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Estudios de historia moderna y contemporánea de México

versão impressa ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.33 Ciudad de México Jan./Jun. 2007

 

Reseñas

Alberto del Castillo Troncoso, Conceptos, imágenes, y representaciones de la niñez en la ciudad de México, 1880-1920

Elena Jackson Albarrána 

a Department of History, University of Arizona

del Castillo Troncoso, Alberto. Conceptos, imágenes y representaciones de la niñez en la ciudad de México, 1880-1920. México: El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 2006. 290p. ils,


¿Qué es un niño? Si una persona de corta edad lleva la vida de un adulto, trabaja y pasa sus ratos libres con adultos, y es considerado como igual por los adultos, ¿se le puede llamar a esa persona "niño"? La infancia como construcción sociopolítica se puede apreciar con claridad al analizar los discursos oficiales y al examinar la producción gráfica e histórica. La edad -como categoría de análisis histórico- está ocupando un lugar importante junto con las ya establecidas categorías de raza, clase y género en la historiografía reciente. Una cosa es escribir una historia de temas infantiles y otra es entender la cultura infantil como parte de la construcción de una sociedad, grupo social o formación de una generación. Ser niño es un concepto que cambia según el contexto histórico y social, y muchas veces es un concepto sujeto a las ideas del Estado. En los últimos años, diversos historiadores en América Latina han prestado mayor atención a la infancia como sede de numerosos proyectos nacionalistas; algunos historiadores del arte han examinado la forma en la cual la infancia fue construida durante el periodo colonial al estudiar los retratos de "familias de bien", temática particularmente debatida por la presencia de niños en las pinturas de castas del siglo XVIII.1 La realidad vivida por los niños durante la época colonial y la comparación de ésta con las representaciones de los niños en el arte son ejemplos de la subjetividad que rodea la categoría infancia. Sin embargo, un legado de la representación infantil durante la Colonia, es la proliferación de "santos niños" que aún son para los fieles una fuente de poder que se sustenta en la pureza infantil y en la distancia que la niñez ocupa frente a los trastornos que sufren los adultos, un poder que corresponde de manera preponderante a su corta edad.

En este importante y premiado libro que examina los cambios por los que atravesó el concepto de niñez en México durante las décadas finales del siglo XIX hasta la década de 1920, Alberto del Castillo Troncoso plantea que la niñez es una categoría social construida por las miradas médica y pedagógica y divulgada por la prensa. En esta historia, los protagonistas son los oficiales y los intelectuales del día, así como los reportes, quienes fueron los responsables de consolidar el conocimiento sobre el niño dentro de un contexto positivista para brindarle un espacio social propio al infante. A la vez, las imágenes de los niños reproducidas en la prensa y en diversas revistas ilustradas sirvieron como un texto para los lectores-receptores. Del Castillo identifica los cambios, aunque desnivelados, en las representaciones de la infancia durante el periodo de su estudio. Durante el último cuarto del siglo XIX, se le relacionó con la inocencia, pero al iniciar la fase armada de la Revolución Mexicana, el niño se convirtió en una metáfora de la Revolución, un ser militarizado y politizado.

A partir de un cuidadoso análisis del contexto visual y académico de la época, Alberto del Castillo logra desentrañar de qué manera se desarrolló y transformó el concepto de niñez. Pero lo más importante es la forma en que el autor establece el enorme peso de la subjetividad en el concepto de "niño". Por ejemplo, durante el transcurso del siglo XIX, algunos oficiales definieron al "niño" por sus rasgos biológicos, mientras que otros le dieron más peso a la capacidad mental o psicológica para establecer un estado infantil (p. 66, 74). Lo importante de este libro no es que marque un momento histórico que se distancie dramáticamente de otros sino el énfasis en la continuidad y la fluidez del proceso mediante el cual la niñez -asociada con la idea de ciudadanos- irrumpió en la esfera pública.

Alberto del Castillo organizó su estudio en dos secciones de acuerdo con las miradas que contribuyeron a la construcción de la infancia. En la primera parte, demuestra que el triunfo del liberalismo durante el siglo XIX, en conjunto con la influencia extranjera dentro de los campos científicos, dio lugar a una profesionalización de los estudios sobre la infancia, y que ocuparon un lugar preponderante los estudios biológicos y pedagógicos. Como ha demostrado la historiadora Ann S. Blum,2 esta profesionalización coincidió con el desarrollo de los programas de asistencia y beneficencia infantil establecidos durante el Porfiriato y que continuaron hasta mediados del siglo XX, en los que se ubicó al niño sano y su cuidado dentro de la política de "gobernar es poblar". Los especialistas que surgieron de ese ambiente positivista emplearon la fotografía y el lenguaje científico para construir la idea del niño "normal" en la esfera pública. En la segunda parte del libro, Alberto del Castillo revela la importancia que tuvo el nuevo lenguaje gráfico dentro de la prensa y examina las imágenes que de niños y niñas circulaban en los principales periódicos y revistas ilustradas. El autor demuestra con claridad el poder de persuasión de la imagen; ésta no sólo reflejaba los valores de la sociedad, también ayudaba a concretarlos por la incesante repetición de códigos sociales que invadían las portadas y las páginas de las publicaciones.

Del Castillo toma el análisis de la imagen como el eje principal de su estudio. Para diversos historiadores y críticos literarios, con la notable excepción de la historiadora Deborah Poole,3 la imagen ha sido relegada a la mera ilustración descriptiva. De manera muy particular, la imagen del niño ha servido en la mayor parte de los casos, como "detalle estético" o "toque ilustrativo" dentro de un discurso textual. Sin embargo, Del Castillo deja que la imagen tome prioridad. Tomando como punto de partida las investigaciones de Roland Barthes y Susan Sontag, el autor analiza el uso de la fotografía y de la imagen gráfica tanto en su contenido como en su contexto, para con ello iluminar la subjetividad de la imagen y su poder como medio de comunicación. Por ejemplo, en el examen que Del Castillo realiza de la publicidad de artículos para la salud que aparecieron en los periódicos de finales del siglo XIX en la ciudad de México, subraya el énfasis que dicha publicidad otorgaba a la familia integrada por padre, madre e hijo, siendo que el niño era representado como el núcleo de la familia, y el lector-receptor entonces podía apreciar cuál requería ser o era el papel del niño en el interior de la misma.

El autor concentra su estudio a la ciudad de México, debido a la proliferación y preponderancia que los diferentes medios masivos de comunicación tuvieron en la capital y que circulaban entre los diversos sectores sociales que la habitaban. Del Castillo también toma en consideración que el público lector-receptor estaba integrado por los integrantes de las clases medias, quienes prestaban una atención muy particular a los nuevos hallazgos pedagógicos, o bien, quienes podían apreciar los beneficios que las nuevas tecnologías médicas tendrían para curar a la infancia. Es decir, se trata de un sector de la población alfabetizado, educado y que tenía los recursos y el tiempo para dedicar atención y cuidados a la infancia. En esta historia, el niño rural, el niño indígena y el niño pobre se convierten en ejemplos de los males de la sociedad que debe corregir el régimen de la modernidad. Ese niño subalterno aparece en las imágenes de finales del siglo XIX como algo problemático, un sujeto para el cual las maravillas de la ciencia y la educación lo convertirían en un ciudadano productivo. Como resultado de esta forma de representación en la prensa y en las publicaciones especializadas decimonónicas, la voz de ese niño queda casi en silencio.

La Revolución Mexicana representó un momento de enormes cambios en lo que toca a la representación y realidad de la niñez capitalina.4 Las demandas revolucionarias que iluminaron las injusticias sociales pusieron a la vista de todos la realidad de los niños trabajadores, niños que con el desarrollo de la lucha armada tomaron las calles participando en huelgas y en otros movimientos sociales de la mano de los adultos. Fue precisamente durante los años revolucionarios cuando la imagen intocable del niño inocente sufrió una importante transformación en la prensa: el niño comenzaba a aparecer como un agente de la historia. En este sentido, Alberto del Castillo analiza la cobertura que la prensa realizó sobre las huelgas de panaderos y costureras en 1912, y resalta que los infantes aparecen como participantes activos en las imágenes, como personas no sólo indignadas, sino también, politizadas (p. 220-224). Aunado a lo anterior, el autor resalta de qué manera los llamados "papeleros" se convierten en una verdadera metáfora de la revolución: el pequeño distribuidor de noticias es el responsable de circular las mismas imágenes de sus compañeros para diseminar los ideales de la lucha social por toda la ciudad. En palabras del autor:

Protagonista de primera fila en las conflictivas relaciones entre grupos de poder, la prensa y el Estado, la figura del pequeño voceador fue utilizada y manipulada por las distintas instancias. Más allá de las coyunturas y los intereses políticos presentes en cada episodio, destaca el hecho de que desde las páginas de la prensa se fue construyendo la figura del papelero o voceador como un personaje público, con identidad gremial muy definida, representante urbano por excelencia de una infancia marginada en lo económico y manipulable en lo político [p. 226-227].

La imagen del niño guerrero prevaleciente durante la época revolucionaria confunde las ideas de inocencia y agresión, muchas veces dentro de la misma representación. El niño militarizado, posando en las fotos con su escopeta y sus balas, representa a la vez la naturaleza omnipresente de la violencia que llegaba a la niñez, y justifica la lucha armada como una causa pura y moral en la que hasta los niños participaban. Es decir, por una parte, la guerra y la violencia revolucionaron el concepto de infancia creando un nuevo espacio de participación que pocas veces se había relacionado con la cultura infantil. Por otra parte, y debido a la tecnología fotográfica, la infancia revolucionó la percepción de la guerra, al agregarle un elemento de justificación moral. Por lo que toca al nivel visual, la asociación del niño con una lucha social le daba más peso a las demandas de las clases luchadoras. Así, Alberto del Castillo demuestra, en su examen de las representaciones de los niños revolucionarios en la prensa, la fluidez del binomio de inocencia-agresión que se había mantenido como categorías segregadas hasta ese momento.5

Otra transformación importante en el concepto de infancia impulsado por el uso de la imagen fotográfica fue la erotización del niño y de la niña, realizada en muchas ocasiones por la mirada extranjera. Del Castillo demuestra que durante el transcurso de buena parte del siglo XIX, la inocencia infantil era equiparable a la noción de asexualidad debido a la incesante presentación en diversas imágenes del cuerpo infantil como un cuerpo andrógino (p. 154). Lo anterior sufre una transformación a finales del siglo antepasado, y un ejemplo de ello, analizado con cuidado por el autor, es el trabajo que realizó el fotógrafo estadounidense C. B. Waite, quien retrataba a niñas y jóvenes humildes para vender las imágenes en el extranjero. No se puede evitar comparar ese género de imágenes semipornográficas con la mirada imperialista de Estados Unidos hacia su vecino del sur. El deseo de contemplar, e incluso de poseer la desnudez de una niña pobre bañándose en un río, tal como lo expresó un contemporáneo de Waite a Porfirio Díaz (p. 213), refleja la hegemonía cultural que todavía predominaba en las relaciones entre Estados Unidos y México.

Después de la lectura de este libro, logramos entender de qué maneras se percibió la infancia durante los años del Porfiriato y la Revolución. Ahora bien, ¿de qué manera los propios niños experimentaron esos cambios? Alberto del Castillo abre camino para el examen histórico de la niñez como protagonista de su propia historia, poniendo énfasis en la política de la representación. ¿Es posible que los niños retratados tuvieran algo que ver con la reproducción de sus propias imágenes? ¿Pudieron de alguna forma incidir en las representaciones acerca de la niñez? Las respuestas no son fáciles de encontrar, debido a que la voz de la niñez rara vez aparece en los registros históricos. Sin embargo, Del Castillo se acerca a esas interrogantes al examinar las imágenes presentadas en los libros de texto y en las revistas pedagógicas, en las que se unían los símbolos patrios, las ideas de civismo y los niños como lectores (p. 165-170). Las publicaciones con un claro contenido patriótico, cívico y pedagógico tuvieron un momento de auge durante las décadas posrevolucionarias, en las que las imágenes de la niñez estaban vinculadas con las imágenes de la nación revolucionaria.

En conclusión, Alberto del Castillo subraya el proceso de consolidación de un discurso sobre la infancia dentro de la esfera pública, sustentado en la diseminación de la imagen fotográfica y gráfica en la prensa. Queda pendiente una investigación que analice si ese discurso incidió en la vida cotidiana de los niños que vivieron durante las décadas finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.

Referencias

Ann S. Blum, Children without parents. Law, charity, and social practice, Mexico City 1870-940, tesis de doctorado, University of California, Berkeley, 1999. [ Links ]

Deborah Poole, Vision, race and modernity. A visual economy of the Andean image World, Princeton, Princeton University Press, 1997. [ Links ]

Beatriz Alcubierre y Tania Carreño, Los niños villistas. Una mirada a la historia de la infancia en México, 1900-1914, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos sobre la Revolución Mexicana, 1996. [ Links ]

Elena Jackson Albarrán, "Guerrilla warplay. The infantilization of war in Latin American popular culture", Studies in Latin American Popular Culture, v. 24, 2005, p. 69-81. [ Links ]

1Ann S. Blum, Children without parents. Law, charity, and social practice, Mexico City 1870-940, tesis de doctorado, University of California, Berkeley, 1999.

2Deborah Poole, Vision, race and modernity. A visual economy of the Andean image World, Princeton, Princeton University Press, 1997.

3Para un tratamiento sistemático del tema de la infancia revolucionaria, véase Beatriz Alcubierre y Tania Carreño, Los niños villistas. Una mirada a la historia de la infancia en México, 1900-1914, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos sobre la Revolución Mexicana, 1996.

4Elena Jackson Albarrán, "Guerrilla warplay. The infantilization of war in Latin American popular culture", Studies in Latin American Popular Culture, v. 24, 2005, p. 69-81.

5Sostiene Pietschmann, por ejemplo, que la tradición liberal del estado de Veracruz pudo haber resultado de su incorporación a la órbita atlántica. Habría sido, cabe concluir, sociedad atlántica desde buen tiempo atrás.

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