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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.30  Ciudad de México  2007

 

Reseñas

 

Don E. Dumond, El machete y la cruz. La sublevación de campesinos de Yucatán

 

José Manuel A. Chávez Gómez

 

Traducción de Luis F. Verano. México: UNAM, Plumsock Mesoamerican Studies, Maya Educational Foundation, 2005.

 

Dirección de Estudios Históricos, INAH.

 

A fines de 1997 leí por vez primera, en su versión en inglés, el libro El Machete y la Cruz, de Don Dumond, y me impresionó por su lectura sencilla, amena y rica en información. Desde aquella época consideré que este libro debería tener una versión en español, porque sería de gran utilidad para los estudiosos de la Guerra de Castas.

El libro deja ver que el trabajo historiográfico de Dumond fue exhaustivo al consultar documentos originales, tanto la correspondencia oficial como la de los propios indígenas, en archivos de Belice, Yucatán y México, que aportaron información inédita y de primera mano. Asimismo, los datos hemerográficos fueron otra fuente de primer orden por la variedad de hechos que apoyaron y clarificaron más el proceso histórico. Lo anterior refleja una labor de años, sistemática y dedicada a la investigación, privilegiando el trabajo histórico fundamentado en fuentes primarias. sólo le faltó registrar la historia oral para corroborar datos o aportar alguno nuevo. Pero eso ya les corresponderá a otros investigadores.

Del mismo modo, el recorrido que Dumond realizó por la zona le dio un panorama más amplio sobre el gran territorio donde se desarrolló el conflicto armado, el culto de la cruz parlante, los accidentes naturales por los que pasaron los actores, los parajes donde se ocultaron los rebeldes y los pueblos más importantes para ambos bandos.

A mí parecer, el gran aporte del libro es dejar en claro cuales fueron las distintas fases de la lucha armada de los mayas peninsulares. Esto deja entrever su relación con los distintos gobiernos, tanto mexicano como inglés, y la forma en que los mayas rebeldes negociaron y obtuvieron ciertas prebendas. Asimismo, muestra las lealtades, conflictos internos e intrigas de los diferentes personajes de importancia en el liderazgo indígena del movimiento armado.

Don Dumond describe la conformación regional de la Guerra de castas y cómo el conflicto surgió en lugares donde no existían problemas de tierra ni pago de contribuciones onerosas, como en el sur de Campeche y el oriente de Yucatán, que después sería el territorio de Quintana Roo. Si leemos con cuidado el libro observaremos que la lucha comenzó debido a asuntos relacionados con la supresión de privilegios a los batabes mayas, tal como lo establece Terry Rugeley en su libro The maya Peasantry and the origins of the Caste War.

Con ello, la primera fase de la guerra se relacionó con la participación activa de ciertos linajes antiguos de los mayas, a los que los nuevos gobiernos liberales del siglo XIX les quitaron prebendas obtenidas durante la colonia sobre sus subalternos mayas. Batabes como Cecilio Chi y Jacinto Pat alzaron la voz y buscaron no perder los privilegios y el prestigio que ostentaban entre los campesinos mayas.

Dumond expone claramente cuales eran las intenciones de Pat para conservar sus bienes y, si se daba el caso, acrecentarlos por medio de la lucha armada. De ahí que él negociase la paz con el gobernador de Yucatán; y por ello entre las otras facciones del movimiento, como la de cecilio chi, se manifestó grandemente el descontento y la decisión de asesinar a Jacinto Pat para evitar la fragmentación y el debilitamiento de los rebeldes. Poco tiempo después el batab Pat es ultimado, mientras el gobierno yucateco preparaba una fuerte ofensiva militar para aniquilar a los mayas insurrectos. Al mismo tiempo, se planeó la ejecución de Cecilio Chi para mermar el liderazgo y sosegar por completo a los indígenas.

Sin embargo, el alzamiento continuó en una segunda fase donde surgieron nuevos líderes de extracción campesina, sin relación alguna con inveterados linajes mayas. Varios dirigentes mayas tenían cierto nivel de educación, por ejemplo crescencio Poot, el cual había sido aleccionado por un sacerdote católico (de quien era su sirviente). Después del asesinato del cura, Poot se unió al levantamiento volviéndose uno de sus principales comandantes.

El hecho de que un líder maya fuera instruido no era nuevo. Parece que desde la época colonial varios dirigentes insurrectos tuvieron algún tipo de preparación, dada entonces por los franciscanos. Dos ejemplos son claros: en 1671 aparece Juan Yam, líder de la sublevación de Sahcabchén, Campeche; y en 1760 surge Jacinto Uc, alias Canek, en Cisteil, Yucatán.

Para continuar con las coincidencias entre los mayas de la Guerra de castas con los mayas rebeldes de los siglos XVII y XVIII, mencionaremos las áreas por donde anduvieron. Tanto el noreste y sur de Campeche como el oriente de Yucatán fueron regiones habitadas por naturales que huían del control hispano. Estos mantuvieron cierta autonomía y contacto con poblaciones de indígenas convertidos al cristianismo. Después de ocurrida la conquista del Itzá en 1697, varias poblaciones de mayas que habían huido de la región fueron incorporadas a pueblos cristianizados. Unos años más tarde, el número de mayas se redujo drásticamente debido a las epidemias que asolaron la península. Por tal motivo, muchos indios buscaron refugio en poblaciones muy alejadas y unos cuantos permanecieron en pequeñas rancherías dispersas en la selva. Muchos de estos naturales podrían ser los antepasados directos de los mayas asentados en lo que ahora son los municipios de Hopelchén, en Campeche, y el de carrillo Puerto, Quintana Roo. Dichos pueblos tienen una "tradición", por así decirlo, de distinguirse por su carácter irascible, desconfiado, huraño y rebelde, lo que Dumond explica claramente.

En el libro El machete y la Cruz nos damos cuenta del temperamento y forma de ser de las comunidades mayas insurrectas, así como de sus diferencias locales y regionales. También leemos cuándo unos pueblos firman anticipadamente la paz con el recién instaurado gobierno campechano, y cómo sus antiguos correligionarios los tildan de traidores, por lo cual deciden atacarlos. Dicha situación provocó otro gran conflicto, sólo que ahora entre los mismos mayas: un movimiento muy fuerte de desplazados. Unos llegaron hasta el sur de Belice y otros prefirieron asentarse en pueblos mayas inmersos en la selva.

Asimismo, el gobierno mexicano de aquella época identificó a dos tipos de mayas rebeldes:

1. A uno les denominó "pacíficos", por haber firmado un acuerdo de paz, la que en realidad era muy relativa. Los llamados "pacíficos" se localizaban en el noreste y sur de Campeche.

2. El otro grupo, que continuaba insurrecto, recibió el apelativo de "bravos", los que se situaban en el oriente de Yucatán. Estos últimos estaban relacionados con la aparición del culto a una cruz parlante. Baste mencionar la gran cantidad de trabajos que se han generado respecto al tema. Dumond los ubica claramente desde sus orígenes y desarrollo hasta su permanencia. cabe resaltar que no todos los mayas comulgaban con tal creencia, si bien algunos "pacíficos" sí lo reconocían (pero muchos otros no).

También me permito agregar que entre los mayas alzados existía una forma muy propia de identificarse. Los pacíficos se reconocían como wíit'o'ob, o los que usan faldellines en el monte, y los bravos se identificaban como cruzo'ob, o la gente de la cruz.

Tal diferencia entre dos "etnias mayas" de la misma lengua se hace patente y lo demuestra fehacientemente Dumond en su libro. cada una de ellas controlaba un territorio muy bien delimitado, tenía una organización sociopolítica y religiosa muy bien estructurada con una amplia base social diseminada por distintos pueblos y rancherías, que sobrepasaba las fronteras entre las naciones mexicana, guatemalteca y el territorio de Honduras Británica.

Del mismo modo, el trabajo de Dumond nos ayuda a entender el entramado político de los gobiernos antes mencionados para negociar, según su conveniencia, tratados de límites o paz entre ellos, sin tomar en cuenta a los mayas. De igual forma, nos delinea la diversidad étnica diseminada por una gran extensión territorial, lo cual nos ayuda a comprender el por qué existen descendientes de los mayas rebeldes en el Petén guatemalteco o en Benque Viejo y El Chorro, Belice.

En este sentido quiero destacar que el trabajo de Dumond nos permite corroborar la información obtenida en el trabajo de campo. Es decir, que a través de la historia oral de los mayas, descendientes de los wíi'o'ob y cruzo'ob y de los desplazados de la Guerra de castas, podemos ubicar cronológicamente con certeza los hechos históricos narrados por ellos.

Asimismo, los trabajos arqueológicos en la region enfocados a identificar poblaciones desaparecidas y descritas por Dumond, aportarían información muy valiosa y se lograrían distinguir entre los asentamientos del siglo XIX y los prehispánicos.

Con lo anterior quiero decir que un trabajo multidisciplinario permitiría ampliar el conocimiento dado por Dumond.

Por ejemplo, gracias a la lectura El Machete y la Cruz he ubicado la época en la que se desarrollaron los pueblos de Xk'ix y Chun-Ek', ahora desaparecidos, cuyos restos aparecen por doquier cubiertos por la selva en la región de los chenes, Campeche. De la misma manera, comprendí cómo es que en el pueblo de Bullet Tree Falls, Belice, se hallaban ancianos hablantes de maya y decían ser mexicanos; tanto que un nieto de una de estas personas pensaba que todos los mexicanos hablaban maya. El me preguntó si todos los habitantes de México entendían la lengua. Y al ver que yo sabía algo inmediatamente aplicó su axioma y dijo "si eres mexicano y entiendes maya, entonces todos los mexicanos hablan maya". ¿Qué puede decir uno cuando yo era el único mexicano en Bullet Tree y, en efecto, me podía expresar en tal lengua?

En fin, estamos ante un libro imprescindible para la historiografía de la Guerra de castas; tal vez sea un nuevo clásico como los libros de Nelson Reed, La Guerra de Castas de Yucatán, y el de Alfonso Villa Rojas, Los elegidos de Dios. Además, debería ser un libro de cabecera para los mayistas en general. Por último, agrego, es una dicha tener el libro de El Machete y la Cruz en español, y el diseño de la portada está más jats'uts', o sea bonito, que en la versión en inglés.

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