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Estudios de cultura maya

versión impresa ISSN 0185-2574

Estud. cult. maya vol.25  Ciudad de México  2004

 

Artículos

 

Los ornamentos de ámbar en el área maya: arqueología y etnohistoria

 

Lynneth S. Lowe

 

Centro de Estudios Mayas, IIFL, UNAM. Iynnethlowe@hotmail.com.mx

 

Resumen

En este trabajo se analiza un conjunto de evidencias, tanto arqueológicas como etnohistóricas, relacionado con la utilización del ámbar en la región maya. La tipología de los ornamentos elaborados en ámbar durante la época prehispánica incluye pendientes, cuentas para collares, orejeras, narigueras de disco y bezotes. Estas piezas se han hallado en contextos arqueológicos a partir del período Preclásico Medio, hacia 700 a.C., y, según las fuentes, se continuaron utilizando en forma tradicional durante la época colonial temprana, entre algunos grupos indígenas de Chiapas y Yucatán.

 

Abstract

In this article we analyze the archaeological and etnohistorical evidences related with the ornamental uses of amber in the Maya region. The typology of amber ornaments made during Pre-Hispanic times included pendants, beads for necklaces, earspools, nose disks and lip plugs. These pieces have been found in archaeological contexts since Middle Preclassic period, around 700 BC and, according with historical sources, they continued to be used in Traditional ways during the early colonial period in Chiapas and Yucatan.

 

El ámbar es una resina fósil de gran transparencia y brillo cuyos únicos yacimientos conocidos en Mesoamérica se localizan en las tierras altas del norte y centro de Chiapas. Desde la época prehispánica fue sumamente apreciado para la elaboración de ornamentos y, a través del intercambio, llegó a otras regiones, como el Altiplano Central, Oaxaca, la costa del Golfo, la zona zoque del occidente de Chiapas y el área maya, según puede apreciarse por la distribución de las evidencias arqueológicas y por la información registrada en las fuentes históricas.

Aunque existen yacimientos en otras partes del mundo, el ámbar de Chiapas presenta características especiales (figura 1). En forma natural aparece como nódulos de color amarillo, rojizo o dorado, en estratos de areniscas calcáreas marinas y capas de lignito en formaciones geológicas correspondientes a la parte final del Oligoceno e inicios del Mioceno, con una antigüedad de 22.5 a 26 millones de años. Se ha determinado que su origen paleobotánico fue la resina de una leguminosa del género Hymenaea, un ancestro de la planta conocida localmente como guapiñol (Langenheim, 1990). Fray Bemardino de Sahagún (1989: 790) lo describe de la siguiente forma: "El ámbar desta tierra se llama apozonalli. Dícese desta manera porque el ámbar desta tierra o estas piedras ansí llamadas son semejantes a las campanillas o enpollas del agua cuando las da el Sol en saliendo, que parece que son amarillas claras, como oro. Estas piedras hállanse en mineros en las montañas".*

Los yacimientos más conocidos se localizan en zonas de barrancas en la región de Huitiupan-Simojovel, en las Montañas del Norte (Navarrete y Lee, 1969), y otra fuente importante se encuentra en Totolapa, en el descenso hacia la Depresión Central (Bryant, 1983; Lee, 1990), aunque se han reportado más yacimientos en Ostuacán y Mal Paso, hacia el occidente.

 

Arqueología

De acuerdo con las evidencias arqueológicas la pieza de ámbar más antigua procede del sitio olmeca de La Venta y se trata de un adorno periforme fechado para el Preclásico Medio, hacia 700 a.n.e. Sin embargo, es durante el período Posclásico cuando observamos una distribución más extensa del uso de esta resina fósil en Mesoamérica, que va desde el centro de México hasta la península de Yucatán (Lowe, 2004).

La tipología de ornamentos elaborados en ámbar durante la época prehispánica incluye pendientes, cuentas, orejeras, narigueras y bezotes. Los pendientes se caracterizan por llevar una perforación en uno de sus extremos y frecuentemente aprovechan la forma natural del guijarro, como en la pieza procedente de Las Margaritas (figura 2), hallada en un basurero, o en el ejemplar que formaba parte del ajuar funerario de un entierro posclásico en Chiapa de Corzo. También se han encontrado en el contexto arqueológico algunos pendientes zoomorfos, tallados en forma de cabeza de pato, como el que formaba parte del collar de la Tumba 7 de Monte Albán, y hay otro ejemplo hallado en la ofrenda del Templo de Ehécatl en Tlatelolco.

Por su parte, las cuentas presentan una gran variedad de formas, y pueden ser esféricas, como las de la Tumba 7, tubulares o irregulares. Se conocen diversos ejemplares procedentes de Chiapa de Corzo, Toniná, Chichén Itzá y Las Margaritas (figura 3). Por lo general, se utilizaron para formar pulseras o collares, y durante la época colonial su uso se dedicó a la confección de rosarios.

Los cilindros tubulares de ámbar, hallados en pares en contextos funerarios, se conocen de Chiapa de Corzo dentro de los períodos Preclásico Tardío y Protoclásico; según las evidencias formaban parte de orejeras compuestas, colocándose el cilindro en posición intermedia, con otros elementos ornamentales hechos en jade o concha acoplados al frente y en la parte posterior. También podemos incluir en esta categoría los largos y delgados cilindros de ámbar que acompañaban las orejeras de jade halladas en la Tumba IV de Kaminaljuyú. fechada para el Clásico Temprano.

Las orejeras de carrete están representadas por los cuatro pares procedentes de la Tumba 7 de Monte Albán; son ejemplo de la habilidad y delicadeza en el trabajo del ámbar.

Se puede decir que los discos son el tipo más frecuente de artefactos de ámbar encontrados durante el Posclásico. En este periodo su distribución conocida alcanza hasta la Chinantla en el noreste de Oaxaca, y la región sur del Istmo de Tehuantepec; en Chiapas se han registrado en diferentes regiones, incluyendo Simojovel. al norte y, en los altos orientales, Tenam Puente y Las Margaritas (figura 4). Por lo común han sido hallados en contextos funerarios —tumbas, entierros, osarios y urnas cinerarias, según la región—, aunque los ejemplares procedentes de Las Margaritas fueron hallados en una zona de acumulación de materiales en las orillas de una antigua laguna (Lowe, 2000).

Respecto a los bezotes de ámbar, tantas veces mencionados en las fuentes del centro de México y representados en los códices tributarios, no conocemos ningún ejemplo arqueológico, aunque por las descripciones se sabe que consistían en delgadas piezas cilíndricas o curvas que se insertaban en soportes de oro. y constituían un símbolo de valor y proezas militares, privilegio de los grandes guerreros y de los jefes de los comerciantes.

 

Etnohistoria

La primera referencia histórica colonial acerca de la utilización ornamental del ámbar en Chiapas aparece en el diario de viaje de fray Tomás de la Torre, quien llegó desde España con un grupo de frailes dominicos en 1545 a instancias del obispo fray Bartolomé de las Casas. Al llegar los religiosos a Chiapa de los Indios, después de haber salido de Ciudad Real, fueron recibidos por los indígenas chiapanecas:

Gran rato antes de que llegasen al lugar de Chiapa salió todo el Pueblo a recibirlos de esta manera. Venían adelante infinitos muchachos todos juntos y muchos mancebos con ellos [...] Tras esto vino a caballo el Español, á quien sirven en este pueblo [...], venían con él á caballo el casique que llaman Don Pedro, indio bien grave y al pareceré honrado [...], y también venía a caballo otro indio llamado Donjuán, muy principal de aquel pueblo en linaje y hacienda. Tras estos salieron los viejos del pueblo, que hay muchos y antiquísimos: venían como sus madres los parieron, escepto aquella mamita qe. llaman mantel y unas mantas pintadas como moriscas hechas una rosca y puestas sobre la cabeza. Tienen la tela de medio de la nariz abierta y allí encajada una vidriera como ámbar que les hace salir la nariz como trompa grande y esto fue lo que más se holgaron de ver (Ximénez 1929, I: 348-349).

Un siglo y medio después, esta costumbre era conservada todavía entre los habitantes de la selva lacandona —hablantes de ch'ol en opinión de Thompson (1984: 55), quienes habían permanecido hasta ese momento fuera del dominio hispano en la actual zona limítrofe entre Chiapas y Guatemala. Según fue asentado por Juan de Villagutierre y Sotomayor, relator del real y supremo Consejo de Indias (1680-1700), en su Historia de la conquista de la provincia del Itzá, reducción y progresos de la de el Lacandón, esto fue lo que observaron los españoles al llegar, en 1695, al pueblo de El Lacandón, bautizado por ellos como la Villa de Nuestra Señora de los Dolores:

Todos los indios e indias andaban, y dormían desnudos, sin que trujesen más que un ceñidor, ó como rollo de algodón, en la cintura, y de allí pendiente una faja, con que cubrían, aunque muy mal, las partes. Los indios tenían el pelo largo, y las orejas taladradas; y en los agujeros metidos palillos, de poco más, y menos grueso. Y las indias, además de traer agujereadas las orejas, traían taladradas las ternillas de las narices; y algunas usaban atravesar en ellas cañuelas; y otras traer engarzados unos círculos, del tamaño de un real de plata, de una pasta, que comúnmente se llama ámbar, de que se fabrican rosarios. (Villagutierre, 1933: 243)

A diferencia de los chiapanecas que reservaban el uso de las "narigueras" de ámbar a los ancianos del pueblo, en este caso eran las mujeres lacandonas quienes llevaban como adorno discos de ámbar colocados en el septum nasal, costumbre registrada también en otros pueblos del sur de Mesoamérica. Según es mencionado en la Recordación Florida de Fuentes y Guzmán (1972, II: 102), ésta era una usanza común entre las mujeres pipiles de la costa sur de Guatemala, ya que: "[...] en la gentilidad traían pasada la ternilla de la nariz, y en el taladro, una piedra preciosa, o un cañutillo de oro o plata [...]"

Sobre el ámbar en Chiapas existen también datos de tipo lingüístico registrados en vocabularios coloniales. En primer lugar, el Vocabulario de lengua tzeldal según el orden de Copanabastla, elaborado alrededor de 1550 por el dominico fray Domingo de Ara, incluye la siguiente entrada:

Es importante destacar que además de la palabra correspondiente para designar el ámbar, se consignó su función ornamental como narigueras, "piedra que ponían en las narices", confirmando así la presencia de esta costumbre en el siglo XVI entre los tzeltales de la Depresión Central de Chiapas.

Por su parte, el Gran Diccionario Tzotzil de Santo Domingo Zinacantan (Laughlin y Haviland, 1988: 43), de fecha desconocida, lo registra así:

Como se puede apreciar, los términos usados para designarlo son idénticos en ambas lenguas. Cabe mencionar al respecto que entre los yacimientos más importantes de esta resina fósil, localizados en la región de Simojovel, existe uno conocido como Cerro Pabuchil o "Cerro del ámbar", y otro llamado Jolpabuchil. del tzotzil jol, "cabeza, fuente, cima", y pabuchil. "ámbar", es decir, "la cabeza o fuente del ámbar" (Blom, 1959: 26).

En el Vocabulario zoque-español de Tapalapa elaborado en 1672 por fray Luis González, aparece la siguiente entrada:

donde la terminación tza significa "piedra" (ibid.: 169). En este caso también se menciona el uso del ámbar para la elaboración de cuentas, además del vocablo para designarlo.

En las tierras altas de Guatemala, el ámbar es mencionado en el Compendio de nombres en lengua cakchiquel (1704) de Pantaleón de Guzmán, quien al enumerar las piedras preciosas lo registra como:

y más adelante, en la sección dedicada a "Diversas cosas":

señalando también su uso ornamental.

Existen asimismo diversas fuentes que registraron el uso del ámbar entre los mayas de la península de Yucatán durante el siglo XVI. En primer término es mencionado en la Relación de las cosas de Yucatán, redactada hacia 1566 por fray Diego de Lauda. Al describir los "vestidos y adornos de las indias de Yucatán", consigna, "Horadábanse las narices por la ternilla que divide las ventanas por enmedio, para ponerse en el agujero una piedra de ámbar y teníanlo por gala." (Lauda, 1994: 132).

En coincidencia con lo afirmado por Lauda, la costumbre de usar narigueras de ámbar entre los mayas peninsulares es referida en varias de las Relaciones histórico-geográficas de la Gobernación de Yucatán (RIIGGY). Dentro de la respuesta a la quinceava pregunta del cuestionario, que inquiría: "Cómo se gobernaban y con quién traían guerra, y cómo peleaban, y el hábito y traje que traían y el que ahora traen", el uso de narigueras de ámbar es mencionado en seis de las relaciones pertenecientes a la jurisdicción de Mérida (RIIGGY, 1983):

1. Sinanché y Egum

2. Citilcum y Cabiché

3. Tekantó y Tepakán

4. Dzidzantún

5. Dzudzal y Chalamté

6. Tekal

La primera de ellas, corresponde a la antigua provincia de Cehpech —ubicada al norte de la actual ciudad de Mérida, abarcando parte de la costa—, y las cinco restantes pertenecen a la provincia de Ah Kin Chel. directamente al este de la anterior.

La relación de Sinanché y Egum, refiere que los yucatecos, en tiempos de paz,

[...] las orejas traían acuchilladas y esto hacían los más por sacarse sangre de ellas para hacer sacrificio a sus ídolos, y lo mismo hacían en sus vergüenzas a modo de circuncisión: todos o los más traían las orejas horadadas de grandes agujeros, y en ellos unos palos redondos hechos en la parte delantera como espejuelos, y los señores traían en ellos pegadas unas piedras azules de poco valor. Traían las narices abiertas y en ellas puestas unas pedrezuelas de ámbar, y éstos eran muy pocos [RHGGY, 1983, I: 124).

Las cinco relaciones restantes son casi idénticas entre sí en cuanto a la respuesta citada mencionando que el uso de narigueras de ámbar era básicamente una costumbre femenina, tal como lo refiere Landa; así, por ejemplo, la relación correspondiente a Dzidzantún señala que las mujeres yucatecas: "[...] horadábanse las narices y orejas y las que podían traían en ellas orejeras y en las narices una cuenta de ámbar metida. Hombres y mujeres se labraban por bien parecer, como las más veces andaban desnudos, y se embijaban cada día con tierra colorada, que había minas de ella, y los hombres se horadaban las orejas y traían orejeras, y algunos las narices" (op. cit.: 413).

La explicación del parecido entre las diversas relaciones radica en el hecho de que en todas ellas participó como colaborador Gaspar Antonio Chi, indígena culto y conocedor de las costumbres yucatecas. Considerando este detalle, es factible que la costumbre de usar narigueras de ámbar registrada por Chi, se refiriese a su región natal, la antigua provincia de Maní o Tutul Xiu, ubicada en la región Puuc.

Otros datos sobre la presencia de ornamentos de ámbar en Yucatán proceden de los diccionarios coloniales. De especial interés resulta la información consignada al respecto en el Bocabulario de Maya Than (BMT), también conocido como Diccionario de Viena, compuesto probablemente en el convento de Maní durante la segunda mitad del siglo XVI [BMT 1993: 18, 25). donde aparecen las siguientes entradas:

Gracias a este documento podemos conocer el término maya yucateco usado para denominar el ámbar —mat o matun—, destacándose su función ornamental, específicamente en forma de discos o "cuentas" como les llama el texto, que eran utilizados como narigueras por los indígenas. Asimismo, se incluye en este vocabulario el término hol nij, "horadarse las narizes" (f. 125r), indicando que ésta era una costumbre común en la región.

Según Acuña (op. cit.: nota A 310), con el término usado para el ámbar, ya sea con vocal corta o larga, mor o maat, se forman los siguientes compuestos incluidos en las entradas arriba citadas:

-mat [t]un, de mat, "ámbar" y tun, "piedra preciosa" (f. 162v), sería "piedra de ámbar", y -çuli mat, que dicho investigador traduce como "ámbar de Honduras", deducción que basa en la aparición del término çuli en diferentes entradas registradas en el Bocabulario de Maya Than. y en el Calepino Maya de Motul (CM):

-"Anonas, otras de Honduras", çuli po[o]x (BMT. 1993: 15v),

-"Çiruelas de Onduras, amarillas", çuli abal (ibid.: 58v), y

-zuliabal. "ciruelas de Honduras, amarillas, y el árbol que las lleva, danse para septiembre y octubre" (CM. 1995: 11 Ir).

Dice textualmente Acuña: "Culi, cualquiera que sea su significado, era, aparentemente, el nombre con que los mayas se referían a Honduras. No es a humo de pajas, entonces, que la cabecera del departamento de Cortés, se llame San Pedro Sula" (BMT, 1993: nota A 373).

Esto nos lleva a considerar como una posibilidad el hecho de que también pudiera llegar ámbar a Yucatán desde Honduras durante el Posclásico; aunque no existe mayor información al respecto, se conoce la existencia de algunos yacimientos en la región de la Mosquitia, cerca de la costa norte (Reyes Mazzoni, comunicación personal).

Continuando con la información lingüística, en el Arte del idioma maya... de fray Pedro Beltrán de Santa Rosa, aparece el término sulimat, como "piedra cristalina amarilla", mismo que es repetido en el Diccionario y correlaciones de don Juan Pío Pérez (Diccionario Maya Cordemex, 1980: 743).

A pesar de que en ninguna de las fuentes se menciona específicamente de dónde era obtenido el ámbar, es evidente que tuvo que ser a través de intercambios comerciales. En efecto, se sabe que para el momento del contacto con los españoles existía un intenso comercio establecido, tanto por tierra como marítimo, entre la península de Yucatán y la región de Tabasco en el Golfo de México —con centros importantes como Cimatán, la Chontalpa, Potonchán y Xicalango, donde podría obtenerse el ámbar chiapaneco que llegaba de las tierras altas—, y con la costa de Honduras, hasta el valle del río Ulúa, por el este (Chapman, 1975: 144).

 

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Nota

* Las cursivas son de la autora.

 

Información sobre la autora

Lynneth S. Lowe. Mexicana. Arqueóloga egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, maestra en Estudios Mesoamericanos por la UNAM. Ha participado en excavaciones en sitios arqueológicos de Chiapas, como Toniná y Palenque, con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y en el proyecto "Arqueología del Posclásico en Las Margaritas, Chiapas", del Centro de Estudios Mayas de la UNAM. Docente en la ENAH y la UNAM. Editora de la Revista Estudios Mesoamericanos del posgrado en Estudios Mesoamericanos de la misma Universidad. Entre sus últimas publicaciones se pueden mencionar: "Provenance studies of amber by PIXE" (2000, en colaboración con J. L. Ruvalcaba), "Evidencias arqueológicas del ámbar en el área Maya: usos y distribución" (2001), "Investigaciones recientes en el municipio de La Independencia, Chiapas" (2002, en colaboración con C. Álvarez) y El ámbar de Chiapas y su distribución en Mesoamérica (2005).

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