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Estudios de historia novohispana

versión On-line ISSN 2448-6922versión impresa ISSN 0185-2523

Estud. hist. novohisp  no.59 Ciudad de México jul./dic. 2018  Epub 06-Nov-2020

https://doi.org/10.22201/iih.24486922e.2018.59.66427 

Reseñas

William B. Taylor, Theater of a Thousand Wonders. A History of Miraculous Images and Shrines in New Spain

Alicia Mayer1 

1Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas

B. Taylor, William. Theater of a Thousand Wonders. A History of Miraculous Images and Shrines in New Spain. Cambridge: Cambridge University Press, 2016.


El libro de William B. Taylor, Theater of a Thousand Wonders. A History of Miraculous Images and Shrines in New Spain (Cambridge, Cambridge University Press, 2016) es un detallado y brillante análisis de la historia de los santuarios que albergaban imágenes sagradas a las que se les rendía culto en Nueva España, durante los siglos XVI al XVIII. En paralelo, la obra trata sobre la cultura material que rodeaba al santuario, las formas de veneración popular, los milagros, las peregrinaciones, las procesiones, las romerías, las reliquias y las distintas advocaciones de la virgen María, en suma, “en la economía y política de lo milagroso”.1 El autor advierte que “un estudio sinóptico de santuarios e imágenes no sólo es un compuesto de evidencia serial, sino también un intento de descubrir qué contextos estaban en juego”.2

Durante décadas, Taylor ha estudiado con profundidad santuarios, imágenes asociadas a milagros y el espacio sagrado en el México colonial. Si el lector repasa anteriores títulos de su pluma, como Ministros de lo sagrado. Sacerdotes y feligreses en el México del siglo XVIII,3Shrines and Miraculous Images in Mexico before the Reforma4 y Marvels and Miracles in Late Colonial Mexico: Three Texts in Context,5 por mencionar sólo algunos de sus trabajos, entonces se entiende mejor cómo el investigador estadounidense cierra el círculo temático con su último libro, Theater of a Thousand Wonders. Éste es el gran corolario de una larga trayectoria académica en la que por espacio de muchos años el autor ha profundizado sobre temas de la historia religiosa de nuestro país. Empero, con este libro Taylor busca cubrir un reto mayor: lograr “un relato histórico más completo”.6 El presente estudio, en suma, no sólo exhibe la geografía sagrada del México colonial, ya que estos “santuarios de imágenes”, literalmente dibujaron el paisaje espiritual del Virreinato, sino que también explica el pensamiento religioso en las prácticas devocionales, lo que lo convierte en un trabajo de muy largo aliento en lo que a la disciplina histórica se refiere.

Un eje constante en las obras de William B. Taylor es la búsqueda de continuidades profundas y duraderas en los temas que estudia, así como la indagación sobre los procesos de cambio. El catolicismo sin duda representa una de las grandes continuidades. Gracias a sus días sagrados, sacramentos, liturgia, imágenes sagradas, instituciones eclesiásticas, cofradías de laicos y, por supuesto, de santuarios de imágenes sagradas, la fe católica se volvió importante para la identidad colectiva y personal. Los devotos buscaban la presencia divina o un refugio para el espíritu a través de una imagen honrada en el santuario. La mística de imágenes sagradas y de la presencia sobrenatural fue un rasgo duradero del legado católico que fue atractivo para todas las clases sociales y que se reflejaba en sus tradiciones. Las instituciones que el autor estudia en este volumen surgieron, se desarrollaron y se transformaron con el paso del tiempo.

La presente investigación parte de una serie de cuestionantes que el historiador se hace en torno a cuándo y cómo se desarrollaron los santuarios, por qué algunos tuvieron mayor duración que otros, cómo se extendió la devoción a éstos, cuál fue la razón de que unos fueran más prominentes que otros, quiénes eran los devotos, cómo eran recibidas las imágenes allí expuestas o quiénes administraban la devoción. Las respuestas que da Taylor a cada una de estas preguntas constituye un original aporte a la historiografía actual.

Todos los estudios que ha llevado a cabo William B. Taylor durante su prolongada trayectoria como historiador tienen un carácter exhaustivo y ésta no es la excepción. El libro se divide en dos partes: la primera marca el rumbo de los patrones históricos y de los lugares de los santuarios de imágenes. Ésta, a su vez, se divide en cuatro capítulos que tratan sobre el desarrollo formativo de los santuarios de imágenes sagradas (1520-1720), su crecimiento, los cambios y continuidades que experimentaron durante el último periodo colonial, las imágenes milagrosas de Cristo y de la Madre de Dios y las advocaciones de la virgen María.

La segunda parte del libro sondea sobre la presencia divina y las creencias en el poder de las cosas. Cuenta con cinco capítulos en los que se analizan los milagros, las reliquias y otros portentos, al igual que se refiere a los impresos religiosos y sus usos, la presencia de la Cruz en el México colonial, las peregrinaciones, procesiones y romerías, es decir, todo lo que rodea al santuario mismo.

El estudio aporta una generosa introducción del autor y conclusiones para cada capítulo que dan al lector una síntesis de las ideas principales, así como una conclusión general. El corpus del libro viene acompañado de una lista de figuras, otra de mapas y tres sugerentes anexos. Taylor hace un análisis exhaustivo de las diversas fuentes que dan luz sobre cada tema, aunque advierte que hay poca documentación sobre peregrinaciones, santuarios, prácticas de los devotos, milagros, sueños, etcétera, con excepción de los casos de Nuestra Señora de Guadalupe y de los Remedios. Cabe también señalar que el aparato crítico constituye todo un estudio en sí mismo, un fascinante tratado bibliográfico comentado con amplitud y erudición, una obra-dentro-de-una-obra.

A la par, Taylor aporta juicios de valor muy importantes sobre diversos conceptos y temas históricos. Ofrece interesantes disertaciones sobre el Barroco, sobre el quehacer del historiador, sobre la hermenéutica de toda investigación histórica y de otras formas de abordar fuentes y distintos aspectos de la vida cotidiana, todo ello conducido a entender la historia social y cultural del México colonial.

En la introducción, Taylor define que el santuario era considerado literalmente como una nave de tesoros sagrados y un lugar de refugio, cuyo fin era recibir, honrar, proteger y contener la presencia divina que había sido objeto del favor local, como en un “teatro de mil maravillas”, frase que utiliza ya en 1750 el franciscano Manuel de Loizaga en su Historia de la virgen de Ocotlán.

En la primera parte del libro, que habla sobre los patrones históricos y los lugares donde se ubican los santuarios de imágenes cristianas en Nueva España, Taylor rastrea las raíces europeas que operaron en su formación y también las tendencias que incidieron en contra de esas tradiciones. Como investigador meticuloso, atento al detalle, Taylor ha estudiado con detenimiento el desarrollo de los santuarios, desde su fundación en el siglo XVII hasta su consolidación y expansión en el XVIII. Ha revisado la historia de alrededor de 500 santuarios e imágenes asociadas a éstos. El “largo siglo XVI” (pues Taylor coloca esos procesos de cambio de 1570 a 1720, como se ha subrayado ya) marca el inicio de los santuarios. Hacia 1580 existen ya, pero aún no se tiene la “infraestructura” de las devociones, del relato de milagros o imágenes de culto. Los más tempranos santuarios se localizaban en o cerca de las ciudades coloniales. Entre los más antiguos se encuentran el de Nuestra Señora de los Remedios, el de Guadalupe, el del Cristo de los siete velos, el de la virgen de Ocotlán, el de Nuestra Señora de Guanajuato, el de Nuestra Señora de Zacatecas y el de “La Conquistadora” de Puebla. En aquella centuria aún no se les asumía como imágenes prodigiosas. Las historias de apariciones dieron lugar a imágenes milagrosas, sobre todo, después de 1580, pero “el cambio sorprendente hacia las imágenes de culto en América en el siglo XVII siguió a acontecimientos en la Europa católica”.7

Concretamente, los años de 1580 a 1720, que Taylor denomina “de desarrollo formativo”, le merecen especial atención. Si bien este siglo no fue un tiempo de robusta prosperidad en Nueva España, tampoco lo fue de crisis, como en la metrópoli, y los santuarios fueron promovidos. A éstos siguió una rica cultura material. Taylor observa que, tanto las cofradías, más numerosas en la segunda mitad del siglo, como las historias devocionales impresas fueron determinantes para el impulso de santuarios e imágenes, pero ninguna fue escrita antes de 1621. Posteriormente a esta fecha, aumentaron las publicaciones sobre la historia de las imágenes devocionales, a tal grado, que en este siglo México se consideró “Capital de los sagrado”.

El año 1680 reporta crecimiento demográfico y económico. Durante este periodo, se formaron santuarios coloniales que tuvieron una larga duración. Destacan el de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, el de Nuestra Señora de la Soledad (Oaxaca), el de Nuestra Señora del Pueblito (Querétaro), el de Nuestro Señor de Chalma (Malinalco) y otros. Cada uno siguió patrones distintos. Para estos años los santuarios eran ya una característica general de la Nueva España, parte fundamental de su paisaje sagrado. El desarrollo de éstos iba acorde con las prácticas en España, pero Taylor también señala las diferencias.

Asimismo, se dio un creciente interés en imágenes sagradas y en la creencia en maravillas. Se utilizaban profusamente las imágenes en el culto y la oración. Las imágenes fueron promovidas especialmente por los jesuitas y franciscanos, obispos y sacerdotes diocesanos, conscientes en emplearlas para impresionar, excitar e infundir sentimientos en la feligresía. El siglo XVII es también una época de visionarios, mortificación de la carne, cacería de brujas y juicios inquisitoriales.

Más adelante en el libro se trata sobre el crecimiento, cambios y continuidades de los santuarios en el periodo colonial tardío. En el siglo XVIII, que es la centuria que aporta más información sistemática sobre los santuarios, ya no aparecen tantos nuevos y se establece también un menor número de cofradías. Taylor explica las razones de ello: por el escepticismo de la Ilustración, por el cobro de impuestos por parte del gobierno virreinal a estas instituciones, por la promoción de la sobriedad devocional y otros factores. La búsqueda de la piedad y de la salvación personales fue un rasgo de la religiosidad de ese tiempo.

Después de 1720 se llevaron a cabo las reformas religiosas dictadas por la monarquía española para las prácticas e instituciones. Es la época de obispos regalistas que vigilan más los espacios de culto. Deseaban evitar supersticiones y excesos en las creencias y en las prácticas devocionales del pueblo, pero sorprendentemente apoyaron la mística de los santuarios y de las imágenes sagradas. Aunque la reforma fue más evidente en Europa, también se dejó sentir en América, a partir de una religiosidad más restringida y en la laicización de devociones.

En el siglo XVIII, algunos santuarios fueron suprimidos y otros más no prosperaron. En otros casos, no es que se perdieran algunas instituciones, sino que se iban redefiniendo. Unos cuantos santuarios fueron reconocidos y registrados por varias razones que el autor explica con amplitud, entre otras, por la política gubernamental y las regulaciones del Estado borbónico. Pero también había un ambiente de escepticismo religioso y de anticlericalismo, incluso, entre las propias autoridades eclesiásticas.

Cuando Taylor explica sobre la consolidación y expansión de algunos santuarios e imágenes en esta centuria, se refiere al aumento de publicaciones, en la producción de miles de imágenes de Santos, de la Virgen y de Cristo que circulaban por todo el reino. El encanto por las imágenes sagradas no declina pese al impulso de la Ilustración por dominar la naturaleza, aplicando principios científicos que ganaron un lugar en el discurso político hacia el final de la era colonial. La mayoría de las imágenes en los santuarios religiosos continuaron como centros de culto, aunque también tuvieron variaciones a nivel local

Uno de los hitos del libro es la síntesis que William Taylor lleva a cabo sobre la historia de las advocaciones de la virgen María en el periodo colonial. Destacan naturalmente los mayores santuarios de Nueva España: el de Nuestra Señora de Guadalupe, el de Nuestra Señora de los Remedios, el de la virgen de Zapopan, el de la virgen del Pueblito o la de Ocotlán, por citar algunos. De 1709 a 1760, el culto a Nuestra Señora de Guadalupe creció dramáticamente. Empero, también otras devociones lo hicieron, gracias a ambiciosos programas promocionales, muchos de ellos orquestados por la Compañía de Jesús. Sus miembros estaban muy interesados en las imágenes con un fin didáctico. Tras su expulsión en 1767, fueron relevados por los franciscanos.

Interesado en lo ritual y lo simbólico, Taylor se concentra en la triada: santuario, imagen y en el sentido de lo divino expresado en el Barroco novohispano. Sin importar el tamaño del santuario, su singularidad durante el periodo colonial era que en él se vivía lo sagrado y lo profano, la promoción y la devoción. El autor estudia el uso que se le daba a las cosas consideradas sagradas, como esculturas, pinturas, cirios, altares, cuentas de rosarios, incienso, etcétera. La gente se acercaba al santuario porque pensaba que la Virgen estaba presente en sus imágenes, tanto es así que por ello a estas representaciones se les considera “artefactos históricos”, diseñados generalmente por las autoridades eclesiásticas, quienes se encontraban siempre atentas para evitar una mala interpretación por parte de los devotos.

Por otro lado, Taylor señala que los elementos del pasado prehispánico son también rasgos de continuidad en la tradición sagrada de Nueva España. Aunque reconoce que ha habido mucho debate sobre esto, algunos principios, prácticas y el conocimiento ritual precolonial persistieron y sufrieron también procesos de transformación. El historiador encuentra varias similitudes entre la tradición mesoamericana y la ibérica, analiza con detalle la cosmovisión mesoamericana y puntualiza la dificultad que entraña dar una explicación definitiva sobre cómo ésta sobrevivió y en qué forma estas prácticas y tradiciones de alguna manera pervivieron, mientras que ciertos tópicos, como la idolatría, por ejemplo, fueron muy atacados por las autoridades. Algunas actitudes del pasado indígena, como la fascinación por las imágenes, fueron aprovechadas por el grupo eclesiástico en pos de fines religiosos cristianos.

Por todas las razones expuestas es que en este libro convergen estudios religiosos, historia del arte, antropología, literatura colonial, historia y sociología, tanto sobre la temprana modernidad en Europa como en América Latina. Además, la narrativa histórica se acompaña de ejemplos de casos concretos directamente tomados de las fuentes primarias, que ayudan al lector a ver realidades distintas dentro de la esfera de acción de individuos protagonistas de los sucesos del pasado.

Taylor es un estudioso que señala a cada paso la dificultad que entraña al historiador dar respuestas fáciles a fenómenos complejos y no pierde de vista que en el desarrollo de los acontecimientos del pasado se sucede en cada elemento de análisis la adición, la sustracción, la mezcla, la hibridación, la reconstitución, la acomodación, la fusión, el sincretismo, la conjugación, el intercambio asimétrico y la convergencia. Le ha interesado ver a las personas “en acción”, en su entorno, en su “sentido de lugar”, y ha puesto énfasis en la circulación de gente y cosas, además de señalar la manera como la tradición se establece y renueva. El autor tiene especial interés en cómo la tradición y la transgresión, el conflicto y la cooperación, la persistencia y la transformación, la promoción y la recepción así como la devoción espontánea desempeñaban simultáneamente, de manera distinta así como también de manera secuencial y similar entre la gente en distintos lugares y temas. Le importa desentrañar las creencias populares y las prácticas y experiencias devocionales. Taylor se niega a reducir contextos y relaciones humanas a una sola causa o patrón, pues “el pasado es accesible en fragmentos circunstanciales”. Deja claro que la cultura religiosa no es algo uniforme ni fijo. Entender, pues, el contexto, establecer la comparación y hacer conexiones son sus principales métodos de análisis.

El título del libro no podía ser más propicio para una obra que muestra, que exhibe y profundiza con rigor y amplitud sobre las creencias religiosas y sus manifestaciones materiales en un gran espacio de trescientos años. ¿No es el teatro el espacio donde la vida se pone en escena? El teatro es una expresión de la cultura. Por ello, Theater of a Thousand Wonders de William B. Taylor es una sustancial contribución al estudio del cristianismo en general y del catolicismo en particular en los extensos reinos de España en ultramar.

Bibliografía

Taylor, W. B. (1996). Magistrates of the Sacred: Priests and Parishioners in Eighteenth-Century Mexico. Stanford: Stanford University Press. [ Links ]

______ (2008). Ministros de lo sagrado. Sacerdotes y feligreses en el México del siglo XVIII. Trad. O. Mazín y P. Kersey. México: El Colegio de México. [ Links ]

______ (2010). Shrines and Miraculous Images in Mexico before the Reforma. Albuquerque: University of New Mexico Press. [ Links ]

______ (2011). Marvels and Miracles in Late Colonial Mexico: Three Texts in Context. Albuquerque: University of New Mexico Press. [ Links ]

1Taylor llama a este conjunto de elementos “la cultura material de la devoción” (2016, p.XXII).

2Taylor (2016, p.15).

3Taylor (1996).

5Albuquerque: University of New Mexico Press, 2011.

6Al decir del autor, “mi propio estudio se ha inclinado a una historia más analítica, centrada en la problemática histórica, pero como la mayoría de los historiadores que conozco busco un entendimiento más amplio”, Taylor (2016, p. 14).

7Taylor (2016, p. 45).

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