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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.58  Ciudad de México  2021  Epub 04-Oct-2021

https://doi.org/10.19130/iifl.ecm.2021.58.23873 

In memoriam

In memoriam Guillermo Bernal Romero

Ana Luisa Izquierdo y de la Cueva1 

1Centro de Estudios Mayas, Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM.


El Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas ha perdido a un miembro de su grupo de investigadores: Guillermo Bernal Romero, quien era el pilar de los estudios epigráficos de la inagotable escritura maya. Cercenado el Centro de uno de sus investigadores más brillantes, ha comenzado a reflexionar sobre sus avances en la investigación y a enaltecer sus logros en este campo, valorado siempre por sus colegas investigadores, durante los 15 años que colaboró en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Construyó su vocación, primero estudiando Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (1980-1984), y después Arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (1986-1990). Desde que fue mi alumno -en la Facultad de Filosofía y Letras, allá por el año de 1982, en la clase de Civilización Maya, y más tarde, cuando me siguió al Seminario de Cultura Maya, en 1983, donde el tema de trabajo, que además le entusiasmaba mucho, eran los documentos sobre idolatría resguardados en el Archivo General de la Nación-, nuestra amistad académica se fue incrementando. De manera simultánea se introdujo al estudio de la epigrafía de la mano de la doctora Maricela Ayala, y fue con ella, bajo su solidario apoyo y entrañable vínculo académico, cuando definió su verdadera vocación que en poco tiempo se convirtió en pasión arrolladora.

Las enseñanzas de la doctora Ayala le brindaron bases firmes sobre el conocimiento epigráfico y los métodos del desciframiento. Primero, asistió a sus clases como oyente desde que se iniciaron en el año de 1989, cuando era pasante de licenciatura. Como estudiante de maestría (2004-2006) siguió asistiendo a sus cursos y apoyándola en el Posgrado en Estudios Mesoamericanos de la UNAM. La solidaria compañía de Guillermo se mantuvo hasta que la doctora Ayala se retiró en el año de 2016, observando de forma continua sus métodos de enseñanza e incluso, en algunas ocasiones, mantuvo con ella algunos debates sobre lecturas específicas en las que ambos mostraban su sabiduría y amor a la disciplina. En su formación como epigrafista también participaron de forma destacada Alfonso Lacadena García-Gallo y Marc Zender; además de complementar su instrucción al conocer lenguas mayanses y tomar cursos del idioma ch’ol y de maya yucateco.

Rompiendo el orden de los acontecimientos, quisiera comentar su primera publicación, presentada algunos años antes de recibir su título de licenciado en Historia. A partir de la revisión de los documentos sobre idolatría que reunimos en el Seminario de Cultura Maya en los primeros años de la década de los ochenta, surgió en él la curiosidad por investigar a fondo los acontecimientos efectuados por la justicia eclesiástica, con la que se persiguió a los indios por perseverar en la religión maya, al ser considerados idólatras por estar ya bautizados, y no ser gentiles. Él colaboró conmigo buscando documentos de la temática en el Archivo General de la Nación, que posteriormente me permitieron la publicación de varios artículos sobre esta materia. El que más llamó la atención de Guillermo fue el de un español, de nombre Juan de la Sosa, que se fue a la selva y se convirtió a la religión y a la cultura indígenas: la conquista en reversa. En los últimos años de la década de los noventa nos reuníamos, ocasionalmente, a trabajar un documento sobre este tema, ambos enganchados en agradable charla, y al mismo tiempo cuidando a nuestros pequeños hijos. Así, en el volumen 20 de Estudios de Cultura Maya, se imprimió el artículo “Un vagabundo en la selva. El caso de Juan de la Sosa”, convirtiéndose en el primer trabajo suyo que salió a la prensa en coautoría conmigo en 1999, siendo él todavía pasante. Resulta importante resaltar la proyección de estos sencillos trabajos de investigación, ya que en aquel momento se presentó en el Centro de Estudios Mayas un estudiante de Tulane, para quien Victoria Bricker pedía apoyo en su estancia de investigación: John Chuchiak, quien inspirado en los hallazgos de Guillermo y nuestros estudios logró escribir el libro El Provisorato Mayor de Indios en Yucatán, hoy en dictamen.

Desde el principio de sus estudios, Guillermo tuvo curiosidad y admiración por Palenque, pero éste capturó su cerebro y sus emociones cuando fue contratado por el arqueólogo Arnoldo González para desarrollar estudios epigráficos, como colaborador del Proyecto Arqueológico Palenque, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, con la finalidad de llevar a cabo el análisis de inscripciones glíficas que iban saliendo a la luz con las excavaciones (1998-2005). El año de 1999 fue crucial en su carrera académica, porque presentó su primera ponencia en la Tercera Mesa Redonda de Palenque, con el título: “Análisis epigráfico del tablero de K 'an Tok, Palenque, Chiapas”. Posiblemente en aquel evento interactuó con los más prestigiosos epigrafistas del mundo, ya que se inscribió para asistir en el primer taller de epigrafía maya, impartido por la misma Maricela Ayala, Nikolai Grube y Alfonso Lacadena. Presumimos que también asistió al curso avanzado que impartió Christian Prager, de donde surgió su interés por Piedra Negras, otro sitio que llamó su atención por ser uno de los primeros lugares donde se establecieron bases firmes para el desciframiento de la escritura maya.

Al inicio del segundo milenio escribió su primer artículo sobre Palenque, en colaboración con Arnoldo González, en la prestigiosa revista Arqueología Mexicana (45): “Grupo XVI de Palenque. Conjunto arquitectónico de la nobleza provincial”. Deseaba, en éste, aclarar las posiciones políticas de las élites de las segundas líneas de mando.

En esas fechas desarrolló su tesis de licenciatura in situ, restableciendo el orden de lectura de una pieza que resultó de las excavaciones de un grupo residencial (se rescató totalmente fragmentada), y dilucidó todo su contenido proponiendo una lectura epigráfica certera: “El Tablero de K’an Tok. Reconstrucción, análisis epigráfico e implicaciones historiográficas de una inscripción glífica maya del Grupo XVI, Palenque, Chiapas. Ello constituyó su tesis de licenciatura, cuya defensa fue el 26 de septiembre de 2003. En tanto tesis, la investigación se hizo merecedora al Premio Francisco Javier Clavijero del inah, de ese año, como el mejor trabajo de licenciatura en el área de Historia y Etnohistoria.

En sus artículos, primero sobre epigrafía palencana, y en su primer libro, desarrolló los tres ejes fundamentales de su trabajo académico: lograr el manejo y cruce de disciplinas; la arqueología con el dato empírico, entre ellos los fechamientos, y el contexto y soporte material de los textos; es decir, el ámbito físico del hallazgo y su sentido. El segundo eje sería la metódica lectura de los textos; y el tercero, la historia, disciplina articuladora de los datos en una sucesión de cambios con sentidos sociales, políticos y religiosos. De esta manera tuvo la tendencia a considerar la historia de larga duración a la manera de Braudel y la Escuela de los Anales, donde se ubican las instituciones sociales en un gran panorama de siglos. En su primer artículo de epigrafía que vio la luz en Arqueología Mexicana añadió, con base en todos los adelantos epigráficos de sus brillantes antecesores, Linda Schele, Peter Mathews y David Stuart, la historia dinástica de Palenque reconstruida didácticamente con sus glifos, adecuándolos a sus propias disquisiciones que cubren desde el 397 d.C., hasta el 800 d.C., esto es, cuatro siglos.

Desde ese entonces quedó absolutamente atrapado por Palenque, al que dedicó el resto de su vida, aunque para comparaciones o requerimientos específicos también analizó inscripciones de sitios como Cobá, Santa Elena, Piedras Negras, Toniná, Copán, Quiriguá, Yaxchilán y otros más.

Su tesis de licenciatura (2003) se convirtió en el libro El Tablero de K’an Tok: una inscripción glífica maya del Grupo XVI de Palenque, Chiapas, publicado por el Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, en 2009. Trabajo multidisciplinario que transmuta una serie de pedazos de inscripciones, a propuestas de la estructura gramatical del texto y de nuevas lecturas; por ejemplo, denominar al primer gobernante de Palenque, llamado por los norteamericanos “Casper” (fantasma), como Ch’aaj K’ik’; así como hechos, cargos políticos y nombres de personajes. Sobresale una discusión que giraba principalmente en torno al cargo nahb’at. Así logra hacer, de la pedacería exhumada por la arqueología, un documento historiográfico de extensa continuidad que abarca del 445 d.C. al 768 d.C., esto es, 323 años. Éste, su primer libro, resultó un texto de historia política pétreo, enmarcado en la historia palencana ya conocida, principalmente en hechos de crisis política.

Es en el desarrollo de esta investigación cuando Guillermo Bernal adquiere la convicción de que en el estado maya de Palenque no valía la idea popular de los “señores sagrados” como únicos y absolutos gobernantes, sino que la clase política era amplia, compleja, y contaba con varios elementos que actuaban como pesos y contrapesos del poder. Estas concepciones fueron tema de pláticas largas entre Guillermo y yo; en ellas comentábamos que Palenque fue uno de los estados mayas donde hubo una gran unidad del poder político con una soberanía religiosa, además de haber múltiples instituciones dinámicas que tenían diversas funciones y disputaban posiciones constantemente. Estas pláticas madurarían después en tres trabajos en colaboración: uno presentado en el Taller Signos de Mesoamérica, liderado por el doctor Alfredo López Austin (2008); otro, “La estructura de gobierno en Palenque. Una hipótesis de trabajo”; y uno más, en forma de ponencia, en un Wayeb celebrado en Madrid (2010): “Los linajes de Palenque: segmentos sociales, poder dinástico y heterarquía”, después reelaborado y publicado en el libro El despliegue del poder entre los mayas, con el título, “Los gobiernos heterárquicos de las capitales mayas del Clásico. El caso de Palenque” (2011).

Para 2004, Guillermo Bernal se inscribió en el Posgrado en Estudios Mesoamericanos, donde presentó un proyecto de investigación sólido, llevado a cabo sin dilaciones. Éste fue “El trono de K’inich Ahkal Mo’ Nahb’: una inscripción glífica del Templo XXI de Palenque” (2006). Al concluirlo, además de obtener el grado de maestro, recibió una “mención honorífica” en los premios Francisco Javier Clavijero del inah. La investigación, aunque no fue publicada como libro, devino en artículos, como aquel de la acreditada serie Maya Archaeology, donde en colaboración con Arnoldo González Cruz escribió el capítulo: “The discovery of the Temple XXI Monument at Palenque: the Kingdom of Baakal During the Reign of K’inich Ahkal Mo’ Nahb’”, o el artículo de Arqueología Mexicana, sobre este mismo monumento.

Terminada esta investigación, en seguida continuó sus estudios y abrió una nueva: “El señorío de Palenque durante la Era de K’inich Janaahb’ Pakal y K’inich Kan B’ahlam (615-702 d.C.)”, presentada hace casi 10 años, como tesis de doctorado, que también obtuvo una “mención honorífica” en los premios Francisco Javier Clavijero del inah. Esta investigación despertó en Guillermo Bernal la inquietud por las concepciones palencanas de la temporalidad y sus proyecciones hacia el pasado primordial, el pasado remoto y el cercano, el presente, el movimiento, la eternidad, los tránsitos y todo lo concerniente al tiempo, así como su relación con el espacio físico; es decir, los elementos cronográficos y cronotópicos.

Esta tesis fue el origen de un trabajo que repetidamente le ocupó durante varios años y que presentó para su publicación al Centro de Estudios Mayas hace unos meses, con el título Palenque, Pakal y los laberintos del tiempo. Historia, mitología y ciencia calendárica de un señorío. En esta obra pudo constatar su hipótesis y afirmar que “las crónicas dinásticas palencanas emplearon estructuras y argumentos calendáricos para establecer identidades y relaciones reflejantes entre sucesos míticos e históricos” (2020: original), en una suerte de tiempo de alambique. En ella muestra su profunda habilidad para el manejo de la numeralia maya, que mide los tiempos de muchas maneras.

Su lenguaje muy refinado es de fluida lectura, estilo elegante, variado y rico en los términos que dan exactitud a los conceptos, una muestra de la acumulada experiencia que poseía como escritor académico con profundos conocimientos del tema.

Mientras desarrollaba esta investigación, junto con Mercedes de la Garza y Martha Cuevas, escribieron el libro Palenque-Lakamha’: una presencia inmortal del pasado indígena (2012), en cuyo trazo Guillermo Bernal sería eje fundamental al articular todas las lecturas que hasta el momento se han producido, incluyendo sus propios logros y los descubrimientos arqueológicos habidos, abarcando principalmente la historia dinástica y una completa panorámica del arte, la política y las creencias religiosas.

Aunque siempre profundizó en el trabajo sustantivo de hacer investigación de autoría personal, escribió artículos en prestigiosas revistas especializadas de México y del extranjero, pero también gustó de la comunicación con el público no especializado mediante la reconocida revista Arqueología Mexicana y el Boletín Lakamha’. En el 2000 trabajó para la revista y desde ese entonces se convirtió en asiduo colaborador.

En los artículos de Arqueología Mexicana, fueron significativas sus disquisiciones sobre los “Glifos y representaciones mayas del Mundo Subterráneo” (48), la documentación del hallazgo de “El trono del Templo XXI de Palenque” y el desciframiento de su inscripción, en colaboración con Arnaldo González Cruz (68), “Cuevas y pinturas mayas. Ti’ ik´way-nal. ‘En el lugar del abismo negro’” (93), “Los escenarios del porvenir. Cómputos y textos futuristas en Palenque” (103), “La cuenta larga y la máquina del tiempo” (118), “El fuego, el taladro y el tacuache. Ritos de joch’k’ahk’ y otras ceremonias de fuego en el Clásico” y su última colaboración: “Glifos enigmáticos de la escritura maya. El logograma T514, Yej, filo” (135), artículo que provocó diversas reacciones entre los epigrafistas, pudiéndose dividir en partidarios y no partidarios.

Otro de sus vehículos de comunicación científica fue la publicación periódica Lakamha’, e inicialmente apoyó a Roberto López Bravo para fundar el Boletín del Museo y de la zona arqueológica de Palenque, que inició su tiraje en 2001; posteriormente a esa fecha fue responsable de su redacción por un espacio aproximado de tres años. Su colaboración incluyó de forma sistemática una explicación de las ilustraciones que aparecían en las portadas, siempre consistentes en alguna pieza con inscripciones, recién exhumada por la arqueología; además de artículos que abordaban sus temáticas preferidas, como aquel sobre K’inich Janahb’Pakal (año 1, núm. 4), o “Las familias de Palenque. Poder dinástico y tejido social del señorío de B’akaal, durante el período Clásico tardío”, en colaboración con Benito Venegas Durán; o el último, de 2016, “La escena del Tablero del Palacio: ubicación de sus ruedas calendáricas en el sistema de Cuenta Larga. Implicaciones históricas” (año 15, núm. 52).

Otra veta de su trabajo académico fueron las narraciones científicas para niños, tendencia que desarrolló cuando trabajó en la Secretaría de Educación Pública (1989-1996), redactando contenidos educativos para libros de texto. Entre ellas destaca El dios viejo y el conejo. Un mito maya contado en los jeroglíficos (2014).

Un aspecto fundamental de su vida profesional fue la docencia, primero como colaborador de la doctora Maricela Ayala, y más tarde integrado a la plantilla académica del Posgrado en Estudios Mesoamericanos, de la Facultad de Filosofía y Letras y del Instituto de Investigaciones Filológicas. De entre sus muchos alumnos, dos de ellos fueron los que han descollado; eligieron a Guillermo Bernal como su profesor desde la licenciatura, y él generosamente los llevó de la mano a través de sus posgrados, tesis y primeras publicaciones. Uno de ellos, Octavio Quetzalcóatl Esparza Olguín, actualmente es investigador en epigrafía del Centro de Estudios Mayas, ya con una trayectoria académica de primer orden, y Sara Isabel García Juárez con señalado talento para la epigrafía, cuya formación a su lado se vio truncada por el fallecimiento de su maestro. Falta la mención de los Talleres de Epigrafía Maya, que dejamos para que otros los examinen a detalle, pero en ellos su apoyo fundamental fue Octavio Esparza, que corrió con la responsabilidad de formar el material para ellos y estuvo a cargo de algunas de las sesiones.

Por ahora se queda en el tintero su trabajo museográfico en colaboración, la redacción de guías de Palenque, y de los elementos fundamentales de la escritura maya, así como su participación en proyectos internacionales, entre otras actividades profesionales.

Un filón de estudio para quien analice el trabajo académico de Guillermo Bernal son las polémicas, propias de la investigación científica que afina, cambia, modifica, renueva, pone en duda y descarta interpretaciones; al fin la historia es debate. Hemos detectado las que tuvo con Berthold Riese, Daniel Graña-Behrens, Barbara MacLeod, Cédric Becquey, Tomás Pérez y algunas más por descubrir y, por supuesto, analizar con ojo crítico.

Temprano se acabó una vida, pero en lo académico se realizó plenamente, vibrando y emocionado al vivir la historia de Palenque, y su transcurrir sociopolítico. Participaría de la convicción de los mayas, como escribiría en su último libro, en prensa:

La muerte era un regreso al origen… De hecho, cuando muere, ocurre un proceso inverso, un retorno. Vuelve a las profundidades del inframundo acuático, momento que marca el reinicio del proceso de engendramiento y renacimiento (Palenque, Pakal y los laberintos del tiempo. Historia, mitología y ciencia calendárica en un señoría maya).

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