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Estudios de cultura maya

versão impressa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.61  Ciudad de México  2023  Epub 26-Jun-2023

https://doi.org/10.19130/iifl.ecm/61.002x4856001sm06 

Reseñas

Aurora Díez-Canedo y José Manuel Chávez (coords.), En torno a la conquista. Visiones recientes, edición y presentación de Aurora Díez-Canedo. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2021, 343 pp.

Rodrigo Martínez Baracs* 

*Dirección de Estudios Históricos, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

Díez-Canedo, Aurora; Chávez, José Manuel. En torno a la conquista. Visiones recientes. Díez-Canedo, Aurora. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2021. 343p. Ediciones Especiales,


Estoy muy agradecido con Aurora Díez-Canedo Flores, amiga de toda la vida, y con José Manuel Chávez Gómez, colega en la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia por haberme invitado al simposio de mayo de 2019, en plena conmemoración del Quinto Centenario de la Conquista, y haberme incluido en el libro En torno a la Conquista, visiones recientes, impreso en 2021 por el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Me siento muy honrado de participar, junto con mis amigos Mario Humberto Ruz Sosa y Martín Ríos Saloma, en la presentación de este libro que reúne a varios queridos colegas y amigos.

Aurora tuvo una muy buena idea al proponernos a los presentadores dividirnos la tarea por apartados del libro, porque permite una apreciación más cuidadosa de cada uno de los capítulos, todos ellos excelentes, por lo que he podido ir viendo y a juzgar por los cuatro que me tocó la fortuna de comentar. Tuve la suerte de que se me asignara el tercer apartado, “Visiones biográficas”, que trata no sólo de “personajes secundarios” de la Conquista, sino de plano de “villanos”: Diego Velázquez, el despojado y resentido gobernador de Cuba que no dejó de atacar a Hernando Cortés; Pedro de Alvarado, el cruel y descontrolado “mano derecha” de Cortés (y “pie izquierdo” suyo, dijo Mario Humberto Ruz Sosa); Jerónimo de Aguilar, el intérprete maya-español de Cortés, junto a doña Marina, maya-náhuatl, opacado por ella en la memoria y enemigo de su rescatador Cortés; y don Diego de Alvarado Huanitzin, gobernador de Ecatepec y después de la Ciudad de Mexico, aliado de Cortés en la Conquista y siempre complaciente con los españoles.

El primer estudio, sobre “Diego Velázquez, el despojado”, se lo debemos a la historiadora María del Carmen León Cázares, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre sus libros recuerdo varios valiosos, como: La Plaza Mayor de la Ciudad de México en la vida cotidiana de sus habitantes. Siglos XVI y XVII, de 1982; Un levantamiento en nombre del Rey nuestro señor, de 1988; su edición junto con Mario Humberto Ruz Sosa de las Constituciones Diocesanas del Obispado de Chiapas de fray Francisco Núñez de la Vega, de 1988; y su historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced en la Nueva España, de 2004. Su estudio sobre Diego Velázquez se caracteriza por el cuidado en la búsqueda y el cuidado de las fuentes, tanto las historias clásicas, como las de Pedro Mártir de Anglería, fray Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo, como de documentos tomados del Archivo General de Indias, gracias al Portal de Archivos Españoles (Pares), que le permitió realizar algunos hallazgos, como el Testamento de Diego Velázquez, fechado en Santiago de Cuba el 9 de abril de 1524.

Nacido en 1465 en la villa de Cuéllar, provincia de Segovia, Diego Velázquez pasó a las Antillas en 1493 en el segundo viaje de Cristóbal Colón, que recorrió la costa sur de la larga isla de Cuba, que tiempo después conquistaría y gobernaría. En 1494 viajó a la isla Española con el adelantado don Bartolomé Colón. Gobernando Nicolás de Ovando (de 1502 a 1509), Velázquez fue uno de los capitanes que reprimió sangrientamente el levantamiento indígena encabezado por Caonabo y su esposa Anacaona, “cordial y seductora anfitriona de Bartolomé Colón”, que fue ejecutada. El gobernador Ovando nombró a Diego Velázquez teniente de gobernador, y con este cargo impulsó el poblamiento de la isla fundando villas. Por entonces, Velázquez pudo conocer al joven Hernando Cortés, veinte años más joven que él, quien llegó a Santo Domingo en 1504.

Don Diego Colón, el hijo legítimo de Colón, llegó a Santo Domingo en 1509 con el cargo de segundo Almirante del Mar Océano y de visorrey y gobernador y justicia mayor de las Indias, y agrego que en 1511 se fundó la Real Audiencia de Santo Domingo, como tribunal de apelación, que le hizo contrapeso a su poder. En este año don Diego Colón mandó a Diego Velázquez como teniente suyo a conquistar y poblar Cuba. Por entonces, Velázquez era el vecino más rico de la isla Española y el capitán más experimentado, y querido por todos, por su buen ánimo y que se hacía el “grueso de entendimiento” para engañar a los demás.

En la conquista de Cuba, María del Carmen León Cázares menciona la presencia del clérigo Bartolomé de las Casas, que debió jugar un papel importante en la negociación de las conquistas de cada lugar, antes de asquearse, renunciar a su encomienda y emprender la defensa de los indios. León Cázares menciona también las varias villas de españoles que fundó Velázquez en la isla, que acaso cabría poner en relación con su voluntad de independizarse del gobernador don Diego Colón, del cual Velázquez no era más que su teniente de gobernador en Cuba. Hernando Cortés, que era secretario de Velázquez, aprendió bien la lección, y traicionó a Velázquez como él había traicionado a don Diego Colón, fundando una villa, la villa Rica de la Veracruz. Es particular que María del Carmen León Cázares no haya retomado el tropo historiográfico de Velázquez como traidor traicionado por su alumno.

León Cázares rescata un momento interesante de la carrera de Velázquez, cuando en 1518 fue proclamado rey Carlos I, que trajo el empoderamiento de políticos como el flamenco Jean de Sauvage, encargado de asuntos indianos,­ que dio una real cédula a favor de un tal Laurent Gorrevod, almirante de Flandes, como gobernador vitalicio de Cuba y conquistador de Cozumel, y otra en la que mandaba a Diego Velázquez, teniente de gobernador en Cuba, interrumpir la conquista de Cozumel (se refiere posiblemente al viaje de Cortés). La “oportuna muerte”, dice León Cázares, de Jean de Sauvage evitó que estas cédulas se cumplieran y Velázquez pudo seguir como teniente de gobernador en Cuba, aunque se le fue la conquista de México…

León Cázares rescata un párrafo de Pedro Mártir de Anglería que, dice, podría servir de epitafio de Diego Velázquez:

Santiago Velázquez, gobernador de la Fernandina -que es Cuba- superior a Creso en riquezas, ha muerto más pobre y en mayor miseria que Codro. Consumió inmensos tesoros en construir nuevas flotas para descubrir nuevas tierras y quebrantar la fortuna de Hernán Cortés. Todo en vano, pues Cortés le aventaja en talento (Díez-Canedo y Chávez, 2021: 220).

León Cázares menciona la buena relación de Velázquez con el obispo don Juan Rodríguez de Fonseca y el secretario Juan Lope de Conchillos, cabezas del bando aragonés tras el fallecimiento en 1516 del rey Fernando, y tal vez faltó caracterizar a este bando, que defendió la explotación de los indios por medio de la encomienda y la esclavitud por “justa guerra”, contrapuesto al bando colombino, lascasiano, que defendía el Codicilo de Isabel la Católica, de 1504, contrario a la esclavitud de los indios, a favor de su libertad, cristianización y buen trato. Pese a su enemistad con Las Casas, al romper con Velázquez, Cortés se adscribió al bando opuesto al fernandino aragonés. Y efectivamente, puede decirse que hubo en Cortés una voluntad de moderar la explotación de los indios de la Nueva España. No puede decirse lo mismo de Diego Velázquez, que en nada favoreció a los pobres indios dominicanos y cubanos, cerca ya de la extinción.

Un documento que merece mayor consideración es la Información que comenzó a asentar Diego Velázquez contra Cortés en la villa de Santiago en junio y julio de 1521, que anticipa, según José Luis Martínez, muchas de las acusaciones que se le harían a Cortés años después en su Juicio de Residencia, base de la periodización básica de la Conquista en la Historia de la conquista de México de Francisco López de Gómara, de 1552 (a su vez base de las historias de Cervantes de Salazar, Juan Cano, Bernal Díaz y Sahagún). La Información de Velázquez fue interrumpida por el licenciado Alonso de Zuazo, amigo de Cortés “porque los testigos dicen lo mismo” y “ser demasiado largo el interrogatorio”. Habrá que ver de qué maneras el licenciado Zuazo en Cuba defendió a Cortés de los ataques de Velázquez.

Por cierto, otro elemento que puede integrarse a la caracterización de Diego Velázquez es su progresiva gordura, que le impidió encabezar él mismo la conquista de México, que delegó sucesivamente a Francisco Hernández de Córdoba, en 1517, a Juan de Grixalva, en 1518, y a Hernando Cortés a finales de ese mismo año.

El capítulo de María del Carmen León Cázares es un buen adelanto para construir una biografía del resentido Diego Velázquez. Habrá que avanzar en el aprovechamiento de otros documentos, como el Juicio de Residencia que le hizo el licenciado Zuazo, que se encuentra en el ramo Justicia del Archivo General de Indias. Y visitar la bella casa museo de Diego Velázquez en la ciudad de Santiago de Cuba.

El segundo capítulo, sobre Pedro de Alvarado, se lo debemos al historiador W. George Lovell, de la Universidad de Queens, en Canadá, y la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla, autor de varios libros sobre la Conquista y el periodo novohispano en Guatemala, con interés particular en la figura del conquistador Pedro de Alvarado, inspirado en la biografía escrita por el guatemalteco Adrián Recinos, traductor y estudioso del Popol Vuh y los Anales de los Cakchiqueles. En su capítulo, traducido por Gabriela Villa Walls, Lovell se centra en la conflictiva relación de Pedro de Alvarado con Hernando Cortés, siempre tensada, piensa Lovell, por la personalidad imprudente e impulsiva de Alvarado, sobre el que da varios ejemplos. Uno de ellos sucedió en la armada de Juan de Grijalva en 1518, cuando se separó de las demás naves de la armada para explorar por su cuenta “un anchuroso río que los indios llamaban Papaloapan”, poniéndose en peligro a sí mismo y a los demás, en un eventual ataque. Después vino la que Lovell considera la primera fractura de Cortés y Alvarado, cuándo en febrero de 1519 éste se adelantó en el camino a Cozumel, que había conocido el año pasado en la armada de Grijalva, y abusó de la gente. Cortés lo reprendió públicamente. Pudo ser éste un conflicto verdadero, o tal vez, como se ha supuesto, un acto un tanto teatral de Cortés para despertar en los indios la idea de que él venía no para imponerse sino para impartir justicia.

Lovell concede importancia al matrimonio de Alvarado con la princesa tlaxcalteca doña Luisa Xicoténcatl, por quien tuvo sentimientos sinceros, y que lo acercaron al punto de vista tlaxcalteca. Lovell incluye la matanza de Cholula, de octubre de 1519, como la segunda fractura entre Cortés y Alvarado, tal vez por la cercanía de éste con los tlaxcaltecas, instigadores de la matanza debido a su enemistad con los mexicas y más aún con los cholultecas, que los habían traicionado. Pero no debe olvidarse, que los mexicas y los cholultecas bien pudieron, o debieron, planear un ataque a los españoles, y estos tal vez hicieron bien, desde el punto de vista militar, en dar un castigo ejemplar, cuya noticia corrió por todos los caminos mesoamericanos.

Lovell ubica la tercera fractura entre Cortés y Alvarado en mayo de 1520, cuando éste “perpetró” la matanza del Templo Mayor, otra vez debido a su carácter violento e imprevisible. No dudo que su temperamento haya jugado un papel en los acontecimientos, pero es imprescindible tomar en cuenta el envío contra Cortés por Velázquez del capitán Pánfilo de Narváez, quien se alió con el Cacique Gordo de Cempoala, quien rompió su alianza con Cortés e inició una alianza con los mexicas tenochcas, donde se encontraban encerrados los españoles con Alvarado. La situación era ciertamente tensa y olía a guerra. La matanza del Templo Mayor fue a mediados de mayo de 1520, dos semanas antes de la batalla de Cempoala, contra los españoles de Narváez aliados con los cempoaltecas. Ambas parecen batallas de una misma guerra desencadenada por la armada de Narváez.

Otro episodio que destaca Lovell de la relación de Cortés y Alvarado sucedió en octubre de 1525 y enero de 1526, cuando Alvarado quiso regresar de Guatemala a México al saber que se decía que Cortés había muerto en la fallida expedición a las Hibueras, Honduras, para tratar de hacerse con el poder, pero en el Soconusco decidió regresar cuando supo que venía contra él un fuerte contingente. Supo entonces que Cortés estaba vivo y lo llamaba a alcanzarlo en Honduras. Nunca llegó, porque en el camino pasó por Guatemala, y los alcaldes y regidores del cabildo de la ciudad le pidieron que no se fuera, porque sus antiguos aliados cakchiqueles se habían rebelado debido a los abusos y humillaciones que habían sufrido después de haberlos ayudado tanto. Como lo escribe Lovell: “el comportamiento temerario y falta de visión de Alvarado convirtió a sus aliados en enemigos, un recurso valioso en un adversario, y desató una insurrección que habría de prolongarse por mucho tiempo”. Unas líneas dedica Lovell al fallido y no por ello menos mortífero intento de Alvarado de obtener alguna tajada de la conquista del Perú, tratando de arrebatar a Francisco Pizarro y a Diego de Almagro, posesionados de Cuzco, la zona norte, hoy Ecuador.

Lo que sigue de la vida de Alvarado ya no toca a Cortés, quien regresó definitivamente a España en 1540. Todavía tuvo tiempo Alvarado de organizar junto con el virrey don Antonio de Mendoza una gran armada para la Mar del Sur, el Pacífico, hacia el oriente, que no pudo salir, porque tuvo que detenerla en 1541 con todos sus hombres para acudir a sofocar la rebelión indígena de la Nueva Galicia, donde perdió la vida Alvarado, y pronto también falleció su infortunada mujer doña Beatriz en el terremoto de Guatemala.

El tercer capítulo biográfico, sobre el intérprete Jerónimo de Aguilar, se lo debemos a Carlos Conover Blancas, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, autor de un libro precisamente sobre Aguilar. Este capítulo resume lo que se sabe de su vida, después de lo cual estudia las hasta ahora prácticamente desconocidas probanzas que sus descendientes hicieron en las décadas y siglos siguientes.

Participó en la armada de Diego de Nicuesa, enemigo del segundo almirante Diego Colón, en la fracasada y trágica armada a la Tierra Firme, que lo condujo a naufragar en 1511 hasta ser rescatado en la costa oriental de la península de Yucatán. Conover Blancas critica la conseja según la cual los náufragos sobrevivientes fueron sacrificados por los mayas. Fueron curados y cuidados y repartidos como esclavos. Jerónimo de Aguilar estuvo en la ciudad de Xamá-Xamanzamá, hoy Tulum-Tancah, como sirviente de un sacerdote maya, con la categoría de h’kos. Tenía un libro de horas y rezaba diario. Puede considerarse el primer evangelizador de los mayas.

Referente a la colaboración como intérpretes de Cortés del equipo formado por Jerónimo de Aguilar y doña Marina, Conover Blancas discute el problema de cómo se pudieron comunicar Aguilar, hablante del maya yucateco, con doña Marina, hablante del maya chontal de Tabasco, y señala que el maya “de la lengua de Cozumel” pudo utilizarse de manera amplia en el sistema comercial marítimo de Mesoamérica. Y también es que el maya chontal también se oía y usaba en Yucatán, como me lo señaló Erik Velásquez García.

Conover Blancas destaca que uno de los momentos más importantes de la labor como traductores de Aguilar y doña Marina se dio cuando Moctezuma entregó su soberanía a Carlos V, a fines de 1519 o comienzos de 1520, que reafirma un testimonio del capitán Andrés de Tapia en el Juicio de Residencia de Cortés (publicado por José Luis Martínez en el tomo II de sus Documentos cortesianos):

Este testigo se halló presente al tiempo que el dicho Montezuma hizo el dicho razonamiento a mucha gente de los naturales, y que decían que todos eran señores y que, ansí como la pregunta lo dice, fue el dicho razonamiento según el intérprete, que era Aguilar, lo dixo y aclaró en lengua española, y que este testigo entendía a la sazón alguna cosa de la lengua [náhuatl] y por razón de algunas palabras que entendió de dicho razonamiento cree que fue ansí como el dicho intérprete lo dixo, y vido este testigo que el dicho Montezuma dio la obediencia y su señorío a su Majestad (1990: t. II, 351).

Conover Blancas refiere que después de la Conquista Aguilar se enemistó con Cortés. Menciona que participó en la rebelión de Gonzalo de Salazar y Peralmíndez Chirinos contra Cortés en 1525, y que en 1529 declaró contra él en su Juicio de Residencia, año en que declaró a favor de Pedro de Alvarado en una información. Tal vez por falta de sustento Conover Blancas no indaga sobre los motivos que pudieron llevar a Aguilar a enemistarse con Cortés. Ciertamente en el equipo de intérpretes, Aguilar debió verse crecientemente desplazado conforme fue aprendiendo español doña Marina. Pero también debió influir la pretendida relación amorosa, acaso incipiente, entre Aguilar y doña Marina, interrumpida por Cortés cuando la tomó para sí. Menciona la relación amorosa Juan Cano en su perdida Relación de la Nueva España y su Conquista, que no es muy confiable, en su intento permanente de perjudicar a Cortés. Por ello al comienzo no le di valor a este testimonio, pero después encontré mencionado el amorío en otro testimonio, que ya no sé dónde anoté… De modo que esta relación es ciertamente una posibilidad, hasta cierto punto lógica, por lo demás.

Los testimonios posteriores sobre los méritos y servicios de Jerónimo de Aguilar, que estudia Conover, no agregan información histórica creíble a la historia de Aguilar, y su estudio forma parte de la tendencia actual a tomar con más cuidado los testimonios tardíos novohispanos, con la tendencia a deformar o aun falsificar documentos, y que han sido tomados de manera acrítica por los historiadores, lo cual nos lleva a rehacer muchas de las historias que parecían muy seguras.

El cuarto ensayo biográfico se refiere a don Diego de Alvarado Huanitzin, gobernador del pueblo de Ecatepec y después también gobernador indio de la ciudad de México Tenochtitlan, y se lo debemos a María de Guadalupe Suárez Castro, de la Dirección de Etnohistoria del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Se trata de un trabajo bien documentado en fuentes antiguas en español, en náhuatl y en códices, y tomando en cuenta las investigaciones más recientes. Suárez Castro nos recuerda lo que se sabe de Huanitzin: que nació hacia 1490, descendiente del linaje del tlatoani mexica Axayácatl; que fue padre del cronista don Hernando Alvarado Tezozómoc e informante suyo en su Crónica Mexicáyotl; que fue uno de los responsables de esconder los bultos sagrados, a lo que agrega Suárez Castro que Huanitzin se casó hacia 1530 con la decimonovena hija de Moctezuma Xocoyotzin, doña Francisca de Moctezuma, quien todavía vivía en casa de su hermana Isabel (Moctezuma, Tecuichpochtzin), según María Castañeda de la Paz.

Huanitzin y doña Francisca tuvieron tres hijas: doña Isabel, quien se casó con don Antonio Valeriano, el ilustre colaborador de fray Bernardino de Sahagún; doña Francisca, casada con Juan Bautista, mestizo y nahuatlato (intérprete); y doña Martha, casada en Tzompahuacan.

Suárez Castro considera que Huanitzin fue “cómplice” de Cortés en la Conquista de la Ciudad de Mexico, y fue bautizado como Diego de Alvarado Huanitzin y llevado a la fracasada expedición a las Hibueras, en la que Cortés mandó ejecutar a Cuauhtémoc y a los señores de Tezcoco y Tlacopan, sin que don Diego de Alvarado Huanit­zin sufriera daño alguno. Al contrario, fue reinstalado como gobernador del pueblo de Ecatepec, cargo que ocupó hasta 1538 cuando ocupó el cargo de gobernador indio de la parte tenochca de la Ciudad de Mexico, que le otorgó el mismo virrey Mendoza, para restituir el linaje tenochca legítimo al gobierno de Tenochtitlan. Suárez Castro reconstruye la dura lucha política que antecedió a su nombramiento, durante la cual contendieron el propio don Diego de Alvarado Huanitzin, nieto de Axayácatl, don Diego de San Francisco Tehuizquitzin, nieto de Tízoc, don Juan Coatlhuitzilíhuitl, nieto de Ahuítzotl, don Martín Moctezuma, nieto también de Axayácatl, y don Hernando de Tapia, hijo del cuauhtlatoani don Andrés de Tapia Motelchiuhtzin. Pero don Martín Moctezuma murió envenenado recién regresado de España y se acusó a don Hernando de Tapia, su compañero de viaje, y acabó siendo elegido don Diego de Alvarado Huanitzin, pese a las sospechas que pesaban sobre él.

Suárez Castro menciona su participación en el episodio del ocultamiento por don Miguel Tlaylótlac de bultos sagrados en Tetzcoco antes de salir a las Hibueras en 1524, que condujo a un juicio inquisitorial en 1539. Varios fueron acusados, y un testigo involucró a don Diego Alvarado Huanitzin, pero no le pasó nada, y fue ratificado como gobernador. Se salvó demasiadas veces, tal vez era demasiado complaciente y útil para los españoles.

Como bien lo dijo Pilar Gonzalbo Aizpuru, gracias a la historia sabemos que los buenos no fueron tan buenos y que los malos fueron todavía peores.

Una primera versión de este texto fue leída el sábado 3 de septiembre de 2022 en la presentación del libro coordinado por Aurora Díez-Canedo Flores y José Manuel Chávez Gómez, En torno a la Conquista. Visiones recientes. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2021, en la Feria Internacional del Libro Universitario, en vivo, con la participación de Aurora Díez-Canedo, Mario Humberto Ruz Sosa y Martín Ríos Saloma.

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