SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número61Un ejemplo de teatro musical popular novohispano del siglo XVIII. El caso de la tonadilla a solo Los retratos yronicosMacarena Cordero, Rafael Gaune y Rodrigo Moreno (comp.), Cultura legal y espacios de justicia en América, siglos XVI-XIX índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Estudios de historia novohispana

versión On-line ISSN 2448-6922versión impresa ISSN 0185-2523

Estud. hist. novohisp  no.61 Ciudad de México jul./dic. 2019  Epub 04-Dic-2020

https://doi.org/10.22201/iih.24486922e.2019.61.67966 

Reseñas

Guillermo Turner, La biblioteca del soldado Bernal Díaz del Castillo

Aurora Díez-Canedo F.1 

1 Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Filológicas. aurora.diezcanedo@gmail.com

Turner, Guillermo. La biblioteca del soldado Bernal Díaz del Castillo. México: El Tucán de Virginia, /, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2016.


Con un título sorpresivo y sugerente, dando otra vuelta de tuerca al tema controvertido del soldado-cronista por antonomasia, Guillermo Turner presenta un libro que de alguna manera corona una serie de trabajos suyos anteriores sobre los conquistadores. Un libro donde expone lo que parece ser un hallazgo, el de la “biblioteca” de Bernal. Biblioteca posible o probable, su existencia sólo consta en las páginas de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Al hacer un seguimiento de los nombres propios a los que hace alusión el cronista, así como de los títulos y autores que menciona, Turner los imagina como libros casi hasta en el orden en que debieron irse colocando en una estantería. La idea de la Historia verdadera como un umbral que hay que cruzar para adentrarse en la cultura de los conquistadores de la segunda mitad del siglo xvi produce una imagen distinta de la obra y nos sitúa de nuevo ante el problema central del testigo presencial de la conquista y encomendero de Guatemala: el de sus fuentes.

Guillermo Turner emprende el camino de leer la Historia verdadera de la conquista guiado por la pregunta de si puede considerarse a Bernal un autor culto para su tiempo. La pregunta no es nueva y se han dado diversas respuestas; la que hallamos en La biblioteca del soldado combina la caracterización de la cultura de la época -y concretamente la del conquistador nacido en Medina del Campo, ciudad y cuna de imprentas y libros de gran difusión como los de caballerías- con la del coleccionista o recopilador de bibliografía en Guatemala, lugar donde redacta su Historia. Más que de un espacio físico -como lo sugiere el hablar de una biblioteca-, se trata de un acervo, heterogéneo y un tanto aleatorio, que al soldado cronista le ha costado mucho trabajo reunir y años ordenar, el cual se localiza en el espacio de su crónica manuscrita, pues no hay otro lugar ni evidencia.

Cabe destacar que, avalando el criterio de las últimas ediciones de la Historia verdadera, Turner se basa en el llamado “manuscrito de Guatemala”. Considera que éste es “por mucho, más confiable y de mayor riqueza en detalles y matices y, por tanto, de contenidos para una historia cultural, formada por indicios y signos -que remiten a representaciones y a la mentalidad de un autor del siglo XVI” (p. 28). El autor viene a situarse con ello en la línea de las ediciones críticas basadas en dicha versión, como la de José Antonio Barbón Rodríguez (2005) y más recientemente la de Guillermo Serés (2011). Respecto de la edición “oficial” de la Historia de Bernal hecha en Madrid en 1632 por fray Alonso Remón, Turner señala dos puntos importantes: primero, que el envío que hizo Bernal a España en 1575 de su manuscrito fue en cumplimiento de una cédula de 1571 que tuvo mucha circulación, ordenando que se enviaran al Consejo de Indias todos los escritos relativos a asuntos de la Nueva España; segundo, que fue Remón quien añadió la palabra “capitán” al nombre del autor en el título de la Historia, elevando con ello el estatus del soldado cronista.

Es sabido, explica Turner, que después de dicho envío Bernal siguió trabajando en su Historia (el manuscrito Guatemala) hasta poco antes de morir, hacia 1583. La fecha del final del proceso de escritura de la Historia verdadera, que se ha considerado ser 1568, por una afirmación del propio Bernal refiriéndose a que en ese año sacó en limpio su manuscrito, se prolonga en consecuencia 15 años más. En este punto, Turner rescata la observación de Ramón Iglesia, para quien Bernal nunca en realidad concluyó su libro, pues “no veía de un modo claro la manera de darle fin” (p. 137), y coloca esta opinión por encima de Carmelo Sáenz de Santa María, que se empeña en establecer como fecha fija de término de la escritura, la del envío: 1575.

Respecto del interés del autor por desentrañar el estilo y el talento de Bernal para contar historias, lo que llama su “destacada habilidad narrativa”, Turner encuentra una analogía entre el soldado-cronista y Menocchio, el protagonista de El queso y los gusanos (1976) de Carlo Ginzburg, molinero de Montereale capaz de articular una visión compleja sin ser poseedor de una gran cultura. Se trata de dos personas del siglo XVI con un tipo de cultura parecido por la época en que vivieron (“el contexto político y religioso de contrarreforma”, p. 172) y atípicos o que sobresalen por encima de sus circunstancias y del medio que los rodea debido a su habilidad para narrar, mediante la cual se esforzaron para “compensar” sus defectos. El símil funciona hasta cierto punto pues la cultura de los conquistadores y su “transformación social” implica la experiencia en tierras americanas, lejos del contexto y los problemas de religión a que se enfrenta en un escondido lugar de Italia alguien como Menocchio. Comoquiera, las preguntas que se plantea Ginzburg en su libro ya clásico resultan sugerentes para el estudio de Bernal. Aportan a los estudios centrados en el soldado-cronista y los motivos de su obra el enfoque de los estudios culturales de las clases subalternas y la historia de las mentalidades.

La tarea que emprende Turner es la de atender a los autores y a los libros que menciona Bernal, asunto que no es trivial ya que “[e]l soldado cronista no muestra ninguna preocupación por referirse en forma precisa y completa a los títulos de las obras a las que hace alusión” (p. 161). Al identificar o “rescatar” (p. 23) los libros que leyó el conquistador y cronista, y analizar a aquellos personajes o héroes protagónicos de la Historia verdadera de la conquista, como Ulises, Agrajes, Noé, Alejandro Magno, Julio César, entre otros, Turner encuentra una guía de lectura y un método de análisis. El autor no se propone sólo esto sino que busca dilucidar en qué forma Bernal realizó sus lecturas, es decir, cómo consiguió los libros, en qué orden los leyó y cómo hizo su propio entramado. Turner encuentra en la fórmula que usa Bernal para criticar a los que él mismo llama “cronistas modernos” un recurso propio de alguien que por no ser letrado memorizó una fórmula: “Gómara, Illescas y Jovio”. Esta manera siempre igual de nombrarlos indicaría, según nuestro historiador, el orden en que los leyó, que corresponde, por otro lado, a la fecha de publicación de sus obras e indica cuándo llegaron a manos de Bernal.

Turner desarrolla en su libro esta propuesta convincente y en el capítulo ii se dedica a analizar “Las crónicas modernas”, un grupo de textos integrado por: la Historia de la conquista de México de Gómara; la Historia pontifical y católica de Illescas; Elogios o vidas breves de los caballeros antiguos y modernos de Giovio, una obra vinculada a una colección de retratos que tenía Giovio en su museo, entre ellos uno de Hernán Cortés (p. 55); la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de fray Bartolomé de las Casas; la Obra de las cosas memorables de España de Lucio Marineo Sículo, y una Historia sobre la conquista y pacificación de Guatemala, de Gonzalo de Alvarado, obra hasta hoy perdida.

El capítulo III analiza las “Obras de historia, ficción, religiosas, épicas y el romancero español”. Son 13 obras en total, desde el Amadís de Gaula hasta la Historia general o Estoria de España de Alfonso X el Sabio, pasando por Julio César, Suetonio, Salustio, el antiguo y el nuevo testamento, Flavio Josefo; no todas aparecen mencionadas en la Historia verdadera, a veces no hay más que algún indicio. Más que sorpresa ante una gran cultura sospechosa, Turner destaca la capacidad de asimilación y entramado de autores en Bernal.

Encuentra que no todos los fragmentos o frases célebres que intercala o usa Bernal en su Historia son textuales. Se sorprende al encontrar que la fuente de donde surgen muchos de los conocimientos y cultura del soldado es una sola obra de procedencia medieval: la General estoria de Alfonso X el Sabio, escrita en un castellano de la Edad Media ya en desuso en tiempos del virreinato.

Turner estudia las características y las grafías del manuscrito Guatemala. Gracias a ello saltan a la vista partes como aquella en que Bernal cuenta que “Cortés estaba haciendo sus casas y palacios y eran tamaños y tan grandes y de tantos patios como suelen decir el laborintio de Greta”, y escribe defectuosamente laborintio de Greta (p. 102), alterando tanto el sustantivo como el nombre propio de una imagen y frase muy socorrida en el siglo XVI. Pese a que esta curiosa variante lamentablemente ha sido corregida en las ediciones modernas que comúnmente leemos, la intención expresiva de Bernal está clara: las casas y palacios de Cortés eran “tamaños y tan grandes y de tantos patios” como se decía del laberinto de Creta. Sólo una lectura comparada del manuscrito y las ediciones posteriores (incluidas las modernas) es capaz de detectar estas variantes de escritura o de transcripción características de un horizonte complejo de lecturas. Otro nombre alterado que señala Guillermo Turner es el de Atalarico, el cual aparece en el capítulo XVIII de la Historia verdadera: “Escriben los coronistas por mí memorados que hacíamos tantas muertes y crueldades que Atalarico, muy bravísimo rey, y Atila, muy soberbio guerrero, según dicen y se cuentan de sus historias, en los campos catalanes no hicieron tantas muertes de hombres” (p. 114-115). ¿Quién fue este Atalarico cuya fama trascendió a la conquista de México? En la Primera crónica general de España de Alfonso X figura Ardarico, rey de los gepidas, del que seguramente Bernal conservaba un remoto recuerdo tal vez, supone Turner, proveniente de alguna compilación medieval de historia de España...

A lo largo de su libro, Turner incorpora diversas aportaciones de quienes se han ocupado de discernir acerca del quehacer historiográfico, de la historia de la conquista, de la relación entre crónica y literatura. Su bibliografía, en este aspecto, toma en cuenta trabajos de maestros de la UNAM como Rosa Camelo y Álvaro Matute; libros clásicos en la enseñanza como el Los libros del conquistador de Irving Leonard, Antiguos y modernos de José Antonio Maravall, la Historiografía indiana de Esteve Barba, por mencionar algunos; también incluye investigaciones y artículos recientes. Al retomar enfoques y visiones de libros que hoy pueden parecer superados al lado de otros más innovadores, La biblioteca del soldado muestra un trabajo consolidado a lo largo de una formación como historiador.

Hoy en día se apuesta por planteamientos metodológicos y conceptualizaciones inéditas. La biblioteca del soldado es un trabajo clásico de análisis historiográfico, pero que retoma las preguntas que se han planteado enfoques desde la historia cultural y la teoría de la recepción hasta las hipótesis de los estudios de la materialidad, pues es claro que Bernal estaba al tanto de distintos tipos de ediciones o manuscritos y Turner se pregunta por las posibles vías de acceso de los mismos.

Por su estructura y concisión, el libro es un buen material para la docencia. Con este trabajo de análisis de una obra y sus fuentes, el autor pule una faceta de Bernal Díaz del Castillo: la de lector capaz de combinar a los clásicos y los contemporáneos y la de poseedor de algunos libros. Este último rasgo es digno de ser tomado en cuenta. ¿Cómo imaginar a Bernal después de leer La biblioteca del soldado? En cualquier caso, este libro demuestra que el análisis historiográfico de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España requiere de una formación amplia en la cultura del siglo XVI más allá de lo que hoy consideramos estrictamente histórico, y que alguien como Bernal Díaz -por vías trabajosas y que aún pueden deparar sorpresas- fue capaz de reciclarla a partir de su propia circunstancia.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons