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Estudios de historia novohispana

versión On-line ISSN 2448-6922versión impresa ISSN 0185-2523

Estud. hist. novohisp  no.65 Ciudad de México jul./dic. 2021  Epub 20-Ene-2023

 

Obituario

Juan Manuel Pérez Zevallos (1954-2020), in memoriam

Sergio Eduardo Carrera Quezada1 

Jesús Ruvalcaba Mercado2 

1 El Colegio de México, México.

2 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México.


Querido prof: Como era su costumbre hacer todo desde temprano, esta vez no fue la excepción. Su inagotable alegría por la vida nos acompañará siempre a quienes estaremos eternamente agradecidos por compartirnos su cariño y su conocimiento. Quedaron muchas cosas pendientes y todavía mucho por aprender de usted. Nos deja con la tarea de continuar con su legado. Lo recordaremos festivamente, con el ánimo y el carisma que lo caracterizó. Mientras, acá lo celebraremos con refrescante agua de jobo, lichi o, por qué no, “unita”. Desde la Huasteca hasta Sevilla, se le va a extrañar. 

Enumerar las cualidades del profesor Juan Manuel Pérez Zevallos daría para una extensa lista y, aun así, mínimamente justa. Quien nada más lo conoció en alguna conferencia o en un salón de la ENAH, donde impartió cursos desde 1980, se quedaría con la impresión de una personalidad formal, seria y rigurosa con el trabajo académico. Quien lo conocía un poco más descubría a un hombre sonriente y vivaz, de espíritu generoso, en quien no cabía la petulancia y menos la soberbia. Y es que el “prof”, como le decíamos sus alumnos y amigos, rompió muchos esquemas y estereotipos en varios sentidos. Aprender con él y viajar a su lado en los caminos del conocimiento histórico fue sumamente enriquecedor, grato y por demás divertido.

Juan Manuel Pérez Zevallos (La Orolla, Perú, 1954-Ciudad de México, 2020) fue un lector asiduo y selectivo de una amplia gama de temas y asuntos, y muy impresionante de documentos de archivo con letra que verdaderamente pocas personas en el mundo pueden descifrar. Para él, apenas representaban un reto… o una diversión. Al revisar el libro de Donald Chipman, que el CIESAS publicó en la Colección Huasteca, y cotejar las citas del juicio de residencia de Nuño de Guzmán, dijo: “Chipman leyó mal”. Replicamos que no podía ser, hasta que con paciencia y una lupa explicó cómo el ganchito, la vírgula, la cadenilla en la palabra decían otra cosa, muy parecida a lo que leyó Chipman en algunas frases, pero no exactamente. Por ello concluimos, gracias a sus habilidades, que en ese aspecto la versión en español es más precisa que la original en inglés.

Muchas cosas le exasperaban, como la mala ortografía y la sintaxis incorrecta, y la impuntualidad. Solía ser uno de los primeros en llegar al CIESAS, donde inició como becario hasta convertirse en profesor-investigador. Las citas las hacía a las siete u ocho de la mañana y no esperaba más de cinco minutos sin importar desde donde tuviera que desplazarse el o la alumna por igual. Los citaba desde muy temprano, para corregir las tesis o comentar los textos. Siempre salían con mucho trabajo y copiosas recomendaciones bibliográficas y, sobre todo, con el sabor de una buena charla y muchos consejos no tanto escritos sino guardados en la oralidad. Lo que transmitía era conocimiento y aliento para continuar con las investigaciones y con la vida.

Sus temas de interés fueron varios y variados: los pueblos de indios, la minería, la tenencia de la tierra, las haciendas, los desastres, la movilidad de las poblaciones, la ganadería, los sistemas agrícolas, las corporaciones religiosas, las supersticiones o los precursores de la Independencia. Sin embargo, sus temas predilectos fueron la organización sociopolítica y territorial de los señoríos prehispánicos, los efectos de la conquista y las reubicaciones de los pueblos por mandato de la Corona española. Durante lustros se dedicó a seleccionar y recopilar documentación, conformando una colección especializada en dichas temáticas que resguardó con vehemente celo.

Su afable temperamento no restó exigencia a su labor académica. La pulcritud y la autocrítica son notoriamente agudas en cada una de sus publicaciones y colaboraciones, casi un centenar de ellas, entre las que se cuentan libros, artículos, capítulos y ediciones digitales. No es el espacio (no daría para ello) para enlistar su obra, pero sí se pueden mencionar sus textos sobre Xochimilco, la Huasteca, las congregaciones, centros mineros del norte, la etnohistoria en México y los Andes, y un largo etcétera que esperamos habrá forma de sistematizar.

Igualmente importante fue su pasión por el resguardo y el rescate de la memoria que, con su peculiar olfato para espulgar los legajos y hallar expedientes de gran interés, se aventuró en hurgar repositorios más modestos. Esto pasó cuando estuvo al frente del proyecto “Rescate de los archivos parroquiales de los pueblos indígenas y afromexicanos de la Huasteca (siglos XVIII-XX)”, auspiciado por el Programa de Apoyo al Desarrollo de Archivos Iberoamericanos y del Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, A. C. El rescate de archivos parroquiales y municipales puso de manifiesto que era errada la idea repetida de que la Huasteca carecía de archivos coloniales y decimonónicos; sentó o contribuyó con bases firmes para explicar la historia de la región en sus propios procesos y no por comparación con lo que sucedió en el altiplano. Entre estas aportaciones sobresalen La Huasteca en el siglo XVI (1983) y La visita de Gómez Nieto a la Huasteca (2002), así como otras más de gran valor para el conocimiento de esta región. Vale también mencionar los textos que redactó sobre el traslado de poblaciones, uno de sus temas recurrentes que, como se dijo, queda pendiente enlistar.

Fue formador de toda una generación de historiadores y etnohistoriadores. Dirigió cerca de treinta tesis de licenciatura y una quincena de maestría, de las cuales seis fueron publicadas como libros y otras tantas merecieron importantes galardones. No cabe duda de que tenía grandes dotes para la enseñanza, aunque más de una vez ésta puso a prueba su paciencia. A pesar de ello, no se limitaba a transmitir su conocimiento, sino que buscaba despertar una verdadera y profunda pasión por la vida y las propias convicciones.

Gran apasionado de viajar y la comida, aspectos que igual quedan por redactar, como fueran las visitas al Archivo General de Indias en Sevilla y otros de Perú, su país de nacimiento, o simplemente las reuniones con sus amigos más íntimos. Para nuestro desconsuelo, fue después de la celebración del día de muertos cuando su luz se apagó, el 3 de noviembre de 2020. Su partida fue sumamente prematura y nos deja con un enorme vacío. Lo recordaremos por su legado y sus grandes enseñanzas, pero sobre todo por su alegría y por ser un hombre que vivió con enorme entusiasmo.

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