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Diánoia

versão impressa ISSN 0185-2450

Diánoia vol.55 no.64 Ciudad de México Mai. 2010

 

Reseñas bibliográficas

 

Chantal Mouffe, En torno a lo político

 

Luciano A. Carniglia*

 

Traducción de Soledad Laclau, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2009, 144 pp.

 

* Instituto de Filosofía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires lucianocarniglia@fibertel.com.ar

 

En su obra titulada En torno a lo político, Chantal Mouffe pone en tela de juicio el sentido común imperante en la mayoría de las democracias occidentales que se sostiene en la creencia de que la globalización y la universalización de la democracia liberal estarían anticipando la consecución de un mundo cosmopolita pacificado, próspero y de plena vigencia de los derechos humanos. En abierto enfrentamiento con este diagnóstico de una humanidad reconciliada, Mouffe se embarca en una reflexión dentro del campo de la filosofía y la teoría política para intentar desentrañar no sólo el tipo de politicidad implícita en el pensamiento teórico neoliberal, sino también los rasgos propios de aquello que entiende que es fundamental para todo análisis de la constitución de las identidades políticas: la irreductibilidad de los antagonismos.

Aparecido originalmente en el año 2005 en idioma inglés, En torno a lo político, traducción al español, viene a sumarse a una larga lista de obras de filosofía y teoría política de Chantal Mouffe. La autora es profesora de teoría política en el Centre for the Study of Democracy de la Universidad de Westminster de Londres y podría inscribírsela dentro de la corriente de pensamiento denominada "marxismo postestructuralista" junto con otros pensadores como Ernesto Laclau (con quien ha escrito varios ensayos en colaboración), Judith Butler o Slavoj Zizek.

El libro se presenta en el campo de la discusión filosófico–política de una manera polémica, oponiéndose fuertemente tanto a las lecturas liberales y a la antropología de base que las sustenta, como a las lecturas de "ultraizquierda" que tras un breve análisis muestran su solidaridad con los principios básicos del liberalismo. En ese sentido, Mouffe plantea en la introducción un doble objetivo: por un lado, "desafiar a la 'pospolítica', [...] a aquellos que pertenecientes al campo progresista, aceptan esta visión optimista de la globalización y han pasado a ser los defensores de una forma consensual de democracia" (p. 9). Por el otro, y esencialmente ligado a lo anterior, reconocer la diferencia como condición de posibilidad para la constitución de las identidades políticas de las que dependen los actuales proyectos democráticos. Tras esta presentación del terreno en el que la obra desplegará su batería conceptual, la introducción se cierra con la presentación del plan general del libro, cuyos principales momentos estarán conformados por el análisis de algunas de las actuales propuestas que favorecen al Zeitgeist pospolítico en los variados campos de la psicología, la sociología, la teoría política y la filosofía, campos en los que Mouffe despliega su reconocida destreza filosófica.

El capítulo siguiente, "La política y lo político", comienza con un desarrollo marcadamente conceptual orientado a distinguir la diferencia entre "lo político" (la dimensión del antagonismo constitutiva de las sociedades humanas) y "la política" (el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político). Asimismo, se despliega el marco teórico sobre el cual la autora desarrolla la articulación de un nuevo pensamiento de lo político que vuelve a vincular las nociones de conflicto y antagonismo como condiciones de posibilidad de todo proyecto democrático. Se trata, entonces, de la necesidad de revisitar los fundamentos ontológicos de lo político para así poder poner de manifiesto el carácter agonal que anida en la constitución de toda identidad política. Con ese fin, la autora recurre al pensamiento del jurista alemán Carl Schmitt (sumándose al creciente y renovado interés que actualmente experimenta la obra del polémico autor) en quien encuentra un pensamiento radical de lo político por su distinción amigo–enemigo. No obstante, no se trata de una recuperación sin más, sino de, como lo dirá la propia autora, "pensar a Schmitt contra Schmitt" (p. 21) recuperando, por un lado, su crítica al individualismo liberal, pero trascendiendo, por otro, la distinción amigo–enemigo hacia un estrato más fundamental desde el cual pueda pensarse la esencia de lo político a partir de la pura diferencia, es decir, más que del antagonismo, desde la agonalidad.

Aquí comienza a vislumbrarse el objetivo político del trabajo de Mouffe, el cual supone que en nuestro tiempo hay una falta radical de comprensión de "lo político" en su dimensión ontológica originaria. A través de un rodeo necesario sobre el problema del proceso de conformación de las identidades —que se apoya en algunos pasajes iluminadores de Masa y poder de Elias Canetti—, se indica que todos los procesos sociales, aun más los democráticos, son por esencia relacionales, es decir, suponen una proceso de distinción nosotros–ellos con un fuerte componente afectivo, pasional, que los motoriza y precipita. El antagonismo es una posibilidad siempre presente y, por ello mismo, "perteneciente a nuestra propia condición ontológica". En este sentido, sería una ilusión creer en el advenimiento de una sociedad reconciliada. Se trata más bien de volver a concebir el antagonismo en el horizonte indiscutido de la democracia. En términos de Mouffe, consistiría en "convertir el antagonismo en agonismo". Si bien no hay ninguna solución racional definitiva de los conflictos, sí se reconoce la legitimidad de los oponentes en cuanto partícipes de una misma asociación política en virtud de compartir un mismo espacio simbólico y estar inmersos en un complejo entramado de rearticulaciones hegemónicas.

El capítulo tres, "¿Más allá del modelo adversarial?", tiene una meta muy concreta: desafiar la perspectiva pospolítica encarnada por dos sociólogos de la llamada "modernidad reflexiva" como son Ulrich Beck y Anthony Giddens, así como también busca extraer las consecuencias que implica para una política democrática. Ambos sociólogos concuerdan en que el modelo de la política estructurada alrededor de identidades colectivas se ha vuelto obsoleto a partir de la expansión del individualismo, y que debe ser dejado de lado. Sin embargo, Mouffe se encargará de rebatir esta posición desde sus postulados teóricos alertando sobre las consecuencias negativas de esta falta de antagonismo. En el caso de Beck, la crítica apunta a su noción de "subpolítica", es decir, el repliegue de la política fuera de sus arenas tradicionales (parlamentos, sindicatos, etc.) y su irrupción en lugares sociales alternativos, mientras que en el de Giddens se dirige a su noción de "sociedad postradicional" entendiendo como tal la visión de la vida cotidiana en cuanto lugar en el que experimentamos permanentemente transformaciones y adaptaciones al "medio" social, no a través del enfrentamiento político bien entendido, sino por medio de la idea de una "modulación" o "acomodamiento" social. Podemos concluir, en ambos casos, que tanto Giddens como Beck eliminan el rol del adversario para pensar la política democrática. El resto del capítulo se encamina a explicitar los peligros que esto acarrea.

En "Los actuales desafíos de la visión pospolítica", el cuarto capítulo del libro, Mouffe rompe con la línea fuertemente conceptual que hilvanaba los apartados anteriores. Aquí se inicia una etapa de la obra que busca contrastar empíricamente los postulados filosófico–políticos ya presentados. En un comienzo, se intenta explicar la razón del manifiesto auge europeo de los populismos de derecha (en particular en Austria, Bélgica y Francia) a partir de "la estrategia consciente de agrupaciones de construir un fuerte polo de identificación colectiva en torno a algún antagonismo importante" (p. 74) sirviéndose de la oposición entre "pueblo" y "elite", es decir, reconociendo el momento del antagonismo como la piedra de toque fundamental de lo político. Esto confirma las sospechas teóricas de Mouffe y oficia de mediador para explicitar las consecuencias negativas que se siguen de la ausencia de los canales agonistas para la expresión del conflicto (en una línea directamente influida por el psicoanálisis freudiano y su concepto de "sublimación"). En todos los casos presentados por la autora se accede a la construcción de una frontera claramente delimitada entre un "nosotros" y un "ellos" que logra expresar las demandas y la dimensión afectiva insoslayable que conforman el momento de lo político en la esfera nacional y, a continuación, en un segundo paso, se despliega la otra idea importante del capítulo que es el desplazamiento de la política al registro de la moral. Esta moralización de lo político que acompaña a los populismos de derecha, no señala que la política se haya extraviado en el campo moral, sino que los antagonismos políticos se dan por medio de categorías morales, lo cual trae una consecuencia inevitable y peligrosa para Mouffe: cuando los oponentes se definen en estos términos morales, no hay adversarios, sino únicamente "enemigos" y, por eso mismo, no contamos con una esfera pública agonista vibrante, sino con antagonismos radicales que, demonizando al "ellos", ponen en riesgo las instituciones democráticas. En lo que hace al "testeo" internacional de los principios del trabajo de Mouffe, ella encuentra la misma ausencia de un pluralismo efectivo que da lugar a expresiones antidemocráticas como, por ejemplo, ataques terroristas. Finalmente, la sección se cierra con una crítica a Habermas y a Rorty en lo que ambos tienen en común: una visión liberal del consenso social que impide toda manifestación relevante de la adversidad política y que, por eso mismo, no pueden proporcionar un marco filosófico adecuado para una política democrática pluralista.

El último capítulo es quizá el más controversial y, probablemente, el que podría despertar mayor interés en los lectores asiduos de filosofía política contemporánea. En él Chantal Mouffe retoma algunos de los últimos trabajos aparecidos sobre el tema de un nuevo orden político mundial, como Imperio de Toni Negri y Michel Hart, Disidencias de Ulrich Beck y Debates cosmopolíticos de Danielle Archibugi, para someterlos a una serie de rigurosas críticas que buscan dejar planteada la necesidad de una salida multipolar conforme a la naturaleza profundamente pluralista del mundo, en medio del cosmopolitismo reduccionista imperante, deudor del "fin de la forma adversarial de lo político" a gran escala. Las vertientes del cosmopolitismo aquí tratadas son, en primer término, aquellas que se centran en la sociedad civil mundial y que dan lugar al enfoque conocido como "transnacionalismo democrático". Su núcleo estaría constituido por una Asamblea Parlamentaria Global orientada a la conservación, desde un marco institucional, de la seguridad humana en la esfera internacional. La otra vertiente que se nos presenta es la que se apoya en la noción de democracia y que abre curso a la posibilidad de una "democracia cosmopolítica". Prescindiendo de la versión que más nos conforme, la implementación de un orden cosmopolita implicaría subrepticiamente la imposición de un modelo único, el modelo democrático liberal, sobre el mundo en su totalidad. Ello significaría tener cada vez un mayor número de personas bajo el influjo del control de Occidente, escudados en la universalidad y buena intención de los Derechos Humanos, prescribiendo, según Mouffe, un futuro de antagonismos peligrosos. Ante este panorama, el libro nos ofrece su conclusión orientada claramente a desentrañar la dinámica "real" de los movimientos sociales desde una posición pluralista que admite que no hay un "más allá" de la hegemonía. Así, se estrechan las alternativas y la única estrategia concebible para superar tal dependencia mundial de un único centro no es más que encontrar los modos que nos permitan "pluralizar la hegemonía", lo cual sólo podrá lograrse mediante el reconocimiento de una multiplicidad de poderes regionales en los límites propios de cada Estado.

El libro se cierra con el señalamiento de algunos puntos básicos de la discusión planteada por Mouffe, articulado en varios niveles. En primer lugar, las conclusiones a nivel de políticas nacionales donde se problematiza la creencia acerca del fin de la forma política adversarial y la superación de la división izquierda/derecha, como aquello que permite que se pueda pensar en el establecimiento de una sociedad pacificada o como lo que genera las condiciones para el surgimiento de los populismos de derecha. En segundo lugar, se formula la pregunta por el pluralismo y se cuestionan algunas de sus versiones posmodernas alertando sobre el peligroso "pluralismo sin fronteras" que considera legítimas todas las demandas, así como sobre el pluralismo que pone en juego el proyecto multipolar, cuya gran reivindicación es la democracia liberal promovida a modelo universal como "racionalidad superior". Ambas posibilidades pluralistas implican el extremo opuesto del "consenso conflictual" al que Mouffe se adscribe, en la medida en que para la autora una sociedad debe poder discriminar entre demandas que pueden ser aceptadas como parte del debate agonista y aquellas otras que deben ser silenciadas por su matiz de exclusión. Un tercer nivel aparece con el tratamiento de los derechos humanos en el marco del "pluralismo de las modernidades" en el proyecto cosmopolita de implementación mundial de una democracia liberal, para culminar interrogando el papel de Europa en el tiempo venidero así como para saldar, al mismo tiempo, las cuentas con su política actual.

Sin duda, el presente ensayo no busca ser una reflexión erudita de aspectos teóricos de filosofía o teoría política. Trasunta, a lo largo de sus páginas, una clara intención de entablar un diálogo polémico con distintos referentes teóricos de movimientos político–sociales, ya sea —por tomar algunos ejemplos— el Partido Laborista inglés en el caso de Giddens o los movimientos antiglobalización en sus críticas a Negri y Hardt. Si bien el libro se aleja probablemente de trabajos anteriores con una mayor densidad teórica como Hegemonía y estrategia socialista, escrito en colaboración con Ernesto Laclau, lo hace con el único objetivo de focalizar y concentrar sus reflexiones en dirección a una coyuntura mundial que urge evaluar y modificar. Es por eso que esta obra quizá pueda leerse como exhortación y señal de alarma. Una invitación a despertar, como dirá la propia autora, "del sueño de la occidentalización, y de tomar conciencia de que la universalización forzada del sueño occidental conducirá a reacciones aún más sangrientas por parte de aquellos cuyas culturas y modos de vida están siendo destruidas por este proceso" (p. 93).

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