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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.26  Ciudad de México  2005

 

Reseñas

 

Lynneth Lowe, El ámbar en Chiapas y su distribución en Mesoamérica

 

Tomás Pérez Suárez*

 

México. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Mayas, 2004: 171 pp. + figuras, fotos, mapas, gráficas (Cuadernos del Centro de Estudios Mayas, 31).

 

* Centro de Estudios Mayas, IIFL, UNAM.

 

Sin duda este libro viene a llenar un espacio significativo en el estudio de los materiales arqueológicos precolombinos. A través de los años y de las culturas el hombre ha conferido cargas antagónicas a las excreciones y secreciones, ya sean éstas humanas, animales, vegetales, terrestres y aun astrales, pues en muchas culturas de Mesoamérica se consideraba que el oro era excremento del Sol y la plata de la Luna. Las resinas, sangre de los árboles, como el hule, el chicle y, sobre todo, el copal, eran altamente valoradas; al grado de que el humo de este último se tenía por comida para los dioses. Es posible que los mesoamericanos igualmente atribuyeran al ámbar, resina fósil que también se quema y desprende una sustancia aromática, tuviera el mismo origen que el copal. Cabe señalar que muchos objetos de ámbar recuperados en las excavaciones arqueológicas, fueron confundidos con copal, como bien se ilustra en las páginas de este interesante trabajo que aquí se reseña.

La autora, de una manera diáfana y transparente como el material estudiado, inicia su libro con una serie de conceptos generales pero relevantes para el estudio del ámbar. En el primer capítulo, titulado "Una gema con historia", da cuenta del origen, composición química, formación geológica, características físicas, usos, denominaciones y aspectos culturales de las distintas variedades de esta resina fósil, cuya antigüedad, en el caso del ámbar chiapaneco, ronda los veinte millones de años, edad bastante joven si se le compara con otros yacimientos cuyas fechas pueden alcanzar hasta los trescientos millones de años.

También se hace mención de las distintas localidades del mundo donde se han detectado y explotado yacimientos de esta gema, registrándose el uso, en el Viejo Mundo, desde hace por lo menos treinta mil años. La constante presencia de artefactos de ámbar en los registros arqueológicos señala el aprecio que se le tenía en diversas épocas y culturas, así como sus patrones de distribución y las cambiantes rutas de comercio a lo largo de la historia. La palabra ámbar, con la que en castellano se conoce esta resina, es de origen árabe. Los griegos le llamaban electrón, y los romanos succinum.

Atendiendo a su formación académica, la autora recurre a las premisas de la llamada arqueología sistémica, y considera las cuatro diferentes etapas en las cuales puede hallarse un artefacto dentro del contexto arqueológico. Es decir su obtención y manufactura, distribución, uso o consumo, y finalmente su desecho, mediante el cual pasa del contexto sistémico al contexto arqueológico. En el caso del ámbar mesoamericano, se reconoce la falta de trabajos enfocados a la etapa de obtención y manufactura, deficiencia que se puede subsanar mediante la analogía etnográfica, ya que se considera probable que los métodos tradicionales, practicados aún en la actualidad, fueran similares a los utilizados en la época prehispánica y colonial. La información que proporcionan las fuentes históricas complementa este panorama y agrega datos que la arqueología no posee.

Sólidos y sustanciosos son los apartados donde se estudia la procedencia y caracterización química de este material y sus rutas en la arqueología del Viejo Mundo. Mediante una exhausta revisión de las técnicas utilizadas por físicos y químicos, que tanto han apoyado los estudios de procedencia, se brinda un amplio panorama de los problemas por los que han atravesado las investigaciones tendientes a esclarecer orígenes, composición y distribución del ámbar. Los resultados de esta revisión le permiten a la autora aseverar que las diversas técnicas aplicadas hasta ahora solamente permiten diferenciar el ámbar mesoamericano de los del Báltico, y aun de los dominicanos, pero que en el estado actual de los conocimientos, no es posible establecer una diferencia entre los de Simojovel y Totolapa, los dos yacimientos más importantes de Chiapas, y al parecer, las fuentes de casi todo el ámbar prehispánico conocido.

Con esta premisa, en el segundo capítulo de la obra, la autora se adentra en el estudio del ámbar en Chiapas. Destaca que aunque los yacimientos chiapanecos fueron conocidos desde tiempos prehispánicos, y su explotación continuó en la época colonial, el primer reporte moderno sobre esta gema fue realizado a fines del siglo XIX. En el apartado denominado "Antecedentes" se revisan todos los reportes modernos que a la fecha se han realizado sobre naturaleza, explotación y aprovechamiento de este recurso no renovable. También se brindan pormenores de los estudios geológicos y culturales, y se identifica la especie vegetal generadora de esta resina fósil: un antepasado del árbol que ahora llamamos guapinol (Hymenaea courbaril), de donde se generó prácticamente todo el ámbar chiapaneco.

Otro apartado de este segundo capítulo se refiere a los yacimientos y su explotación. Se analizan y describen las minas y las técnicas de extracción, así como la edad geológica de los estratos y materiales asociados, donde suelen localizarse las vetas de ámbar. Las técnicas de limpieza, tallado y pulido, de igual manera se abordan detalladamente.

Interesante también es la información sobre el uso tradicional y función de los objetos de ámbar entre los pueblos indígenas contemporáneos. Sobre todo como protección del "mal de ojo". Según esta creencia, la sustancia tiene la capacidad anímica de ser utilizada como remedio preventivo, y es capaz de asegurar la protección a quien porta estos objetos, por lo que muchos niños indígenas, y mestizos, continúan utilizando pulseras o collares con cuentas de ámbar como amuletos. Esta creencia, si bien puede tener un origen prehispánico, pudo igualmente derivar del uso de los rosarios manufacturados en ámbar, tan frecuentemente mencionados en las fuentes coloniales. La curiosa oración del ámbar, que se incluye en este libro, así lo sugiere:

Piedra ámbar que con la santísima Piedra Imán fuiste brotada de la tierra para nuestro beneficio. Por la virtud que depositó en ti la Sagrada Mano de Dios Inmortal, yo te conjuro a que libres a mi familia de los males terrenales, cures a los niños de espanto, aire de la mirada de los malignos y que con tu color de pureza noble libres mi hogar de sobresaltos y del Demonio que acecha. Por eso, ámbar, yo te llevo conmigo y te pongo en la tierna criatura, así como bendigo tus virtudes y poderío. Santiguándome contigo rezo Tres Padres Nuestros (pág. 57).

El tercer capítulo del libro, "El ámbar en Mesoamérica según las fuentes históricas", es el más extenso. Aquí, como se dice coloquialmente, la autora tuvo mucha tela de donde cortar. Todas y cada una de las fuentes coloniales, ya sean de tradición indígena o europea, que mencionan el uso de este material, fueron ampliamente analizadas. Tomando como base las obras de fray Bernardino de Sahagún y muchos otros cronistas, se brindan y esclarecen conceptos, variedades y yacimientos, según las creencias de la época prehispánica que aún estaban presentes, pero también se advierte sobre las ideas europeas que imperaban al momento de contacto y durante la época colonial.

Además de analizar la etimología de la palabra náhuatl apozonalli (espuma de agua), con la que se conocía esta gema entre los pueblos del Altiplano de México, se mencionan los nombres de las variedades según su color, mostrándonos con ello el carácter poético de los términos: Coztic apozonalli (ámbar amarillo, que tiene dentro de sí una centella de fuego). Quetzal apozonalli (ámbar verde, como las preciosas plumas del quetzal) e Iztac apozonalli (ámbar blanco, que no es transparente ni es muy precioso). Diccionarios, vocabularios, descripciones en obras generales y fuentes iconográficas, son analizadas para brindarnos un amplio panorama del significado de dichas palabras.

Rico en datos relevantes para la historia del uso del ámbar entre los pueblos del Altiplano Central, es el apartado donde se investiga el sistema de tributación implantado por los mexicas y las vías por las que los señores de Tenochtitlán se proveían de este apreciado recurso. La escrupulosa revisión de diversas fuentes coloniales permite reconstruir de qué manera, en qué reinado y cuáles fueron las vías por las que el ámbar fluía desde Chiapas hacia la gran capital del imperio mexica.

El valor simbólico de esta sustancia, al igual que otros bienes de prestigio como el jade, las plumas, el oro o el algodón, determinó su uso exclusivo en algunos sectores sociales, situación que se revisa acuciosamente en el apartado "Ornamentos y diferenciación social", donde se señalan los mecanismos a través de los cuales señores, mercaderes y guerreros podían acceder a estos objetos de uso restringido. La información que encuentra en las fuentes la autora deja ver el aprecio del ámbar, llegado por comercio, tributo o regalo desde las provincias sureñas hasta la sociedad mexica, para la elaboración de ornamentos como bezotes, orejeras, narigueras y collares, así como el papel simbólico asociado a las campañas bélicas y la jerarquía militar.

Esta revisión etnohistórica no se limita a las numerosas fuentes coloniales del Altiplano de México, sino que rebasa esta región y se investiga en el área maya, la costa del Golfo de México, Oaxaca, Michoacán e incluso en Las Antillas, más allá de los límites de Mesoamérica.

Respecto a la provincia de Chiapas, área de donde procede esta resina, la autora señala las primeras descripciones que hicieron los cronistas sobre el uso frecuente de narigueras realizadas con este preciado material y nos brinda, tras una revisión de vocabularios coloniales, el nombre con que tzeltales y tzotziles llaman al ámbar: pauch o pauchil. Los zoques de lapalapa lo nombran pahcutza, y los cakchiqueles de Guatemala lo denominan mace o macea. Por su parte, los yucatecos lo llaman maatun (piedra preciosa) o zuli mat (ámbar de Honduras). Los zapotecas, según el vocabulario de fray Juan de Córdoba de 1578, lo denominan pigáa yála, que puede traducirse como "piedra de resina", y los mixtecas le llaman yuu nduta ñuhu, literalmente "piedra-mar-sagrada", denominación que coincide con el concepto apozonalli (espuma de agua) con el que los nahuas denominan a esta sustancia. También nos brinda información sobre los términos tzarati (cristal o vidrio) y tecoecha-xunganda (resina de los tecos) con los que tarascos o pourépechas de Michoacán lo conocían.

En el capítulo titulado "Evidencias arqueológicas del ámbar en Mesoamérica", se brinda una extensa y acuciosa revisión de los contextos arqueológicos en los cuales han sido recuperados objetos de ámbar. Los datos se presentan en orden cronológico, desde las evidencias preclásicas hasta las coloniales, según las distintas regiones del territorio mesoamericano.

La evidencia más temprana, hasta ahora registrada, la tenemos en el área metropolitana olmeca, concretamente en La Venta. La presencia de ámbar en este sitio quizás está relacionada con un hacha olmeca, que ahora se exhibe en el Museo Nacional de Antropología, la cual procede de Simojovel, lugar donde se localizan los yacimientos más importantes de este material. Relevante también resulta la presencia de objetos de ámbar en los contextos tempranos de Chiapa de Corzo y San Isidro, ambos sitios localizados a orillas del río Grande de Chiapas.

Para el período Clásico se cuenta con evidencias de su uso en Kaminaljuyú y Nebaj, ambos sitios en las tierras altas de Guatemala, así como en Mirador e Izapa, en el estado de Chiapas. Varios casos también se reportan en contextos del período Posclásico. Paradójicamente del Altiplano Central, donde mejor tenemos documentado el uso del ámbar en las fuentes coloniales, los objetos recuperados en las excavaciones arqueológicas son mínimos. Solamente se reporta en una ofrenda de Tlatelolco y otra en el Templo Mayor, excavada en el año 2000.

Las exploraciones efectuadas por Agustín Delgado en la Chinantla y en el istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, permitieron recuperar varios objetos de ámbar que formaban parte de ajuares funerarios. Pero sin duda la mayor ofrenda de ámbar hasta ahora conocida pertenece a la Tumba 7 de Monte Albán, de donde proceden ocho grandes orejeras de carrete, un collar de 29 cuentas globulares con un pendiente en forma de cabeza de pato y varias cuentas sueltas que junto con otras de azabache formaban parte de la rica ofrenda de tan famosa tumba descubierta por Alfonso Caso, en la primera mitad del siglo xx. Como la autora menciona, es importante señalar que ésta fue la primera ocasión en Mesoamérica en que una pieza arqueológica de ámbar fue sometida a análisis con el fin de averiguar su composición, identificándose el material de las cuentas efectivamente como ámbar o succino.

De fechas posclásicas son varias evidencias chiapanecas, yucatecas y michoacanas, cada una de las cuales es analizada rigurosamente, en especial las excavadas por la misma autora en el sitio Cimientos, del municipio chiapaneco de Las Margaritas, que fueron determinantes para que ella se abocara a esta investigación. No podemos dejar de mencionar la excelente tipología de artefactos de ámbar con la que Lowe concluye el estudio referente a las evidencias prehispánicas.

El capítulo final del libro atañe a los análisis físico-químicos utilizados en la identificación y caracterización de los objetos de ámbar. Técnicas complejas como la espectroscopia de resonancia nuclear magnética o la emisión de rayos x inducida por partículas, dan cuenta de las dificultades que presenta el análisis del ámbar, y acertadamente se señala que este trabajo abre nuevas perspectivas para un estudio sistemático de este material. Una recapitulación a toda esta problemática se presenta en las consideraciones finales.

Como conclusión, se puede decir que este trabajo proporciona un estudio global, que considera múltiples aspectos alrededor del ámbar mesoamericano, tanto de las ciencias naturales como desde las perspectivas arqueológica, histórica y antropológica.

Consciente del potencial del estudio sobre este preciado recurso natural, la autora finaliza su investigación apuntando que excavaciones futuras, en las zonas aledañas a los yacimientos, enriquecerán nuestra comprensión del proceso de obtención y distribución de este material en la época prehispánica.

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