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Diánoia

versão impressa ISSN 0185-2450

Diánoia vol.62 no.78 Ciudad de México Mai. 2017

 

Discusiones

La revolución de Guillermo Hurtado

Guillermo Hurtado’s Revolution

Mauricio Beuchot* 

*Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, Seminario de Hermenéutica, mbeuchot50@gmail.com. México.


Resumen:

Se pone a discusión la perspectiva de Guillermo Hurtado sobre la Revolución mexicana, quien investiga tanto las ideas filosóficas que sirvieron de trasfondo a las acciones en esa gesta como las que resultaron de ella; para ello, se analiza su libro La revolución creadora. Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana (2016). Se afirma que la visión de Hurtado resulta revolucionaria y marca un hito importante en la filosofía mexicana.

Palabras clave: Revolución mexicana; positivismo; Porfiriato; historia; literatura

Abstract:

Guillermo Hurtado’s perspective on the Mexican Revolution is discussed. This author investigates both the philosophical ideas that served as background for the actions in that process as those that resulted from it. For this purpose, his book La revolución creadora. Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana (2016) is analyzed. Hurtado’s vision is said to be revolutionary and marks an important milestone in Mexican philosophy.

Key words: Mexican Revolution; Positivism; Porfirism; History; Literature

En esta discusión abordo el punto de vista de Guillermo Hurtado sobre la Revolución mexicana; sin embargo, tal perspectiva tiene la peculiaridad de provenir de la filosofía, es decir, se aboca a la investigación de las ideas filosóficas que fungieron como trasfondo de las acciones que se llevaron a cabo en esa gesta y también las que resultaron de ella, pues han marcado al México contemporáneo.

En el título de este ensayo hablo de la revolución de Hurtado, y lo hago en un doble sentido: primero, porque aborda la Revolución mexicana, pero también porque ha hecho una revolución con su interpretación de esa gesta de nuestra historia, es decir, que ha concebido una visión revolucionaria de ella. Ha hecho una revolución revolucionaria.

Es importante recorrer la historia del pensamiento filosófico en México, ya que eso nos brinda la comprensión de nuestra identidad y de nuestro pasado para proyectar el futuro desde el presente. Pues bien, uno de los momentos históricos decisivos fue la Revolución mexicana, un parteaguas al principio del siglo XX. Por eso tiene mucho que enseñarnos acerca de lo que somos ahora, en la actualidad. Sobre eso hay un libro reciente de Hurtado que servirá de fundamento para mi reflexión: La revolución creadora. Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana (2016).

El libro que se discute está bien escrito y, además, es muy erudito, pues conjunta la filosofía, la historia y la literatura, entre otras perspectivas, para estudiar el pensamiento detrás de la Revolución mexicana. Se destaca sobre todo a Vasconcelos y Caso, aunque también se toma en cuenta a muchos otros actores y pensadores de esa magna epopeya. Hurtado elabora una nueva interpretación de ese gran fenómeno social, a veces contraria a las usuales. Trataré de recuperar algunos de sus momentos.

1 . El positivismo y el Porfiriato

Hurtado estudia, en primer lugar, a los positivistas que rodearon al presidente Porfirio Díaz, quienes pensaban que lo que México necesitaba era progreso, y éste sólo se podría obtener con la ciencia y la técnica. Se denominaban “los científicos”, y llegaron a constituir un partido político, pero al final desaparecieron (Hurtado 2016, pp. 7 y ss.); de acuerdo con el autor, se extinguieron en parte debido a ellos mismos, por las contradicciones internas del propio positivismo, muy hostil hacia la metafísica, pero que albergaba supuestos metafísicos inconscientes. También por el cansancio de la gente y por una especie de sed metafísica que no abandona al hombre, y que empieza a exigir algo más que el rudo materialismo de los cientificistas. Pero también por la fuerte intervención de algunos pensadores, sobre todo jóvenes.1

En efecto, el agotamiento del positivismo se mostraba en el hecho de que quienes seguían esa postura política -al menos algunos- abandonaron sus filas, como Ezequiel A. Chávez y el propio Justo Sierra, quien había sido un adalid de ese movimiento, pero poco a poco lo fue dejando de lado. Sin embargo, también intervino la acción de algunos pensadores, como Vasconcelos y Caso, quienes se atenían a nuevas propuestas, como las de Boutroux y, sobre todo, Bergson. El primero cuestionaba la firmeza de las leyes científicas y hacía ver que estaban sujetas al cambio y a la conjetura. El segundo señalaba la necesidad que el ser humano tiene de la metafísica e indicaba el camino hacia ella en varias de sus obras (Hurtado 2016, pp. 57 y ss.).

Lo que más destaca Hurtado es que ese pensamiento nuevo favoreció la lucha revolucionaria. Más allá del pensamiento positivista de Comte y Spencer, quienes pensaban en la evolución, los mexicanos proponían la revolución. Y así como Bergson hablaba de una evolución creadora, Hurtado, parodiándolo, habla de una revolución creadora, pues también se requería creatividad para alcanzar un orden nuevo.

El propulsor del positivismo en México fue Gabino Barreda, quien había sido discípulo de Comte en París, para luego tratar de realizar su ideal en la Escuela Nacional Preparatoria. Sin embargo, en esa institución Justo Sierra y Ezequiel A. Chávez comenzaron a oponérsele. Entre esos muros, donde había estado prohibida la palabra “metafísica”, ésta volvió a escucharse. Y en el Ateneo de la Juventud, al lado de otros jóvenes brillantes, Vasconcelos y Caso abogaron por un cambio.

2 . La labor del Ateneo de la Juventud

Lo más importante que señala Hurtado es que los miembros del Ateneo respaldaban la Revolución. Si bien Caso apoyaba al dictador al principio, se fue abriendo a los vientos de renovación. Vasconcelos defendió de forma abierta la Revolución, e incluso le dijo a Madero que, si no se optaba por la lucha armada, la empresa no tendría ningún viso de éxito. A pesar de que Henríquez Ureña se abstenía por ser extranjero y a pesar de que Alfonso Reyes también lo hacía, por tener miembros de su familia en el gobierno porfirista, puede decirse que el Ateneo de la Juventud participó en la Revolución. Ésta es la tesis de Hurtado, contraria a la de otros que consideraban a los ateneístas tibios y meramente teóricos. La teoría también influye en la práctica.

Hurtado señala cómo el propio Francisco I. Madero tenía su pensamiento filosófico. Más allá de sus creencias espiritistas (los “espíritus” le dijeron que tenía que ser él quien salvara al pueblo mexicano de la dictadura), tenía ideas democráticas, que se revelan en sus escritos. Incluso era pacifista. Por eso no pudo tener la mano dura que tal vez se requería para mantenerse en el gobierno. En cambio su asesino, Victoriano Huerta, sí que practicó el despotismo (Hurtado 2016, pp. 28 y ss.).

Nuestro autor trata a Vasconcelos y a Caso de manera entreverada, no puede separarlos, y hace bien. Vasconcelos fue maderista desde el principio. Caso temía la violencia, por eso pensaba que era preferible el Porfiriato debido a la paz que aseguraba. Pero después se adhirió a Madero y lo defendió en sus artículos periodísticos con gran valor, cuando éste fue asesinado por órdenes de Huerta. Tras instaurarse el gobierno de este dictador, Vasconcelos se exilia y Caso se ve obligado a obedecer. Pero lo que resalta siempre son las dificultades por las que pasó la recién instaurada Universidad Nacional de México para salir adelante. El mundo intelectual se vio sojuzgado en el huertismo. Eso es evidente en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad, que vegeta durante algún tiempo, y en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, de la que se separan algunos para fundar la Escuela Libre de Derecho.

3 . Caso y Vasconcelos en la Revolución

Hurtado destaca la labor periodística de Caso. En sus artículos aparecen ya ideas que va a recoger en escritos posteriores, como la del bovarismo de México, es decir, la idea de que, como la Madame Bovary de Flaubert, el país niega su propia realidad y la idealiza, vive en un autoengaño. También aparece su idea de la caridad cristiana, que en Vasconcelos se da como abnegación (Hurtado 2016, pp. 113 y ss.).

Durante el régimen de Huerta, los intelectuales tuvieron que plegarse. Incluso peligraban sus vidas, pues el dictador mataba a quien se le opusiera. Chávez fue rector de la universidad; Caso, director de la Facultad de Altos Estudios. Luego venció Obregón y después estuvo al frente Carranza, quien puso a Vasconcelos como director general de la preparatoria. Este último quiso establecer una educación humanística, contraria a la positivista, pues privilegiaba el estudio de las letras, la historia y la filosofía. Carranza también fue duro y muchos intelectuales, tanto porfiristas como maderistas y ateneístas, salieron del país.

Vasconcelos desplegó mucha actividad en los lugares donde se convocaron reuniones; por ejemplo, en la Convención de Aguascalientes.2 Allí insistió en los ideales democráticos de la Revolución, cosa que ayudó a quitar a Carranza del poder y a pacificar las fuerzas de Villa y Zapata, para que se dedicaran al trabajo en el campo.

Muy solitario, Caso fue quien siguió firme en la docencia en la Escuela Nacional Preparatoria, donde siguió pugnando por una educación humanística que atendiera a los clásicos, como en sus clases sobre Platón, impartidas a la luz de una vela porque no había electricidad en la capital, y con su difusión de las nuevas corrientes, antipositivistas, como las de Boutroux, James y Bergson; sobre todo este último. Tam-bién fue muy activo en los periódicos y reunió sus artículos en 1915, ese año tan violento en México. Al principio apoyó la Guerra Europea (la Primera Guerra Mundial), pensando que muchos problemas sólo se resolvían con la fuerza, pero poco a poco se volvió hacia los valores cristianos al conocer la postura de Tolstoi y buscar la paz. Sostuvo, como lo haría siempre, que la caridad, como amor al prójimo, sería la que acabaría con las guerras. Hubo articulistas que lo acusaron de hacer una defensa indirecta de la Iglesia católica, pero a él no le importó y siguió propugnando por la benevolencia en lugar de la violencia. Reunió esos artículos en el libro Problemas filosóficos, de 1915, donde se pueden apreciar sus avances filosóficos de manera muy clara (Hurtado 2016, pp. 143 y ss.).

También por ese entonces surgieron otros pensadores que aportaron ideas filosóficas. En primer lugar, aparece la Universidad Popular, en la que varios trabajaron en favor de los obreros y los pobres, pues ni se pagaba a los profesores ni se cobraba a los alumnos. Así surgió Lombardo Toledano, quien se inclinó hacia el marxismo. También Gómez Morín, quien más bien se fue a la derecha. Ambos debatieron sobre el significado de la Revolución, y cada uno la interpretó de diferente manera. También se destacó en ese entonces Daniel Cosío Villegas.

En 1916 Caso publicó un opúsculo que se volvería célebre: La existencia como economía y caridad. Allí expresa su ideal del amor universal, como el que predica el cristianismo (Caso 1989, pp. 147 y ss.). A pesar de que Caso y Vasconcelos tuvieron diferentes visiones del cristianismo, coincidieron en muchos elementos y, entre ellos, en éste del amor universal.

Y es que Vasconcelos se interesó más en temas herméticos, como el pitagorismo, el neoplatonismo, el hinduismo y el budismo. Tuvo que expatriarse a Estados Unidos y en Nueva York estudió a Pitágoras. Escribió un libro sobre el ritmo y lo publicó en La Habana, en 1916.3 Hurtado señala bien que en él se contienen las líneas principales de su filosofía posterior (Hurtado 2016, p. 157). Es más, fuerza un poco las cosas para que el pitagorismo cuadre con sus ideas. En relación con el fundador de esa secta, destaca su aprecio por los números, que lo llevó a buscar las proporciones en la música, al oír a un herrero golpear en su yunque. Así, aun cuando Pitágoras pensaba más bien en la armonía del universo, Vasconcelos lo consideró descubridor del ritmo cósmico. Era conocido el gusto del filósofo mexicano por la música, semejante al de Nietzsche. El conocimiento, en los griegos, había sido visual; ahora proponía que fuera auditivo y que se escribiera filosofía como si se tratara de música, una sinfonía, por ejemplo. De esta manera incorporaba al conocimiento filosófico la intuición, las emociones y los sentimientos.

Hurtado también examina las ideas filosóficas que sirvieron como trasfondo de la Constitución mexicana de 1917 (Hurtado 2016, pp. 161 y ss.). Ese documento tuvo un sesgo estatista, ya que, a diferencia de la de 1857, daba demasiados poderes al presidente. A pesar de que reconocía los derechos naturales de los individuos, entre ellos el de la libertad, sometía todo al Estado. Fue cercana al socialismo, pues se preocupaba mucho por los obreros y campesinos, incluso fue la primera en proponer los derechos sociales. También fue nacionalista, en cuanto que impedía toda intromisión de otros países, en especial de las potencias guerreras. Fue además laica, al mostrar una enemistad marcada hacia la Iglesia católica, de manera que no sólo excluía la formación religiosa de la educación en las escuelas públicas, sino que ponía muchas trabas a las escuelas privadas de orientación religiosa.

Caso siguió escribiendo, colaborando para revistas y periódicos, sobre todo para El Universal. Reunió sus artículos en libros, que ofrecía al pueblo con el fin de nutrirlo desde el punto de vista filosófico. Algunos asistieron a sus Discursos a la nación mexicana (título que nos recuerda a los Discursos a la nación alemana, de Fichte), de 1922. Por su parte, Vasconcelos siguió con el desarrollo de lo que llamó su sistema del monismo estético, combinado con sus estudios indostánicos, pues pensaba que en las zonas tórridas del globo sería donde mejor se aplicaría esa filosofía, mezcla de razón y de sentimiento, que él quería.4

El gran poeta Amado Nervo, a pesar de ser literato, había leído mucho de filosofía. Estudió a James y a Bergson, y mantuvo correspondencia con Unamuno. También tuvo amistad con miembros del Ateneo. Por eso conoció a Caso y a Vasconcelos. Hurtado señala que en algunos poemas suyos aparece el pitagorismo de Vasconcelos y el espiritualismo de Caso. Había un espíritu de la época que todos ellos compartían. Nervo seguía también los ideales cristianos que los otros dos profesaban (Hurtado 2016, pp. 195 y ss.).

4 . Caso y Vasconcelos en el poder

Vasconcelos fue rector de la Universidad Nacional en 1920. Sucedió a Balbino Dávalos. En su discurso de toma de posesión, habló de superar el esquema de Justo Sierra y avanzar hacia una universidad acorde con la Revolución, es decir, no sólo en el sentido de estar abierta y hecha para el pueblo, sino en el otro sentido de abrazar la modernidad. Esa idea de una nueva universidad parecía continuar la de la Universidad Popular, fundada por los ateneístas en 1911. Además, Vasconcelos fue quien le dio el escudo, que contenía el mapa de Iberoamérica flanqueado por un águila y un cóndor, y con el lema: “Por mi raza hablará el espíritu”, el cual ha recibido diversas interpretaciones y críticas. Pero ha sido el que ha orientado a la universidad hacia la América ibérica (Hurtado 2016, pp. 212 y ss.).

Un año después, en 1921, Vasconcelos ocupó la titularidad de la Secretaría de Educación Pública (SEP), creada en esa administración de Obregón (Hurtado 2016, pp. 222 y ss.). Trató de plasmar los ideales de la Revolución en la educación del pueblo; ésta parecía ser una continuación de su labor anterior. Adoptó una actitud casi de misionero, pues le interesó que la cultura llegara a los rincones más apartados del país. De esta manera, creó varias colecciones de libros, que incluían algunos como el de clásicos para adultos, una antología de clásicos para niños y otra para mujeres; además, fundó algunas revistas, como El Maestro. En los clásicos se incluyeron autores como Platón y Plotino, es decir, se llevaba la filosofía al pueblo. Es verdad que había habido otros intentos, como el de la revista Educación, pero lo que hizo Vasconcelos fue incomparable.

En la poesía, López Velarde supo reflejar la ideología revolucionaria; por ejemplo, en su poema Suave patria, que se publicó en 1921, pocos días después de su temprana muerte a los 33 años. Se dio a conocer precisamente en la revista El Maestro, fundada por Vasconcelos. También fue por ese tiempo cuando surgió un arte revolucionario, marcado por el nacionalismo, como en la pintura, la música e incluso el cine (que ya empezaba a ser sonoro). Hurtado afirma que Vasconcelos fue el promotor del muralismo mexicano, al encargar a Diego Rivera adornar las paredes de la Escuela Nacional Preparatoria (Hurtado 2016, p. 232).

Poco después de que Vasconcelos asumió la dirección de la SEP, Caso fue nombrado rector de la universidad, la cual todavía no gozaba de autonomía. Por eso, el secretario de Educación Pública intervino demasiado en los asuntos universitarios. En la Escuela Nacional Preparatoria era director Lombardo Toledano, discípulo de Caso, y quien, por ese entonces, todavía no se radicalizaba en el marxismo ni se oponía a su maestro. Pero en la preparatoria hubo movimientos que tendían hacia la izquierda, de manera que Vasconcelos intervino, argumentando que no quería que esa institución se politizara. Una vez que visitó la escuela, los alumnos le armaron un motín y casi lo lincharon. Por eso expulsó a varios alumnos y despidió a algunos profesores, entre ellos a Alfonso Caso, hermano de Antonio. Este último le presentó su renuncia como rector de la universidad, alegando que se solidarizaba con su hermano. Así terminó la amistad de Caso y Vasconcelos.

Caso fue enviado como embajador extraordinario del gobierno revolucionario en 1921 por varios países de Sudamérica para que, con su sabiduría y su prudencia, mostrara que la Revolución impulsaba la cultura y el humanismo. A su regreso dio varios discursos acerca de esa experiencia. Uno de ellos se publicó en El Universal, el 18 de abril de 1922. Allí hablaba de que la cultura latina era la mejor y, dentro de ella, la de España y la nuestra. Pero el viejo positivista Bulnes lo criticó, diciendo que eso no era cierto, a lo cual Caso contestó, y entraron en polémica.5

Hurtado aprovecha esto para hacer ver que la Revolución fue creadora porque, gracias a las ideas de Vasconcelos y Caso, se tuvo la intención de superar el antiguo liberalismo y pasar al nuevo, al del Ateneo, que tenía muchas bases intuicionistas y espiritualistas. No se quedaba en la sola política o la economía, sino que iba a la cultura. En lugar de soldados, la Revolución necesitaba ahora maestros. Por eso Vasconcelos insistía tanto en la educación pública, mientras que Caso se empeñaba en orientar moralmente a los mexicanos.

Vasconcelos tuvo que abandonar la SEP en junio de 1924. Se postuló para gobernador de Oaxaca y todo indicaba que ganaría, pero el resultado oficial no lo favoreció. Además, los mismos artistas, muy inclinados hacia el marxismo, apoyaron a Calles para la presidencia. Vasconcelos sabía que con Calles no tendría ninguna oportunidad de colaborar, por lo que se retiró al silencio (Hurtado 2016, p. 265).

En 1923, Caso había publicado su libro El concepto de historia universal. Hurtado señala que es una obra muy original y que ofrece una aportación del propio Caso (Hurtado 2016, pp. 275-276). No se reduce, como en otros de sus escritos, a coleccionar ensayos de ocasión o de temas urgentes, sino que trata de construir algo. No un sistema, pues el propio Caso dijo que nunca había pretendido eso, pero es una obra notable, pues en ella presenta una visión especulativa de la filosofía de la historia. Entre otras cosas, aborda el tema de la historia como ciencia y dice que no es tal, pues, como ya decía Aristóteles, la ciencia versa sobre lo universal y la historia sobre lo particular. Aquí se inspira en Croce, pero va más allá, porque no adopta el idealismo hegeliano de éste. Pero también critica a los positivistas, como a Xenopol, quien decía que la historia sí era ciencia, pero sui generis. Caso señala más bien que la historia no puede ser ciencia al modo en que la concebían los comtianos.66 Así, rebasa el cientificismo de Comte y el idealismo de Hegel. También critica la idea de progreso, asestando otro golpe al evolucionismo de Spencer, a quien seguían mucho los positivistas. Él defiende la libertad, en la línea de Bergson, pero va más allá. Es, pues, un trabajo de Caso novedoso y personal, una verdadera propuesta filosófica, incluso a contrapelo de lo usual o en contra de las ideas al uso.

En 1924, Caso publicó El problema de México y la ideología nacional. Allí insistió en los ideales de la revolución, de la democracia, la libertad y la cultura para todos. El problema principal era la unidad, ya que había diversidad racial, social y cultural. La ideología nacional necesitaba la caridad, la preocupación por los demás, ciertamente en sentido cristiano, pero Caso no abogaba por la Iglesia católica, pues él, como Vasconcelos, defendía la separación entre la Iglesia y el Estado, además de la educación laica. En palabras de Hurtado, Caso no defendía algo así como una democracia cristiana (Hurtado 2016, p. 281).

Vasconcelos y Caso siguieron muy activos en los periódicos. Además, Caso publicó en 1925 Principios de estética, donde recoge ideas de los filósofos alemanes. Kant, Fichte, Schiller, Schopenhauer y Hegel desfilan por sus páginas. Aborda la idea de Theodor Lipps de la Einfühlung o proyección sentimental, pero también la critica y se inclina por la idea de la estética en términos de la creación artística. Su originalidad es tratar de conciliar la estética de Lipps con la de Croce, como expresión, a través de Fouillée y sus ideas-fuerza(Hurtado 2016, p. 299). En cuanto a Hegel, critica su clasificación de las artes y de sus periodos, y sobre todo su idea de que hay progreso en el arte (Caso 1925, pp. 155-156). El arte egipcio no tiene por qué ser inferior al griego. Eso ayudó a revalorizar el arte indígena.

Vasconcelos vivió desde niño la confrontación entre mexicanos y estadounidenses, ya que estudió en el sur de Estados Unidos y recibió las burlas de los niños yanquis. Esa oposición a los vecinos del norte se manifestó en su pensamiento. En esa línea, el libro más conocido de Vasconcelos es La raza cósmica, de 1925. En él sostiene que habrá un mestizaje de todas las razas (blanca, amarilla, roja y negra) y que se dará en el Amazonas, ya que la cultura surgió en los lugares tórridos, y allí debe volver. Será un mestizaje guiado por la estética entendida como el afán de la belleza, para obtener hijos cada vez más bellos. Como bien señala Hurtado, este libro sostiene tesis muy discutibles, a veces ridículas, pero tiene el mérito de ofrecer a los mestizos de América Latina una filosofía que pudieran oponer a la supremacía anglosajona (Hurtado 2016, p. 326).

Vasconcelos publicó Indología: una interpretación de la cultura iberoamericana en 1926. Allí volvió sobre el problema de la raza y la cultura, pero matizó y mitigó algunas de sus tesis. La eugenesia del mestizaje no se haría por la belleza, sino por el gusto, y la cultura nueva no se daría en las zonas tropicales. Plantea cinco periodos: el del soldado, del abogado, del economista, del ingeniero y del filósofo. Este último difunde un saber de salvación. Ese mismo año, Caso publica su Historia y antología del pensamiento filosófico. En ella privilegia a los autores franceses en detrimento de los anglosajones, lo que le valió duras críticas (por ejemplo, de Samuel Ramos). Pero añadió un breve apéndice sobre la filosofía mexicana. Aun cuando no la colocó en la historia de la filosofía como tal, el que le dedicara un espacio representó ya un avance. Como dice Hurtado (2016, p. 337), fue uno de los pioneros. Sin embargo, las críticas de Ramos marcan el declive de Caso como líder filosófico.

A pesar del esfuerzo educativo de Vasconcelos y Caso, por esa época se aplicaron las ideas pedagógicas de Dewey, gracias a Moisés Sáenz, que había estudiado en la Universidad de Columbia, donde entró en contacto con esas ideas e invitó a Dewey a México en 1926. Sin embargo, también la pedagogía deweyana se abandonó en aras de una que se pretendía “socialista”. En el callismo, la filosofía se caracterizó como crítica. Los jóvenes filósofos ya no querían cambiar nada, pero criticaban todo. Gómez Morín criticaba a Narciso Bassols, Samuel Ramos a Caso (a quien acusaba de poco profesionalismo) en la revista Ulises (1926-1927). A ella le sucedió en 1928 Contemporáneos, que marcó la pauta de la cultura mexicana en sus cultivadores jóvenes. Ciertamente reconocieron a Caso y Vasconcelos como sus maestros pero, por ejemplo, no apoyaron al segundo en su campaña por la presidencia en 1929.

En 1927, Caso publicó Sociología genética y sistemática. Se basa en la Sociología general del peruano Mariano H. Cornejo, pero disiente de él en varias cosas. Su aportación consistió en desbancar la sociología positivista y abrirse a otras corrientes: la alemana de Marx y Wundt, la estadounidense de Ward, Patten y Giddings, y la francesa de Tarde y Durkheim.7 La influencia mayor es la de este último, y lo más importante es que Caso intercala aplicaciones a México (Hurtado 2016, p. 361).

Hurtado narra cómo se creó el PNR (Partido Nacional Revolucionario), antecedente del PRI (Partido Revolucionario Institucional); cómo Obregón se reeligió y Calles lo apoyó. Ambos eran contrarios al ideal originario de la Revolución mexicana. Pero Obregón fue asesinado y Calles vio que sólo con un partido político podría llenarse ese vacío de poder. Calles opta entonces por poner como interino a Portes Gil, pero él mismo sería el que mandara. Ya presidente Portes Gil, funda el partido. Vasconcelos contiende por la presidencia en 1929, con buenas propuestas, muy democráticas, tanto políticas como jurídicas.8 Pero no alcanza la presidencia por fraudes y queda como presidente Pascual Ortiz Rubio. Por más que Vasconcelos llamó al pueblo a inconformarse, no lo consiguió, y tuvo que exiliarse. Allí terminó su relación con la Revolución mexicana.

5 . Conclusión

Tal es la narración que nos ofrece Hurtado de esta época tan decisiva para México. Su interpretación, su trabajo hermenéutico, me parece revolucionario, y por eso he querido intitular este ensayo “La revolución de Guillermo Hurtado”. Me parece que marca un hito muy importante para nuestra filosofía mexicana. Ésta pide que hagamos bien la historia del pensamiento nuestro, para tener idea de nuestro presente y de cómo proyectar el futuro. Pues bien, uno de esos trabajos es el que nos ha entregado ahora nuestro autor, que se proyecta como uno de los que marcará el futuro de nuestra historia filosófica.

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1Sobre esto puede verse Sosa 2005, pp. xxiii y ss.

2Este suceso se narra en Blanco 1980, pp. 64 y ss.

5De este suceso se informa en Krauze de Kolteniuk 1990, p. 29.

7Para un resumen de esa obra, véase Cardiel Reyes 1986, pp. 150 y ss.

Recibido: 02 de Noviembre de 2016; Aprobado: 07 de Abril de 2017

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