Introducción
En la tradición católica, a partir del cuarto Concilio de Letrán (1215-1216) distintos teólogos y tratadistas discurrieron sobre la forma en que sacerdotes y penitentes se debían disponer para participar en el sacramento de la confesión,1 con lo que comenzaron a aparecer distintos manuales para confesores “para proporcionar al confesor y al penitente las preguntas y las respuestas relacionadas con el sacramento”.2 Se trataba de manuscritos que bajo diversas denominaciones (Summae confessorum, Summa de casibus poenitenciae, Confessional, o Modus confitendi) abordaban estas materias en latín, y gradualmente en distintas lenguas vernáculas. Vale la pena mencionar que por circunscribirse a la forma de preparar la confesión del penitente, este tipo de guías se diferenciaba de los catecismos, las guías de doctrina o los manuales para sacerdotes, los cuales abordaban materias más generales.
La circulación del libro impreso sería un paso importante en la difusión de los manuales para confesores. Al menos así lo sugiere el caso español, donde uno de los primeros libros impresos en el siglo XV sería el Modus confitendi o manual para la confesión, compuesto por el obispo lusitano Andrés de Escobar (1348-1439); en este caso, se trataba de un texto impreso hacia 1472-1473 el cual gozaría de “gran difusión en su época”.3 Durante el siglo XVI, en el contexto de la Contrarreforma, los manuales para confesión “experimentaron una amplia popularidad” en Europa occidental, en una época en la cual la “penitencia cambió de un rito comunitario diseñado para mantener la paz de la comunidad, a un proceso en el cual el individuo se reconciliaba con Dios en las profundidades de su alma”.4 En este contexto particular, obras como el Manual de confesores y penitentes, de Martín de Azpilcueta, o la Suma de doctrina cristiana, de Constantino Ponce de la Fuente, o las Instrucciones a los Confesores, de San Carlos Borromeo, se convertirían en ejemplos de la literatura de este tipo que ejercería notable influencia en el desarrollo de esta misma tradición en la Nueva España tras la llegada de los primeros religiosos de las ordenes mendicantes.5
Cuando los franciscanos llegaron a la Nueva España, pusieron énfasis en la importancia de la confesión auricular, y desde luego, introdujeron el sacramento de la penitencia.6 Desde fechas tempranas, los miembros de las órdenes mendicantes se dieron a la tarea de adaptar a las necesidades de la nueva Iglesia la estructura de las guías de confesión que circulaban en Europa.7 Para la segunda mitad del siglo XVI, la obra evangelizadora en la Nueva España contaba ya con una bien asentada tradición de preparación de textos bilingües para la explicación de la doctrina cristiana y para guiar a sacerdotes y penitentes en el confesionario; no está de más recordar que tanto el Concilio de Trento como el Concilio III Provincial Mexicano impulsarían estas prácticas al reforzar la doctrina del sacramento de la penitencia.8
Por lo que hace a los franciscanos, los manuales para confesores que circulaban en la Nueva España trataban de orientar a los frailes en la comprensión de “las expresiones vernáculas apropiadas para los interrogatorios [del confesionario] [y para la] administración del sacramento de la penitencia”.9 Obras como el Confesionario mayor (1565) de fray Alonso de Molina guardaban ese sentido, lo cual pronto las situó entre los manuales religiosos de mayor uso en el ámbito novohispano. En cuanto a sus contenidos, textos como el Confesionario mayor recordaban a los sacerdotes la conveniencia de preguntar a los penitentes acerca de su relación con los curanderos y hechiceros, dado que con ello se esperaba corregir excesos y erradicar lo que llegaba a considerarse prácticas idolátricas. Las relaciones entre indios y españoles también eran motivo de indagaciones específicas, por lo que los interrogatorios en el confesionario se avocaban también a preguntar sobre posibles transgresiones a los 10 mandamientos en la vida diaria.
En tanto textos bilingües, algunos manuales para confesores han sido considerados fuentes invaluables para el estudio de las lenguas indígenas en la Nueva España. Además de ello, algunos estudiosos consideran que manuales como el de Molina ofrecen valiosos testimonios acerca de la situación de los grupos indígenas bajo el dominio español. Asimismo, estos textos han sido de ayuda para analizar tanto los contextos en que operaban los métodos de evangelización como la “mentalidad franciscana sobre los indígenas” y las formas de resistencia de éstos frente a la conquista espiritual.10
I. Contextos de elaboración
El Confesional en Carmeleño que aquí se transcribe forma parte de este género catequético que alcanzó una amplia difusión en el centro de la Nueva España,11 especialmente durante los siglos XVI y XVII, y que eventualmente alcanzó la frontera norte en la medida que los misioneros se fueron instalando entre los grupos indígenas de esta amplia zona. Tal fue el caso de las misiones de la Alta California a partir del último tercio del siglo XVIII, momento en que los franciscanos fueron convocados como parte del proyecto imperial por reforzar la presencia española en el noroeste novohispano.12
Dada la imposibilidad de precisar en este texto los pormenores del poblamiento misional y militar en la Alta California después de la expulsión de los jesuitas, vale la pena recordar únicamente que para 1768 la corona española tenía sobrados motivos para pensar que la frontera noroeste novohispana se veía amenazada por el avance de los rusos desde Alaska hacia el sur del litoral Pacífico, alentados por el comercio de pieles de nutria. En ese contexto, José de Gálvez dispuso que desde la península de Baja California, donde operaban los franciscanos del Colegio de San Fernando (en sustitución de los jesuitas expulsos), se organizaran expediciones para reconocer y poblar lo que eventualmente sería el territorio de la Alta California; así, para 1769 los primeros asentamientos españoles se establecerían en San Diego. Al año siguiente llegarían también más al norte, a la península de Monte Rey (también Monterrey o Monterrei, según las variantes de la época; para fines de consistencia, se adopta aquí el uso más común en castellano: Monterrey). En este último sitio, para 1770, fray Junípero Serra y sus compañeros establecerían la misión de San Carlos Borromeo, la cual sería trasladada unos meses más tarde hacia la ribera del río Carmel, a corta distancia del presidio de Monterrey. Debido a esta mudanza, la misión de San Carlos sería también conocida como Carmel, y los indios congregados en este sitio serían genéricamente identificados como Carmeleños. Hoy sabemos que al momento del contacto con los españoles en esta zona habitaban una gran diversidad de grupos étnicos, en su gran mayoría hablantes de la lengua Rumsen, una variante de la familia lingüística Costanoan.13
Desde la fundación de la misión de San Carlos, fray Junípero Serra y su compañero fray Juan Crespi encontraron en los niños de la bahía de Monterrey a los catecúmenos más constantes. Así, desde los primeros años de esta misión, Serra y Crespi contaron con la ayuda de un pequeño grupo de niños Rumsen que eran entrenados como intérpretes. Es muy probable que entre estos primeros catecúmenos se hubiera encontrado el intérprete que asistió a los fernandinos en la confección del Confesional en Carmeleño; el manuscrito carece de referencia explícita a su autoría, y hasta el momento sólo ha sido posible establecer algunas inferencias preliminares sobre la época de su redacción.14 Por lo menos dos indicios podrían servir para datar el Confesional en Carmeleño hacia la década de 1780. Por una parte, el ya conocido hecho de que una década más tarde, fray Fermín Francisco de Lasuén (continuador del trabajo misional en Carmel después de la muerte de Serra en 1784) compartiera con miembros de la expedición de Alejandro Malaspina (al momento de alcanzar la bahía de Monterey en septiembre de 1791) un vocabulario trilingüe en Castellano-Rumsen-Esselen.15 Por otra parte, la incorporación de la lengua Esselen en este tipo de textos para principios de la década de 1790 debe considerarse no solamente una expansión lingüística, sino un reflejo de los reacomodos demográficos de la misión de Carmel; como ha documentado recientemente Steve Hackel, para los últimos años del siglo XVIII este segundo grupo indígena constituía la porción más numerosa de los nuevos catecúmenos en San Carlos Borromeo.16
Finalmente, vale la pena señalar que la elaboración de este tipo de manuales para confesión fue una constante en las misiones franciscanas de California. Como han documentado autores como Maynard Geiger, Clement Meighan, James Sandos y Steve Hackel, el uso de este tipo de guías era más bien común para la última década del siglo XVIII en aquellas misiones, y por regla general centraban su interés en las prácticas sexuales y medicinales -descritas como “hechicerías” en dichos documentos- y en la recurrencia de los indios a “decir mentiras” a los padres.17 Sin embargo, el conocimiento actual que se tiene sobre estas actitudes en el confesionario, así como las evidencias indirectas sobre las prácticas locales indígenas, están basados en manuales preparados en otras lenguas nativas, probablemente con fecha de elaboración más tardía, y que carecen del detalle con que se describen y explican aspectos como el uso medicinal del tabaco, las sangrías, así como la actitud de frailes e indígenas frente al uso de los bienes de la misión y al relajamiento de reglas como el ayuno.18 Como en otro trabajo se ha señalado, la visión que este confesional ofrece sobre las alegadas transgresiones de los indígenas, el cuidado que se prescribe para tratar de erradicar alguna práctica medicinal -como el “chupar” o “ser chupado”19-, así como las recomendaciones que ahí se asientan para que el confesor reste importancia a “robar poco”, o faltar a misa por alguna razón justificada, ayudan a tener una mejor comprensión de los contextos iniciales del establecimiento de las misiones en esta zona de la Nueva España. En otras palabras, los indicios de negociación y acomodo entre diferentes grupos de pobladores constituyen una nota por demás reveladora en este texto.20
2. Estructura y localización del documento
Al igual que otros manuales para confesores de la época, el Confesional en Carmeleño21 presenta una serie de diálogos mediante los cuales el sacerdote debía proponer al penitente la conveniencia de alejarse de pecados específicos. De esta manera, la guía para la confesión constituye la sección principal de este documento mediante la siguiente estructura :
SECCIÓN* | TÍTULO | CONTENIDO** | FOLIO |
I | Sin título | [Advertencia / Dedicatoria en Latín] | ff. 1v-2f |
II | Sin título [Guía para la confesión] | “Al principio de la confesión” [Invitación al penitente para confesarse] | f. 1v-2f |
[Sobre el pecado de la carne, las palabras y los pensamientos deshonestos] | ff. 2f-4v | ||
“Sobre el robar” | f. 5f | ||
“Sobre el aborrecer o querer mal a otro” | ff. 5f-v | ||
“Sobre la borrachera [alucinógenos y tabaco]” | ff. 5v-6f | ||
[Sobre asistencia a misa…] | f. 6f | ||
III | Sin título [Acto de Contrición Sección intercalada en el original] | “Breve exhorto para mover a dolor después de oída la confesión [y] antes de la absolución” [Texto bilingüe] | ff. 6v-7f |
“Exhorto para la caridad y contrición” | f. 7v | ||
“Exhorto para la contrición y caridad” [Versión en Carmeleño] | f. 8f | ||
“Para excitar a la Esperanza” [Texto bilingüe] | ff. 8f-8v | ||
IV | Sin título [Continuación de la Guía para la confesión] | Continuación [Sobre asistencia a misa…] | f. 9f |
“Sobre el no comer carne” | ff. 9f-v | ||
“Sobre hechicerías” | ff. 9v-10v | ||
V | “Breve explicación de los otros sacramentos. En idioma Carmeleño” | “Del Bautismo” | f. 11f |
“Sobre la Comunión” | ff. 11v-12f | ||
“Sobre el Matrimonio” | ff. 12f-12v | ||
“Sobre el Sacramento de la Santa Unción” | ff. 12v-13f | ||
“Para la aplicación de la Indulgencia in articulo mortis, y explicarles su valor en cuanto se puede” [Texto bilingüe] | [Absolución en artículo de muerte] | ff. 13v-14f. |
Fuente: Anónimo, Confesional en Carmeleño. Archivo Histórico Franciscano de Zapopan (Zapopan, Jalisco, México), Fondo Colegio de Guadalupe, Caja 53.
*El manuscrito no incluye números de secciones, ni presenta esta división de manera explícita. Estos añadidos se proponen en beneficio de una exposición más clara.
**Los títulos entre comillas sí aparecen en el original; se agregan algunos títulos entre corchetes para tener una mejor visión del conjunto.
El manuscrito es un cuadernillo de 14 fojas, con medidas aproximadas de 17.5 cm de largo por siete cm de ancho. En la actualidad se conserva en el Archivo Histórico Franciscano de Zapopan, lugar a donde se trasladó el archivo del antiguo Colegio de Propaganda Fide de Guadalupe Zacatecas. Es probable que el manuscrito hubiera llegado a Zacatecas entre las décadas de 1830 y 1840, cuando diversos religiosos de este convento fueron enviados a California para ayudar en el cuidado de aquellas misiones ante la incapacidad del Colegio de San Fernando de México para seguir enviando religiosos a esos destinos.
3. Criterios de transcripción
Con el fin de permitir la lectura que ofrece la estructura del texto original, en esta edición se optó por presentar un texto a dos columnas, de manera que el ejercicio de lectura resultante replicara la experiencia de contrastar en un mismo momento el contenido del verso (columna izquierda) y el frente (columna derecha) de cada par de páginas del Confesional.
Asimismo, se sigue la práctica de modernizar la ortografía y desdoblar las abreviaturas (que, cuando, cuanto, para, pero), conservando, en cambio, algunos términos y conjugaciones verbales presentes en el original con el fin de mantener el tono que ofrece el documento original. En este sentido, se optó por la homogeneización en el uso de “v” e “y” en aquellas palabras cuya escritura ofrecía variantes con “b” o con “i”; se acentuaron los verbos en pasado, y se sustituyó la “z” por “c” en varios verbos en pasado.
En la estructura de párrafos y columnas se respetó la separación de líneas que emplea el documento original, y se homogeneizó el uso de guiones para los cortes de palabras entre líneas.
El texto original presenta los diálogos del interrogatorio en pequeños bloques que en la transcripción quedan marcados mediante el empleo de llaves “{}” para conservar la idea de unidad dentro del interrogatorio. De igual forma, se conservó el énfasis en aquellas palabras que aparecen subrayadas en el documento y se respeta el uso del original de trazar separaciones entre bloques específicos mediante el uso de líneas punteadas.
Finalmente, con la intención de destacar visualmente las variantes entre castellano y rumsen, se decidió emplear cursivas para el texto en rumsen, conservando en redondas los préstamos lingüísticos empleados por los misioneros para expresar en esta última lengua algunos conceptos básicos del cristianismo.
CONFESIONAL EN CARMELEÑO