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Estudios de historia novohispana

versión On-line ISSN 2448-6922versión impresa ISSN 0185-2523

Estud. hist. novohisp  no.65 Ciudad de México jul./dic. 2021  Epub 20-Ene-2023

https://doi.org/10.22201/iih.24486922e.2021.65.77299 

Reseñas

César Manrique Figueroa, El libro flamenco para lectores novohispanos: una historia internacional de comercio y consumo libresco

Manuel Suárez Rivera1 
http://orcid.org/0000-0003-2552-0611

1 Universidad Nacional Autónoma de México (México), Instituto de Investigaciones Bibliográficas. Correo electrónico: manuelsr@iib.unam.mx.

Manrique Figueroa, César. El libro flamenco para lectores novohispanos: una historia internacional de comercio y consumo libresco. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 2019.


Estudiar historia del libro no es fácil. Para ser un buen historiador de la cultura impresa de la edad moderna temprana (siglos XVI al XVIII) se debe contar con un conocimiento más o menos profundo sobre una multiplicidad de temas de los que trata su objeto de estudio. De esta forma, el historiador del libro está obligado a saber (aunque sea un poco) de teología, derecho (canónico y civil), filosofía, medicina, astrología, gramática, liturgia, homilética, hagiografía, poesía (sacra y profana), devoción, religiosidad, mística y ascética, por supuesto historia (sacra y profana).1 Debe también tener, por lo menos, principios básicos de latín. Además, necesita estar familiarizado con asuntos de censura inquisitoriales, tipografía y todos los elementos que hacían posible la producción del impreso y su circulación. No se puede hacer una buena historia del libro del Antiguo Régimen sin saber algo sobre el comercio y sus dinámicas, leyes y redes a nivel local, comercio atlántico, rutas comerciales en Europa y entre Europa y América.2 En fin, no pretendo desalentar este tipo de estudios, sino destacar que una buena historia del libro deberá traer detrás de sí una sólida formación en una cantidad ingente de tópicos.

El libro flamenco para lectores novohispanos cubre las características que he mencionado brevemente. Se trata de una historia que tiene por objeto el estudio de la producción tipográfica flamenca entre los siglos XVI y XVII y que llegó a los estantes de las bibliotecas particulares e institucionales novohispanas. Incluso, uno de los grandes aciertos del libro es que, además de rastrear estas ediciones flamencas en los inventarios, ofrece la invaluable posibilidad de saber en qué biblioteca patrimonial se encuentran hoy en día dichos libros, o al menos la inmensa mayoría de ellos. Se trata, pues, de un esfuerzo bibliográfico de gran mérito que hace justicia a una de las características más visibles en los estudios del libro en la Nueva España; la presencia del mundo flamenco en los libros.

Hace ya algunos años, cuando comencé con mis primeras investigaciones sobre la imprenta novohispana, me llamaba poderosamente la atención que me encontraba constantemente con varias ciudades que no lograba identificar. Una de ellas era Antuerpia (ae); después, gracias al diccionario de Mantecón,3 supe que se trataba de Amberes. En efecto, esta fuerte presencia de los libros provenientes de los Países Bajos, concretamente de Amberes, es común en cualquier estudio del libro. Aquí encuentro el primer elemento trascendental del libro; es decir, el autor establece un precedente y una obra de referencia necesaria en lo que todos los estudiosos de la palabra impresa hemos detectado, la presencia de los Países Bajos en nuestras fuentes.

Para los lectores no acostumbrados al idioma flamenco, resulta un poco complejo seguir el hilo de nombres como los Steelsius, Nuntius, Bellerus, Keerberghen, Verdusen, Meurs, Harsey, Joanes Jacobus y Moretus ¡I, II, II y IV! Sin embargo, el libro es muy amable en ese sentido y permite establecer un orden sobre aquellos nombres de impresores a los que la mayoría de los estudiosos de la palabra impresa hemos leído constantemente, sobre todo a Plantino y sus sucesores, debido en parte a la gran calidad de sus impresos y al estado de conservación de su archivo.

En términos generales, el libro está dividido en seis capítulos e inicia con una reflexión muy interesante sobre la idea que se tenía en la Nueva España de lo flamenco para pasar a analizar los intercambios comerciales entre los llamados Países Bajos históricos y la península ibérica, y es que, hay que considerar el contexto histórico para entender las condiciones que generaron el auge de esta zona europea. Es decir, el carácter “hispano” de la ciudad de Amberes y los avatares políticos entre el dominio Habsburgo y la esfera protestante. Todos estos elementos históricos son explicados con una gran cantidad de fuentes que permiten al lector tener un panorama general o especializar más la información utilizando dicho aparato crítico.

En un segundo momento, Manrique enfoca su análisis a la producción de libros en Flandes, pero con énfasis en la impresión de ediciones en castellano. Tenemos aquí un factor decisivo que abriría eventualmente las puertas de la manufactura flamenca en el mundo y sería una gallina que produciría muchísimos huevos de oro a dinastías tipográficas como la de Plantino. En este primer momento destacan los impresores Steelsius y Nutius, quienes establecieron las bases de la alta calidad en la producción de libros impresos en la lengua de Cervantes. Algunas estrategias contemplaron la inclusión de gente letrada en la revisión de las ediciones, lo que garantizaba que el producto a ofrecer contara con los más altos índices de calidad. Otro factor que no debemos perder de vista es la debilidad que siempre mostró la imprenta hispana en la península, ya que la combinación de estos factores, entre otros, colocó a las ediciones flamencas como una de las mejores opciones para contar con libros de calidad que satisficieran la demanda lectora de la amplísima monarquía hispana.

En los capítulos III y IV, el autor ahonda sobre las redes de los impresores flamencos, las cuales incluían a comerciantes, factores, libreros y posibilitaron la circulación de libros desde la ciudad de Amberes, pasando por puertos españoles de la zona cantábrica o incluso desde Sevilla o Cádiz y Lisboa. Toda esta reconstrucción mercantil es el preámbulo ideal para entender cómo es que a lo largo de tres siglos millones de libros transitaron desde todas las ciudades europeas que tuvieron imprenta hasta los estantes más alejados del virreinato novohispano o incluso las Filipinas. En ese sentido, la investigación de Manrique sigue la línea de estudios recientes como el de Enrique González,4 Werner Thomas y Eddy Stols.5

Mención aparte merece la casa de Cristóbal Plantino, quien imprimió un sello humanista y sin parangón a sus ediciones, con la biblia políglota como el estandarte de las ediciones exquisitas y bien cuidadas desde el ámbito editorial, pero también académico. Con la muerte de Plantino sobrevino una sucesión que contó con bastante éxito y estabilidad desde el punto de vista sucesorio con los Moretus (I, II, III y IV). Como es bien sabido, parte fundamental del éxito económico de esta firma se originó en el privilegio para imprimir misales romanos y demás libros litúrgicos para el uso de la monarquía hispana. Este multimillonario privilegio fue explotado por muchos años por los descendientes de Moretus y fue, quizá, también la causa de su declive, como se señala en el texto.

En el último capítulo, Manrique hace un estudio profundo sobre los autores y ediciones flamencas en la Nueva España; para ello, tuvo a bien dividir su estudio en bibliotecas religiosas del clero regular y del secular y otras instituciones educativas. El recorrido por los libros es exhaustivo y también permite que el lector conozca los best sellers (por así decirlo) de la época, así como un perfil de las obras que se encontraban en los estantes corporativos y advertir así un potencial uso de estas lecturas por parte de los religiosos.

Esta investigación pone en la mesa de discusión un asunto de gran relevancia y que tiene que ver con el entendimiento que tenemos en ambos lados del Atlántico sobre las redes mercantiles. A lo largo de los capítulos queda claro que el libro representaba una mercancía y que las lecturas disponibles en la Nueva España eran las mismas que en Europa, justamente por la dinámica de mercado, echando abajo algunos lugares comunes sobre el atraso que existió en zonas, “periféricas” al continente europeo.6 La comercialización de las mercancías emanadas de las prensas europeas requería salir de su ciudad de origen y encontrar nodos de consumo, incluso más allá del Atlántico, lo que explica la gran presencia de textos de origen europeo en los estantes americanos, desde el establecimiento mismo de un complejo sistema mercantil atlántico en el siglo XVI.

Las conclusiones de César Manrique son muy interesantes y muestran que, al menos en la Nueva España, el libro flamenco fue sinónimo de élites letradas, de ediciones caras y bien cuidadas. Es decir, el libro flamenco circuló esencialmente en los ámbitos académicos con los franciscanos y jesuitas como los principales poseedores de la producción flamenca con libros teológicos, en latín. Esta conclusión es por demás sugerente e invita a seguir estudiando libros de otras latitudes en nuestros acervos para confirmar o contrastar los resultados de esta investigación.

Debo destacar que el libro cuenta con un apéndice muy útil que despliega los autores impresos por las prensas flamencas y la ubicación actual de estos libros en estantes mexicanos. Esta sección permite vislumbrar a los autores más prolíficos y desvela o trasluce los usos que los letrados le dieron a estos libros. En la parte final, el libro incluye un índice onomástico y toponímico que ayuda mucho al lector debido a la gran cantidad de nombres, autores e impresores que se mencionan. La edición está sumamente bien cuidada, lo que la hizo merecedora del premio Antonio García Cubas 2019 en la categoría “obra científica”.

Bibliografía

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Darnton, Robert. “Historia de la lectura.” En Peter Burke, coord. Formas de hacer historia. Madrid: Alianza, 1994. [ Links ]

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Eguiara y Eguren, Juan José. Biblioteca mexicana. Estudio preliminar, notas, apéndices, índices y coordinación general de Ernesto de la Torre Villar. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1986. [ Links ]

González, Enrique. “Del libro académico al libro popular. Perspectivas de interpretación de los antiguos inventarios bibliográficos.” En Rosa María Meyer Cosío, coord. Identidad y prácticas de los grupos de poder en México, siglos XVII-XIX, 19-39. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1999. [ Links ]

González, Enrique. “Libros de Flandes en la Nueva España.” En Werner Thomas y Eddy Stols, coord. Un mundo sobre papel: Libros y grabados flamencos en el imperio hispanoportugués (siglos XVI-XVIII). Lovaina: Acco, 2009. [ Links ]

Mantecón, José Ignacio. Índice de nombres latinos de ciudades con imprenta, 1448-1825. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1973. [ Links ]

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1Hace algunos años, Enrique González propuso un modelo para estudiar los temas que contienen los libros producidos durante el Antiguo Régimen. Dicha propuesta presupone que el estudioso debe comprender las categorías mentales en las que estaba ordenado el conocimiento en esa época, misma que obedecía al paradigma de las facultades universitarias. Véase Enrique González, “Del libro académico al libro popular. Perspectivas de interpretación de los antiguos inventarios bibliográficos”, en Identidad y prácticas de los grupos de poder en México, siglos XVII-XIX, coord. de Rosa María Meyer Cosío (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1999), 19-39.

2Sobre el alcance de la historia del libro y la lectura, conviene recordar las propuestas de Robert Darnton, quien incluso ofrece un modelo de circuito en el que se deben conocer varios aspectos sobre aquello que hacía posible la circulación de la palabra. Véanse Robert Darnton, “¿Qué es la historia del libro?”, Historias. Revista cuatrimestral del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, v. 44 (1999): 3-24; Robert Darnton, “Historia de la lectura”, en Formas de hacer historia, coord. de Peter Burke (Madrid: Alianza, 1994).

3 José Ignacio Mantecón, Índice de nombres latinos de ciudades con imprenta, 1448-1825 (México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1973).

4 Enrique González, “Libros de Flandes en la Nueva España”, en Un mundo sobre papel. Libros y grabados flamencos en el imperio hispanoportugués (siglos XVI-XVIII), coord. de Werner Thomas y Eddy Stols (Lovaina: Acco, 2009).

5Pienso en los trabajos de Werner Thomas como “Los impresores de los Países Bajos Meridionales en España e Hispanoamérica”, en Un mundo sobre papel. Libros y grabados flamencos en el imperio hispanoportugués (siglos XVI-XVIII), coord. de Werner Thomas y Eddy Stols (Lovaina: Acco, 2009).

6Esta idea de que en América hay un atraso cultural e intelectual ha sido resultado de un largo proceso ideológico eurocentrista que ha sido fomentado por varios siglos. Sobre este tema en concreto véanse, entre otros, a Enrique Dussel, “Europa, modernidad y eurocentrismo”, en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, coord. de Edgardo Lander (Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales; París: Unesco, 2000). Artículo disponible en línea en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/dussel/artics/europa.pdf; así como a Immanuel Wallerstein, “El eurocentrismo y sus avatares: los dilemas de las ciencias sociales”, 2001, disponible en https://newleftreview.es/issues/0/articles/immanuel-wallerstein-el-eurocentrismo-y-sus-avatares-los-dilemas-de-las-ciencias-sociales.pdf. La idea ha sido difundida y combatida desde, por lo menos, el siglo XVIII, con el ya famoso incidente sobre el deán de Alicante y la respuesta de Juan José Eguiara y Eguren con su Biblioteca mexicana, coordinación general, estudio preliminar, notas, apéndices e índices de Ernesto de la Torre Villar (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1986); véanse estudio preliminar, notas, apéndices e índices.

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