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Estudios de historia moderna y contemporánea de México

versión impresa ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.28 Ciudad de México jul./dic. 2004

 

Reseñas

Siglo XX. Revoluciones, sueños y pendientes

Pedro Salmerón Sanginésa 

a Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México.

Siglo XX. Revoluciones, sueños y pendientes. México: Praxis, Gobierno del Distrito Federal, 2003. 269p. Biblioteca de la Ciudad de México,


En este libro se reúnen trece trabajos sobre el siglo XX, trece agudas miradas panorámicas a una de las características más importantes de este siglo: las revoluciones y su carga utópica, los intentos para construir en la tierra una sociedad justa; revoluciones políticas y sociales, y, también, revoluciones científicas y culturales que, ahora lo sabemos, no alcanzaron su utopía, dejando al mundo, en la antesala del siglo XXI, con el sabor amargo del fracaso pero también con nuevos sueños, con vigorosas utopías.

"El siglo XX -como señala Enrique Semo en la presentación-, fue un siglo de cataclismos devastadores y esperanzas inspiradoras." Un siglo de destrucción mortal y de casi ilimitada capacidad de transformación, un siglo marcado por guerras terribles y sangrientas, por el fracaso de los modelos sociales utópicos, por grandes revoluciones, por la transformación acelerada de la ciencia y la técnica. El siglo XX, reitera Enrique Semo, es un siglo que dejó grandes pendientes.

¿Cómo abordar esos pendientes, cómo entender los nuevos sueños? Semo propone algunos hilos conductores para enfrentar los problemas del presente, pero, sobre todo, señala que es el análisis de las revoluciones y las utopías fallidas del pasado inmediato lo que nos permitirá construir alternativas viables, entendiendo que la historia no ha terminado, que la utopía es posible.

El objetivo de los ensayos que Semo presenta de esa manera es ofrecer a los legos, principalmente a los jóvenes, un amplio panorama sobre algunas de las revoluciones y procesos históricos que mayores sueños desataron durante el siglo xx: la Revolución Rusa, que sus partidarios llamaron gran revolución socialista de octubre, y los enormes sueños que inspiró, la fascinación que ejerció sobre generaciones de hombres y mujeres en todo el mundo, sus facetas más terribles y su fracaso; la Revolución China, su historia propia y su impacto internacional; el movimiento de 1968 en Francia, con su carga de sueños y utopías, en su carácter de gran revolución social y cultural; el intento chileno, ahogado en sangre, por alcanzar un socialismo humanista por la vía pacífica; la Revolución Cubana como faro de la revolución latinoamericana, y la revolución de las ciencias físicas como base de la transformación radical de nuestra idea del mundo y de los gigantescos saltos tecnológicos del siglo.

Estas grandes visiones de procesos globales -la globalización es un tema constante e ineludible a lo largo del libro- están acompañadas del análisis de sucesos que, en México, despertaron similares sueños, que alimentaron nuestras utopías: la Revolución Mexicana, la persistente revuelta campesina, el cardenismo, el arte como promesa y espejo del futuro ideal y la radical pero incompleta transformación del papel de la mujer en la sociedad mexicana. Los artículos sobre México, escritos por Ana Lau, Raquel Sosa, Raquel Tibol y Armando Bartra, lo mismo que el de Luis de la Peña, sobre las ciencias físicas, tienen mucha carne, pero prefiero pasar revista a los otros.

Los artículos aquí reunidos tienen en mente dos objetivos comunes: el de enterar claramente al lector del proceso que se presenta y sus más importantes consecuencias, así como el de abordar su carga utópica y sus pendientes.

De esa manera Eugenio Anguiano inicia su trabajo sobre la tras cendencia internacional de la revolución china preguntándose si el ciclo de las revoluciones que caracterizaron al siglo xx -o mejor aún, a la época moderna- ha llegado a su fin con la caída del muro de Berlín, a lo que responde diciendo que, si el término revolución "denota tanto una realidad, un hecho, como una aspiración [...], es claro que la revolución no desaparecerá ni del léxico cotidiano, ni como fenómeno empírico, ni, menos, como aspiración" (p. 16). Así, la revolución china, cuyo proceso general es coherentemente presentado por Anguiano, es muestra de la existencia y permanencia de las revoluciones sociales. Pero si este autor pone acento en la trayectoria política de la revolución china, Flora Botton muestra la radical transformación que experimentó esa sociedad analizando una institución fundamental y casi omnipresente en aquel país, que durante siglos apenas si había sufrido cambios: la familia. Los cambios producidos en ella durante el proceso revolucionario fueron tan drásticos y afectaron de tal modo todos los ámbitos de la vida social, que la importancia de la revolución, la realidad de la revolución, vista desde abajo, queda fuera de toda duda.

Como estos dos , hay otros textos que aspiran a explicar en pocas páginas importantes procesos revolucionarios: el carácter predominantemente cultural del movimiento de mayo de 1968 y la manera en que transformó a la sociedad francesa, de Anne Marie Mergier; la visión de Ernesto Rodríguez de la Revolución Cubana como la única revolución social del siglo xx que no ha cerrado aún su ciclo, por lo que no puede historiarse como una cosa pasada; o el brillante ensayo histórico y vivencial de Luis Maira Aguirre sobre el experimento allendista de tránsito pacífico al socialismo en un contexto en que la Guerra Fría era más caliente que nunca, permiten al lector mexicano conocer esos procesos y aprender de ellos.

Otros de los trabajos son más cercanos al imaginario social, a los sueños y utopías, que a los hechos: Jean Meyer explora el significado de la Revolución Rusa ochenta años después, la fascinación que sobre los jóvenes franceses de su generación (la generación del 68) ejerció la revolución bolchevique. Jean Meyer habla de la fascinación colectiva, pero también de la individual: más que una historia de la Revolución Rusa, de las que Meyer ha intentado con éxito, éste texto trata de la propia historia de Meyer, de la historia de Alsacia y del mayo francés, de la experiencia de dar clases en la Soborna de los primeros años setenta, sobre la Revolución Rusa, "esa luz que nos viene de Oriente".

De esa manera, encontramos en el maravilloso artículo de Meyer los sorprendentes nexos entre la ocupación alemana de Alsacia y el anticolonialismo de la juventud francesa frente a la guerra de Argelia, y los no tan sorprendentes pero sí numerosos, quizá excesivos, entre la tradición de la militancia comunista y su fe en el futuro (fe, leyó usted bien) y la militancia religiosa tan cercana a la infancia y la tradición familiar de Jean Meyer... pero no sólo con la fe católica: también con el Islam:

Ahí tenemos -dice Jean Meyer hablando del Partido Comunista- la aspiración de millones de hombres y de mujeres a una mayor dignidad del hombre, a la creencia en principios simples, de acceso fácil, y al lado una doctrina sutil y profunda que se presta a todos los refinamientos intelectuales: exactamente como en el cristianismo, hay una religiosidad popular y una literatura mística y teológica [...] que no es del interés del pueblo y fascina a los intelectuales [p. 195].

Los elementos comunes que, a nivel del imaginario y en la vida cotidiana, encuentra Meyer entre ambas tradiciones (la católica y la comunista) son extraordinariamente sutiles y certeros. Por medio de esas comparaciones, de esas vivencias, Meyer llega a una conclusión abrumadora: "El comunismo ha producido locuras trágicas y oscuras en este siglo XX, que vivió muchas; pero si uno no entiende o no acepta ver su cara de luz, no comprenderá los secretos de su éxito" (p. 198).

De una de las caras más oscuras, de una de esas locuras trágicas, se ocupa Friedrich Katz, en un artículo en el que compara el papel del terror en las revoluciones rusa y mexicana. Esta comparación, dice Katz, no es descabellada como a primera vista parece, en virtud de que, a pesar de las grandes diferencias entre ambas revoluciones, en los años treinta cruzaban por un periodo similar, que Katz llama "revolución desde arriba", es decir, el momento en que los revolucionarios, ya asegurado el poder, emprenden una transformación profunda de la realidad que, las más de las veces, no es precisamente la que se propusieron al principio del proceso revolucionario. Pero estas dos "revoluciones desde arriba", instrumentadas por los gobernantes emanados de la revolución (José Stalin y Lázaro Cárdenas), difieren profundamente en un aspecto fundamental: "La revolución staliniana se llevó a cabo en un ambiente de terror con millones de víctimas. Ninguna oposición de cualquier índole fue tolerada. El dirigente revolucionario se convirtió en un semidios con un poder ilimitado y mantuvo el poder hasta su muerte".

Las transformaciones que México experimentó durante la presidencia de Cárdenas fueron colosales, como en la Rusia de Stalin o en la China de Mao; pero, en contraste con lo sucedido en aquéllas, esas transformaciones no requirieron del terror: la época cardenista, señala Katz, fue la más pacífica vivida en México desde los inicios del siglo XX.

"¿Cómo pueden explicarse esas diferencias y ante todo la ausencia de terror en México, en contraste con la URSS, en los años treinta?" Eso es lo que explica Katz en uno de más de los sugerentes y siempre novedosos análisis comparativos a que nos ha acostumbrado.

En síntesis, el lector tiene ante sí un rico mosaico de interpretaciones, de visiones panorámicas sobre esos grandes detonadores de sueños y utopías, de pendientes y frustraciones del siglo XX: las revoluciones. Éste es un libro que permitirá al lector no enterado comprender algunos de los mecanismos fundamentales de las grandes transformaciones sociales y de las expectativas que despiertan.

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