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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.25  Ciudad de México  2004

 

Artículos

 

Los primeros templos cristianos en el área maya: Yucatán y Belice, 1545-1585

 

Juan García Targa* y Jordi Gussinyer Alfonso

 

Universidad de Barcelona. juangarciatarga@hotmail.com

 

Resumen

El estudio de las construcciones religiosas tempranas es una forma de acercamiento a la realidad material de las comunidades indígenas mayas que sufrieron el impacto de la nueva fe, materializada en formas de distribución del espacio sacro y maneras de construir diversas de las tradicionales. A diferentes ritmos, las comunidades fueron generando formas arquitectónicas nuevas en las que se combinaban la tradición local, las directrices del nuevo culto y, fundamentalmente, la disponibilidad de medios materiales y humanos para llevar a cabo estos nuevos espacios de culto colectivo.

El objetivo de este estudio es analizar las diferentes variantes, viéndolas como prueba de la capacidad de sincretismo cultural que se dio en esta zona durante los primeros años de dominio español.

 

Abstract

The study of early religious buildings brings a way of approach to material reality of maya indigenous communities that suffered the impact of a new faith, through the distribution of sacred space and different building techniques. At its own rhythms, maya communities generated new architectural forms by the combination of local tradition, the new cult guide lines and, specially, material and human availability to create these new places of collective cult. The purpose of this study is to analyze the different variants, viewing them as a proof of the cultural capacity of syncretism developed in this region during the first years of Hispanic rule.

 

The chapels and churches of early colonial Yucatán and
Belice represented some of the most important historical
remains on the peninsula.

Andrews, 1991: 355

Introducción

Como punto de partida, debemos tener muy en cuenta que la investigación de este temprano aspecto de la arquitectura cristiana entre los pueblos de habla maya se encuentra aún en una etapa embrionaria, en buena parte porque coincide con un período bastante confuso y breve de la historia moderna del pueblo maya (Andrews, op. cit.: 356; Pendergast. 1991: 338). Las investigaciones llevadas a cabo hasta el momento nos permiten perfilar algunos aspectos puntuales referidos a modelos específicos de comportamiento y su reflejo material por lo que respecta a la planificación arquitectónica de los espacios religiosos. Al tratarse de los primeros esbozos de la implantación del cristianismo en esta área, las manifestaciones plásticas que se generan podemos definirlas, a grandes rasgos y de forma genérica, como arquitectura paleocristiana de América (Gussinyer, 1997: 143-163).

A pesar de lo dicho, desde hace unos años se cuenta con los primeros intentos de investigación en la temática, con excelentes resultados en regiones como Belice y norte de Yucatán (Andrews, op. cit.: 359) (figura 1), que nos animan a redactar las presentes notas. En este sentido, se trata de diversas intervenciones arqueológicas con notables resultados, pero quizás aún nada definitivo, puesto que falta todavía mucho por investigar (Pendergast, op. cit.: 338), pero inicios —al mismo tiempo— que están resultando ser verdaderamente esperanzadores, ya que los asentamientos son muchos y los hallazgos obtenidos hasta ahora comienzan a ser óptimos (Andrews, op. cit.: 357, 364 ss.).

Nos referimos a proyectos de investigación arqueológica que se han centrado en ese breve período de transición entre una brutal conquista durante la primera mitad del siglo XVI y la inmediata colonización a partir de finales del siglo XVI y durante el siglo XVII (Andrews, op. cit.: 355-357; Hanson, op. cit.: 17). En la actualidad son proyectos de estudio que se orientan a una finalidad muy precisa: la obtención de datos con el fin de estructurar y configurar la realidad histórica y cultural de las primeras construcciones cristianas y el ambiente cultural que las envuelve (Andrews, op. cit.: 370). Aspecto de la historia moderna de los pueblos mayas que por impreciso que parezca, no deja de ser importante (ibid.).

Por supuesto que nuestra intención no es la de ratificar la propuesta evangelizadora de las órdenes mendicantes, sino más bien ahondar en ella. Además, puede convertirse en un mayor conocimiento y profundización de su realidad en alguna de sus facetas, como puede ser, por ejemplo, el comportamiento arquitectónico y la orientación constructiva de los primeros frailes mendicantes (Andrews, op. cit.: 371); es decir, la solución arquitectónica a las primeras necesidades constructivas del cristianismo en la península de Yucatán.

Desde el punto de vista cronológico, el estudio debe incluirse en el marco de lo que denominamos arqueología virreinal o histórica. Se trata de un aspecto de la arqueología maya todavía poco estudiado pese al enorme bagaje de información escrita con la que contamos para esta etapa de la historia de Yucatán.1

Por supuesto que la información escrita —etnohistoria— por cronistas, relaciones geográficas, cédulas y otras fuentes de investigación no sólo completan la investigación arqueológica de este período, sino que son indispensables. Fundamental para contar con una base más sólida y científica sobre esta breve etapa de la arquitectura virreinal del continente americano, en particular de uno de sus aspectos más significativos: la arquitectura religiosa. A pesar de ello, debemos tener muy presente que en la mayoría de las ocasiones la documentación escrita valora casi siempre únicamente las aportaciones del pueblo que las redacta (Graham, 1991: 332), para ocultar las atrocidades cometidas. Situación de la que con frecuencia sale muy perjudicado el pueblo invadido.

Hay que tener en cuenta y no olvidar que esta faceta de la investigación arqueológica se ha visto eclipsada por la indiscutible importancia que se ha concedido a la arqueología de las culturas precolombinas. Ha sido precisamente esa trascendencia, valor y alcance de la investigación sobre el período prehispánico maya, la circunstancia que ha retrasado, y en cierta forma minimizado, los inicios y la importancia de la faceta virreinal o histórica de la arqueología maya.

A pesar de que no contamos ni contaremos nunca con los espléndidos resultados de la arqueología maya precolombina, ni siquiera de la paleocristiana del Viejo Mundo, es necesario hacer constar la necesidad de su presencia y profundizar hasta donde sea posible en su estudio. Tal vez incluso en ciertos momentos de la investigación de la historia moderna de los pueblos mayas pueda resultar indispensable su comparecencia. Propuesta que nos puede orientar y quizá clarificar, definir o poner al día diversos aspectos iniciales de la intolerable actitud conquistadora e inmediata y nefasta actividad aculturadora de la civilización occidental en la península de Yucatán (Jones, 1989). Momentos históricos que con frecuencia encontramos impregnados de esencias religiosas que más adelante se materializan en la espléndida arquitectura de los célebres monasterios mesoamericanos a partir de la segunda mitad del siglo XVI.

El estudio de este período histórico ha generado escaso interés por el desconocimiento de su existencia y, como consecuencia, por los pocos valores documentales y artísticos que los propios investigadores le suponían: "Consumada la conquista de la Nueva España, las primeras iglesias que se levantan en el país son provisionales, verdaderos cobertizos que sirven sólo para resguardar al sacerdote y a los fieles de la intemperie", afirmaba Toussaint (1962: 11).

Se trata de una especialidad en la que han participado mayoritariamente arqueólogos y etnohistoriadores. Sin embargo, durante las últimas décadas, se observa también un aumento en lo que respecta a investigadores del arte, que empiezan a interesarse más por el aspecto arqueológico-histórico que por el propiamente artístico que conllevan estas manifestaciones (Chanfón Olmos 1992- 73 y 80).

No se propone esbozar e investigar los primeros pasos del cristianismo y su inmediata expansión por toda el área maya. A pesar de que este aspecto de la invasión europea por sí sólo es una etapa decisiva y muy importante de la historia de los pueblos mayas, se pretende incidir, sobre todo, en su materialización ejemplarizada en unas primeras estructuras de una sencilla arquitectura religiosa que proponemos denominar como arquitectura paleocristiana maya. Sencillas, pero muy significativas construcciones por cuanto reflejan un alto grado de cooperación e idiosincrasia del pueblo maya como respuesta a las instrucciones constructivas de los primeros frailes mendicantes (Pendereast op cit.: 341).

 

Planteamiento del tema. Estadios del desarrollo arquitectónico.

Hipótesis de trabajo

The historical archaeology of Yucatán is still in an exploratory
and descriptive stage.

Andrews, op. cit.: 370

Desde nuestra perspectiva, tres son los rasgos fundamentales que han de tenerse en cuenta a la hora de analizar las manifestaciones arquitectónicas de este período. En primer lugar, los márgenes cronológicos dentro de los cuales se inserta el estudio; en segundo, la extensión geográfica de los mismos y, como es lógico, la desigual intensidad de los trabajos de investigación realizados en las diferentes zonas. En tercero, la gran rapidez y agilidad del proceso evangelizador en nuestra zona de estudio.

Mientras que la implantación del cristianismo en Occidente fue lenta y progresiva, en el área maya se convierte en uno de los aspectos primordiales de la empresa colonial. Esta desmesurada precipitación evangelizadora incide directamente en la aparición y desarrollo de las primeras expresiones de la arquitectura religiosa cristiana. Teniendo en cuenta la rapidez del proceso, el período analizado es muy corto. Se inicia con la llegada de los primeros frailes franciscanos a Yucatán alrededor de 1544 y termina a finales del siglo XVI (Andrews, op. cit.: 370; Hanson, op. cit.: 26). Por lo general, puede considerarse que la cronología más rigurosa para nuestro propósito abarca de la segunda mitad del siglo XVI (Andrews, op. cit.: 346) pudiendo alcanzar en algunas regiones hasta principios del siglo XVII (Bretos, 1992: 89).

El final de esta etapa coincidiría, como es lógico, con la definitiva consolidación del cristianismo en las tierras mayas, materializado por toda una serie de construcciones mucho más sólidas y complejas a nivel arquitectónico y decorativo. También tendría mucha relación con el irreversible cambio de actitud de los altos dirigentes del estamento religioso secular hacia las órdenes mendicantes establecidas en estos territorios (Ricard, 1947: 438 ss.).

La rapidez y en muchos casos, superficialidad de esa supuesta consolidación de la nueva fe en las diferentes zonas del área maya generará diversos grados reales de aculturación. De tal forma, junto a zonas que presentaron una cierta facilidad por lo que respecta al proceso de cristianización (áreas urbanas y aquellas que mostraban un interés económico evidente), encontramos zonas que por su aislamiento y desinterés económico se transformaron en espacios de refugio para los indígenas (Ciudad Real, 1873, vol. II: 408; Jones. 1989; García Targa, 1995).

A partir de este momento, se propone una relación de los diversos estadios que supusieron hitos en el proceso de consolidación de la nueva arquitectura. Es decir, cómo iban tomando cuerpo las primeras manifestaciones constructivas materializadas en una sencilla arquitectura que, de acuerdo con algunos criterios, muy estrictos según nuestra opinión, es difícil definir o considerar como tal (Toussaint, 1927: 73). A pesar de ello, pensamos que se trata una fase que nos permite vislumbrar los cimientos y posterior configuración de los magníficos monasterios construidos a partir de la segunda mitad del siglo XVI.

La propuesta cronológica que presentamos no es ni mucho menos rígida, se trata de una primera hipótesis que implica una evolución arquitectónica abierta a cambios, en número de facetas y en calidades arquitectónicas (Andrews, op. cit.: 369-370). Sin embargo, esta propuesta, con los matices pertinentes para cada zona, podría aplicarse a toda el área mesoamericana. El futuro desarrollo de los trabajos de investigación permitirá evaluar a corto y mediano plazo la validez y grado de aplicabilidad de esta hipótesis de trabajo. Teniendo en cuenta el reducido material con el que contamos hasta el momento para su configuración, el modelo evolutivo presentado adolece de un carácter excesivamente descriptivo que tendrá que acompañarse, como es lógico, por un indispensable y profundo proceso de reflexión, reinterpretación y justificación histórica y arquitectónica. Las pautas de evolución arquitectónica que se sugieren son las siguientes:

1. Construcciones provisionales2

a) Aprovechamiento de edificios existentes

b) Primeras formas: las enramadas

c) Templos enramada

d) Templos a cielo abierto

e) Iglesias pajizas

2. Construcciones definitivas

f) Templos de tipo basilical

g) Monasterios definitivos

h) Urbanismo e inicios de la arquitectura religiosa

i) Final de la arquitectura paleocristiana en América

Para el espacio mesoamericano están presentes todos los apartados que se proponen, pero para el área maya de algunos tenemos constancias precisas, de otros apenas referencias; del resto, muy poca información.3 En la relación que proponemos va implícito un cierto tratamiento cronológico que no se considera inflexible, tal vez lógico más que necesario o indispensable en algunas ocasiones (Andrews, op. cit.: 369-379).

El ordenamiento cronológico-arquitectónico propuesto forma parte de diversas hipótesis anteriores que, en mayor o menor medida, inciden en nuestra línea de trabajo (Toussaint.1927: 73; Kubler, 1990: 401-531; Hanson, op. cit.: 1722; Andrews, op. cit.: 364-368; Bretos, op. cit.).

a) Aprovechamiento de edificios existentes

Consintieron en la destrucción de sus zemes, e instalaron
en su lugar el sagrario de su templo un cuadro de la bendita
Virgen que los nuestros les dieron. Barren y friegan la
iglesia y su pavimento. Allí acuden todos para venerar con
temor y reverencia la imagen de la Virgen, Madre de Dios

Mártir de Anglería, 1964, "lib. VI"

Este modelo define las primeras y más elementales formas de expresión arquitectónica en ambos mundos. En el mundo occidental, este apartado correspondería más o menos a las construcciones conocidas con el nombre de Domus Eclesia (White, 1990: 20). Se trata del aprovechamiento de construcciones civiles ya existentes para el nuevo culto. En el área maya no contamos todavía con ningún ejemplo que nos acerque a este estadio de las primeras formas de arquitectura religiosa del Nuevo Mundo. Suponemos que este tipo de adaptaciones provisionales serían del todo habituales en los centros donde se iniciaba la cristianización de la gente. Igualmente, aquellos puntos significativos dentro de la tradición religiosa prehispánica fueron aprovechados por los frailes para perpetuar esta tradición ahora circunscrita a una nueva fe, la católica.4

No obstante, encontramos algunas referencias textuales significativas al respecto. Se refiere, por ejemplo, que algunas dependencias del Cuadrángulo de las Monjas de Uxmal fueron utilizadas como improvisado templo por los franciscanos (Hanson, op. cit.: 17). Existen además algunas notas que inciden en la existencia de este tipo de estructuras (Díaz del Castillo, 1968, vol. I: 100; Roys, 1972: 71). Igualmente, para el Altiplano Central tenemos ejemplos de este modelo que perduran todavía hasta hoy (Toussaint, 1927: fig. 1). Consideramos que un estudio más profundo de la documentación etnohistórica aportaría mayor información al respecto.

b) Primeras formas: las enramadas

[...] bautizando en un gran patio a muchos indios, que aún
entonces no había iglesias, y el sol ardía tanto que (al fraile)
quemó toda la cabeza y la cara

Motolinia, 1941, "lib. III, cap. III"

En aquellos lugares en los que no existían edificios precolombinos aprovechables para improvisar un sencillo templo cristiano, los primeros frailes recurrían a la construcción rápida y provisional de alguna forma de "cobertizo" y, una vez terminado, iniciaban de inmediato la evangelización con un sistema de enramadas (Besalanque, 1963: 82). Se trata de una forma sencilla y elemental, más que primitiva, de cubrir y en cierta manera delimitar un espacio sagrado distintivo de la nueva fe. Dentro de este tipo de construcciones podemos encontrar toda una gama de formas y acabados que en algunos casos nos acercarían a las iglesias pajizas (figuras 2-5) (3 y 4).

Esta respuesta arquitectónica ante una necesidad de tipo religioso y ritual es de carácter universal. En la tradición mesoamericana es muy habitual la existencia de este tipo de arquitectura provisional directamente relacionada con una sociedad acostumbrada a realizar casi la totalidad de las actividades al aire libre.

Para el caso maya en general y yucateco en particular era una práctica común: "El uso de ramadas entre los antiguos mayas está bien documentado. La casa maya o na tenía —y tiene— un techo de guano. En el período posclásico. hay evidencias del uso extenso de ramadas asociadas a edificios mucho más sustanciales. Al llegar los españoles a Yucatán el uso de ramadas era endémico por toda la península" (Bretos, op. cit.: 88).

No es de extrañar que en algunas ocasiones se destinaran construcciones temporales de estas características para personas de cierta relevancia social. Un ejemplo significativo al respecto lo encontramos en las enramadas que se improvisaban para recibir a fray Alonso Ponce: "[...] llegó a un buen pueblo de aquella guardianía, llamado Calotmul, donde se le hizo muy solemne recibimiento, con muchas ramadas, música y gente" (Ciudad Real, op. cit., vol. II: 399).

La finalidad de este tipo de construcciones era no solamente proteger de las inclemencias del tiempo, sino también como indicación de un orden social preferente. En la actualidad todavía persiste esta costumbre entre las comunidades indígenas y mestizas durante las celebraciones religiosas (Bretos, op. cit.: 90). En el caso de la zona maya, el intenso calor y una materia prima diversificada aplicable a este tipo de construcciones, permite constatar la existencia de toda una amplia gama de formas y características en la elaboración de las mismas. Hanson (op. cit.: 21-22) diferencia para el caso yucateco una cierta variedad de enramadas que, en algunos casos, se convierten en excelentes trabajos de arquitectura temporal: simple ramada chape!, ramada chapel y complex ramada chapel.

Como es lógico, no tenemos documentación material sobre este tipo de estructuras, sin embargo, sí que tenemos constancia de su presencia y utilización muy específica en Michoacán. a través de referencias bibliográficas (Beaumont 1932, vol. III, mapa 6).

En la actualidad tenemos para Yucatán el ejemplo de Tatiz, pueblo donde puede observarse la existencia de una capilla abierta cubierta por una enramada, que nos acerca bastante a la idea de temporalidad y provisionalidad que queremos manifestar para este apartado de la temprana arquitectura cristiana en el área maya (Bretos. op. cit.: 91 ).5

c) Templos enramada

Al otro día sin más dilación se juntaron más de dos mil
indios, repartieron entre sí cortar y traer las maderas, otros
los guanos, que como es hoja de palma, con que se cubren
las casas por tejado, otros lo que sirve de sogas, con que
atan las maderas y en aquel mismo día quedó acabada una
iglesia muy capaz y casa donde viven los religiosos.

López Cogolludo, 1957, "lib. quinto, cap. VII": 261

Los templos enramada son los primeros ensayos definidos de la arquitectura cristiana en esta zona (Hanson, op. cit.:18). Se trata de construcciones mucho más sólidas que las enramadas, pero en principio todavía no definitivas. A pesar de la sencillez estructural y material es una de las formas más habituales de la arquitectura paleocristiana de América.

Para Andrews, este estadio corresponde en su nomenclatura con el nombre de ramada chapel (op. cit.: 366-367) y para Hanson se encuadraría dentro del grupo simple ramada chapel (op. cit.: 18). En la mayoría de los casos, no pasaban de ser pequeñas avanzadas —visitas— de un centro religioso definido más o menos alejado.6 Tal vez se trata del germen, el inicio de las posteriores doctrinas o visitas que dispondrán de la iglesia y la casa de los frailes como construcciones más habituales.

Mediante los restos arqueológicos y la investigación documental es posible reconstruir tanto sus características constructivas y diseño arquitectónico, como su función religiosa (Andrews, op. cit.: 366; Hanson, op. cit.: 18-19). El registro material permite distinguir dos tipos constructivos con un mismo destino religioso. Ambos tipos se diferencian tanto en la disposición arquitectónica como en los materiales utilizados. A causa de las escasas unidades estudiadas y excavadas es todavía difícil aventurarnos a ofrecer una evolución interna segura y por tanto proponer una clasificación precisa. A pesar de lo dicho, vamos a intentarlo.

Partimos de la idea de que en ambos casos el concepto básico más antiguo surge del modelo arquitectónico que traen consigo los primeros frailes franciscanos y que gira en torno del templo cristiano tradicional (Bretos, op. cit.: 91).

Parece ser que en un principio se intenta reconstruir un diseño tradicional ejemplarizado en las construcciones de Tipú y Xcaret (figuras 2-3) (Hanson, op. cit.; Andrews, op. cit.). Otros ejemplos afines son los documentados en la primera capilla de Lamanai, Belice (Pendergast, op. cit.: 342) y Ek Balam, Yucatán (Hanson, op. cit.: 18) (figura 1).

Pero los primeros frailes de inmediato se dan cuenta de la imperiosa necesidad de adaptarse a unas necesidades culturales y ambientales muy precisas, diferentes a las que estaban acostumbrados. Este cambio de perspectiva o capacidad de adaptación al entorno puede observarse en el templo de Tancah (Miller y Farriss. 1979; Andrews, op. cit.). Más acorde con el tradicional culto al aire libre, se trata de evitar espacios cubiertos y limitados por muros envolventes, sean de bajareque o manipostería (figura 3).

En áreas de fuerte implantación rural, para improvisar un sencillo templo los primeros frailes mendicantes aprovechan, provisionalmente, la presencia de construcciones precolombinas de cierta relevancia y suficiente amplitud. Una vez adaptadas al culto cristiano servirían para los primeros propósitos de sus intenciones evangelizadoras. Edificios cuyos principios constructivos pueden aprovecharse para levantar las improvisadas iglesias cristianas. Asimismo, los materiales utilizados en estos templos provisionales eran no solamente bastante accesibles, sino muy abundantes. Al mismo tiempo, para la construcción de aquellos primeros templos los frailes mendicantes contaron con una mano de obra indígena experimentada, pero, sobre todo, con la rapidez que se asocia a una construcción de estas características.

Los frailes, de acuerdo con fray Diego López Cogolludo, en pocas horas disponían de un espacio arquitectónico bastante más sólido, definido y perdurable que las improvisadas, rústicas y tradicionales enramadas comentadas con anterioridad.

Este tipo de estructuras constatadas en los trabajos arqueológicos realizados en Belice (Tipú y Lamanai)7 y la costa de Quintana Roo (Xcaret) se caracterizan por ser pequeñas estructuras arquitectónicas que imitan las construcciones occidentales y que tienen escasa capacidad interior. Sin embargo, en Tancah,8 Quintana Roo, ya se observan varios cambios significativos. Básicamente, la supresión de los muros envolventes, permaneciendo tan sólo alrededor de un rudimentario presbiterio, generando además diversas posibilidades de circulación y posible ritualización dentro del nuevo espacio sacro.

En adelante, el templo cristiano evolucionará rápidamente hacia un tipo de iglesia que denominamos a cielo abierto (open ramada church según Andrews, op. cit.) (figura 5). Como también podremos observar en el estadio de las iglesias pajizas, al poco tiempo se constata la presencia de una cierta involución y el área destinada al pueblo se caracterizará por una rudimentaria nave abierta y techada con guano, primero con paredes de bajareque y finalmente con muros de mampostería. Esta tendencia constructiva culminará en el modelo definido por Andrews como enclosed ramada chapel (ibid.) (figura 4).

El primer tipo parece ser el que corresponde a la etapa más antigua. La diferencia arquitectónica más notoria entre una y otra es, por un lado, la capacidad interior de la nave y, por el otro, la supuesta antigüedad. La primera versión con muros envolventes sería tal vez la más primitiva (Andrews, op. cit.: 367). De acuerdo con Bretos, el término más adecuado para definir este tipo de estructuras sería el de capillas de visita (op. cit.).

Su presencia en la península de Yucatán corresponde a sencillas construcciones de planta rectangular en la que se acentúa la importancia litúrgica y religiosa de un sencillo y rudimentario presbiterio. En su aspecto externo, muy poco recuerdan a los templos de tradición occidental (Jones, op. cit.: 40). En estas primeras construcciones se constata un principio básico presente en todas las construcciones hasta finales del siglo XVI. Se trata de la presencia constante de dos espacios de igual fuerza y consideración tanto desde la perspectiva religiosa como desde la óptica espacio-arquitectónica: un espacio cubierto (el templo) y uno descubierto (el patio) (Hanson, op. cit.: 19) (figura 4). Esta dualidad como base arquitectónica que refleja una clara concepción, supone una etapa en la cual el influjo de la tradición prehispánica todavía está presente. Es, por tanto, una etapa de transición entre el mundo cultural precolombino y el bagaje cultural occidental.

Tanto los materiales como los sistemas constructivos del área cubierta de la estructura son los tradicionalmente utilizados en estas regiones, es decir: techumbre de zacate o guano sostenida por medio de una ingeniosa estructura de madera apoyada sobre horcones. Los muros laterales son casi inexistentes. Inicialmente, serán de bajareque con una burda mampostería en la parte inferior a modo de zócalo (Jones, op. cit.: 40) (figura 2), posteriormente, los muros pasarán a ser en su totalidad de mampostería. Sobre dichos muros se apoyará la techumbre que dará nombre a ese tipo de templos, iglesias pajizas, equivalente a la denominación enclosed ramada church propuesta por Andrews (op. cit.: 368) (figura 4).

Con ese tipo de templos comienza a olvidarse la tradición litúrgica prehispánica para adoptar la tradicionalmente asociada al culto cristiano-occidental, caracterizada por espacios cubiertos y delimitados por gruesos muros (Kubler, 1948: vol. II; Gussinyer y García Targa, 1993: 114).

La imagen que sobre este tipo de construcciones se intuye con base en el registro arqueológico, puede llevar a pensar que se trata de una arquitectura pobre en recursos en la mayor parte de sus facetas constructivas. Empero, no encontramos en estas sencillas iglesias pobreza arquitectónica si tenemos en cuenta las circunstancias culturales e incluso ambientales que indujeron a su construcción.

Toda el área maya cuenta con una tradición constructiva muy amplia avalada por innumerables centros ceremoniales de gran calidad y experiencia en el arte de construir (Stierling, 1964).

En esta temprana etapa de un intenso y. en muchos casos, superficial proselitismo religioso, las razones e intenciones evangelizadoras que promueven la construcción de estos primeros templos provisionales encuentran unos sistemas constructivos y materiales idóneos para tal ritmo aculturador. En las Relaciones Histórico-Geográficas de estas regiones advertimos con mucha frecuencia alusiones a una clara preferencia de materiales constructivos de origen orgánico siempre más manejables, adaptados al medio ambiente tropical húmedo. La piedra y la manipostería, consideradas como evidencia clara de una construcción más noble, quedan relegadas a un segundo término en muchos casos.

Comúnmente las casas destas provincias son de madera y varas cubiertas con paja y en otras partes con hojas de palma aunque las pudieron hacer de cal y canto a causa de las muchas piedras que ay en ella, pero dizen los naturales que hallan por más sano vivir en dichas casas de paja por los grandes calores que hace desde el mes de marco hasta septiembre (Relaciones..., 1983. vol. I: 166).

Se observa con claridad cómo un modelo arquitectónico caracterizado por la ligereza y abierto desde el punto de vista constructivo se adapta mucho mejor al ambiente y sobre todo a la sensibilidad religiosa del área maya yucateca.

d) Templos a cielo abierto9

It was not auxiliary or supplementary: it was meant to take
the place of a church as yet unbuilt.

Kubler, op. cit.. vol. II: 323

Los ejemplos correspondientes a este modelo constructivo de iglesias a cielo abierto son los que nos permiten ver una mayor similitud entre las iglesias cristianas y los templos prehispánicos. Dejando a un lado la actividad religiosa específica y basándonos únicamente en la distribución arquitectónica, el templo precolombino se compone de un amplio espacio abierto —patio o plaza— destinado al pueblo y, frente a éste, una reducida superficie cubierta, el teocalli destinada a la actividad sacerdotal. Este reducido, angosto y poco ventilado espacio sagrado se coloca siempre en un plano visual y escenográfico superior al del área destinada a la población, mediante un basamento piramidal.

En las iglesias cristianas a cielo abierto podemos observar una distribución arquitectónica muy parecida a la que acabamos de describir.10 La única diferencia reside en que el teocalli precolombino convertido en presbiterio cristiano se encuentra al mismo nivel del área destinada al pueblo.

Hay que tener en cuenta la íntima relación e incluso confusión que puede presentarse entre los términos iglesia a cielo abierto y capilla abierta. Por supuesto que la mayor diferencia radica en su función tal como su misma denominación nos indica. Pero sigue resultando bastante confuso no tan sólo el uso sino la misma denominación y, sobre todo, su finalidad exacta. G. Kubler muestra los diferentes tipos de capillas abiertas diseminadas por Mesoamérica durante el siglo XVI, con especial incidencia en Yucatán. Insiste en su cronología y utilidad pero, por desgracia, no consigue darnos un panorama claro de la justa realidad de su función y presencia en el horizonte de la arquitectura religiosa (op. cit., vol. II: 322-328).

Con frecuencia, frente al improvisado presbiterio se construye una sencilla enramada abierta que ocupa una parte del patio (Bretos, op. cit.: 90).11 Ejemplos claros de este tipo de construcciones son las iglesias de Dzibilchaltún (Folan, 1970), Tecoh (Millet et al.. 1993 y 1993a) (figura 5) y Ecab (Benavides y Andrews. 1979) (figura 4). En ambos casos se dispone de investigación arqueológica que ha revelado la estructura arquitectónica concreta. Únicamente el espacio sacro (presbiterio) y la sacristía se encuentran dentro de una edificación de manipostería. Frente a ésta se ubica la ramada de la cual únicamente se conserva (o al menos puede seguirse) una alineación que marcaba el espacio cubierto con guano (figura 5). En ambos casos se constatan las respectivas casas conventuales a poca distancia de la iglesia que, como ésta, se caracteriza por paramentos de manipostería formados por sillares.

Los trabajos de restauración en la iglesia de Tecoh permitieron además documentar la existencia de un muro de 1,5 metros de altura aproximadamente, que rodeaba el recinto religioso.

La iglesia tiene una orientación este-oeste. Consta, al igual que muchas construcciones religiosas de este momento, de un presbiterio flanqueado de dos habitaciones una de las cuales era la sacristía; ninguna de estas piezas conserva el techo, el cual probablemente haya sido de rollizos. El arco toral aún se conserva y ahí comenzaba una nave cuyo techo era de materiales perecederos a la cual generalmente se le denominaba ramada (Millet et al. 1993: 53).

Se nombran iglesias al aire libre a pesar de que en etapas algo más avanzadas se les incorpora un espacio cubierto, una techumbre de guano sin muros laterales. En Ciudad Real leemos que en el convento de Tizimín, "[...] está hecha una ramada de madera, cubierta de guano que son hojas de ciertas palmas, muy grande, ancha y larga, capaz de mucha gente, con tal curiosidad que en toda ella no hay clavo ni soga, y con todo eso es fortísima; no tiene paredes, para que así esté desahogada y entre el aire por todas partes, sino unos horcones, postes o columnas de madera recísima, sobre la que está fundada [...]" (op cit., vol. II: 398).

Como podemos comprobar, surge al poco tiempo la imperiosa necesidad de un amplio espacio techado para proteger a los nuevos cristianos de las inclemencias del tiempo, pero, al mismo tiempo, sin "paredes, para que así esté desahogada y entre el aire por todas partes". Esta circunstancia impedirá la introspección tan característica de los ritos de la fe católica. A pesar de ello, se insinúa este elemento tan característico de la arquitectura religiosa europea para proseguir con la adaptación del pueblo maya a un tipo de liturgia más tradicional, pero bastante menos innovadora. En este momento es cuando comienza a gestarse la característica distribución arquitectónica de los monasterios mesoamericanos del siglo XVI con impresionantes ejemplos en el área maya.

Con estas sencillas construcciones religiosas se logra cumplir con las necesidades más urgentes de orden litúrgico. Por un lado, la nueva distribución permite reunir en un mismo espacio de culto a un creciente número de nuevos cristianos. Por otro lado, con la consecución de esta nueva fórmula de templo cristiano verdaderamente innovadora, patio/templo a cielo abierto, se elude el problema de congregar a la población indígena para acudir y participar en los actos religiosos en espacios cerrados, evitando la sensación de claustrofobia entre una población no acostumbrada a congregaciones numerosas en espacios cubiertos y delimitados por muros envolventes.

Para resolver estas dos realidades, hacía falta encontrar una solución arquitectónica radicalmente diferente, que de hecho no existía en los tradicionales proyectos de arquitectura religiosa medieval europea. Solución que se alcanza a través de un espléndido sincretismo de modelos de arquitectura religiosa cuando se logra adaptar la tradicional liturgia cristiana a un culto a cielo abierto sin perder valor como tal (Gussinyer, 1996. 1997 y 1998).

Estas ligeras y sencillas construcciones configuran lo que se puede definir como una americanización del tradicional templo cristiano, sirviendo de tal forma para cobijar el altar, un espacio que funcionará como sacristía y una pequeña recámara con la pila bautismal (Ciudad Real, op. cit., vol. II: 398). Como se ha anotado, en su disposición más primitiva no existe ningún área ligeramente cubierta para proteger a los nuevos cristianos (Hanson, op. cit.: 16; Escalona Ramos. 1943: 18-21). Cuando se introdujo la superficie techada lógicamente tuvo que ser abierta y no cerrada, para acostumbrar poco a poco a los nuevos cristianos a una nueva forma de culto de carácter introvertido. De cualquier forma, el espacio cubierto es insuficiente para albergar a una población bautizada cada vez más numerosa, junto a la gran cantidad de actividades religiosas e incluso civiles que se iban realizando en el patio.

Los templos a cielo abierto son la respuesta ante esas necesidades apremiantes además de hacer menos traumáticos los intensos procesos de congregación de la población indígena. El patio, lugar de congregación, no presenta problemas constructivos, únicamente requiere los trabajos asociados a su delimitación espacial y visual. En muchos casos, las configuraciones naturales de un lugar específico son aprovechadas para esa delimitación (Escalona Ramos, op. cit.: 21).

En las tierras bajas mayas las construcciones de este tipo a veces adoptan forma de T (Andrews, op. cit.; Millet et al., 1993: 53-54). El centro de la sección horizontal de la letra alberga un rudimentario presbiterio y cada uno de los lados unas pequeñas recámaras destinadas a la sacristía y al baptisterio, respectivamente. Todo este conjunto se construye casi siempre en mampostería, techado en forma de terrado o abovedado. Conjunto que tiene cierta semejanza con los teocalli prehispánicos sin la presencia del basamento piramidal o tzacualli. Esta sección alargada recuerda un embrionario crucero, solución que no proseguirá más adelante.

La sección vertical de la letra funciona como incipiente nave. En las primeras propuestas arquitectónicas parece ser que tan sólo existe la sección horizontal. El templo a cielo abierto utilizado como capilla abierta puede interpretarse como un templo sin muros, o mejor aún, como un presbiterio sin nave (Kubler, 1990: 370). Esta solución no tiene una larga duración ya que, de inmediato, se le agrega la parte vertical para proteger a los creyentes de los intensos rayos del sol. Pero en la construcción de esta parte ligeramente cubierta, además de su función protectora, podría apreciarse la intención de comenzar a acostumbrar a la población recién adoctrinada a un espacio íntimo, de recogimiento, de introspección, tan común al culto cristiano.

En etapas más avanzadas, durante los siglos XVII y XVIII, la embrionaria nave con cubierta vegetal se cubrirá con un muro de mampostería, conservando la techumbre de guano (Messmacher, 1966: 18-19). Pero parece ser que lo más frecuente es que la sección horizontal de la letra lo sea y la vertical se cubra con un techo de guano o zacate sostenido por medio de una estructura de madera sobre horcones. En algunos casos la parte tradicional de mampostería del templo a cielo abierto se conserva e incorpora en los monasterios posteriores construidos de cal y canto con el nombre de capilla abierta (Bretos, op. cit.: 89; Hanson, op. cit.).

En algunas ocasiones, encima de la parte horizontal, construida siempre de manipostería, se yergue una interesante decoración arquitectónica que con el tiempo puede transformarse en las célebres espadañas de las iglesias del área maya. Por su ubicación y aportación al marco escenográfico general, tienen semejanzas claras con las cresterías de las construcciones prehispánicas. Como es lógico, en ambos casos se ubica sobre el área más sagrada del edificio religioso, bien sea el teocalli o el presbiterio. Estos elementos decorativo-arquitectónicos cumplen con la función de señalar al pueblo el lugar sagrado por excelencia del templo y, al mismo tiempo, ornamentarlo de acuerdo con su función privilegiada (Messmacher, op. cit.: 17-18).

Con esta sencilla solución arquitectónica se llega a la conjunción de dos formas de sensibilidad religiosa opuestas. Una de carácter extrovertido con un tradicional culto al aire libre y otra con la cubierta pajiza, como fase de aprendizaje para el pueblo maya a un tipo de culto más introvertido como era el católico.

Se logra un recinto holgado, bien delimitado pero no cerrado. Por desgracia, esta respuesta original resolverá un problema inmediato, se trató tan sólo de solventar de forma ágil y económica el acuciante problema de la masificación de nuevos cristianos en un espacio arquitectónico digno y sagrado, pero abierto y delimitado.

Esta magnífica solución a una cuestión litúrgica nueva —entendida como definitiva— no encajaba con la tradición cristiana europea. A pesar de todo, este diseño de templo católico utilizado como un recurso provisional no se olvidará. En cierta forma, se reintroducirá incorporado a las unidades monacales de los frailes mendicantes hasta finales del siglo XVI con el nombre de atrio-capilla abierta.

Al modelo de iglesias a cielo abierto le faltaba incorporar las normas del culto cristiano en armonía con una manera de pensar occidental. Estas dos formas de interpretar el culto se transforman en dos fórmulas arquitectónicas de entender la liturgia cristiana acopladas en un mismo edificio. Con esa solución se alcanza una inédita fusión de dos maneras opuestas de entender la liturgia cristiana materializada en una unidad de arquitectura religiosa inédita en su tiempo. Solución técnica que satisface las dos sensibilidades y comportamientos religiosos opuestos de un mismo credo. De acuerdo con Hanson (op. cit.: 21), se inicia con el estadio que él define con el nombre de complex ramada chapel.12 En realidad podemos descubrir en esta sencillas, pero algo más complejas unidades monacales, las primeras intenciones que nos orientan hacia la peculiar distribución arquitectónica de los monasterios mesoamericanos del siglo XVI. Antonio de Ciudad Real hace la siguiente reflexión para el sencillo monasterio de Oxcutzcab:

[...] el convento (cuya devoción es de nuestro padre San Francisco) es una casa pequeña sin claustro, nueva y fuerte, de cal y canto, y muy alegre y aseada, con cuatro celdas altas y una sala en la que está el Santísimo Sacramento; para los indios hay en el patio, que está cercado de naranjos, una buena ramada, con su capilla, coro y sacristía como en los demás conventos [op. cit., vol. II: 463).

Pronto, algunas de estas unidades de arquitectura religiosa cristiana evolucionan hacia los primeros monasterios con la presencia de diversas dependencias con o sin la iglesia tradicional delimitada (Ciudad Real, op. cit., vol. II: 398). Cuando no la hay, su lugar se asocia a una sala para el Santísimo Sacramento junto con un templo a cielo abierto como los que describimos en forma de T. Al poco tiempo a estas unidades se les agrega una iglesia pajiza, con muros laterales de manipostería, como la de Valladolid, Yucatán, que a mediados de siglo los españoles enfrentados con los frailes "quemaron dos veces el monasterio [...] con su iglesia, que era de madera y paja" (Landa, 1966: 30).

De esta manera se completará la típica unidad conventual del siglo XVI, es decir, dependencias monacales con dos iglesias, una al aire libre y la otra pajiza. De forma inmediata la construcción pajiza se cubre con una bóveda y el templo al aire libre se transforma en la tradicional capilla abierta. Así, se completa definitivamente el típico monasterio maya a partir del último cuarto del siglo XVI (Hanson, op. cit.: 21-23).

Con la presencia de este tipo de estructuras de hecho termina este período de arquitectura cristiana en el área maya que tratamos de denominar y caracterizar como paleocristiana.

e) Iglesias pajizas

El nombre de iglesias pajizas deriva de la abundante utilización que de esta expresión hacen los cronistas e historiadores de las tierras altas cuando se refieren a los primeros templos cristianos (Burgoa. 1934, vol. II: 408; Cay, 1950, vol. I: 43), expresión que en parte no se adapta muy bien al proponerla como uno de los estadios iniciales de la arquitectura cristiana en el área maya, puesto que la fase anterior, las iglesias al aire libre, en buena parte participan de esta denominación. Este estadio de la arquitectura paleocristiana, como los anteriores, recibe diferentes denominaciones.

Se desarrolla ahora el estadio más tardío de los templos provisionales que corresponde a las iglesias más definitivas y, sobre todo, bastante más resistentes. Se trata, por lo general, de sencillas unidades mucho más identificadas con el patrón arquitectónico y constructivo europeo, pero sobre todo con la sensibilidad religiosa de los cristianos del Viejo Mundo.

Habitualmente son construcciones de una sola nave delimitada con alguna forma de muros. Con frecuencia se adaptan a los sistemas constructivos de origen precolombino. La cubierta, de ahí el nombre de estos templos, es de zacate en las tierras altas y de guano en las tierras bajas, sobre una estructura de madera que se apoya directamente sobre los muros perimetrales de la iglesia. En un principio carecen de decoración arquitectónica. Se trata, por lo general de construcciones sencillas y utilitarias sin o con escasas pretensiones ornamentales. Son un símbolo evidente de la consolidación progresiva del cristianismo tanto en el orden material como en el conceptual o espiritual.

En el interior de esta categoría de iglesias pueden observarse dos estadios de desarrollo más o menos contemporáneos. Uno de ellos, característico de las tierras mayas, en cierto modo se relaciona con una provocada "involución" de los templos al aire libre con enramada. En realidad no es una forma arquitectónica desconocida, su novedad consiste en delimitar con un muro de bajareque, adobe o mampostería la enramada de los templos al aire libre. La cubierta sigue siendo de zacate o guano sobre una estructura de madera que descansa directamente en los muros laterales si es que éstos son de adobe reforzado o mampostería. Cuando todavía son de bajareque, la cubierta descansa sobre hileras de horcones. Andrews identifica este tipo de construcciones con el nombre de Enclosed Ramada Church (op. cit.: 368) (figura 4).13

En pocos años, estas primeras intenciones materializadas en las enclosed ramada churches evolucionarán hacia formas más sólidas y definitivas. Se trata de iglesias que en las áreas rurales pueden convertirse, bien en suntuosas y espaciosas doctrinas, bien en sencillas y acogedoras visitas. Templos que durante el transcurso de los años (siglos XVI y XVII) se construyen con una mayor ambición arquitectónica, pero que en escasas ocasiones presentan una riqueza ornamental (Weeks et al., 1987: 65 ss.).

Entrado el siglo XVII a menudo se construyen con cubierta de teja o se sustituye la techumbre vegetal por la de tejas. En el interior de las nuevas edificaciones se busca con frecuencia algún sistema constructivo-decorativo más definido y de mayor categoría ornamental como podían ser la bóveda de apariencia estrellada, el arco toral, etc.) que marque la separación entre el presbiterio (área sagrada) y la nave destinada al pueblo (Cussinyer, 1977). De estas iglesias contamos con numerosos ejemplares en ruinas o en las cuales todavía hay actividad religiosa.

Es en este tiempo —avanzada la segunda mitad del siglo XVI— cuando se esbozan los primeros monasterios con carácter definitivo en el seno de las iglesias al aire libre con enramada, incorporando el sistema de iglesias pajizas (Ciudad Real, op. cit., vol. II: 398). En etapas avanzadas de estas unidades arquitectónicas ya se empiezan a diferenciar las dos secciones de los célebres monasterios del siglo XVI en el área maya. Por un lado, una parte construida de "cal y canto" en la que se incluye el área conventual-privada del futuro monasterio con una sala en la que se guarda el santísimo sacramento. Se trata de la unidad monacal cuya característica principal son los espacios cubiertos. Por otro lado, un gran patio en el que se conserva el tradicional templo a cielo abierto con una gran ramada. De acuerdo con Hanson a esta subfase le correspondería un nombre muy sugestivo: Complex Ramada Chapéis (op. cit.: 21).

De forma rápida, la recámara en la que se guarda el santísimo sacramento se convierte en una iglesia de traza tradicional pero todavía con techo pajizo. En el patio, a la iglesia a cielo abierto se le suprime la enramada y se transforma en una capilla abierta (un templo al aire libre sin enramada). De forma simultánea, se construye una pequeña capilla en cada uno de los ángulos del patio. En San Juan Baptista de Tikax y en otras unidades monacales de la zona peninsular se da esta situación arquitectónica. Nos encontramos ya a un paso de los grandes monasterios de su tiempo:

El convento es una casa pequeña de cal y canto, sin claustro, con otras tantas celdas y otra sala para el santísimo sacramento, como la de Oxkutzcab. Tienen los indios su ramada, muy grande y bien hecha, y en ella una buena capilla, todo dentro del patio, el cual está cercado de naranjos y tiene cuatro capillas, en cada esquina la suya (Ciudad Real, op. cit.: 464).

 

Consideraciones finales

Como se ha podido ver, el análisis de los cambios en la arquitectura puede ser una vía significativa para el estudio de los primeros momentos del período colonial en el área maya. Cada estadio refleja de forma material los avances en el proceso de control del territorio y la evangelización de los indígenas de esta zona.

Como es lógico, cada área específica desarrollará modelos adaptados a esas condiciones puntuales, en función de una serie de variables (grado de presión colonial, riqueza del territorio, bagaje cultural prehispánico, grado de resistencia, etc.). Sin embargo, se observan en toda la zona unas líneas directrices que nos permiten individualizar esas fases o momentos de materialización de los nuevos criterios espaciales, conceptuales y religiosos.

Los estudios arqueológicos realizados hasta el momento nos permiten confiar en que la hipótesis aquí presentada podrá irse matizando en un futuro.

 

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Notas

* Colaborador del Proyecto Izamal (Centro INAH, Yucatán).

1 Además, es significativo señalar que los primeros acercamientos a la arquitectura virreinal en el área maya fueron consecuencia de la necesidad de restaurar determinados edificios que amenazaban con desaparecer dado su penoso estado de conservación. No será hasta finales de los años setenta cuando se lleven a cabo los primeros trabajos de excavación arqueológica de sitios o edificios coloniales que, además de permitir su conservación, generasen una información de tipo histórico a contrastar con las fuentes escritas, utilizadas como única vía de estudio para este periodo.

2 En el artículo únicamente desarrollaremos los estadios correspondientes a éstas. Sin embargo a lo largo del texto se hace referencia a los elementos que caracterizarán a las construcciones definitivas en tanto que algunos de sus rasgos empiezan a generarse durante esta primera etapa.

3 Como era de esperar, las tendencias y cambios que se constatan en los ejemplos presentados no se encuentran dentro de un discurso lineal, unidireccional. Además, cada zona, en función de sus particularismos históricos y ritmos diferentes de adopción del nuevo quehacer constructivo (tanto en lo material, como en lo conceptual), presenta las consecuentes diferencias tipológicas (en lo que respecta a los modelos arquitectónicos) que tienen una significación cronológica diferente. Sin embargo, en tanto que existen directrices generales para esta zona, podemos hablar de esos diferentes estadios o fases arquitectónicas.

4 Para el ámbito chiapaneco la superposición de un centro religioso católico sobre un centro religioso prehispánico es muy evidente (Gussinyer. 1977). Para el caso yucateco. Izamal y Cozumel entre otros, continuaron siendo centros de peregrinación y ejes religiosos muy importantes durante la Colonia.

5 Un ejemplo similar lo encontramos en Sitilpech, Yucatán, donde junto a la carretera puede observarse una pequeña estructura tipo enramada en la cual encontramos tres cruces cubiertas por sendos hipiles.

6 Debe recordarse que el territorio yucateco fue dividido, desde la perspectiva religiosa de los frailes franciscanos, en cinco guardianías o doctrinas, de las cuales dependían diversas iglesias de visita a las que acudían frailes itinerantes para controlar y hacer efectivas las tareas doctrinales. Desde mediados del siglo XVI los centros rectores de esas cinco guardianías fueron: Mérida. Izamal, Campeche. Maní y Conkal.

7 En ambos casos, el subsuelo de la iglesia y los espacios adyacentes fueron utilizados como zona de enterramiento. Para el caso de Tipú véase Jones y Kautz (1985: 154).

8 También en Tancah se documentaron enterramientos, unos 40, bajo el piso de la iglesia La orientación de los cuerpos presentaba rasgos típicamente cristianos, pero, en algunos casos se encontraron pequeñas ofrendas acompañando al difunto. Algunos de los cuerpos inhumados presentaban deformación craneana la cual, junto a la presencia de una ofrenda junto al altar (vaso cerámico de cronología 450-550 d. C), nos indica la pervivencia de tradiciones prehispánicas dentro del ámbito funerario, tanto en lo ideológico-simbólico como por lo que respecta a una materialización física muy clara (Miller y Farriss, op. cit.; García Targa, 1995).

9 Correspondería, con ciertos matices, a los modelos referidos por Andrews como Open Ramada Church (Andrews, op. cil.: 367-368) y por Hanson como Ramada Chapel (Hanson, op. cit.: 19-20). Andrews incluye dentro de este estadio las siguientes iglesias: Dzibilchaltún. Lamanai (segunda construcción), Tamalcab y Tecoh. Por su parte Hanson incluye dentro de este estadio las capillas de Lamanai, Dzibilchaltún. Hunacti. Tecoh. Ecab y Calotmul.

10 En un artículo reciente se han analizado los aspectos escenográficos de los asentamientos coloniales, tanto desde el punto de vista arquitectónico como urbanístico (García Targa. 2002: 54-88).

11 En Yucatán las iglesias originales, como sabemos, fueron una especie de presbiterio de piedra abovedados con vistosas y, a veces, enormes ramadas de guano en lugar de naves" (Bretos. op. cit.: 90).

12 Hanson incluye dentro de este estadio de construcciones ejemplos como los de Maní Sisal y Tizimin.

13 Andrews enumera dentro de este apartado construcciones como las de Bacalar. Calotmul. Xcalah y Ecab.

 

Información sobre los autores

Juan García Targa. Español. Licenciado en Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología por la Universidad de Barcelona. Colaborador del Proyecto Izamal (Centro INAH, Yucatán). Entre sus publicaciones sobre la temática abordada en el artículo que aquí se presenta constan: "Diseño arquitectónico y urbano en comunidades mayas coloniales: un estudio arqueológico y etnohistórico" (2002) y, en colaboración con Jordi Gussinyer, "El concepto de espacio en la arquitectura precolombina mesoamericana" y "Pueblos de Indios: sincretismo cultural y religioso en Chiapas, México, siglo XVI. Una visión arquitectónica y urbanística" (1995).

Jordi Gussinyer Alfonso. Español. Profesor titular jubilado del Departamento de Antropología Social, Historia de América y áfrica de la Universidad de Barcelona. Entre sus numerosos trabajos cabe señalar: 1997 "Arquitectura paleocristiana de Mesoamérica" (publicada en tres partes: 1997–1999) y "Espacio en la arquitectura monacal mesoamericana" (2000).

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