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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.47  Ciudad de México jun. 2016

https://doi.org/10.19130/iifl.ecm.2016.47.761 

In memoriam

In memoriam Manuela Cristina García Bernal

Adriana Rocher Salas


Era un día de invierno de 1999. Me encontraba en una de las mesas de la sala de consulta del Archivo General de Indias, cuando aún tenía su sede en el edificio de "La Lonja". Inmersa como estaba en la revisión de documentos, con la presión a cuestas de un reloj que no paraba de avanzar día a día marcando implacable que el plazo para concluir la investigación para la tesis de doctorado se acortaba, una voz amigable me obligó a detener la tarea y levantar la vista: "Hola preciosa. Me dijeron que hay una campechana en el Archivo de Indias, así que vine a conocerla. Soy Cristina García Bernal". Así, sin más, se presentó ante mí una de las principales plumas de la historiografía yucatanense, autora de trabajos que desde su salida de la imprenta no han dejado de ser fuente de consulta obligada para cualquiera que pretenda posar su mirada en el Yucatán colonial. Y así, también sin más, desde ese día me tendió la mano, misma que nunca dejó de estar ahí para darme su apoyo, guía y consejo, como lo hizo con tantos y tantos estudiantes a los que formó desde las aulas como profesora y asesora de tesis, pero también con tantos y tantos investigadores a los que con inmensa generosidad abrió las puertas de su despacho, su casa, e incluso, como fue mi caso, de su vida.

Ese primer encuentro se repetiría en numerosas ocasiones, pues la profesora Cristina gustaba de hacer personalmente el trabajo de archivo. Heredera de la ilustre escuela sevillana, con el documento como guía primera del oficio de historiar, no era amiga de la idea de entregar a un tercero la responsabilidad de buscar la información que hiciera posible la reconstrucción de los procesos históricos; y menos aún en su caso, que gustaba de armar largas y trabajosas series estadísticas, de forma tal que un número erróneamente transcrito podría cambiar no sólo sus cuentas sino, más importante todavía, la consecuente interpretación. Y es que la Dra. García Bernal, cual alquimista que trabaja semanas o años para obtener apenas una gota del elixir más preciado, hacía lo propio con los libros de contaduría, los de la casa de la contratación o las cuentas de pósitos, con tal de reconstruir el movimiento demográfico, el tráfico marítimo o el abasto de la ciudad de Mérida.

Tal seriedad en la investigación e interpretación de los documentos históricos sería el sello característico de su obra desde su primer hijo intelectual. En 1972 vio la luz La sociedad de Yucatán, 1700-1750 , que fue su primera aproximación a una institución que marcó de forma indeleble todos los ámbitos de la vida yucateca: la encomienda. Si bien antes de él ya don Silvio Zavala, en su Encomienda indiana , había sentado las bases para reconocer en la encomienda un hilo conductor fundamental para comprender la conformación de la sociedad yucateca, sería el trabajo de la Dra. García Bernal el que permitiría dimensionar en toda su profundidad y extensión esa influencia. Seis años después, con Yucatán: población y encomienda bajo los Austrias enseñó los alcances de la metodología ensayada con La sociedad de Yucatán, para mostrar con toda puntualidad los vaivenes en la demografía peninsular. Sin ser una sociedad bicolor, pues naboríos, negros y castas también poblaron las tierras del Mayab, Yucatán emerge del trabajo de la Dra. García Bernal como una sociedad dominada por el binomio español-maya peninsular, con la encomienda actuando como bisagra entre ambos grupos. El texto puso también de manifiesto el declive de la encomienda como institución económica, revelando su incapacidad para asegurar, por sí sola, la supervivencia de los descendientes de conquistadores y primeros pobladores como grupo de poder económico, algo que, paradójicamente, no disminuyó un ápice el papel social de la institución, en la medida que siguió siendo el filtro por excelencia para ingresar al selecto grupo del patriciado local. El trabajo abrió brecha en el estudio de las elites locales, de las prácticas que permitieron su reproducción como grupo, líneas de investigación que décadas después alumnas de la Dra. García Bernal se encargarían de desarrollar.

Cuando inicié el periplo destinado a desarrollar mi tesis de doctorado, ambos textos eran ya clásicos de la historiografía regional, y, sin embargo, ignoraba todo respecto a los trabajos posteriores de la profesora Cristina. Pero ella se encargó de solucionar esa carencia, pues en la primera visita que hice a su despacho me entregó dos juegos completos de su obra diseminada en libros y revistas tanto del "viejo" como del "nuevo" continente: uno para mí y otro para la biblioteca de mi Universidad. Aún recuerdo el rostro de algunos colegas en Campeche, mi ciudad natal y sede de la Universidad Autónoma de Campeche, donde desde entonces laboro, cuando con gesto casi triunfal les presumí mis adquisiciones.

Años después, en 2005 y 2006 para ser exactos, parte de esa obra dispersa fue reunida en dos tomos publicados por la Universidad Autónoma de Yucatán. El primero de ellos, Economía, política y sociedad en el Yucatán colonial , recogió algunos de sus trabajos acerca de la sociedad yucateca, particularmente sobre las elites; al incluirse también un artículo de las las élites capitulares de toda la América Hispana, la compilación tuvo la virtud de insertar el caso yucateco en el complejo y diverso universo de los cabildos indianos, lo que permitió vislumbrar los alcances de lo que la propia profesora Cristina, en otro ensayo, calificó como "la peculiaridad yucateca", al mostrar una aristocracia encomendera teñida de tintes señoriales, que encontró en la encomienda el mejor sucedáneo posible de los títulos nobiliarios que la Corona siempre le negó.

En el mismo tomo se insertaron los únicos trabajos de la Dra. García Bernal que podemos identificar con la Historia Política, aquellos dedicados a los gobernadores Rodrigo Flores de Aldana y Juan José de Vértiz y Hontañón. Abriendo brecha, como era su costumbre, fue la primera en mostrar los conflictos que la rapacería de Flores de Aldana ocasionó con los distintos grupos de poder locales, incluyendo entre ellos a las corporaciones eclesiásticas establecidas en la península, llevando a un enfrentamiento y posterior vacío de poder que, entre otras cosas, dio pie a movimientos masivos de huida hacia la región llamada de La Montaña y, en sentido contrario, la "bajada" de indios montaraces reclamando los espacios que la colonización les había quitado.

Pero, hablando de abrir nuevos caminos, hay que destacar los textos sobre comercio, una de las áreas menos trabajadas de la historiografía colonial yucateca. Lejanos ya los tiempos del trabajo pionero de Emilio Pérez-Mallaína, Comercio y autonomía en la intendencia de Yucatán (1797-1814) , el tráfico mercantil había permanecido prácticamente en las sombras, en particular durante el período anterior a la era de las reformas borbónicas. Y vaya que ésta era una asignatura pendiente, sobre todo para el caso campechano, donde la leyenda reinaba señera ocupando el vacío que la Historia y los historiadores no habían podido llenar. Según ésta, en Mérida habitaba la burocracia y los encomenderos, y en Campeche los comerciantes; en una el poder político y en la otra el económico.

Y ahí fue donde García Bernal vino a romper la ensoñación de ese y otros mitos, construidos incluso desde la propia Academia. Con un par de artículos incluido en esta compilación, a los que años después se unirían otros trabajos, incluyendo su libro Campeche y el comercio atlántico yucateco (1561-1625) , publicado en el 2006 por el gobierno del estado de Campeche, ella probó el papel de intermediarios jugado por los comerciantes campechanos, a los que mejor podríamos calificar de "almaceneros" o "agentes" de los comerciantes emeritenses. Asimismo, precisó el papel desempeñado por Yucatán en el tráfico mercantil atlántico, pues si bien no desmintió enteramente el aserto que Pierre Chaunu hizo en su monumental Seville et l'Atlantique (1504-1650) , en el sentido de considerar a los puertos de la península maya entre los "parientes pobres" de la denominada Carrera de Indias, sí encontró que su movimiento fue mucho mayor que el pensado hasta entonces, sacando a relucir la importancia del comercio con las Islas Canarias, el que en varias ocasiones incluso llegó a suplir al que se mantenía con Sevilla o Cádiz.

El segundo de los tomos publicados por la Universidad Autónoma de Yucatán, Desarrollo agrario en el Yucatán colonial. Repercusiones económicas y sociales , compiló, como su nombre lo indica, algunos de sus estudios dedicados al campo yucateco. Ésta, que podemos considerar su tercera gran línea de investigación junto con la encomienda y el comercio, también llevó su huella en forma de aporte original a la discusión sobre el tema. Así, en cuanto a la competencia por la tierra entre españoles y mayas yucatecos y la transformación de la estructura agraria, la Dra. García Bernal hizo retroceder en casi un siglo la datación del surgimiento de estos fenómenos, mostrando que la apetencia española por la tierra, en detrimento de la propiedad indígena y el desarrollo de una economía mixta en las fincas rurales, inició en la segunda mitad del siglo XVII.

Pero si el aporte de sus textos a la historiografía yucateca en particular y americanista en general fue grande, casi podríamos afirmar que el que dejó a través de las tesis que dirigió fue todavía igual o, incluso, mayor. Y es que la profesora Cristina era eso, una profesora, una maestra en toda la extensión de la palabra. Para ella la tesis de un estudiante tenía tanto peso como su propio trabajo de investigación, de ahí que no fuera extraño que pospusiera la conclusión de sus artículos para hacer avanzar el trabajo de otros. No sé cuántos mensajes de ella habré leído con frases más o menos como ésta: "me encuentro desbordada, entre las clases, la tesis de fulanito y el texto tal que no acabo de terminar...". Así, en ese orden. Siempre ponía por delante su labor docente, en el discurso y en el hecho. De ahí que no fuera casual la cantidad de premios ganados por las tesis de sus estudiantes.

Yo experimenté en carne propia -o mejor dicho, "en pluma" propia-, la seriedad y el rigor de su asesoría. Como especialista en Yucatán fue una decisión casi obligada que la invitara a formar parte del Comité que se encargaría de examinar mi tesis. Una tarde sevillana, mientras me convencía de dar por terminada mi sacrosanta siesta, recibí una llamada: "Las cifras de la página tal, ¿de dónde las sacaste? Esas cuentas están mal". Entre el aturdimiento causado por la modorra y lo inesperado del contenido de la llamada, no acertaba a qué se refería la voz al otro lado de la extensión. Ya despierta caí en cuenta que era la profesora Cristina hablando de un capítulo de mi tesis, en el que, calculadora en mano se había puesto a revisar una por una todas las cifras ahí incluidas, que no eran pocas ni sencillas, por cierto pues, entre otras cosas, había que dar con la fórmula que había usado para obtenerlas. Años después, cuando contaba la anécdota a alguno de sus tesistas, presentes o pasados, no dejaban de asentir divertidos con cara de "Típico. Así es Cristina García Bernal".

Ese amor por la docencia y la investigación explican que se mantuviera vigente en ambos campos hasta que el mal que nos la arrebató este 31 de agosto se lo impidió. Siempre encontró pretextos para aplazar la jubilación, pues se resistía a abandonar a sus alumnos y a su amada Universidad de Sevilla, de la que formaba parte desde 1971. Nada le quedaba por demostrar: se ganó a pulso el puesto de profesora titular en 1983, el de catedrática en 2005, el de miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia en el 2010 y el de profesora emérita en el 2013. Y, sin embargo, ahí seguía, siempre con ilusión, siempre dispuesta a dar, a compartir, a brindar lo mejor de sí a estudiantes, colegas y lectores.

Manuela Cristina García Bernal no fue mi maestra en el aula, pero nunca dejó de enseñarme. Su ejemplar vocación, generosidad, seriedad, profesionalismo y, sobre todo, amor, a su familia, a sus amigos, a su trabajo, a su institución, son lecciones que han quedado grabadas en la retina de mi memoria. Estas letras escritas aún en medio del estupor y la tristeza por su partida, han querido ser mi particular, aunque insuficiente, homenaje a quien dio tanto a tantos. Hasta pronto Cristina y gracias; mil gracias por todo.

San Francisco d Campeche

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