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Diánoia

versión impresa ISSN 0185-2450

Diánoia vol.63 no.81 Ciudad de México nov. 2018

 

Reseñas Bibliográficas

Ceferino P.D. Muñoz, Objetividad y ciencia en Cayetano. Una prefiguración de la Modernidad, Ril, Santiago de Chile, 2016, 291 pp.

Emiliano Javier Cuccia1 

1Universidad Nacional de Cuyo Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas ecuccia@gmail.comArgentina

Muñoz, Ceferino P.D.. Objetividad y ciencia en Cayetano. Una prefiguración de la Modernidad. 2016. 291p.


Desde el primer momento (incluso podría decirse que desde el título mismo), queda completamente manifiesto el objetivo de toda la obra. Se busca analizar el pensamiento del célebre fraile dominico Tomás de Vio, cardenal Cayetano, en dos aspectos: el conocimiento intelectual de lo real y las características de las ciencias especulativas. Ambos tópicos han sido objeto de numerosos estu-dios a lo largo de los últimos cien años, donde se ha enfatizado la discusión sobre si existe una correspondencia entre las explicaciones o comentarios del cardenal y las ideas de quien -se supone- es su intención comentar: el do-minico medieval Tomás de Aquino.

El autor adopta la posición de que los desarrollos doctrinales de Cayetano no sólo presentan meras diferencias literales con respecto al Aquinate, sino que también rompen con sus ideas. De allí la necesidad, que se asume como desafío, de estudiar a Cayetano desde sí mismo, tomando en cuenta su contexto, las influencias que recibió y las discusiones en las que se vio envuelto. En este sentido, el capítulo primero del libro analiza con detalle el ámbito doctrinal en el cual Cayetano ejerció su labor. Aparece caracterizado por dos corrientes de pensamiento diferentes: el llamado aristotelismo paduano y el escotismo. El autor define al primero como “la corriente de pensamiento que hace una lectura de Aristóteles desligada del aspecto teológico, y que, en líneas gene-rales, promulga un aristotelismo completamente secular o naturalista” (p. 48). Se trataría así de un heredero del averroísmo latino que se desarrolló durante buena parte del siglo XIII en la Universidad de París. Muñoz considera como los representantes más importantes del aristotelismo paduano a Juan de Jandún y Pedro Pomponazzi. Por el lado del escotismo, el mayor representante en tiem-pos de Cayetano fue Antonio Trombetta, quien había sido colega del cardenal durante su estancia en la Universidad de Padua.

Ahora bien, más allá de que Tomás de Vio discutió contra los representan-tes de ambas corrientes, Muñoz llama la atención sobre la asombrosa adopción del primero de numerosas ideas clave pertenecientes a los segundos, las cuales rivalizan fuertemente con su intención de defender los postulados filosóficos y teológicos de Tomás de Aquino en la medida en que son inconciliables con la forma mentis del último. Estas ideas se analizan con detenimiento en el capítu-lo 2. Las principales son: la consideración del ente -en cuanto cosa conocida- como un concepto o noción fruto de un proceso abstractivo (pp. 90-91), la identificación entre el acto de ser (esse) con la existencia concreta del ente (existentia) (pp. 92-93), la distinción entre un esse essentiae y un esse existen-tiae que concibe al acto de ser como mero accidente de la esencia (p. 104) y -tal vez como pivote de todo lo anterior- la distinción entre concepto formal y concepto objetivo, con la consecuente postulación de un ámbito objetivo, in-termedio entre el mental y el real, donde residiría lo que, en términos estrictos, se conoce.

Justo en el capítulo 3 se explicitan las características que encierra el ámbi-to de lo objetivo y se asientan las diferencias entre ambos tipos de concepto. Así, mientras que el concepto formal sería la construcción mental mediante la cual el intelecto conoce, el concepto objetivo sería precisamente lo que es conocido. Sin duda la distinción entre lo conocido y aquello a través de lo cual se conoce es auténticamente tomasiana y puede encontrarse, entre otros pasajes, en Summa Theologiae I, q. 85. Sin embargo, lo que Muñoz critica en este punto es que, para el Aquinate, lo que es conocido no es un concepto. Este último sólo se volvería objeto del conocimiento merced a un acto reflexivo del propio intelecto en su búsqueda por desentrañar cómo procede en su acto cog-noscitivo (p. 131). Por ello, la introducción de la distinción entre concepto formal y objetivo por parte de Cayetano no es una ampliación de la doctrina de Tomás de Aquino o una explicitación de ideas latentes en sus obras. Se trata más bien de una modificación doctrinal importante que coloca a los textos del cardenal en un plano completamente distinto de aquel del maestro medieval. En palabras de F. León Florido citadas en la p. 136: “la noción del ser objetivo parte del presupuesto de que el intelecto no se dirige naturalmente, intencio-nalmente, hacia la cosa que ha de ser conocida, pues crea su propio objeto de conocimiento que ya no representa la realidad en sí de la cosa tal como es en el mundo, sino la modificación que sufre el intelecto mismo en su actividad”.

En el capítulo 4 se detalla el impacto de las distinciones descritas en el caso de la división de las ciencias especulativas. Así, aunque Cayetano afirme que sigue a Tomás y a Aristóteles al aceptar que las ciencias especulativas se unifican y distinguen en razón de qué es lo conocido en cada una, es justo lo conocido lo que ha variado. Si lo conocido es ahora un concepto, entonces el peso específico de la distinción está puesto en la operación del sujeto cognos-cente que constituye al objeto como tal. Por ende, no es de extrañar que los tipos de abstracción formal y sus distintos niveles de inmaterialidad, así como las distinciones entre el objeto material y el objeto formal desarrollados por el cardenal no encuentren fundamento textual en el Aquinate. De nuevo, no se trata de una mera diferencia terminológica, sino del fruto de un desarrollo doctrinal diverso: para Tomás de Vio el conocimiento es fruto de la superación de un hiato entre el ente real y el ente objetual que es salvado por el propio intelecto (p. 166). A su vez, esto implica diferencias importantes respecto del objeto de la metafísica y su conocimiento que, mientras para el Aquinate se extiende hacia la región de lo inmaterial (p. 185), para Cayetano se limita al estudio del concepto común de ente tal como se abstrae formalmente desde lo sensible: el estudio de una formalidad (p. 183).

En estas condiciones, la metafísica se limita a ser una ontología, es decir, un estudio del ens cogitabile o conceptual (p. 250) y reasigna el ámbito de los seres inmateriales a la teología entendida como una ciencia por comple-to escindida, al contrario de lo que parece haber indicado Tomás de Aquino (p. 197). Precisamente, Muñoz pone de manifiesto esta escisión cayetaniana entre la metafísica y la teología -y que a la larga termina siendo entre razón y fe (p. 222)- en el capítulo 5 a través de dos casos testigo, las cuestiones sobre si Dios es y sobre la inmortalidad del alma, frente a las cuales el cardenal se muestra incapaz de resolverlas desde el punto de vista de la metafísica.

El libro culmina, en su sexto y último capítulo, con el análisis de algunas derivaciones del pensamiento cayetaniano que terminan por confirmar la dis-tancia que lo separa doctrinalmente de Tomás de Aquino. Junto a la división entre metafísica y teología y al anticipo de la ontología ya citados, el autor enu-mera otros dos aspectos:

la caída en un esencialismo que deja en un segundo plano la importancia del esse al considerarlo mero accidente de la esencia (pp. 225-239).

la prefiguración de la visión moderna del conocimiento como represen-tación de una realidad que no es apta de suyo para captarse intelec-tualmente salvo a través de un símil generado por el propio intelecto (pp. 239-248).

En definitiva, Objetividad y ciencia en Cayetano constituye una investigación original y necesaria, profusamente fundamentada en referencias a las fuentes originales y secundarias. Su mayor mérito reside en demostrar hasta qué punto Tomás de Vio no puede considerarse un mero comentarista o continuador de las tesis del Aquinate, sino más bien un pensador completamente original, empapado de las preocupaciones e ideas de su época, que se constituyó en un eslabón de importancia en la concatenación que lleva desde el ocaso de la filosofía medieval hasta el amanecer de la moderna.

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