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Estudios de cultura maya

Print version ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.51  Ciudad de México Mar./Jun. 2018

https://doi.org/10.19130/iifl.ecm.2018.51.861 

Artículos

Más allá de la arqueología académica: conversando con los guías comunitarios de Uaxactún

Beyond Academic Archaeology: Dialoguing with the Community Guides Of Uaxactún

Au-delà de l'archéologie académique : entretiens avec les guides communautaires d’Uaxactún

Andrej Vasko1 

1Facultad de Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Yucatán


Resumen:

El desempeño de los guías de turismo de Uaxactún refleja la importancia de incluir la arqueología comunitaria en los proyectos arqueológicos. Las entrevistas informales con los guías evidencian cómo los cursos educativos, talleres especializados y conferencias -sea por parte de las ONG’s o del proyecto arqueológico- pueden catalizar la sostenibilidad económica a través del turismo. Sin embargo, y a pesar de estos avances, los guías concuerdan en que la arqueología debería enfocarse en la transformación de los datos extraídos en beneficios directos y a largo plazo para la comunidad. El caso de Uaxactún y sus inicios con la arqueología comunitaria demuestran que la arqueología puede ser una disciplina con relevancia socio-económica también para las personas que viven cerca del patrimonio cultural de los antiguos mayas.

Palabras clave: Arqueología comunitaria; turismo arqueológico; Uaxactún; guías comunitarios; sostenibilidad

Abstract:

The performance of the tourist guides from Uaxactun reflect the importance of including Community Archaeology within archaeological projects. The informal interviews with these guides show how the educational courses, specialized workshops and lectures - whether imparted by the NGO´s or the archaeological project- can catalyze the economical sustainability through the tourism. However, and independently of this progress, the tourist guides agree that Archaeology should play a greater role in transforming the excavated data into direct and long-term benefits for their community. The case of Uaxactun and its beginnings with the Community Archaeology highlights that the Archaeology can be a discipline with socio-economic relevance also for the people who live nearby the cultural heritage of the ancient Maya.

Keywords: Community Archaeology; archaeological tourism; Uaxactun; community guides; sustainability

Resume:

Les activités des guides de tourisme Uaxactún reflètent l'importance d'inclure l'archéologie communautaire dans les projets archéologiques. Les entretiens informels avec ces guides mettent en évidence comment les cours éducatifs, les ateliers spécialisés et les conférences -réalisés soit par des ONG soit par le projet archéologique- peuvent favoriser un développement économique durable grâce à au tourisme. Cependant, malgré les progrès obtenus, les guides conviennent que l'archéologie devrait se focaliser sur une manière de transformer les données collectées lors des fouilles en bénéfices directs et durable pour la communauté. Le cas d'Uaxactún et ses débuts avec l'archéologie communautaire démontrent que l'archéologie peut avoir des conséquences socio-économiques importantes, en particulier pour les personnes qui habitent à proximité du patrimoine culturel des anciens Mayas.

Mots-cles: Archéologie communautaire; tourisme archéologique; Uaxactún; guides communautaires; durabilité

Introducción

La arqueología se encuentra en constante cambio. La difusión de nuevas teorías, ideas e interpretaciones sobre las culturas antiguas se ha acelerado indiscutiblemente en los últimos años. Los congresos y las publicaciones en libros o revistas especializadas permiten acceder cada día a un flujo informativo impresionante. Mientras que un año se descubre que los habitantes del sitio X controlaron el acceso a la obsidiana de Ixtepeque, más tarde se vuelve a “descubrir” que el sitio X también controló las fuentes de El Chayal y de Pachuca. Este círculo de interpretaciones y reinterpretaciones añade el aceite al motor académico, que a su vez logra disminuir la distancia requerida para conocer la supuesta verdad sobre las civilizaciones pretéritas (Johnson, 2000). Aclarar si la verdad resulta alcanzable o no mediante los contextos arqueológicos es una tarea que corresponde más bien a la filosofía. Sin embargo, finalmente es el arqueólogo quien, con el juego intelectual, obtiene una actualización más en el curriculum vitae y el financiamiento para investigaciones futuras. ¿Y la otra cara de la moneda?

Frecuentemente las excavaciones suelen acompañarse por los habitantes de las comunidades cercanas al sitio arqueológico. Gracias a estas personas y a su conocimiento sobre el entorno ambiental y social, los arqueólogos resultan ilesos, sin tener que recibir algún antiofídico. Sin lugar a duda, es también gracias a ellos que los datos utilizados en las publicaciones y congresos permiten reconstruir el esplendor de las sociedades pretéritas. Los proyectos son un medio necesario para los arqueólogos, quienes obtienen reconocimiento y beneficios en el ámbito académico y financiero, sobreviviendo así en la jungla del sistema económico actual.

La práctica de la arqueología es similar en cualquier parte del mundo: contratar como ayudantes a las personas de las comunidades por unas semanas, obtener datos (mientras más valiosos y estéticos, mejor), despedirse de los trabajadores de la comunidad hasta la próxima temporada, redactar y entregar el informe para satisfacer al Estado, presentar los resultados en algún congreso o revistas revisadas por pares y, finalmente, seguir puliendo y divulgando el conocimiento generado. La “otra cara de la moneda” representa a esas personas que el resto del año se quedan en la comunidad, sin obtener beneficio por los datos generados. Para esquivar la literatura angustiada que insta a hallar el mundo feliz y utópico, que en las condiciones actuales parece irrelevante, este artículo se enfocará en esa otra cara de la arqueología y los esfuerzos diarios que las personas de las comunidades realizan para mejorar sus condiciones de vida.

Los guías comunitarios de Uaxactún representan el afán incansable de aumentar los rendimientos económicos para la familia y la comunidad. A pesar del desarrollo de las actividades realizadas por estos guías, aún existen obstáculos por encarar con el fin de acceder a la fuente de empleo que el turismo sostenible representa. El presente texto trata de exponer tales obstáculos y las posibles vías para rebasarlos y mostrar cómo la arqueología, no del futuro sino del presente, puede encontrar relaciones recíprocas con las comunidades actuales.

Arqueología y comunidades actuales: perspectivas mundiales

La práctica de la arqueología ha cambiado en los últimos años. El proceso de solicitud de autorización al órgano estatal, salir a excavar, remunerar la labor de los habitantes de las comunidades y luego desearles buena suerte hasta que empiece la otra temporada, analizar los datos, entregar el informe, interpretar los datos y exhibirlos, representa una práctica anticuada y desbalanceada respecto a las comunidades contemporáneas.

Recientemente, la arqueología ha fomentado las relaciones recíprocas a través de diversas acciones, como la participación de las comunidades en la descolonización del conocimiento, la preparación de especialistas para trabajar como intermediarios con las comunidades (Richardson y Almansa-Sánchez, 2015: 204), la creación de programas de conservación y la construcción de museos comunitarios (Faulseit, 2015), entre otras. Sea a partir de la arqueología pública, la arqueología comunitaria o la arqueología aplicada, los proyectos arqueológicos contemporáneos han comenzado a pensar fuera de la “caja” representada por los hallazgos espléndidos sobre las antiguas civilizaciones. De esta manera, la arqueología (en conjunto con otras disciplinas) ha iniciado un acercamiento al esplendor de las sociedades del presente. Pensar dentro de dicha “caja” es seguir viendo a las comunidades actuales con desconfianza por los saqueos frecuentes que suelen darse en los sitios arqueológicos que las circunscriben, o seguir considerando a los arqueólogos como redentores y salvadores, por ofrecer empleo temporal como supuesta salida de la miseria para algunos. Sin justificar el saqueo de las piezas arqueológicas, ¿acaso el discurso nacionalista contra la privatización del patrimonio por parte de extranjeros, en colusión con los proyectos, no propicia también el saqueo, aunque con un discurso más sutil donde el patrimonio cultural se “protege” (sinónimo de expropiar en este caso) contra las demás amenazas?

Los tópicos recientes de la arqueología mundial se han estado deshaciendo del legado neocolonialista, cuya base fue la extracción de datos y la imposición de interpretaciones eurocéntricas. Los objetivos principales de estos tópicos de moda son: encontrar historias alternativas e ir en contra del status quo dentro de la Academia (Fredericksen, 2002: 289), que ve las actividades de publicación como un camino hacia el prestigio y el empleo (Fagan, 2006: 202). Considerando tales objetivos, se pretende empoderar a las comunidades, que obtendrán el derecho de beneficiarse de manera más equitativa de los sitios arqueológicos (Díaz-Andreu, 2013: 231; Funari, Manzato y Prado, 2013: 271).

En 2002, se publicó un número especial de World Archaeology con la temática de “arqueología comunitaria”. En él, los autores buscaron ampliar el espectro más allá de los occidentalismos, ya que el acercamiento a la comunidad local frecuentemente enriquece las interpretaciones sobre el pasado. Moser et al. (2002: 223) critican de manera contundente la ausencia de las comunidades locales en los espacios intelectuales de los proyectos, donde los eruditos se oponen a la contribución por parte de las personas que carecen de un “nivel de educación universitario similar”. Para rebasar estas prácticas, los mismos autores emplearon a las comunidades locales en la investigación e interpretación del pasado del sitio Quseir, en Egipto (Moser et al., 2002: 220). Dejando de lado al neocolonialismo, el caso de Quseir ejemplifica otra forma de hacer práctica arqueológica, aquella que crea enlaces con la gente local y donde la arqueología está presente más allá de los meses de excavación (Moser et al., 2002: 232). Greer, Harrison y McIntyre (2002), y Fredericksen (2002) describen los estudios de caso en Australia, donde los proyectos arqueológicos comúnmente requieren permisos de la comunidad para poder excavar. En lugar de publicar los resultados de los datos en el sentido estricto de la ciencia, los autores le dieron “voz a las perspectivas de la comunidad” (Greer, Harrison y McIntyre, 2002: 272). En Fiji, donde pocas personas locales se han beneficiado del turismo cultural, Crosby (2002: 363) critica que el fruto final de los proyectos arqueológicos y de las publicaciones recaen usualmente en manos externas (académicos, Estado, agencias de turismo). Ergo, el autor incentiva la búsqueda de reciprocidad que ayudaría a las personas de la comunidad a obtener el conocimiento y la infraestructura necesaria para competir en el mercado del turismo (Crosby: 373). Ardren (2002: 391-392) critica sin censura, en el caso de Chunchucmil (Yucatán, México), la costumbre de la arqueología académica de “usurpar y construir el pasado”, y a su vez promueve la “concientización de los arqueólogos sobre su relación con las comunidades”.

Los casos anteriores, de Egipto, Australia, Fiji y México, revitalizan la práctica arqueológica con otras visiones que promueven relaciones equitativas no sólo con el Estado sino también con los lugares donde se realiza el proyecto. Estas tendencias “calientes y provocadoras” inclinan la balanza de quid pro quo desde un lado -conformado por los arqueólogos, el Estado y las agencias de turismo-, hacia el otro -integrado por las comunidades-. Tampoco se trata de caer en el encasillamiento negativo, ya que durante la excavación el personal se contrata al interior de las comunidades, quienes agradecen la oportunidad que el Estado suele desatender, y de vez en cuando suele contemplarse la construcción de un museo comunitario. Sin embargo, ¿cómo retribuir, sin quejarse sobre presupuestos ya apretados, más allá de un par de meses de trabajo de campo al año?

La “otra arqueología” -que constituye la arqueología pública, la arqueología comunitaria y la arqueología aplicada- representa el polo opuesto de la arqueología académica y su hábito neocolonial. Finalmente, sea cual sea el nombre de las otras formas de hacer arqueología, es la acción y no la teorización la que determina su importancia (Richardson y Almansa-Sánchez, 2015: 200). Para evitar que la búsqueda de reciprocidades se convierta en un pasatiempo teórico, Richardson y Almansa-Sánchez (2015: 204-206) sugieren entrenar arqueólogos especializados, quienes en cierto sentido fungirían como intermediarios entre el proyecto y las personas de la localidad involucradas.

Turismo arqueológico y comunidades actuales

Gracias a los avances tecnológicos, especialmente en el área de transporte en el siglo XX, existe mayor facilidad para el conocimiento de culturas y naturaleza ajenas (Díaz-Andreu, 2013: 229). Miles de turistas arriban cada año a destinos como Cancún, Nueva York, París, Cuzco, La Antigua Guatemala, Cuba, entre otros; donde algunos prefieren relajarse activamente contemplando la arquitectura moderna, y tomarse una “selfie” desde La Torre Eiffel (Francia), otros se inclinan por broncearse y jugar voleibol en Playa Mamitas, en Playa del Carmen (México) o simplemente contemplan el Mar Caribe con un mojito a la mano en María la Gorda (Cuba). Luego, hay quienes van específicamente para sentirse aventureros, y realizan paseos por la selva o el desierto y “descubren” los remanentes de las antiguas civilizaciones.

El papel de la arqueología ha sido determinante para el desarrollo del turismo. ¿Acaso es factible imaginarse la presencia de los turistas en los sitios prehispánicos sin el conocimiento científico de los arqueólogos y restauradores? ¿Quién sería capaz de arribar -sin la infraestructura y la tecnología necesaria- a las pirámides mayas con sólo diez días de vacaciones? Los sitios arqueológicos como Chichén Itzá, Tikal, Copán, Teotihuacan, Angkor Wat o Stonehenge, entre otros, atraen a miles de turistas cada año, quienes se interesan por el pasado de las antiguas civilizaciones.

Mientras que las actividades turísticas enriquecen principalmente las cajas del Estado y las agencias privadas, las comunidades que viven cerca de los sitios arqueológicos quedan excluidas de los mayores beneficios que esta industria trae consigo. El discurso neoliberal, que con frecuencia justifica el repartimiento de migajas entre los habitantes de las comunidades, suele argumentar que el turismo ayuda a los marginados para progresar y modernizarse. Por ejemplo, cientos de turistas visitan diariamente Chichén Itzá, desde de las capitales turísticas de la península de Yucatán (México), como Cancún y Mérida. Las agencias de turismo locales se encargan, en la mayoría de los casos, de todos los servicios necesarios para pasar un día espléndido en esta maravilla del mundo (entre otras, como Tulum, Cobá, Uxmal, Dzibilchaltún), además de “muestran a los visitantes cómo viven los mayas”, convirtiéndose éstos en una mercancía más (Walker, 2005: 70).

Contando entonces con guías turísticos certificados -quienes disfrutan hacer eco con los aplausos en la pirámide de Kukulkán-, comida, transporte y recuerdos, la mayoría de los turistas suele viajar con paquetes de tipo todo incluido. En este caso las agencias privadas satisfacen al mercado (turistas) y obtienen mayores ingresos; mientras que los habitantes de Pisté (comunidad cercana a Chichén Itzá) terminan como meseros, lavaplatos, trabajadores de limpieza en hoteles de lujo, vendedores ambulantes o guías de turismo no oficiales (Breglia, 2006: 119).

Chichén Itzá, al igual que otros destinos arqueológicos (como Tikal, Uaxactún y Machu Picchu), comprueba la relación dialéctica que prevalece en la industria del turismo. Por un lado, son el Estado y las empresas privadas quienes obtienen la mayoría del capital de las zonas arqueológicas a través de la venta de boletos y de una variedad de paquetes. Si el sistema económico-político dominante aplica esta estrategia porque “comprende qué es lo mejor para los indios” (Middleton, 2009: 204), la realidad cotidiana de las comunidades es la búsqueda de vías alternativas que mejoren sus condiciones. Sin embargo, y sin caer en generalizaciones idealistas, las tendencias de la arqueología actual apuntan hacia una “concientización” y un quid pro quo con las comunidades donde se realizan los proyectos de investigación (Ardren, 2002: 392).

Los arqueólogos, voluntariamente o no, se representan como intermediarios entre diversos tipos de interés (Pacifico y Vogel, 2012: 1594). Durante varias temporadas de campo los arqueólogos se sienten orgullosos de haber encontrado “ciudades perdidas”, estelas, mascarones, tumbas de “reyes y reinas” o vasijas polícromas completas; otras temporadas pueden descubrir que las comunidades cercanas a los sitios arqueológicos empiezan a desalojarse debido al interés hacia el desarrollo turístico que inicialmente propiciaron las investigaciones arqueológicas (Pacifico y Vogel, 2012: 1598). En este caso, los arqueólogos -disociados de la realidad del presente-, quizás en primera instancia argumentarían que “la arqueología trata sobre el desciframiento de los legados de las culturas pretéritas mediante los vestigios materiales”. Sin embargo, y contrariamente a esta definición de libro de texto, Hutchings y La Salle (2015) discuten, en el artículo “Archaeology as Disaster Capitalism”, el lado neblinoso de la disciplina y cómo ésta funge más bien de sirviente para las prácticas neoliberales y las ideologías estatales.

Más allá de la búsqueda de la culpabilidad y la negatividad en todos los aspectos de los sistemas político-económicos y la complicidad de la arqueología, la pregunta es ¿qué aspectos de los sitios arqueológicos deberían manejarse a nivel de la comunidad local? Siendo arqueólogos, ¿cómo cooperar con las comunidades para lograr beneficios fuera de las temporadas de campo? Estudios recientes han dado algunas respuestas. Sammells (2013), para el caso de Tiwanaku (Bolivia), en la región aymara, comenta cómo las comunidades aledañas se sintieron insatisfechas con los recursos que obtenían a través del turismo. Como resultado, la gente realizó protestas que ayudaron finalmente a que el sitio se moviera de las manos del poder estatal hacia el poder del municipio (Sammells, 2013: 323). En la región de Pisaq (Perú) -famoso por su mercado tradicional y su sitio arqueológico-, Simon (2009: 117) se centra en las actuaciones teatralizadas de las tejedoras y sacamefotos locales, quienes transformaron su vida diaria para obtener recursos extra del turismo (véase también Herrera, 2013: 275-276). Un caso similar ocurre en Yaxuná (México), donde, debido a su proximidad con Chichén Itzá, las personas de la comunidad local empezaron a mercantilizar la tradición para complacer las expectativas del turismo de encontrarse con los “descendientes de los antiguos mayas” (Magnoni, Ardren y Scott, 2007: 372). En Ek’ Balam (México), Alonso-Olvera (2015) describe el interés de los residentes locales por recibir el entrenamiento para desempeñarse como guías competitivos con los guías foráneos, quienes comúnmente entran al sitio con los tours de tipo todo incluido. En San Mateo Macuilxóchitl, Oaxaca (México), Faulseit (2015: 104) documenta la creación del museo comunitario como resultado del enojo de la comunidad por la ausencia de beneficios del legado prehispánico. En otro ejemplo, haciendo participar a los visitantes en las tareas de excavación, seminarios y talleres, Tsaravopoulos y Fragou (2013) argumentan cómo los arqueólogos pueden fomentar el interés en el turismo no convencional, que a su vez ayudaría a las economías locales de los sitios sin flujo turístico en las islas griegas de Kythera y Anitkythera.

Los casos anteriores han demostrado el interés creciente en beneficiarse del turismo arqueológico por parte de las comunidades que rodean el patrimonio cultural. Sean las protestas contra las prácticas estatales como en Tiwanaku, o la adaptación al status quo de las sacamefotos y tejedoras de Pisaq, las prácticas varían en cada lugar. Así como unos perciben al turismo con agrado, otros pueden expresar hostilidad. En el mismo caso de Ek’ Balam, donde algunos ven con entusiasmo el entrenamiento para desempeñarse como guías, otros simplemente sienten desinterés (Alonso-Olvera, 2015: 86). En el sitio arqueológico maya de Chunchucmil (Yucatán, México), Magnoni, Ardren y Scott (2007) reportan las posturas divididas de los habitantes sobre el posible desarrollo turístico. Por un lado, algunos expresaron interés en la construcción de un museo comunitario y el fomento del turismo; otros desconfiaron de las supuestas ventajas que esta actividad traería y temieron perder las tierras comunales que ganaron en sus luchas históricas recientes (Magnoni, Ardren y Scott, 2007: 369-370).

Estar en contacto frecuente con el turismo modifica la conducta habitual de cada persona. Medina (2003: 353) reporta el lado negativo del turismo en Belice, donde la mercantilización de la cultura modifica las prácticas tradicionales. Si se observa que el turismo proporciona beneficios equitativos o incluso mejores que las fuentes de empleo tradicionales, se favorecerá al turismo. El turismo arqueológico, al igual que otras áreas dentro de las economías de mercado, contiene tanto un lado positivo como uno negativo. Sin embargo, en lugar de idealizarlo desde la postura progresista o satanizarlo como actividad destructora de medio ambiente y que aniquila el lado “prístino” de cada cultura, los casos que se han dado a conocer en párrafos anteriores demuestran que la decisión reside efectivamente en los agentes concretos de cada situación. En este sentido, el arqueólogo dejaría de imponer perspectivas que favorecen la idea romántica de preservar las culturas remanentes y más bien tomaría el rol como traductor de ideas de las comunidades para el aparato estatal y la iniciativa privada (Richardson y Almansa-Sánchez, 2015: 205-206). El objetivo de los siguientes apartados es aterrizar la problemática discutida del turismo arqueológico a los guías comunitarios de Uaxactún, en Guatemala.

Uaxactún: sitio arqueológico y comunidad actual

El sitio arqueológico de Uaxactún se ubica dentro de la Reserva de la Biósfera Maya a sólo 23 kilómetros de Tikal, ícono del turismo arqueológico de Guatemala (Acevedo y Paz Bone, 1991: 157; Taylor, 2010: 174; Mapa 1). Entre la multitud de antiguas ciudades mayas esparcidas por la selva de Petén, Uaxactún indudablemente destaca por el esplendor que alcanzó durante el período Preclásico. Las investigaciones realizadas desde hace un siglo (1916), iniciadas por el Instituto Carnegie de Washington y posteriormente seguidas por el Proyecto Tikal de la Universidad de Pensilvania, el Proyecto Nacional Tikal y finalmente por el Proyecto Arqueológico de SAHI-Uaxactún,1 han tejido la base científica que continúa construyendo el conocimiento sobre la antigua Uaxactún (Kováč, 2011: 51). La gran cantidad de mascarones estucados, estelas, pirámides y templos edificados con precisión astronómica, así como la presencia de materiales procedentes de diversas regiones de Mesoamérica, comprueban la importancia a nivel socio-económico de este sitio en las tierras bajas centrales, principalmente durante el período Preclásico (Kováč et al., 2010; Kováč, Desprat y Pallán, 2015; Kováč y Karlovský, 2015; Figuras 1 y 2).

Elaborado por el autor.

Mapa 1 Ubicación de Uaxactún, Guatemala. 

Fotografía del autor.

Figura 1 Estela 20 de Uaxactún. 

Fotografía del autor.

Figura 2 Estructura E 7, Grupo E de Uaxactún. 

Por otro lado, la comunidad actual se ubica en el corazón del sitio arqueológico de Uaxactún y lleva el mismo nombre que éste. Schwarz (1990: 137 en Taylor, 2012: 33) reporta la fundación de la aldea de Uaxactún hacia los inicios del siglo XX, cuando las primeras personas arribaron a este lugar como recolectores de goma de chicle. Hoy en día, aproximadamente 800 habitantes de origen étnico diverso y procedentes de diversas partes de Guatemala viven en Uaxactún (Xol Choc, 2013: 847). La base de la economía que sostiene a las familias de los habitantes está representada principalmente por la extracción de madera (Figura 3), la recolección de xate (palma exportada con fines decorativos, Figura 4), la agricultura (Figura 5), los productos artesanales (muñecas de tuza, Figura 6), los pequeños negocios, el sector público (maestros de la escuela primaria y vigilantes del Parque Nacional de Tikal, por ejemplo) y la labor temporal desarrollada durante los proyectos arqueológicos. Sólo recientemente se ha puesto mayor atención en el turismo como alternativa de ingresos para la comunidad.

Fotografía del autor.

Figura 3 Procesadora de madera. Fotografía del autor. 

Fotografía del autor.

Figura 4 Palma de xate, fuente de ingreso principal para los habitantes de Uaxactún. Fotografía del autor. 

Fotografía del autor.

Figura 5 Pepita, fuente de ingreso adicional.  

Fotografía del autor.

Figura 6 Muñecas de tuza (hoja que envuelve las mazorcas de maíz), producto artesanal nativo de Uaxactún. 

El turismo arqueológico en Uaxactún: situación actual

Ser parte del Proyecto Arqueológico SAHI-Uaxactún en 2014 me llevó a lograr el ideal de cualquier estudiante que sueña excavar por primera vez los artefactos de los antiguos mayas. Sin embargo, las excavaciones llevan consigo no sólo descubrimientos sobre el pasado, sino también de las sociedades actuales. El hecho de excavar y llevar a cabo conversaciones día tras día al lado de los trabajadores locales, también desencadenó una red de relaciones sociales que acrecentaban el interés en hallar, no tanto la tumba de un rey más, sino más bien una arqueología recíproca con las comunidades rodeadas por los sitios prehispánicos. Para realizar lo anterior, se hicieron entrevistas informales con los actores principales, los guías comunitarios de Uaxactún. De esta manera, se intentarán presentar las posturas y críticas que sostienen éstos sobre el desarrollo turístico y sus opiniones del papel que la arqueología debería jugar en su comunidad.

Tikal es indudablemente el sitio arqueológico número uno en cuanto a visitantes y representa el orgullo nacional de Guatemala. Cada día, gran cantidad de tours ofrecidos por las agencias privadas parten desde las ciudades regionales de El Petén: Flores y Santa Elena. La degustación de la otredad y el sentirse aventurero permiten, al menos por un momento, que los turistas sientan la selva y sus tábanos, observen las aves y, obviamente, los remanentes de la cultura maya de primera mano. Sintiéndose satisfechos de subir a casi todas las pirámides (a veces hasta los montículos) y tomándose “selfies” con la Pirámide del Gran Jaguar, los turistas usualmente regresan a su punto de partida sin darse cuenta de la presencia de Uaxactún.

A pesar de la ausencia de Uaxactún en las estrategias mercadotécnicas del turismo, el visitante que sí conoce su existencia, tiene diversas posibilidades de visitar este sitio arqueológico. Si el viajero resulta ileso de las persuasiones de las agencias privadas para visitar sitios más accesibles en su menú, como Tikal, la posibilidad de visitar Uaxactún, según el sector privado, es exclusivamente a través de un paquete que arma la misma agencia. La opción de arribar a Uaxactún a través de uno de los dos autobuses que salen diariamente desde Santa Elena queda excluida del discurso de venta de las agencias; al igual que suele omitirse el informar sobre la presencia de los guías comunitarios.

Durante las entrevistas, los guías locales aseguraron que lo único que gana la comunidad con los turistas que vienen al estilo “todo incluido” es mayormente basura, ya que las agencias llevan comida para los visitantes quienes terminan dejando allí la basura que ésta produce. Sin embargo, en lugar de bajar la moral por este problema de la basura, la reciente regulación por parte del Instituto Guatemalteco de Turismo (INGUAT) ha podido asegurar, al menos en papel, la obligación de contratar a los guías locales de Uaxactún por parte del turista (Figura 7). A pesar de esta regulación, las implementaciones aún quedan por resolverse efectivamente, porque el flujo de turistas es insuficiente; así los guías locales se ven obligados a regresar a las tareas cotidianas para solventar económicamente a sus familiares.

Fotografía del autor.

Figura 7 Normativas recientes 

Las entrevistas revelaron otro dilema, al menos en primera instancia: Tikal. Ubicado a sólo 23 kilómetros de este ícono turístico de Guatemala, Uaxactún queda escondido del desarrollo turístico. Si lo anterior se debe a la deficiencia de la publicidad o al acceso relativamente “complicado” por la terracería, los guías mantienen la moral y mencionan a Tikal como una posibilidad para incentivar el turismo de Uaxactún. Durante las conversaciones surgieron ideas como realizar el tour en bicicletas desde Tikal a Uaxactún, estableciendo un transporte fijo que conectaría a ambos sitios, o diversificando las actividades locales de Uaxactún en una mezcla de arqueo-ecoturismo (por ejemplo: paseos por la selva, observación de aves o Uaxactún como centro para visitar otros sitios arqueológicos aledaños). Los guías comunitarios definitivamente tienen ideas, pero no medios, dado que al momento se carece de un acercamiento con las personas correspondientes, tanto de carácter estatal como privado, que facilitarían una transformación de ideas en acciones concretas.

A pesar de los obstáculos que los guías aún tienen que rebasar para lograr mayor beneficio del turismo, las actividades que han estado realizando comprueban el afán incansable de dar el paso adelante. Numerosas organizaciones de carácter no gubernamental laboran actualmente no sólo con los guías comunitarios, sino también con familias enteras que se dedican a la venta de productos artesanales hechos en la misma comunidad. Las capacitaciones que han recibido, tanto del INGUAT como de otras organizaciones no gubernamentales (ONG’s), les permiten adquirir el conocimiento necesario para poder competir en el mercado del turismo. Algunos guías ya cuentan con certificados oficiales por parte del INGUAT y muchos de ellos ya han realizado varios paseos por Uaxactún. De acuerdo a las discusiones con los guías comunitarios, el problema que permanece vigente es la falta de dominio del idioma inglés y de un maestro fijo que enseñe, al menos, lo esencial que cada guía requiere para satisfacer a los turistas internacionales que no hablan español.

Durante fines de julio e inicios de agosto de 2015, los guías comunitarios y algunos habitantes de la comunidad participaron en diversas actividades que realizaron las organizaciones no gubernamentales, en conjunto con una institución internacional. Las metas de las sesiones fueron la realización de un Plan de Manejo para el sitio arqueológico de Uaxactún, donde se analizarían las problemáticas que solapan a la comunidad, y la trascendencia hacia posibles soluciones. Surgieron temáticas como el daño hacia las pirámides, las prácticas agrícolas dentro del sitio, el saqueo, la falta de educación para los niños sobre el valor del patrimonio cultural y natural, la mejora de facilidades turísticas, como señalización y baños, entre otros.

Aunque ciertamente se han realizado avances, se confirmó durante las visitas en los últimos días de marzo y mediados de julio de 2016 que los objetivos particulares, como la creación del Plan de Manejo del sitio y el fomento del turismo de Uaxactún, aún quedan por cumplirse. Fuera de los eventos de equinoccio (mayor evento turístico, Figura 8), los guías no logran sobrevivir sólo a través de la espera al turista, como se mencionó anteriormente. Por ende, para sostener a sus propias familias, se ven obligados a realizar otras actividades, entre ellas la recolección de xate o trabajar para la organización maderera local, dejando de lado el turismo. Según los guías, se requiere más apoyo de la organización que sustenta a Uaxactún (OMYC),2 más promoción desde Flores/Santa Elena y la facilitación de un transporte (sean bicicletas o minivans), con lo cual aumentaría el interés y el flujo de turistas, que a su vez permitiría la dedicación de tiempo completo al turismo.

Fotografía del autor.

Figura 8 Equinoccio en Uaxactún, celebrado el 21 de marzo de 2016. 

En este instante, hablar en Uaxactún sobre soluciones en torno a los problemas particulares resulta difícil. Uno de los primeros pasos ciertamente es el análisis completo de la situación actual y establecer un plan que fortalezca las desventajas que tienen los guías comunitarios ante las grandes empresas turísticas de la región. Como ya se ha mencionado, los guías indudablemente requieren cursos de capacitación en idiomas y mejorar la infraestructura del camino que lleva a Uaxactún desde Tikal, así como una mayor campaña publicitaria para impulsar el sitio. Si los guías alcanzan mejorar estos aspectos, aún faltaría por hacer frente al objetivo. Entonces, la pregunta que quizás vendría bien hacerse sería ¿cómo iniciar las visitas guiadas en Uaxactún sin preocuparse de si viene el turista o no? Y luego, ¿cómo competir con las empresas de Santa Elena y Flores? Una respuesta a estos dilemas podría ser la creación de lazos con tales empresas y el establecimiento de algún tipo de convenio donde éstas cooperarían con los guías, quienes se ocuparían de los turistas a su arribo a Uaxactún. Empero, si es que llegara a decretarse alguna alianza, volvería a aparecer otro enigma: ¿cómo comunicarse con los guías comunitarios de manera rápida y anticipada en un lugar sin señal de teléfono móvil y con una línea telefónica de Uaxactún que no siempre agiliza el contacto por factores diversos?, ¿cómo avisar que los turistas están en camino?

Hasta el momento, no existe una solución que resuelva todos los rompecabezas de Uaxactún, más bien se comparte la perspectiva de Olstrom (2011: 54), quien, en su libro en torno a los bienes comunes, escribe sobre “muchas soluciones que pueden enfrentar muchos problemas distintos”. Las conferencias que recibieron los guías por parte de las organizaciones no gubernamentales permitieron conocer las deficiencias que deben enfrentar para adentrarse al mercado del turismo. Es poco factible, y hasta ingenuo, pensar que alguna donación de capital resolvería los problemas de Uaxactún. ¿Por qué? Porque al invertir ese capital en un local de operadora de tours, por ejemplo, en Flores surgirían otros obstáculos, como la adquisición de permisos, luego el transporte privado, la seguridad para los turistas, el equipo de trabajo para los guías, la mejora del hospedaje en Uaxactún y el saber cómo lidiar con los posibles conflictos de interés -ya sean internos o externos- que podrían poner en peligro la creación de un capital estable.

Hasta ahora se ha mencionado el estatus del turismo en Uaxactún, y algunos avances y problemáticas que se están enfrentando. En la introducción se discutió el papel emergente que debería jugar la arqueología para las comunidades que viven cerca de los sitios de la antigüedad. Más allá de extraer los datos y exponerlos en foros de valor curricular académico, la idea reside en equilibrar la Academia con las comunidades donde laboramos como arqueólogos. El Proyecto Arqueológico SAHI-Uaxactún ha ofrecido su colaboración a la comunidad, esencialmente a través de la enseñanza a los estudiantes de la escuela primaria sobre el valor del patrimonio y mediante diversos talleres, conferencias y visitas guiadas a las excavaciones (Xol Choc, 2011, 2013, 2014). Empero, durante las entrevistas, los guías notaron que hay más posibilidades de apoyo por parte de los proyectos arqueológicos como, por ejemplo, compartir los informes o artículos con más frecuencia, al igual que impartir cursos sobre las novedades del Uaxactún arqueológico que, en cierta forma, ayudarían a los guías comunitarios a competir con los guías foráneos. La razón de ser de la arqueología no es únicamente exponer los hallazgos en contextos académicos sino también crear mayores frutos para que las comunidades sean las beneficiarias primarias de los datos arqueológicos. Pero para ello es necesario eliminar el legado neocolonialista y establecer un diálogo con los que viven por y para el patrimonio cultural de primera mano.

Conclusiones: hacia una arqueología recíproca

La comunidad de Uaxactún está avanzando lentamente hacia otra forma de sostener económicamente a sus habitantes. El acercamiento con los actores externos, como las ONG’s y los miembros del proyecto arqueológico, ayuda efectivamente a hacer cambios pequeños que a la larga puedan ocasionar beneficios pertinentes. Pese a que son principalmente los grupos comunitarios quienes deben buscar mayor provecho socio-económico de su patrimonio cultural, en diversas partes del mundo (como se ha visto en ciertos casos de Australia, Nueva Zelanda, Bolivia, Grecia, México o Estados Unidos) los proyectos arqueológicos empiezan a pensar más allá de los espléndidos hallazgos de las culturas pretéritas. Ya sea por la construcción de museos comunitarios, la creación de empleos alternativos más allá de las temporadas de trabajo de campo, la ayuda de las comunidades en la descolonización del conocimiento, o el empoderamiento de las comunidades sobre el patrimonio natural y cultural, la arqueología contemporánea está justificando lentamente su razón de ser.

Mientras que por un lado se intenta encontrar la razón de ser de la arqueología, hay quienes mantienen la firmeza científica de esta disciplina. Es común escuchar en foros o presentaciones, entre ellas el Simposio de Investigaciones Arqueológicas de Guatemala de 2015 y 2016, las posturas de los arqueólogos que critican a los habitantes de las comunidades, pues éstos supuestamente recurren al saqueo de piezas prehispánicas. Hay incluso quienes los identifican de manera vulgar por estas actividades totalmente “acientíficas y repugnantes”. Sean estas alegaciones ciertas o no, y sin justificar el saqueo, ¿quién soy yo para juzgar a los demás recibiendo un salario reconfortante por crear conocimiento desde el escritorio de una oficina con aire acondicionado y café Latte Venti de Starbucks? ¿Entiendo la situación socio-económica y política del país donde practico la arqueología?

La arqueología como empresa científica trabaja fielmente, sin descansar, en el desciframiento de las culturas pretéritas. Donde uno justificaría el trabajo arqueológico como “avances”, otros pensarían, desde un punto de vista más escéptico, que la forma por la cual el conocimiento se genera respondería mejor al dicho de “el perro que se muerde la cola”. Publicación tras publicación en revistas arbitradas por pares, o presentaciones en foros y simposios, se favorece principalmente a los arqueólogos, quienes satisfacen el capricho del Estado y éste a su vez satisface las inversiones privadas para mercantilizar los sitios prehispánicos. El detalle de este círculo vicioso reside en que las migajas se reparten a las comunidades que viven al lado del patrimonio cultural y natural.

La estimulación de una arqueología comunitaria, no sólo en Uaxactún sino en todas las regiones de Guatemala, procura sobre todo que la arqueología sea recíproca a nivel socioeconómico con las comunidades aledañas al patrimonio cultural. Con la aplicación empírica de esta subdisciplina se podría obtener un impulso hacia la desmonopolización de la herencia de los mayas antiguos, sostenida por ahora esencialmente por las manos del Estado, de la industria del turismo y de los dueños intelectuales del legado prehispánico. Aun así, hay que entender que la entrada de la arqueología comunitaria y su involucramiento con el turismo en Guatemala simboliza a David enfrentándose a Goliat en los grandes intereses económico-estructurales, una característica del homo economicus que rechaza tajantemente cualquier competencia que entorpezca la maximización de la fortuna propia.

Uaxactún, por el momento, se mantiene ante una situación compleja de resolver. Los guías comunitarios están dispuestos a sostenerse económicamente a través del turismo, pero, aún tienen un largo camino por recorrer. La realización reciente del Plan de Manejo del sitio y las innumerables pláticas, talleres, cursos y algunos avances logísticos, hacen creer que el sitio está en camino al desarrollo turístico. Sin embargo, para que estas acciones realmente resulten beneficiosas para la comunidad, se requieren resultados concretos.

Las prácticas neoliberales de los estados contemporáneos y del capital privado son una muestra clara del aprovechamiento unilateral del patrimonio de índole tanto natural como cultural. El Estado suele usar tácticas enmascaradas al estilo de “lo que es del Estado es de todos los ciudadanos”, aunque al final la misma frase se traduce a “lo que es del Estado es bienvenido para todos aquellos que tienen recursos para invertir o para gastar”. Para darle vuelta a estas prácticas, se requiere de la entrada del arqueólogo como intermediario entre el Estado y la comunidad, quien a su vez aboga por los derechos que ésta tiene de beneficiarse directamente de los sitios arqueológicos y de acuerdo a sus términos. Las estrategias perfectas no existen, ya que cada caso conlleva problemas distintos a resolver (Ostrom, 2011). Las estrategias se ofrecen por sí solas, sin embargo, para ello es necesario darse cuenta primero cómo se ha repartido el pastel hasta ahora. ¿Quién se lleva el merengue y las rebanadas? ¿Quién pone los ingredientes? Llegó la hora de repartir el pastel.

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1Slovak Archaeological and Historical Institute.

2Organización, Manejo y Conservación, Sociedad Civil.

Recibido: 03 de Octubre de 2016; Aprobado: 13 de Febrero de 2017

Andrej Vasko. Eslovaco. Realizó sus estudios de licenciatura y maestría en arqueología en la Universidad Autónoma de Yucatán. Actualmente cursa el doctorado en Ciencias Antropológicas en la Facultad de Ciencias Antropológicas de la misma universidad. Sus líneas de investigación se centrar en la arqueología de las costas e islas, las economías prehispánicas, la antropología económica y la arqueología comunitaria. Su proyecto actual de investigación se titula “Más allá de la avanzada costera de Chichén Itzá: explorando la economía del Clásico Terminal de Isla Cerritos”. Entre sus últimas publicaciones se encuentran “¿Redistribuir o mercantilizar? Aplicando el modelo distribucional para identificar el tipo de intercambio de obsidiana en Chichén Itzá e Isla Cerritos” y “¿La capital y su puerto capital? Reconsiderando las interacciones del Clásico Terminal entre Chichén Itzá e Isla Cerritos”. vaskoandrej1@gmail.com

Andrej Vasko. Slovak. He completed his Bachelor and Master's degree in archaeology at the Universidad Autónoma de Yucatán. He is currently pursuing a PhD in Anthropological Sciences at the Faculty of Anthropological Sciences of the same university. His lines of research will focus on the archaeology of coasts and islands, pre-Hispanic economies, economic anthropology and community archaeology. His current research project is titled "Más allá de la avanzada costera de Chichén Itzá: explorando la economía del Clásico Terminal de Isla Cerritos". Among his latest publications are "¿Redistribuir o mercantilizar? Aplicando el modelo distribucional para identificar el tipo de intercambio de obsidiana en Chichén Itzá e Isla Cerritos” and “¿La capital y su puerto capital? Reconsiderando las interacciones del Clásico Terminal entre Chichén Itzá e Isla Cerritos”. vaskoandrej1@gmail.com

Andrej Vasko. Slovaque. Il a fait ses études de licence et de maîtrise en Archéologie à l’Universidad Autónoma de Yucatán. Il est actuellement étudiant en doctorat en Sciences Anthropologiques à la Facultad de Ciencias Antropológicas de la même université. Ses axes de recherche concernent l’archéologie des côtes et des îles, les économies préhispaniques, l'anthropologie économique et l'archéologie communautaire. Son projet de recherche le plus récent est intitulé « Más allá de la avanzada costera de Chichén Itzá: explorando la economía del Clásico Terminal de Isla Cerritos ». Parmi ses dernières publications, on peut mentionner : « ¿Redistribuir o mercantilizar? Aplicando el modelo distribucional para identificar el tipo de intercambio de obsidiana en Chichén Itzá e Isla Cerritos », et « ¿La capital y su puerto capital? Reconsiderando las interacciones del Clásico Tardío entre Chichén Itzá e Isla Cerritos ». vaskoandrej1@gmail.com

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