Introducción
Como ejemplo clave del urbanismo indígena del Nuevo Mundo, el desarrollo, la organización y el abandono de las ciudades mayas del Clásico son temas de gran importancia antropológica. A pesar de esta realidad, los centros mayas del periodo Clásico (ca. 250-950 d.C.) han sido, hasta hace relativamente poco, sub-teorizados y, con frecuencia, vistos por el público y por muchos académicos como "no-ciudades", recordando sus primeras descripciones como centros ceremoniales muy grandes, abandonados y misteriosamente vacíos. Dicha perspectiva implicaba que las ciudades mayas eran anómalas, capitales de entidades políticas complejas, pero carentes de las características demográficas de los lugares totalmente urbanos, según la definición de Wirth (1938), como en el caso de Teotihuacan y Tenochtitlan en el centro de México. Tal percepción ha sido involuntariamente reforzada por la atención dada muy a menudo a los contextos de élite, a pesar de una larga historia de patrón de asentamiento y la investigación en los sectores "plebeyos" en las Tierras Bajas mayas. Como señalan Charlotte Arnauld y otros,
la información recuperada durante décadas en "centros cívico-ceremoniales" mayas no es tan apropiada para el estudio del urbanismo como cabría pensar a priori, porque el concepto de "ciudad" ha sido definido dando mayor importancia a su contenido político y demográfico que a su carga social (Arnauld, 2008: 3).
Este énfasis político-demográfico es en parte un legado de la perdurable dicotomía rural/urbana de las ciencias sociales (Durkheim, 1893; Redfield, 1947; Fletcher, 2009: 12; Hubbard, 2006: 61-66; Woods, 2011: 3-7) y, en parte, una consecuencia del contenido político de los registros históricos del período Clásico (Arnauld, 2008: 3).
Si bien los centros monumentales siguen siendo el foco de la mayoría de las investigaciones arqueológicas en las Tierras Bajas, actualmente pocos estudiosos negarían que éstos eran los “centros de la ciudad” de grandes paisajes urbanos en expansión. Pero ¿qué tipo de ciudades edificaron y habitaron los mayas del Clásico? Roland Fletcher (2009, 2012) ha propuesto recientemente que el urbanismo maya pertenece a un nuevo tipo urbano comparativo que él llama “urbanismo de baja densidad, de base agraria” (Fletcher, 2009).
Al igual que todas las categorías tipológicas, “el urbanismo agrario de baja densidad”, no está exento de defectos. Sin embargo, al considerar que “los suburbios no pueden ser ignorados, y no pueden ser vistos como algo separado de la zona urbana central simplemente en términos de escala...” (Fletcher, 2009: 11), Fletcher elude la dicotomía urbana/rural, haciendo que las relaciones funcionales unan a las poblaciones urbanas y periféricas con instituciones que conforman comunidades sociales y políticas como el aspecto central de la investigación (Smith, 2003). En última instancia, la organización sociopolítica, religiosa y económica de las ciudades mayas clásicas se formó por la organización y las acciones de sus residentes. La negociación de las identidades individuales y de grupo varió en escala y configuración, desde la intimidad del hogar hasta el espectáculo público.
Mientras que los mayas “encajan” bien, en términos generales, con su modelo comparativo, Fletcher no es un especialista en el área maya, por lo que su caracterización de los rasgos específicos de las ciudades mayas del periodo Clásico es bastante anticuada y, por tanto, defectuosa en algunos detalles (Fletcher, 2012). Su dependencia de ciertas publicaciones muy conocidas, pero limitadas, de unos pocos eruditos que escriben acerca de Copán, Tikal y, en menor medida, Caracol, no lo convierten en mayista como para desestimar la categorización de las ciudades mayas como ejemplos de urbanismo de baja densidad.
En cambio, es necesario considerar el concepto general con el propósito de definir y describir mejor lo que pareciera ser el urbanismo clásico maya de baja densidad en las Tierras Bajas. Como punto de partida, este artículo abordará los cuatro parámetros centrales del modelo urbano-agrario de baja densidad de Fletcher seguido por un examen y una crítica de sus supuestos e implicaciones cuando es aplicado a las ciudades del periodo Clásico, en particular, a la ciudad de Waka’, en el Petén guatemalteco.
Urbanismo agrario de baja densidad
El concepto de urbanismo de baja densidad tiene su raíz en la geografía urbana, muy particularmente con el término "megalópolis" de Jean Gottman (1961), una red interconectada de centros de población de alta densidad, las industrias contenidas por las franjas continuas, pero poco pobladas, y las tierras rurales, originalmente construida para describir la costa noreste de Estados Unidos y sus precursores industrializados (como el Valle del Ruhr de principios del siglo 20 en Alemania; Browning, 1974; Morrill, 2006).
Aplicadas a contextos pre-industriales, las “ciudades de baja densidad basadas en la agricultura” de Fletcher son asentamientos que presentan funciones urbanas, pero cuyo patrón residencial de espacios ampliamente dispersos de alta y baja densidad de población difieren de la naturaleza limitada y nucleada de muchas ciudades preindustriales en el Viejo Mundo ( Michael Smith, 2010: 145). Como el término “baja densidad” implica, las poblaciones totales son generalmente más bajas y, a menudo, se distribuyen a lo largo de “grandes áreas homogéneas de asentamientos expandidos de baja densidad, con considerable modificación física del paisaje”, como se ejemplifica en Gran Angkor Wat (Isendahl y Smith, 2013: 133; Evans et al., 2012). La distribución del asentamiento en las ciudades de baja densidad tiende a agruparse, formando vecindarios residenciales segregados espacial y socialmente (Fletcher, 2012; Isendahl y Smith, 2013; Michael Smith, 2010: 145-147; 2011). En algunas ciudades, a nivel comunitario, las facilidades locales y del gobierno central se localizan en los múltiples distritos de barrio, aunque las relaciones administrativas entre esta categoría de asentamiento de nivel medio y las instituciones epicentrales pueden ser muy variadas y no son discernibles en algunos casos (York et al., 2011).
En términos generales, los investigadores han reconocido desde hace tiempo un patrón de asentamiento urbano de baja densidad a lo largo de las Tierras Bajas mayas -aun sin ser llamado urbano- que se ajusta bien al modelo de Fletcher, y se ha confirmado en gran medida gracias a las investigaciones recientes con LiDAR1 en Belice y otros lugares (Chase et al., 2011). Esto era de esperarse ya que los mayas clásicos son uno de los ejemplos que utilizó para formular su categoría urbana de baja densidad. Podemos extraer algunas de las características de lo que constituye la baja densidad de Fletcher (2009, 2012), el urbanismo de base agraria de las Tierras Bajas mayas, dentro de cuatro parámetros básicos:
Núcleos de asentamiento denso, rodeados de grandes extensiones de tierras “no ocupadas” y asentamientos dispersos más pequeños.
Modificación a gran escala del paisaje.
En el caso maya, la considerable homogeneidad de las unidades residenciales, sobre todo las de la periferia.
Susceptible al gigantismo o crecimiento desmedido que conduce a un colapso inevitable.
A primera vista, muchos investigadores que trabajan en el área maya, incluidos nosotros mismos, podrían objetar varias de estas “características” de las ciudades mayas (en particular los números 3 y 4). Sin embargo, una fortaleza del modelo de Fletcher es que estas características son especialmente adecuadas para la investigación arqueológica en el área maya, lo que permite a los investigadores tener la oportunidad de jugar un papel destacado en la revisión de los parámetros del urbanismo agrario de baja densidad, no sólo para los mayas sino también para otras culturas. Para empezar esta tarea, pasamos ahora a los registros arqueológicos del sitio maya clásico de El Perú-Waka’ en el centro-oeste de Petén, Guatemala para evaluar y revisar tales parámetros.
El Perú-Waka’
Desde 2003, los arqueólogos del Proyecto Arqueológico Waka’ (anteriormente Proyecto Arqueológico Regional El Perú-Waka’)2 han estado investigando las ruinas de la ciudad maya clásica de Waka’, también conocida como El Perú, nombre asignado por buscadores de petróleo en la década de 1960. El proyecto de investigación se ha centrado sobre todo en la conexión entre la historia de la arquitectura y la historia dinástica, fundamentalmente por medio de excavaciones en edificios monumentales, de la reconstrucción de la economía política local y regional a través de excavaciones en unidades residenciales del epicentro y análisis de materiales, así como de la estructura y organización del paisaje urbano, principalmente a través del reconocimiento de superficie y las excavaciones de sondeo.
El núcleo del sitio está situado en la esquina suroeste del corazón maya clásico, con su núcleo urbano posado en el borde de la escarpa que forma el límite sur y oeste de la meseta kárstica del Petén (Mapa 1). Su ubicación defensiva en la cima de dicha escarpa de 80 m de altura, y la posición ventajosa en la unión del río San Pedro y su afluente del río San Juan, probablemente fomentaron el papel comercial de la ciudad tanto por río en dirección este-oeste, como por tierra de norte a sur. Esta combinación de factores geográficos también puede haber contribuido a la importancia histórica de la ciudad como uno de los primeros lugares visitados por Siyah K’ak’ en el Clásico Temprano y cuya lealtad dinástica fue muy controvertida durante los conflictos regionales del Clásico Tardío entre las dinastías de Tikal y Calakmul.
Patrones de asentamiento en El Perú-Waka’
El reconocimiento en Waka’ se ha desarrollado con métodos de campo tradicionales, auxiliados por el uso del GPS, mapas topográficos detallados con estaciones totales y una variedad de imágenes satelitales. A la fecha se han completado 0.98 km2 de cartografía topográfica del núcleo del sitio y las características del paisaje de sus alrededores (Mapa 2). Los rasgos que reflejan los patrones de uso de la tierra dentro del núcleo son variados, e incluyen las cuatro plazas públicas, muchos complejos monumentales masivos, algunos reservorios de tamaño mediano y varios canales “naturales” que distribuían el agua a las periferias urbanas.
El aspecto más notable del asentamiento urbano de Waka’, sin embargo, es la naturaleza compacta de sus restos “residenciales;” pocos sitios del Clásico maya (Copán, Palenque) presentan una densidad tan alta de estructuras (Marken, Maxson y Pérez, 2016). El entorno de este centro urbano altamente nucleado no es una franja “dispersa” de asentamiento rural, como se ve en muchos centros monumentales mayas; en cambio, está circundado por una zona multipropósito "periurbana" todavía bastante densa (Marken, 2015). La prospección arqueológica y el mapeo han identificado una gran variedad de rasgos del paisaje fuera del núcleo urbano, los cuales integran claramente zonas de influencia de la ciudad con el tejido urbano de El Perú-Waka’.
Más allá del núcleo, el equipo de reconocimiento del PAW ha conducido más de 13 km2 de reconocimiento pedestre de cobertura total y de cartografía del asentamiento desde 2007 (Mapa 3) (Marken, 2008, 2009, 2010, 2013). El mapeo limitado y el reconocimiento fuera de estos 13 km2 indican que el antiguo asentamiento maya era continuo, tanto al norte como al sur, extendiéndose al menos a los centros menores de Yala, a 18 km al este, y El Burral, 10 km al norte (Marken y Castañeda, 2014).
Las cronologías del asentamiento derivadas del análisis de la cerámica recuperada en 220 excavaciones de sondeo indican que el asentamiento periférico comenzó en el Preclásico Tardío, coetáneo con la evidencia más temprana de la construcción del centro ceremonial. Sin embargo, el asentamiento en la periferia fue cambiando continuamente con la fundación de patios, ocupación, abandono, y reocupación a lo largo del período Clásico. Comenzando en el Clásico Terminal, el abandono generalizado de los grupos periféricos efectivamente causó que la ocupación se centrara dentro del núcleo urbano, en el contexto de un ligero descenso de la población general (Marken, 2015) (Mapa 4).
Desde una perspectiva de asentamiento ecológico, Waka’, como es el caso de la mayoría de los grandes centros mayas clásicos, parece ajustarse al modelo de urbanismo de baja densidad. Sin embargo, los datos del asentamiento de Waka’ también subrayan un obstáculo significativo para el estudio de este tipo de urbanismo: la dificultad de definir los límites formales incluso en ejemplos modernos (Lang y LeFurgy, 2003; Michael Smith, 2003: 4). El recuento de las unidades políticas etnohistóricas ilustra esta dificultad en Mesoamérica, que frecuentemente no registran de manera estricta las designaciones urbanas/rurales, lo cual destaca la espacialidad subjetiva, o la naturaleza situacional de las concepciones de las relaciones y responsabilidades locales y/o cívicas (por ejemplo, Marken y Fitzsimmons, 2015; Pybrun, 2008; véase también Ferguson y Mansbach, 1996; Hansen, 2000: 601).
Si bien la conexión al “lugar” fue fundamental para vincular las afiliaciones que construyen la comunidad en Mesoamérica, los límites físicos y sociales de los asentamientos y la comunidad no eran necesariamente concomitantes (Arnauld, 2008; Marken y Fitzsimmons, 2015). La inclusión o exclusión con varias comunidades urbanas socioeconómicas se basan principalmente en la participación en la vida comunitaria, parcialmente definidas por la residencia y en parte por las relaciones personales y/o grupales (Berdan, 2008; Cohen, 1985; Marcus, 1983; Okoshi, 2012; Roys, 1957).
Los estudios de asentamiento estiman una amplia continuidad del tamaño urbano maya clásico, que va desde los 200 y 177 km2 para los sitios más grandes como Tikal y Caracol, respectivamente, a 25 km2 para Copán y otros centros de tamaño medio y pequeño (Chase et al., 2011; Culbert et al., 1990; Webster et al., 2007). Aunque definir formalmente los límites urbanos mayas de baja densidad puede ser problemático, la combinación del reconocimiento de cobertura total y la excavación residencial es probablemente el medio más eficaz para medir los cambios temporales y espaciales en la distribución de materiales culturales que son el residuo del potencial desplazamiento de redes sociales, económicas y religiosas que definieron la extensión urbana y las divisiones internas.
“Obras públicas” y conectividad urbana
El modelo de baja densidad de Fletcher en un urbanismo de base agraria no está exento de críticas, sobre todo en su aplicación a las Tierras Bajas mayas. Uno de los retos para el estudio del urbanismo de baja densidad en general ha sido puesto de manifiesto por los geógrafos urbanos, quienes cuestionan cómo medir la conectividad entre las instituciones locales y cívicas, las industrias extractivas y agrícolas, y las comunidades residenciales para una megalópolis industrializada específica (Hubbard, 2006: 194; van Oort, Burger y Raspe, 2010). Fletcher (2012: 304-307) sugiere la construcción de infraestructura u “obras públicas” como evidencia de la integración cívica urbana. Para los mayas, esta categoría típicamente vaga asume el control centralizado de las modificaciones del paisaje a gran escala e incluye calzadas, terraplenes, reservorios y acueductos (Barnhart, 2007; Chase y Chase, 2001; French, 2007; Gallopin, 1990; Scarborough et al., 2012; Scarborough y Grazioso, 2015; Matheny et al., 1983; Shaw, 2001), así como terrazas y campos elevados como métodos para ampliar la zona agrícola (Chase y Chase, 1998; Chase et al., 2011; Ford y Fedick ,1992; Harrison y Turner, 1978; Healy et al., 1983; Turner y Harrison, 2000). Recientes investigaciones arqueológicas, sin embargo, indican que la planificación y el control de los rasgos agrícolas no eran universalmente centralizados; los paisajes terraceados de Caracol y del Valle de Belice fueron construidos y mantenidos por los residentes locales durante largos periodos de tiempo (Murtha, 2009; Wyatt, 2008; véase también Isendahl, 2002; Johnston, 2003; Levi, 1996; Marken y Murtha, 2016).
Manejo del agua en El Perú-Waka’
El análisis GIS3 de la hidrología de El Perú-Waka’ se ha llevado a cabo a escala local y regional (Hermitt et al., 2017; Marken y Maxson, 2017; Maxson y Marken, 2018; Mapa 5). Durante la temporada de campo 2016, Marken y Ricker, de la Universidad de Bloomsburg, iniciaron un programa de investigación de reservorios (Ricker, Marken y Rivas, 2017). Estas investigaciones incluyen la descripción de 87 perforaciones de suelo y dos unidades de excavación de más de 2 m de profundidad dentro de un solo sistema hidrológico y un reservorio adicional en el núcleo de la ciudad. Si bien las muestras están en proceso de análisis químico, los análisis del GIS y las investigaciones geomorfológicas, en combinación con las observaciones recogidas durante el reconocimiento y mapeo, permiten una clasificación preliminar de las características de captación de agua (por ejemplo reservorios) a través del paisaje urbano, el cual puede tener implicaciones similares a los de la jerarquía de tres niveles en la gestión de sistemas de irrigación en Arequipa, Perú, como fue descrito por Ersten (2010).
Viviendo en lo alto de la escarpa, los antiguos habitantes mayas del núcleo urbano de Waka’ tenían acceso limitado a los recursos de agua y, por lo tanto, centraron gran parte de sus esfuerzos en dirigir y almacenar agua de lluvia para su consumo. Mientras que ciertos rasgos de administración, tales como canales, sirvieron también para dirigir el agua a las zonas agrícolas potenciales, todas las evidencias de almacenamiento de agua investigadas en Waka’ probablemente habrían sido manejadas como estanques artificiales, donde una variedad de vida vegetal y animal, tales como lirios de agua, peces y tortugas, habría sido cultivada para mantener la calidad del agua potable recolectada en superficie. En la actualidad, las características de almacenamiento de agua observadas en Waka’ incluyen (Mapa 6):
Aguadas domésticas, que son pequeñas depresiones tipo piscinas que aún no han sido investigadas más allá de su identificación a través de la cartografía, pero están cerca de los grupos residenciales dentro del núcleo urbano y en las zonas de influencia reconocidas. Estas son de baja capacidad y muchas parecen haberse originado como pozos temporales para la construcción de casas. Algunas de estas pequeñas depresiones pueden haber funcionado como charcos limosos, como lo hipotetizaron Scarborough et al. (2012) en Tikal, ya que muchas veces bordean los límites de cuencas más grandes y/o bajos.
Reservorios residenciales, como los de Xucub, Ical y Sis que están a menudo asociados espacialmente con los grupos o barrios de élite, aunque algunos funcionaban como parte de sistemas hidrológicos más grandes. Individualmente, estos reservorios exhiben capacidades de tamaño medio, con base en datos de superficie, pero la extracción de muestras del reservorio de Xucub demuestra que su manejo incluyó el dragado periódico y el mantenimiento de una capa de relleno y tiestos encima del fondo que probablemente sirvió para anclar las raíces de plantas, tales como lirios de agua. El reservorio de Xucub también contenía una plataforma en una esquina para facilitar el acceso al agua ya que los niveles fluctuaban estacionalmente.
Los tanques comunitarios o de distrito, que tienen una capacidad mayor y forman los nudos críticos dentro de los sistemas de estanques y drenajes de mayor tamaño. Si bien varios tanques potenciales del distrito han sido identificados por el análisis de mapeo e hidrológico, sólo el tanque noreste se ha investigado más intensamente.
El tanque noreste es parte de un sistema interconectado de rasgos de almacenamiento de agua a los que se hace referencia como el Sistema Hidrológico Noreste (Mapa 7). Este sistema oeste-este que fluye al norte conforma el reservorio Xucub, una especie de pequeña compuerta o embalse, y el tanque noreste, así como una salida de corriente por la que el exceso de agua podría haber sido liberado hacia el norte. Dentro de la salida norte una gran roca caliza en su centro y dos pequeños cantos rodados en sus lados este y oeste pueden haber funcionado como el marco de unas tablillas de madera que controlaban directamente el flujo de agua. Aunque todavía estamos reconstruyendo la historia de su formación y construcción, es posible decir que el tanque noreste fue cuidadosamente diseñado para almacenar cierto tipo de agua.
Hoy en día, el agua sube por el interior del tanque aunque apenas llega a la superficie. Tal agua subterránea, sin embargo, no es potable, ya que contiene altas concentraciones de sales de yeso. Con el fin de evitar que el agua subterránea local contaminara el agua limpia recolectada de la superficie, los habitantes de la ciudad pusieron losas de piedra caliza a lo largo del suelo del depósito y mantuvieron una capa de relleno y tiestos por encima de esa base de losa. Un “muro de contención” también se construyó a lo largo del borde oriental del tanque, donde aumentan las concentraciones de yeso (el yeso está ausente de los suelos del reservorio de Xucub y del embalse al oeste). Por último, una serie de “terrazas” bajas se edificaron alrededor de las pendientes del tanque para facilitar el acceso durante las épocas de bajos niveles de agua. El posicionamiento de estas terrazas sugiere que a todos los habitantes de los grupos que rodean el estanque se les permitió el acceso a sus aguas.
Por último, el reservorio de la Plaza 1 parece haber servido principalmente para recolectar la escorrentía de las Plazas 1 y 2, como se indica por el análisis de acumulación de flujo de agua del núcleo del sitio. El núcleo de suelo tomado con el barreno dentro del depósito sólo recuperó algo de relleno lavado y artefactos en una profundidad de más de 2 m, lo que sugiere que el depósito continúa sirviendo en la actualidad como fue originalmente.
Los hallazgos preliminares de las recientes investigaciones hidrológicas y la extracción de muestras taladradas del suelo en Waka’ indican que, incluso siendo parte de un sistema de manejo de agua más grande, cada tanque dentro del núcleo era diferente, diseñado y administrado para satisfacer las necesidades y desafíos específicos locales. Esto pone de relieve el hecho de que mientras que algunos rasgos de infraestructura del paisaje dentro de las ciudades mayas clásicas pueden haber sido, a veces, regulados por las autoridades “centralizadas”, muchos otros fueron construidos y gestionados, en la práctica, por las unidades residenciales y las comunidades locales que mantenían y administraban sus propios recursos.
Las unidades residenciales mayas del Clásico
Una segunda inquietud empírica más inmediata es la evaluación de Fletcher de que las unidades residenciales del Clásico maya y su distribución en Tikal y Copán demuestran “una considerable auto-similitud entre las diferentes partes de un mismo asentamiento... lo que sugiere una profunda falta de variedad en la praxis cotidiana” (Fletcher, 2012: 302). La persistente visión comparativa de la homogeneidad residencial maya es una consecuencia desafortunada de las descripciones erróneas de la redundancia ecológica de las Tierras Bajas, más enfáticamente defendida por William Sanders en las décadas de 1960 y 1970 (1962, 1981; Sanders y Price, 1968; véase Dunning et al., 1998; Fedick, 1996).
De hecho, las unidades residenciales investigadas dan fe de una considerable variación en el tamaño, disposición, condición socioeconómica, nexos políticos, grado de especialización ocupacional y actividad ritual (por ejemplo, Adams, 1970; Becker, 2009; Chase, 1992; Eppich, 2011; Ford, 1991; Haviland, 1963, 1981, 2003; Hendon, 1991, 2009; Iannone y Connell, 2003; Kintz, 2004; Lohse y Valdez, 2004; Marken, 2011; Robin, 2003, 2012; Scarborough, Valdez Jr. Y Dunning, 2003; Straight, 2012; Webster, 1989; Webster y Gonlin, 1988; Willey et al., 1965; Yaeger, 2000, 2003a). Asimismo, los asentamientos mayas agregados por debajo del nivel de los rasgos característicos de la ciudad resultan similares a los barrios urbanos en otros lugares, en aspectos tales como la proximidad espacial de las casas, la interacción regular entre los residentes y los atributos económicos y sociales compartidos (Michael Smith, 2010, 2011; Smith y Novic, 2012: 16). Aunque la investigación de los barrios y distritos mayas está apenas iniciando, la diversidad espacial inter e intracomunidad en materia práctica de las unidades residenciales y la identidad socio-económica es evidente (por ejemplo Ashmore, 2004; Becker, 1999; Canuto y Fash, 2004; Fry, 2003; Haviland, 1963; Hendon, 2009; LeCount y Yaeger, 2010; Willey et al., 1965).
Las unidades residenciales de la periferia de El Perú-Waka’
Aunque la evidencia arqueológica directa de la conectividad urbana y la integración es elusiva, “cada pequeño acto en la casa tenía alguna relevancia para la socialización, la estructura y el cambio social” (Hodder 2006: 238; véase también Hegmon, 1998). El seguimiento de la distribución espacial de la práctica de consumo de las unidades residenciales es fundamental para reconstruir el desarrollo de nuevos vínculos económicos y sociales que conducen a nuevas inversiones sociales (Beck et al., 2007; Cohen, 1985; DeMarrais, Castillo y Earle, 1996; Hodder, 2006: 238; Latour, 2005; Robin et al., 2015; Mónica Smith, 2007; Wiessner, 1983; Woods, 2011: 164-171; Yaeger, 2003b).
Hasta la fecha, tres localidades situadas en el núcleo urbano de Waka’ han sido objeto de investigaciones horizontales, y seis en el distrito de Tres Hermanas en sus zonas de influencia (Mapa 8). Los materiales recuperados en las excavaciones horizontales y de sondeo indican que los habitantes de estos grupos participaron en una variedad de actividades económicas, incluida la manufactura de artefactos, por lo menos en una escala limitada, y en al menos un caso, en un taller de concha trabajada (Marken et al., s/f).
El distrito Tres Hermanas, también referido a veces como el distrito Tintal del Margen Sureste (Marken, 2011, 2015), se encuentra a unos 2 km al sureste de las plazas urbanas centrales y consiste de 65 estructuras organizadas en 11 grupos de patio, ocupando 1.2 km de extensión de tierras altas a lo largo del límite del gran bajo Tintal que lo separa del río San Juan (Mapa 9). El distrito está marcado por una fila de tres patios con su templo, más o menos equidistantes y alineados al norte maya (Grupos R18-1, S20-1 y T22-1; ver Marken, 2014, para la discusión de las implicaciones de esta orientación). Los grupos templo-patio se sitúan a medio kilómetro de distancia, ocupando cada uno estratos altitudinales topográficos que se extienden dentro del margen del bajo Tintal desde la escarpa. La estructura de los asentamientos del distrito y la disposición de los grupos, así como las cronologías de prueba proporcionadas a través de la excavación horizontal, sugieren que la construcción de la pirámide rural y su periodo de uso ocurrieron hacia el reasentamiento del Clásico Tardío de la zona y los posibles esfuerzos para incorporar a sus habitantes en la participación en las redes políticas y rituales de base urbana (Marken, 2015).
Los asentamientos en Tres Hermanas son de interés adicional por la ubicación de evidencia, al menos limitada, de actividades de manufactura como lo demuestran los artefactos recuperados en las excavaciones de sondeo. Otros grupos de la periferia presentan igualmente fuerte evidencia de renovación de herramientas líticas (y posible producción), pero los artefactos recuperados en ciertos grupos de Tres Hermanas indican también la ocurrencia de actividades artesanales a menudo no evidenciadas en Waka’. Además, fueron recuperados del Grupo T22-1 diversos bifaciales de pedernal y una gran cantidad de desechos de talla, navajas y fragmentos de navajas de obsidiana, así como un conjunto de cuarto piedras para pulir cuentas. Las excavaciones de sondeo en el Grupo T19-1 recuperaron asimismo cantidades sustanciales de desechos de talla de pedernal y fragmentos de navajas de obsidiana, así como una alta concentración de concha trabajada y desechos de talla, y dos malacates, uno de los cuales se rompió durante la fabricación. Las investigaciones más intensivas recientemente terminadas en T19-1 también recuperaron una piedra pulidora similar a las de T22-1, así como importantes cantidades adicionales de desechos de talla de concha. Damaris Menéndez descubrió esta temporada de campo una cantera de piedra caliza en las proximidades de T19-1, que incluye cinco depósitos de almacenamiento individuales.
Otras actividades artesanales sugeridas por los datos de los sondeos practicados en la periferia incluyen la fabricación de papel, así como una amplia producción de herramientas de pedernal unifaciales, y la molienda y rejuvenecimiento de la superficie de las piedras. En contraste con los artefactos de producción especializada de T22-1 y T19-1, que hacen alusión a alguna forma de participación en una amplia “economía del centavo”, varios conjuntos líticos de la periferia, tales como las excavaciones horizontales en S21-1 realizadas en 2015, sugieren que muchos residentes de la periferia en cambio producían primariamente herramientas de piedra para su propio consumo (Eppich y Austin, 2016). En general, la evidencia material del asentamiento de Waka’ indica que las unidades residenciales periféricas estuvieron involucradas en una variedad de actividades económicas, además de la agricultura, que probablemente fueron definidas a través de múltiples redes socioeconómicas.
Gigantismo y el colapso urbano
Aunque resulta más amplio que el tema de este articulo, una última crítica del modelo de Fletcher se refiere a las trayectorias de desarrollo. Al priorizar el potencial de las ciudades de baja densidad para desarrollar un gigantismo y concluir en un colapso catastrófico, Fletcher hace caso omiso de los largos tramos de ocupación de muchos de los paisajes urbanos y rurales del Clásico maya (Isendahl y Smith, 2013). El estudio del urbanismo de baja densidad maya no sólo informa de los procesos de estrés demográfico severo, sino que, a la vista de que muchas ciudades florecieron durante siglos, o en algunos casos incluso durante milenios, también puede potencialmente informar acerca de las prácticas de sustentación urbana y agrícola (Isendhal y Smith, 2013: 132).
Conclusión
En conclusión, los datos del asentamiento y el paisaje de Waka’ apoyan la afirmación de que las ciudades mayas del periodo Clásico se ajustan a los parámetros generales de la categoría de urbanismo de baja densidad de Fletcher. Los reconocimientos regionales recientes de LiDAR soportan más esta conclusión (Canuto et al., 2018; Chase et al., 2014a; Chase et al., 2014b; Chase et al., 2011; Inomata et al., 2018). Sin embargo, varios de los supuestos de Fletcher acerca del rango de variabilidad intra-sitio en las prácticas de uso del suelo, el manejo del paisaje y la composición de las unidades residenciales requieren volver a evaluar y profundizar más en la comparación entre sitios. Décadas de investigación del patrón de asentamiento en las Tierras Bajas han demostrado que las unidades residenciales mayas clásicas eran todo menos homogéneas. Reconstruir las dinámicas socioeconómicas que constituían y mantenían las ciudades mayas, el tejido urbano, debe ser el objetivo final de los estudios urbanos mayas.