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Diánoia

versión impresa ISSN 0185-2450

Diánoia vol.56 no.66 Ciudad de México may. 2011

 

Reseñas bibliográficas

 

Pablo E. Pavesi, La moral metafísica. Pasión y virtud en Descartes

 

Zuraya Monroy Nasr

 

Prometeo Libros, Buenos Aires, 2008, 278 pp. 

 

Facultad de Psicología Universidad Nacional Autónoma de México zuraya@servidor.unam.mx

 

Las pasiones del alma (1649) de René Descartes, a pesar de ser una obra de madurez, ha sido relegada por estudiosos e intérpretes al considerarla carente de valor filosófico. Descartes fue leído como un metafísico durante varios siglos y se ha leído como un filósofo de la naturaleza durante algunas décadas. Hace pocos años que Las pasiones del alma ha atraído el interés de algunos especialistas.

En el marco de diferentes interpretaciones que coinciden en la discontinuidad filosófica que representa esta obra, Pablo Pavesi nos presenta una cuidadosa investigación construida para refutar estas visiones dominantes. En principio, Pavesi ahonda en el "problema del dualismo y la unión", no obstante su acertada consideración sobre la inexistencia de tal problema en Descartes. Efectivamente, como Pavesi señala, "entre Descartes y sus objetores hay un verdadero malentendido" (p. 23). Consciente de que otros intentos por aclarar esta tergiversación no han repercutido suficientemente, Pavesi retoma la cuestión e insiste en acotar el problema como propio de algunos cartesianos, que no de Descartes. Con ello, procura hacer posible una mejor comprensión de la noción de unión, indispensable para la investigación sobre la pasión que emprende.

Una preocupación central del autor es mostrar que la discontinuidad de la "moral metafísica" no es tal. La propuesta se apoya en la consideración de que, en algún momento epistolar, Descartes intenta deducir la moral directamente de la metafísica idea de Dios. Esta interpretación rompe con la metáfora del árbol, y la moral sería como "una planta tuberculosa" que surge de la raíz metafísica (p. 30). Pavesi aprecia el apuntalamiento de la continuidad filosófica que M. Henry y J.–L. Marion han sustentado a partir de algunos pasajes de la Segunda Meditación o de Las pasiones. No obstante, le parece que estos esfuerzos no alcanzan a establecer la continuidad como tal, sino sólo parcialmente. En consecuencia, las pasiones quedan finalmente comprendidas como una psicofisiología (según Henry) o una representación sensible (según Marion). Mostrar la continuidad filosófica es una parte fundamental del proyecto de Pavesi, consistente en mostrar, por una parte, que la investigación sobre las pasiones es una meditación metafísica que se basa en el examen de una cogitatio especial, esto es, de la pasión. Por otra parte, la investigación se concentra en las pasiones del amor y la generosidad, mostrando una perspectiva francamente original y enriquecedora de la perspectiva cartesiana, que Pavesi expone como una moral —además de metafísica— definitiva.

Inicialmente, la interpretación de Pavesi precisa refutar que el conocimiento cartesiano de la unión no sea filosófico. La misma evidencia textual lo lleva a cuestionar tal conclusión, e intenta describir una concepción clara de unión a la que se accede por medio de la filosofía (pp. 38 y 39). El capítulo I se basa en lo que Pavesi considera un concepto muy original de unión, que da coherencia a la investigación de Descartes sobre la pasión. Contra algunas lecturas contemporáneas, el autor argumenta acerca del carácter no sustancial de la unión del alma y el cuerpo. Así, la unión no se considera como una tercera sustancia, sino como la experiencia de su potencia. Con originalidad, Pavesi enfatiza y muestra lo novedoso del léxico del filósofo francés. Por una parte, excluye la referencia a la sustancialidad de la unión, incluyendo tanto la "capacidad o potencia" del alma para afectar o ser afectada por el cuerpo, como la expresión "ser junto" para describir la unión de cada pensamiento particular con cada movimiento de la glándula pineal (pp. 65 y 71).

Por medio de otra expresión significativa, Pavesi examina el alcance de la experiencia sobre el cuerpo al que el alma está "más inmediatamente" unida. Para Pavesi, la originalidad del concepto de unión permite abolir la distinción entre sentimiento interno y externo, ya que todos los otros cuerpos que afectan al cuerpo o partes de éste se ubicarían en una misma exterioridad (p. 62). Así, salvo la pasión, todos los sentimientos se refieren a cuerpos de afuera. El autor interpreta esto como la clara indicación de que no se trata de investigar una física de las pasiones, estableciendo causas. La pasión no es un sentimiento interno; es el único sentimiento interior al alma (p. 65).

En el capítulo II, Pavesi recupera el carácter inaugural de la definición de pasión a partir de los siguientes elementos: a) la noción de interioridad que sólo se aplica a la pasión; b) la interioridad (y proximidad) que la hacen ser la única percepción que es tal como se siente; y c) su relación inaugura una nueva forma de error (p. 79, cfr. también las pp. 108 y 158 y ss.). La definición de pasión le permite defender la continuidad filosófica entre las pasiones y el cogito. Justamente, el argumento del sueño, algunos pasajes en las meditaciones Segunda y Tercera, y el § 26 de Las pasiones I, son la base textual sobre la que Pavesi afirma la diferencia de la pasión con respecto a otros modos del pensamiento, i.e., imaginación y sentidos (pp. 82–85). Esto le permite concluir que la pasión es verdaderamente en el alma, tal como el alma la siente (p. 87).

La argumentación de Pavesi sobre el carácter metafísico de la investigación cartesiana de las pasiones va a contracorriente de las interpretaciones más difundidas, y esto la hace más interesante. Así, el autor defiende que si la pasión es una cogitatio particular, debe permitir al yo alcanzar una verdad. Empero, la pasión no lo hace bajo el modo de ser objetivo, como las otras representaciones (p. 91). Por una parte, mientras que las ideas sensibles son parte del conocimiento de lo que Descartes llama "realidad objetiva", la investigación sobre la pasión se emancipa de esta forma de la objetivación y representación. La mayoría de los estudiosos han entendido el abandono del objeto como la renuncia a la metafísica, terreno donde están las raíces de la filosofía cartesiana. Para Pavesi esto no ocurre así. La explicación que el autor encuentra puede resultar sorprendente: la filosofía cartesiana sostiene dos metafísicas diferentes. Una metafísica, la de la pasión, se rige por la cogitatio. En la otra metafísica prevalece la causa. A este dominio no escapa ni el ego (cuya causa es Dios), ni Dios mismo (como causa sui). Esta distinción es fundamental para el razonamiento que se sigue, pues le permite recuperar la verdad de la pasión sin reducirla al modo de un ser objetivo (pp. 94–95).

El capítulo III se dedica a los efectos de la pasión, partiendo del § 40 y hasta el § 48 de Las pasiones y haciendo una lectura en conjunto de la Sexta Meditación. Pavesi establece nexos entre estos pasajes para comprender la percepción sensible, el cuerpo, las pasiones y la voluntad. En principio, Pavesi señala que el efecto de la pasión es una disposición a querer, donde la voluntad (naturalmente libre) se ve comprometida en la disyunción tajante de consentir o no a querer cierta pasión. Por sus efectos, la pasión es vista, entonces, como contrincante del alma. Esta oposición permite a Descartes explicar los combates que la tradición atribuía a un alma dividida, con un alma sustancialmente indivisible. Uno de los aspectos de mayor interés en este capítulo se refiere al movimiento conceptual por el cual ya no se considera que el cuerpo, al que el alma está unida, se ubica en la misma exterioridad que el resto de los cuerpos. Ahora, la experiencia del cuerpo en la pasión se presenta en una interioridad tal que no se distingue de la exterioridad. En una duración no sucesiva, el alma consiente o no, ejerciendo su libertad. La acción no se siente en un lugar limitado del cuerpo y éste, insiste Pavesi, tampoco se reduce a un objeto o causa.

Para realizar la investigación sobre el amor, es indispensable comprender la alteridad. El capítulo IV nos presenta la pregunta del autor acerca de si en la filosofía cartesiana hay acceso a un alter ego, a una alteridad finita. Adelantemos aquí que la respuesta es positiva y que esta alteridad es necesaria en la dimensión moral. Para Descartes resulta claro el problema del acceso al semejante. Por ello, se vale del análisis fenoménico, donde constata que ante el ego se presenta otra libertad semejante a la propia. El amor es una emoción donde la voluntad consiente la unión con los objetos que le resultan convenientes y se expresa diferencialmente. Lo que se tiene en menor estima que el ego es objeto de afecto, lo que se tiene en igual estima es objeto de amistad y lo que se tiene en más estima que a sí es objeto de devoción (p. 143). Pablo Pavesi enfatiza que el "otro sí mismo", como causa libre, capaz de hacer el bien o el mal, no puede ser reducido a un objeto.

Desde la clasificación de las pasiones simples, el amor y el deseo son pasiones distintas. El amor se refiere al consentimiento, mientras que el deseo se refiere al porvenir. La alteridad es parte fundamental de esta distinción que se expresa en el § 144, donde Descartes expresa que sólo se puede desear aquello que depende de nosotros. Un semejante, dice Pavesi, "no puede ser objeto de deseo porque [...] pierde su voluntad [...] y se degrada a la categoría de alimento o mercancía" (p. 156). Lo que Descartes propone como el efecto fundamental del amor es la benevolencia. Pavesi subraya la originalidad de esto señalando que no se trata de un mero hacer o querer el bien del otro (p. 165). La benevolencia transfiere los cuidados y la bondad de forma tal que el amor verdadero resulta de la auténtica indistinción entre el amor a sí y el amor a otros (p. 167). Así, la dimensión y el papel de la pasión del amor sólo se comprenden bajo la alteridad y la irreductibilidad a un objeto o causa del otro sí mismo, tal como Pavesi ha persistido en mostrarlas.

El lector versado en la filosofía antigua y medieval reconocerá en las ideas de que el amigo es "otro sí mismo" o de que la amistad consiste en la benevolencia, a Aristóteles y a Santo Tomás. Para destacar la originalidad y crítica del pensamiento cartesiano, Pavesi lo examina mostrando una concepción de alteridad con otras implicaciones sobre la unión y la benevolencia que refutan los planteamientos anteriores. Aún más, para Pavesi, el amor al semejante se funda en el amor a Dios, y el amor a Dios en la idea de Dios. Con ello, Descartes cumple audazmente con su aspiración filosófica de establecer una moral definitiva: "definitiva porque fundada directamente en la idea Dei" (p. 178).

Pablo Pavesi encuentra que esta moral se desarrolla en dos momentos diferentes, donde la generosidad es la pasión fundamental, y dedica los dos últimos capítulos del libro a su examen. En el capítulo V, Pavesi revisa detenidamente dos cartas, a Elizabeth y a Chanut, respectivamente, donde Descartes formula una perspectiva moral "altamente controversial" (p. 189) que se agota en esa correspondencia. En estas cartas se plantea de forma inédita que el amor a Dios deriva de su idea. En la carta a Elizabeth hay varias verdades que fundan la moral; de la cuarta de ellas se deduce la primera regla de la moral definitiva: "Se debe siempre preferir los intereses del todo, del cual se es parte, a aquellos de su persona particular [...]" (p. 194). Pavesi ubica temporalmente la reflexión de Descartes sobre el amor a Dios y lo que de ella deriva en una época donde su consideración de las pasiones recién inicia. En consecuencia, entre las cartas aludidas y Las pasiones se presenta una gran diferencia: Descartes "parece abandonar toda aspiración a fundar, en el amor a Dios, el amor a otros hombres" (p. 202).

Contra esta apariencia, Pavesi argumenta haciendo patente la renovación de la reflexión cartesiana, que no elimina, sino que reformula el problema del amor a Dios. En el capítulo VI, Pavesi examina la autoafección generosa, pasión donde se ratifica la voluntad libre y pilar de la moral cartesiana. El libre arbitrio nos hace semejantes a Dios, dice Descartes en Las pasiones § 152, implicando la naturaleza ilimitada de esta facultad del alma. Pavesi agrega que la semejanza con Dios exige, además, "como condición de generosidad, que la voluntad se conozca en su carácter de don divino" (p. 215). La voluntad hace posible todo acto moral, siendo el primero la gratitud a Dios por su donación (cfr. pp. 217 y 258).

Un efecto de la generosidad es la estima a todos los otros, atribuyéndoles una voluntad buena como la propia. En § 156 se presenta el primer precepto de la moral cartesiana (y definitiva), en tanto el objeto de estima es siempre la bondad de la acción y no la de la voluntad: los hombres generosos "no estiman nada más grande que hacer el bien a otros hombres y despreciar su propio interés. . . y con ello son plenamente dueños de sus pasiones" (p. 230). La gratitud y la amistad honesta conducen a planteamientos sobre la legalidad que puede privar en el ámbito privado y público, los derechos de la caridad, en el marco de su discusión epistolar con Voetius (carta de 1643) y la carta a Huygens (enero de 1646). Los argumentos se extienden hasta los poderes de Dios y del rey legislador. Sin embargo, concluye Pavesi, en los diversos argumentos propuestos por Descartes en obras y correspondencia anterior a Las pasiones y en esta misma obra, no se encuentra una concepción política viable (cfr. p. 250). La gratitud es uno de los principales lazos de la sociedad humana, y la teoría del amor cartesiana sólo puede conducir a una sociedad de amigos.

En la parte final de este libro, Pavesi expone algunos de los efectos que los planteamientos morales cartesianos, basados en el amor a Dios, suscitaron incluso antes de la publicación en 1649 de Las pasiones. Desde 1642 se le acusó de "pelagianismo" debido a que a sus objetores les parecía que su propuesta implicaba el merecimiento de la vida eterna por medio de buenas obras y no de la gracia divina (p. 258). Por otra parte, Blaise Pascal rechazó lo que consideró una soberbia pretensión: "conocer a Dios sin caridad, es decir, por Su idea".

No cabe duda que el lector de este libro encontrará una cuidadosa presentación de los argumentos de René Descartes, tanto de Las pasiones del alma como de otras obras y cartas, que permiten tener una visión sistemática de la filosofía cartesiana articulada sobre la cuestión moral. La perspectiva erudita que Pablo Pavesi nos ofrece nos permite aproximarnos a las viejas objeciones con renovadas respuestas, provenientes de la evidencia textual del filósofo francés, sostenidas en una apasionada interpretación construida sobre el amor y la generosidad.

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