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Estudios de cultura maya

versão impressa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.58  Ciudad de México  2021  Epub 09-Out-2021

https://doi.org/10.19130/iifl.ecm.2021.58.23871 

Reseñas

Ivan Šprajc, Lost Maya Cities: Archaeological Quests in the Mexican Jungle

Javier López Camacho1 

1Escuela Nacional de Antropología e Historia

Šprajc, Ivan. Lost Maya Cities: Archaeological Quests in the Mexican Jungle. Texas A&M University Press, College Station, 2020. 317p. ISBN: 781623498214.


El interés por las ciudades mayas se remonta hasta mediados del siglo XIX, entre otras cosas por los logros de dicha cultura en arquitectura, arte, calendario y sistema de escritura. Esto último permitió a sus gobernantes plasmar en estelas, altares y otros elementos arquitectónicos eventos históricos, como ascensos al trono, conquistas, conflictos bélicos o nexos con entidades políticas, entre otros, por lo cual se constituyen en fuentes primarias para la interpretación de la historia prehispánica. Mediante el reconocimiento de superficie se logra la identificación y levantamiento de sitios; por lo que éste constituye un acercamiento inicial en la investigación arqueológica para conocer sus funciones y periodos de ocupación, al contrastarse con excavaciones y otros estudios.

El reconocimiento arqueológico es el tema central de la obra Lost Maya Cities: Archaeological Quests in the Mexican Jungle, donde el autor narra los desafíos que impone este trabajo, principalmente en tierras inhóspitas como el sureste de Campeche, que en gran parte presenta cubierta vegetal densa, sin visibilidad al horizonte, caminos para vehículos de tracción bloqueados por la regeneración de la vegetación o por la caída de árboles, presencia de lluvias torrenciales que saturan de humedad el suelo y por lo tanto tornan intransitables tales caminos. El libro es la crónica de nueve temporadas de campo, efectuadas entre 1996 y 2014, donde se documenta cómo se realizaron algunos descubrimientos y redescubrimientos de sitios arqueológicos, así como de estelas y altares con inscripciones jeroglíficas (Šprajc, 2008; 2015; Šprajc et al., 2014; 2015). A lo largo de 43 capítulos breves, escritos en una prosa muy amena y recreando los diálogos entre las personas que forman parte de esta historia, Ivan Šprajc integra temas para mostrar un panorama sobre la cultura maya, la historia prehispánica en el marco regional y de Mesoamérica, así como de la historia contemporánea de la región, además de describir su escenario geográfico.

Como preámbulo a la narración de su trabajo de campo, el autor enmarca la cultura maya en espacio y tiempo con el fin de describir el medio físico en el sureste de Campeche. De este modo, inicia mencionando la manera en que los primeros colonizadores de las tierras bajas mayas se adaptaron a un ambiente tropical, con una base de subsistencia agrícola, creando a lo largo de los siglos complejas formas de organización económica, política y social que les permitieron subsistir en condiciones hostiles, llegando a crear grandes centros de población con majestuosos edificios. Pero al correr de los años, la sobrepoblación, la sobreexplotación del suelo y la reducción de las lluvias ocasionaron la desestabilización de las estructuras estatales, reduciendo la población en estas ciudades, al grado de no poder contrarrestar el avance de la selva que sepultó sus vestigios. El paisaje resultante, varios siglos después, motivó la recolonización incipiente debido al interés por la explotación del chicle y las maderas preciosas en la primera mitad del siglo pasado, lo que resultó en el descubrimiento de algunas ruinas en la región. Los reconocimientos arqueológicos del autor son la continuidad de este interés por el estudio de las ciudades mayas y, en esta obra, se ordenan de acuerdo con los tres sectores cubiertos en el sureste de Campeche: la zona colindante con Quintana Roo y Guatemala, el sureste de la Biosfera de Calakmul y el suroeste de esta área natural protegida.

Las experiencias de las dos primeras temporadas, en 1996 y 1998, corresponden al trabajo de campo en los ejidos que limitan con el estado de Quintana Roo y Guatemala, donde abundan los terrenos desmontados para la agricultura y ganadería, como resultado de la colonización ejidal durante las últimas décadas del siglo pasado (capítulos 5 a 14). Gracias a los informes de los locatarios, el reconocimiento inicial en los ejidos cerca de la frontera con Guatemala redituó en una gran cantidad de sitios registrados. Sin embargo, la presión que ejerce el saqueo sobre los grandes sitios arqueológicos al afectar elementos arquitectónicos, tumbas y desaparecer monumentos con relieves e inscripciones jeroglíficas, fue motivo para centrar su búsqueda hacia los sitios mayores (capítulo 6). Como consecuencia del saqueo, algunas personas ocultan la información acerca de la presencia de sitios para poderlos explotar (capítulo 14). Debido a que el trabajo implicaba transitar algunos caminos con presencia de bandidaje, se buscó el respaldo de las autoridades militares federales para su buen desempeño (capítulos 7 y 13).

Dentro de los hallazgos más importantes en la zona colindante con Quintana Roo está el centro mayor de Los Alacranes, donde se descubrieron dos estelas (capítulo 8), lo que implicó la participación de la comunidad, las autoridades municipales y el ejército federal en las operaciones de traslado de los monumentos hasta el poblado (capítulo 11). Allí se colocaron las estelas y se protegieron con una palapa circular y malla ciclónica para su exhibición (capítulo 12). De acuerdo con Nikolai Grube, el texto de la Estela 1 hace referencia al gobernante Testigo del Cielo, quien en 561 d.C. presidió el ascenso al trono de un soberano local, justo un año antes de la derrota de Tikal a manos de la poderosa dinastía Kaanul (capítulo 11). Otro descubrimiento, también en esta zona, al norte y muy cercano a Los Alacranes, es el monumental sitio que nombró Mucaancah o “ciudad sepultada”, compuesto por dos complejos arquitectónicos; el del norte concentra las estructuras más grandes, donde destaca un enorme basamento triádico, típico del Preclásico Tardío, de 30 metros de altura y 150 metros en la base. El complejo del lado sur presenta un juego de pelota, donde se hallaron dos bloques de piedra con personajes asociados a escenas de esta práctica ritual (capítulo 9).

La tercera temporada se realizó en 2001; la búsqueda se enfocó en los centros mayores de El Gallinero y Champerico, el primero muy cercano a la frontera con Guatemala y el otro a 10 km al norte de éste, ambos en el límite sureste de la Biosfera de Calakmul. Por encontrarse en plena jungla y por los caminos antiguos obstruidos con vegetación afectando el tránsito de vehículos, la visita a estos sitios fue su primer acercamiento a las condiciones inhóspitas de la región (capítulo 15). Cierra este primer bloque con la descripción de unas cuevas cercanas al poblado de Blasillo, en el límite con Quintana Roo, asociadas a rituales debido a la concentración de objetos de cerámica y grandes cantidades de tiestos (capítulo 16).

Las temporadas cuarta a séptima se centraron en el sur de la Biosfera de Calakmul, principalmente en busca de los sitios registrados en la década de los treinta del siglo pasado por Karl Ruppert y John Denison (1943) de la Carnegie Institution of Washington, y se narran en los capítulos 17 a 33. En la cuarta temporada, efectuada en 2002, el objetivo se centró en los sitios Balakbal y Altamira, así como en el levantamiento de Altar de los Reyes, previamente descubierto en 1998. En esta temporada y la siguiente fue determinante la participación de informantes con conocimiento de la ubicación de algunos sitios arqueológicos, campamentos chicleros, caminos y aguadas en la Biosfera.

Después de buscar infructuosamente en los alrededores de un antiguo campamento chiclero, donde supuestamente debía de estar Balakbal, el autor empleó como recurso guiarse con las coordenadas calculadas por el cartógrafo de Ruppert. Por suerte, la ruta que marcó el navegador gps hacia el punto buscado intersectó parte del sitio antes de llegar al destino. De las cinco estelas reportadas sólo se localizaron cuatro; la Estela 5 en su texto menciona la muerte de un gobernante en el año 406 d. C. Por otra parte, las coordenadas de Altamira se contradicen con la posición del campamento del mismo nombre, lo que ocasionó esfuerzos infructuosos para su localización. En este punto, el autor recordó que una persona le informó que cerca del pueblo abandonado La Unión Veinte de Junio había un sitio grande con estelas, por lo que supuso que quizás pudiera corresponder con Altamira y, en efecto, así fue. Se encontraron allí las 16 estelas reportadas. Después, se comprobó que en este caso las coordenadas de Ruppert estaban desfasadas 4 km de su posición real (capítulo 17).

El trabajo de protección de las estelas en Los Alacranes fue un claro ejemplo de sensibilización sobre el beneficio que una tarea de este tipo podría proporcionar a la población al atraer visitantes; además, se convirtió en motivo de orgullo para sus habitantes. Es posible que estas razones hayan alentado al dueño del terreno, donde se ubica el sitio Altar de los Reyes, a facilitar el levantamiento del sitio y permitir el traslado al poblado de Ley de Fomento Agropecuario de un altar circular con los glifos emblema de diversas entidades políticas, entre las que se encuentran Edzná, Motul de San José, Calakmul, Tikal y Palenque (capítulo 18).

En la quinta temporada, en 2004, como preámbulo al relato sobre la relocalización de Oxpemul, el autor hace una remembranza sobre la identificación, en 2002, del sitio Olvidado, nombre que le fue dado en el mapa de sitios mayas elaborado por la Universidad de Tulane y que fuera reportado sin nombre por Cyrus Lundell en 1933. Un grupo de arqueólogos mexicanos confundió este sitio con Pared de los Reyes, ya que ambos presentan fachadas con personajes modelados en estuco; sin embargo, existían incongruencias en la ubicación (capítulo19).

En el caso de Oxpemul, el autor visitó el lugar que supuestamente correspondería a este sitio y notó la falta total de correspondencia entre la distribución de las estructuras con las mostradas en el mapa de Oxpemul de Ruppert, además de estar ausentes las 19 estelas y 18 altares reportados en la década de los treinta. Esto obligó a la búsqueda del auténtico Oxpemul en el entorno, la cual culminó con éxito al redescubrir el sitio con sus monumentos asociados, con excepción de una estela. Con ello quedó demostrado que Oxpemul había sido confundido con el sitio cercano de Dos Aguadas mencionado por Agustín Peña en su tesis de maestría de 1986 (capítulos 21 y 22). Las estelas y altares fueron registradas nuevamente y se confirmó su rango temporal entre los años 731 a 830 d.C. (capítulo 23).

Un descubrimiento muy importante fue el monumental sitio que nombró como Yaxnohcah (“Primera ciudad grande”), ya que es muy extenso y presenta dos basamentos triádicos monumentales. Como se sabe por medio de las investigaciones en los sitios Tintal, Nakbé y El Mirador del norte de Guatemala, estos arreglos arquitectónicos corresponden al Preclásico Tardío (capítulo 20). Otro hallazgo fue el sitio de Cheyokolnah (“Árbol sobre una casa”), que tiene una estructura con la mampostería de una de sus fachadas en buen estado de conservación y encima de ella se desarrolló un árbol cuyas raíces cubren parcialmente la fachada. Cerca de ella se encontraron dos fragmentos de una estela que, de acuerdo con Nikolai Grube, refiere la muerte de un gobernante en el año 420 d.C. (capítulo 25).

La sexta temporada, en 2005, se resume en los capítulos 26 a 31. La novedad fue el uso de fotografías aéreas para guiar los recorridos en busca de puntos que pudieran corresponder a estructuras arqueológicas. La búsqueda prioritaria se centró en Uxul, en el extremo suroeste de la Biosfera de Calakmul y cercano a la frontera con Guatemala. Fue precisamente esta franja desmontada y sujeta a mantenimiento periódico la ruta seleccionada para acercarse a Uxul y después transitarla en dirección este para verificar dos puntos fotointerpretados. En Uxul se encontraron en buen estado las 16 estelas reportadas por Ruppert (capítulo 27). De sus textos, Grube destaca la mención de un soberano local quien efectuó una ceremonia en el año 662 d.C., en la que estuvo presente Yuknoom Ch’een, gobernante de la dinastía Kaanul asentada en Calakmul (capítulo 31). Después, el primer punto verificado correspondió al sitio que llamó Chicaaticaanal (“Visto desde arriba”), el siguiente punto a verificar también resultó ser un asentamiento prehispánico y lo nombró Candzibaantún (“Cuatro estelas”); en este lugar la Estela 2 hace referencia a la fecha 396 d.C., muy temprana (capítulo 28). Fuera de esta ruta de reconocimiento, continuó la búsqueda del sitio Pared de los Reyes, que había implicado algunos intentos fallidos para localizarlo (capítulo 20), pero gracias a una lectura cuidadosa de las notas de campo de Ruppert fue posible identificar tentativamente la aguada Unión en la foto aérea y, sobre esta imagen, restituir la ruta que siguieron desde ese punto Ruppert y sus acompañantes, estimando la distancia en función del tiempo que emplearon para llegar a Pared de los Reyes. De esta manera se logró, por fin, relocalizar el sitio (capítulo 31).

La séptima temporada tuvo lugar en 2007, y para llegar a los puntos observados en las fotografías aéreas se trazaron brechas; la más larga de ellas dio nombre al sitio Unachililbé (“El más alejado del camino”), si bien no tiene estelas ni estructuras altas; cuenta con dos complejos arquitectónicos muy extensos, uno de ellos con un montículo de 15 metros de altura (capítulo 32). Pero el sitio más monumental descubierto en la temporada, con montículos de 20 metros de alto, es Uitzilná (“Fortaleza o castillo”), nombrado así por presentar restos de murallas y ubicarse en la orilla de un pantano (capítulo 33).

La octava temporada tuvo lugar en 2013 y se desarrolló en el noreste de la Biosfera de Calakmul, al norte de la carretera Chetumal-Escárcega, en un territorio cubierto de selva y carente de recorridos de superficie previos, cuyo referente más cercano es el poblado moderno de Zoh Laguna (capítulos 34 a 43). En este territorio ignoto resalta el descubrimiento de Chactún y dos de sus estelas con inscripciones jeroglíficas modeladas en estuco, situación inusual en este tipo de monumentos. Otras estelas fueron cortadas y los fragmentos colocados en las esquinas de las estructuras que forman el juego de pelota (capítulo 36).

La novena temporada es la última en esta narración; se efectuó en 2014 y el objetivo se centró en Tamchén y Lagunita; en el primero se encontró una gran cantidad de chultunes o pozos, algunos de ellos muy profundos. Lo inusual es la concentración de los mismos en el núcleo del sitio. Al norte de las dos plazas que forman el sitio se encuentra una acrópolis triádica que confirma la ocupación del sitio desde el Preclásico Tardío y se extiende hasta el Clásico Temprano, con base en la cerámica observada en superficie (capítulo 37). En Lagunita se descubrió una fachada zoomorfa, similar a las que se encuentran en Chicanná, Hochob, Hormiguero y Tabasqueño, pero a diferencia de éstas, que funcionan como entradas a templos o palacios, en el caso Lagunita se trata de un muro que comunica hacia el centro de la ciudad, un lugar donde la élite gobernante mantiene el equilibrio de las fuerzas naturales por medio del ritual, legitimando su poder (capítulo 38). De acuerdo con algunos dibujos entregados al autor y comunicaciones por parte de otros investigadores, Lagunita fue visitado en 1968 por Jack D. Eaton y, posteriormente, por Eric von Euw a finales de los setenta, quien dibujó la fachada zoomorfa. Sin embargo, no se pudo obtener información acerca de reconocimientos, intervenciones ni registros epigráficos de los monumentos asociados (capítulo 39).

En el capítulo 41, el autor busca respuestas para las “anomalías” observadas en estos tres sitios. Una posibilidad es que, por las fechas que registran las estelas de Chactún y Lagunita, el apogeo de estas ciudades se diese durante la primera parte del Clásico Tardío, justo cuando se debilita Calakmul por la derrota que le infringe Tikal en el año 695 d.C., lo que provocó que los gobernantes liberados de su dominio pudieran erigir monumentos. Para esas fechas, la declinación de Becán, vecino cercano hacia el sur, coincide con la aparición de cerámicas foráneas que pudieron haber sido introducidas por inmigrantes en la zona. Si este fue el caso, se explicarían estas conductas diferentes plasmadas en el registro arqueológico. Otro punto a considerar es que Chactún, Tamchén y Lagunita, con sus entornos, constituyan una muestra pequeña dado que en gran parte de las tierras bajas centrales se carece de reconocimientos de superficie, donde pudieran aparecer estos rasgos señalados como algo común. Se esperaría la presencia de otros elementos típicos de la región Río Bec, como edificios con torres falsas, pero en vez de esto abundan los basamentos piramidales y la organización de las estructuras en torno a grandes plazas, observados en los reconocimientos de las primeras temporadas, más afines al Petén guatemalteco.

Termina el relato con el cierre de su novena temporada, acompañado de lluvias torrenciales, las cuales afectaron las operaciones para levantar el campamento: el vehículo de tres toneladas cargado con equipo quedó atascado en un camino inundado, poco antes de la salida. Pero gracias a la participación solidaria de los trabajadores, el vehículo y todas las personas quedaron a salvo (capítulos 42 y 43). A mi juicio, un tema presente en la narración y que es una aportación muy importante de la obra es la necesidad de construir y fortalecer las relaciones al interior del equipo de trabajo, así como con las comunidades y con las autoridades civiles y militares, para llevar a buen fin los objetivos planteados.

Por otra parte, el autor señala que la recuperación de una gran cantidad de datos epigráficos y sobre sitios arqueológicos mayas, es sólo la parte inicial que deberá continuarse con excavaciones para arrojar luz sobre la organización política y territorial de los mayas. En mi opinión, estas investigaciones ya están en proceso, pues la labor realizada por Šprajc estimuló el inicio de los trabajos en Yaxnohcah por parte de la Universidad de Calgari; en Oxpemul, por la Universidad Autónoma de Campeche y por la Universidad de Bonn, en Uxul. Por lo que respecta a las investigaciones de la Escuela Nacional de Antropología e Historia en Quintana Roo, Mucaancah permite ver a su vecino, Lakin Kah Las Palmas, como parte de un sistema de asentamiento de grandes dimensiones. Otra aportación de la obra es que transmite la necesidad urgente de conservar las fuentes epigráficas para el conocimiento del pasado maya, ya sea por medio del traslado de monumentos con inscripciones jeroglíficas a lugares seguros, cuando hay condiciones, o mediante la participación de epigrafistas para descifrar, dibujar y fotografiar los glifos y las escenas asociadas. En este caso todas las estelas y altares fueron registrados por Nikolai Grube, salvo en Chactún, Tamchén y Lagunita, cuyos monumentos fueron documentados por Octavio Q. Esparza.

En resumen, se trata de un libro ampliamente recomendable, ya que proporciona un panorama integral de esta región con el norte del Petén guatemalteco, sur de Quintana Roo y las tierras bajas mayas centrales. Además, es una obra de consulta básica, pues articula la narración con explicaciones claras y concisas sobre ciertos temas asociados con la cultura maya, por ejemplo, el sistema numérico vigesimal como base para comprender la estructura del calendario solar de 365 (Haab) y el ciclo sagrado de 260 días (Tzolkin), que se conjuntan en las estelas (capítulo 28); también el simbolismo del juego de pelota asociado con el movimiento cíclico de los astros (capítulo 9), o el inframundo y la asociación de cuevas con sitios arqueológicos, no sólo en el área maya, sino en Mesoamérica (capítulo 16). Esto sólo por citar algunos de los múltiples y variados temas que desarrolla el autor proporcionando datos arqueológicos, históricos, etnohistóricos y etnográficos.

Por último, la narración está respaldada con los mapas ubicados en las guardas anterior y posterior del libro, donde aparece la ubicación de todos los referentes geográficos mencionados: sitios arqueológicos, poblaciones actuales, campamentos chicleros y vías de comunicación. Además, se incluyen 105 ilustraciones, destacando los modelos topográficos de algunos sitios arqueológicos descubiertos, fotografías de estelas y altares (con sus dibujos correspondientes), fachadas con detalles arquitectónicos, así como fotos donde aparecen los investigadores, topógrafos y trabajadores participantes. Al final, se recomiendan algunas lecturas para ampliar el conocimiento sobre los hallazgos mencionados y temas generales sobre cultura maya, junto con un índice temático.

Bibliografía

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