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Diánoia

versão impressa ISSN 0185-2450

Diánoia vol.54 no.63 Ciudad de México Nov. 2009

 

Reseñas bibliográficas

 

Alejandro Vigo, Aristóteles. Una introducción

 

Luis Gerena*

 

Instituto de Estudios de la Sociedad, Santiago de Chile, 2006, 275 páginas.

 

* Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de Morelos. luisgerena@yahoo.com.mx

 

El libro que nos presenta Alejandro Vigo está dividido en ocho capítulos. Los primeros siete tratan los temas centrales en la exposición de la filosofía de Aristóteles: "I. Vida y obra"; "II. Lógica, teoría de la ciencia y dialéctica"; "III. Física y cosmología"; "IV. Psicología"; "V. Metafísica"; "VI. Ética y política"; "VII. Retórica y poética". En el capítulo VIII, el profesor Vigo incluye una traducción propia, con aparato crítico, del capítulo I del primer libro de la Metafísica. Al final, encontramos una bibliografía, la cual se divide en dos partes: las ediciones de las obras de Aristóteles y una bibliografía secundaria muy bien seleccionada.

Hablando en general, el libro busca darnos una visión unitaria y sistemática de cada uno de estos temas, proporcionando al lector una exposición muy positiva de la filosofía de Aristóteles. De acuerdo con esto, aunque el doctor Vigo toma en cuenta los cambios filosóficos importantes que encontramos en los distintos períodos de la obra de Aristóteles, nos muestra que en estos cambios hay un desarrollo, más que momentos inconmensurables, como suponen otros intérpretes.

El capítulo I comienza dándonos a conocer los momentos más importantes de la vida de Aristóteles, y nos ofrece una idea de su carácter y de lo que representó para su tiempo. Me llamó especialmente la atención, entre las cosas que relata, la importancia que tuvo para Aristóteles su relación con el filósofo Eudoxo; las dificultades que enfrentó por ser un extranjero en Atenas; su relación con Alejandro Magno y, particularmente, su huida de Atenas, tras haber sido acusado de impiedad, que lo llevó a refugiarse en una finca que era propiedad de su madre, donde terminó sus últimos días. Su obra, muy prolífica, pasó igualmente por muchas vicisitudes. Aristóteles escribió tres tipos de obra: los tratados exotéricos, escritos que se dan a conocer al público en general y por ello son muy elaborados; los tratados esotéricos, que consisten en apuntes que servían de apoyo para la exposición oral y, finalmente, otros textos que podrían considerarse como apuntes de investigación. De toda esta producción sólo se conserva una parte de los tratados esotéricos y Vigo nos explica cómo se clasifica cronológicamente, cuáles de estos textos pueden ser espurios, las distintas ediciones que se han hecho de los mismos y, muy importante, cómo debe citarse esta obra, siguiendo justamente la edición de Bekker. Sin embargo, advierte que esta manera de clasificar la obra no es conclusiva para la comprensión del desarrollo de la filosofía de Aristóteles, lo cual nos permite entender por qué, en su interpretación, Vigo repara particularmente en los problemas y las tesis que desarrolla Aristóteles.

En el capítulo "II. Lógica, teoría de la ciencia y dialéctica", nos encontramos ante uno de los temas centrales de la filosofía de Aristóteles, que ha influido especialmente en la filosofía posterior y que, como lo muestra Vigo, ha cobrado vigencia en la filosofía actual, sobre todo en la dialéctica, debido a "la conexión que vincula el concepto de dialéctica con el problema del acceso a los principios últimos de la demostración científica y el conocimiento" (p. 53).

El profesor Vigo intenta mostrar que, si bien no hay en Aristóteles "una sistematización integral de la lógica en el sentido moderno" (p. 16), cada una de las partes que integran la temática de este capítulo se encuentran estrechamente relacionadas entre sí. De acuerdo con esto, encontramos, por una parte, que en las Categorías y De Interpretatione Aristóteles establece las bases que le permitirán, en los Primeros analíticos, desarrollar una explicación precisa de lo que es un silogismo y sus distintas formas, lo cual incluye no sólo el silogismo asertórico, sino también el modal, "que puede verse, desde el punto de vista sistemático, como la continuación natural del tratamiento de los enunciados modalmente calificados... " (pp. 39–40). Sin embargo, por otra parte, esta concepción del silogismo constituye la estructura sobre la cual se desarrolla, respectivamente, en los Segundos analíticos, el Organon y la Retórica, el silogismo científico, el dialéctico y el retórico, los cuales se distinguen fundamentalmente por el tipo de premisas que los integran, así como por la materia de la cual se ocupa cada uno de ellos.

El capítulo "III. Física y cosmología" es una exposición muy pormenorizada de la explicación que dio Aristóteles del mundo físico y su relación con el cosmos. Vigo considera que el eje para comprender la física y la cosmología aristotélica lo constituye el movimiento en cuanto objeto de estudio de la física. El movimiento, para Aristóteles, es un cambio procesual en el cual lo que cambia no pierde su identidad; así, hay una continuidad en el cambio. Precisamente, Vigo nos muestra que, atendiendo a este carácter continuo del movimiento, podemos ver la unidad de la física de Aristóteles, ya que nos permite comprender las nociones fundamentales de la misma y la relación entre ellas. Por ejemplo, la distinción entre movimiento natural y movimiento forzado, así como la relación que esta distinción guarda con la noción de naturaleza; el papel que cumplen los principios básicos de todo cambio, que Vigo llama "los aspectos constitutivos de un objeto": sustrato (hypokeímenon), forma (morphé, eîdos) y privación (stéresis), los cuales dan cuenta de la conexión entre "la naturaleza estructural de un objeto y los procesos que caracterizan el comportamiento habitual de dicho objeto" (p. 70). Pero estos principios, además, están estrechamente vinculados con la tesis de que todo lo que se mueve es un compuesto de materia y forma, la tesis de la composición hylemorphica de los objetos, la cual está especialmente relacionada con las llamadas cuatro causas que integran los distintos aspectos que nos permiten entender por qué el compuesto está sujeto a cambio. En esta parte resulta interesante la importancia que, en la exposición del doctor Vigo, tiene la materia como explicativa del cambio y de la constitución de un objeto. De acuerdo con esto, tenemos la teoría de los cuatro elementos, que, además de completar la concepción aristotélica de la materia, constituyen la explicación última del movimiento natural de los objetos y, en este sentido, de los lugares naturales o propios de los que se deriva una concepción del espacio muy distinta de la moderna. Pero, asimismo, como lo muestra Vigo, a partir de ellos se establece la conexión entre el mundo físico y el cosmos, o la región sublunar y la supralunar, pues, justamente, el movimiento de ésta, un movimiento circular y eterno, explica los cambios que sufren los elementos. Finalmente, Vigo nos muestra cómo se da la continuidad en el espacio y el tiempo, que suponen un continuo infinitamente divisible. De acuerdo con esto, explicar un cosmos eterno como el que concibe Aristóteles, consiste en explicar su continuidad y persistencia, para lo cual Aristóteles postula "'el primer motor' (prôton kinoûn), el cual no experimenta ningún tipo de cambio, siendo así inmóvil (akíneton), debido a que [...] carece de todo tipo de potencialidad que tuviera que ser actualizada o, dicho de otro modo, en cuanto es actualidad pura (cfr. Fis. VIII 6; Met. XII 6)" (p. 91).

El capítulo "IV. Psicología", tiene como objetivo central exponer la explicación que, apelando al alma (psyché ), dio Aristóteles de la vida, entendida ésta como las distintas actividades y funciones de un ser vivo (la vida y sus movimientos, la percepción, la memoria, la imaginación y, en el caso específico del hombre, el conocimiento). De acuerdo con esto, el elemento que, siguiendo la exposición del doctor Vigo, unifica todo este capítulo es el carácter eminentemente biológico que Aristóteles le imprime al alma y que lo separa de la tradición filosófica griega, la cual, si bien le dio una preeminencia a la vida y desde el inicio la vinculó con el alma, limitó su comprensión al ser humano. Para Aristóteles, en cambio, como menciona Vigo, la comprensión del alma tiene que abarcar a los demás animales y a los vegetales. Este carácter biológico del alma lo conduce igualmente a tomar una posición intermedia en la solución de un problema todavía no resuelto en ese momento (y quizá tampoco ahora) por la tradición que él había examinado detalladamente: el problema de la relación alma–cuerpo, cuya solución aristotélica intenta evitar el reduccionismo que convierte al alma en el resultado de la relación de elementos materiales o que la separa completamente del cuerpo. De manera interesante, Vigo señala que la solución de Aristóteles se desarrolla a partir de su concepción de la relación forma–materia. "El alma es, según esto, aquel principio constitutivo que da cuenta de la peculiar configuración y las funciones vitales que caracterizan al cuerpo orgánico del viviente, mientras éste está vivo y despliega la actividad que le es propia" (p. 96). De acuerdo con esto, el alma explica las distintas funciones que tiene un ser vivo, desde la función más básica que es la de nutrirse (la cual encontramos primariamente en las plantas, pero que también es la función básica de todos los animales), pasando por la percepción, que comporta igualmente la memoria y la imaginación, hasta llegar a la parte intelectiva, en la cual Aristóteles desarrolla la distinción entre un intelecto pasivo y otro activo, distinción con la que puede explicar, respectivamente, la recepción por parte del intelecto de la información que proporciona la percepción, y hacer explícita esta información para dar cuenta de la esencia de las cosas. Pero, asimismo, Vigo nos muestra cómo Aristóteles explica la acción y el movimiento animal mediante el silogismo práctico, estableciendo que la diferencia entre una y otro estriba en la existencia, en el hombre, de deseos racionales, que suponen "facultades deliberativas propias del intelecto práctico (noûs praktikós)" (p. 113).

A continuación, Vigo expone la sugerente explicación que dio Aristóteles de la vida y la muerte, mostrando que, precisamente, dado que para Aristóteles la vida se explica a partir del alma, el fin natural de un ser vivo no es la muerte, la cual es simplemente el término de la vida. El fin del viviente es la realización plena de su forma. Esto se aplica también para el caso del ser humano, cuya vida, especialmente la vida ética, no la ve Aristóteles a partir de la muerte, sino más bien a partir de la vida feliz. Por último, Vigo destaca la importancia que tuvo la biología para el desarrollo de la filosofía de Aristóteles, en particular la zoología, cuyo desarrollo como disciplina independiente se lo debemos a él; y también las aportaciones de sus investigaciones biológicas para la filosofía y la biología posterior, como la introducción de una nueva metodología de clasificación, así como sus estudios de la reproducción, que lo acercan a la genética.

El capítulo "V. Metafísica" es, en realidad, una explicación muy completa del tema central de la metafísica de Aristóteles: la sustancia, mediante un análisis detallado de los pasajes pertinentes de Metafísica I, VI, VII–VIII, IX y XII, que nos proporciona una explicación coherente y completa, pero, sobre todo, muy esclarecedora. De acuerdo con esto, enfrenta los principales problemas de interpretación que se han presentado en la comprensión de la sustancia aristotélica. El primero es justamente el que tiene que ver con la metafísica como ciencia. Resulta interesante cómo aborda este problema, pues comienza haciéndonos caer en la cuenta de que en un texto temprano como Metafísica I, 1–2, encontramos ya, en la concepción de sabiduría que se desarrolla en este texto, la propuesta de una ciencia de las causas y los principios de todas las cosas; una propuesta que se expone igualmente en un texto posterior como Ética nicomáquea VI. Esta indicación del doctor Vigo pone en cuestión interpretaciones como las de G.E.L. Owen, para quien Aristóteles, en su obra temprana y justo por su discusión con los platónicos, no admite que haya una ciencia de todas las ciencias. Sin embargo, como muestra Vigo, este acercamiento de Metafísica I, 1–2, aunque sugerente, resulta limitado, si se compara con Metafísica IV, 1–2, donde la metafísica se define como la ciencia del ser en cuanto ser, una definición que introduce problemas nuevos: en especial, el problema de cómo constituir una ciencia con un objeto como el ser, el cual no se puede comprender como un género. Según Vigo, esto conduce a Aristóteles a replantear lo que sostuvo en Analíticos posteriores, donde argumenta que la unidad de la ciencia está dada por el género. En Metafísica IV, 1–2, Aristóteles introduce nuevas herramientas que le permiten hablar de una ciencia del ser: básicamente, la relación pros hen, según la cual la unidad de significado no se da a partir de un género, sino a través de la relación con una única naturaleza. De acuerdo con esto, los distintos sentidos de ser (que básicamente corresponden a las distintas categorías) adquieren unidad por su relación con una misma naturaleza: la sustancia, por lo cual la ciencia del ser en cuanto ser sería la ciencia de la sustancia. Sin embargo, el segundo problema que enfrenta Vigo consiste justamente en mostrar la compatibilidad de esta concepción de la filosofía primera, la cual enfatiza el carácter universal de la misma, con la que se propone en Metafísica VI, 1, donde se afirma que la filosofía primera es la teología, una ciencia particular con un objeto particular.

El doctor Vigo comienza su explicación de esta aparente incompatibilidad rechazando dos interpretaciones clásicas. La primera sostiene que se trata de dos textos pertenecientes a dos períodos distintos del desarrollo del pensamiento de Aristóteles, uno más influido por el platonismo y por ello con un énfasis marcadamente teológico, mientras que el otro correspondería a una etapa posterior, donde se afirma especialmente el carácter ontológico. Para Vigo, el problema de esta interpretación es que no considera el hecho de que Aristóteles indica que las dos concepciones de ciencia primera son compatibles. Del mismo modo, rechaza la interpretación que busca reducir la ciencia del ser en cuanto ser a la teología, la cual ignora lo que se dice en Metafísica IV, pero por ello mismo no toma en consideración el carácter universal que para Aristóteles tiene que tener la filosofía primera. De acuerdo con esto, Vigo intenta mostrar que la compatibilidad entre las dos concepciones se encuentra en el tipo de dependencia que estarían sosteniendo uno y otro texto. Precisamente, en Metafísica IV estaría hablando de una dependencia de las categorías con respecto a la sustancia, mientras que en Metafísica VI estaría hablando de la dependencia que las otras sustancias tendrían respecto de la sustancia no sensible, la cual, por ser primera, sería la más universal. Siguiendo este punto, los dos textos se complementan, ya que muestran que una explicación satisfactoria de la sustancia debe considerar necesariamente la sustancia primera y, de este modo, una explicación completa de las categorías nos conduce finalmente a la sustancia no sensible. De acuerdo con esto, para Vigo la significación focal, la relación pros hen, considerando las diferencias, podría aplicarse para mostrar la relación entre la sustancia primera y las otras sustancias (cfr. p. 148). Desafortunadamente, Vigo no abunda en este punto; sólo nos indica que hay una dependencia cosmológica de las otras sustancias respecto de la sustancia primera y que, en este sentido, la relación entre las sustancias se puede ver como la relación de una serie, en la cual unas sustancias son primeras y las otras secundarias. Pero, ¿cómo implica esta dependencia cosmológica una dependencia ontológica? Precisamente, creo que se puede dudar de esta dependencia ontológica, sobre todo si consideramos la esclarecedora explicación que él hace de los difíciles libros VII–VIII de la Metafísica, donde encontramos que, para Aristóteles, uno de los criterios centrales que determinan lo que es una sustancia es la separabilidad; es decir, que una sustancia es aquello que puede existir independientemente de las otras categorías, pero me parece, también, de las otras sustancias. De acuerdo con esto, hubiera sido pertinente abundar más en el tipo de dependencia que las otras sustancias tienen con respecto a la sustancia no sensible.

En el capítulo VI, el doctor Vigo pretende mostrar que podemos comprender la unidad de la ética de Aristóteles si consideramos o caemos en la cuenta de que Aristóteles parte básicamente de una característica de la racionalidad, cuya explicación ha generado distintas posturas éticas:

La capacidad, aparentemente negativa, de renunciar a placeres o bienes inmediatos es, en realidad, expresión de la referencia positiva al propio horizonte de futuro, que caracteriza a los seres racionales, en la medida en que en cada contexto particular de acción ponen de algún modo en juego su propio ser total. (p. 187)

Si bien Vigo utiliza inicialmente la expresión "horizonte de futuro" que, por lo menos para mí, no resulta muy clara referida a Aristóteles, en el desarrollo de la exposición encontramos que para él esta expresión significa la representación de una vida buena o lograda (una representación que en muchos casos puede ser deficiente). El intento de Vigo es mostrar que la acción está especialmente determinada por esta representación de una buena vida.

Dicho de otro modo, los agentes racionales se caracterizan por obrar, de uno u otro modo, sobre la base de una cierta representación de la vida buena o lograda, por poco articulada y deficiente que dicha representación pueda ser en muchos casos. (p. 190)

En este sentido, las acciones de los seres humanos no están limitadas por fines de corto o mediano plazo, sino también por fines de largo plazo que son justamente los que delinean una representación total de la vida buena. Para Vigo, los conceptos fundamentales de la ética de Aristóteles se estructuran sobre la base de este supuesto. Precisamente, la decisión deliberada o proairesis, la continencia e incontinencia, se comprenden en toda su extensión si suponemos que el agente racional actúa teniendo una representación de la vida buena; pero, del mismo modo, y, principalmente, la phrónesis o prudencia, pues el saber del prudente no consiste en deliberar acerca de fines particulares, sino acerca de lo que constituye una vida buena en general (p. 190). De este modo, Vigo hace una defensa de la tesis de Aristóteles de que la felicidad es el fin último de todas nuestras acciones, mostrando que el argumento a favor de esta tesis lo encontramos en el supuesto de que unos bienes se comprenden en otros, lo cual permite suponer que hay un fin último, en el sentido de que no está comprendido en otro fin. Siguiendo este punto, Vigo señala la conexión que hay entre felicidad y virtud, y a partir de esto aborda el problema clásico de interpretación que presenta la ética de Aristóteles: ¿qué concepción de vida es la que para Aristóteles constituye la vida feliz: la vida de virtud estructurada por la phrónesis o la vida contemplativa? Como en los otros problemas, Vigo muestra que no hay incompatibilidad entre estas dos formas de vida y que, por lo tanto, aunque Aristóteles considera la vida contemplativa como la mejor, la vida de virtud es también una vida con la cual el agente racional puede conseguir la felicidad. Resulta muy difícil resumir en un corto espacio los distintos temas que Vigo aborda en este capítulo, con los cuales da una visión casi completa de la ética y la política de Aristóteles. Baste destacar, sin embargo, su exposición de lo que significa para Aristóteles que las facultades racionales como la phrónesis estén vinculadas con la verdad, una discusión que nos permite entender por qué estas facultades son justamente virtudes. Asimismo, muestra el vínculo que hay entre la ética y la política, el cual se da a través de la virtud. Para terminar, resulta muy interesante en la exposición de Vigo que muestre el papel que tiene la amistad en la constitución de la sociedad política.

Es innegable el aporte de Vigo en este capítulo para comprender la ética y la política de Aristóteles, partiendo justamente del supuesto de que actuamos a partir de una representación de la vida buena, la cual no se puede entender como un bien particular, sino como un bien general. Pero, algo que no me queda claro es cómo entender este supuesto a partir de la crítica que Aristóteles hace en Ética nicomáquea I, 6 a la idea platónica, que lo lleva a concluir que la acción no es posible a partir de un bien general, sino a partir de un bien particular. Como dice Aristóteles, el médico no busca la salud en general, sino la salud del hombre y, fundamentalmente, la de este hombre. Igualmente, en este tono encontramos las críticas de Aristóteles en Metafísica VII, 13, en contra del universal como causa de algo.

El capítulo "VII. Retórica y poética" constituye básicamente un análisis muy sintético de estas dos obras. En el caso de la retórica, el objetivo principal de Vigo es mostrar que se trata de una disciplina que, en lo que concierne a su contenido, se encuentra estrechamente relacionada con la filosofía práctica; pero, desde el punto de vista formal, guarda una estrecha relación con la dialéctica y la analítica, desempeña también un papel muy importante para la filosofía teórica,

en la medida en que tampoco la filosofía puede prescindir del recurso a criterios de plausibilidad, a las opiniones reputadas y, con ello, a los argumentos que apuntan a lograr la persuasión del interlocutor en cuestiones últimas sobre las cuales no puede procederse al modo estrictamente deductivo que caracteriza a las ciencias demostrativas particulares. (p. 240)

Al abordar la Poética, Vigo enfrenta distintos problemas, pero sin duda el que resulta de mayor interés es el que tiene que ver con la ubicación de la Poética dentro del Corpus, que ha constituido un campo de investigación muy prolífico. Para Vigo, la Poética se tiene que entender como una obra en la cual se desarrolla una reflexión acerca de las ciencias productivas, dado justamente el tipo de objeto del que se ocupa: un objeto que no se puede reducir a una mera cosa, ya que la creación poética toma un carácter independiente e influye en el espectador. Finalmente, resulta destacable el vínculo que señala Vigo entre el efecto catártico que tiene la tragedia y la contemplación, que sitúa al espectador en un lugar privilegiado.

La experiencia de distanciamiento facilitada por este peculiar acceso contemplativo al ámbito de aquello que, por lo pronto, justamente nunca se ofrece como mero objeto de contemplación desinteresada, puede influir también, como es de sospechar, sobre el modo en que el agente, una vez vuelto a su realidad cotidiana, se sitúa frente a su propia praxis. (p. 249)

Escribir un libro que tenga la pretensión de introducir al lector al pensamiento de un filósofo constituye sin duda una tarea difícil, sobre todo cuando se trata de un filósofo como Aristóteles, quien, como lo señala el doctor Vigo, se ocupó de todos los temas de la filosofía de su tiempo, y lo hizo de manera profunda. Por esto, si no se aborda adecuadamente, una introducción al pensamiento de Aristóteles, o de cualquier filósofo, podría convertirse en un resumen muy esquemático y poco sustantivo.

He intentado mostrar que esto no ocurre con la introducción a Aristóteles que nos presenta el profesor Vigo, en gran medida porque, como lo revelan sus diferentes publicaciones, tiene un conocimiento muy completo de su filosofía; pero, principalmente, porque, como hemos visto, se ocupa de los temas que tradicionalmente se han considerado fundamentales de la obra de este filósofo, desarrolla cada uno de ellos mediante una selección de los textos más relevantes, y los analiza de manera pormenorizada, leyéndolos en el original griego; se vale también de una bibliografía secundaria que ha elegido con mucho cuidado. Pero, además, en la exposición de cada tema, Vigo tiene en cuenta los principales problemas de interpretación que ellos han suscitado, así como las respuestas más destacadas que se han dado a los mismos, y señala, cuando es oportuno, las diferencias con la filosofía contemporánea.

La introducción a la filosofía de Aristóteles que Alejandro Vigo nos presenta proporcionará al lector una comprensión completa del pensamiento de Aristóteles, pero asimismo le permitirá, dado que cada capítulo es independiente de los demás, profundizar en un tema en particular, para lo cual encontrará los textos básicos donde Aristóteles lo desarrolla y la bibliografía secundaria más importante sobre el mismo.

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