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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.58  Ciudad de México  2021  Epub 04-Oct-2021

https://doi.org/10.19130/iifl.ecm.2021.58.23874 

In memoriam

In memoriam Guillermo Bernal Romero (1960-2021)

Octavio Q. Esparza Olguín1 

1Centro de Estudios Mayas, Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM.


Conocí a Guillermo hace un k’atun, cuando me encontraba cursando los primeros semestres de la carrera de arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Recuerdo gratamente las largas conversaciones que teníamos junto con Erik Velásquez en la cafetería de la ENAH o en algún pequeño restaurante del Centro Histórico, donde las horas transcurrían hablando de textos jeroglíficos y asentamientos mayas. En aquel entonces, Memo ya era colaborador del Proyecto Arqueológico Palenque, por lo que gran parte del tiempo se encontraba analizando inscripciones en el sitio o colaborando en los trabajos de campo, actividad que le permitió observar de forma directa los contextos asociados a los monumentos esculpidos y comprender su importancia dentro de los estudios epigráficos. Fue precisamente este aspecto, además de su amplio conocimiento de la escritura maya, el que capturó de forma más profunda mi atención, ya que como arqueólogo en ciernes me encontraba muy interesado en la relación de los monolitos con su contexto.

Desde nuestras primeras pláticas, pude percatarme no sólo de su interés por compartir sus conocimientos y experiencia en campo, sino también por conocer el trabajo que efectuábamos sus alumnos y colegas mayistas. En este caso, recuerdo muy bien que siempre se ponía en contacto conmigo cuando regresaba de las actividades de prospección en sitios de Quintana Roo y Campeche para preguntarme sobre las novedades y los hallazgos en campo. La mayoría de las veces había mucho que contar, debido al descubrimiento de monumentos esculpidos o sitios monumentales, pero en otras simplemente le decía que no habíamos tenido suerte en el proyecto, ya que tan sólo encontramos estelas lisas. La primera vez que le referí este caso me comentó: “no creo que un monolito tenga valor únicamente por sus inscripciones o imágenes, siempre se puede obtener información valiosa de su contexto; ¿a qué tipo de estructura estaba asociado?, ¿se encontraba alineado con otros monumentos?, ¿tenía una ofrenda dedicatoria?; no pienses siempre en los jeroglíficos, ten en cuenta que los datos contextuales son de vital importancia para complementar y enriquecer el discurso epigráfico”. Reflexiones de este tipo, entre muchas otras, me permitieron observar los monumentos con otros ojos y enriquecer mi formación como arqueólogo y epigrafista.

Igualmente interesantes resultaban sus pláticas sobre temas puramente epigráficos, donde desplegaba un amplio conocimiento de las inscripciones procedentes de una gran cantidad de sitios, especialmente de su querido Palenque. Dicho conocimiento lo llevó a realizar importantes aportaciones en el campo de la epigrafía, destacándose el desciframiento de varios logogramas y el descubrimiento de ciclos calendáricos que habían escapado al ojo experto de grandes investigadores como Eric Thompson, a quien admiraba profundamente. En este aspecto, debo mencionar que Memo no sólo era una autoridad en el mundo de la epigrafía, sino un verdadero conocedor de la cultura maya. Lo recuerdo en innumerables eventos académicos y tertulias, sobre todo en éstas últimas, hablando eruditamente sobre documentos coloniales con John Chuchiak, de los materiales y estilos de los incensarios lacandones con Joel Palka, de los contextos de recolocación de monumentos en sitios de Campeche con Ivan Šprajc o de los mayas rebeldes y los asentamientos prehispánicos del área cehache y del sur de Quintana Roo con Javier López Camacho, entre otros temas. Además de estas cualidades, los que tuvimos la oportunidad de convivir con él, sabíamos que su excelente sentido del humor y desparpajo alejarían cualquier sombra de monotonía o tedio en las reuniones.

Guillermo fue un hombre alegre, desprendido e inteligente, quien además de ejercer su profesión con un compromiso excepcional, siempre supo valorar la amistad y el respeto que le profesábamos alumnos y colegas, brindándonos todo su apoyo en los momentos más difíciles. Personalmente, diré que marcó mi camino al alentarme a culminar los estudios de arqueología en la ENAH y, posteriormente, a ingresar en los programas de maestría y doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México, lo que a la postre derivó en que tuviera la gran fortuna de trabajar a su lado en el Centro de Estudio Mayas.

Es una realidad que su partida fue prematura, tenía mucho por enseñar, desciframientos que realizar y distintos proyectos que lamentablemente no pudo concluir; sin embargo, el destino le otorgó el tiempo suficiente para legarnos una última obra: “Palenque, Pakal y los laberintos del tiempo. Historia, mitología y ciencia calendárica de un señorío maya”; no podía partir sin rendir un último homenaje al sitio que le dio tanto y al cual entregó gran parte de su vida.

Finalmente, debo mencionar que Memo amaba profundamente a la UNAM, por haberlo arropado y brindarle la oportunidad de desarrollar un trabajo académico excepcional a lo largo de los 15 años que se desempeñó como investigador. De hecho, el día que falleció llevaba consigo una playera de la Universidad, institución que honró hasta el final.

Descansa en paz querido amigo…

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