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Estudios de historia moderna y contemporánea de México

versión impresa ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.31 Ciudad de México ene./jun. 2006

 

Artículos

The American Star: el destino manifiesto y la difusión de una comunidad imaginaria

The American Star: Manifest Destiny and the Dissemination of an Imaginary Community

Kenya Belloa 

a Actualmente estudia la maestría en Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, México. Correo electrónico: kenyabello@yahoo.com.mx.


Resumen:

Este ensayo analiza el impacto que tuvo el ideario del Destino Manifiesto en la conformación de la identidad nacional estadounidense, durante la guerra México-Estados Unidos, a través del periódico The American Star, que se publicó prácticamente durante los nueve meses que duró el gobierno de ocupación en la ciudad de México. Con base en el concepto de comunidad imaginaria de Benedict Anderson, la autora señala cómo la prensa estadounidense fue uno de los principales impulsores de la difusión de este imaginario nacionalista. De manera particular, estudia la postura editorial de ese diario en relación con las negociaciones que condujeron con la firma del tratado de paz, con lo que busca rastrear la influencia ejercida por dicha concepción sobre sus editores, la sociedad estadounidense y sus instituciones.

Palabras clave: Destino Manifiesto; The American Star; prensa; guerra México-Estados Unidos; comunidad imaginaria; Tratado Guadalupe Hidalgo

Abstract:

This essay analyzes the impact of the ideology of Manifest Destiny on the shaping of national American identity during the Mexico-United States war through The American Star newspaper, published virtually throughout the nine months of the occupation government in Mexico City. Using Benedict Anderson's concept of imaginary community, the author shows how the United States press was one of the main promoters of the dissemination of this nationalistic image. She also analyzes the editorial position of the Star in relation to the negotiations that led to the signing of the peace treaty, in order to trace the influence of this conception on its editors, United States society and its institutions.

Key words: Manifest Destiny; The American Star; Press; Mexico-United States war; imaginary community; Guadalupe Hidalgo Treaty

Somos la nación del progreso humano,

¿y quién o qué podrá poner límites a nuestra marcha?

La providencia nos ampara y ningún poder humano

nos arredra.

JOHN L. O'SULLIVAN

Las ideas y la acción: una lectura de la historia estadounidense

La historia de los imperios y de los países hegemónicos es, de cierto modo, la historia de cómo se construye una identidad de pueblo o de nación elegida; dicho más precisamente, de cómo sus miembros y dirigentes llegan a asumir, tanto en sus discursos y escritos como en sus acciones, que son un grupo singular o superior a otros. Un ejemplo muy concreto de esto es la presencia que el Destino Manifiesto ha tenido dentro de la historia estadounidense, pues dicha doctrina, cuyas raíces se remontan al protestantismo, se basa en la convicción de que las formas de organización y las instituciones políticas de esta sociedad constituyen una verdadera excepción histórica; en ese sentido, es posible observar cómo tal convicción ha dejado su impronta en el proyecto de nación que ha llevado a ese país a tener el poderío que posee, así como en su forma de relacionarse con el resto de las naciones.

Evidentemente, el historiador no cuenta con una sino con varias entradas posibles para reconstruir los procesos que llevaron a este país a convertirse en una de las naciones más poderosas del mundo contemporáneo. Algunas de ellas son: la política, la militar, la económica y la social, y si bien la capacidad de abordar los problemas desde una perspectiva totalizante es la meta a la que debería aspirar cualquier investigación social, es evidente que hay algunas dimensiones que son más pertinentes que otras para la comprensión de ciertos fenómenos. Es por eso que escogí el terreno del análisis sociohistórico de las ideas y de su vinculación con la acción política, pues este ensayo parte de la siguiente interrogante: ¿cómo se puede interpretar el papel que el Destino Manifiesto ha jugado en la conformación de la identidad nacional estadounidense?, pero, sobre todo, busca contribuir a la formulación de explicaciones sobre ¿cuáles fueron los medios que permitieron la creación, la difusión y la adopción de esa mitología nacionalista? y ¿en qué sucesos históricos concretos dejó su rastro esta mitología?

Para avanzar en la reflexión de esas cuestiones opté por concentrarme en la guerra de 1846-1848 entre Estados Unidos y México, debido a que este conflicto ocurrió en una coyuntura que fue decisiva para que el país del norte empezara a despuntar como la potencia continental, y también porque justamente en esa época, la de la administración de James K. Polk, la doctrina del Destino Manifiesto -que había sido formulada por John L. O'Sullivan al calor de los debates sobre la anexión de Texas a la Unión- empezó a utilizarse ya no solamente como un precepto que guiaba las prácticas religiosas sino, más clara y articuladamente, como un arma política y diplomática que alentaba y justificaba la expansión territorial. Asimismo, otro aspecto que me interesa rescatar al observar el enfrentamiento entre las dos naciones es la forma en que la guerra sirvió para propagar el imaginario del Destino Manifiesto entre los estadounidenses.

Con el fin de aterrizar estos propósitos, y teniendo en cuenta que tanto el tema del Destino Manifiesto como el de la guerra han sido profusamente trabajados por académicos de ambos países,1 me ocupo de un periódico estadounidense: The American Star, que se publicó en la ciudad de México entre el 20 de septiembre de 1847 y el 30 de mayo de 1848, es decir, que circuló prácticamente durante los nueve meses que duró el gobierno de ocupación.2

Sus editores fueron John H. Peoples y Jas R. Barnard,3 y en sus páginas se publicaron noticias referentes al conflicto y a la ocupación, como batallas, decretos y órdenes. Asimismo, daba a conocer algunas impresiones oficiales sobre el desarrollo de la guerra y los documentos del general en jefe. El periódico se dividía en dos partes, la primera se redactaba en inglés y contenía la sección de remitidos, noticias de guerra y avisos, mientras que la segunda estaba escrita en español e incluía notas del interior y el exterior, además de una sección de variedades y diversiones.4

Pero, por qué la prensa, y por qué ese periódico. Por un lado, considero que el ideario del Destino Manifiesto no sólo nació en la prensa sino que, en esa época, ésta fue uno de los principales vehículos en los que circuló dicho ideario, pues tanto las noticias como las interpretaciones sobre los motivos y el desarrollo de la guerra llegaron a los estadounidenses fundamentalmente vía las publicaciones periódicas; puede sostenerse que la famosa penny press, producto de la proliferación de escritos, proporcionó la mayor parte de la información con la que contaron los ciudadanos de ese país para seguir el curso de los acontecimientos en ambos lados de la frontera.5

Por otro lado, The American Star -que básicamente estaba dirigido a los militares y los ciudadanos estadounidenses que vivieron en la ciudad de México durante la ocupación- es un caso particular debido a que era un instrumento con el que contaba esta comunidad para intercambiar información y fijar su postura ante el conflicto con México. En ese sentido, considero que, desde el punto de vista historiográfico, es un material sumamente valioso para acercarse a testimonios de la época y ver qué tanto se puede observar en ellos la huella que dejó la concepción sobre la predestinación positiva, que le tocó vivir por gracia divina a la sociedad estadounidense, en la interpretación de los acontecimientos bélicos o qué influencia ejerció en ciertas acciones. En particular, me concentro en el análisis del impacto que este imaginario tuvo en la postura editorial que tomó la publicación ante las negociaciones de paz llevadas a cabo entre febrero y mayo de 1848, y que condujeron al fin de la guerra. De esa forma, es posible revisar acotadamente este periódico y, al mismo tiempo, observar cómo se conectan, en un suceso particular, un imaginario nacionalista y una serie de acciones políticas y militares.

En función de estos propósitos, dividí el escrito en tres partes; la primera se detiene a reflexionar qué es una nación, en tanto comunidad imaginaria, y el papel que la prensa tuvo en su conformación, así como en la difusión de las ideologías nacionalistas, naturalmente, todo eso ligado a la experiencia concreta de la historia estadounidense. En el segundo apartado, hago un breve esbozo de las condiciones sociopolíticas que permiten entender lo que aconteció a mediados del siglo XIX en Estados Unidos y por qué la guerra con México fue un proceso que dio un gran impulso al sentimiento nacionalista. A su vez, la tercera parte integra las reflexiones sobre estos temas en el análisis de la postura editorial que mantuvo The American Star ante las negociaciones de paz. Finalmente, en el apartado de conclusiones hago un balance de lo que se puede extraer de esta investigación y señalo ciertas cuestiones que aún quedan pendientes en la comprensión de estos fenómenos.

El poder de lo escrito: comunidades imaginadas y Destino Manifiesto en la prensa

Desde la década de los ochenta del siglo XX, los historiadores han aportado argumentos de peso para renovar el debate sobre la formación de las naciones y los nacionalismos,6 ya que han criticado desde diferentes frentes la idea de que esta forma de organización del poder político, característica de las sociedades contemporáneas, pueda ser considerada una institución presente en todas las sociedades humanas y sea, de esa forma, un ente ahistórico. De estos debates me interesa rescatar el planteamiento de Benedict Anderson sobre las comunidades imaginadas porque permite pensar el problema de la conformación de la identidad nacional más allá de sus inminentes connotaciones políticas y lo inserta en una perspectiva novedosa que también considera sus implicaciones culturales. Él señala que una nación puede definirse como una comunidad política que se imagina a sí misma como inherentemente limitada y soberana: "Es imaginada porque aún los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno de ellos vive la imagen de su comunión".7

La noción planteada por Anderson es muy útil para entender que la nación existe como proceso histórico objetivo y al mismo tiempo como idea, es decir, está dentro y fuera de los individuos, pues su fortaleza radica en el sentimiento de comunidad que comparten sus miembros y, a su vez, la comunidad se define básicamente en función de los lazos que unen a un cierto grupo de individuos, a pesar de las desigualdades existentes entre ellos. Este concepto ayuda a pensar la nación como un proceso históricamente abierto que descansa en gran medida, aunque no exclusivamente, en las representaciones que se hacen sus integrantes acerca de ella.

De tal suerte que, si se lleva este razonamiento a la historia de Estados Unidos, no resulta descabellado pensar que una doctrina como la del Destino Manifiesto encarnó, en el terreno de las ideas, ese elemento cohesivo que ayudó a crear el sentimiento de una comunidad política limitada y soberana. Esto es aún más palpable si se piensa que desde sus inicios esta nación estaba conformada por una población de inmigrantes que habían llegado de diferentes países, cuyas lenguas y costumbres eran también diferentes, y lo único que los unía era la creencia en que la república estadounidense les ofrecía nuevas y mejores oportunidades de vida que en sus países de origen no hubieran podido encontrar. Por tanto, el imaginario nacional no se construyó allí mirando al pasado sino al futuro y con plena conciencia de que esa sociedad representaba algo muy diferente a las viejas sociedades europeas.8

Otro aspecto fundamental que se desprende de las consideraciones de Anderson es el papel que los impresos jugaron en la conformación de las naciones como comunidades imaginarias, debido a que los periódicos y las novelas transformaron los imaginarios y "proporcionaron los medios técnicos para la 'representación' de la clase de comunidad imaginada que es la nación",9 pues contribuyeron a que los lectores pudieran establecer conexiones entre sucesos diferentes e inconexos en una perspectiva de simultaneidad que en tiempos pasados no hubiera sido posible.

En el caso que me ocupa, fue precisamente a través de las publicaciones periódicas y de la mirada de sus editores que los lectores estadounidenses pudieron enterarse y observar los acontecimientos de la guerra, esta última se popularizó gracias a que, mediante la información contenida en sus páginas, el conflicto librado en territorio mexicano tocaba más de cerca sus vidas; después de todo, no hay que olvidar que hubo un gran número de voluntarios que se enrolaron para participar en la guerra debido, entre otras cosas, a los anuncios del periódico, ni que muchos de esos voluntarios eran impresores10 que fueron siguiendo al ejército estadounidense a lo largo de su avance hacia la ciudad de México:

There are in the United States from ten to fifteen thousand persons connected with the press, comprising editors, reporters, printers, pressmen, and devils. As a class they are unquestionably the best educated, most talented, most energetic, the most original, the most patriotic part of our population. Of this number, probably a thousand or fifteen hundred joined the invading army, and assisted materially in achieving the splendid victories that have astonished ourselves and the world. From the moment they entered Mexico, till the present time, they have fought and printed as they went along. At every bolting place and every town they captured they started a newspaper, and at the present moment there are nearly a dozen Anglo American newspapers printed and circulating in the enemy's country.11

Además, la guerra que enfrentó a México y Estados Unidos coincidió con varias transformaciones producidas en el terreno de los medios impresos: a nivel tecnológico, la aparición del telégrafo magnético agilizó la transmisión de la información, y el aumento de la población alfabetizada, junto con la disminución de los precios, generó un incremento en la demanda de impresos.12

En ese sentido, Fabiola García Rubio subraya en su estudio sobre el Daily Picayune de Nueva Orleáns,

es claro que mientras el conflicto duró, hubo una relación bastante cercana entre las publicaciones periódicas y los lectores. La demanda del público hizo que la oferta de los diarios aumentara y se perfeccionasen las estrategias para obtener la información: el incremento en el número de corresponsales y el intercambio entre los impresos revelaban la existencia de una mayor cantidad de periódicos.13

De suerte que, a través de los periódicos, los lectores no sólo estaban al tanto de los motivos que habían llevado a la administración de Polk a declararle la guerra a México, sino que seguían con atención el avance de las tropas estadounidenses por territorio mexicano, se enteraban de qué había acontecido en las escaramuzas, de cómo eran los militares mexicanos y la vida en la tierra de "Montezuma", y también de los debates que con motivo de esta guerra se suscitaron entre esclavistas y abolicionistas, y cómo más tarde se encargaría de mostrar la guerra de Secesión, entre el proyecto expansionista del sur y el del norte.

Richard Bruce Winders señala, en su trabajo sobre el ejército estadounidense que participó en este conflicto, que en el caso de los militares, la lectura de periódicos fue una actividad, entre otras, que les permitió sobrellevar la rutina cotidiana del campamento militar, un medio para estar al tanto de lo que ocurría en sus propias filas y una forma para mantener los vínculos con los seres queridos y el hogar:

Newspapers also linked soldiers to home. Papers from the United States usually contained the latest war news, a fact that prompted sergeant Wunder to comment, "I presume you almost know more at Reading [Pennsylvania] than we know here". [...] Hungry for news from home, lieutenant Trussell asked his brother in Mississippi to send a paper, saying, "I wish you send me a niews [sic] paper for I wold [sic] be verry [sic] glad to see a paper from the States". Another officer, lieutenant Kirkham, asked his wife to send him newspapers and even old news clippings. "Hope on, hope ever", he sighed during one long period without a mail. Finally he reported home, "I received today a number of the Hampton Post and the Christian Witness. Do not stop sending them". Another soldier in Santa Fe wrote after a disappointing mail call, "There was nothing for me, not even a newspaper .14

Asimismo, la prensa fue receptora y difusora del Destino Manifiesto porque sus páginas le proporcionaron a los ciudadanos de ese país múltiples anécdotas sobre el valor de los soldados en la batalla -revestidas con la sensibilidad romántica de la que estaba impregnada la literatura de la época-, crearon una serie de héroes que poblaron el imaginario popular y que fueron recibidos con júbilo a su regreso a tierras estadounidenses; por ejemplo, el héroe paradigmático de ese conflicto fue el general Zachary Taylor, al que la gente apodaba "viejo, rudo y rápido",15 su popularidad creció tanto durante la guerra que se convirtió posteriormente en presidente de esa nación. Aún más, el heroísmo no fue exclusivo de unas cuantas figuras, sino del ejército en su conjunto:

We commenced this article with a view to the bestowing a tribute of praise upon our townsman, captain Thomas Glenn, and the officers and soldiers of his brave company. We trust their services and merits not will be forgotten by their country, and in particular by their friends in New Orleans. Their bravery was distinguished in fields where all their brothers in arms behaved like heroes.16

Resumiendo, es posible observar que en las columnas de los diarios la comunidad imaginaria que constituyó la identidad nacional estadounidense se fue extendiendo, creó en los lectores una idea del fuerte potencial bélico que poseía la joven nación, y al mismo tiempo, se consolidó la idea de que los vecinos norteños de México habían nacido con buena estrella, ratificada por los triunfos sobre el ejército enemigo, y que su misión era expandir las bondades de la república más allá de las imprecisas fronteras que la separaban de otras naciones:

We have, on several occasions, alluded to some of the more glaring evils incident to the federal system of Mexico. [...] These evils are more apparent to Americans than to the citizens of any country. The former are familiar with the details and operations of a republican form of government, and, of course, they watch with interest the experiment of a republic in Mexico. They are anxious to know whether others than those of the Anglo-Saxon race are capable of self-government, and would hail with pleasure, the growth and prosperity of Mexico, under a system similar to that of the United States.17

Nuestro Destino Manifiesto: la era de la expansión o la guerra del señor Polk

Para entender la expectativa que la guerra entre Estados Unidos y México provocó entre los lectores de periódicos, es necesario considerar que fue un proceso que no sólo modificó la extensión geográfica de cada uno de estos países, y con ello su posición geoestratégica en relación con el resto del mundo, en particular en el continente americano, sino que impactó el rumbo de su devenir histórico y la percepción que poseían uno del otro y sobre sí mismos. Con la victoria sobre México, "el coloso del norte" empezó a tener frente a las otras naciones, principalmente ante Inglaterra, Francia y España, un perfil más nítido, cuyos contornos fueron emergiendo abanderados por la creencia protestante en la predestinación y el ideario de la expansión de las instituciones y la vida democráticas.

Ya desde los inicios del siglo XIX, dichas ideas jugaron un papel muy importante en el crecimiento de la frontera de ese país, que cada vez se alejaba más de la extensión original de las trece colonias. La primera modificación importante del territorio, que se duplicó, se dio con la compra de Luisiana a los franceses en 1803 y hacia la década de los cuarenta la sociedad estadounidense estuvo en condiciones de emprender una segunda oleada expansionista, pues contaba con una economía dinámica cuya creciente complejidad, en términos de la diversificación de las relaciones comerciales y del fortalecimiento de su sistema productivo, encontró en la manufactura norteña, la sociedad de frontera del oeste y en las plantaciones sureñas sus polos dinamizadores y complementarios. Esta situación coincidió con el proyecto político demócrata, que vio en el avance territorial la mejor manera de fortalecer y aprovechar las condiciones que brindaba la economía, así como para modificar a su favor la correlación de las fuerzas políticas representadas en el Congreso.

En 1844, el partido demócrata accedió nuevamente al poder, con la elección de James K. Polk, cuya llegada a la presidencia ocurrió en medio de una agudización del conflicto con México, provocada por la anexión de Texas, que había llevado a la ruptura de las relaciones bilaterales. Polk representó el predominio de los expansionistas en la convención demócrata, pues había sido electo con un programa que prometía satisfacer los deseos anexionistas tanto del bloque formado por el norte y el oeste como del sur. Su lema de campaña "por todo el Óregon" y a favor de la anexión texana era muy indicativo del rumbo que tomaría la política exterior y del impulso que recibió la ejecución del Destino Manifiesto.18

A diferencia de la compra de Luisiana, que se había hecho por medio de negociaciones diplomáticas, esta segunda expansión avanzó en dos frentes: por un lado, la búsqueda de acuerdos con Inglaterra para renegociar sus derechos sobre el territorio de Óregon y por otro, la guerra contra México que significó para este último la pérdida de California y Nuevo México. Si bien en este caso también se hicieron intentos por la vía diplomática, la presión militar se inició un poco antes. Los eventos son muy conocidos: en el verano de 1845, al tiempo que se hacían preparativos para la guerra con el envío de un pequeño ejército al mando de Zachary Taylor a la zona del río Nueces, Polk comisionó a John Slidell para que negociara con los mexicanos la compra de California y Nuevo México.

Las negociaciones con los mexicanos no prosperaron, en gran parte debido a la intrincada situación política en la que estaba inmerso el vecino sureño, y aunque las tropas mexicanas se negaron a luchar durante mucho tiempo, en abril de 1846 cedieron a la provocación militar; eso permitió a Polk justificar una declaración de guerra. En el terreno doméstico, los whigs lo acusaban de haber montado el conflicto y de llevar al país a una guerra costosa que sólo beneficiaría a los intereses esclavistas del sur. A ello se sumaba que tanto el norte como el oeste se sintieron decepcionados con los resultados obtenidos en Óregon, pues no se consiguió la línea fronteriza que se había prometido. Sin embargo, esta oposición fue muy contradictoria porque se votó en el Congreso a favor del presupuesto para la guerra.

Es importante destacar que estas vacilaciones son una muestra de las cosecuencias profundas que la guerra con México y la anexión de parte de su territorio trajeron a ese país. Por un lado, el discurso expansionista parecía ser muy exitoso y unificador; aunque, si se observa con detalle, dio origen a fuerzas políticas enfrentadas, pues aunque la anexión de los nuevos territorios significó una victoria para el país entero, un triunfo que exacerbó el sentimiento nacionalista, paradójicamente, reactivó los conflictos regionales que a la larga desataron la guerra civil en la década de los sesenta.19

Pero, mucho antes de que nadie sospechara que los estadounidenses iban a llegar a la confrontación armada para dirimir sus diferencias sobre el proyecto de nación que debían seguir, la guerra con el vecino del sur fue el primer conflicto bélico que éstos pelearon en el extranjero; incluso para ellos fue sorprendente ver cómo un ejército formado en su mayor parte por voluntarios -que tenían los más diversos motivos para participar en la guerra, ya fuera por venganza contra el ejército mexicano, como en el caso de los Texas Rangers, o por la simple curiosidad de conocer un país exótico que sintieron algunos espíritus aventureros- ganó paulatinamente confianza en sí mismo. Por lo menos, ésa fue la imagen que la prensa transmitió a sus lectores: "If the Mexican war should produce no other result, wrote poet-editor Park Benjamin, it has made for us [...] an army of heroes, of whom the nation have a just right to be proud".20

Visto en esa perspectiva, se puede entender cómo a finales de mayo de 1848, con la ratificación del tratado de paz por parte de ambos países, esta visión del triunfo de la nación se impuso, a pesar de las tensiones políticas internas y de que la guerra se prolongó más allá de los 90 días que la administración de James K. Polk había previsto en un inicio, pues, aunque prácticamente la totalidad de los enfrentamientos reportaron triunfos para el ejército estadounidense, las negociaciones para la paz no se formalizaron sino hasta febrero de 1848, cuando California y Nuevo México ya estaban en su poder y la ciudad de México había estado ocupada por varios meses.

Cierro este apartado con esas reflexiones sobre el impacto de la guerra en la conformación del nacionalismo estadounidense, ya que el siguiente se centra justamente en el periodo de las negociaciones de paz, las cuales no me interesan por sí mismas, sino como una entrada para captar, a través de la mirada de los editores de The American Star, la recepción y la difusión de las ideas del Destino Manifiesto que están contenidas en las páginas de dicho periódico, que fue la publicación más importante, creada para militares y a petición expresa de éstos, en la ciudad de México durante el gobierno de ocupación.

Las armas de papel en la defensa de una paz justa y honorable

En el otoño de 1847 la ciudad de México fue el escenario decisivo en el que se enfrentaron las fuerzas estadounidenses y mexicanas; es bien sabido que la defensa militar local, al mando del general Santa Anna, fue desarticulada en las batallas efectuadas en los alrededores de la ciudad, tanto en Padierna como en Churubusco, que concluyeron con el ataque a Chapultepec,21 y aunque, frente a la ausencia y el desconcierto de los militares mexicanos, las clases populares opusieron resistencia ante la presencia extranjera,22 ya nada detuvo al ejército de Winfield Scott en la toma del centro del país. Después de 16 meses de batallas, el ejército de ocupación, como se nombraba a sí mismo, no sólo había "empujado" la frontera de su país hacia el río Bravo y el océano Pacífico, sino que por fin había conquistado los míticos palacios de los "Montezumas", que tanta expectativa habían causado entre las tropas.23

Dicho ejército no llegó solo, tras él venía toda una red de impresores y editores de periódicos que se había encargado de seguir su avance en tierras mexicanas desde que, en julio de 1845, Zachary Taylor recibió la orden de ubicar sus tropas cerca de Corpus Christi. Por esa razón era tan común que en cada nueva ciudad conquistada se fundara una publicación que circularía entre los miembros de esta corporación.

Los editores de The American Star, John H. Peoples y Jas R. Barnard, fueron parte de ese grupo de hombres que dio vida a la prensa estadounidense en México durante el conflicto. Desde febrero de 1847 Barnard fundó en Tampico el Sentinel; más tarde, en abril de 1847, con la captura de Veracruz, se desplazó hacia ese puerto y creó, junto con Peoples y otro socio de nombre William Jewell, The Vera Cruz Eagle, menos de una semana después de la llegada de las tropas estadounidenses a ese lugar. Peoples, a su vez, había publicado antes un periódico llamado American Flag. En ese mismo mes, dieron a conocer en Jalapa la primera edición de The American Star, la cual duró hasta octubre porque se trasladaron a Puebla, en donde siguieron publicando bajo el mismo nombre. Con la ocupación de la ciudad de México cambiaron de sede y desde el 20 de septiembre de 1847 inició la tercera época de este periódico, el primero escrito en inglés que circuló en la capital mexicana.24

Es importante considerar que la labor de ambos newspaper men ocurrió en un momento en que se concebía a la prensa como el medio más importante para difundir los valores y las virtudes de la vida republicana -esto es más claro en el caso de los ciudadanos estadounidenses que veían con buenos ojos la anexión de nue vos territorios a la unión-, la cantidad de publicaciones y sus propios títulos son un indicador de la intensidad con que estos impresos se concibieron como una forma de difundir las virtudes de la sociedad estadounidense y sus instituciones:

Newspapers published by and for soldiers were a source of news and entertainment for Americans in Mexico. The army seemed to have an inexhaustible supply of printers and editors who joined up to fight. Taking over Mexican printshops in occupied towns, they went to work exercising their First Amendment right. [...] Newspaper names often revealed the republican zeal of the Americans who publish them: from Monterrey, the American Pioneer; from Vera Cruz, the Genius of Liberty and the Free American; from Puebla, the Flag of Freedom; from Jalapa, the Watch Tower; from Mexico city the Yankee Doodle; from Toluca, the Outpost Guard; and from Chihuahua, the Anglo-Saxon. 25

Ante la presencia tan importante que tuvo la prensa en el conflicto, no es sorprendente que, con el fin de organizar la administración del territorio ocupado, el general Scott dispusiera una serie de medidas en las que The American Star jugó un papel importante:

Scott hizo esfuerzos, paralelos a sus medidas disciplinarias, para crear un ambiente más o menos civilizado en el que soldados y civiles pudieran convivir. Uno de los medios de comunicación con sus tropas era el periódico The American Star, que anteriormente ya había circulado en Jalapa. En esta nueva época, el Star tuvo un rival, The North American, que nunca llegó a la categoría del primero, pues saltaba a la vista que su objetivo era infundir, tanto en los yanquis como en los mexicanos, la idea de que a unos y otros convenía que todo el territorio mexicano se anexará a Estados Unidos.26

Por eso, en las páginas de esta publicación aparecieron proclamas oficiales de los comandantes militares y partes de las batallas, que se repartían en las calles y en los cuarteles, además de notas sobre las actividades recreativas que se podían realizar en la ciudad, novedades sobre el interior y el exterior, así como artículos dirigidos expresamente a los mexicanos, pues en la medida en que Peoples y Barnard veían en su periódico un medio para influir sobre ellos, incluyeron en cada número una parte publicada en español.

Así, dieron a conocer a los mexicanos, en su propia lengua, la visión de los estadounidenses en relación con la justicia de sus propias políticas y actos, también pusieron mucho énfasis en las ventajas de contar con una prensa libre, de la cual se consideraban representantes. La tinta y el papel eran, en ese sentido, armas que complementaban la actuación de los militares estadounidenses en el país ocupado.27 Una de las partes más importantes de esa labor era difundir la opinión de los angloamericanos sobre los temas en disputa, dentro de los cuales la firma del tratado de paz era considerada crucial.

Hasta aquí he caracterizado, lo más puntualmente posible, el entorno histórico en el que se produjo The American Star, para resaltar por qué puede considerarse parte de un esfuerzo colectivo que va más allá de la mera empresa editorial o empresarial pues, como he tratado de mostrar, la prensa se concibió como el medio de comunicación más eficaz, pero sobre todo, como un medio civilizador, en la medida en que expandía, en el terreno de las ideas, los logros del "experimento" estadounidense.

Una vez hecho esto, es posible analizar su postura ante el tema de la paz. Para llevar a cabo este objetivo, como mencioné al inicio de este escrito, retomo los números comprendidos entre febrero y mayo de 1848, que fueron el periodo más importante en las negociaciones. Es necesario aclarar que no pretendo repasar cronológicamente los acontecimientos porque asumo que son lo suficientemente conocidos,28 lo que me interesa es brindar una visión de conjunto sobre la forma en que se trató la cuestión; más que la exactitud en la reconstrucción histórica, busco acercarme a las percepciones que manifestaron los editores de esta publicación, apoyada en la revisión hemerográfica realizada y en lo documentado por las investigaciones previas.

Los artículos en los que se tocó algún aspecto relacionado con la paz pueden clasificarse, como señala José Manuel Alcocer, en dos partes bien definidas; en un primer momento se abogó para que México accediera a firmar un tratado de paz, y después de que éste se firmó en los primeros días de febrero de 1848, lo que se impulsó fue la ratificación del mismo.29

En un inicio, es decir, a partir del 20 de septiembre de 1847, The American Star se publicaba los martes, los jueves y los sábados, pero desde octubre de ese mismo año su circulación se hizo diaria, exceptuando los lunes.30 Habitualmente el periódico, que constaba de cuatro páginas en un formato de cuatro columnas, presentaba en la primera plana un artículo editorial, que ocupaba entre dos y hasta cuatro de sus columnas, donde, la mayoría de las veces, se discutían asuntos sobre la situación política de México o sobre los acontecimientos ocurridos en Estados Unidos.

La necesidad de firmar un acuerdo de paz ocupó, desde los primeros números, ese espacio editorial, que era tan importante para la prensa decimonónica, pues en esa época la función informativa estaba subordinada a la difusión de opiniones. En la primera edición del periódico se comunicó que el general Scott se detuvo en las garitas, antes de entrar a la ciudad de México, para dar tiempo a las autoridades mexicanas de que se prepararan para negociar y lograr con ello una paz pronta y duradera. Pero, a pesar de que Santa Anna y Scott habían firmado un armisticio en Tacubaya, el primero lo había incumplido. Desde ese momento y hasta principios del año siguiente, se transmitió en las páginas del periódico la idea de que las autoridades mexicanas eran las culpables de la prolongación de la guerra, al haber rechazado las oportunidades que el pueblo estadounidense y el gobierno del presidente Polk les habían ofrecido.31

Siempre se sostuvo que lo único que Estados Unidos buscaba era una paz justa y honorable:

Heaven has smiled upon the just cause; and the character of our country has been illustrated by a rapid succession of brilliant and astonishing victories. The exploits of our army have elevated our national and shed a lure upon our name throughout the civilized world. In acheaving these victories the blood of many of our best and most patriotic citizens have been shed in the cause of our country. In justice to their memory, we can never retire with honor from the fields where they have fallen, without indemnity for the past, and security for the future. [...] The war has not been proseented for conquest. At every stage of its progress, we have been willing a just and honorable peace. Indeed we can never wage a war for conquest, in the popular sense of the term. Our free institutions forbid that we should subject nations to arbitrary sway. If they come within our power we must bestow upon them the same blessings of liberty and law, which we ourselves enjoy. Should be they annexed to the Union, as in the case of Texas, they must participate in the freest and best government upon earth, on equal terms with ourselves.32

En esta visión sobre la paz justa y honorable están condensados muchos preceptos emanados de la predestinación y del Destino Manifiesto; la justeza de la guerra no se cuestiona sino que es auto-evidente, pues descansa en los signos positivos que el cielo ha enviado a través de las victorias sobre el enemigo. Además, la sola existencia de las instituciones libres en las que se funda la sociedad estadounidense la alejan del camino de la tiranía; no hay necesidad de comportarse como conquistadores porque todos aquellos que, voluntariamente, quieran participar de la Unión, lo harán sabiendo que se trata del mejor gobierno y el más libre de la tierra. Esta interpretación permeó, desde el principio hasta el fin, la postura editorial que The American Star sostuvo; se puede afirmar que funcionó como un telón de fondo constante, a partir del cual su valoración sobre la firma del tratado de paz cobró sentido.

A pesar de esta constante en las ideas rectoras del periódico, el tratamiento del tema no fue siempre el mismo, porque se adecuaba, de manera práctica, a los cambios en la situación. Dichos cambios ocurrieron a finales de enero de 1848, cuando comenzó a filtrarse información sobre el reinicio de las negociaciones de paz. A partir de ese momento, The American Star dejó de recriminar a las autoridades y a los militares mexicanos su negativa para negociar, y comenzó a abordar el asunto desde otros aspectos: se centró en la actuación del Congreso mexicano, sin dejar de criticar el retraso que la ausencia de los legisladores provocaba, pero sobre todo ensalzó la figura de Manuel de la Peña y Peña, pues lo veía como el hombre capaz de negociar el fin del enfrentamiento. Esta percepción se reforzó, en los días que siguieron al 2 de febrero, cuando se anunció que se había firmado el Tratado de Guadalupe Hidalgo. En adelante, se dio prioridad en los editoriales a su ratificación:

We are of opinion that the prospect for an adjustment of the difficulties between the two republics was never more favorable than at this moment. It has been officially announced by the minister of Relations at Querétaro, that a treaty of peace was signed on the 2d instant at Guadalupe between Nicholas P. Trist, commissioner on the part of the United States, and señores Couto, Cuevas and Aristain, commissioners on the part of the Mexican Government. The document making this announcement is conceived in a most excellent spirit, and evinces a disposition on the part of Peña y Peña to use the influence of his high position both with the people and the governors of the states, to unite all the opinions in support of the treaty. [...] We congratulate our readers in the United States upon this favorable aspect of the question, and we trust that nothing may occur to prevent its consummation to a successful issue. Peña y Peña is the man for the crisis, and it is the ardent hope of all Americans in Mexico that he may be sustained by Congress and by people.33

Antes de que el escenario presentara condiciones favorables para la paz, se había atribuido el retraso en las negociaciones a la caótica situación que habían vivido los mexicanos a partir de que se independizaron de España, lo que se atribuyó al carácter despótico de su ejército. A diferencia de Peña y Peña, Santa Anna se convirtió en el principal representante de ese despotismo; es muy elocuente que los editores lo llamaran el "Napoleón del sur".34

Mexico had for many years endured the very worst government on the face of the earth. Under the name of a republic, it was in fact an everchanging military despotism; but without either the disposition or the power to protect the rights of peaceable and well disposed citizens. One military usurer arose after another in rapid succession, and these were alternately elevated and deposed by an army consisting of nearly as many officers as privates, which disposed of the Supreme power, as boldly and unscrupulously as did the praetorian generals of the Empire of the Ancient Rome.35

Como se puede apreciar, la situación de México fue leída, en esta y en varias ocasiones más, en clara oposición a la predestinación positiva con la que habían sido bendecidos los estadounidenses, a diferencia de su modelo de sociedad libre, lo que se observaba en México era una tiranía y una ausencia absoluta de los derechos y la protección que una república debe ofrecer a sus ciudadanos:

"In common" with our readers, we are sick and disgusted with hearing the term 'revolution' applied to the unmanly brawls and discords of Mexico. It is an insult to the understanding to call such disturbances, as those which have happened here for the last twenty years, revolutions; it invests them with a dignity that does not in any way belong to them; and which, in fact, becomes them as well as the vestments of the pope. [...] Such is the revolution in Mexico; there is no high principle involved in it; it is a mere matter of persons and spoils, and if, in the midst of their repeated occurrence, any political principles have become fixed, any advantages have grown out of them, this where rather an accident than an object.36

Poco antes de que el Congreso mexicano ratificara el tratado, lo que ocurrió el 28 de mayo de 1848, Barnard y Peoples promovieron la idea de que se presentaba una oportunidad histórica para que México dejara atrás la situación anárquica que tenía al país al borde de la desaparición:

At no time since the commencement of her career as an independent nation has Mexico ever had greater need of her magnanimity than now, or a more favorable occasion for its exercise. It would seem as if Providence had designedly offered her an opportunity in order to incite her to the efforts of self-preservation. She no longer has any disputable territory, like Texas, for the pretended recovery of which an arrogant military may make the pretext of subjecting her to a brutal despotism.37

Pocos días después de la ratificación del tratado, el 30 de mayo de 1848, The American Star publicó su última edición en la ciudad de México; los editores se despidieron de los lectores contentos por la labor realizada:

With this number ends The American Star. Peace is made and ratified, and with its coming ends our mission here. The deed is done. The Star which has risen in every city occupied by our arms in this line, has set for the last time, in the capital of those, who, but, a few days since, ranked our list as enemies. May there never be another cause for a rupture between us. The Star has advocated an honor able peace -it has been brought about- we are satisfied -our country is satisfied- Mexico is satisfied -may peace rest continually with all. There remains naught more, but to say farewell to the gallant soldiers with whom we have so long communed, and whom we have seen bear aloft their country' s banner in so many victorious fights.38

No habría que pasar por alto que la despedida se dirige a los valientes soldados, sus principales lectores, y que, además, recupera el carácter comunitario que los une al acentuar que el periódico y ellos han caminado juntos a través de muchas plazas mexicanas. De esa manera, muestra un rasgo muy importante de la forma en que lectores y editores percibieron que los unió una misión común durante la guerra: la conquista de una paz justa y honorable. El logro de ese objetivo significó el fin de dicha misión y los deja satisfechos porque su país también lo está. Recupero las reflexiones de Benedict Anderson, que presenté en el primer apartado, para señalar que una parte muy importante de la existencia de una identidad nacional es que ésta no sólo es un proceso histórico objetivo que se desprende de ciertas condiciones estructurales, también es una idea que debe ser pensable para los individuos.

Este periódico no sólo se convirtió en un actor -que desde sus propias consideraciones sobre cuál era el destino de Estados Unidos, así como de las bendiciones que había recibido a través de sus instituciones y su ejército, se insertó en el debate público en torno al conflicto con México-, sino que dejó tras de sí un testimonio de la pequeña comunidad imaginaria que cobró vida en la interacción que hacían con sus páginas los lectores. Por otro lado, los matices en las opiniones expresadas en diferentes momentos del conflicto son una muestra de que el Destino Manifiesto no puede considerarse un sistema de ideas tan coherente como el programa de un partido político; en realidad, asemeja un conjunto, más o menos difuso, de ideas que se concretan en actitudes prácticas y en valoraciones sobre aspectos concretos de la vida; en ese sentido, constituye un imaginario.

Para terminar este punto me gustaría hacer explícita la posición desde la cual me he aproximado al tema. A diferencia de lo que plantea José Manuel Alcocer, que reduce esta publicación al rango de vocero del ejército estadounidense y sólo ve en ello una manifestación de la manipulación ideológica que persiguieron los editores del periódico,39 creo que se gana más en el análisis y en el conocimiento del pasado si se considera que -aunque este periódico era un medio de comunicación ligado al gobierno de ocupación, y por lo tanto, no debe extrañar que su labor se haya visto como una forma de influir en los debates que se daban sobre las condiciones en que cada país aceptaría el fin de la guerra- la intervención de la "prensa libre" en los asuntos públicos era vista como una práctica y un derecho al que los ciudadanos podían aspirar en una república. En ese sentido, es innegable que el ideario del Destino Manifiesto puede considerarse una ideología, pues con su impulso se consiguió una serie de fines políticos articulados, ligados a la expansión territorial. No obstante, debe considerarse, al mismo tiempo, como un imaginario que orientaba en la vida diaria las prácticas políticas de los militares, los editores y todos aquellos estadounidenses que estuvieron involucrados en el conflicto bélico pero, sobre todo, que les brindaba un sentimiento de unidad que los hacía diferentes de otras comunidades humanas, porque les permitía trazar una línea divisoria entre el nosotros y el ellos, es decir, entre los que participan de la comunidad y los que se encuentran fuera de ella.

Comunidad imaginaria e identidad nacional

Para concluir, refiero en este apartado algunas consideraciones globales sobre lo planteado en líneas precedentes. A partir del caso de The American Star traté de entender el papel que el Destino Manifiesto tuvo en la conformación de la identidad nacional estadounidense, al momento de su guerra con México, a mediados del siglo XIX. De ese análisis se desprende el reconocimiento de que los periódicos fueron uno de los principales conductos en la difusión de esta mitología nacionalista. Si bien la conformación de una identidad nacional es un proceso históricamente abierto, y por ello no se podría generalizar una experiencia como ésta a cualquier etapa de la historia estadounidense, la comunidad creada alrededor de The American Star es un indicador de lo significativo que resultaron tanto la guerra contra el vecino del sur como la anexión de una gran parte de su territorio para la consolidación de una auto-imagen de unidad nacional y de país fuerte que había sido elegido por la Providencia. En palabras del presidente Polk:

Uno de los más importantes resultados de la guerra a que nos vimos forzados a entrar recientemente con una nación vecina es la demostración que ha dado de lo que es la fuerza militar de nuestro país. Antes de la última guerra con México, las potencias europeas y otras, tenían una opinión imperfecta y errónea sobre nuestra fuerza física como nación y sobre nuestra capacidad para proseguir la guerra, especialmente una guerra emprendida fuera de nuestro país. [...] A diferencia de lo que hubiera ocurrido en cualquier otro país, no nos vimos en la necesidad de recurrir a la leva o al servicio forzoso [...] Nuestros soldados ciudadanos son distintos de los reclutados en cualesquiera otros países.40

Al mismo tiempo, se puede observar que la labor realizada en el extranjero por Peoples y Barnard, los editores de este periódico, fue parte de un proceso de mayor amplitud que involucró a muchos hombres más, de suerte que se podría analizar la participación de la prensa estadounidense en el conflicto como la de un actor colectivo. Un aspecto esencial de la forma en que este par de editores entendieron su quehacer fue la imagen de instrumento civilizador que le confirieron a la publicación, pues los debates que proponían desde esa tribuna eran entendidos como una defensa de los valores que distinguían a Estados Unidos de las viejas sociedades europeas, o en este caso de México, identificadas, de forma muy genérica, con el despotismo. A esto opusieron las libertades política, religiosa y de prensa como ejemplo de las prácticas propias de una república constitucional, es decir de una sociedad mejor.

Not only have we endeavored to make ourselves useful to the army we accompanied, but we have, in their own language, communed with the people of Mexico, and sought to elevate their ideas, in order that they migth look into their own condition, and there behold how requisite were certain reforms in their social and political condition, in order to preserve their nationality. We urged how beneficial an honorable peace with our government would be to Mexico, and how requisite it was for her future welfare, that wholesome reforms should take place in her army and clergy. [...] our efforts were not unheeded, for the native press has assumed a bold and independent tone, and many of them are now advocating the very reforms in their government that which we long ago suggested. [...] We have learned to love our own country the better since we have been in Mexico. We have learned to prize her valuable institutions, by comparing them with those in this.41

Es importante detenerse en este aspecto porque dice mucho sobre la vida política estadounidense de la época, que aún estaba influida por el discurso democrático de Andrew Jackson, pues el partido gobernante había sido fundado por él. Bajo su liderazgo los demócratas habían construido una imagen de ciudadanía identificada con el hombre de frontera y hacían parecer la expansión territorial como incontenible. De ahí que, por lo menos en el imaginario que se impulsó desde la prensa, de la misma manera en que la incorporación voluntaria al ejército se veía como un acto de ciudadanía y de patriotismo -que sería recompensado con la propiedad de tierras-,42 la lectura de periódicos se concebía como parte de la participación en la vida democrática; la publicación de estos impresos era el medio a través del cual los redactores y los lectores participaban, de diferentes maneras, de la vida pública, sin olvidar el importante servicio informativo que la prensa proporcionaba a los lectores.

Finalmente, cabe aclarar que no pretendo transmitir la idea de que la sociedad estadounidense de ese momento carecía de conflictos o que se trataba de una sociedad perfecta, tan sólo me limito a señalar algunos elementos sobre la legitimidad de que gozaba el ideario del Destino Manifiesto en la visión de ciertos actores, es decir, soy consciente de que habría que contrastar su visión con lo que efectivamente ocurría, de suerte que queda pendiente establecer en qué medida The American Star, y en un sentido más general la prensa estadounidense, pudo tener algún peso efectivo, o si no lo tuvo, en las discusiones sobre la guerra. También habría que tratar de establecer cuál fue el tamaño de la comunidad de lectores que convocaron este y otros periódicos de la época y por quiénes estaba conformada, para dimensionar de forma más precisa el alcance que tuvo la difusión de este imaginario. Algo todavía más difícil de lograr, pero que aportaría información muy valiosa, sería adentrarse en el estudio de la recepción que los lectores hicieron de esos impresos.

Fuentes

The American Star (consultado en el sitio electrónico de Paper of Record <http://institutomora.mx.ola.paperofrecord.com>. [ Links ]

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1Sería toda una labor en sí misma dar cuenta de las investigaciones que han trabajado estos temas, baste señalar algunas de ellas, en el caso del Destino Manifiesto: Anders Stephanson, Manifest Destiny. American expansión and the empire of right, New York, Hill and Wang, 1995; William Earl Weeks, Building the continental empire. American expansion from the Revolution to the Civil war, Chicago, Ivan R. Dee, 1996; Albert Weinberg, Destino Manifiesto. El expansionismo nacionalista en la historia norteamericana, Buenos Aires, Paidós, 1968; James Mc Caffrey, Army of Manifest Destiny: the American soldier in the Mexican war 1846-1848, New York, New York University, 1992, y Ramón Eduardo Ruiz, The Mexican war: was it manifest destiny?, New York, Rinehart and Winston, 1963. En lo que respecta a la guerra: John Edgard Weems, To conquer a peace: the war between the United States and Mexico, College Station, Texas A & M University, 1988; Glenn W. Price, Los orígenes de la guerra con México. La intriga Polk-Stockton, México, Fondo de Cultura Económica, 1986; John S. D. Eisenhower, Tan lejos de Dios. La guerra de los Estados Unidos contra México, 1846-1848, México, Fondo de Cultura Económica, 2000; de Josefina Zoraida Vázquez (coord.), De la rebelión de Texas a la guerra del 47, México, Nueva Imagen, 1994; México al tiempo de su guerra con Estados Unidos, 1846-1848, México, El Colegio de México/Secretaría de Relaciones Exteriores/Fondo de Cultura Económica, 1998, y La intervención norteamericana, 1846-1848, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1997.

2Aunque José Manuel Alcocer Bernes dedicó una tesis al análisis de este periódico, lo hizo considerándolo sólo un aparato ideológico de Estado, con poca profundidad analítica y de forma enteramente narrativa. Cfr. José Manuel Alcocer Bernes, La Estrella Americana, vocero oficial del ejército norteamericano en la ciudad de México (1847-1848), tesis de licenciatura en Historia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1981.

3Es importante aclarar que, aunque The American Star cumplió un papel muy importante en la difusión de la información oficial del ejército de ocupación, no fue una publicación institucional de esa corporación. Además, sus editores no fueron militares, pero sí formaron parte del contingente que siguió el rastro de dicho ejército en territorio mexicano. Cfr. Alcocer Bernes, op. cit., p. 126, y Lota M. Spell, "The Anglo-Saxon press in Mexico, 1846-1848", The American Historical Review, v. 38, n. 1, octubre de 1932.

4Miguel Ángel Castro y Guadalupe Curiel, Publicaciones periódicas mexicanas del siglo XIX: 1822-1855. Fondo Antiguo de la Hemeroteca Nacional y Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México (Colección Lafragua), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 2000, p. 12.

5Cfr. Fabiola García Rubio, El Daily Picayune de Nueva Orleáns durante los años del conflicto entre Estados Unidos y México (1846-1848). Su postura ante la guerra y su recepción en la prensa mexicana, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 2004, y Robert Walter Johannsen, To the halls of the Montezumas. The Mexican war in the American imagination, New York, Oxford University Press, 1985, especialmente el primer capítulo "America' s first foreign war".

6Un excelente referente lo constituye el trabajo de Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 1991.

7Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, traducción de Eduardo L. Suárez, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 23.

8Krystyna Lybura, Luis Gerardo Morales Moreno y Jesús Velasco Márquez, Ecos de la guerra entre México y los Estados Unidos, México, Tecolote, 2004, p. 201.

9Benedict Anderson, op. cit., p. 46 y 47.

10Cfr. Lota M. Spell, op. cit., p. 20-31.

11The American Star, 2 de febrero de 1848.

12Robert Walter Johannsen, op. cit., p. 16.

13Ibidem, p. 21. Además inidica que durante la guerra con México el tiraje de los periódicos estadounidenses alcanzó niveles nunca antes vistos. Por ejemplo, el Dollar Newspaper aumentó su tiraje de 8 000 a 31 000 ejemplares; el Saturday Courier, de 20 000 a 60 000 y el Neals Saturday Gazette pasó de un tiraje de 7 000 a uno de 15 000.

14Richard Bruce Winders, Mr. Polk's army: the American military experience in the Mexican war, College Station, Texas A & M University, 1988, p. 131.

15Robert Walter Johannsen, op. cit., p. 114.

16The American Star, 20 de febrero de 1848.

17Ibidem.

18Alan Brinkley, Historia de Estados Unidos, México, Mc Graw Hill, 1999, p. 265-275; Samuel Eliot Morison, Henry Steele Commager y William E. Leuchtenburg, Breve historia de los Estados Unidos, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 278-292, y Glenn W. Price, op. cit.

19Fabiola García Rubio, op. cit., p. 45.

20Robert Walter Johannsen, op. cit., p. 112.

21Eisenhower, op. cit., p. 391-427.

22Cfr. Luis Fernando Granados, Sueñan las piedras: alzamiento ocurrido en la ciudad de México el 14, 15 y 16 de septiembre de 1847, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Instituto Nacional de Antropología e Historia/Era, 2003.

23"'I am at last in Mexico,' wrote an officer in the Ninth Regiment, 'the great city of Montezuma, of Cortez, of the Spanish viceroys, of Mexican pride and of American conquest'." Citado en Robert Walter Johannsen, op. cit., p. 166.

24Lota M. Spell, op. cit., p. 25 y 26.

25Richard Bruce Winders, op. cit., p. 131 y 132.

26Eisenhower, op. cit., p. 433.

27Lota M. Spell, op. cit., p. 26.

28Se pueden encontrar reconstrucciones detalladas de dichos acontecimientos en los trabajos mencionados en la nota 1.

29José Manuel Alcocer, op. cit., p. 133.

30Miguel Ángel Castro y Guadalupe Curiel, op. cit., p. 12.

31The American Star, 20 de septiembre de 1847.

32Ibidem, 2 de febrero de 1848. Las cursivas son mías.

33Ibidem, 13 de febrero de 1848.

34Ibidem, 5 de mayo de 1848.

35Ibidem, 2 de febrero de 1848.

36Ibidem, 5 de mayo de 1848.

37Ibidem, 20 de mayo de 1848.

38Ibidem, 30 de mayo de 1848.

39"Los Estados Unidos querían la firma y ratificación de un tratado de 'paz, amistad y límites' y qué mejor manera de intimidar al pueblo ocupado y al gobierno mexicano [que] por medio de artículos de franca provocación. México, derrotado e incapaz de defenderse, y bombardeado constantemente por esa amenazadora campaña publicitaria, aunado esto a otras circunstancias adversas, tuvo que ceder. Los editorialistas trataron de influir en la población creando una verdadera guerra de nervios. [...] Por lo tanto estos 'mensajes' persuasivos sirvieron para señalar que el único camino viable era el de la paz, concepto que fue manejado en forma maniquea por los editorialistas norteamericanos dada su condición de vencedor." José Manuel Alcocer Bernes, op. cit., p. 133.

40James K. Polk, "Cuarto mensaje anual al Congreso (5 de diciembre de 1848)", en Ana Rosa Suárez Argüello, EUA 2. Documentos de su historia política 11, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1988, p. 214 y 215.

41The American Star, 30 de mayo de 1848. Las cursivas son mías.

42Cfr. Richard Bruce Winders, op. cit., p. 3-14 y 66-87.

Kenya Bello mexicana, es licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, actualmente estudia la maestría en Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora.

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