ello esclarecer los mecanismos que permiten estos movimientos (las redes sociales y la movilización de capital humano y social);2 la experiencia de la migración en cuanto nuevos mundos laborales, de convivencia, de violencia, entre otros temas afines;3 las remesas que pueden ser tanto en dinero y en la forma de bienes físicos así como de valores que pesan sobre las estructuras socioculturales de las comunidades de origen.4 Todo apunta hacia la emergencia de un proceso nuevo, especialmente si comparamos a Veracruz con otras regiones del país que manifiestamente tienen una tradición mucho mayor y enraizada que en el caso de esta entidad.5 Es particularmente en Veracruz donde destaca este proceso emergente.6 Por un lado, se explica la velocidad de desarrollo de la migración de veracruzanos a Estados Unidos en el contexto de las crisis estructurales y cíclicas en su territorio; por otro, se busca la comprensión de la rápida maduración del proceso en la apropiación de redes sociales existentes.7 Sin embargo, un argumento que se presenta en este texto es que a nivel de espacios más acotados en la entidad, encontramos islas de experiencia que modifican la noción de un proceso emergente y nuevo y, se deja ver una migración internacional con cierta tradición. A la vez que tratar espacios específicos en el estado de Veracruz, habría que preguntar si este tipo de islas no aparece en los territorios de otras entidades que están manifestando la migración emergente: casos de este orden podrían suceder, por ejemplo, en Puebla o Oaxaca.

Antes de adentrarnos en las particularidades del caso a la vista, es menester reseñar algunos de los aspectos que han sido resaltados como parte del desarrollo de los procesos de la migración internacional México–Estados Unidos. Para comenzar, en un estudio comparativo de 19 comunidades en el occidente de México, Massey et al.8 configuraron un modelo de la migración como un proceso acumulativo que pasa por cinco fases hasta que se acerca a lo que Kandel y Massey9 han denominado una cultura de la migración. El argumento atrás de este concepto es que los no migrantes observan a los migrantes y deciden emular su comportamiento. La llegada a este estado final en la migración tarda décadas para que alcance la autorreproducción y donde las razones estructurales que hayan dado origen a los flujos migratorios, ya no son los aspectos determinantes en las decisiones tomadas por los jóvenes que entran en el circuito del flujo a los Estados Unidos. En el universo dibujado por autores como los arriba mencionados, Veracruz queda en la categoría de la migración emergente comparada con la que se ejerce desde las regiones históricas o tradicionales del Occidente del país.10 Siguiendo la lógica de este corpus de literatura sobre lo tradicional y emergente, no debemos esperar encontrar una madurez en los procesos de socialización de la migración, es decir, un desarrollo profundo de las redes y la autorreproducción de la migración como resultado de la emulación.

Además del señalamiento que se hace de las distintas fases de la migración internacional, se han marcado ciclos de estos flujos transfronterizos que oscilan en el tiempo entre la legalidad, por un lado y la ilegalidad o la condición de indocumentado, por el otro. Así Durand y Massey11 subrayan los vaivenes entre estas dos categorías, en donde la política interna de los Estados Unidos determina, en gran parte, los espacios posibles y las condiciones para la inmigración. Antes de la Primera Guerra Mundial había poca apertura formal para los inmigrantes mexicanos; la primera conflagración global, sin embargo, condujo al primer ensayo en la contratación formal de trabajadores mexicanos para Estados Unidos.12 El inicio de la década de 1920 vio cierta inestabilidad económica y el retorno de sustanciales cantidades de mexicanos para que luego se revirtiera el proceso hasta el arribo de la Gran Depresión de 1929 y con ella la expulsión masiva de brazos y familias mexicanos:13 la condición de indocumentado se impuso sobre la estancia legal hasta inicios de la Segunda Guerra Mundial, cuando se negociaron los términos para la renovación de un sistema de trabajo temporal y bajo contrato, es decir, el Programa Bracero.14 Los años cincuenta y sesenta fueron signados por los vaivenes15 entre la legalidad y la condición indocumentada hasta que fue concluida la contratación de braceros y una reorganización de los mercados de trabajo en México hacia su asentamiento en el norte, donde se pagaban salarios mayores que en el sur y centro del país.16 A partir de ese momento, el cruce se efectuaba fundamentalmente en forma indocumentada —con poca vigilancia en la frontera— hasta mediados de la década de 1980, cuando se legisló en la Unión Americana una especie de amnistía de la Ley Simpson–Rodino (IRCA, por sus siglas en inglés). Esta etapa significó una fuerte reunificación familiar al norte de la frontera, seguida de un proceso de vigilancia creciente, especialmente a partir de septiembre 2001.17

No obstante la reserva mencionada arriba sobre las fases de la migración y el desarrollo de la madurez en el proceso de los flujos de trabajadores, Veracruz ha construido redes con una sorpresiva velocidad,18 especialmente en algunas partes de su geografía. Esto tendría que ver tanto con la capacidad de poner en movimiento el capital social cercano así como con la habilidad para el desarrollo de los nexos necesarios con grupos e individuos externos al grupo íntimo;19 seguramente es la segunda parte de esta dupla la que ha sido el secreto de los éxitos de los veracruzanos, o sea, la capacidad de explotar espacios y estructuras previas. Sobre los indicios de una migración existente quisiera desarrollar el presente texto en sentido de una experiencia o memoria previa que ha contribuido en parte en la maduración acelerada del proceso reciente en el estado de Veracruz, pero se trata de algo con una presencia al interior del grupo íntimo.20 Toda vez que se pretende abordar el caso particular, se quisiera presentar resultados que contribuyan al debate sobre el desarrollo del fenómeno de la migración internacional en el conjunto de los llamados espacios emergentes.

Este estudio se sitúa en el centro de Veracruz, en la región de Las Montañas; pero esta región instrumental abarca un territorio muy amplio y diverso, entonces para fines de este texto me limito a los alrededores de las ciudades de Orizaba y Córdoba. Más bien lo que incluyo en este estudio son dos espacios contiguos, cada uno con una historia propia pero interconectada por las vías de comunicación y el comercio. En primer lugar está el valle industrial de Orizaba que, aparte de la ciudad del mismo nombre, comprende los poblados de Río Blanco, Nogales, Ciudad Mendoza e Ixtaczoquitlán. Este conjunto de poblaciones tiene una historia íntimamente ligada a las industrias textiles, de cerveza y el cemento. El segundo espacio se relaciona más con la ciudad de Córdoba y su entorno agroindustrial: en particular, retomo tres municipios de ese ámbito; Yanga, Atoyac21 y Cuitláhuac. Entre los tres hay una unidad de paisaje constituida por la caña de azúcar y los ingenios azucareros. Pero en años recientes, esta unidad ha visto cierta diversificación, como ha sido el caso de Cuitláhuac donde ha aumentado el cultivo del limón persa. Más adelante habremos de comentar las alternativas productivas y de empleo en este espacio. Estos dos conjuntos constituyen el objeto de investigación en el espacio, en donde encontramos cierta concentración de la actividad migratoria hacia la Unión Americana.

Es menester mencionar que el fenómeno de la concentración de la migración desde determinados espacios también ocurre en algunas partes de la región tradicional. Así pues, Alanís22 nos relata cómo, durante la década de 1920, el estado de San Luis Potosí comienza a ocupar un lugar importante en el éxodo laboral del centro del país; sin embargo, destaca que la dinámica de estos flujos se concentraba a partir de la capital de la entidad y el municipio de Macehuala, con destinos en Estados Unidos, en Texas, California, Illinois, Michigan e Indiana.

A la vez, este tipo de núcleo puede constituirse en un punto para la expansión del fenómeno migratorio. Desde la década de 1990, Massey et al. señalaron que el Programa Bracero había abrazado a unos 4.5 millones de mexicanos, la mayoría de los cuales provenían de los estados de Jalisco, Michoacán, Guanajuato y Zacatecas. En su estudio de caso sobre Altamira, ubicado en esa región tradicional de expulsión, estos autores aseveran que "el Programa Bracero abrió la brecha para la migración hacia Estados Unidos".23 No obstante la importancia del Programa Bracero para la región histórica o tradicional de la migración a Estados Unidos, hay indicios poco atendidos de que zonas hoy señaladas como emergentes también tenían pequeños focos de concentración de braceros que de alguna manera aportan sus experiencias para el desarrollo de los flujos más recientes. Así, por ejemplo, Cordero documenta la experiencia de un ex bracero en Huaquechula, Puebla, y su influencia sobre algunos familiares y la toma de decisiones respecto de la migración.24 En la región zapoteca de Oaxaca, se ha documentado la importancia de los braceros como uno de los sustentos de migraciones posteriores.25

Es más, aparte del obvio impacto que tuvo el Programa Bracero para la consolidación de la migración desde la región histórica, es importante señalar que a partir de la promoción oficial durante la guerra, por medio de volantes y circulares mandadas a las autoridades locales y organizaciones sociales, el reclutamiento significó la apertura de una nueva veta de movilidad laboral para otras zonas del país, aun cuando las cantidades fueran muy inferiores a las de Jalisco o Michoacán, por ejemplo.26

Pero además de los espacios similares, mas no iguales, que retomamos para este estudio, tenemos en las manos tres rebanadas de tiempo que guían la narración y que pueden observarse en el esquema de los tiempos de la migración descrito renglones arriba. Tomamos como un primer momento la Segunda Guerra Mundial, de aquellos años del inicio de operación del Programa Bracero,27 yéndose numerosos veracruzanos para labores en la vía del ferrocarril y algunos a los campos agrícolas de Estados Unidos.28 El segundo momento es la continuación del Programa Bracero desde finales de la década de 1940 hasta los sesenta: es importante subrayar que en estos años se da una transición de la migración documentada (dentro del programa) hacia un aprendizaje de los caminos de la migración sin las garantías y burocracia del programa, es decir, una transición hacia la condición de migrantes indocumentados.29 Es más, para esos años ya se había cancelado el renglón de las contrataciones de trabajadores para labores en la vía del ferrocarril.30 Final y brevemente, termino el viaje en el tiempo con la tercera rebanada de la tomografía en las décadas de 1990 y 2000, o sea, ahora situando los espacios seleccionados en el tiempo contemporáneo, años signados casi exclusivamente por la ilegalidad o el reino de los indocumentados.

 

Abriendo brecha: los primeros braceros

Skerritt31 ha presentado información sobre el proceso en general de la contratación de braceros del estado de Veracruz para efectuar labores en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Estas contrataciones fueron llevadas a cabo principalmente para labores en las vías del ferrocarril de la Unión Americana. Aunque el estado de Veracruz no fue un muy gran proveedor de brazos para los contratos en Estados Unidos,32 se han detectado dos zonas que proporcionaron considerables cantidades de trabajadores para ese programa bilateral: en primer término tenemos a los entornos del puerto y ciudad de Veracruz de donde salió la mayor cantidad de brazos; en segundo lugar está la vasta región de Las Montañas, es decir, del espacio que aquí nos ocupa. La siguiente tabla presenta los datos que se refieren a las contrataciones de trabajadores de los municipios de interés para este texto.33

En este conjunto de municipios34 tenemos registrada más de la tercera parte de los veracruzanos contratados en 1945, por ejemplo. Pero más que tratar la cuestión de estas migraciones desde la perspectiva cuantitativa, se quiere recuperar algunos testimonios sobre el proceso y la experiencia de haber salido del país: de paso se introducen también aspectos relacionados con los motivos que determinaron las decisiones individuales de migrar a Estados Unidos.35

Comenzaremos con el último de los aspectos mencionados arriba: los motivos.36 Si bien había una crisis económica desencadenada por la entrada de México en la Segunda Guerra Mundial, ésta tenía sus efectos muy desiguales. Por ejemplo, la industria textil, en esos años todavía muy presente en el valle de Orizaba, se encontraba en un buen momento tanto en el mercado bélico de exportación como en el nacional, a falta de importaciones que compitieran con ella. Otras industrias en el valle también se veían favorecidas por la guerra: en particular estaba en auge la fabricación de cemento.

Así pues, para una buena porción de la clase obrera del valle había trabajo en estos años. Pero otras ramas de trabajo se veían seriamente afectadas: por ejemplo, todo lo relacionado con el transporte sufría las consecuencias de importaciones restringidas, la asignación muy controlada de vehículos (aun de los de uso) y los permisos para raciones de combustible y llantas, entre otras cosas. Trabajadores involucrados en estas ramas se encontraban ante el subempleo y el desempleo.37

Entre tener o no tener trabajo entonces, cabía una variedad de motivaciones. Quizá fue muy obvia la atracción de la posibilidad de un contrato como bracero para un chofer desempleado, sin trabajo simplemente porque su patrón no podía conseguir llantas para sus camiones: con tal de asegurar un ingreso, no importaba si se trataba de un empleo en México o en Estados Unidos, especialmente dado que había una serie de garantías concedidas por los dos gobiernos nacionales y, después de todo, sólo se trataba de una ausencia de seis meses, la duración máxima de cada contrato.

Pero en el caso de obreros que ya tenían su planta en una fábrica de textiles, las motivaciones no son tan claras. Ninguno de nuestros entrevistados ha mencionado directamente la posibilidad de ganar más dinero como objetivo especial, aun cuando así haya sido el caso. Sin embargo, en estas conversaciones se repite una respuesta al ser preguntado sobre los motivos de su viaje. Por ejemplo, Manuel Barbosa dijo: "me fui para conocer". Él también tomó la decisión porque sus amigos lo animaron y viajaron juntos hasta la frontera, aunque después de conseguir su contratación fueron separados.38 Don Filadelfo García tardó ocho años en conseguir su contratación de planta en la fábrica de textiles, en el puesto de fogonero, habiéndose desempeñado en varios oficios en el transcurso de su vida laboral previa: en los departamentos de fundición, soldadura eléctrica y halógena, en la fragua, la carpintería y en quehaceres mecánicos. A diferencia de Manuel Barbosa, el motivo de este señor fue más bien para tomar un paso hacia un cambio que, a la larga le permitiera dejar de ser empleado. Para estos trabajadores con su empleo de planta, el sindicato de la fábrica les extendía un permiso para ausentarse los seis meses a condición de que regresaran a su puesto ya terminado el contrato, so pena de la pérdida de los derechos y por ende del trabajo seguro. Esto nos pone en el terreno de la migración laboral como una especie de aventura o como una forma de ascenso mas no por la necesidad generada por el desempleo o trabajos intermitentes. Fue una aventura —en el sentido de hacer un salto a lo desconocido— en todos los casos aun para los que necesitaban el trabajo, pero aquí se trata de una elección hecha en pos de una nueva experiencia más que por la necesidad de ganar dólares.39 Un tercer hermano de la familia García Palafox, Francisco, también se contrató en 1945. Él logró un ahorro significativo con lo cual pudo comprar dos camiones para repartir cerveza.40

Los casos de braceros que hemos mencionado hasta este punto podrían clasificarse como trabajadores de elite, por haber contado con trabajo constante y con filiación sindical. No todos eran así. Si nos salimos del valle industrial de Orizaba hacia los campos cañeros, entramos en terrenos de regímenes mucho menos estables que en las fábricas de textiles, el de los ingenios azucareros. La estacionalidad de la zafra y la concentración del trabajo en un periodo de seis meses aproximadamente hacía que la contratación para el Programa Bracero tuviera motivos mucho más materiales. Por ejemplo, de Yanga salieron tres hermanos Álvarez Martínez: Ángel, Luis y Francisco, Chico. El motivo para estos tres jóvenes fue declaradamente monetario, como forma de complementar los ingresos de su padre, quien tenía una pequeña parcela de tierras a la vez que jornaleaba en los cañaverales.41 Pero, como veremos más adelante, las experiencias de estos hermanos fueron muy distintas.

Otra variante de motivaciones en el periodo del Programa Bracero durante la guerra fue contratarse para ahorrar y capitalizarse. Así, Eugenio Rueda 42 era originario de Córdoba pero durante la guerra ya radicaba en Yanga, donde mantenía un pequeño negocio de mercería y juguetes. Entre las pláticas en el parque con sus amistades y lo que prometía el Programa Bracero vio una posibilidad de aumentar su negocio con los ahorros que esperaba obtener del trabajo en Estados Unidos. Este señor tuvo repetidas experiencias de viajar a la Unión Americana: dijo que su contratación durante la guerra le enseñó "el camino", ya que al poco de terminar su periodo de seis meses volvió a salir de Yanga —de este aspecto de la repetición hablaremos más en la siguiente sección cuando se mezclan los viajes contratados con los indocumentados—. Cada viaje implicaba un aumento en su capacidad para comprar más mercancía hasta lograr poner un puesto fijo en el mercado del pueblo de Yanga. Este caso guarda cierta similitud con el de don Filadelfo García en tanto que no estaban buscando la aventura ni el complemento de ingresos frente a los inciertos mercados de trabajo en el área.

Entonces, para recapitular, los motivos eran variados: iban desde la plena necesidad de conseguir ingresos para la casa, hasta la aventura, la búsqueda de una forma de librarse del régimen asalariado en el trabajo y, finalmente, la capitalización de actividades comerciales. Tal vez hubiera más razones tras las migraciones ya que, depender, en este momento, de entrevistas a sobrevivientes sobre lo que les sucedió hace más de sesenta años implica un sesgo: por ejemplo, los que se pudo entrevistar son, por lo general, los más jóvenes entre los que se contrataban y, además, eran solteros,43 en el mejor de los casos, con un noviazgo más o menos serio que esperaba el enlace después del contrato. No obstante, ninguno de los entrevistados habló de ganar dinero para iniciar la formación de una familia, que es precisamente lo que hizo don Rubén García, pero a su regreso a Ciudad Mendoza.

Un elemento que debe quedarse para tratar más adelante es ¿qué tipo de efectos han tenido los distintos motivos tras la decisión de contratarse como bracero? Se podría plantear cierta predisposición en favor de la experiencia por venir cuando se trata de los aventureros, más que en el caso de los que veían una necesidad apremiante de buscar alternativas de empleo o complementos de ingresos en el caso de las estructuras estacionales del trabajo.

En seguida presentaremos datos sobre la experiencia de estos trabajadores, de los primeros en engancharse bajo el Programa Bracero. Hay que recordar en primer término que los contratos concertados en tiempo de guerra eran distintos a los de los años posteriores: en su formulación inicial, el acuerdo suscrito entre los dos gobiernos indicaba que la administración de la Unión Americana era el contratante y el garante de las condiciones de trabajo fuese éste en las vías férreas o en los campos agrícolas.44 Este condicionante implicaba, hasta cierto punto, una inversión importante de parte del gobierno de Estados Unidos, por concepto de vigilancia del cumplimiento de parte de las empresas y los granjeros, no obstante la desigualdad en la relación bilateral que ha señalado Driscoll.45 Rubén García Palafox 46 considera que su trato en las labores de la vía fue muy bueno, señalando que los contratados para estos trabajos tenían que ser protegidos, para que la inversión implícita en la contratación fuera realizada y para no aumentar los riesgos de una mayor descomposición del sistema ferroviario de aquel país, mismo que reportaba serios problemas desde antes de la guerra.47 En general los entrevistados de esta fase de la migración a Estados Unidos aseveraron haber recibido un buen trato: también subrayaron dos aspectos importantes; lo duro de los trabajos y los sufrimientos a causa de calor o frío, así como los peligros, especialmente en las labores de las vías del tren.

Si bien el régimen de trabajo (tanto por la naturaleza misma de las labores como las condiciones bajo las cuales había que trabajar) era duro, sí hubo una retribución para los que iban en búsqueda de mejores ingresos. Si dejamos de lado la discusión de la forma en que los norteamericanos apuntalaban un régimen de bajos salarios y por tanto de una explotación de la mano de obra (la desigualdad estructural que explica en parte la atracción de la mano de obra extranjera),48 podemos apreciar una mejoría para trabajadores mexicanos comparada con la situación general de la economía en sus lugares de origen.49 Los talones de pago que guarda don Filadelfo García indican ingresos variables, pero con un promedio neto de 36.86 dólares por semana, después de las deducciones por concepto de alimentos, hospedaje, seguro médico y el hoy controvertido fondo de ahorros.50 A una tasa aproximada de cuatro pesos por dólar, entonces se ganaba ya libre de muchos gastos corrientes, una cantidad equivalente a 140 pesos mexicanos semanales. Si al inicio de la guerra un jornal podría ascender a cuatro pesos diarios, y al terminar las hostilidades esta cifra se habría duplicado por la inflación,51 tendríamos un ingreso semanal que oscilaría entre 24 y 48 pesos.52 La diferencia entre los ingresos en dólares y en pesos era menor cuando se trataba de salarios mexicanos ganados en sectores especializados, como sería el caso de varios de nuestros entrevistados, con su plaza de planta en la fábrica de textiles, por ejemplo: no obstante, los ingresos recibidos por cuenta de los contratos como braceros, por lo menos durante el periodo de la guerra, representaban una mejoría sobre los salarios nacionales.

Para los que fueron contratados en las vías del ferrocarril, la vida era errante —quince o treinta días en un lugar y luego a moverse a otro sitio— y, normalmente, los campamentos de los braceros estaban un poco alejados de centros urbanos. Por ello, como comenta Eugenio Rueda, se gastaba en lo necesario, a veces en un poco de ropa; pero fundamentalmente el salario le quedaba entero, no había realmente en qué gastarlo. Así los entrevistados hablan de una vida frugal y con ciertas incomodidades asociadas con, por un lado, los extremos del clima que ya comentamos y, por otro lado, a causa de las constantes mudanzas del lugar de trabajo. No obstante estas constantes, don Rubén García, por ejemplo, describió en términos positivos el alojamiento en Arizona: un gran galerón dividido en muchos cuartos para dos personas cada uno. Cada cuarto tenía una pequeña estufa, un baúl con cobertores y almohadas y las provisiones básicas. A diferencia de lo que relata don Eugenio Rueda en su experiencia, en este caso, cada quien preparaba sus alimentos. Filadelfo García cuenta que en su grupo de trabajo dormían en vagones de tren, equipados con camas; aparte había el carro restaurante, esta vez con un cocinero gringo. Tomando en cuenta las circunstancias bajo las cuales laboraban estos braceros, los entrevistados no se quejaron del trato ni de las condiciones en que habitaban los campos y los sitios de las labores.

Un punto final que falta tratar en esta sección del texto es el relativo al proceso de aprendizaje durante la experiencia de ser braceros. Hay una especie de acuerdo entre los entrevistados en este sentido: o bien adquirieron una ética del trabajo o si ya la poseían, entonces la experiencia sirvió como reafirmación de ella: el hecho de sobrevivir las inclemencias del tiempo y las dificultades laborales era una prueba de las capacidades de ellos. Por ejemplo, don Filadelfo García refiere su experiencia laboral previa a su salida, que le había preparado para el manejo del marro; por lo tanto, en comparación con la mayoría de sus compañeros, no le costaba ningún esfuerzo extraordinario efectuar las labores duras exigidas en la vía. También comenta sobre la calidad de los trabajadores norteamericanos, encargados de las labores más especializadas: los lunes no llegaban o estaban crudos. En cuanto los capataces se dieron cuenta de que él sabía arrancar las máquinas de la vía, fue ascendido y recibió un aumento de salario. Entre sus habilidades previas y las que adquirió durante su estancia en Estados Unidos, este entrevistado concluye que a su regreso a México estaba mejor preparado para llevar a cabo su proyecto de independizarse del trabajo de la fábrica.53

En general, los entrevistados para este periodo concuerdan en que el régimen de trabajo era estricto y, por lo tanto, para poder aguantar los ritmos y las dificultades que los enfrentaban, tuvieron que aprender la disciplina que se imponía en sus labores. Ellos ven este aspecto como algo positivo para cuando regresaron a México, o bien para retornar a su puesta en la fábrica (los señores Rubén García y Manuel Barbosa) o si no, en su afán de mejoramiento a través de la formación de un taller mecánico o invirtiendo más recursos en un puesto comercial (los señores Filadelfo García y Eugenio Rueda). Incluido en esta valoración de su propio desempeño, se encuentra una especie de admiración por la organización de la vida material en la Unión Americana, que contrastaba enormemente con la que habían vivido estos señores en sus años en México.

Este tipo de elemento valorativo es importante para el establecimiento de puentes entre las experiencias pasadas de migración y el proceso contemporáneo, llamado emergente, lo que se platicaba entre las generaciones sobre la mesa o en ratos libres.

 

La configuración de prácticas: una segunda etapa

Desde los años del Programa Bracero se dio inicio a un importante proceso de aprendizaje, tal y como hemos señalado en la sección anterior. A la vez que fue estimulada la contratación bajo las condiciones del programa mismo, las circunstancias de los años posteriores a la guerra se modificaron, dando pauta a distintas experiencias. Por un lado, la forma de contratación fue cambiada en varias ocasiones; por otro, aumentaron los estímulos hacia el cruce indocumentado de la frontera.

Para lograr la contratación, aun a partir del comienzo del programa, se requería de la movilización de cierto capital social. Para el periodo de la guerra, Skerritt 54 ha tratado la cuestión de los apoyos de instituciones públicas y organizaciones sindicales, personalidades de la vida política y de particulares, tanto individuos como empresas. Cuando terminó la Segunda Guerra y el gobierno mexicano asumió un papel mucho más limitado y además, el de Veracruz en particular se mostró francamente hostil a la continuación de la contratación de brazos entre su población, las formas de movilización de capital social se modificaron hacia lo que hoy podría denominarse simplemente la corrupción. En su libro sobre las dificultades experimentadas entre México y Estados Unidos sobre los términos de las contrataciones de braceros, Salinas55 dedica un espacio a la industria de la corrupción que reinaba en la ciudad de Irapuato mientras era sede del reclutamiento a principios de la década de 1950.

Las dificultades que experimentaban los braceros en esos años después de la guerra no eran privativas de los trabajadores provenientes de las regiones tradicionales de la migración internacional. Un informante veracruzano 56 —Roberto Hernández Prieto— relató su forma de contratación en el mismo periodo que narra Salinas: la forma de acceso al programa, para él y sus parientes y amistades fue a través de la tía Epifanía Mendoza (habitante reconocida de Cempoala), quien sostenía contactos con personas influyentes en la ciudad de México, en la oficina encargada del reclutamiento. Así, en esa oficina, los cuatro amigos de Cempoala recibieron cartas de recomendación para el proceso de selección en la ciudad de Irapuato. Esta forma de acceso fue restringida a un círculo relativamente pequeño, de tal manera que no viajó con ellos gente de las rancherías alrededor de Cempoala. Cada lugar tenía su manera, o red, de acceder al programa, un personaje que tenía un conocido, un licenciado, en México o en la sede destinada para llevar a cabo la concentración de los reclutas cada año.57 Es interesante resaltar en este caso que, no obstante haber migrado durante los años de tensión entre México y Estados Unidos, este informante no hizo mención de los problemas de expulsión que experimentaban muchos mexicanos en 1953 y 1954.

A la vez que los futuros braceros tuvieron que movilizar diferentes recursos de este lado de la frontera para lograr su selección, también comenzaban a aprender los caminos para cruzar la línea y cómo moverse del otro lado de ella. En otras palabras, aprendieron los caminos de la migración indocumentada. Este proceso de aprendizaje fue de beneficio tanto para los trabajadores como para los patrones norteamericanos. Los últimos no tenían que apegarse a las condiciones contractuales exigidas en el Programa Bracero, que insistían en la provisión de una serie de garantías en áreas como salario, salud, alojamiento, entre otras. Los trabajadores, por su parte, evitaban la desesperante burocracia de ambos lados de la frontera y, tal vez muy importante, el indignante trato a manos de las autoridades de salud de la Unión Americana en el momento de cruzar la frontera.58 La espera en los puntos de contratación podía extenderse, causando gastos crecientes; entonces la opción indocumentada comenzaba a ser vista con mejores ojos entre los trabajadores.

Las redes comenzaban a articularse desde los lugares de origen y ya no tanto desde los puntos de contratación y de las organizaciones sociales que proporcionaban apoyos. En esta segunda etapa, algunos rastros institucionales quedaban: así pues, para los trabajadores eventuales del ingenio El Potrero, municipio de Atoyac, la sección sindical abría una lista cada año para las inscripciones que, a su vez, se turnaba a la ciudad de México para la expedición de los pases. Por ejemplo, el señor Salomón Gómez 59 fue contratado por primera vez en 1956, junto con cuatro trabajadores más de Potrero Nuevo (la sede del ingenio), por medio de la lista que levantó el secretario del sindicato. Pero más lejos del núcleo de la fábrica, los apoyos tuvieron que conseguirse de otra forma como la manera empleada en el caso del señor Hernández Prieto, que mencionamos arriba.

Como lo referimos en la sección anterior, don Eugenio Rueda 60 fue contratado de manera regular para empezar a trabajar en el periodo de la Segunda Guerra. Sin embargo, después de su primera incursión en el mercado de trabajo de Estados Unidos, ya pasando a la segunda etapa, recurrió a otras formas de llegar hasta allá. Dice que pronto y con gran facilidad aprendió los caminos para llegar de manera indocumentada. Su segundo viaje lo efectuó de manera semidocumentada. Un conocido suyo en Yanga le dio una tarjeta para presentarse en la oficina de migración en Reynosa. Allá le proporcionaron una mica para un cruce local, con derecho de paso dentro de la franja fronteriza y nada más. Salió de Yanga rumbo a la frontera donde le fue proporcionado ese documento que le daba permiso de una entrada con alcance local; en seguida de su cruce fue contratado para trabajar en un rancho en Texas, más allá de la zona fronteriza. En el camino rumbo al rancho, el autobús en que viajaba fue detenido por oficiales de migración; su documento ya no tendría validez tan lejos de la línea fronteriza, pero al ser cuestionado, él dijo que solamente iba con la intención de comprar una camioneta y que luego regresaría a México, una respuesta que satisfizo a los agentes de la migra y lo dejaron pasar. Más que nada, este tipo de incidente es testimonio de un sistemático contubernio de intereses entre patrones (especialmente agrícolas), trabajadores y de un amplio espacio indefinido en la esfera política, mismo que serviría como intermediación. La cuestión para los trabajadores era cómo acceder a estas redes de la informalidad tendidas desde las comunidades hasta las granjas en Estados Unidos.

Francisco Chico Álvarez61 inició su vida de migrante por la vía legal por medio de la contratación como bracero, también durante la primera etapa. Su primera experiencia fue en el trabajo de la vía férrea en Ohio, donde, según él, hacía mucho frío. Luego logró una mudanza de su contratación más hacia el sur de Estados Unidos hasta que terminó su itinerario en Denver, Colorado. Su contrato original caía dentro de las condiciones del acuerdo de braceros para las vías férreas, rubro que desapareció después de la guerra. No obstante, Álvarez, como muchos otros, logró estabilizarse en esta esfera de trabajo durante esta segunda etapa de contrataciones, después de la Segunda Guerra Mundial. Con el tiempo, logró establecerse de manera permanente hasta 1982 cuando, por razones sentimentales, decidió regresar a su pueblo natal y vivir de su pensión mientras, durante su estancia prolongada en Estados Unidos, de vez en cuando regresaba a México. En particular, cuando su hermano Ángel, un conocido jugador de béisbol en la región, fue asesinado, volvió pero perdió su tarjeta o mica en la ciudad de Agua Prieta, Sonora. La espera de una reposición del documento habría sido demasiado y pudo haber afectado el permiso de ausencia que tenía de su patrón. Por ello, simplemente pasó la frontera de "mojarra". Este caso es clave para comprender el proceso de la continuidad establecida entre las tres etapas aquí planteadas, ya que el periodo extendido de la estancia de Álvarez en Estados Unidos, más sus regresos periódicos, implicaban la exhibición en Yanga de su éxito: incluso, su retorno definitivo en 1982 para vivir de su pensión (unos mil dólares mensuales) lo presenta como un ejemplo de los beneficios del trabajo en Estados Unidos.

El desliz del estatus legal al de indocumentado se hacía más y más frecuente conforme se iba cimentando una relación entre un trabajador y su patrón. Aunque no resultó en una contratación fuera de los acuerdos, tenemos el caso de Luis Álvarez, quien guarda una carta fechada 5 de mayo de 1947, firmada por John Nolde en Lingle, Wyoming, que indica la forma en que un trabajador pasaba de una a otra etapa de la contratación. La carta dice:

Dear Luis,

I went to the labor office today, and inquired about transferring you and your friends back here. I was told to ask your supervisor at the office in Yuma, for him, if he can transfer you to Torrington [la sede del condado donde se localiza Lingle].

The beet will be ready to work by the 23th [sic] of May.

Show your supervisor this letter, and he will know that you and your friends have worked here.

I would like to have you and your friends by the 23th [sic] of May. Let me know as soon as possible.

Very truly yours62

Esta carta es una clara muestra de los deseos de los patrones de poder moldear la oferta de mano de obra según sus necesidades, lo cual, si no resultaba de los formatos acordados entre los dos gobiernos, podría llevar a ese desliz hacia el estatus de indocumentado que comenzaba a asumir una importancia después de la guerra. En otro caso que toca la parte industrial del área de mi estudio, el del señor Máximo García Cortés,63 esta persona siguió contratado durante seis años con el mismo patrón, un granjero japonés cerca de Anaheim, California. Las relaciones laborales se personalizaban hasta cierto punto.

No obstante las presiones que empujaban a trabajadores hacia los cruces clandestinos de la frontera, muchos persistieron con la contratación temporal dentro del esquema del Programa Bracero. Luis Álvarez,64 hermano de Francisco Chico, realizó su primer viaje en 1944, en la primera etapa, pero continuó hasta 1953, año en que hubo una suspensión temporal del acuerdo. Los primeros dos años laboró en las vías férreas, pero cuando fue terminada esa parte del acuerdo de trabajadores temporales para las empresas ferrocarrileras, él continuó en el programa desempeñando labores agrícolas. Luego pasó de nuevo a laborar para una empresa ferrocarrilera, no obstante se suponía que ya no habría braceros en estas labores, señal del relajamiento en la vigilancia ejercida sobre los trabajadores migrantes. En 1950, regresó para el entierro de su hermano (beisbolista profesional), pero experimentó dificultades para salir de nuevo. Aunque no hay documento que lo demuestre, es posible pensar que el gobierno del estado de Veracruz bloqueaba la expedición de un pasaporte. En esos años los gobiernos estatales podían expedir pasaportes provisionales: en el caso de Veracruz, se informó que desde 1944 ya no hacía tal cosa.65 Ante esta situación, encontramos que don Luis guarda un pasaporte provisional expedido por el gobierno del estado de Morelos que anota su residencia permanente en la ciudad de Cuernavaca. Este último hecho indica claramente el desarrollo de redes y de conocimiento que facilitara la migración, que en el caso de don Luis no era declaradamente indocumentada pero sí irregular por sus labores en el sector ferrocarrilero y la forma de conseguir documentación mexicana apócrifa.

Si hubo una tendencia a que la migración, con o sin contrato, para el periodo de la posguerra, se concentrara más entre trabajadores del campo o los que tenían algún vínculo con los ingenios azucareros, los flujos no se acabaron desde la parte industrial del área que escogimos para este estudio. En particular, hemos encontrado núcleos de migrantes de la ciudad de Río Blanco. Uno de ellos, que acabo de mencionar líneas arriba, el señor Máximo García Cortés, trabajó durante catorce años como bracero. Su primera salida fue en 1950, cuando tenía veinte años y era todavía soltero. En ese momento, laboraba en la fábrica de textiles del pueblo. Pero al ver que un día fue desmantelado el Departamento de Acabados de Tela para su traslado a otra planta de la misma empresa en Xochimilco, él decidió que era el momento oportuno para probar su suerte en la Unión Americana. Según este informante, en 1950, fueron 87 los trabajadores de Río Blanco que viajaron al Distrito Federal donde fueron congregados en el Hipódromo, para posteriormente ser trasladados en tren hasta Sonora, antes de su cruce y reparto entre los granjeros estadounidenses.

Aunque 1950 figura como un año especialmente difícil para Río Blanco y uno de cuyos resultados fue el enlistamiento de los 87 trabajadores que por necesidad o el sentido de aventura se fueron a Estados Unidos, las salidas continuaron a lo largo del periodo de las contrataciones. Así, Miguel Torres Rodríguez 66 inició sus salidas en 1952, siempre haciendo contratos cortos de 45 días y con permisos temporales del sindicato de la fábrica de textiles. Él entró en este proceso tanto por la aventura como para ganar dinero extra. Siguió su ir y venir hasta 1958 cuando, harta de las angustias que le causaba, su madre le quitó su pasaporte.

Igual que en el caso del ingenio El Potrero, en el pueblo fabril de Río Blanco, fue la organización sindical la que facilitó su contratación por medio de una lista que se pasaba a la COCM (central obrero–campesina a la cual no estaba afiliado el sindicato de Río Blanco).67 Se entiende de la entrevista que los rioblanquenses fueron aceptados en la lista por medio de algún acuerdo entre cúpulas sindicales, ya que se suponía que la contratación iba a ser explícitamente para trabajadores del Distrito Federal. Pese a que sólo desempeñó tareas de fábrica en México, todos los trabajos de don Máximo en Estados Unidos fueron de campo.68

El caso del señor García Cortés ejemplifica la compleja situación que vivían los trabajadores en este periodo de transición de ser contratados como indocumentados. Los contratos eran de un máximo de seis meses, al término de los cuales el trabajador debía volver a México y, si así lo deseara, solicitar un nuevo contrato. Para su primer contrato, don Máximo trabajó unos cuantos días en una granja cerca de Mexicali, apenas dentro del territorio estadounidense. Sin embargo, las condiciones de trabajo y de alojamiento eran deplorables, de manera que se regresó al campo de contratación del lado mexicano de la frontera para arreglar un cambio. De allí se fue a Merced, California, donde completó su contrato de seis meses, en la cosecha de tomate, almendras y duraznos, entre otras cosas. Regresó a México en noviembre 1950: en marzo del año siguiente se fue de nuevo, ahora a Norwalk, cerca de la ciudad de Los Ángeles. Esta vez no volvió a tierras mexicanas al término de su contrato sino que se quedó durante dos años en el mismo empleo: o sea, hizo un desliz hacia la condición de indocumentado. El granjero, un arrendatario japonés, tuvo que mudarse y se fue a otra finca cerca de Anaheim, don Máximo continuó laborando con él seis años más. Después tuvo otros patrones hasta que en 1963 regresó a México, se casó e inició una familia; por haber estado fuera de la fábrica tanto tiempo y por el dramático declive del empleo en ella, se incorporó a una empresa nueva en la región, de aire acondicionado, donde laboró otros veinte años como electricista, hasta su jubilación. O sea, en este caso, sería difícil pensar que la experiencia migratoria le había mejorado mucho su situación ya de regreso a México.

El caso de este señor ilustra la fluidez entre los dos estados jurídicos en que vivían muchos de los braceros. De los que se fueron de Río Blanco, cinco o seis desertaron sus contratos y nunca volvieron y, como don Francisco Álvarez, de Yanga, se casaron allá, o bien con otras hispanas o incluso con norteamericanas anglosajonas. Así fue el caso del líder de la banda de música del sindicato de Río Blanco.

Otro elemento de la transición entre legal e informal es que, estando en Estados Unidos, don Máximo consiguió que fueran inscritos en el programa un hermano menor (en 1957) y su cuñado, Gustavo Olivares.69 Ninguno de estos dos cumplió con más de un contrato de seis meses.

Este último punto nos lleva a la cuestión de los motivos y el proceso de la comunicación. Gustavo Olivares ya estaba casado y, según relata, accedió a la insistencia de su cuñado simplemente para probar, para que no le contaran cómo estaban las cosas. Él ya recibía los mensajes de su cuñado, Máximo García, de que el trabajo era duro pero que se podía ahorrar y que el dinero sí rendía frutos. Don Máximo dice en entrevista que, de joven, soñaba con no vivir en casa de madera, como era la suya en Río Blanco. Su papá le asignó una porción del terreno donde se suponía que algún día construiría su propia casa. Cuando ya estaba en Estados Unidos, don Máximo mandaba dinero a su papá, quien se encargaba de hacer la construcción. Pero, dice, cuando su papá le mandó las fotografías del avance de la obra, se dio cuenta de que no se estaba realizando el trabajo en el lugar acordado, lo que no le gustaba. Entonces dijo a sus papás que se quedaran con la casa nueva. Luego vino una creciente del río que se llevó la casa de madera, por lo cual, don Máximo mandó hacer otra de material, ahora sí, a su gusto y para su uso. Este historial era parte de lo que se podía transmitir a otros miembros de la familia y amistades como los beneficios de la migración. El cuñado no se quedó más tiempo, porque ya tenía su trabajo de base en el ingenio de El Potrero, estaba casado y tenía cierta estabilidad material.

El hermano menor de don Máximo era otra historia: éste tenía un pequeño negocio comercial y de forma similar a lo que contamos arriba en el caso de don Eugenio Rueda, de Yanga, los imágenes de éxito que transmitía don Máximo le sugerían una estancia breve para agregar liquidez a sus movimientos económicos en Río Blanco. Con un solo viaje le bastó para alcanzar sus objetivos.

El Programa Bracero terminó en 1964 y, en general, los entrevistados no volvieron a migrar, o bien porque ya no contarían con las garantías laborales contenidas en el acuerdo y no quisieron seguir el paso de algunos compañeros que eligieron el camino indocumentado, o porque habían alcanzado alguna mejoría en sus condiciones de vida.70 Uno de los entrevistados —Gustavo Alejandre Martínez— sí continuó sus viajes, de manera ilegal, actuando como burro para llevar y traer bienes para migrantes. Le acompañaban sus hermanos y, finalmente un sobrino se estableció en el estado de Washington. Terminó sus viajes cerca de 1980, igual que el otro caso que hemos mencionado de Francisco Álvarez.71 Aun cuando la migración legal se había cortado, la indocumentada persistía.72

 

La migración emergente: una conclusión

Para iniciar este último apartado o imagen de la tomografía es menester mencionar un aspecto que nos permite establecer los puentes entre los momentos tratados de manera separada. Cuando hablaban del periodo de la Revolución Francesa, Briggs y Burke73 nos recuerdan que es "necesario considerar la contribución de todas las partes del sistema de comunicación". Esta idea es muy sugerente desde el punto de vista de pensar en que la comunicación que da pauta a la ola de migraciones recientes tenga que ver exclusivamente con las redes y el capital social inmediato. De esta manera la migración reciente no necesariamente se explica en sus orígenes, proceso y experiencias totalmente con base en elementos coyunturales y contemporáneos. Ya se ha dado a entender aquí que la influencia de los braceros podía inducir a una reproducción de la migración, como fue el caso de don Máximo ante su cuñado y hermano menor. Y ahora se sugiere que los componentes pasados del sistema total de comunicación inciden, aun cuando no necesariamente tengan una influencia directa, en la toma de decisiones de los contemporáneos, sí actúan del todo en la arena de las sociedades locales.

Antes de volver a algunos aspectos de las entrevistas que hemos realizado con ex braceros, iniciamos este apartado con la información oficial que se genera en torno a las migraciones recientes en los municipios del estado de Veracruz. Después de ese ejercicio, podemos volver a contrastar esa información de orden general con la experiencia específica que obra en la memoria histórica sobre la migración. Con esto, pretendemos cerrar el círculo de pasado–presente, entre las viejas y las nuevas migraciones que tienen lugar en la entidad.

Para iniciar, presentamos algunos datos sobre el fenómeno actual de la migración y su peso en la estructura demográfica de los municipios que, desde principios de este texto, hemos señalado como objeto de investigación. La siguiente tabla presenta un ejercicio realizado por el Consejo Nacional de Población (Conapo) que pretende medir la intensidad (con base en una fórmula que registra la frecuencia de las experiencias de migración entre la población adulta) de la migración hacia el exterior.

De estos datos hay que señalar que, en el año 2000, el Conapo únicamente colocaba a dos municipios veracruzanos en la categoría de "muy alto", y tres más en la de "alto". No obstante una baja intensidad general para el estado de Veracruz, no podemos perder de vista los señalamientos en torno a la emergencia de este fenómeno como algo masivo a partir de la década de 1990. Como se aprecia, uno de cada categoría —muy alta y alta— está presente en nuestra tabla de localidades estudiadas: o sea, podemos decir que el área que elegimos está colocada en el centro del fenómeno de esta migración emergente.

Las proyecciones del Conapo sobre el posible comportamiento demográfico de 2005 a 2030 indican un dramático retardo del crecimiento de la población. La siguiente gráfica presenta los datos para los municipios que nos ocupan, con lo cual se indica la fuerte presencia de la emigración en la mayoría de ellos.

Los municipios del estado de Veracruz, en conjunto, apenas lograrían un crecimiento positivo, pero el único espacio municipal que nos ocupa y que promete algún tipo de dinámica de crecimiento es Ixtaczoquitlán, municipio que ha entrado en un proceso acelerado de desruralización y un aumento en el uso del suelo para fines industriales y de servicios. Córdoba apenas mantiene un crecimiento positivo; Orizaba cae debajo del índice de 100. Los otros municipios, rurales o urbanos, muestran una caída importante en términos absolutos; para 2030, se pronostica que Yanga —el municipio señalado con una intensidad muy alta de migración— tendrá sólo el 31% de la población anotada en el conteo de 2005.74 Yanga es el caso más dramático en este escenario pero, como se aprecia en la gráfica arriba, el descenso demográfico del área en general será sustancial bajo el argumento de ceteris paribus que subyace en las estimaciones del Conapo.

Hay elementos estructurales y coyunturales que inciden en la evolución del fenómeno migratorio en esta área. En general la estructura del mercado de empleo ha sufrido por distintas razones. Por ejemplo, la prolongada agonía de la industria textil en el valle de Orizaba se refleja en los pronósticos para los municipios de Río Blanco, Nogales y Camerino Z. Mendoza: las incertidumbres estructurales (estacionales) de la industria azucarera más la crisis coyuntural que explotó durante la administración de Vicente Fox con el embargo de la mitad de los ingenios en el estado han contribuido a los estímulos para la expulsión de mano de obra del área.75 Estas consideraciones podrían ser suficientes para la explicación de la velocidad y la magnitud del flujo de trabajadores hacia la frontera norte y los Estados Unidos.

No obstante este argumento fundamentado en los procesos socioeconómicos que emergen en la coyuntura, regreso al punto de la posible influencia de la experiencia previa de los braceros (de los que siguieron los caminos legales así como los que se deslizaron hacia la condición de indocumentados) como factor en la memoria histórica del área de estudio y, por tanto, como un coadyuvante a la toma de decisiones respecto de la migración.

En primer término hay que mencionar que muchos de los entrevistados, ex braceros, ahora tienen hijos, sobrinos y nietos en Estados Unidos. El menor de los hijos del señor Máximo García está en la Unión Americana desde aproximadamente 1995; se quedó y sacó su residencia estadounidense y ya construyó su casa. Obviamente entre el final del historial migratorio de don Máximo y el inicio del de su hijo hay una brecha de treinta años. De hecho, el hijo ni existía cuando su padre regresó definitivamente de Estados Unidos. Don Filadelfo García, de Orizaba, tiene ya tres de sus hijos en el país vecino del norte: el mayor es agrónomo (especialista en el cultivo de la manzana), ahora asesor de la tribu Yakama en Yakima, estado de Washington; otro es ebanista en Irving, Texas, y el tercero es mecánico en Oklahoma. Solamente un varón queda en México, trabajando en la ciudad de Córdoba.

Los casos anteriores nos proporcionan señuelos hacia la comprensión parcial de que la migración a Estados Unidos no es necesariamente una consecuencia directa de la coyuntura; no obstante, por ejemplo, la salida del hijo menor de don Máximo corresponde exactamente con el periodo señalado para la emergencia de la migración internacional de Veracruz. Hay que tomar en consideración la interacción y la comunicación intrafamiliar como elemento que proporciona convencimiento en cuanto a lo que puede ofrecer la migración a la Unión Americana: como ya se comentó, en general el balance de los entrevistados fue de una experiencia positiva en cuanto a dinero y trato se refiere y también respecto de la adquisición o reafirmación de valores en el trabajo.

Si la relación entre migraciones pasadas y presentes no es directa en los casos que he citado, en otro sí lo es. Gustavo Alejandre Martínez76 es el mejor ejemplo de la transición de legal a indocumentado y de la continuidad. De los entrevistados, fue uno de los últimos en salir de México bajo el Programa Bracero (1960), soltero, estado civil que guarda hasta la fecha. Se fue por gusto ya que su papá tenía una carpintería y había trabajo para todos los hermanos: nunca mandó dinero desde Estados Unidos ya que no había necesidades en la casa. Solamente cumplió dos contratos en Estados Unidos. Sin embargo, posteriormente regresó, trabajando como burro para un originario de Cuitláhuac que tenía un gran club nocturno en Mexicali: su trabajo consistía en llevar y traer artículos para y de gente del otro lado de la frontera. Durante este proceso, sus hermanos lo acompañaban y en un viaje un sobrino se asomó a la empresa, quedándose finalmente con una norteamericana en Wenatchee, estado de Washington, y convirtiéndose en ranchero productor de manzana.

En este caso, encontramos una relación de continuidad en la migración, además de la forma en que se enlazaba la experiencia de la migración bajo el Programa Bracero con redes en construcción que englobaban, en este ejemplo, a Cuitláhuac a través de las cuales sus habitantes podían viajar en el futuro. De tal forma confluyen memoria histórica y coyunturas para la construcción del fenómeno emergente de la migración en esta parte de Veracruz.

 

FUENTES

Archivos consultados

AGEV Archivo General del Estado de Veracruz, Gobernación.

AHMC Archivo Histórico Municipal, Córdoba, Veracruz.

AHMX Archivo Histórico Municipal, Xalapa, Veracruz.

AHMO Archivo Histórico Municipal, Orizaba, Veracruz.

 

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Entrevistas

Realizadas por David Skerritt a:

Rubén García Palafox, Ciudad Mendoza, 20 de julio de 2004.

Filadelfo García Palafox, Orizaba, 11 de marzo de 2006.

Eugenio Rueda, Yanga, 26 de septiembre de 2004.

Luis Álvarez Martínez, Yanga, 26 de septiembre de 2004.

Francisco Álvarez Martínez, Yanga, 26 de septiembre de 2004.

Saturnino Segura Vázquez, Xalapa, 25 de agosto de 2005.

Roberto Hernández Prieto, Cempoala, 8 de abril de 2004.

Salomón Gómez, Villa Miguel Alemán, 8 de diciembre de 2004.

Gustavo Olivares, Villa Miguel Alemán, 8 de diciembre de 2004.

Miguel Torres Rodríguez, Río Blanco, 5 de enero de 2005.

Máximo García Cortés, Río Blanco, 5 de enero de 2005.

Gustavo Alejandre Martínez, Cuitláhuac, 11 de noviembre de 2004.

 

Realizada por Saúl Arias Hernández a:

Manuel Barbosa, Ciudad Mendoza, 24 de abril de 2004.

 

Periódicos

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El Dictamen (Veracruz), 29 de enero de 1948.

Houston Chronicle (Houston), 3 de agosto de 2003.

Diario de Xalapa (Xalapa), 10 de mayo de 2007.

 

Notas

1 María Eugenia Anguiano Téllez, "Rumbo al norte: nuevos destinos de la emigración veracruzana", Migraciones Internacionales, Tijuana, El Colegio de la Frontera, n. 8, 3 (1), enero–junio de 2005, p. 82–110.

2 Mario Pérez Monterosas, "Las redes sociales de la migración emergente de Veracruz a los Estados Unidos", Migraciones Internacionales, Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte, v. 2, n. 1, enero–junio de 2003, p. 106–136.

3 Alejandro I. Canales, "Migración y trabajo en la era de la globalización: el caso de la migración México–Estados Unidos en la década de 1990", Papeles de Población, Universidad Autónoma del Estado de México, Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población, n. 33, julio–septiembre de 2002, p. 47–80.

4 Cristina Ramos Vázquez, Impacto de las remesas de veracruzanos en sus comunidades de origen: el caso del ejido Cerro Azul, municipio de Paso del Macho, 1980–2005, trabajo recepcional para licenciatura en Sociología, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2006; Leigh Binford, "Remesas y subdesarrollo en México", Relaciones, v. 23, n. 90, primavera 2002, p. 115–158; Jean Papail y Jesús Arroyo Alejandre, Los dólares de la migración, México, Universidad de Guadalajara/Institut de Recherche pour le Développement/Profmex/Juan Pablos, 2004 y; Alejandro I. Canales e Israel Montiel Armas, "Remesas e inversión productiva en comunidades de alta migración a Estados Unidos. El caso de Teocaltiche, Jalisco", Migraciones Internacionales, Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte, n. 6, 2 (3), enero–junio de 2004, p. 142–172.

5 Jorge Durand y Douglas Massey, Clandestinos: migración México–Estados Unidos en los albores del siglo XXI, México, D. F., Universidad Autónoma de Zacatecas/Porrúa, 2003, hacen una caracterización de las regiones de la siguiente forma: la histórica, la fronteriza, la del centro y la del sureste. Veracruz está incorporado a la última que es, además la de más reciente incorporación al flujo hacia la frontera norte del país y los Estados Unidos. Las primeras dos se desarrollan de manera paralela en tiempo; el centro de la república inició la expulsión al exterior de mano de obra a partir de la década de 1970 y, el sureste comenzó a destacar desde aproximadamente 1990.

6 Un reportaje reciente menciona en particular el impacto del abandono de mujeres y de la aparición de jefes de familia femeninos, al destacar los estados de Guerrero, Morelos y Veracruz: Ignacio Domínguez, "Abandonadas, madres campesinas", Diario de Xalapa, 10 de mayo de 2007, p. 7a.

7 Rosío Córdova et al., In God we trust: del campo mexicano al sueño americano, México, Plaza y Valdés/Universidad Veracruzana/Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2007, p. 9–33.

8 Douglas Massey et al., "Continuities in transnational migration: an analysis of nineteen Mexican communities", American Journal of Sociology, v. 99, n. 6, mayo de 1994, p. 1492–1533.

9 William Kandel y Douglas Massey, "The culture of Mexican migration: a theoretical and empirical analysis", Social Forces, v. 80 (3), marzo de 2002, p. 981–1004.

10 J. Durand y D. Massey, Clandestinos..., op. cit.; M. Pérez Monterosas, op. cit., y M. Anguiano, op. cit.

11 J. Durand y D. Massey, Clandestinos..., op. cit.

12 Fernando Saúl Alanís, El primer Programa Bracero y el gobierno de México: 1917–1918, San Luis Potosí, El Colegio de San Luis, 1999.

13 Francisco E. Balderrama y Raymond Rodríguez, Decade of betrayal: Mexican repatriation in the 1930s, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1995.

14 Robert C. Jones, Los braceros mexicanos en los Estados Unidos durante el periodo bélico: el Programa Mexicano–Estadounidense de Prestación de Mano de Obra, mimeo, Washington, Unión Panamericana, 1946.

15 Fue particularmente importante 1954, cuando hubo deportaciones masivas de trabajadores y sus familias de forma similar que a principios de la década de 1930: véase Rosario Robles, "Migraciones rurales y jornaleros agrícolas: 1950–1970", en Historia de la cuestión agraria mexicana. Volumen 7: La época de oro y el principio de la crisis de la agricultura mexicana, coordinación del volumen de Julio Moguel, México, Siglo XXI/Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1988.

16 R. Robles, op. cit., p. 114.

17 Rafael Alarcón y Rick Mines, "El retorno de los <solos>: migrantes mexicanos en la agricultura de Estados Unidos", en María Eugenia Anguiano Téllez y Miguel J. Hernández Madrid, Migración internacional e identidades cambiantes, Zamora, El Colegio de Michoacán/El Colegio de la Frontera Norte, 2002, p. 43–69.

18 M. Pérez Monterosas, op. cit., p. 106–136.

19 Jan Nederveen Pieterse, "Social capital and migration: beyond ethnic economies", en Sarah A. Radcliffe (ed.), Culture and development in a globalizing world: geographies, actors, and paradigms, London, Routledge, 2006, p. 126–149.

20 Leigh Binford, " 'Migración acelerada' entre Puebla y los Estados Unidos", en Etnografía del estado de Puebla, coordinación de Elio Masferrer Kan, Puebla, Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, s/f, p. 58–67, acuña el término "migración acelerada" como algo que se refiere a situaciones en que el 30% de la población adulta ha tenido experiencias migratorias en el espacio de diez años.

21 Este municipio alberga el ingenio azucarero El Potrero, en algunos momentos del siglo XX, el más grande del país.

22 Fernando Saúl Alanís, "Regreso a casa. La repatriación de mexicanos en Estados Unidos durante la Gran Depresión. El caso de San Luis Potosí, 1929–1934", Estudios de Historia Moderna y Contemporánea, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 29. Este trabajo también puede consultarse en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, edición electrónica, v. 1–30, 2006 (versión electrónica sin número de páginas).

23 Douglas Massey et al., Los ausentes. El proceso social de la migración internacional en el Occidente de México, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Alianza, 1991, p. 56 y 67.

24 Blanca Laura Cordero Díaz, "Economía política y formación de expectativas locales en la emergencia y masificación de la migración de huaquechulenses a Nueva York", en La economía política de la migración internacional en Puebla y Veracruz: siete estudios de caso, edición de Leigh Binford, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2004, p. 49 y 55.

25 Arturo Cano, "Los indios sin fronteras", Masiosare, n. 380, 3 de abril de 2005, en www.jornada.unam.mx/2005_04.03_mas-can.pdf, consultado el 12 de noviembre de 2007.

26 En las cifras que presenta Moisés González Navarro (Los extranjeros en México y los mexicanos en el extranjero, 1821–1970, México, El Colegio de México, v. 3, p. 216–221) tenemos que de 1942 a 1964 salieron 463 915 braceros de Jalisco; de Michoacán, 504 927, mientras que de Veracruz solamente fueron 17 730 y de Puebla 62 714.

27 Hubo tres fases del programa. De 1942 al término de la Segunda Guerra Mundial operaron los programas para trabajadores agrícolas y para los de las vías férreas: en esta fase, el gobierno de Estados Unidos figuraba como el contratante de la mano de obra mexicana. Terminada la guerra, se renegoció el programa, ahora sin la partida de trabajadores para el sector ferroviario. Luego en 1953–1954 hubo una amenaza de terminación del programa cuando el fin de la guerra de Corea disparó una de las periódicas etapas de xenofobia que se atribuyen a los desajustes estructurales. La expulsión de numerosos mexicanos en estos años y la amenaza de suspensión de las contrataciones permitió un relajamiento en las condiciones de vigilancia del programa en años posteriores. Es menester subrayar que, a partir de 1947 y también con la reanudación en 1954, el gobierno de Estados Unidos ya no era el patrón sino el garante de las relaciones directas entre trabajador y el empleador agrícola. Este tránsito del gobierno de Estados Unidos como el rector de las relaciones laborales hacia una especie de árbitro es importante como factor en la eliminación del programa en 1964. El traslado de las relaciones del gobierno hacia los productores hacía superflua la existencia del programa ya que estaba en pleno desarrollo el sistema más económico de la migración indocumentada. Véanse: "Operation Wetback", The Handbook of Texas Online, http://www.tsha.utexas.edu/handbook/online/articles/print/OO/pqo1.html, consultado el 3 de abril de 2005; José Lázaro Salinas, La emigración de braceros: una visión objetiva de un problema mexicano, México, s/p/i, 1955; Bárbara Driscoll, "El programa de braceros: ¿una poderosa estrategia bilateral de migración?", Secuencias, n. 12, diciembre de 1998, p. 133–150.

28 David Skerritt, "Braceros veracruzanos durante la Segunda Guerra Mundial", Ulúa, Xalapa, n. 9, enero–junio de 2007.

29 Katharine M. Donato, "US policy and Mexican migration to the United States, 1942–92", Social Science Quarterly, v. 75 (4), diciembre de 1994, p. 705–739.

30 Bárbara Driscoll, "El programa de braceros: ¿una poderosa estrategia bilateral de migración?", Secuencias, n. 12, diciembre de 1998, p. 133–150.

31 D. Skerritt, op. cit.

32 Por ejemplo, en 1945 —el año en que salió la mayor cantidad de veracruzanos bajo esta modalidad—, las contrataciones en el estado representaron el 4.04% del total (M. González Navarro, op. cit., p. 216–221); para que esta cifra tenga un referente, en 1950, el estado de Veracruz representaba el 7.9% de la población de la república.

33 Los datos de archivo con que fue construido este cuadro son muy deficientes para el año de 1944 (M. González Navarro, op. cit., p. 216–221, por ejemplo consigna la salida de 2 280 veracruzanos en este año comparado con 4 230 en 1945.

34 No obstante el nombre puesto a la región, ninguno de estos municipios es de montaña: son o bien de valle, o de llanura.

35 Quizá el lector quisiera contar con mayor precisión cuantitativa en cuanto al fenómeno que tratamos. Hay algunos indicios numéricos durante la vida del Programa Bracero, pero de 1960 a mediados de la década de 1990 no hubo un reconocimiento del fenómeno de la emigración: más bien los censos de 1960 y 1990, por ejemplo, nos señalan los procesos de inmigración. Es únicamente a partir de la explosión de la migración internacional de fin de siglo que se presta alguna atención a la producción de datos sobre la salida de veracruzanos hacia el norte.

36 Es muy difícil establecer una cuantificación de los motivos de los ex braceros entrevistados. Sobre el panorama general, agradezco que uno de los lectores de este texto me haya proporcionado datos de Luis Fernández del Campo (Los braceros, México, Ars, 1946), que señalan que un 71% de los encuestados pretendía ganar dinero, un 14% salió por razones afectivas y un 12% buscaba aventura.

37 David Skerritt, op. cit., p. 197–200.

38 Entrevista a Manuel Barbosa, Ciudad Mendoza, por Saúl Arias, 24 de abril de 2004.

39 Entrevistas a Rubén García Palafox, Ciudad Mendoza, 20 de julio de 2004; Filadelfo García Palafox, Orizaba, 11 de marzo de 2006, por David Skerritt, y a Manuel Barbosa, citada. Desde Xalapa también hemos encontrado casos similares: entrevista a Saturnino Segura Vázquez, Xalapa, por David Skerritt, 25 de agosto de 2005, quien estaba trabajando en Coatepec y un día su cuñado le llegó hablando de la contratación de braceros en las oficinas de la Liga de Comunidades Agrarias. Se fueron los dos y no fue sino hasta estar a punto de cruzar la frontera que don Saturnino mandó a decir a su esposa dónde estaba y a dónde se iba.

40 Entrevista a Rubén García, citada.

41 Entrevistas a Luis y Francisco Álvarez Martínez, Yanga, por David Skerritt, 26 de septiembre de 2004.

42 Entrevista a Eugenio Rueda, Yanga, por David Skerritt, 26 de septiembre de 2004.

43 En nuestra base de datos elaborada con información de distintas fuentes de archivo, de 2 235 personas registradas para 1944 y 1945 de la región de las Grandes Montañas, solamente se sabe el estado civil de 73 de ellas: 58 solteros y 15 casados.

44 R. C. Jones, op. cit.

45 Bárbara Driscoll, "El programa de braceros...", op. cit., p. 133–150.

46 Entrevista a Rubén García, citada.

47 Bárbara Driscoll, Me voy pa' Pensilvania por no andar en la vagancia, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1996.

48 Para una discusión sobre los enfoques teóricos sobre las causas de la migración, véase Walter Actis, Miguel Ángel de Prada, Carlos Pereda (Colectivo Ioé), Inmigrantes, trabajadores, ciudadanos: una visión de las migraciones desde España, Valencia, Universitat de València–Patronat Sud–Nord, 1999, p. 205–224.

49 Erasmo Gamboa, Mexican labor and World War II: braceros in the Pacific Northwest, 1942–1947, Seattle, University of Washington Press, 1990, p. 22–47; Katharine M. Donato, "A dynamic view of Mexican migration to the United States", Gender Issues, invierno, 1999, p. 52–75.

50 Sobre el trasfondo de la lucha actual por la recuperación de este descuento, véase el artículo de Jaime Vélez Storey, "Los braceros y el Fondo de Ahorro Campesino", en María Eugenia Anguiano y Jesús M. Hernández, Migración internacional e identidades cambiantes, Zamora, El Colegio de Michoacán/El Colegio de la Frontera Norte, 2002, p. 19–42.

51 En 1948, México se vio en la necesidad de devaluar el peso frente al dólar: cayó de 4.85 pesos a 8.65 por dólar (Timothy Anna, Historia de México, Barcelona, Crítica, 2001, p. 344) y según el índice general de precios al consumidor elaborado por la Oxford Latin American Economic History Data Base, en http://oxlad.qeh.ox.ac.uk/search.php, consultado el 25 de mayo de 2005, se anota un valor de 12.88 para 1942 (1970=100) —el inicio de hostilidades— y otro de 21.92 cuando termina la guerra en 1945, es decir, una inflación de más de 70% en sólo tres años.

52 Hoy, 4 de marzo de 1939; El Dictamen, 29 de enero de 1948.

53 El regreso de trabajadores mejorados por la experiencia de aprendizaje en Estados Unidos es lo que pronosticaba Manuel Gamio ("Número, procedencia y distribución geográfica de los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos", en Migración México–Estados Unidos, años veinte, compilación de Jorge Durand, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991, p. 19–33) en defensa de las migraciones de la década de 1920. También véase F. Balderrama y R. Rodríguez, op. cit., p. 131–132, sobre las distintas posturas tomadas en esa década sobre lo que representaba para México y el cuerpo de trabajadores de regreso a su país.

54 David Skerritt, op. cit., p. 214–220.

55 J. Salinas, op. cit., p. 71 y s.

56 Entrevista a Roberto Hernández Prieto, Cempoala, Veracruz, por David Skerritt, 8 de abril de 2004.

57 El proceso de reclutamiento pasó varias fases que no solamente se referían a las condiciones de contratación: a veces se concentraba a los aspirantes en un solo lugar; en otras ocasiones, se abrían múltiples centros de recepción.

58 El Houston Chronicle, 3 de agosto de 2003, relata la vida de Jesús Galván y el trato deshumanizado que recibieron los braceros durante 22 años: en particular se refirió al proceso de bañar a los braceros con insecticida. En uno de sus intentos de cruzar la frontera, pasó más de un mes en Empalme, Sonora, en espera de que lo contrataran.

59 Entrevista a Salomón Gómez, Villa Miguel Alemán "Potrero Nuevo", por David Skerritt, 8 de diciembre de 2004.

60 Entrevista a Eugenio Rueda, citada.

61 Entrevista a Francisco Álvarez, citada.

62 "Estimado Luis: Hoy fui a la oficina del trabajo y pregunté sobre la posibilidad de que tú y tus amigos sean trasladados aquí de nuevo. Me informaron que debo pedírselo a tu supervisor en la oficina de Yuma, para ver si él pueda transferirte a Torrington. La remolacha estará lista para las labores el 23 de mayo. Muéstrale esta carta a tu supervisor y así él sabrá que ustedes ya trabajaron aquí antes. Me gustaría que tú y tus amigos lleguen para el 23 de mayo. Avísame lo más pronto posible."

63 Entrevista a Máximo García Cortés, Río Blanco, por David Skerritt, 5 de enero de 2005.

64 Entrevista a Luis Álvarez, citada.

65 Archivo General del Estado de Veracruz (en adelante, AGEV), Gobierno, exp. 525/0, Braceros/generalidades, caja 1216, 7 de junio de 1944. En 1959, el gobierno del estado explícitamente negó dar permiso a Julián Hernández de Tantoyuca, en el norte de la entidad, AGEV, Gobierno, exp. 525/0, Braceros, generalidades, 30 de julio y 6 de agosto de 1959.

66 Entrevista a Miguel Torres Rodríguez, Río Blanco, por David Skerritt, 5 de enero de 2005.

67 La Confederación de Obreros y Campesinos de México (COCM) fue producto de las divisiones de la CROM en el estado de Veracruz, iniciadas en la década de 1930.

68 Ya que los contratos especificaban que los trabajadores debían ser de campo, don Máximo relató el truco que empleaban los que tenían historiales urbanos y/o industriales: compraban cloroformo, enjuagaban las manos con él y luego las estregaban en la tierra. Con eso, tenían las manos arrugadas y manchadas, como si fuesen las de campesinos.

69 Entrevista a Gustavo Olivares, Potrero Nuevo, entrevistado por David Skerritt, 8 de diciembre de 2004.

70 La década de 1960 fue de bonanza para los ingenios azucareros y Salomón Gómez (entrevista citada), por ejemplo, logró su base en el ingenio El Potrero a su retorno de Estados Unidos.

71 Entrevistas por D. Skerritt a Gustavo Alejandre Martínez, Cuitláhuac, 11 de octubre de 2004 y Francisco Martínez, citada.

72 Hugo Nutini, Social stratification and mobility in Central Veracruz , Austin, University of Texas Press, 2005, p. 107 y s., anota la presencia de un sector de trabajadores rurales del entorno de Córdoba que practicaba la migración temporal a Estados Unidos de los años setenta hasta los noventa, cuando el fenómeno asumiera sus características de proceso emergente y masivo. Desde la vecina comunidad de Tomatlán, el señor Isidoro Hernández Lara (entrevistado por D. Skerritt, Tomatlán, 23 de septiembre de 2007) formaba parte de ese movimiento que seguía en los pasos de los braceros, al iniciar sus viajes a Estados Unidos en la década de 1970, prolongándose esta práctica hasta mediados de los ochenta.

73 Asa Briggs y Peter Burke, De Gutenberg a internet: una historia social de los medios de comunicación, México, Taurus, 2006, p. 117.

74 De los tres municipios rurales que he estudiado en este texto, Yanga es él que menores alternativas laborales y productivas tiene: Atoyac tiene el ingenio El Potrero donde, no obstante sus periódicas crisis, puede laborar una sustancial cantidad de hombres; Cuitláhuac ha desarrollado una amplia producción de limón persa que soporta actualmente siete empacadoras, con lo cual rompe su dependencia de la caña de azúcar.

75 Desde mediados de la década de 1940, Moisés T. de la Peña, Veracruz económico, 2 v., Xalapa, Gobierno del Estado de Veracruz, 1946 (1981), había señalado la delicada situación que vivía la industria azucarera en el estado, apuntando la falta de inversión, los problemas de la dispersión territorial de las zonas de abasto de caña, entre otras cosas, que indicaban la inviabilidad de varias factorías en la entidad. De allí en adelante, la industria ha vivido periodos de bonanza y de crisis. Así señalaba De la Peña (v. 2, p. 335) que con una elevación de los precios y expectativas en esta industria se ponían en función pequeñas fábricas que, al romperse la burbuja, tendrían que cerrar las puertas del batey. Esto y la naturaleza semestral de los ritmos de trabajo, conforman el fundamento estructural para la expulsión de la mano de obra.

76 Entrevista a Gustavo Alejandre Martínez, citada.

 

Información sobre el autor:

David Skerritt Gardner, mexicano por nacionalización, es doctor en Historia Moderna por la Universidad de Oxford, Reino Unido. En la actualidad es investigador del Instituto de Investigaciones Histórico–Sociales de la Universidad Veracruzana, así como su secretario académico. Entre sus publicaciones destacan: In God we trust: del campo mexicano al sueño americano, edición de Rosío Córdova, Cristina Núñez y David Skerritt (México, Plaza y Valdés/Universidad Veracruzana/Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2007); "Máscara contra cabellera: la migración de veracruzanos a Estados Unidos en perspectiva histórica", en In God we trust: del campo mexicano al sueño americano, p. 55–72, y "Braceros veracruzanos durante la Segunda Guerra Mundial", Ulúa, Xalapa, n. 9, enero–junio de 2007.

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