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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.53  Ciudad de México  2019

https://doi.org/10.19130/iifl.ecm.2019.53.974 

Reseñas

Reseña crítica al libro de Ernesto Vargas Pacheco (editor), Itzamkanac, El Tigre, Campeche. Exploración, consolidación y análisis de los materiales de la Estructura 4

Antonio Benavides C.* 

*Instituto Nacional de Antropología e Historia - Campeche, México

Vargas Pacheco, Ernesto. Itzamkanac, El Tigre, Campeche. Exploración, consolidación y análisis de los materiales de la Estructura 4. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, 2018. 504p. ISBN: 978-607-30-0078-9.


El sitio arqueológico El Tigre ha sido identificado por diversos autores como el Itzamkanac de las fuentes históricas, cabecera de la gran provincia de Acalan-Tixchel. Ahí se han encontrado elementos que indican la presencia humana desde algunos siglos antes de nuestra era hasta inicios del siglo XVI. El antiguo asentamiento se ubica en las márgenes del río Candelaria, sobre un lomerío natural. La corriente a veces lame mansamente las orillas; otros días corre con mayor prontitud, pero cuando la lluvia nutre su caudal, éste arrastra cuanto encuentra a su paso sin importar peso ni tamaño.

Así fluyó el Candelaria en tiempos prehispánicos, iluminando aldeas, abonando tierras, facilitando la vida del hombre en primavera y en invierno; en tiempos de siembra y en días de cosecha; asistiendo a las ceremonias de propiciación y oyendo también los gritos y las caracolas de los tiempos de guerra. Hoy el río es un eje del municipio de Candelaria, con poco más de 40,000 habitantes sobre una extensión promedio de 5500 km².

De hecho, como nos dice el editor del libro en cuestión, el río fue y sigue siendo un camino de agua; para mover gente, para trasladar mercancías; de tierra adentro hacia la laguna Panlao; de ahí a la Laguna de Términos y de ésta hacia las costas del Golfo de México y viceversa. El río también es el hogar de especies como robalo, sábalo, macahuil, mojarra, pejelagarto y tenhuayaca, que eran y siguen siendo buen alimento.

Durante varios años de principios de este siglo (2001 a 2005) se realizaron excavaciones arqueológicas en las principales edificaciones de El Tigre. Entre ellas se encuentran las Estructuras 1, 2, 4, el juego de pelota y algunos vestigios habitacionales en el poblado también llamado El Tigre. Quede claro que esta denominación popular en realidad se refiere al jaguar, felino casi desaparecido en la región. El arqueólogo Ernesto Vargas Pacheco ha sido el responsable de dichas intervenciones a lo largo de varios meses, durante años, y soportando el intenso calor de la región. Como buen investigador también ha procesado la información resultante, es decir, se ha dado a la tarea de estudiar los materiales obtenidos y luego vaciar ese conocimiento en numerosos artículos y libros.

En esta reseña comentaremos acerca del nuevo libro de Vargas Pacheco que da cuenta de las exploraciones, la consolidación y el análisis de los diversos materiales antiguos hallados en la Estructura 4, que es la más grande del sitio. Tal edificio principal alcanza una altura de 28 metros sobre el nivel de la plaza y mide aproximadamente 200 metros por lado. Sobre esa base se construyeron varias plataformas que fueron exploradas durante diferentes temporadas de campo. Los rellenos depositados para elevar el terreno y los pisos de sascab que se localizaron en las excavaciones corresponden a diferentes etapas constructivas, algunas de ellas, las más antiguas, corresponden al Preclásico Tardío, otras al Clásico Terminal, y las más tardías al periodo Posclásico.

El libro está dividido en dos partes. La primera trata de la exploración y consolidación de la Estructura 4, y la segunda se refiere al análisis de los materiales recuperados. La primera parte comprende cuatro capítulos. El primero de ellos aborda el espacio geográfico de la provincia de Acalan-Tixchel, con una novedosa interpretación y un nuevo mapa que muestra los 148 sitios arqueológicos registrados y sus cabeceras regionales, además de su capital, Itzamkanac. Esa primera parte presenta un resumen sobre las exploraciones arqueológicas y consolidaciones arquitectónicas que se han hecho hasta hoy en El Tigre.

El segundo capítulo está dedicado específicamente a la Estructura 4, donde a lo largo de varios años y con la ayuda de picos, palas, cucharillas, brochas, agujas y demás implementos propios de las exploraciones arqueológicas se fueron descubriendo muros, escalones, plataformas, entierros, ofrendas y pedacería cerámica.

El capítulo 3 trata en especial de la exploración de 25 entierros humanos, 16 de ellos hallados frente a la gran Estructura 4-A, y los demás excavados en varias plataformas. Su análisis detallado hoy forma parte de una tesis en proceso de elaboración.

En el capítulo 4 se describe brevemente la excavación de los mascarones de estuco modelado que fueron explorados en la estructura y que se localizan en el lado oriente, aunque hoy no están expuestos porque se ha preferido procurar su conservación. Dichos mascarones fueron desenterrados parcialmente y vueltos a cubrir. Conservan vestigios de pintura roja y corresponden al Preclásico Tardío, es decir, a los siglos en los que dio inicio nuestra era. Esta información corrobora las relaciones de la región del río Candelaria con el Petén guatemalteco, que no solo comparten cerámica temprana sino también arquitectura y mascarones modelados en estuco desde sus primeros tiempos constructivos.

La segunda parte del libro se centra en el análisis de los diversos materiales recuperados; consta de cinco capítulos, el primero de ellos se ocupa de la cronología aportada por la cerámica y fue escrito por Adriana Hernández, quien dedica varias páginas al análisis estadístico de la cerámica, plataforma por plataforma, para después elaborar la secuencia cronológica y presentar sus comentarios finales.

Así, sabemos que El Tigre tuvo una actividad relevante durante el Preclásico Tardío (300 a.C.-250 d.C.), adquiriendo importancia regional, dominando el comercio que fluía por el río Candelaria y plenamente comunicado con la región del Petén guatemalteco. No obstante, el momento de mayor relevancia en el sitio ocurrió en el Clásico Terminal (900-1000 d.C.), cuando los pobladores efectuaron grandes remodelaciones y lograron incrementar la altura y dimensiones de sus construcciones. A nivel regional, Itzamkanac tuvo la mayor importancia de su historia al controlar el comercio en la zona. Su población creció considerablemente y tuvo lugar la conformación del grupo chontal. Este grupo humano fue reconocido por su habilidad comercial y además formó, de acuerdo con las fuentes históricas y el registro arqueológico, tres provincias: Acalan, Xicalango y Potonchán.

El Posclásico Tardío marcó el momento de la tercera ocupación de importancia en el sitio, pero la población disminuyó y se reocuparon espacios monumentales con edificaciones de menores dimensiones y calidad. Además, fueron esos los últimos años de vida en el sitio, pues poco después de la llegada de los españoles la población de Acalan fue obligada a trasladarse a Tixchel. En este libro, la secuencia cerámica de El Tigre puede compararse con aquellas secuencias de sitios que le fueron contemporáneos, como Edzná, Becán, Calakmul, Cobá y Altar de Sacrificios.

El capítulo 6, escrito por Ernesto Vargas y Angélica Delgado, trata sobre las ofrendas o depósitos rituales de vasijas y figurillas. Se describe el material, la temporalidad y la ubicación de cada uno de ellos para terminar con una posible interpretación. Fueron muchas las vasijas que se exploraron en la Estructura 4 y su abundancia permite deducir su utilidad en actividades de índole económica, por la practicidad de su forma y la facilidad con la que pueden manipularse, y además porque la mayoría presentó fracturas ocasionadas por el uso.

En cuanto a las figurillas, éstas fueron clasificadas como antropomorfas y zoomorfas. Entre las primeras hay mujeres de pie o sentadas, así como varones que van a la guerra, juegan a la pelota o simplemente portan tocados de plumas largas. También hay personajes disfrazados o con rasgos fantásticos. Entre los animales se identificaron representaciones de aves, búhos, canes, iguanas, tapir y coatí. La mayoría funcionó también como silbato.

El capítulo 7, escrito por Carolina Meza, se refiere a la lítica, en particular a los instrumentos de pedernal (tok´ tunich), su proceso de elaboración y consumo. Aquí se describe la importancia del pedernal en la zona, la clasificación de los instrumentos líticos, el análisis estadístico y los tipos de artefactos, entre los cuales abundan las hachas de mano y los cuchillos, muchos de ellos encontrados como parte de ofrendas. También hay referencias a los yacimientos de pedernal dentro del sitio y fuera de él, así como a varios talleres localizados en el asentamiento prehispánico.

Angélica Delgado y Ernesto Vargas son autores del capítulo 8, que trata del material recuperado de concha, hueso y dientes. Se describe con detalle cada uno de los instrumentos, los diseños y localización de éstos en los varios espacios de la Estructura 4. Se explica el uso de huesos de algunos animales para elaborar anillos, punzones, cuentas tubulares y pendientes diversos. La temporalidad de dichos artefactos va del Clásico Tardío al Posclásico Tardío y se encontraron en diferentes contextos: unidades habitacionales, ofrendas constructivas y entierros.

Por su parte, Raúl Valadez A., Bernardo Rodríguez G. y Mónica Gómez P. redactaron el capítulo 9, sobre paleozoología, en donde se analizan los restos óseos de los animales hallados en la Estructura 4. Abordan la relación del hombre con el ambiente y la fauna, y presentan de manera puntual los estudios arqueozoológicos de dicha estructura. También efectúan una interesante comparación con los restos de animales previamente recuperados en la Estructura 1 del sitio. En general, se reporta un predominio de perros, venados, pavos ocelados y tortugas, además de una larga lista de organismos con menor frecuencia, pero representativos de la fauna local.

Por último, el libro presenta los comentarios finales del editor ofreciendo una síntesis de las exploraciones realizadas en El Tigre. Se resalta la importancia de la arquitectura, los enterramientos, los mascarones de estuco modelado, el análisis del material cerámico y lítico, las vasijas y figurillas, los artefactos de hueso y concha, los restos óseos de animales que nos hablan de la dieta y las ofrendas a los dioses. Mucho de este material provino de enlaces comerciales; nos habla de rutas de comunicación con las costas y otras regiones de Mesoamérica. Los materiales, entre ellos los mascarones, las ofrendas, los enterramientos y los restos óseos documentan las costumbres y la vida ritual que tuvieron los antiguos chontales de Acalan-Tixchel. Una útil y nutrida bibliografía brinda el soporte documental a los textos antes referidos. Quienes nos ocupamos del pasado de Campeche agradecemos esta valiosa contribución y les felicitamos.

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