Introducción
Los documentos sobre los que se ha realizado la presente investigación consisten en un grupo de siete cartas escritas en maya yucateco y en castellano que integran un mismo corpus documental, presentando una serie de características comunes que las unifican tanto por su contenido y su aspecto similar, como por las fechas en que fueron realizadas.
La primera evidencia de este conjunto de documentos aparece en Cartas de Indias, una edición del Ministerio de Fomento de España realizada en 1877, en la que se presenta el documento que aquí se ha denominado Carta 1 (Cartas de Indias, 1877: 367-368)2 y que actualmente se ubica en el Archivo Histórico Nacional3 en Madrid.4 Posteriormente, Günter Zimmerman presenta una recopilación de éste y otros documentos relativos al reinado de Felipe II en su obra Briefe der Indianischen Nobilität aus Neuspanien an Karl V und Philipp II um die Mitte des 16, en la que ofrece un total de seis cartas de los caciques de Yucatán (Zimmerman, 1970: 32-35), cinco de las cuales se encuentran en el Archivo General de Indias5 de Sevilla6 junto con el mencionado documento del AHN. En su obra ofrece una transcripción de los documentos, apuntando las diferencias existentes entre ellos y organizando las cartas por las provincias a las que se asocian los caciques firmantes del momento, junto con los facsímiles de las Cartas 4 y 6 (Zimmerman, 1970: 30-31). A partir de Zimmerman, varios investigadores han utilizado estos documentos como fuente para el estudio y la reconstrucción de la historia de los primeros años de la Colonia.7
Hasta el momento, se ha considerado que tales documentos fueron escritos por los caciques en su lengua y que, posteriormente, fueron traducidos. Sin embargo, esta consideración es una simplificación del alcance y contenido de los escritos. En efecto, una traducción crítica y el estudio del contexto del momento revelan que el proceso de creación de estos documentos se realiza a partir de un original en castellano del que se traducen los documentos al maya en las diferentes localidades que señalan las cartas.
Una nueva carta de los caciques de Yucatán a Felipe II
Durante la investigación realizada (Raimúndez, 2015) sobre las cartas de los caciques de 1567, apareció en el AGI una nueva carta. El nuevo documento, que se ha denominado Carta 7,8 es una carta inédita que aparece en el mismo legajo que el resto de cartas que se encuentran en Sevilla, pero separada del resto de documentos. Sus características son similares, con la salvedad de que ésta data del 5 de marzo de 1567 y las otras son del 11 y 12 de febrero del mismo año. Dicho documento aumenta el listado presentado por Zimmerman (1970: 32-35) a siete cartas, ampliando la zona de realización de las cartas hacia el sur de la península de Yucatán (Mapa 1). La ausencia de documentos procedentes de otras zonas con cabeceras importantes sugiere la posibilidad de que existan más cartas y que de esta forma aumente el corpus, haciéndolo mucho más complejo y extenso de lo que es en la actualidad.
Aquí se presenta, en los Anexos 1, 2 y 3, la Carta 7 que incluye el facsímil y su transliteración así como la traducción con el análisis, respectivamente.
Metodología para el estudio del corpus
La presente investigación propone como objetivo principal el estudio de documentos originales en lengua maya de época colonial a partir de las premisas de la “nueva filología” (Lockhart, 1992; Restall, 2001) en conjunto con la edición crítica de textos (Raimúndez, 2015). Tal metodología permite comprender aspectos no estudiados con anterioridad en los documentos coloniales en lenguas indígenas, en este caso el maya yucateco, y entender la génesis de este corpus.
Los trabajos dedicados a la documentación colonial, tradicionalmente no han tomado en cuenta los documentos originales, ya sea utilizando la traducción realizada en la propia época, presentándose como textos bilingües, o empleando las traducciones elaboradas por especialistas mucho tiempo después. Esto ha supuesto un problema de pérdida de información, principalmente por la falta de una metodología crítica rigurosa a la hora de editar los textos. La finalidad del estudio ha sido obtener información de las cartas adoptando otra perspectiva, que sería el trabajo sobre el texto escrito en maya, contrastando la información obtenida de la traducción propia con el documento en castellano del original.
Los resultados de la aplicación de esta metodología sugieren que las cartas no fueron creadas por los propios caciques, sino que circuló un modelo escrito en castellano, que fue la base para la traducción de los textos mayas de dichas cartas. La idea de que los documentos no fueron iniciativa de los propios caciques, sino de otros interesados en su elaboración, es decir, los frailes franciscanos, ha sido sugerida por algunos investigadores como Stella María González Cicero (1978: 110-111) o Inga Clendinnen (2003: 101). Ambas sostienen que la espontaneidad de la creación de estos documentos es poco probable debido a su similitud y cercanía en fechas, siendo los franciscanos los que tenían los medios para manejar y obligar a los indígenas para que se unieran a sus peticiones.
Las premisas de la “nueva filología” desarrolladas por James Lockhart se aplican principalmente al náhuatl y, en este caso, se extrapolan al estudio de la documentación maya, partiendo de la idea de la importancia de los documentos escritos en lenguas indígenas que complementan los registros en castellano, proporcionando una mayor riqueza y comprensión de estos (Lockhart, 1992: 18) y favoreciendo a su vez el estudio etnohistórico (Rojas, 2008). Junto con las ideas de Lockhart, aquí se plantea un método basado en la edición crítica por el cual se combinan diversas maneras de abordar el estudio del documento. Se utilizan tanto la paleografía y diplomática tradicional aplicadas a los documentos escritos en español como el “método codicológico” (Batalla, 2008) y los aportes de la metodología empleada en la epigrafía maya.9 La utilización de las disciplinas mencionadas se basa en un estudio de los aspectos externos e internos del documento, la cual consiste en efectuar, en primer lugar, un análisis del soporte, estableciendo la tipología, autenticidad, estado de conservación y estudio de las filigranas10 (Figura 1) si se trata de papel europeo y, en segundo, un estudio de la grafía para determinar los escribanos participantes. Dentro de los aspectos internos se establecen las partes del documento desde la perspectiva de la diplomática y se acompaña de una traducción en la que se aplican y explicitan cinco pasos partiendo del documento original (Anexo 1).
Estos cinco pasos, propuestos por Alfonso Lacadena, permiten mostrar el proceso completo de traducción estableciendo una base firme, a partir de la cual se puede trabajar la información aportada por el texto y las posteriores interpretaciones que derivan de él. Como primer paso, se realiza la transliteración, por la cual se transcribe el texto arreglando la unión de las palabras correctamente, se mantienen todos los elementos del documento, se numeran las líneas acorde con el original y se utilizan símbolos especiales en la medida de lo posible, intentando respetar el original del documento; el segundo paso es la transcripción del documento, donde se corrigen las mayúsculas y minúsculas ortográficas, añadiendo los signos de puntuación necesarios y se desarrollan las abreviaturas; el tercer paso es la segmentación morfológica, en la que se identifican las partes constituyentes de las palabras; en un cuarto paso se analiza morfológicamente el texto, otorgando las funciones y categorías a cada una de las partes de las palabras separadas en el paso previo; y, finalmente, el quinto paso consiste en la traducción del texto. A pesar de que esta metodología se explica con pasos ordenados consecutivos, la traducción es un proceso complejo, ya que simultáneamente se deben realizar interpretaciones de las ideas expresadas por otra cultura, toma de decisiones para realizar una traducción comprensible y rectificaciones que llevan al texto finalmente mostrado.
Contexto de las cartas de los caciques11
Los antecedentes de gestación de las cartas se encuentran en 1562, en los acontecimientos que tuvieron lugar durante y tras el famoso Auto de Fe de Maní. La importancia de la participación en estos hechos de fray Diego de Landa se relaciona directamente con el corpus documental. En el contenido del documento se hace mención directa a su persona y a otros dos frailes, fray Miguel de la Puebla y fray Pedro Gumiel (Anexo 2, líneas 14, 15 y 18). Por otro lado, los juicios derivados de este Auto de Fe, que tuvieron lugar tanto en la península de Yucatán como en España, tienen también su consideración dentro de la génesis y contenido de los documentos.
Fray Diego de Landa había llegado a la península de Yucatán en 1549, llevado por fray Nicolás de Albalate, junto con un grupo de frailes. Landa, como franciscano conocedor de la lengua maya, comienza a desempeñar su labor misionera en el noroeste de la Península de Yucatán (Cogolludo, 1955, II: 73). En 1561 es nombrado ministro provincial de Yucatán (Scholes y Adams, 1938, I: XIV) y un año más tarde es nombrado juez eclesiástico12 (Scholes y Adams, I, 1938: XLVI), año en el que es llamado a intervenir con apoyo de don Diego Quijada, alcalde mayor de Yucatán, en los casos de idolatría registrados en Maní en 1561. Parte del debate que se desarrollará a posteriori y que deriva de la intervención de Landa en las investigaciones de idolatría tiene que ver con la bula papal Exponi Nobis (Nota 12) y la Real Provisión de la Audiencia de los Confines de 28 de febrero de 1558 (Scholes y Adams, 1938, I: XVI). De estos documentos derivan los enfrentamientos posteriores que tuvieron lugar entre Landa y el obispo fray Francisco de Toral, sobre los que dan testimonio algunos autores como el cronista Diego López de Cogolludo (1955: 153) o Scholes y Adams (1938: LXI). Las relaciones entre el obispo y los franciscanos de Yucatán tampoco eran especialmente cordiales. En una carta que data de 20 de abril de 1567,13 el propio Toral menciona su mala relación con ellos en la frase “…, por aver yo afeado las cosas que los religiosos hizieron contra los naturales, que me tienen gran odio por ello …” (Cartas de Indias, 1877: 243) y también hace alusión al envío de una serie de cartas: “… los religiosos, y ávn hacen escrevir a los naturales lo que no entienden, porque les dan las cartas escritas y azen las firmen, y los pobres no las entienden, y asi me an venido a dezir los naturales que an firmado lo que no entienden, y creo escrevirán a V. M. sobre ello los caciques” (Cartas de Indias, 1877: 243). Es muy probable que Toral se estuviese refiriendo a las cartas de este corpus documental.
Landa había comenzado su investigación como juez inquisitorial con el apoyo de diversos frailes, entre los que se encontraba fray Miguel de la Puebla, nombrado en las cartas de los caciques de Yucatán (Anexo 2, texto en maya, línea 19). Tras las investigaciones, tuvo lugar el Auto de Fe de Maní en 1562, proceso en el que fueron quemados gran cantidad de ídolos, otra parafernalia ritual y códices (Chuchiak, 2005: 31), además de condenar a los acusados de participar en los actos de idolatría, entre los que se encontraban el cacique, el gobernador, los principales y el ahkin de Maní, incluidos también algunos maestros y mozos de escuela (Lentz, 2009: 142). Las medidas de Landa durante el proceso le llevaron a ser juzgado ante el Consejo de Indias (Timmer, 1997: 479).
El obispo fray Francisco de Toral había sido nombrado en 1560 (Scholes y Adams, 1938, I: XVII), pero no fue sino hasta agosto de 1562 que llega a Yucatán, tras haber recibido las bulas papales que le otorgaban el cargo. En el momento de su llegada, los problemas derivados de las investigaciones de Maní estaban en pleno auge. Toral, informado de la situación, decidió intervenir. Modificó algunas de las decisiones que habían sido tomadas por Landa y reguló los castigos impuestos por él (Scholes y Adams, 1938, I: LXI; Restall y Chuchiak, 2002: 652).
Convocado por el Consejo de Indias, Landa regresó a España donde se le acusaba de diversos cargos. Las denuncias que le llevaron a esta situación habían provenido de diversas personas y autoridades. El obispo Toral fue uno de los encargados de denunciar a los franciscanos ante el rey; también realizaron denuncias los encomenderos, que estaban enfrentados a los religiosos por la merma de sus competencias y poder sobre los indígenas (Scholes y Adams 1938: XX); y el propio defensor de los indios, que denunciaba el mal trato dado a los indígenas en una carta de 8 de marzo de 1563, poco después de los sucesos de Maní en la que dice:
…in estas dichas provinçias a sucedido in perjuicio Ɛ gran daño de muerte. lisiones. perdidas. Ɛ desasosiegos de estos pobres yndios y lo que pasa […] los frayles para que tanbien fuesen inquisidores y algunos todos Ɛ cada uno por si an hecho desatinos Ɛ castigos Ɛn esos yndios…14
No fueron tampoco una excepción los gobernadores de Maní, que el 12 de abril de 1567 envían una carta15 a Felipe II sobre los abusos que habían cometido los franciscanos y las crueldades de los procesos contra las idolatrías (Bracamonte, 2001: 63). A su llegada a España, Landa tenía en su contra la predisposición del Consejo de Indias, donde se le acusaba del abuso de sus derechos como provincial, ya que se consideraba que se había extralimitado en sus funciones, de la usurpación de la jurisdicción inquisitorial, que Landa empleó a pesar de que los tribunales inquisitoriales no se habían desarrollado aún en Indias16 y, finalmente, de la relación con las muertes y lesiones que sufrieron los indígenas durante los procesos. En este caso se demostró el uso de castigos desmesurados y de la tortura para obtener las confesiones de los indígenas, los cuales se retractaron en el momento en el que intervino el obispo Toral (Scholes y Adams, 1938: LII). Durante el juicio, que tuvo lugar entre 1565 y 1569,17 fueron realizadas y enviadas las cartas en cuestión a Felipe II, con la finalidad de apoyar a Landa durante el proceso. Aunque llegan en 1567, la decisión de indultarlo ya había sido tomada en 1565, si bien no es hasta 1569 que se da a conocer públicamente la decisión (Timmer, 1997: 479).
Elaboración de las cartas de los caciques
Las cartas de los caciques se presentan todas en el mismo formato. Se trata de un pliego en papel europeo doblado in folio enviado en forma de petición y dirigido al rey Felipe II. La filigrana se ubica en el centro del documento, y en el caso concreto de la Carta 7, la marca de agua se trata de la conocida como “filigrana del peregrino” (Figura 1), muy habitual en los documentos del siglo XVI, lo cual corrobora la autenticidad y el año de su creación. Las cartas se presentan en el verso del primer folio, con el texto en maya yucateco, y en el recto del segundo folio con el texto en castellano. Todas ellas fueron escritas entre los meses de febrero y marzo de 1567 y firmadas por los caciques yucatecos del momento. Existe una excepción a esta presentación, la Carta 5, con el primer texto en castellano y el segundo en maya yucateco. El asunto de los documentos es solicitar el envío de más frailes franciscanos a la península de Yucatán incidiendo en el regreso de los frailes Diego de Landa, Pedro Gumiel y Miguel de la Puebla, todos ellos activos partícipes de los sucesos de Maní de 1562. En el contenido de estos documentos se ponen en duda las acusaciones realizadas a los frailes y se defiende a los franciscanos sometidos a juicio, presentándolos como personas queridas y deseadas en Yucatán.
El contenido de la Carta 7 se presenta completo en los Anexos 1 y 2. Las manos intervinientes son diferentes para el cuerpo del documento en castellano y el maya. Las firmas de los caciques que se muestran en la versión en maya son todas realizadas por la misma mano, diferente de la que escribe el cuerpo del documento. La parte correspondiente al membrete tiene un total de tres manos diferentes: una para el remitente, una para el destinatario y una para la explicación del contenido del documento. En total esta carta fue escrita por seis manos distintas. Si se analiza el contenido de ambas partes, tanto la castellana como la maya, se puede ver que son bastante aproximadas, aunque se deben tener en cuenta ciertos aspectos. En primer lugar, los paralelismos entre ambas cartas son evidentes, ya que las expresiones que aparecen en castellano y en maya yucateco son similares o calcos de una lengua a otra. Viendo el estilo de las expresiones, las que aparecen en el texto maya son tradicionalmente castellanas, con la misma forma y construcción, pero escritas en lengua maya, lo que indica que las expresiones son de origen español y por lo tanto fueron copiadas del texto en castellano: “…conforme a nuestra bajeza de ingenio y pobreza de bienes temporales…” (Anexo 2, en castellano, línea 6-7), con el texto maya: hibici cacaabalil ti vetel cahnumvailil tubahibail vokol cabe, “…por nuestra bajeza de ingenio y nuestra pobreza de cosas sobre la tierra…” (Anexo 2, en maya, línea 8).
Ambas representan la misma idea, pero viendo el análisis del documento en maya se aprecia el esfuerzo del traductor por plasmar la palabra “pobreza” derivándola de forma poco habitual. Para ello parte de la palabra numya, “pobre”, empleando dos sufijos derivacionales que funcionan en el primer caso como adjetivador (-il), y en el segundo como abstractivizador (-il). De esta manera, del sustantivo “pobre” crea el adjetivo “pobre” y lo abstractiviza como “pobreza”. Esto, por un lado, indica que la palabra que el escribano está empleando no es común en su escritura y, por otro lado, evidencia la existencia de un modelo sobre el que trabaja a la hora de escribir, del que toma como ejemplos estas palabras.
En la frase, además, se aprecia una expresión relacionada con el concepto de indio miserabilis. Este término, nacido del ámbito judicial, fue un concepto aplicado regularmente a mediados del siglo XVI por los religiosos yucatecos para referirse a los indígenas (Cunill, 2011: 231). En origen, el término hacía referencia al amparo de los pobres como una obligación de las autoridades civiles y eclesiásticas (Borah, 1996: 25; Ruigómez, 1988: 37-38). Pero su aplicación a los indígenas se hacía con la idea de su desventaja frente a los españoles, relacionando sus condiciones de vida con la pobreza, la ignorancia y el miedo (Cunill, 2011: 234-235). Al mismo tiempo, se vincula con el debate sobre la servidumbre natural de los indígenas que se desarrolló durante la primera mitad del siglo XVI. Dicha discusión incluía multitud de aspectos ideológicos, filosóficos y morales sobre la cuestión de los indígenas (Maestre, 2004).
Otro ejemplo que se puede ver en el texto castellano de la Carta 7 es: “…se compadezca de nuestras animas y nos envíe frailes franciscos que nos guíen y enseñen la carrera de Dios…” (Anexo 2, en castellano, línea 12) y en su versión maya ca auokecaich tacpixan ca atu[m]te ca atuxchite frailes fran[cis]cos toon pavic cabeel vetel cambecicoon tubelil Dios, “…que te compadezcas de nuestras almas (y) que consideres enviar frailes franciscos a nosotros (que) guíen nuestro camino y nos enseñen el camino de Dios…”18 (Anexo 3, línea 15-16). A través de la acepción ok, que se suele traducir como “llorar”, se construye, por medio del ich- un nuevo término que significa “tener piedad”. En el documento en castellano aparece la palabra “compadezca” que tiene el mismo sentido. A pesar de las pequeñas diferencias existentes entre ambas frases, la intencionalidad es la misma ya que se ha traducido la idea expresada en el texto español.
La solicitud de más frailes para la evangelización en la península de Yucatán es un tema habitual en las peticiones de esta área, aunque el formato en el que son presentadas generalmente es diferente al del corpus. Como ejemplo, se presenta una petición de origen indígena que se relaciona con las cartas de los caciques, llamada “Carta de los gobernadores”,19 que se ha denominado aquí Carta 8. En este caso no pertenece al mismo grupo de cartas debido a las amplias diferencias que existen con el resto de documentos, pero sí se puede enmarcar dentro del mismo contexto histórico (Raimúndez, 2015). La Carta 8 se realiza en 1567 al igual que el resto del corpus, se escribe en maya yucateco y es firmada por una serie de gobernadores indígenas. Las diferencias que presenta son su extensión y, debido a ello, su contenido más amplio; además, su composición dividida en tres partes y la aparición de elementos de validación junto a los nombres de las autoridades intervinientes en su producción, totalmente ausentes en las otras cartas. Uno de los aspectos que destacan del texto maya es su elaboración sin un modelo castellano, dando una libertad mayor al escribano. A diferencia de las otras cartas, carece de expresiones forzadas y literales, por lo que también permite una comparación y a su vez una reafirmación de la existencia de un modelo para la elaboración del corpus.
El autor de la traducción de la Carta 8 es Alonso de Arévalo, el intérprete general de Yucatán, nombrado para tal cargo en 1560 por el visitador García Jofre de Loayza, siendo posteriormente renombrado por el gobernador Céspedes de Oviedo en 1566. La finalidad del cargo de intérprete era la de traducir diferentes tipos de documentos escritos en lenguas indígenas para permitir una correcta comunicación entre estos y los representantes de las instituciones coloniales. (Cunill, 2015: 19).
Considerando que las fechas de las cartas son muy cercanas y las distancias entre los diferentes lugares en que fueron realizadas son relativamente amplias (Mapa 1), ello sugiere que existía un acuerdo previo por el cual se dio la orden de escribir los documentos que servirían de modelo para los escribanos que las realizaron. Su localización coincide con la disposición de las poblaciones indígenas al inicio de la Colonia. Estas organizaciones fueron las guardianías, formadas por cabeceras y visitas. Las cabeceras eran las poblaciones principales y más importantes en torno a las cuales se organizaban las visitas, que eran pueblos dependientes de la cabecera con menor relevancia. Si se comparan los lugares de procedencia de los caciques firmantes de las cartas del corpus (Hanks, 2010: 40), la correlación entre la procedencia de éstos y las guardianías asociadas coincide. Esto apunta claramente a la creación de las cartas desde los circuitos de comunicación franciscanos (Mapa 2) y no desde los usados por los propios indígenas durante todo el periodo colonial, paralelos a ellos (Cunill, 2017; Okoshi, 2017). Existen dos cartas que no coinciden con dicho sistema organizativo, las Cartas 5 y 6, que pertenecen a las áreas de Champotón y Tixchel, respectivamente. La organización de estas áreas es diferente y menos conocida que las de las otras provincias de Yucatán (Scholes y Roys, 1996: 39), por lo que los firmantes no aparecen asociados a ninguna población y únicamente se ha podido establecer el área en torno a la que se realizaron.
Es interesante destacar la población de Tixchel, que se encontraba en la provincia de Acalán, en el área lingüística chontal. La localización de la Carta 6 se pudo realizar gracias a uno de los firmantes, Pablo Paxbolón, que era el gobernante de Tixchel en esos momentos y había sido educado por frailes franciscanos en Campeche (Scholes y Roys, 1996: 148-157). En Tixchel se hablaba chontal en el siglo XVI y durante la conquista había sido escogida por los frailes como cabecera de doctrina, junto con otros cuatro pueblos, uno de ellos de lengua maya yucateca, para congregar a los chontales de Acalán, traslado que se llevó a cabo pocos años antes de la realización de estas cartas (Izquierdo, 1997: 54). Ello explica la existencia de una carta procedente del área lingüística chontal pero escrita en maya yucateco.
La organización territorial colonial que se origina con los frailes franciscanos concuerda con la distribución y localización de las cartas. Probablemente el original fue una plantilla o texto modelo que fue repartida en las poblaciones afines a ellos. Al mismo tiempo los esfuerzos de los escribanos en la plasmación de las fórmulas y expresiones castellanas en los documentos escritos en maya sugieren que precisamente este modelo se distribuyó en castellano, idea que se sustenta por la ausencia de diferencias entre los textos castellanos de las cartas y por una traducción literal al maya de las expresiones propias castellanas. El hecho de que las versiones de las cartas escritas en maya sí presenten, en cambio, diferencias, apunta a la versión castellana, no como la traducción, sino como el modelo de partida.
Conclusión
La introducción de una nueva metodología crítica para el estudio de la documentación escrita en lenguas indígenas, ejemplificada en la traducción y análisis que se presenta en los anexos, ha permitido mostrar una serie de nuevas perspectivas sobre las cartas de los caciques. Entre ellas, el estudio integral del documento, la revisión del texto escrito en maya y una nueva propuesta de traducción.
El trabajo de archivo realizado durante la investigación ha supuesto el descubrimiento de información hasta ahora desconocida, permitiendo la aportación de la Carta 7 como un documento inédito que abre nuevas posibilidades de estudio y ampliación de este grupo de cartas. Por un lado, comparar el texto en castellano con la traducción del maya permite ver la probable redacción de un modelo de documento escrito en castellano por parte de los franciscanos, ya que se puede apreciar la existencia de calcos y traducciones literales. La intervención franciscana da lugar a la creación de este corpus con unos intereses específicos y aconseja revisar otros documentos que presentan el mismo formato. Por otro, la inserción de estas cartas en la discusión más amplia sobre el concepto de indio miserabilis aumenta el alcance del contenido y abre una interesante vía de investigación en su aplicación a otros textos indígenas.
La Carta 8 presenta un modelo de documento que se puede contraponer claramente al resto, ya que la traducción es mucho menos coherente y clara que la de las cartas de los caciques, esto pone de manifiesto las diferencias en los procesos de elaboración de las cartas de los caciques y la de la carta de los gobernadores. Su contexto como documentos vinculados a los primeros años de la historia de Yucatán y la importancia de la información a la que se refieren, relacionada con el Auto de Fe de Maní y el juicio de Landa, además de otros aspectos como la organización territorial, el concepto de “indio miserable” o matices lingüísticos particulares, se han podido inferir a través de la aplicación de esta metodología, que puede ser utilizada en el estudio de otros documentos similares.