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Diánoia

versão impressa ISSN 0185-2450

Diánoia vol.60 no.74 Ciudad de México Mai. 2015

 

Discusión

 

Respuestas a Barceló y a Ortiz Millán

 

Replies to Barceló and Ortiz Millán

 

Mauricio Beuchot

 

Instituto de Investigaciones Filológicas, Universidad Nacional Autónoma de México. mbeuchot50@gmail.com

 

Recibido el 9 de febrero de 2015
Aceptado el 2 de mayo de 2015

 

1. Respuesta a Axel Barceló

Agradezco muy cumplidamente a Axel Barceló las observaciones y comentarios que ha hecho a mi exposición. De entrada, me parece muy útil lo que dice acerca de que hay coincidencias en el tratamiento que se hace de la interpretación en la hermenéutica y en la filosofía analítica. Me parece que eso no debería extrañar a nadie, ya que ambas corrientes de pensamiento están muy interesadas en el lenguaje y su significación.

Más me complace que Barceló no sólo indique coincidencias con la filosofía analítica, sino, además, con la que se hace actualmente en México, ya que también se trata de la hermenéutica que tratamos de construir en nuestro país.

Tiene razón Barceló al señalar que se debe tener cuidado al plantear una postura intermedia, pues hay que indicar con mucha claridad entre qué y qué nos estamos colocando, sobre todo porque todos queremos ser moderados y llamamos extremistas a los otros.

Creo que la relación de mediación se establece entre el texto y el contexto, pues algunos confían demasiado en la claridad del texto y otros piensan que todo lo determina el contexto (es decir, los elementos extralingüísticos). Por eso hay que tener bien claro que somos contextualistas, aunque moderados. Y ciertamente me parecen muy útiles las cuatro preguntas que Barceló piensa que deben estar en la agenda de trabajo: "(1) a qué nivel o qué aspectos del contenido afecta el contexto, (2) qué elementos extralingüísticos del contexto afectan al contenido, (3) cómo lo afectan y (4) qué oraciones o partes de oraciones son afectadas".1 De hecho, siento simpatía por el contextualismo moderado que cultivan tanto él como Maite Ezcurdia, ambos analíticos mexicanos.2

Me ayuda mucho la clasificación que propone Barceló, y que toma de la filosofía analítica del lenguaje, para que las posturas señaladas no sean muñecos de paja:

[L]os que sostienen que hay elementos extralingüísticos que afectan el contenido de una oración, pero no de toda oración, sólo de algunas, y que esos elementos están determinados lingüísticamente, y afectan a ese contenido en formas y circunstancias específicas. Por otro lado, están los que defienden que hay elementos extralingüísticos que afectan el contenido que expresa toda oración, no sólo algunas oraciones, y que esos elementos no están determinados lingüísticamente, ni afectan al contenido sólo en circunstancias o maneras específicas".3

Y, en medio de ellos, hay numerosos contextualismos moderados, no sólo uno.

También son muy relevantes las preguntas sobre el proceso interpretativo: sus mecanismos o reglas, si son parte de nuestro conocimiento del lenguaje o si provienen de la coordinación y la interacción sociales. Han sido desarrolladas en la tradición analítica, pero serán muy útiles para la tradición hermenéutica.

Igualmente son interesantes las preguntas metateóricas de Barceló. ¿Cuál es la pregunta que se trata de responder con la hermenéutica analógica? En la tradición analítica ha sido una cuestión epistemológica: qué relación se da entre la información que de hecho parecemos obtener al escuchar a otra gente hablar y la experiencia misma de escucharla. Pienso que en la hermenéutica el problema es el mismo, a saber, cómo evitar un relativismo extremo. Barceló dice que es obvio que otras cosas deben estar en juego, pero ¿cuáles? Me parece que son aspectos del contexto del texto. En todo caso, también para la hermenéutica se trata de un aspecto de la epistemología aplicada.

Otro gran problema que señala Barceló es el de cómo evaluamos una teoría hermenéutica en relación con otras, e indica que tiene que ser mediante alguna forma de evidencia. Recientemente se ha visto que tiene que ser con una evidencia empírica. Sin embargo, el problema es cuál y de qué manera se contrasta. Aquí me parece que el problema es igual que en la filosofía de la ciencia (o epistemología científica) a propósito de la relación entre la teoría y los datos. Hay una especie de quiasmo: la teoría depende en parte de los datos y los datos dependen en parte de la teoría. Los unos construyen o, por lo menos, determinan a los otros. Es algo que también consideramos e investigamos en la hermenéutica.

A este respecto Barceló señala que hay dos corrientes. Una externalista, según la cual la experiencia nos proporciona datos sobre el uso del lenguaje. Todo se define en el interior de la teoría, es decir, sus referentes no se deciden por observación; son inobservables.4 Y hay otra que es internalista, para la cual la experiencia nos ayuda a conocer las intuiciones que tienen los hablantes sobre el significado y cómo debe interpretarse un texto. En esta segunda alternativa sí se puede desechar una teoría hermenéutica si se ve que sus propuestas llevan a una equivocidad masiva. Creo que hay suficientes criterios empíricos para señalar ese equivocismo y rechazar la teoría que lo provoca.

Barceló señala muy bien que no hay tanta diferencia entre la tradición analítica y la hermenéutica. Abordan los mismos problemas y lo que cambia es el talante o actitud. La primera va más al lenguaje ordinario, como se ve en los ejemplos que emplea; la segunda prefiere textos solemnes, como la Biblia o grandes novelas. Pero en ambos casos se trata de explicar la complejidad de la expresión y de su interpretación. Estoy de acuerdo con él en que el problema que está detrás es el miedo al relativismo del "todo vale" y al totalitarismo de la uniformidad de pensamiento. Al primero yo lo llamo equivocismo, al segundo univocismo. Por eso busco un analogismo.

Como resultado de nuestra discusión, puedo decir que Barceló me ha obsequiado con varias preguntas que hay que tratar de responder. Son de índole epistemológica y exigen un cuidado metodológico. Esto es de agradecer porque, a diferencia de la tradición analítica, en la hermenéutica, tras las huellas de Heidegger y de Gadamer, se rechaza demasiado el método. (En descargo de ellos hay que decir que les tocó padecer el Círculo de Viena y su positivismo lógico, el cual endiosaba la metodología.) Además, hubo pensadores, como Rorty, que hablaron de la caída de la epistemología y sostenían que sólo quedaba la hermenéutica5 (aunque una hermenéutica que parecía algo mágico y que no necesitaba controles epistémicos).

Finalmente, estoy de acuerdo en el lugar que Barceló asigna a mi hermenéutica analógica: ocupa también un lugar intermedio entre la tradición analítica y la tradición continental. Coincidimos en esto porque él también afirma que quiere tender un puente entre ambas tradiciones. Así es como se construye el diálogo. Por ello, le vuelvo a agradecer sus comentarios.

 

2. Respuesta a Gustavo Ortiz Millán

Agradezco a Gustavo Ortiz Millán su atenta lectura de mi texto y paso a responder algunas de sus réplicas. Ortiz Millán señala que no hay hermeneutas univocistas porque Mill y los positivistas lógicos difícilmente podrían ser llamados hermeneutas. Sin embargo, en el ámbito de la hermenéutica han aparecido posiciones que podemos llamar univocistas por el hecho de que postulan que sólo hay una y única interpretación de un texto, como lo hace Emilio Betti,6 y el mismo Jean Grondin sostuvo, en un debate conmigo,7 que todos buscamos la interpretación de un texto, por ejemplo de Platón, Nietzsche o Heidegger. Quizá debí citar esos ejemplos más cercanos y más reales de hermenéutica unívoca.

Lo que sí es cierto es lo que añade, esto es, que mi principal adversario es el equivocismo que se manifiesta en el relativismo extremo. El más directo para mí es Gianni Vattimo, uno de los principales filósofos de la posmodernidad y uno de los hermeneutas más connotados hoy en día, y que sostiene un relativismo extremo, como se aprecia en un libro suyo reciente que se titula Adiós a la verdad.8 Él mismo, en un debate conmigo, me instaba a no tener miedo del equivocismo y, aunque decía no ser relativista, su postura, que debilita demasiado la ontología, me parece que lo es.9 Todavía el año pasado, cuando coincidimos en Bogotá como conferencistas en un congreso sobre fenomenología y hermenéutica, sostuvo ese tipo de relativismo.

Por lo que hace a la cuestión de si la hermenéutica analógica es descriptiva o prescriptiva, pretendo que tenga algo de las dos cosas. Me interesa que sea fenomenológica, como la de Gadamer; sólo que yo no desarrollo la descripción o fenomenología de todos los actos que involucra la interpretación, sino solamente de la interpretación analógica, o de la que usa la analogía. Lo demás ya lo ha hecho ese autor. También pretendo que sea prescriptiva, como la de Ricoeur, para evitar ese relativismo extremo en el que han caído muchos de los hermeneutas actuales. Este pensador francés es, junto con Gadamer, otro paradigma de la hermenéutica.

En cuanto a lo que aporta la hermenéutica analógica para los límites de la interpretación, y que Ortiz Millán dice que ya fueron resueltos por Gadamer, creo que precisamente mi postura trata de escapar a los que ofrecen una interpretación univocista de Gadamer, como la de Grondin, para quien la noción de "fusión de horizontes" de Gadamer equivale a la noción correspondentista de la verdad,10 y de la equivocista de Rorty y Vattimo, que así interpretan su dictum "El ser que puede ser comprendido es lenguaje".11 Aunque me siento más cercano a Grondin, de todas formas deseo que una hermenéutica analógica sostenga una noción de verdad correspondentista, aunque más abierta. La misma noción aristotélica de verdad es analógica, ya que, para el Estagirita, ser verdadero es una propiedad del ente, el cual es ya de suyo analógico, y una propiedad suya tiene que serlo también.

No afirmo que la analogía sea el único modo de interpretar, pero sí pienso que es el más propio para las humanidades. Esto lo había visto ya Dilthey, para quien el argumento por analogía es el que nos hace comprender lo que narramos de la historia. También lo vio Ricoeur, para quien el símbolo sólo se puede entender mediante un procedimiento basado en la analogía. He tratado de hacer una fenomenología de esa forma de interpretar, analógica, que es muy propia de las ciencias humanas, pero no he pretendido ofrecer un método; al menos no en el sentido de los filósofos de la ciencia, como Bunge, y que era un ideal pretencioso. En todo caso, lo he intentado como Ricoeur, quien hablaba de un método hermenéutico en un sentido muy amplio, con procedimientos como el de acercamiento y de distanciación, y otros parecidos.12 De ninguna manera se trata de una absolutización del método, antes bien, se busca disminuir esa absolutización que se hizo en la filosofía analítica de línea dura. Si antes se hablaba de técnica interpretativa, Gadamer considera la hermenéutica más una phrónesis (no como una techné), y la phrónesis tiene la estructura de la analogía, según el Estagirita, ya que no es otra cosa que sentido de la proporción (como puede verse en el libro VI de la Ética a Nicómaco).

En cuanto a la concepción de la verdad correspondentista, creo que no está reñida con la hermenéutica gadameriana, como lo hace ver el artículo que cité de Grondin sobre la fusión de horizontes como equivalente a la verdad correspondentista aristotélica. El propio Gadamer reconoció en Grondin a uno de sus más fieles intérpretes.13 Yo creo que los hechos se nos dan como interpretados, pero que podemos discernir cuándo nuestra interpretación es correcta. Hay varios medios para ello, como lo acepta en cuanto a Gadamer el propio Ortiz Millán. Por eso pretendo una noción de la verdad que sea correspondentista, pero dinámica. Me parece que Ortiz Millán tiene una visión demasiado negativa del correspondentista, como si fuera alguien ingenuo y acrítico, pero la misma noción de verdad de ese tipo tiene diversas variantes. El mismo Ortiz Millán cita una interpretación realista de Gadamer, a saber, la de Wachterhauser.14 Creo que puede haber planteamientos de la misma visión que no sean demasiado fuertes (o unívocas). En todo caso, Gadamer no es el único paradigma en hermenéutica, y en esto me siento más inclinado hacia Ricoeur.

De todas maneras, la discusión que Ortiz Millán me ha obligado a moderar mi postura, y en ese sentido me ha sido muy provechosa y me ha ayudado a ser más analógico. Lo cual le vuelvo a agradecer.

 

Bibliografía

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Notas

1 Barceló 2015, p. 149.

2 Cfr. Ezurdia 2009 y Barceló 2009, donde se muestran los efectos del contexto en la determinación del contenido de los enunciados.

3 Barceló 2015, p. 150.

4 van Fraassen, 1980.

5 Rorty 1984, pp. 287 y ss.

6 Cfr. Grondin 1990.

7 En el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el 18 de octubre de 2007.

8 Cfr. Vattimo 2010.

9 En el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el 22 de noviembre de 2004.

10 Cfr. Grondin 2005.

11 Cfr. Rorty 2003 y Vattimo 2003.

12 Cfr. Ricoeur 1982.

13 Gadamer mismo deja ver esto en el prólogo que escribió para Grondin 1999, pp. 11-13. Recordemos además que el propio Grondin ha escrito una introducción al pensamiento de Gadamer considerada canónica (Grondin 2003).

14 Wachterhauser 2002.

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