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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.31  Ciudad de México  2008

 

Artículos

 

Ciudades mayas preclásicas, raíces y evolución: el Preclásico Medio en Cuello, Belice

 

Norman Hammond

 

Boston University. ndch@bu.edu

 

Resumen

Este artículo presenta las evidencias arqueológicas recuperadas de una de las comunidades mayas más tempranas del Preclásico Medio que se hayan excavado extensivamente. Se hace una breve mención de las formas de vida de la población preclásica, así como de su entorno natural, sus cultivos, su alimentación y de la elaboración de papel amate que aquella empleaba para plasmar símbolos. Todas estas evidencias muestran una sociedad estratificada, cuyos rangos superiores tenían acceso a productos exóticos importados desde regiones lejanas. Como conclusión, el autor pondera la importancia de realizar investigaciones acerca del momento final del Preclásico Medio (700-400 a.C.).

 

Abstract

This short paper deals with the archaeological evidence from one of the earliest Maya communities to have been extensively excavated and especially dated for the Middle Preclassic period, the small site of Cuello in northern Belice. The autor briefly mentions the ways of life of the preclassic inhabitants, the natural environment, their crops, food staff, and that they made bark paper to render symbols on. All this evidence shows a highly ranked society, with higher levels having access to exotic goods imported from distant places of the Mayan Area and Mesoamerica as well. The article concludes pondering, to scholars, the importante of doing research on the last moment of Middle Preclassic period (700-400 B.C.).

 

El tema de este trabajo es una de las comunidades en las que se han realizado exhaustivas labores de excavación y, de manera especial, el periodo de ocupación de la misma durante el Preclásico Medio entre 1200 y 400 a. C. El pequeño sitio de Cuello, al norte de Belice, fue descubierto en 1974 y las excavaciones las llevaron a cabo Rutgers University y Boston University entre 1975 y 2002, con el apoyo de la National Geographic Society (figura 1).

El sitio de Cuello abarca un área de 1 km2 (Hammond, 1991: fig. 2.2). Aunque se han realizado excavaciones en toda el área, lo cual ha permitido hacer cálculos aproximados de la población que habitó el lugar durante el Preclásico y el Clásico Temprano —se calcula que durante el Preclásico Tardío había 3 000 habitantes y durante el Preclásico Medio, 1 000—, las labores de investigación más intensas se han llevado a cabo en la Plataforma 34, un espacio de 80 m2 y 4 m de altura, con la pequeña pirámide Estructura 35 en el margen occidental (Hammond 1991: fig. 2.3). Una trinchera de excavación de 30 por 10 m muestra una estratigrafía compleja que documenta la ocupación desde 1200 a. C. a 400 d.C. (Hammond, 1991: figs. 2.5-2.7), con un uso residencial menor al del periodo Clásico Tardío y con poca evidencia de uso ritual de la Estructura 35 durante el Posclásico (figuras 2, 3 y 4).

Aunque hay evidencia que señala que en 1200 a.C. ya existía un asentamiento, también debieron existir otros más tempranos; la muestra de polen de Cob Swamp, localizada 30 km al norte, muestra la tala, roza, quema y el cultivo de maíz antes del año 2000 a.C. (Pohl, et al., 1996: fig. 4), y la evidencia botánica de los estratos más profundos en Cuello indica la existencia de pocos árboles de bosque pero la presencia de maíz en 90% de las muestras (Miksicek, 1991: fig. 4.3) (figura 5).

Se pueden observar diversas características de la cultura maya tardía en el Preclásico Medio en Cuello; la primera de éstas es la arquitectura residencial. Una casa típica de 8 por 4 metros, fechada en 900 a.C., tiene una planta absidal, marco estructural de postes gruesos y paredes de bajareque con palos delgados amarrados con bejucos (Gerhardt y Hammond, 1991: fig. 5.6). La casa debe ser muy similar a la versión moderna (Hammond, 1982: fig. 3.15) (figura 6).

La estructura se ubicaba en el lado sur del patio, acompañada por un conjunto de casas tanto al occidente como al norte. En el lado este, donde se realizaron excavaciones en el año 2000, se encuentra un pequeño edificio por el cual atraviesa un canal y en el extremo final de éste un hoyo en la roca madre en el cual se prendían fogatas muy intensas (Hammond y Bauer, 2001). Interpretamos que este edificio se utilizaba como baño de vapor, pib na para los mayas, temazcal para los mexicas. En tamaño y detalles es muy similar al ejemplar que se conserva en Joya del Ceren en El Salvador, que data del 600 d.C. (Sheets, 2006: figs 6-7, 6-8); mientras que el baño de vapor de Cuello data de 900 a. C., el más temprano de las Tierras Bajas Mayas y uno de los más antiguos en Mesoamérica.

Alrededor del año 600 a.C., el baño de vapor fue reemplazado por residencias y las casas de alrededor del patio fueron construidas a una escala más amplia, de hasta 12 m de largo y posiblemente como viviendas para una elite emergente. El entierro de un ancestro importante en el centro del patio sugiere el paso de un espacio privado y local a uno más público. Después de varios periodos de ampliación, hubo un cambio drástico alrededor del año 400 a.C. A la demolición intencional y posiblemente ritual de las residencias (incluyendo la remoción y quema de las superestructuras de madera y el corte de las orillas estucadas de sus plataformas), siguió el entierro de los restos bajo una capa muy gruesa de piedra y tierra, para así dar paso a la primera etapa de una construcción más amplia y abierta: la Plataforma 34. La cerámica del periodo data de la fase Chicanel más temprana y marca el inicio del periodo Preclásico Tardío en Cuello (Hammond, 2006a).

Así, el Preclásico Medio abarca de 1200 a 400 a. C. De este periodo abunda la información sobre la vida de estos habitantes preclásicos. Se sabe que cultivaban maíz y otras semillas. Los fragmentos de un metate y de una mano de 900 a. C., elaboradas en arenisca e importadas desde las montañas de la zona maya en la parte central de Belice, localizada a más de 100 km al sur (Hammond, 1991: fig. 9.7), demuestran que hasta los recursos más básicos podían obtenerse por medio del comercio. Aquí se puede apreciar la reconstrucción de Diego Rivera: con el uso, el metate se desgastaba, por lo que el polvo de la piedra se incorporaba a los alimentos. Como resultado de esto, los dientes de los consumidores también se desgastaban; por ejemplo, en un hombre de 25 años de edad el problema era tal que la dentadura estaba dañada hasta el nivel de la dentina y mostraba evidencia de caries.

Con el uso del método de flotación se procesaron más de 10 toneladas de depósitos en Cuello; así pudieron recuperarse los restos de moluscos, incluyendo el caracol comestible Pomacea flagellata, así como indicadores medioambientales como el Neocyclotus, huesos de aves, vértebras de pequeños peces de agua dulce, astas de venados y caparazones de tortugas y armadillos. Además, existe la evi-dencia de la madera quemada de algunas de las especies económicamente útiles como el aguacate, frutas carbonizadas y los granos y mazorcas de maíz.

Aquí se puede observar el maíz Preclásico y el moderno: se le conoce como dzit bacal, que es un tipo de maíz pequeño que se sigue cultivando para uso ritual y que utilizan los mayas del norte de Belice. Por generaciones, los habitantes de Cuello manipularon el maíz con la intención de que los granos y las mazorcas fueran más grandes y productivas (Miksicek, 1991: fig. 4.1). Este avance en la agricultura fue la condición necesaria para la aparición de las primeras ciudades con densas concentraciones y poblaciones mayores.

Los mayas de Cuello también cultivaban mandioca (yuca), un tubérculo que cocinaban con pescado. La mandioca es difícil de recuperar debido a su pulpa suave y fibrosa, pero se le puede identificar con un microscopio electrónico de barrido, así como a la malanga y posiblemente al camote (batata) (Hather y Hammond, 1994). La variedad de vegetales que consumían los habitantes de Cuello incluía maíz, frijol, calabaza, aguacate, anona, guanábana, cacao y chayote. Parece ser que el ramón no lo consumían frecuentemente, y si lo consumían sólo era como último recurso.

Los mayas preclásicos no eran vegetarianos; también comían carne de venado, del venado común de cola blanca, que les proporcionaba más de 50% de su consumo de carne. Además, comían carne de perro, probablemente de perro lampiño: mataban a los cachorros cuando tenían un año, es decir, al final del primer periodo de crecimiento rápido, ya que los dientes de los perros no muestran signos de desgaste pues además los mantenían con alimentos suaves, probablemente con las mismas sobras de la comida (Clutton-Brock y Hammond, 1994). Parte de la carne también se obtenía por medio de la caza del tepezcuintle y del jabalí.

Los mayas también recolectaban caracoles comestibles. Las muestras que se encontraron en los basureros indican una alta concentración de aproximadamente 38 milímetros, comparada con una amplia gama de muestras de 100 animales recolectados en el río Hondo, cerca de Cuello. Una vez cocidos, los más grandes eran duros e insípidos mientras que los más pequeños eran tiernos y suculentos. Parece que los mayas también recolectaban la Pomacea siguiendo los indicadores de tamaño y maduración.

También colectaban peces de los pantanos y de los arroyos locales. Se tiene la evidencia de las pesas de pescar en forma de mariposa de una red que estaba abandonada en un rincón de una casa que data de 600 a.C. Anteriormente, entre los años 900 y 800 a.C., la evidencia de un pequeño chultún relleno con restos de alimentos y de cerámica utilizada para beber, jarras grandes y tazas, sugiere que se llevaban a cabo banquetes o alguna otra forma ritual de solidaridad social.

Los análisis de isótopo estable practicados en los esqueletos humanos de Cuello demuestran que el consumo de maíz y de proteína animal continuó de manera constante a lo largo del Preclásico Medio y Tardío, pero se cree que los hombres consumían más maíz que las mujeres y los niños (tal vez en forma de chicha en los banquetes rituales), y que los hombres y mujeres consumían más carne que los niños.

La mayoría de los análisis de isótopos de carbón y nitrógeno indican que los seres humanos consumían entre 30 y 35% de maíz en sus dietas y que algunos de los perros comían más maíz que los humanos, lo cual fundamenta la hipótesis que dice que su dieta estaba basada en las sobras o hasta en alimentos cocidos con maíz para darle a la carne más sabor (Tykot, et al., 1995; Van der Merwe, et al., 2000).

En los entierros y en los escombros de los mayas del Preclásico Medio se hallaron evidencias de su visión de la naturaleza. El entierro de un niño de ocho años de edad incluye colgantes de materiales exóticos: jade azul y concha marina. Además, una ocarina en forma de ave que produce cinco notas do, re, mi, fa, sol, un ave que produce sólo una nota y un armadillo que produce tres (Robin y Hammond, 1991: fig. 10.1).

Los retratos de los seres humanos incluyen figurillas femeninas, por ejemplo, una figurilla sentada que tiene senos y otras parecidas a las de Barton Ramie (Hammond, 1991: fig. 8.18d). También hay variedad de rostros y algunas figuras que pudieron haber sido utilizadas como juguetes, por ejemplo, una que data de 600 a.C. tiene dos aberturas en los pies y una boquilla en la cabeza (Hammond, et al., 1995: fig. 4). Otro ejemplo que data de 400 a. C. parece ser un hombre; aunque no hay presencia de senos, la tetilla está marcada, también porta orejeras y una diadema, y se piensa que la figurilla representa a un miembro de elite de la sociedad de Cuello (Hammond, 1991: fig. 8.19) (figura 7). Algunos de los retratos humanos más interesantes se encuentran en un estado muy deteriorado y fragmentado, por ejemplo, dos cabezas en las cuales se puede observar un solo ojo y el borde del cabello. Otro ejemplo es una vasija antropomorfa de cerámica o una que data de 400 a.C. de Kichpanhá.

Los cráneos humanos se utilizaban para elaborar artefactos. Un hueso frontal se cortaba y perforaba para usarlo como mascarón (Hammond, et al., 2002) y la sección de un hueso parietal se tallaba y agujereaba para elaborar un collar (Hammond, 1999: fig. 2).

La presencia de sellos indica las formas de comunicación simbólica que datan de 900 a. C. Se han identificado sellos planos y cilíndricos, pero uno de los ejemplares de un grupo de tres, recuperado en un entierro, tiene un diseño que incluye una figura antropomorfa, una barra como la del número cinco y un diseño parecido a una mano de cuatro dedos (Hammond, 2006b: fig. 3). Al mismo tiempo que se encontró la evidencia de posible comunicación, la presencia de machacadores de corteza sugiere que ellos mismos fabricaban el papel en el que plasmaban los símbolos (Hammond, 2006b: figs. 1 y 2). Aunque no existe evidencia de la aparición de la escritura maya previa al año 300 a. C., para San Bartolo se propone que la fecha de aparición de la escritura en el área olmeca y hacia el occidente sea alrededor del año 600 a. C. en San Andrés, Veracruz. También consta que los requerimientos técnicos para escribir, es decir, los símbolos y el papel, pudieron haber aparecido en la sociedad del Preclásico Medio en el año 900 a.C.

La complejidad de esta sociedad es evidente por el uso de materiales exóticos provenientes de destinos distantes. La obsidiana era traída desde San Martín Jilotepeque antes del año 650 a.C.: el fragmento más temprano del que se tiene conocimiento fue tallado y considerado una joya (Hammond, 1991: fig. 8.13). Las conchas marinas del Caribe eran utilizadas como instrumentos musicales, como una pequeña trompeta hecha de Strombus (Hammond, 1991: fig. 8.45), y también las utilizaban como joyería, como el collar de Dentalium encontrado en el Entierro 175 del año 600 a. C. (Hammond, et al., 1995: fig. 1). Las cuentas hechas de Strombus o de Spondylus entre los años 500 y 400 a.C. tienen una incisión circular de tres milímetros de diámetro en cada lado con un punto central de un milímetro de tamaño y todas están incrustadas con un pigmento rojo.

Uno de los objetos más destacados del periodo Preclásico Medio fue hallado en el cuello de un niño de ocho años y data de 650 a. C. Es un colgante de jade azul traslúcido que tiene una perforación en la orilla superior y posterior para evitar lastimar la parte frontal (Hammond, 1999: fig. 1). Tiene la forma de un espejo cóncavo, como los que se han encontrado en los sitios olmecas elaborados con óxidos de hierro y que, posteriormente, eran cortados en forma de Ik. Una pieza de jade tan precioso, probablemente elaborada fuera de las Tierras Bajas Mayas, encontrada en el entierro de un niño, sugiere la existencia de ciertas familias de alta posición y de una sociedad estratificada en Cuello durante el siglo VII a. C.

Otro colgante de jade azul fue recuperado del entierro de un adulto y la forma de éste se relaciona con La Venta (Hammond, 1991: fig. 9.8n). A pesar de que la fuente mineral del jade azul se ha localizado en el valle del río Montagua (Gendron, 2002), los artefactos pudieron haber sido elaborados en Tabasco con materia prima de las Tierras Bajas Mayas. Dos piezas son evidencia de la calidad artesanal de la cultura maya de principios del Preclásico Medio en Cuello. Estas cuentas (del entierro de un niño de tres años y que ascendían a más de 500 piezas) fueron elaboradas tanto con las partes rojas como blancas del caracol Spondylus. Miden menos de cinco milímetros de diámetro y la superficie está pulida, mientras que el perfil de otras tantas fue tallado como una cuña para que cuando se combinaran en una pulsera o en un collar las cuentas encajaran a la perfección.

Como se menciona previamente, el periodo Preclásico Medio en Cuello termina con la destrucción y el entierro del grupo residencial en el que se llevaron a cabo todos estos hallazgos (Hammond, 2006b). A este hecho, ocurrido aproximadamente en 400 a. C., le siguió el depósito de 31 osamentas, todas masculinas, algunas con signos de violencia, otras en forma de bultos de huesos que ya no tenían rastros de carne. Se observa una combinación de ofrenda de sacrificio y veneración ancestral, así como una proclamación de soberanía. Junto con las ofrendas se encontraron tubos de hueso tallado, de los cuales cinco estaban adornados con el diseño pop utilizado por los mayas del periodo Clásico para señalar a un soberano (Hammond, 1991: figs. 8.35-8.38), ya fueran reyes de tiempos de paz o reyes de guerra (figura 8).

Sin embargo, los gobernantes de Cuello nunca trascendieron en el mundo maya de su época. Aún en su apogeo, la población no superó los 3 500 habitantes. Por el contrario, en el occidente, en el Petén, las primeras ciudades mayas, como Nakbé y después El Mirador, empezaron a desarrollarse a finales del Preclásico Medio y principios del Preclásico Tardío. No tan lejos, al norte, en Calakmul, está presente la Estructura 2, uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura a gran escala y de la escultura arquitectónica que se haya descubierto en Mesoamérica. Al occidente de Mérida, los trabajos de Tony Andrews y Fernando Robles han proporcionado un patrón de asentamiento durante el Preclásico Medio, incluyendo las canchas de juego de pelota, que demuestran que Yucatán iba al parejo en el desarrollo de la civilización maya.

Hace más de 20 años hice una predicción: "lo que ocurrió a finales del Preclásico Medio (desde 700 a 400 a. C.) y el por qué, es uno de los temas de investigación más decisivos en la arqueología maya hoy en día: en esto reside la clave del origen de la civilización maya" (Hammond, 1986: 402). Mi aportación sobre la evidencia de Cuello y la información que otros investigadores han proporcionado sobre los descubrimientos más recientes, sugieren que hemos elaborado una evaluación correcta. Las ciudades mayas del Preclásico son una de las áreas de investigación más apasionantes de hoy en día.

 

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Información sobre el autor

Norman Hammond. Inglés. Catedrático de arqueología en la Universidad de Boston y profesor asociado en arqueología maya del Peabody Museum de la Universidad de Harvard. Miembro de la British Academy y de la Society of Antiquaries of London. En 1992 recibió el doctorado honoris causa en ciencias en la Universidad de Bradford. Ha colaborado en distintos proyectos arqueológicos en Belice, incluidos los de Lubaantún, Nim Li Punit, Nohmul, Colhá y Cuello. Desde 1992 es director de investigaciones en La Milpa, al noroeste de Belice, en colaboración con Gair Tourtellot. Entre sus publicaciones más importantes se pueden mencionar: Ancient Maya Civilization, La civilización maya y Cuello: An Early Maya Community in Belize.

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