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Estudios de cultura maya

Print version ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.33  Ciudad de México Jan. 2009

 

Reseñas

 

Iván Šprajc (ed.). Reconocimiento arqueológico  en el sureste del estado de Campeche, México: 1996-2005

 

Antonio Benavides Castillo*

 

Oxford, Gran Bretaña, Paris Monographs in American Archaeology 19, BAR International Series 1742, 2008.

 

* Centro INAH Campeche

 

Esta publicación contiene once apartados y tres anexos que desde ahora conforman un texto "de cabecera" o indispensable para quienes se interesen en conocer y analizar el patrimonio cultural prehispánico existente en el sector sureste de Campeche. Fue editada por el arqueólogo esloveno-mexicano Iván Šprajc, y entre los colegas que con él participaron en la redacción de algunos capítulos se encuen tran Adrián Baker Pedroza, Atasta Flores Esquivel, María Isabel García López, Nikolai Grube, Daniel Juárez Cossío, Kristof Ostir y Tomaz Podobnikar.

El trabajo de campo de seis temporadas tuvo lugar en un medio ambiente selvático despojado de su riqueza maderera, con difíciles caminos (impracticables durante los periodos lluviosos) y con pocos lugares para la obtención de agua para el consumo humano en tiempo de sequía. Las particularidades de ese hábitat tropical y un breve sumario de referencias históricas coloniales, de los siglos XIX y XX, conforman el primer capítulo de la obra. El grupo autóctono de la región parece haber sido el hoy denominado quejache (cehache), si bien diversos autores presentan distintas posturas respecto a los límites del área por ellos ocupada, así como a su antigüedad en la región.

El segundo apartado nos refiere los problemas de logística y del ambiente al que tuvieron que enfrentarse en varias ocaciones. Aun contando con guías expertos, los múltiples caminos madereros fácilmente llevaron a equivocarse y perder valiosos días de trabajo. Otras veces, las lluvias torrenciales o el crecimiento de vegetación tupida y espinosa impidieron el acceso a diversos puntos.

La metodología previa al trabajo de campo incluyó la revisión bibliográfica y de fotografías aéreas y satelitales; no obstante, la mayor parte de las veces la clave para encontrar asentamientos prehispánicos fue la información proporcionada por los campesinos, conocedores de múltiples pares. La abundancia de vestigios de muy variadas dimensiones prácticamente distribuidas de manera continua en la región de estudio llevó a replantear las miras del proyecto, de modo que se prefirió registrar las evidencias de mayores dimensiones y complejidad. Además, muchos de los sitios visitados mostraron huellas de saqueo de diferentes momentos del siglo XX, lo cual fue otro elemento que llevó a documentar lo aún existente previendo su desaparición.

En el tercer apartado Šprajc presenta las dificultades derivadas de conformar o definir un sitio como una unidad específica para su registro. La presencia continua de evidencias arqueológicas en el terreno no facilita la separación de los sectores habitacionales de uno y otros núcleos o centros; o bien su demarcación temporal, dado que el proyecto fue fundamentalmente de prospección. El uso de modelos y de experiencias previas3 le llevó a proponer, para 67 unidades, una jerarquización de nueve niveles que se resumen en cuatro rangos: centro mayor (por ejemplo Calakmul, El Palmar u Oxpemul), centro mediano (Las Delicias, El Mameyal o Pared de los Reyes), centro menor (El Chismito, Arroyo Negro o Felipe Ángeles Este) y sitio pequeño (Actunkín, Tres Banderas o La Misteriosa).

Al alimón, en el cuarto capítulo Šprajc y Flores Esquivel describen los sitios registrados. Los asentamientos están ordenados alfabéticamente y de acuerdo a la jerarquización antes comentada. Son 14 centros mayores, 18 centros medianos, 11 centros menores y 24 sitios pequeños. Todos los sitios cuentan también con la referencia del mapa general en el que aparecen al final de la obra. Las fotografías, los dibujos y los modelos digitales son de gran calidad, muy útiles para su análisis y comparación. La mayoría de los asentamientos presentados cuenta con buenas descripciones y gráficos. En los casos de sitios visitados y publicados por Ruppert y Denison4 sólo se agregó la información nueva o pertinente.

Entre los centros mayores de registro reciente se cuentan Altar de los Reyes, Champerico, El Gallinero, Los Alacranes, Mucaancah y Yaxnohcah. En el rango siguiente de centros medianos, las nuevas aportaciones del trabajo de Šprajc y asociados incluyen Candzibaantún, Cheyokolnah, Chicaanticaanal, El Diablón y Las Delicias. Para el rango de centros menores información más abundante corresponde a Arroyo Negro y Los Ángeles Norte. Como ya señalamos, los sitios pequeños fueron los más numerosos registrados en este reconocimiento arqueológico (un total de 24) y entre ellos resalta, por los materiales de superficie, la Cueva 1 de Blasillo. También cabe llamar la atención a las agrupaciones de montículos en Dos Caobas, El Civalito y Villa Hermosa.

Las estelas encontradas en Los Alacranes tuvieron la fortuna de ser consideradas importantes no sólo por los investigadores que participaron en la realización de este libro, sino también por los habitantes de la comunidad epónima. Una buena comunicación entre los especialistas y lugareños, así como la disposición conjunta para proteger ese patrimonio cultural, permitieron efectuar el traslado de las dos piezas que aún tenían jeroglíficos y motivos antropomorfos. La reseña escrita e ilustrada de ese rescate constituye el quinto apartado de la publicación. Ambas estelas hoy se encuentran en el poblado mencionado, dentro de una palapa de techumbre perecedera y paredes de malla ciclónica.

Por su parte, en el capítulo 6, Juárez Cossío y Baker Pedroza presentan el resultado de sus intervenciones en la excavación y recuperación de fragmentos del Altar 3 del sitio Altar de los Reyes. Previamente a esa importante labor, ambos investigadores documentaron la información asequible derivada de las calas de saqueo observadas en varias edificaciones de Mucaancah. Las primeras evidencias de ocupación datan del Preclásico Medio y en el periodo siguiente parece haberse construido la acrópolis, al tiempo que ocurrió la introducción del conjunto triádico y la geometrización de los volúmenes arquitectónicos. El análisis de los materiales cerámicos disponibles en las varias colectas de distintos saqueos muestra una fuerte ocupación preclásica a la que siguieron ocupaciones del Clásico Temprano y Tardío.

En el capítulo 7, García López presenta el análisis del material de superficie, fundamentalmente cerámica, algo de lítica, restos óseos humanos y un fragmento de valva marina. La mayor parte de los materiales fueron obtenidos del desecho hallado en calas y túneles practicados por saqueadores. Los tepalcates más antiguos datan del Preclásico Medio (550-350 a.C.) y los más recientes están fechados (por tipología cerámica) para finales del Clásico Tardío (850-950 d.C.). La muestra cerámica es realmente pequeña: 2 140 tiestos recuperados en las seis temporadas y de ellos 1 462 (es decir el 68.31%) proceden de Mucaancah.

Nikolai Grube es el responsable del octavo apartado, ahora con el tema de su especialidad: epigrafía e iconografía. La documentación de 13 sitios es complementada mediante fotografías de las piezas menos conservadas y con dibujos de los jeroglíficos e imágenes aún visibles. Cabe comentar que aquí no se incluye la información relacionada con las casi 120 estelas reportadas para Calakmul, dado que dicha capital regional ha sido objeto de investigaciones epigráficas específicas por otros autores.

Altamira posee un registro de 17 estelas que habían sido reportadas en la publicación de Ruppert y Denison (op. cit.), pero casi todas en pésimo estado de conservación. Aquí nada más se muestran las partes legibles de la Estela 10. Para Altar de los Reyes se presenta la información de dos estelas y la del Altar 3, si bien existen cuatro altares. Balakbal es otro de los sitios que fuera visitado por Ruppert y Denison, de modo que sólo se documenta la quinta de cinco estelas. En Candzibaantún se registraron cuatro estelas y la publicación muestra la información epigráfica de tres de ellas. En Champerico reportan, describen y brindan la información de tres estelas y un bloque con vestigios de inscripciones. La única estela de Cheyokolnah hasta hoy conocida corresponde al baktún octavo, y sus datos también son mostrados. Los textos de El Gallinero fueron cortados y destruidos por saqueadores, de tal suerte que solo se documenta que hubo cinco estelas y buen número de relieves.

En el Mameyal se describió y dibujó lo poco que queda de una estela. Las dos estelas de Los Alacranes que presentan glifos y personajes también se presentan. De Mucaancah proceden dos relieves de jugadores de pelota, aquí brevemente presentados, y tratados con mayor profundidad en el apartado 4. El registro más amplio de este capítulo corresponde a Oxpemul, en donde podemos ver la información de 16 de las 19 estelas, así como de cinco de los 15 altares hasta hoy documentados en el sitio. Por lo que toca a Uxul, hoy se conocen 17 estelas y seis altares. De tales monolitos la publicación que nos ocupa presenta la información de 13 estelas, algunas muy fragmentadas y erosionadas.

La sola presencia de los textos jeroglíficos antes mencionados indica la antigua fuerza política de los asentamientos en los que se hallaron. Indudablemente los proyectos futuros de excavación exhumarán mucha nueva información epigráfica e iconográfica, complementando así la enorme tarea aún pendiente en los ámbitos de investigación y conservación del patrimonio prehispánico del sureste de Campeche. A manera de resumen, el camino por andar es largo si recordamos que la fecha más temprana es la de la Estela 2 de Champerico (diciembre 12 de 366 d.C.), mientras que la datación más tardía se encuentra en la Este la 1 de La Muñeca: 30 de abril del año 889.

El capítulo noveno también va firmado por Ivan Šprajc y se refiere a los alineamientos astronómicos relacionados con la arquitectura monumental. Al igual que en otras regiones de Mesoamérica, la mayoría de las construcciones mayas por él estudiadas en la región tienen que ver con el orto (12 de febrero y 30 de octubre) o con el ocaso del sol. Ello seguramente estaba vinculado con el ciclo agrícola. Otras dos fechas relevantes en su estudio son precisamente las que están asociadas con la división del año en cuartas partes: 23 de marzo y 21 de septiembre (± un día), dado que subdividen cada mitad del año delimitada por los solsticios en dos partes de igual duración.

Tomaz Podobnikar y Kristof Ostir elaboraron el décimo apartado, ahora dedicado a los sistemas de información geográfica y al análisis de sensores remotos. Argumentan haber encontrado una relación entre la ubicación de los sitios prehispánicos y determinados sectores elevados con ligera pendiente y generalmente asociados a bajos cercanos que en promedio distan un kilómetro. Comentan la utilidad del uso de imágenes satelitales y señalan que los resultados obtenidos son preliminares.

El capítulo 11 es una síntesis de la arqueología del sureste campechano y fue escrito por Šprajc y Grube. Presentan al gunas conclusiones preliminares y comentan que el análisis de la abundante información reunida se encuentra en proceso. Los asentamientos registrados poseen abundantes evidencias del periodo Preclásico Medio y Tardío, también un fuerte desarrollo durante el periodo Clásico. La ocupación humana en la región disminuyó drásticamente en el Posclásico, tiempo del que casi no se encontraron vestigios. Los 67 sitios fueron clasificados en cuatro rangos (mayores, medianos, menores y pequeños); a ellos se agregó Calakmul, si bien este sitio no fue analizado pero presenta muchas relaciones con el área de estudio.

La mayor parte de los elementos hallados en campo correspondió a estructuras de carácter habitacional. En los núcleos de los asentamientos registrados fue común la presencia de construcciones palaciegas o formadas por varios aposentos de mampostería en las que pudo habitar la elite, o bien, permitir el desarrollo de labores administrativas. Reportan la presencia de varios conjuntos de tipo Grupo E de Uaxactún, y señalan que también pueden encontrarse en sitios menores como Arroyo Negro y El Carmen.

Por lo que toca a monumentos esculpidos, reportan algunos del baktún octavo. Con excepción de la Estela 114 de Calakmul (435 d.C.), los sitios con fechas tempranas se concentran en un pequeño sector al sur de la región de estudio. Otro hallazgo de interés es que en 622 y 692 se erigieron varios monolitos en Uxul, únicamente ahí y en Calakmul. Algo similar sucedió en Oxpemul en 731 y 771. Después de 780, diversos sitios erigen estelas en poco tiempo, confirmando la descentralización y regionalización del Clásico Terminal.

En casi todos los asentamientos registrados se documentó la existencia de una o dos aguadas. Ello fue complementado con numerosos chultunes y algunos pozos. En otros sitios (Plan de Ayala, Blasillo, Actún Kin, Cueva del Manantila) se hallaron cuevas, que fueron usadas para la obtención de agua o como depósito funerario, entre otros propósitos.

La afectación de los vestigios prehispánicos por saqueo sistemático fue un hallazgo muy común y de dimensiones alarmantes. A la pérdida de contextos arqueológicos (tumbas, entierros, ofrendas, etc.) se suma el deterioro al que ahora están expuestos muchos edificios por efecto de las calas, túneles y horadaciones diversas que les fueron practicados.

Continúa vigente el problema de la delimitación de los sitios o unidades de asentamiento. Pero a los autores les queda claro el carácter urbano de los lugaresregistrados, con un continuum de evidencias en superficie en el que es posible diferenciar sectores rurales de sectores citadinos. También indican la práctica común de orientar los edificios monumentales a puntos del horizonte asociados con la salida y la puesta del sol en determinadas ocasiones del año, situación que no sólo brinda información sobre el interés y práctica de las observaciones astronómicas precisas sino también su vínculo con el ciclo agrícola.

Por lo que respecta a la ubicación de los sitios y los factores ambientales, existe una marcada relación entre la distribución de los asentamientos y los terrenos bajos. Ello no parece haber sido fortuito sino vinculado al aprovechamiento de la humedad de tales sectores para practicar la agricultura intensiva. Al mismo tiempo, muchos edificios monumentales fueron construidos en las cimas de las elevaciones de su zona, aspecto que parece indicar el interés por ubicarse en puntos visibles desde largas distancias, lo cual pudo facilitar la comunicación.

Los párrafos dedicados a la distribución de los asentamientos muestran que no ha sido posible estimar una distancia promedio entre ellos. La distancia media al vecino más cercano es de 12.5 km pero ello sólo es un ejercicio estadístico que no puede aplicarse en términos de geografía política. Además, se carece también de una buena documentación cronológica para cada sitio. El enfoque epigráfico permite plantear tres fases de desarrollo para la región: 1) durante el Clásico Temprano varios centros menores eran sedes de soberanos con título de ajaw, y no pertenecían a alguna entidad suprarregional; 2) el establecimiento de la dinastía Kaan en Calakmul logró la integración de los sitios en un estado regional; y 3) al caer la dinastía Kaan en 736 se generaron fuerzas centrífugas que facilitaron el establecimiento de pequeñas dinastías locales. Esa descentralización dio pie al abandono de las ciudades y al eventual colapso de la civilización.

Las últimas páginas del libro contienen una amplia bibliografía y tres anexos. El primero contiene los mapas de la región de estudio y en ellos se ubican los sitios que se visitaron en las varias temporadas de campo. Son de gran utilidad, pues incluyen información topográfica, hidrográfica, caminos y poblaciones. El Anexo 2 es una tabla de coordenadas geográficas y coordenadas UTM de los sitios registrados. Es presentada con los sistemas WGS84 y NAD27. El tercer anexo contiene 15 planos de los núcleos de los sitios más grandes.

 

Notas

3 N. Hammond (1975): Maya Settlement Hierarchy in Northern Belize. Contributions of the University of California Archaeological Research Facility 27; Adams, R.E.W. y R. C. Jones (1981): "Spatial Patterns and Regional Growth Among Classic Maya Cites", American Antiquity 46(2): 301-322; T. Guderjan (1991): "Aspects of Maya Settlement in the Rio Bravo Area", T. Guderjan, ed., Maya Settlement in Northwestern Belize. Culver City: Labyrinthos. San Antonio: Maya Research Program.

4 K. Ruppert y J. Denison (1943): Archaeological Reconnaissance in Campeche, Quintana Roo and Peten. Washington: Carnegie Institution, Publication 543.

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